Brunhilde × Siegfried

- Brunhilde × Siegfried -
Canon

***

Siempre me pregunté… Durante mis días solitarios sin tu compañía, y en las noches más frías sin tus brazos…

Siempre estuvo ese pensamiento al acecho en mi mente… Por más que me golpease la cabeza para quitármelo de encima, nunca pude lograrlo y solo se agravaba más…

Siempre me invadió, siempre me atacó, siempre me hizo sentir débil e insegura de mis decisiones y de mis elecciones… De mis sentimientos y emociones… De mi corazón, mente, alma, cuerpo… De mi misma.

Por primera vez en muchos milenios, me sentía tan pequeña cada vez que esas palabras surcaban mis pensamientos…

¿Qué hubiera pasado… Qué sería de mi y de ti… Si… Si en aquel día… No nos hubiéramos tocado…?

***

– … Diablos… Hoy hace más frío de lo normal… Tendré que quedarme en esta cueva.

Después de un largo viaje a través de aquel bosque helado, el caballero de rizos dorados se detuvo en el interior de una saliente de roca; tomó asiento, usó la piel de un oso que había matado hace unos días para arroparse, y se quedó esperando a que la tormenta de nieve disminuyera: pero, por el contrario, la nieve azotó con más fuerza, tal que incluso una bola de nieve le golpeó la cara.

– ¡Ahhh, maldita sea…! – el caballero se limpió la cara, para después voltearse a su mochila de provisiones – No importa… Tal vez algo de comer pueda… ¿Eh?

Se percató hasta ese momento de un gran hoyo en su mochila, justamente en la zona donde debería estar la comida que había estado guardando; de nuevo se enojó bastante, tal que azotó su mano contra la roca.

– ¡Me lleva…! Maldita sea… Todo es por culpa de ese maldito viejo…

Estamos presenciando al caballero legendario, el héroe mítico de las tierras nórdicas: Siegfried.

Ahora mismo se encontraba en una misión de vital importancia, aquella que se le podría nombrar como la historia más famosa de su carrera y que lo catapultaría a quedar grabado en la historia de la humanidad: el asesinato del gran dragón Fafnir.

Pero a diferencia del mito que todos conocen, la verdadera historia está llena de disferencias muy notables: en primer lugar, los motivos para matar al gran dragón eran cuidar y proteger a los ciudadanos de las tierras nórdicas, siendo que aquella bestia últimamente se había estado llenando el estómago con los seres humanos. Este gran desastre conmovió al héroe a buscar de una vez por todas la muerte de ese monstruo asesino.

Así como también un posible segundo motivo: el gran tesoro que ocultaba en las montañas. El rumor que se divulgaba entre los pueblerinos y habitantes de las pequeñas ciudades decía que el dragón tenía un tesoro guardado en una montaña, capaz de enriquecer a quien lo posea y a sus siguientes 6 o 10 generaciones… Un tesoro tan grande podría ser motivo para cualquier cazarrecompensas y héroe…

Tal vez por ese segundo motivo es que también Siegfried estaba buscando al dragón para matarlo.

– Una vez que mate a ese animal, todo estará en paz y volverá a la normalidad… – el héroe se acomodó en su sitio para estar más cómodo – Si… Eso es lo que más deseo en verdad.

Imágenes de aquel brillo divino que a cualquier hombre lo vovlerían loco sacudieron su mente y provocaron una sonrisa en su rostro a pesar de si situación tan poco agradable; eso mismo le provocó no conciliar el sueño en esa noche, por lo cual hizo un repaso de su plan maestro:

El primer paso… Conseguir la espada del viejo.

Con esta espada nos referimos a la arma divina del mito: la espada Gram, la cual era la única arma que sería capaz de atravesar las poderosas escamas de Fafnir. Aquí está la segunda cosa que difiere del mito: a diferencia de esa historia donde la espada es heredada de Sigmund, su padre, la verdad es que la espada no era suya, ni siquiera sus manos la habían tocado en toda su vida…

El primer paso para llevar a cabo su gran hazaña sería robar la espada Gram, para después matar al dragón. Pero, ¿Robar de quién…?

