Mi amigo imaginario (Jack y ¿?) Parte 1/2

Yo bien concentrada y enojada haciendo una historia bonita con todo mi amor para demostrar a mis haters que no estoy en decadencia.

Siento si sueno algo egoísta o poco modesta... pero creo que leer esto es necesario para que el corazón esté contento :3

Lo dividiré en dos partes porque me ha salido de más de 10.000 y para una sentada, para la mayoría es demasiado... Igual espero que os guste :3

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Londres es una mierda. Una enorme mierda que crece día a día y no mejora ni por un momento. Esa Londres que parecía ver la luz con su época de industrialización no es más que una mentira...

"Quien gobierne Londres, gobierna el mundo"

Eso dicen los poderosos políticos, ahora con la expansión y los barcos que entran y salen del Támesis y de las costas. Dicen que la playa es un lugar bonito. Aquí no hay, sólo hay embarcaderos. Al menos el agua del mar es fresca... no como la del Támesis... está muy contaminada por los barcos mercaderes y los dueños de las grandes fábricas encuentran en el río un buen lugar para echar sus desechos. Todos los días... uno tras otro, con el cielo gris, y lloviendo. El sol parecía algo que jamás volvería a aparecer entre las nubes...

Los pensamientos pesimistas de un pequeño niño que estaba asomado a la ventana no se iban de su mente. Ni siquiera la lectura le distraía. A sus nueve años de edad... era muy consciente de las cosas que pasaban a su alrededor, excepto de aquellas de las que las mujeres del prostíbulo se esforzaban por esconder de Jack: lo que pasaba en esos cuartos cuando entraba un cliente con una chica y cerraban la puerta. Eso era un misterio para Jack, y la verdad no era uno que le interesara resolver. 

A él solo le importaba su madre, una mujer hermosa, pero la más mayor del lugar sin contar a la meretriz superiora. Ella recibía muchos clientes... y acababa agotada días tras día... sobre todo esos días en los que la madre superiora subía a su habitación con algo semejante a un hierro largo y delgado, con un pequeño gancho al final, y se encerraban juntas en el baño. Su madre salía muy adolorida... y sólo quería dormir con su hijo al lado. Le preguntaba que tal había estado su día mientras le acariciaba el cabello, y Jack le hablaba hasta hacerla dormir. Su madre es su única felicidad... una felicidad que notaba apagarse poco a poco.

Jack tampoco tenía amigos. Ni siquiera los huérfanos de la calle querían ser amigos del hijo de una prostituta, que vive en un prostíbulo, que apenas gasta agua para que su madre pueda estar limpia y bella... y Jack no insistía. Toda la compañía que necesitaba era la de sus libros, la de Anne borracha de vez en cuando quejándose de cualquier cosa, y la del sonido de la campana de la puerta cuando indicaba la llegada de algún cliente, cliente que nunca miraba a la cara porque se escondía en la cocina para no dar mala imagen. Un niño en un prostíbulo... no la da en absoluto.

Jack siguió con la mirada a un niño que paseaba por la calle, en compañía de su madre y de su padre, mirando a través de la ventana, dando un suspiro y levantándose de su silla, cerrando un libro terminado que la verdad, no le había gustado mucho.

 - Anne, voy a salir a buscar algo de comer... - murmuró desganado.

 - Ten cuidado... - le dijo la pelirroja sin mirarlo, sentada en el suelo con la mirada perdida, con una botella de vino terminada a su lado - Oye, no creo que lo consigas, pero... si encuentras... ¿puedes traerme restos de puros o cigarrillos?

 - ¿Eh? - preguntó agarrando el pomo de la puerta trasera - Pero Anne... tú no fumas de eso...

 - Voy a empezar a hacerlo... - dijo resignada, acariciando la botella con un dedo.

 - ¿Por qué?

 Ella giró los ojos bufando.

 - Porque dicen que quita el hambre. Así estaré más delgada aún y el corsé se ajustará mejor. Seré más atractiva y tendré más clientes. Venga, ¿en que zona estarás hoy?

