Hora del chisme
- Jingū Kougou, madre de… -
Canon
***
– Qué día más tranquilo…
Sentada en un sofá, en el balcón que daba vista al patio de su palacio, la emperatriz Jingū Kougou disfrutaba de la tarde que desprendía sus rayos solares junto a su calor sobre su rostro y la taza de té en sus manos.
A pesar de la soledad, y de que su marido Nakahiko, también conocido como emperador Chuai, estaba en otra larga conferencia con la corte real para decidir sus movimientos respecto al reino de Silla que estaba portándose de forma sospechosa, se sentía muy cómoda en ese lugar.
La reina que hace unos años había sido una campesina de arroz, podía disfrutar de esa tranquila tarde de té; aunque, bueno, en realidad no estaba sola:
– Un día relajado y un té muy sabroso… Muchas gracias, joven Homutawake.
– S-Si Majestad.
A su lado de pie uno de sus más recientes sirvientes: Homutawake, un joven huérfano de no más de 15 años acogido en el palacio real para servir a los emperadores de Japón…
Pero la emperatriz Jingū le había tomado mucho cariño especial; de inmediato la mujer golpeó al asiento que estaba junto a ella.
– Llevas todo el día de pie, joven Homutawake, ¿Por qué no tomas asiento?
– ¿Eh? ¡N-No Majestad! No puedo tomar asiento mientras estoy de guardia.
– Puedes seguir de guardia mientras estás sentado.
– No debo, Majestad.
– … Es una lástima…
Jingū suspiró por lo bajo un poco decepcionada y volvió a tomar de su té, dejando que su mente divagara lo suficiente:
« Es un poco triste que no pueda ayudar más a este joven. En realidad hemos hecho mucho, desde que perdió a toda su familia y esta aquí acogido para servir, pero… Siento que no es suficiente.
» No siento que sea lo correcto que sea mi sirviente. Si esto sigue así, muy pronto se apagará su chispa de la juventud y permanecerá como esclavo toda su vida… ¡No debería ser así!
» Pero, ¿Qué podría hacer para evitar eso…? »
De forma instintiva sus manos fueron a su pecho, dentro de su kimono, para sujetar las joyas divinas que cargaba en el collar; aquellas reliquias traídas por el antiguo dios de la fortuna, que llegaron hasta sus manos y le habían concedido la suficiente suerte para ahora estar al mando de todo Japón.
En sus momentos de dudas y confusión, cuando no sabía cómo actuar ni qué hacer, tocar esas reliquias divinas le daba estímulo para no rendirse así como, en ocasiones, ideas para sus planes.
« Quiero saber como ayudar a este joven… Quisiera una señal, señor dios de la fortuna… »
En ese momento sus ojos se desviaron al patio inferior para presenciar un variado grupo de sirvientas que se encaminaban al palacio real.
– Oh… Más sirvientes…
– Es cierto, Majestad. Me parece que son las encargadas de la cocina.
– ¿En serio, joven Homutawake? Eso quiere decir que… pronto será la hora de la comida…
Pensar en eso le abrió un poco el apetito a la mujer. También le dio una idea:
– Joven Homutawake…
– ¿Si? ¿Qué desea, Majestad?
– Tengo un encargo que darte, que necesito que ejecutes con todas las fuerzas que tengas y discresión posible.
– ¿Eh? ¿De qué se trata, Majestad?
– Quiero qué vayas a la cocina a averiguar cuál será el menú de hoy, y me traigas un poco de todos los platillos.
– O sea, ¿Un pequeño refrigerio?
– No, no… Quiero que vayas y… “robes” un poco de la comida que habrá hoy.
– Pero Majestad… ¿No es eso un refrigerio? Podría--
– No me discutas, joven Homutawake, y lleva a cabo el encargo por favor.
– … Enseguida, Majestad…
El joven hizo una reverencia y salió de la alcoba real a paso apresurado, mientras que Jingū volvía a tomar de su té con mucha delicadeza.
