Gracias por todo (Adán x Eva)
Este pedido es de JosephMorningstar
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- Adán ha sido todo un éxito.
- Sí, su evolución está siendo muy favorable y estamos descubriendo todo cuanto queríamos saber.
- Ahora sólo falta subir el nivel.
Los dioses y los jueces que gobernaban sobre el Edén y el resto del lugar se habían reunido para debatir sobre el futuro del humano. Ahora había que subir el nivel. Si Adán se llevaba tan bien rodeado de animales y demás criaturas, debía aprender a vivir con alguien de su misma raza.
- ¿Pensáis que es buena idea?
- ¡Claro que lo es! Hemos creado a Adán para que su raza sea por naturaleza sociable con los de su especie.
Aunque había algunos dioses a los que internamente les daba miedo la idea por el desconocimiento, pero también quería ver que ocurría al hacer convivir a Adán con una hembra de su especie.
Empujando una camilla uno de ellos, venía tumbada encima una hembra, más alta que el propio Adán, de caderas fértiles y pecho voluminoso para que en el día en que fuese madre tuviese los órganos bien dotados, pero eso ahora no era importante. Mientras que la hembra se despertaba de su primer sueño y se levantaba, observando el lugar con ojos inocentes y curiosos, los jueces terminaban de debatir.
Ayudándola a levantarse tomándola de las manos, para que aprendiera a caminar a dos piernas erguida, la dirigieron hacia las puertas del Edén. Antes de dejarla, uno de ellos se detuvo enfrente de ella, y la señaló con el dedo.
- Eva – nombró.
El hombro vocalizó el nombre unas cuantas veces más, observando como ella le atendía.
- E...Ee... vaah... - terminó de pronunciar ella.
El hombre dio una pequeña sonrisa asintiendo, y poniéndola una mano en la espalda, la empujó suavemente guiándola hacia el interior del Edén.
- Puedes estar aquí y hacer lo que quieras; pero nunca, nunca, comas la fruta prohibida – dijo señalándole el gran manzano en la distancia.
Eva miró el árbol, parpadeando. Luego, cuando se quiso dar cuenta, estaba completamente sola en un bonito jardín sin saber qué hacer ni a dónde ir. Una pareja de coloridas y pequeñas aves que cantaban en una rama llamaron su atención, y cuando quiso acercarse, ellas salieron volando con gran velocidad. Ella dio un suspiro, mirando alrededor.
La pareja de aves volaba velozmente, buscando por el Edén a su habitante más famoso, encontrándole echando la siesta sobre una roca al sol, imitando a un lagarto que tenía al lado. Se posaron delante de él, y piaron insistentemente hasta que él abrió un ojo mirándolos, seguido de un bostezo y un leve estiramiento. Luego volvió a cerrar los ojos y a ignorarlo. Las aves se subieron a su cabeza, tirando de sus cabellos para levantarlo, hasta que él finalmente bufó accediendo. Tras levantarse, siguió caminando a la pareja de aves que le llevaban hacia donde estaba la novedad.
Adán caminaba con ojos somnolientos, pero no tardó en ver a la "novedad" caminando a lo lejos, así que de un salto se escondió detrás de un árbol, siendo su reacción natural ante un posible peligro. Al ver que la mujer se acercaba al árbol, Adán se agarró a una rama baja y se escondió en la copa, dando una sacudida al árbol. La chica miró detrás del tronco, mientras varias hojas caían sobre su cabeza. Juraría haber visto a alguien.
Cuando ella se alejó, Adán la observaba desde el árbol entrecerrando los ojos. Ese animal no tenía plumas... no tenía el cuerpo cubierto de pelo... tampoco escamas... Le era muy inusual a nuestro querido Adán. La pareja de aves que se había colocado a su lado en la rama se miraron entre sí, preguntándose si alguna vez este tipo había visto su reflejo en el agua.
No tardó en aparecer la manada de lobos del Edén, que la llevaban observando un rato, y bajó despacio de la colina rodeando a la chica en silencio. Ella miró a la manada en el centro, confusa, sin saber si esos animales podrían hacerle daño. Un lobo más adulto y viejo se acercó, con las orejas hacia atrás, sin confiarse demasiado. Eva se sentó sobre sus piernas abrazada a su pecho, viendo los grandes colmillos del animal y cerró los ojos con algo de miedo. Al notar el hocico del animal en su muslo, un escalofrío le recorrió el cuerpo, y se atrevió a abrir un ojo. El macho alfa se había sentado a su lado, con las orejas levantadas.