¿No es obvio? Robarlo de su poseedor original, quién casualmente era también dueño del dragón Fafnir, y a quien Siegfried se refería constantemente como “el viejo”: Odín, el líder de Asgard y el más poderoso en términos mágicos así como físicos.

Saber que, para matar al dragón mascota de Odín, había que robar la espada de Odín, fue más que suficiente para apagar los espíritus guerreros de todos aquellos humanos ambiciosos y codiciosos que habían querido llevar a cabo la misión en búsqueda del dinero; nadie sería tan tonto para provocar la furia de Odín…

Bueno, Siegfried es ese tonto. Porque él cuenta con un par de detalles que nadie más tiene: el primero es que no es un humano al 100%, sino un semidiós que alcanzó ese estado en su estancia en el Valhalla cuando su cuerpo mortal murió…

– Veamos… Estoy muy cerca del primer punto del mapa.

El segundo detalle es la ventaja: un “mapa del tesoro”, que había robado del Valhalla justamente antes de ser expulsado de los Cielos para ser enviado a la Tierra como castigo por haber intentado rebelarse contra Odín.

Ese mapa, si era fiable, contenía puntos en dónde el dios podría haber escondido la espada, como si se tratase de un juego que había orquestado para divertirse con la ingenuidad humana…

Esto porque todos esos puntos eran de difícil o imposible acceso: ningún humano en buenos términos podría subir las montañas más altas, bajar a las cavernas volcánicas más peligrosas, cruzar los océanos, pelear contra otras criaturas mitológicas, solo para encontrar una espada. Lo mismo hacía pensar a Siegfried, ¿Para qué rayos estaba hecho ese mapa entonces?

– Tal vez… El viejo pensó que algún humano podría ser lo suficientemente bueno…

» Nah. Eso no sucedió… Ni siquiera conmigo… O con ella…

Su mente fue a parar con las imágenes de aquel mismo brillo divino que había imaginado segundos atrás: negro azabache, junto con un par de verde esmeralda penetrante, y una luz clara cálida que iba a juego con aquellos colores anteriores. Sabía un poco sobre aquella pieza de arte, pero también llegaba a la misma conclusión:

Los humanos… Solo somos un juego para el viejo. Al menos yo si, y puede que ella no… En fin.

Siegfried guardó el mapa en su mochila una vez que lo terminó de revisar, asegurándose que no se saldría por el agujero que se le había hecho, y se recostó para pasar la noche que se aproximaba.

– Espero que este mapa sea verdadero, así evitaré ir al Valhalla y enfrentarme a ese viejo… Aunque, si ella estuviera allá arriba, no me molestaría en lo absoluto…

Un pequeño amor que guardaba en su corazón, un motivo extra que lo mantenía lo suficientemente vivo para continuar su travesía…

Travesía que continuó al día siguiente: viajando a través de las colinas y montañas, bosques y ciudades abandonadas, algunas por el paso de Fafnir y otras por precaución ante la inminencia de la criatura. Visitó y encaró las distintas adversidades que se hallaban en aquellos puntos de encuentro, pero llevándose el infortunio que cada uno de esos puntos no tenía nada qué ofrecerle, sino solo grandes problemas, cansancio y dolor en su cuerpo, y la mala suerte de avanzar al siguiente punto…

Así, tras algunos años de haber comenzado su viaje, llegó hasta el último punto…

Que, para su mala suerte, tampoco había nada. El mapa era un fraude.

Terrible fue un ira cuando, al entrar en el palacio abandonado que indicaba el mapa y abrir el cofre con la marca de Odín, solo había una nota escrita que decía: “Te engañé”. Siegfried se enojó bastante, al punto que destruyó la carta con su mano, para después hacer pedazos el mapa.