– Bien, espero que eso lo entretenga lo suficiente: a los jóvenes les gustan las travesuras y no ser descubiertos. Estoy segura que eso le volverá un poco más animado, y podré hablar un poco más con él.
De forma inevitable la humana recordó a su yo de hace unos cuantos años atrás, cuando tenía la edad de Homutawake y hacía esas cosas de joven…
Aunque ella vivió las cosas juveniles un poco distintas: entrenando en un dojo para intentar enorgullecer a sus padres, teniendo citas con un príncipe que no le gustaba pero traería dignidad y honor a su familia, hasta el día que conoció a su actual esposo Nakahiko. Ella había vivido bajo la sombra de otros hasta que tomó su propio camino que la llevó a ser emperatriz de Japón…
– Yo no tuve una vida muy agradable que digamos… Por eso mismo, quiero que el joven Homutawake disfrute de su vida desde ahora, sin importar la condición que tiene como sirviente… Quiero que sea feliz.
Un par de minutos después Homutawake regresó a la alcoba, trayendo consigo una bandeja metálica con varias muestras de comida, y corriendo de forma acelerada.
– Ya… Ya terminé, Majestad… – el joven estaba respirando a grandes bocanadas y con varias gotas de sudor cayendo de su frente – Su misión está… cumplida…
– ¡Muy bien! Por cierto, ¿Por qué te ves tan cansado?
– Eso fue porque… Me descubrieron y me persiguieron para golpearme con sartenes…
– ¿En serio? – Jingū sonrió de oreja a oreja y sus ojos brillaron un poco – ¿¡Eso te fue divertido!?
– N-No Majestad… Creo que divertido sería la última palabra que usaría…
– Oh… Está bien. Puedes dejar la charola en la mesa y tomar asiento…
Homutawake asintió dejando la bandeja en la mesa de centro cerca del sofá dónde estaba sentada Jingū, quien solo suspiró por lo bajo un poco decepcionada.
« Eso no salió tal cual lo esperaba… Creo que hice mal mi hipótesis. »
El joven por su parte se sentó en uno de los sofás que estaban en el balcón, cerca de la emperatriz.
– Si fue muy difícil hacer lo que me pidió tal como me pidió…
– Es lo que veo. Lo siento, joven Homutawake.
– N-No Majestad… Sus deseos son órdenes para mi… Espere.
En ese momento el joven se dio cuenta de lo que estaba haciendo: sentado en los sofás de la emperatriz en su presencia y hablando con ella con mucha ligereza. Aún cuando fue una sugerencia que le dio, lo hizo sin pensar a pesar de haberse negado…
Eso solo ameritaba una cosa: Castigo.
– ¡Aaahhhhh…! – Homutawake se puso de pie de inmediato y comenzó a hacer repetidas reverencias de disculpa – ¡Lo siento mucho Majestad! ¡No debí hacer eso! ¡Fue muy irrespetuoso de mi parte! ¡Por favor no me mande a ejecutar! ¡Lo siento mucho, mucho, mucho!
De no ser por las disculpas de Homutawake, Jingū no se hubiera dado cuenta de lo que hizo; pero al notar aquello le hizo sonreír un poco.
– … Está bien… No te haré nada malo, joven Homutawake…
– ¡M-Muchas gracias, Majestad!
– Con la condición de que lo seguirás haciendo: sentarte conmigo cuando sean las tardes de té y hablar conmigo de las cosas qué haces… – Jingū volvió a palpar su sofá a su lado con una sonrisa manipuladora – Así que, ven acá y toma asiento.
Homutawake se sintió un poco confundido, pero encontrándose mentalmente entre la espada y la pared se vio obligado a aceptar, esta vez sentándose junto a la reina para no provocarle molestia.
– S-Si Majestad…
– Veo que trajiste muy buenas comidas en el pedido… ¿Sabes lo qué son?