 - Cerca del Big Ben... hoy es cuando sale el periódico cultural, buscaré alguno que alguien no quiera...

Jack salió con la mirada baja, cerrando tras de si, mirando sus zapatos. La verdad es que era un poco lejos, y no tenía ganas de ir caminando hasta ahí. Directamente no tenía ganas de nada... porque no era feliz.

En cuanto salió por el callejón del prostíbulo y quedó quieto en la puerta, alguien que pasaba por allí se volteó a verle. Era alguien que estaba de paso por Londres, pues según había oído, era una ciudad que avanzaba a pasos agigantados hacia el futuro, y sintió curiosidad. Nadie podía verle, nadie podía sentirle ni oírle, y sus pies no tocaban el suelo, sino que flotaba a la deriva, observando a las personas y observando Londres, sinceramente, perdido. Pero ese chico fue como una pequeña alarma para él, ya que notó que tenía un regalo especial en su ojo derecho.

Se dio la vuelta flotando en el aire, avanzando en silencio hasta ponerse delante de él, pero a un metro del suelo flotando, observándolo curioso. Dando una gran sonrisa de satisfacción, decidió que era una buena idea que ese chico pudiera verle, oírle y sentirle, volviéndose material y físico, pero seguía siendo invisible, inaudible e intangible para el mundo.

 - ¡Hey, me he perdido! ¿Puedes ayudarme?

La voz era infantil y cariñosa, por lo que Jack levantó la cabeza a su altura, encontrando sólo unos pies blancos como la porcelana que caían del cielo. Al levantar más la mirada, vio a un ser de curiosa apariencia que no era capaz de reconocer o identificar... pero... sus colores eran alegres y... tan hermosos... ¡y estaba volando, eso también era un dato importante, pero a Jack le importaban más los colores ahora!

 - ¿E-Eh? - tartamudeó mirándole sorprendido, embobado con su largo cabello que flotaba tras él.

 - Decía que me perdí, pero... creo que ya no necesito indicaciones - comentó sonriendo - Por cierto, ¿necesitas algo de felicidad en tu vida, cierto? - preguntó mientras estiraba sus brazos con esa enorme sonrisa.

(Este es la apariencia del ser que se ha presentado ante Jack chikito. No me hagan decir su nombre, le conocen muy bien :3)

Unos minutos después, Jack estaba caminando por una calle poco transitada que daba a una principal. El chico albino de extrañas ropas flotaba a su lado. A Jack le había podido la curiosidad.

 - ¿Y... cuál es tu nombre? - le preguntó algo temeroso.

 - He tenido muchos nombres a lo largo de la vida - contestó - Pero el original es Zerofuku. Comprendo que en occidente cueste un poco pronunciarlo, así que con Zero me conformo - contestó asomándose a la calle, sin miedo alguno.

 - Yo soy Jack... - dijo mirando a las personas, buscando una reacción en ellos al ver a Zero flotando a su lado.

 - Tranquilo, ellos no pueden verme, ni oírme, ni nada de nada.

Él flotó hasta mitad de la acera, donde un transeúnte pasó justo por donde estaba él, atravesándolo y siguiendo su camino como si nada, dejando a Jack boquiabierto.

 - ¿Y... q-qué eres exactamente? - volvió a preguntar, curioso.

 - Ya te lo he dicho, tu amigo... - él se acercó despacio hacia él, tendiendo una de sus manos - Eres a quien he elegido...

Puso su mano en su pecho, haciéndole notar con eso a Jack que para él no era intangible. Podía tocarlo como alguien normal... alguien único para él.

*

Un rato después, Jack seguía caminando en dirección al Big Ben mientras observaba a Zero, que flotaba despreocupadamente observándolo absolutamente todo, sin que le importase cuántos transeúntes le atravesaran. Incluso le pudo la curiosidad y se puso a perseguir a una rata hacia una esquina. Jack mientras, pensaba sobre él. ¿Era una persona? Pero, volaba, tenía cuernos... ese niño tenía un bonito cabello y... qué más da... era su amigo y la verdad eso le empezaba a dar... felicidad y dicha.