– ¡Maldita sea…! – también lanzó un puñetazo contra un muro, que destruyó en el primer impacto – Lo sabía… Ya lo sabía, y aun así preferí ser ingenuo. Solo fue… un tonto juego de dioses…

No pudo evitar pensar en el dios travieso de cabello verte, quien tal vez había sido el responsable de aquella broma, hecha solo por aburrimiento; eso lo hizo enfurecer más todavía, pensando que ese mapa podría haber sido hecho específicamente para gastarle una broma de mal gusto a él.

– Fui tonto, lo sabía… Ya no me tengo que lamentar por eso… – una de sus manos fue a su cuello, tomó asiento en el cofre y suspiró largamente – Bien, lo que no quería hacer… Tendré que ir al Valhalla por esa maldita espada. Solo espero que el viejo se haya ido de vacaciones porque no quiero una reunión…

» Bueno… Tal vez la pueda ver a ella por un segundo… Si, eso será suficiente para alegrarme el día…

***

Aunque ya había estado ahí por mucho tiempo, y cómo se comentó fue allí donde se convirtió en semidios y había sido entrenado para ser el gran héroe, el Valhalla no era un lugar agradable para Siegfried.

Digamos que ningún sitio divino es agradable para los semidioses, ya que la mayoría de dioses son muy orgullosos y sienten repulsión hacia los mestizos. El Valhalla por supuesto que no era la excepción, siendo que su estancia allí estuvo llena de muy malos momentos…

Bueno, a excepción de ella; ella siempre fue muy amable, generosa, y buena persona… Tal vez la única buena persona en todo el Valhalla.

– Si… Ella era la única buena persona, en medio de este montón de dioses arrogantes, estúpidos y de muy mal genio… Con mayor razón se merecen una lección.

» Matar el dragón favorito del viejo seguro será más que suficiente para bajar su mal humor… Eso espero.

Siegfried estaba oculto en una vuelta de pasillo, con la mirada de arriba a abajo asegurándose que ningún intruso estuviera cerca. Irónico, siendo que él era el intruso.

– Bien… No hay moros en la costa… Aunque tampoco está ella, paseándose con su vestido tan lindo… Maldición, esperaba verla al menos una vez.

» Ya no importa. No puedo pensar en eso ni perder el tiempo: tengo una misión.

Salió de su escondite y echó a correr entre los pasillos, evadiendo a las valkirias que pasaban de vez en cuando que hacían patrullaje constante.

De entre los jardines había un edificio que llevaba a varios pisos superiores, el cual era su objetivo; una vez que llegó subió una escalera de caracol con el mayor sigilo posible, dándose cuenta que todos los escalones hacían más ruido del que quería.

– Bien… – Siegfried llegó al último piso, con una puerta cerrada de metal – Solo debo abrir la puerta y--

– ¿Señor Siegfried?

El semidiós dio un salto del susto, volteándose de repente para encontrar a la responsable de esa voz femenina:

La primera hermana de las valkirias: Brunhilde. Siegfried palideció del susto al mismo tiempo que sus mejillas se colorearon un poco, siendo que sabía que ella es la valkiria favorita de Odín.

– H-Hola… Señora Brunhilde…

– Es muy curioso verlo en este lugar, después de lo que ocurrió con la señora Idunn.

– ¡Oh si…! Hablando de ella, ¿Sabe cómo se encuentra? ¿Está bien después de lo que ocurrió?

Brunhilde le fulminó con la mirada por un segundo.

– La verdad no lo sé. Pero puedo notar que está muy interesado en ella… Tal vez demasiado…

– ¿Eh? ¡N-No--!

Por cierto, hablando de ese día, recuerdo que habían pasado muchas otras cosas… Como por ejemplo el destierro de una persona, que creo que está en esta habitación… ¿No es eso cierto, señor Siegfried?

Siegfried sudó frío una vez más, con mucha mayor intensidad.

¿Quién es esa tal Idunn? Se trata de la diosa más joven en el Valhalla, la encargada de cuidar las manzanas doradas que dotan de juventud y vigor a los dioses asgardianos, además de convertir en semidioses a los humanos: lo mismo que la ambrosía de Zeus y los conejos de Jade que aparecerían en el reino Tian muchos milenios después.