– Eh… Creo saber qué son…
– Entonces, cuéntame qué será lo que comeré el día de hoy.
– E-Está bien… Verá…
Homutawake con tartamudeos procedió a explicar lo que sabía de los pocos platillos que había traído, mientras Jingū degustaba con cuidado y en silencio.
En realidad, ella ya conocía la mayoría de esos platillos; muchos estaban hechos de arroz, que era muy popular en la época, y ella había sido una pionera del arroz en los campos de cultivo. Pero quería ese momento para escuchar a Homutawake hablar, como si él hubiera sido el encargado de traer y hacer esa comida.
Dentro del corazón de Jingū, un sentimiento nuevo se había despertado que quería saciar con la presencia del joven Homutawake…
Al cabo de algunos minutos el momento entre ellos se vio interrumpido por un toque de puerta que hizo al joven levantarse para atender a la puerta: la señora Ayaka, la jefa del área de cocina.
– ¡A-Ayaka-sama!
– Joven Homutawake… Mocoso sinvergüenza.
» Me enteré que robaste comida de la cocina hace un rato… Eso está muy mal, ¿Lo sabías? – la mujer estaba cargando un cuchillo de cocina en su mano, lo cual la hacía ver muy aterradora.
– ¡Oiga, pero… Todo es un malentendido…!
– ¿Hay algún problema?
Jingū se había levantado e ido hasta la puerta detrás de Homutawake con tanto silencio que ambos se dieron cuenta de su presencia hasta que habló; el joven se asustó un poco mientras que Ayaka guardó su cuchillo de forma instintiva.
– ¡M-Majestad…!
– ¿Se trata de la comida que le encargué a Homutawake traer? No pude aguantar el hambre y quise que me trajera un poco, pero al parecer hubo un malentendido. Así que le pido disculpas por eso.
– No, no. – Ayaka hizo una reverencia – Una disculpa de mi parte por no estar al tanto de sus necesidades. De ahora en adelante agregaré un menú especial para estas situaciones.
– Muchas gracias, pero no hace falta; solo fue por esta ocasión.
– Como usted diga Majestad.
Ayaka hizo un par de reverencias más antes de retirarse; no sin antes dejarle unas últimas palabras al joven Homutawake.
– La próxima vez que robes comida sin avisar que es para la reina, te cortaré el cuello.
– ¿¡Eh!? ¡Si, si, Ayaka-sama!
– Te estoy vigilando, mocoso.
La jefa Ayaka se retiró del lugar y Homutawake cerrí la puerta corrediza, dejando a él y a Jingū con un largo suspiro de alivio.
– Lo… Lo siento, joven Homutawake… No recordaba que la señora Ayaka hoy trabajaba. De haberlo sabido…
– No se preocupe, Majestad… No es como que me molestara haber hablado con ella--
– ¿Eh?
– ¿Eh?
Jingū se percató por un segundo que las mejillas del chico se encendieron un poco al decir esa frase.
– ¿Qué es eso? ¿Estás enfermo de repente?
– ¿Eh? ¡No, no, Majestad!
La mujer se quedó en silencio mirando como el joven se alteró un poco tras la mención de la señora Ayaka, lo cual le hizo hacer algunas conjeturas mentales que terminó por querer comprobar casi de inmediato:
– Acaso… Al joven Homutawake… ¿Le parece que la señora Ayaka, la jefa de cocina es… interesante?
– ¿Interesante? ¿A qué se refiere, Majestad…?
– Mejor dicho… ¿Atractiva? ¿Bonita? ¿De hermoso semblante…?
– E-Esas palabras para… Para describir a mi… Mi superior son… Serían muy irrespetuosas…
– Pero eres el sirviente que está conmigo, la reina, todos los días cuidándome. En teoría, eso te hace de igual o mayor rango que ella… ¿No lo sabías, joven Homutawake?