- Y exactamente... ¿a dónde vamos? - preguntó luego Zero poniéndose a su lado y altura, empezando a caminar como él, pero sin que sus pies tocaran el suelo por pocos milímetros.

Zero había dicho de permanecer con Jack un tiempo. Se había percatado del regalo del dios que tenía en su ojos derecho, y le dio curiosidad. Además, trataba mejor con niños, y ese necesitaba felicidad urgentemente. No era para nada una carga y un estorbo, pues según le dijo a Jack, sólo podía verlo y escucharle él, además de que no necesitaba comer al igual que una persona, o siquiera dormir. Al menos no con tanta regularidad.

 - Unas calles más allá... allí donde está aquella gran torre del reloj - indicó señalando con el dedo - Hoy reparten un periódico cultural que me gusta leer...

 - Oh, ¿y vas a comprar uno? - preguntó entusiasmado.

 - No, sólo esperaré por los alrededores a que alguien acabe de leer el suyo y lo tire - contestó sin dejar de mirar al frente, viendo ya algunos hombres con periódicos.

 - Oh...

Zero le escuchó sin insistir, viendo que él miraba a los hombres con los periódicos, mirando él también a ver si alguno terminaba el suyo y decidiese tirarlo.

 - ¿Vivías allí, donde te encontré? - siguió preguntando el curioso.

 - Sí... he pasado mi vida ahí.

 - Parece una casa grande, ¿no?

 - No vivo solo, vivo con diez mujeres más, entre ellas mi madre - dijo haciéndole una seña para cruzar la calle - Son prostitutas.

 - ¿Qué es una prostituta? - preguntó Zero, deteniéndose en la calle a acariciar el hocico de un caballo de un carruaje, que había parado a que cruzase la gente.

 - ¿Una prostituta? Pues... - Jack se lo pensó un momento - Anne dice que es una mujer que hace feliz a los hombres. Pero no se como lo hacen, dicen que es mejor que no lo sepa, y no insistiré. Se enfadan si lo hago.

Los ojos de Zero brillaron más cuando Jack le contó eso, quedándose un poco rezagado.

 - Oh, entonces... si yo también hago feliz a la gente, soy una prostituta... - murmuró con una sonrisa, sin ser consciente de lo que decía - En este país me llamaría así.

 - ¿Decías algo? - Jack se detuvo mirándole.

Zero negó sonriendo, guardándose eso para sí mismo, corriendo detrás de Jack. Al llegar al lugar que Jack quería, vio que el repartidor de periódicos estaba ahí. Jack miró el reloj, viendo que faltaban diez minutos para la mayoría de los descansos de los establecimientos alrededor, que es cuando solían salir a por un ejemplar y leerlo en el descanso.

 - Ven, iremos a buscar comida al callejón de aquí detrás mientras esperamos - indicó Jack.

Zero le siguió con su sonrisa de siempre, acariciando un mechón de su cabello. Notó como la prudencia de Jack aumentó, asomándose lentamente al fondo de este, buscando el contenedor y al puerta cercana, asegurándose de que estaban vacíos y no estaba el dueño de la panadería. Yendo de puntillas y abriendo el contenedor sin que chirriase demasiado, se alzó para poder ver en su interior. Zero flotó a su lado, mirando curioso, pero tapándose la nariz.

 - ¿Qué buscas ahí? Huele fatal... - dijo con la voz graciosa al taparse la nariz.

 - El pan duro que no puede vender y tira - contestó mirando - Y es cuestión de acostumbrarse, hay otros que huelen mucho peor...

Cuando  iba a alargar la mano para apartar una bolsa, el sonido de la puerta trasera de la panadería se escuchó, dejando a la vista al dueño de esta. Jack, de la impresión, quiso bajarse rápidamente, pero al tener medio cuerpo apoyado en el borde del contenedor, su mano se escurrió con la grasa, y con un pequeño grito, cayó dentro sobre las bolsas.

 - Vaya, vaya, así que has vuelto, pequeño pillo...

Jack se incorporó rápidamente, saltando para salir de ahí, y Zero, flotando en el aire, tiró de su brazo para ayudarle.