Esta diosa había recibido el alma del mortal Siegfried, y fue gracias a ella que se convirtió en un semidiós para después ser entrenado por las valkirias; de esto nació una buena relación de amistad y cariño, siendo que era Idunn aquella persona que, a pesar de ser una diosa, no trataba con desprecio a ningún semidiós…

La mujer de brillo negro azabache, un par de verde esmeralda, y luciente luz clara que iba a juego con los colores anteriores… Aquella mujer que Siegfried desaba ver, después de haber sido desterrado al mundo humano…

– ¿Ah si? La verdad no recuerdo… Según yo, solo eran unas vacaciones muy largas…

– … Ya veo… Ya veo…

Ambos quedaron en silencio, Siegfried tratando de abrir la puerta a sus espaldas con el mayor sigilo posible y Brunhilde mirándole con los brazos cruzados y un par de ojos penetrantes, como si estuviera a punto de asesinarlo. Después de unos segundos, la valkiria volvió a hablar.

– ¿Qué está haciendo en la sala de las armas divinas y archivos personales del Valhalla, después de haber sido expulsado?

– Ah… ¿Podría preguntar lo mismo a usted?

– Lo estuve siguiendo desde que entró al Valhalla subiéndose por el muro. Tiró un florero que mi hermana Geir había estado cuidando desde hace varios años, y gracias a las flores que se le atoraron en la ropa y a sus piadas mojadas he llegado hasta aquí.

– Ah… Por favor, extienda mis disculpas a su hermana--

– Eso haré, una vez usted me explique si estar aquí ha valido los chillidos de mi hermana.

– Eh… Pues… Digamos que… Tengo algo importante qué hacer… Y necesito… Un arma de aquí…

– … Déjeme adivinar… ¿Necesita la espada Gram del señor Odín para hacer algo que probablemente no le guste?

– … Eso es muy específico…

– … Digamos que… tengo mis fuentes.

– … ¿Y si le digo que si?

Brunhilde solo atinó a suspirar por lo bajo.

– Vaya que es alguien problemático, señor Siegfried… Pero, si todo lo que quiere hacer es enojar al señor Odín, hubiera comenzado por ahí.

– ¿Huh?

Brunhilde se abrió paso, uso su mano como llave para la cerradura, y de inmediato se abrió la puerta mágica. Una vez que el portón se hizo a un lado, Brunhilde ingresó a la sala y extendió una mano hacia el hombre.

– Ya puede entrar. Tome todo lo que desea, y avíseme cuando vaya a terminar, para cerrar la puerta e indicarle la mejor salida del Valhalla sin que rompa los floreros de mis hermanas.

– … ¿Qué?

Brunhilde se dio media vuelta y fue a los estantes de archivos, que eran su principal tarea, mientras que Siegfried, bastante confuso la verdad, entró en la habitación y fue directamente por la espada Gram: metal divino rojizo, muy similar a las escamas de Fafnir, y con un brillo dorado que le hizo sonreír de forma automática, descansando sobre una mesa dentro de una vitrina. Siegfried tomó la espada, la metió en su funda, la guardó en su cinturón, y tomó algunas otras herramientas divinas que esperaba necesitar para su misión…

Aunque en todo momento fue bastante cauteloso, con los ojos casi sin parpadear puestos encima de Brunhilde, ya que esperaba que en el momento menos óptimo la semidiosa hiciera alguna acción: ya sea que lo encerrase en la sala para tenerlo como rehén, que debajo de su gigante falda apareciese uno de los cuervos del viejo, o que resultase ser Loki u Odín disfrazado.

Pero no pasó nada de eso: Brunhilde seguía revisando en los archivos, descartando los papeles que no necesitaba y metiendo en un folder aquellos que ocupaba. Al cabo de unos segunods, la valkiria sintió los profundos y envidiables ojos azules del héroe sobre ella.

– … ¿Sucede algo, señor Siegfried? – interrogó la valkiria, sin dar la vuelta.

– ¿Eh? ¡No, nada…! ¡N-Nada pasa!