– ¿¡Eh!? ¿¡En serio!?
Eso llamó la atención de Homutawake, lo suficiente para comprobar la hipótesis de la empemperatriz Jingū:
– Ya veo… Así que al joven Homutawake le gusta la señora Ayaka.
– ¿Eh? ¡Espere, espere--!
– No vale la pena negar lo obvio. Al contrario, si me cuentas todo, yo guardaré el secreto~
Homutawake se llenó de mucha vergüenza por estar en esa situación y al verse obligado a admitir.
– … Si… M-Me parece… Una mujer linda…
– ¿Solo linda? ¿No crees que tiene un carácter pesado?
– Si, un poco… Pero eso le da un… toque especial…
– ¿Así que te gustan fuertes y que te controlen? Gustos raros tienes, joven Homutawake~
– ¡S-Si usted lo dice de esa forma, suena muy raro!
– Muy bien. En ese caso…
Jingū tomó la mano de Homutawake para regresar a los sillones del balcón.
– Tengamos una plática muy… muy larga sobre la bonita señora Ayaka.
– ¿¡Eh!? ¡Pero, Majestad--!
– Puede que te dé algunos consejos, siendo que yo conozco a esa mujer por algunos años más que tú… Digo, si quieres.
Eso convenció a Homutawake lo suficiente para asentir con la cabeza, aunque parecía que estuviera yendo a regañadientes.
– Como usted diga… Majestad…
Jingū y Homutawake se sentaron en los sofás y, en compañía de la comida "robada", se la pasaron todo el día hablando de ese tema, para poco a poco pasar a otros temas personales…
En poco rato, ambos parecían mejores amigos contándose absolutamente todo; ese momento reforzó los sentimientos que estaban creciendo en el corazón de Jingū desde que había conocido al joven…
El sentimiento de cariño y aprecio de una madre.
Cuando cayó la noche, el emperador Chuai en compañía de su grupo de guardaespaldas entraron en la alcoba real, justo en el momento en que Homutawake y Jingū estaban hablando.
– ¿En serio te pasó eso? – Jingū estalló en carcajadas por el relato que el joven le había contado – ¡No puedo creerlo!
– ¡Le juro que así ocurrió!
– ¡Tengo que verlo por mí misma para creerlo!
– … Ya he vuelto… – la voz del emperador sorprendió a ambos, aunque la mujer se emocionó en gran manera.
– ¡Cariño! ¡Ya volviste! – a pesar de sus abundantes vestimentas la mujer se levantó de golpe y abrazó a su esposo colgándose de su cuello.
– ¡M-Majestad…! – Homutawake se levantó del sofá e hizo repetidas reverencias de bienvenida.
– Joven, tu trabajo el día de hoy ya ha terminado. Puedes retirarte.
– Si, su Majestad. Con su--
– Espera un segundo… – Jingū se separó de su esposo para volver a Homutawake – ¿A dónde irás? ¿Te dirigirías a la cocina?
– ¿Eh? Pues… Tal vez, no lo sé…
– En ese caso, haz todos los consejos que te di. Y pronto notarás la diferencia con la señora Ayaka~
Jingū le guiñó un ojo al joven, que le prendió un poco las mejillas.
– E-Está bien Majestad, muchas gracias. Con su permiso…
El joven salió casi corriendo de la alcoba para dejar al par de reyes en soledad, lo mismo que los guardaespaldas que cerraron las puertas y se quedaron vigilando la entrada.
– Así que te llevas mejor con el joven Homutawake.
– ¡Si, si! Es un joven muy agradable y simpático.
– Ya veo… ¿Debería preocuparme por esa cercanía? ¿O a qué te referías sobre esos consejos con la jefa de la cocina?
– ¡No, para nada cariño! ¡No es nada malo! Es sobre algo que me platicó de la señora Ayaka y su relación con él. Me ha contado muchas cosas y yo le he contado muchas cosas…
» ¿¡Quieres oírlo!? ¡Es muy interesante y emocionante!