- ¡Eva! – le dijo ella al lobo con una sonrisa.
El animal movió la cabeza y luego las orejas. Ante su serenidad, algunos lobos se acercaron también a olfatear, notando que olía muy parecido a Adán, por lo que no la consideraban peligrosa.
Mientras, Adán se había bajado del árbol y miraba confundido la escena. Los lobos se dejaban tocar por ella, al igual que se dejaban hacerlo por él, y ser aceptada por la manada hacía que varios animales se acercaran cuando los lobos se retiraron. Puede que el no tener grandes colmillos, garras, aguijón, pinzas o cualquier cosa que a vista pareciese dañina les hiciera confiar. Cada animal que se acercaba a la chica era recibido por un grito entusiasmado con su nombre, pues era lo único que sabía decir.
Un caballo blanco apareció al lado de Adán, quien le dio un golpe con su morro en su hombro. Adán le miró, para después cruzarse de brazos negando. El caballo relinchó con suavidad, como si fuera un ronroneo, y metió su moro en el hueco de su cuello para babearle y morder su pelo, haciendo que se molestara con él, pero el animal le estaba obligando a acercarse.
Eva miró hacia allí al escuchar el escándalo que montaba el humano por querer quitarse al caballo de su cabello, y no dudó un instante en sonreír y levantarse, yendo hacia él. Adán agarró al caballo de la crin y se lo apartó de su cabeza enfadado.
- No muerdas - le advirtió.
Al girarse de nuevo se encontró con la mujer a su lado, y por acto reflejo retrocedió rápidamente chocándose contra el tronco del árbol. Ella le miraba con una sonrisa curiosa, pero Adán sólo podía pensar en que ella era más grande y con más pelo que él, además que él no tenía esas "bolsas" que a ella le colgaban del pecho.
- ¡Eva! - gritó ella feliz.
Adán alzó una ceja mirándola contra el tronco. Realmente parecía inofensiva, es como un cachorro curioso.
- ¡Eva! - volvió a gritar tendiendo las manos.
Adán las miró, sorprendiéndose de ver que eran iguales a las suyas. Ningún animal tenía las manos tan parecidas a las suyas, y no pudo evitar acercar la suya para compararla. Aunque ella era más alta, las manos de Adán eran más grandes. Aunque Eva estaba feliz de haber conseguido ver a alguien como ella, pensaba que no podía hablar con él, pues no había ninguna respuesta de su parte. Tras unos segundos, Adán murmuró.
- Adán... - dijo en voz baja.
- Ah... - dijo ella mirándole confundida.
- Adán - repitió él mirándola.
- D-Dan...
- AAAAAAAA - Adán abrió mucho la boca - DÁN.
¡Aaaaa! - ella le imitó abriendo también su boca todo lo que podía - ¡Dan!
- Adán - él asintió - Eva.
- ¡Eva! - ella dio un salto feliz al escuchar esa palabra que se asociaba a ella.
Después de eso, un pequeño gruñido la hizo detenerse, a la vez que se llevaba las manos al vientre. Le habían rugido las tripas, y empezaba a experimentar la molestia del estómago vacío.
- Ven.
Adán se giró, haciendo el gesto con la mano de acercarse, acercándose a un matorral del que colgaban unos frutos rojos. Arrancó unos cuantos que colocó en las manos de Eva en forma de cuenco para que no se cayese ninguno.
- Fresa - dijo él llevándose una a la boca.
Al verle comer, Eva le imitó, sorprendiéndose de esa nueva experiencia y retorciéndose de lo deliciosa que le pareció.
- ¡Fresa! - mencionó emocionada comiendo más.
Adán suspiró levemente mirándola. Tal vez no era mala idea estar cerca de ella.
*
Los días iban pasando, y Eva aprendía a gran velocidad a todo lo que necesitaba saber sobre el mundo que le rodeaba. Aprendió los nombres de los animales, de la comida, de los árboles, y poco a poco aprendía a formar frases, no del todo correctas, pero bastante bien.