– Entonces… ¿Por qué me está… mirando tanto…? – gracias a que estaba de espaldas, el semidiós no pudo ver el color rojo que decoró sus mejillas.

– Eh… Es solo que… No entiendo… ¿A qué está jugando?

– ¿A qué se refiere?

– Pues… Me descubrió, me tiene aquí en donde no debo estar… ¿No es esto una clase de trampa? ¿O por qué me ha dejado estar aquí?

– … No, claro que no es una trampa… ¿Por qué piensa eso?

– Es que… ¿No se supone que usted es una semidiosa muy importante para el señor Odín?

– Claro que lo soy.

– Entonces esto no tiene el menor sentido.

– … Que sea alguien importante para él… No quiere decir que lo sea en el sentido emocional o afectivo… Él solo me trata como una esclava más, no muy diferente a usted… Recuerde que ambos venimos del mundo humano: una vez que cayeron nuestros cuerpos mortales, nuestras almas se convirtieron en divinas. Eso no cambia nada a los ojos de los dioses…

» No importa que sea la valkiria más importante que haya pisado el Valhalla, ni que me encargue del entrenamiento de los guerreros como usted, ni que sea la cuidadora y educadora de las nuevas valkirias como la pequeña Geir… Sigo siendo una semidiosa; una mestiza. Eso no cambia nada…

» La única a la que le podría importar… era a la señora Idunn.

– … Tiene razón. Ella es bastante… Amable con nosotros.

– … Era… Según estoy enterada, falleció después de su expulsión.

Otra parte de la historia de Idunn, la menos favorita a decir verdad y la que sería borrada de los registros divinos aunque no de las memorias: su amor por los semidioses le provocó a Idunn muchos problemas de maltrato de parte de los dioses, en especial de Loki, quien logró provocar un problema que fue una acusación contra Idunn de intento de rebelión.

Siegfried fue el único en el Valhalla que la defendió, en respuesta del gesto que ella había tomado con él, e intentó acusar al verdadero culpable que era Loki; esto desencadenó a su vez que Odín lo desterrara del Valhalla…

Además de una maldición: nada de felicidad ni suerte para su vida, sino el peregrinaje de un errante sin lugar a donde ser feliz. A menos que rompiera su sello divino, que estaba incrustado en el alma del dragón Fafnir, siendo este el tercer motivo por el cual deseaba matar a ese monstruo; para revertir su destino, y tal vez así poder reencontrarse con Idunn para ayudarla…

O bueno, eso tenía en mente hacer si la llegaba a ver en su reciente nueva visita al Valhalla.

– Ya veo… Gracias por la información… – Siegfried bajó su mirada con ojos vacíos.

Brunhilde dejó los papeles por un momento, para dirigirse al héore.

– Sobre lo que pasó con la señora Idunn… Fue muy admirable de su parte.

– Es lo que menos que podía hacer por ella… Después de todo lo que hizo por gente como nosotros.

– Lo sé… Pero me entristece saber que usted sufrió más consecuencias de las que debió. No es justo… Y eso fue por mi culpa.

– ¿De qué habla? Claro que no fue su culpa.

– Si yo hubiera sido más fuerte y valiente así como usted… Podría haber ayudado a defender a esa mujer, y tal vez la habríamos ayudado así como ella nos ayudó. Y usted… No estaría fuera del Valhalla…

Siegfried quedó en silencio por unos segundos; suspiró por lo bajo para después tomar sus armas y equipaje.

– El pasado ya pasó… Lo único que me queda ahora… Es mirar el presente. Y ese presente es que gracias a usted, puedo llevar a cabo mi misión, y acabar de una vez por todas con el destino que me designó el maldito viejo tuerto.

– … Me alegra saber eso…

Brunhilde se acercó a Siegfried con total confianza, extendiendo sus manos y tomando las del joven semidiós, entrelazando sus dedos con los de él.

– Espero… Espero poder volver a verlo aquí, una vez más, después que haya llevado a cabo su misión.