 - No te vayas, niño, esta vez tengo algo para ti.

Jack estaba a punto de salir corriendo una vez que consiguió salir, pero las palabras del hombre, que aún ni le había insultado, le dieron curiosidad, mirándole como si fuera un perro asustado. Ya le había gritado y pegado muchas otras veces, pero esta vez, el hombre le tendió una bolsa de papel de la que asomaban tres barras de pan, aún caliente.

 - Esto es para ti - dijo ofreciéndole - Comprendo que tengas hambre y que a veces he sido algo duro contigo, pero no me gusta que hurguen en mi basura.

Jack observaba al dueño, confiándose por el olor del pan recién hecho, empezando a acercarse lentamente. Sus palabras podrían ser ciertas, pero Jack veía en su aura un color al que estaba muy acostumbrado: la hipocresía.

 - Venga, ya veo... - el panadero dejó la bolsa en el suelo, volviendo a entrar por la puerta - No te fías de mí por si es una trampa, pero ahí te lo dejo. Tienes que comértelo, ¿de acuerdo? Lo he hecho expresamente para ti, para que acabes bien lleno.

El hombre cerró la puerta, y fue cuando Jack dio un rápido salto a recoger la bolsa del suelo, alejándose después con los tres panes.

 - ¡Muchas gracias, señor panadero! - le agradeció con una gran sonrisa - ¡Es usted un buen hombre!

Corrió feliz junto con Zero, al fondo del callejón abrazando su pan fuertemente, a donde había unas pequeñas escaleras para sentarse en ellas. El pan estaba caliente y recién hecho, aunque tenía muchas ganas de llevar la bolsa rápidamente al prostíbulo para las demás, no pasaría nada si por una vez él comía un trozo primero, que sería un desperdicio no probar uno de los panes más deliciosos de Londres caliente.

Con una sonrisa, partió un trozo con la mano, tendiéndolo hacia Zero que se estaba sentando a su lado.

 - ¡Toma, come un trozo tú también! - dijo sonriente.

 - Oh... - él sonrió tomándolo, notando que estaba calentito - Pero... te dije que no necesito comerlo, ¿no es mejor que lo guardes para ti o tu madre?

 - Hay más en la bolsa, y aunque no necesites comer, deberías probar lo bueno que es este pan. Yo no lo sé bien, pero lo comentan mucho, es una tienda muy famosa - comentaba con ilusión - Y me ayudaste a salir del contenedor, así que por favor, come conmigo. Suelo comer solo porque las chicas tienen horarios diferentes...

Zero le cortó la frase con una frase, indicando que estaba bien. Si él quería, comería pan con él. Observó su trozo al sol, apretándolo suavemente para escucharlo crujir, notando que en la masa del interior había unos leves brillos que aparecían si movía el pan, como si fuera purpurina. Arrancó un pequeño trozo con las yemas de los dedos, aplastándolo entre ellos, notando que el brillito se desprendía del pan y estaba duro, aunque fuese realmente minúsculo. 

Abriendo los ojos con un shock en el cuerpo de la impresión, miró a Jack sentado a su lado, que ya le había dado un gran bocado al pan y lo saboreaba con las mejillas sonrojadas... por lo menos hasta que Zero le agarró de los labios y se encargó de abrirle la boca a la fuerza.

 - ¡No te lo comas! ¡Tira eso! - le pidió mientras intentaba abrir su boca.

Jack frunció el ceño, también algo asustado por la reacción de Zero, tan tranquilo que era él, pero sus colores eran de alarma y miedo. Por muy delicioso que estuviera ese bocado, se permitió confiar en su nuevo amigo y abrió la boca inclinándose hacia delante, tirando el pan masticado al suelo.

 - ¡Escúpelo todo, no dejes restos! - pidió poniendo una mano en su espalda preocupado.

Jack le obedeció sin hablar, escupiendo los restos de pan, notando su estómago gruñir al no recibir la comida que estaba esperando, sintiéndose mal por eso. Los dos niños, de la misma estatura que aparentaban la misma edad, permanecían en silencio después de eso, hasta que Jack le miró, pidiendo una explicación.