– Me encantaría, pero estoy muy cansado… Las juntas con el consejo se vuelven más largas y fastidiosas cada vez. Quisiera descansar por hoy.
– Oh. Está bien, cariño.
El emperador Chuai fue a la cama para sentarse en la orilla, mientras que Jingū se sentó a su lado para sujetarle del barzo y acariciar su espalda a manera de consolación.
– No te preocupes, querido… Todo saldrá muy bien.
– Eso espero… Ya quiero que todo se resuelva de una vez, para volver a estar contigo y no dejarte con un sirviente.
– Yo también deseo estar solo contigo… Aunque la verdad no me molesta que me dejes con el joven Homutawake. Lo aprecio mucho.
– Si… Pero, no creo que esté cómodo con esto.
» Así que, lo mejor será que lo mande con los eunucos*--
– Ni se te ocurra, querido. – Jingū le lanzó una mala mirada a su esposo al tiempo que le apretaba el brazo – Ya te dije que no te tienes que prepcupar por él.
– ¡No lo digo solo por mi! En el palacio, todos los sirvientes y el consejo, pensarán mal si los ven todo el tiempo juntos.
– En ese caso, mandaré a ejecutar a todo el que diga rumores malos de él. Homutawake es un buen muchacho y por nada del mundo debe ser eunuco.
– ¡Okey, lo entiendo! Supongo que es por causa de la señora Ayaka, ¿No? Mañana me contarás más sobre eso.
Jingū abrazó a su esposo por el torso, recibiendo de su parte un beso en la cabeza. En ese momento, al hacer mención del joven sirviente, una idea y propuesta ya recurrente en el palacio se le vino a la cabeza.
– Oye querido… ¿Qué tan cansado estás?
– ¿Por qué lo preguntas?
– ¿Estás lo suficientemente cansado para que tengamos hijos esta noche?
– … No, para nada estoy cansado.
Una buena noche llena de amor, pasión, besos y compañía cálida para Jingū, aunque algunos días después sabrían que fue otro intento fallido de tener hijos.
Así pasaron por muchos meses, hasta que fueron 4 años completos en que Jingū y su esposo intentaron tener descendencia; durante ese tiempo, Jingū se hizo mucho más cercana con Homutawake, hasta el punto en que él ayudó a la emperatriz a volverse una espadachín.
También en ese tiempo, el lazo entre Jingū y Homutawake creció y se hizo mucho más fuerte, hasta el grado en que se hicieron confidentes uno del otro: él sabía muchos secretos de la realeza a espaldas de los altos rangos, mientras que ella pudo ayudarle en todos los deberes y deseos de su vida personal.
Más que muy cercanos y buenos amigos, para Jingū el joven Homutawake se convirtió en el hijo que no había podido concebir. Y en definitiva, fue adoptado como suyo después de las muchas fatídicas noticias que arremetieron su vida…
Pero, entre tanta oscuridad que emergió, su hijo adoptado se volvió su mayor luz.
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Imagen especial de Jingū Kougou
"Madre" de Homutawake
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Nota de autor: Muy buenas mis queridos Ragnabrothers.
Otro especial, y en realidad uno de los que más esperaba escribir. Desde que ví que Jingū había ganado en la encuesta, decidí aprovechar para darle su merecido one-shot con su hijito Homutawake. Aunque siento que no me salió tan UwU como esperaba ajsjsjsjsjsjs, ni modo tocó preparar otro UwU
Y con este ya estamos por terminar los especiales del día de madres; si todo va bien, puede que antes del miércoles termine con esta sección. Sino, ps no XD
Sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente especial!
Fecha de publicación: 19/01/25
ASFD
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Nuevos términos
Eunuco – Hombre castrado que, en la historia, ha desempeñado cargos importantes en las cortes reales y en los harenes.
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