– Si… Yo también…

Algo se encendió dentro de los corazones de ambos semidioses: un latido rápido, un calor subiendo desde las puntas de las manos hasta sus cabezas, un color rojo detrás de sus mejillas y ojos que brillaron al mismo tiempo y segundo.

– Disculpe… señora Brunhilde--

– Solo Brunhilde, Siegfried.

– … Si, eso suena mejor… Mucho mejor…

– Dime, ¿Qué pasa?

– Es… ¿Es normal que me sienta así?

– Quería preguntarte lo mismo… O mejor dicho, lo haría si… Si no habría despertado esto desde hace mucho tiempo.

– ¿Cómo--?

Sin dudarlo Brunhilde separó una mano de su agarre con Siegfried, corrió para sujetar el cuello de su yelmo y ropa, y de inmediato arrastrar su cara con gran fuerza hacia la de ella…

Con el único motivo de conectar un beso con los labios de Siegfried.

El semidiós se sorprendió bastante de aquel acto tan repentino, pero no se retiró sino que sujetó a Brunhilde de los hombros y continuó con el beso aumentando la tensión y pasión mordiendo suavemente uno de los labios de la valkiria; si ella no hubiera hecho eso, él lo habría hecho, pero saber que ella tomó la iniciativa le daba por seguro que no habría recibido una bofetada como respuesta.

El beso subió en intensidad poco a poco, sin que ninguno fuese capaz de detenerse por más que sus respiraciones ausentes comenzaran a surtir efecto; sus manos estaban sujetas a sus mejillas, pasaron a acariciar los cuellos y hombros; en el caso de Brunhilde, sus manos arrancaron las piezas del yelmo con que estaba vestido Siegfried, mientras que el hombre comenzó a desnudar la suave y tersa piel de la valkiria con delicadeza…

– ¡No, espera! – Siegfried fue quién se contuvo, empujando un poco a Brunhilde.

– ¿Huh? ¿¡Por qué nos detenemos!?

– ¿Eh? Es solo que… eh… La verdad no tengo idea…

– … Entonces…

– ¡No, espera un segundo…! – Siegfried recuperó el aliento antes que Brunhilde se lanzara sobre él – Creo que… No deberíamos hacer eso… Aquí.

Brunhilde recuperó también el aliento, y con ello también la memoria de estar en un sitio muy poco apropiado; sus mejillas se encendieron en rojo por un segundo.

– Bueno… Respecto a eso… Creo que tienes razón…

– Pero, tampoco… Tampoco lo entiendo… ¿Por qué me besaste?

Brunhilde respiró un poco más, y se acomodó un poco el vestido; sin embargo, rápidamente su mano se detuvo al tiempo que sus ojos se dirigían a Siegfried, como si instintivamente su propio cuerpo quisiera que Siegfried tuviera su atención sobre ella a como diera lugar.

– Creo que… Te lo había dicho… Tú en realidad… Tú me gustas… No, esa palabra es muy débil…

» Yo estoy enamorada de ti.

» Desde hace mucho tiempo… Desde que te convertiste en un semidiós… Desde que subista al Valhalla y te volviste un guerrero… Desde que defendiste a la diosa Idunn y fuiste expulsado de aquí… Desde que rompiste ese jarrón de flores… Desde que te besé… Siempre he… Estado enamorada de ti.

» Aunque ya sé… Que ese amor seguramente no es correspondido.

» Lo sé por el modo en que usted… En que tú y la señora Idunn compartían sus días y noches… A pesar de que yo intenté muchas veces acercarme a ti, siempre estabas con la señora Idunn, sin mencionar que el señor Odín nunca despegó sus manos de mi… No me permitió acercarme a ti, y ella no te permitió acercarte a mi.

» Ahora que la señora Idunn ya no está… Supongo que esta es la última vez que estará en el Valhalla… Pensé en eso, mi corazón se detuvo por un segundo, y sin pensar me lancé a besarte…

» Para sentir tus labios y tu calidez al menos una vez en mi vida… Y así contener este amor que podría matarme.

Brunhilde desvió la mirada que estaba empezando a llorar; se terminó de vestir, se levantó de golpe y fue hacia la puerta para salir.