Adán había pasado de ser un muchacho bastante independiente y con gusto por la soledad a un chico que iba siempre acompañado por Eva, que era más dependiente que él y le gustaba estar acompañada. Esto no molestaba al varón, pues la compañía de Eva no era para nada molesta.
Un día que Eva se levantó de su lado para pasear, Adán aprovechó para quedarse solo y estar en silencio apoyado junto a un ciervo, que le dejaba descansar apoyado en su cuerpo. Eva había caminado hacia un árbol, del cual salían varios insectos amarillos y negros. Sabía que ellos producían un delicioso manjar dorado que había probado en muy escasa cantidad cuando un oso fue capaz de agarrar el panal, y esa dulzura insuperable hacía que su boca se volviera agua.
Al acercarse y extender una mano hacia ellos, una de las abejas salió hacia ella velozmente para impedir que tocara el panal, clavando su agujón en el dedo, haciéndola dar un grito y retrocediendo. Eva se agarró la mano donde en su dedo índice estaba clavado el agujón, mientras empezaba a notar un ardor y una calentura dolorosa. Empezó a lagrimear, tanto del susto que se dio como del dolor, siendo la primera vez lloraba, y dando pequeños sollozos, se fue en busca de Adán.
Al llegar a su lado, le zarandeó del hombro bruscamente para despertarlo mientras apretaba los dientes del dolor. Adán abrió los ojos ante el movimiento, viendo el rostro de Eva llorar, que le enseñaba su dedo hinchado y rojo.
- Duele mucho... - gimoteó – Y agua de los ojos... - dijo señalándose el rostro.
- Ah, ya veo...
Él se incorporó, tomando su mano despacio, y sacando despacio el agujón con el filo de sus uñas. Luego apretó lo que pudo para sacar el veneno, mientras ella se quejaba del dolor que le provocaba, pero con buenas intenciones. Tras esto, Adán se acercó corriendo a un limonero, saltando y agarrando uno de sus frutos, volviendo con ella. Eva negó mirándole, pues el limón no le gustaba para comer.
- Ven... - susurró.
Él agarró su dedo de nuevo, y apretó fuertemente el limón, haciendo que cayeran gotas sobre la herida, lo que le hizo dar otro gemido de molestia.
- Esto es bueno. Te cura – dijo él luego soplando su dedo – Ahora duerme.
Tras sentarla en el lugar donde él estaba apoyado sobre el ciervo, le limpió los restos de lágrimas de la cara.
- Descansa.
Luego él marchó caminando. El ciervo giró su cabeza hacia ella, poniendo a su lado su gran cornamenta, indicándola a dormir. Ella dio un pequeño suspiro mirando su dedo herido, y se acomodó contra el calor del animal para descansar como le había dicho Adán.
Al cabo de un rato, ella despertó cuando notó movimiento en el animal, que se quería levantar. Miró su dedo desperezándose, viendo que le dolía menos, pero seguía algo hinchado. Al escuchar los pasos de Adán detrás de ella, se giró, dando un grito de miedo al verle.
El hombre tenía la cara, brazos y manos completamente picadas y de color rojo, con varios aguijones clavados aún y los ojos casi cerrados de la hinchazón de su cara.
- Adán... - le llamó ella para comprobar que de verdad era él.
Adán se mantuvo en silencio, pero le tendió un trozo de panal que llevaba en sus manos, del que goteaba una deliciosa miel dorada.
- No abejas... - dijo sin pronunciar muy bien – Puedes comer...
Eva sonrió emocionada tomando el panal de su mano. Lo dejó en el suelo, corriendo hacia el limonero a por muchas frutas. Adán suspiró bajando la cabeza un poco. Eva había aprendido a curar picaduras, pero él pasaría un largo, largo rato hinchado como un sapo.
*
El Edén tenía hoy una intensa lluvia, y pocos eran los animales que se encontraban pasándola debajo. Todos se encontraban refugiados y escondidos, sin excepción de los humanos que lo habitaban. Adán miraba la lluvia desde la entrada de una cueva, donde estaba metido con varios animales. Al fondo, un gran oso le servía de cama a Eva, que estaba encogida y temblaba, aunque resoplase del calor que tenía. Adán, al tocarla, sabía que su cuerpo estaba demasiado caliente, más de lo normal, y aunque a él le hubiese pasado alguna vez, no era tan fuerte como la que tenía ella ahora.