Zero puso una mueca enseñando su trozo de pan, abriéndolo por la mitad y poniéndolo bajo un rayo de sol.

 - ¿Ves eso que brilla? Aquí hay un pedazo más grande... - dijo tomándolo y dejándolo en la palma de la mano de Jack.

El chico lo observó, viendo como brillaba en su mano, cerrando los ojos de tristeza y cerrando su mano, escondiendo su cabeza entre sus rodillas. Sabía reconocer un trozo de cristal por pequeño que fuera... y le dolía el hecho de la traición de ese hombre ofreciéndole comida para matarlo de una vez. Y lo peor es que él le iba a dar de ese pan a su madre y a las demás chicas... un pan con cristales molidos. 

Su silencio y su rostro escondido hizo preocupar más a Zero que flotaba a su alrededor observando al chico en la escalera. Finalmente se puso delante de él, en escalones más bajos, poniendo una de sus manos en su frente. Jack no se inmutó ante el tacto de la mano fría de Zero, pero abrió los ojos cuando notó que de su mano empezaba a aparecer un brillo blanco, y unos instantes después, se sintió mucho mejor.

Levantó la cabeza, mirando a un Zero sonriente.

 - ¿Te sientes mejor? -preguntó - ¿Ahora vuelves a ser feliz?

Jack le miró impresionado un segundo, antes de sonreír felizmente como hace mucho no hacía.

 - ¿Qué hiciste? ¡Ya no me siento dolido! - gritó levantándose.

 - Yo me quedé con tu desgracia - le contestó - Así puedes ser feliz sin ese dolor. La verdad es que ese hombre ha sido muy malo contigo.

 - ¿Te quedaste con mi desgracia? - repitió preguntando - Pero... ¿tú no te sentirás mal por ello?

Zero giró la cabeza con una sonrisita, y un mechón cayendo por delante de su cara. Vaya... era el primero que le preguntaba eso después de tantos años de absorción de desgracias...

 - No, tranquilo. Tiene otro efecto, pero no me provoca tu sentimiento en absoluto. Si tú eres feliz, yo también soy feliz. ¡Porque la felicidad es el mejor sentimiento que existe! - dijo empezando a flotar, girando en el aire y levantando los puños al cielo.

Jack rio levantándose, observándolo flotar contento. Si él estaba bien, no pasaría nada. Parecía que esta clase de favores se hacían los amigos entre sí... o no, pero quien sabe, estaba experimentando.

 - ¿Cómo tienes ese poder, Zero? - preguntó observándolo - ¿De dónde vienes?

 - Vengo desde muuuuy lejos - le dijo volviendo a ponerse a su altura - Viajo por todos los países descubriendo cosas nuevas y ayudando a quien lo merezca a encontrar la felicidad. Me gusta observar a las personas y ver su modo de vida, y además, elijo a quien merecer ser ayudado.

 - ¿No ayudas a todo el que puedes?

 - Antes lo hacía, sin importar a quién fuera - contestó recordando - Pero bueno, digamos que no los hacía realmente felices... - él pateó el aire suavemente, un poco avergonzado por ello - Pero... digamos que me ayudaron a saber como ayudar. ¿No es genial? 

 - Sí... desde luego lo es...

Jack seguía sonriendo, hasta que volvió la vista a la bolsa con pan que había en las escaleras.

 - Deberíamos tirar eso, es peligroso - Zero fue a recogerlo.

 - ¡No, espera! - Jack se adelantó, recogiendo la bolsa - Yo... me lo quedaré.

 - ¿Por qué? - replicó el dios - ¡Pero si está lleno de...!

 - No importa, esta noche me encargaré de sacar los trozos de cristal uno a uno con una vela... - dijo abrazando el pan - Lo ablandaré con agua y lo quitaré todo, así mi madre podrá comer pan de esta panadería, aunque me lleve toda la noche sin dormir, retiraré todos y cada uno de los cristales por ella.