– Lo siento mucho, señor Siegfried. Nada de esto pasó, y también le aseguro que el señor Odín no sabrá nada de--

– ¡No, espera…!

Siegfried casi sin pensarlo se lanzó hacia Brunhilde, tirándola al suelo antes que saliera de la habitación, y quedando él encima de ella por completo. La valkiria se sonrojó por completo, de pies a cabeza, y sus ojos llorosos temblaron al tener a Siegfried tan cerca de ella.

– ¡¿Siegfried!?

No tienes ni idea… De cuánto me alegro de oír esas palabras… Hilde.

Siegfried ahora fue el atrevido en besar en Brunhilde, quien estaba totalmente sorprendida, con los ojos abiertos y sonrojada, y aún así no lo evitó sino que abrazó el cuello del héroe para sentir sus labios otra vez, ahora con mejor calidad. Después de unos segundos, el hombre se separó para recuperar el aliento y ahora dar su versión de los hechos:

– La verdad es que… Estás equivocada. Yo nunca estuve enamorado de Idunn, sin importar que fuera la mejor diosa en los Cielos… De quien siempre he estado enamorado ha sido de ti.

» Realmente lamenté que solo me hubiera dedicado a ser un guerrero en vez de darte la atención que quería… Estaba con Idunn solo porque tú estabas ocupada con Odín y las demás valkirias… Pero al final, siempre fuiste tú…

» Tu negro azabache… Tus ojos verde esmeralda… Tu piel de luminosa luz clara que combina a la perfección… Tú siempre fuiste mi persona especial, y lo seguirás siendo…

» Cuando mate a Fafnir, romperé la maldición que me puso el viejo tuerto… Y así lograré estar a tu lado sin ponerte en peligro.

Brunhilde abrió bastante los ojos, para después levantar sus manos para sujetar a Siegfried del cuello.

– … Te amo Sig.

– Yo a ti, Hilde.

De nuevo volvieron a besarse, dejándose llevar por sus emociones explosivas así como por el latido repentino de sus corazones, que a pesar de estar descontrolados en poco tiempo consiguieron el mismo ritmo…

Aquel día pasó volando en un santiamén, con ambos demostrando su amor encerrados en aquella habitación, para después salir a escondidas en las sombras de la noche y continuar en el dormitorio personal de la valkiria, dando y recibiendo su reciente nuevo amor hasta que el sol volvió a aparecer…

En esa nueva mañana, Brunhilde acarició el pecho de su amado por última vez, antes que el héroe saliera del Valhalla para cumplir su misión de matar al dragón Fafnir, salvar a los ciudadanos nórdicos, y buscar el tesoro que regaló a todos los humanos para que pudieran prosperar.

Un evento que desencadenó un efecto dominó, hasta llegar al preciso momento en que Brunhilde estaba acostada en su dormitorio, en la soledad y frío de la noche anterior a la conferencia del Valhalla donde haría su mayor debut; abrazándose a si misma e imaginando que su amado Siegfried se había escabullido en la noche para llegar a su lecho…

Con el mismo pensamiento en la cabeza:

« ¿Qué hubiera pasado… Qué sería de mi y de ti… Si… Si en aquel día… No nos hubiéramos tocado…? »

***

Imagen especial
Brunhilde × Siegfried

***

Nota de autor: Hola muy buenas, mis queridos Ragnabrothers.

ALV tremendo especial me acabo de rifar (ustedes son muy jóvenes para entender la tremenda referencia que plante, pero para cuando lleguemos al final de LR lo entenderán UwU).

Una bonita historia de amor que tenía muchas ganas de escribir; la verdad no tenía ni la menor idea de cómo hacerlo, pero empezaron a fluir las palabras y ya no me pude contener (así como tampoco Sig y Hilde jsjs).

Un bonito especial, y espero más adelante poder darles más momentos a este par que son de mis favoritos. Muy UwU.

Sin más qué decir… ¡Los leo en el siguiente especial!

Fecha de publicación: 24/09/24
ASFD

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top