Volvió a su lado, sacando unas frutas que había recogido y unas hojas bastante grandes, y se sentó al lado de ella. Con la ayuda del filo de una piedra, peló una naranja, y sacó todos los gajos llegando a quitar con cuidado el pellejo que los cubría, dejando solo el interior. Luego incorporó a Eva un poco con un brazo e intentó meter un poco en su boca. Era tan dulce y estaba tan madura, que el jugo salía sólo de rozarla contra sus dientes, así que ella sólo tenía que beber despacio y tragar.
Así consiguió que Eva comiese tres gajos, pues al cuarto, ella comenzó a temblar y cerró los ojos, cansada. El calor que daba el cuerpo del oso no era suficiente para evitar sus tiritones y le quitaba energía para incluso comer. Adán frunció el ceño, pensando en qué debía hacer ahora para que ella comiese y se recuperase.
Así que agarró unas fresas de las que tanto le gustaban a ellas y les quitó las hojas, habiéndolas limpiado, y contra las grandes hojas y duras, las machacó usando una piedra redondeaba, bajo la atenta mirada de los animales que se refugiaban con ellos, a la espera de que Eva se recuperase. Así Adán hizo una papilla con las fresas, y la pasó a una hoja limpia y entera, doblándola como si fuera un cono por donde la fruta saldría por la zona menor, como una manga pastera, para que la comida llegara directamente a su garganta.
Así lo volvió a intentar incorporando a Eva, dándole unas palmaditas para que hiciera el esfuerzo, y metió la punta de la hoja doblada en su boca, intentando que eso pudiera tragarlo directamente. Cuando parecía que lo estaba haciendo bien, ella empezó a toser, pues aunque estaba en su garganta, no podía ni siquiera tragarlo.
Adán se llevó una mano a la cara frustrado. Había tenido una brillante idea, pero si su garganta estaba también herida, no podía hacerlo así.
- Vas a comer – riñó enfadado.
Y abriendo él la boca mirando al techo con la hoja entera, derramó su contenido en su propia boca, tirando la hoja después a un lado. Con los mofletes algo lleno, volvió con ella para un nuevo intento, incorporándola y apoyándola en su cuerpo, levantando su mentón y abriendo su boca con un dedo.
Ahora, labios contra labios, Adán podría controlar con su boca el flujo de alimento que ella recibía, controlar si tragaba o si le molestaba, ayudándose de la lengua si era necesario, para ayudarla a comer todo el alimento que esa fruta le aportaría para superar su enfermedad.
Puede que pareciese una forma asquerosa, vulgar y primitiva, pero esta forma de alimentar a alguien estaba llena de cariño y preocupación. Así, antiguamente, se alimentaban a los niños tras el destete cuando se negaban a comer otra cosa, cuando enfermaban y no podían ni siquiera tragar, y necesitaban tomar alimento, pues su mortalidad era más elevada que la de los adultos, siendo el destete la principal causa.
Y esta forma en la que se obliga a comer de la propia boca del contrario tenía más significados especiales, como el asegurarse por sí mismo y sacrificándose a dar la comida de esa forma una manera llena de amor y preocupación hacia el otro, alimentándole sin dejarlo tirado. Poco a poco, esto fue evolucionando, y de esta muestra de amor de juntar las bocas obtenemos en la actualidad nuestros besos, esta vez sin comida de por medio, que no son otra cosa que muestras de amor.
Tras conseguir que Eva, sin pausa pero sin prisa, comiese todo, Adán se tumbó a su lado, apoyado en el cuerpo del oso, mientras la abrazaba contra él, intentando darle más calor y seguridad para que pudiese dormir aquella noche lluviosa del Edén.
*
Fin de la Segunda Pelea del Ragnarok.
Resultado: Victoria de los Dioses.
*
Esos bonitos recuerdos, tanto el día en que conoció a Adán, el que se dejó picar tantas veces por conseguirle su querida miel y el de preocuparse tanto por ella cuando estaba superando una enfermedad eran algunos de los que acosaban sin piedad la mente de Eva.