Zero puso una mueca algo apenada mirando al niño, pero sabía que no podría convencerle de todas formas, así que sólo alzó los hombros resignado.

 - Está bien, como quieras... pero es una pena que no vayas a comer de este pan...

 - No pasa nada... además... - dijo sonriendo y bajando la mirada - Mañana cumpliré 12 años... las chicas del prostíbulo me regalan siempre medio chelín cada una para que me compre un dulce, así que tendré cinco chelines. Si quieres, puedes venir conmigo mañana a elegir un dulce y te daré la mitad. Eso... si quieres que nos veamos mañana, claro... - terminó avergonzado, rascando su nuca.

 - ¡Sí, por supuesto! - contestó sonriendo - No se cuanto me quedaré en la ciudad, pero que no te quepa duda de que pasaré tiempo contigo.

Iba a seguir hablando, pero Zero vio tras Jack, por el callejón que daba a la calle principal, que un hombre arrojaba un periódico a un contenedor, y lo señaló rápidamente.

 - ¡Mira, Jack! ¡Ese señor tiró un periódico!

El chico se giró rápidamente, corriendo hacia el contenedor con Zero detrás. Le pidió que sujetase su pan mientras él se alzaba al contenedor, agarrando el periódico y mirándolo rápidamente.

 - ¡Sí, es el que quería! - dijo sonriendo y ordenando las páginas - Mira, el director de teatro Jack Smith aparece en portada... ¡estrena la que dice que será la obra que le lanzará al estrellato pasado mañana! Cómo me gustaría verla...

 - ¿No puedes hacerlo con el dinero de tu cumpleaños? - preguntó Zero acercándose a ver el periódico con él.

 - No... necesitaría al menos diez veces la cantidad que me dan para conseguir una entrada, y no voy a pedirles más... - dijo negando, sin dejar de sonreír - Además, el plan de compartir un dulce contigo me gusta todavía más.

Zero sonrió, con algo de vergüenza, encogiendo los hombros y con un pequeño sonrojo en sus mofletes gorditos. La verdad era que tener un amigo se sentía genial, tanto como la felicidad, y que ya fuera importante en su vida le había avergonzado... hasta que una gota de lluvia le cayó en la nariz. Ambos miraron al cielo y vieron como estaba empezando a llover. El tiempo estaba loco en Londres, solía llover mucho.

 - ¡Ven, sígueme! 

Jack empezó a correr, resguardando el periódico bajo su ropa. Zero cubrió con su cuerpo el pan, flotando detrás de él, cruzando una calle. La gente estaba demasiado atareada buscando donde resguardarse para darse cuenta que detrás de un niño iba flotando una bolsa de pan, pues a Zero no le podían ver, y Jack no había caído en eso con las prisas.

El sonido de la hora del Big Ben comenzó a tocar, y Jack tuvo que frenar, teniendo que cambiar la dirección. Era muy tarde, a esa hora debía estar en la casa porque a Anne y a su mamá no les gusta que esté de noche fuera, y él siempre era puntual en eso. Siguieron así corriendo hasta llegar a la puerta trasera del prostíbulo, abriendo Jack y entrando sin hacer mucho ruido. Sin embargo, Zero no pasó del umbral, solo lo justo para no mojarse, y le tendió su bolsa de pan.

- ¿Entonces... mañana nos vemos? - preguntó Jack, dudoso por si ofrecerle entrar o no, ya que a las mujeres de ahí no les gustaban los hombres que no llevasen dinero encima, y Zero no tenía pinta de tener... aunque no le podían ver.

 - Mañana en cuanto salgas por aquí, estaré esperándote - dijo sonriendo.

 - ¿Tienes donde quedarte?

 - Sí, se lo que tengo que hacer...

 - Espera entonces...

Jack se quitó su chaqueta, sacudiéndola luego y dándosela a él.

 - Ni siquiera tienes una camiseta... se que es vieja y huele mal, también está algo rota, pero es mejor que nada, si la quieres, claro... pero insisto en que la lleves. No tengo más, y me has salvado de morir... a mi y a todos nosotros.

Zero observó la lluvia un momento, y luego a Jack, tendiendo la mano para recoger su chaqueta y ponérsela. Seguro tenían las mismas medidas, le quedaba bien, y no le importaba que estuviese así de mal.

 - Mañana en la mañana te la devolveré - le dijo sonriente, modelando la ropa vieja.

 - Sí, por favor... no quiero que mamá o Anne se preocupen por no tener la chaqueta, no tengo otra.

Ambos se despidieron, cerrando después Jack la puerta con llave. Al girarse, casi pega un grito, pues Anne estaba detrás de él con los brazos en jarras.

 - Anne... sólo llegué un minuto tarde, lo siento... - se excusó.

Ella negó.

 - ¿Y la chaqueta? - preguntó - Te he visto irte con ella.

 - Se la he prestado a un amigo para que no agarre frío esta noche. Mañana me la va a devolver...

 - Pues yo creo que no, aquí todos son unos ladrones y... espera... - dijo mirándole con más atención - ¿Dijiste... amigo?

Jack sonrió asintiendo, contento.

 - Sí, hice un amigo, Anne... y estoy... muy feliz... - confesó - Mañana dice que me acompañará también, quiero darle un poco del dulce que compraré para mi cumpleaños.

 - Eres demasiado generoso, Jack, él seguro no está tan delgado como tú...

 - Sí, él está delgado. Ni siquiera tiene una camiseta, por eso le dejé mi chaqueta.

Jack se iba a ahorrar los detalles de que su amigo era "especial". Flotaba, tenía cuernos, unas marcas en la cara... y podía quitar las desgracias ajenas y dar felicidad.

 - Bueno, sólo procura recuperarla, ¿de acuerdo? Oye... ¿qué tienes ahí? Parece que el día ha ido bien - dijo acercándose al pan.

Pero Jack se interpuso.

 - ¡No lo comas! ¡No al menos aún!

Ante el rostro de desconcierto de Anne, el niño solo pudo juntar las manos en un gesto suplicante. Ella bufó girando los ojos.

 - Claro, claro... es tuyo, de todas formas. Por cierto, ¿me has traído lo que te pedí?

Jack se llevó la mano a la frente. Había olvidado por completo recoger los puros del suelo.

 - No importa, mejor no los traigas. Es una idea estúpida, y ya paso bastante más hambre de la que quiero, no pasaré más por una cintura de avispa. Los hombres quieren carne.

 - ¿Carne? - preguntó Jack.

 - Nada, nada, no me hagas caso. Tu madre aún no ha terminado, así que no molestes todavía.

 - Está bien... de todas formas me espera una noche larga... - dijo el niño sacando una vela de un cajón - Y os prometo que mañana desayunaremos este pan delicioso.

La noche fue larga para Jack. Apenas pudo decirle buenas noches a su madre mientras ella se lavaba, cansada, antes de irse a dormir, y entonces bajó a la cocina a empezar con la vela con su tarea de retirar absolutamente todos los trozos de cristal del pan, aunque tuviera que desmenuzarlo demasiado, valdría la pena. Pensaba mucho en Zero mientras hacía eso, mirando algunas veces por la ventana, viendo la lluvia, y colocando algunos cazos en el suelo por donde caía el agua de las goteras. Igual, estaba contento. Mañana pasaría su primer cumpleaños en compañía de un amigo. Seguro sería el mejor cumpleaños de su vida.

*

Se despertó después de un ligero sueño cuando ya era de día por el ruido de una carroza pasando al lado de su ventana. Se frotó los ojos, escuchando una conversación en el piso de arriba, y habiendo terminado anoche su difícil y costosa tarea, teniendo un pequeño cuenco lleno de diminutos trozos de cristal y otro con todo el pan desmenuzado. Se apresuró a poner una olla con un poco de agua al fuego, metiendo el pan dentro, haciendo así que se ablandase para que cuando las chicas bajasen pudieran comerlo, aunque ahora estaba lejos de parecerse a una de las perfectas barras de pan de esa panadería tan prestigiosa.