Justo cuando ella se había alejado de las gradas, de su asiento, de sus hijos, buscando un poco de intimidad donde esconderse y llorar por la muerte de su esposo, esos recuerdos que con tanta felicidad y nostalgia guardaba en su corazón no paraban de repetirse, haciéndola llorar sin consuelo en mitad de un desolado pasillo.
Se apoyó en la pared, con la cabeza entre sus rodillas, y agarraba su cabeza con las manos temblorosas, sin dejar de sollozar fuertemente e hiperventilar. No, era demasiado para ella, pues todo indicaba que su esposo ganaría.
Así, mientras temblaba al borde de un ataque de ansiedad, escuchó una voz venir de alguna parte.
- ¿Eva? Eva...
Ella levantó la cabeza rápidamente, pues diferenciaría la voz de Adán entre mil más.
- Adán... - susurró.
- Eva... ¿otra vez agua en ojos?
Ella se tapó la boca, pues la bromista voz de su marido había hecho que se quisiera reír con eso. Hasta que ella aprendió a decir que ello se llamaba "llorar" se refería como "agua en ojos" a las lágrimas. Tras un tiempo, bromeaban con ello, pues ahora les parecía algo bastante tonto.
- Otra vez... Adán... - ella se levantó, mirando hacia todas partes - Adán... ¿dónde estás? Quiero verte...
- Oh... estoy muy lejos de ti ahora, Eva... pero a la vez estoy realmente cerca... - contestó.
Eva seguía mirando a su alrededor, intentando saber de dónde venía la voz exactamente, descartando rápidamente que fuera una broma de los dioses.
- Entonces... entonces...
- Tampoco sé como puedo hablarte, si ahora formamos parte de mundos diferentes, pero realmente lo agradezco - habló él - Esta oportunidad me sirve para agradecerte todo lo que has hecho por mí estos años que hemos pasado juntos.
- Pero... ¿qué estás diciendo? - ella volvió a lagrimear - ¡Si eras tú el que me lo enseñó todo! ¡Me enseñaste a hablar, a correr, a cocinar, a recolectar! ¡Me mimaste, me cuidaste, abandonaste el Edén conmigo cuando tú amabas ese lugar, era tu hogar!
- No Eva - respondió - En ese momento me di cuenta que te amaba más a ti que a cualquier lugar, y que sin ti, el Edén ya no sería mi hogar. Mi hogar se habría marchado desterrada, y no lo iba a consentir.
- Siempre diciendo cosas que me hacen llorar... - ella se secó los ojos con sus brazos, intentando no sollozar más.
- Tú te estás acordando de cosas que hice por ti, Eva - siguió hablando Adán - Pero yo me estoy acordando de todas las que tú has hecho por mí. Así que no llores más, por favor...
- Entonces... entonces debo agradecerte yo también por todo... Adán... - ella sonrió, sin dejar de llorar y haciendo un esfuerzo - Gracias por haber sido el mejor hombre y haberme dado una vida llena de felicidad...
- Eso no es de agradecer... ¿para que si no sirve el matrimonio si los dos contrayentes no se van a hacer felices toda la vida? - él dio una pequeña risa - Así, aunque falte ahora uno de los miembros, me gustaría que sigas siendo feliz, porque yo me iré siéndolo. Aunque no he conseguido aportar mi parte para que el futuro de nuestros hijos se mantenga, espero que otros puedan hacerlo. Me siento satisfecho, y feliz. Eva, nunca dejes de ser una mujer fuerte.
- Pero Adán... ¡Adán!
Por más que ella gritara su nombre, Adán ya no le respondía. Quería volver a ponerse a llorar, pero no era capaz. Simplemente se quedó mirando el desértico pasillo, pensando en las palabras de Adán.
A su espalda, una pequeña valkiria flotaba, siendo su cuerpo un poco transparente. Llevaba gafas y una pequeña sonrisa en el rostro, que amplió cuando desapareció del lugar. El haber hecho una excepción para que Adán se despidiese de Eva era un acto que a Reginleif le calmó el corazón antes de partir también hacia el lugar de donde no podría volver.
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