Habiéndole dado un fuerte abrazo a su madre y las gracias de corazón a cada una de las chicas del prostíbulo por su medio chelín de regalo, Jack se apresuró a salir por la puerta trasera, guardando las monedas muy bien en una bolsa que escondió entre su ropa, teniéndola siempre en contacto con él para que no se la robasen. Levantó la mirada cuando escondió bien su bolsa, notando la presencia delante de él, y antes de saludarlo, dio un grito de impresión chocándose contra la puerta al retroceder.

 - ¡Buenos días, Jack! - le saludó él con una sonrisa - ¡Feliz duodécimo cumpleaños!

Jack parpadeó impresionado mirando a Zero delante de él. Todo estaba bien... la sonrisa feliz del chico era la misma de siempre, había ido como le prometió... pero había algo extraño en su piel. Tenía marcas negras, como si hubiese estado trabajando con carbón y sus mejillas se veían un poco más hundidas, pero su moral y ánimo estaban al igual que ayer.

 - Yo... gracias, Zero... - acabó diciendo con una pequeña sonrisa.

 - ¡Ten!

El chico le tendió una prenda de ropa bien doblada, de buen olor e incluso algo caliente. Jack lo recibió, mirándolo, y al desdoblarlo vio que se trataba de lo que parecía ser su vieja chaqueta arreglada y limpia, incluso planchada.

 - No tengo dinero para poder obsequiarte con un buen regalo, y mi magia es algo limitada, pero eso no me impidió arreglar y cuidar de tu ropa - le contó él - No es lo más normal para regalar en el cumpleaños, ya que técnicamente es tuyo, pero...

 - Es genial... - le interrumpió Jack, abrazando su chaqueta - Sino fuera por los parches que cosió mi madre, casi parecería que está recién comprada, ¡muchas gracias! 

Jack se permitió dar unos saltos de felicidad antes de ponerse su chaqueta nueva, contento.

 - ¿Y tú como estás? ¿Qué son esas manchas de tu piel, Zero? - le preguntó.

 - Oh, no es nada de lo que te tengas que preocupar... - dijo mirándose un brazo, tocándolas - No quería desperdiciar tiempo y he pasado toda la noche ayudando a gente como yo.

 - ¿Gente como tú? 

 - Sí, prostitutas - le dijo con una sonrisa inocente - Aunque una de ellas me dijo que yo no era una de ellas ni nada de eso... bueno, da igual.

 - ¿Pasaste toda la noche ayudando a prostitutas? - preguntó sorprendido.

 - Sí... primero quise ayudarlas simplemente... me daba pena que estuvieran trabajando tan tarde y bajo la lluvia, pero luego me di cuenta de que sus desgracias y problemas... eran algo que no podían olvidar y ser felices así sin más. De tal cantidad de desgracias que obtuve, mi piel se contaminó un poco y estoy algo cansado... ¡pero me muero de ganas de ir a pasar el día contigo! 

Jack le observó detenidamente, no muy convencido, pero acabó siendo contagiado por la sonrisa de Zero.

 - Vale, está bien... pero si en algún momento quieres que descansemos, me lo dices...

 - También por ti, parece que esta noche no has dormido mucho. ¿Estuviste...?

 - Sí... y lo conseguí - Jack puso sus dedos en forma de V y dio su mejor sonrisa - Ahora vamos, ¡vamos a un delicioso dulce!

Zero dio un salto levantando sus puños al cielo con felicidad, empezando a caminar al lado de Jack. Mientras ellos hablaban, Anne había movido un poco la cortina de la ventana, curiosa por saber quién era el amigo de Jack o como se veía... y si le había devuelto la chaqueta.

Ni siquiera pudo ver eso último, ya que se quedó helada de ver a Jack hablando solo. Ella no podía ver ni oír a Zero, así que el chico estaba teniendo, a sus ojos, una conversación solo. Había oído eso de los amigos imaginarios, pero pensaba que era una tontería y que además, Jack ya era demasiado mayor para esas cosas... pero si así era feliz el chico... igual le había decepcionado que no fuera alguien real.

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¿No os parece sumamente lindo el "amigo imaginario" de Jack?

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