Especial Navidad - Santa Secreto Final

Y con esto es el final del Santa Secreto :3

Perdonad y algunos regalos os parecen un poco sosos (Okita, Raiden por ejemplo) pero de verdad no se me ocurría nada para ellos ;-;

Bueno, veamos algunas búsquedas de regalos y finalmente la resolución final,

¡Seguid jugando a adivinar un poco más con las pistas que dejo abajo! :3

Tras la entrega del regalo en cuestión, aclararé debajo la pareja y lo que es el regalo :3

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 - Bien pues... así que no tienes ni una ligera idea de lo que regalarle...

Prour caminaba despacio por uno de los salones de Bilskirnir, el palacio de su padre. Mientras, Thor estaba sentado en un trono, con su martillo justo delante, con los brazos apoyados en él.

 - ¿Ni una ligera idea ayudándote de antiguos regalos a madre? - preguntó la valkiria.

 - Tu madre y ella son polos apuestos respecto a gustos se refiere - comentó el dios con los ojos cerrados - Está claro que debo pedirle ayuda a los enanos... pero no sé que pedirles.

Sí, esa era una de las ases en la manga de los nórdicos: los enanos. Ellos podían crear objetos y artilugios increíbles en pocos días, pues los mitos hablan por sí solos.

 - No quiero decirte nada, pues yo tampoco la conozco mucho personalmente - ella se detuvo, acariciando su mentón - Pensemos, algo que... tú la mires y digas "necesitaría esto para verse mejor".

 - Ponme un ejemplo - pidió el dios nórdico abriendo los ojos.

 - Loki-sama se vería mejor con una cremallera en la boca - contestó su hija.

 - Ah, si... Loki nos ha metido en todo esto... - murmuró en voz baja, apoyando su puño en su mejilla contra el reposabrazos - Algo que la mire y piense que lo necesite...

Prour esperaba con una pequeña sonrisa, balanceándose despacio mirando a su padre.

 - Un corsé - terminó por deducir.

La valkiria empezó a reír, teniendo la risa alta y potente, como bien indicaba su tamaño. 

 - Mejor pienso también en tu caso cuando vaya luego con una de mis hermanas, yo también debo pensar en un regalo y no tengo ni idea. Cuando salga y vaya viendo cosas, se me ocurrirá algo seguro.

*

Adán estaba tirado en el suelo, de manera cómoda sobre el césped y los brazos tras la cabeza, mirando al cielo a las nubes moverse lentamente. Tenía un lápiz sobre el labio superior que sujetaba ahí levantando el labio contra la nariz, con la mirada perdida, y sólo se esforzó en mantener ahí el lápiz mientras bostezaba. Al abrir de nuevo los ojos, Eva estaba a su lado mirándole con una sonrisa.

 - ¿No tienes ideas, Adán? - le preguntó.

 - Ninguna...

 - Déjame que te ayude... - comentó sonriendo y sentándose a su lado - Por cierto, ¿qué haces con ese lápiz?

 - Es para tomar ideas... - contestó aburrido - Los demás lo hacen...pensé que tal vez si tenía uno...

 - De buenas a primeras no sabes escribir - le contestó con una risa, quitándole el lápiz de ahí - Ni tampoco tienes dónde hacerlo... tener un lápiz no te va a dar más concentración. Cuéntame, ¿quién es y qué tienes en mente ?

Adán dio un leve suspiro incorporándose para acabar sentado a su lado, empezando a explicarle que además, Reginleif tuvo que indicarle quién era...pues tampoco era capaz de leer el nombre que estaba escrito.

 - Lo simple sería regalarle unas manzanas... - comentó Eva.

 - No - respondió Adán con seriedad - Las manzanas son mías. Sólo las comparto contigo.

Eva se rio dándole un abrazo a su marido, sin saber de que maldita forma podía amarle tanto.

*

Brunhilde seguía tirada sobre la mesa de la biblioteca, con la frente sobre ella y los brazos esparcidos alrededor. Ya no quedaba más de ese asqueroso pastel que hacía que se le quitasen los nervios y se concentrara.

 - Espero que a quien le haya salido mi nombre me regale más de este pastel... estoy sin ideas ninguna... - se lamentó.

Ya habían pasado algunos días, y se seguía viendo con sus dos hermanas en la biblioteca. Reginleif trabajaba arduamente en su proyecto, siendo algo muy ambicioso y parecía un objeto mágico, y Hlökk estaba un poco más apartada, teniendo un maniquí con el que estaba diseñando una tela blanca.

 - Vosotras ya tenéis vuestros trabajos avanzados y yo ni siquiera tengo ideas... - volvió a quejarse en busca de ayuda.

 - Hermana, Hlökk ha encontrado algo que puede necesitar su elegido, y yo sin embargo, no. Sólo hago algo con lo que pueda entretenerse y ser útil - comentó Reginleif haciendo una pequeña parada para tomar agua - Dinos algo, piénsalo así... cuando lo ves, ¿Qué te dan ganas de darle? ¿Con qué quieres obsequiarle?

 - Con un puñetazo en la cara - respondió rápidamente.

 - Bien, está claro que no podemos ir por ahí - ella suspiró, colocándose sus gafas bien - Hlökk, ayudemos a nuestra hermana mayor.

Hlökk no había escuchado. Estaba muy concentrada ahora en su trabajo, y usando un poco de su magia, podía hacer volar y flotar objetos para que fuera más rápido, siguiendo con el diseño de esa tela blanca para ver en qué se convertiría.

 - No ha tomado medidas ni nada y está... haciendo eso... - murmuró Brunhilde.

 - Hlökk tiene un ojo cínico para la ropa, tallas y vestimenta. No necesita eso - contestó la valkiria de lentes. Entonces vamos tú y yo, hermana, te ayudaré.

*

El dios Shiva estaba tumbado boca abajo en uno de sus múltiples y suaves colchoncitos, flotando en su cuarto, mirando hacia su amplio balcón abierto. Sus brazos superiores estaban con los codos apoyados en el colchón y las manos en sus mejillas, y los interiores rodeando estos en el colchón.

 - Realmente no se me ocurre qué regalar cuando eres un dios y puedes tener lo que quieras... - murmuró con un pequeño bufido.

 - ¿Buscas un regalo para un dios? - su esposa Kali se subió a su colchón flotante con él, acurrucándose a su lado con una sonrisa, haciendo que él pasara uno de sus brazos inferiores por su espalda.

 - Así es... - contestó con mirada aburrida al frente.

 - Shiva-sama puede regalar lo que quiera - Durga imitó a Kali en el lugar libre, y él también la rodeó con un brazo - Cualquier cosa llegada desde su ofrecimiento debería ser un acto de grandeza.

 - ¡Querido~! - Parvati le saltó encima, aterrizando en su espalda con una sonrisa y abrazándose a su cuello con cariño - ¿Por qué no haces algo que sólo un dios de la creación y la destrucción pueda hacer?

 - ¿Hum? ¿Algo como qué? - preguntó moviendo la cabeza a ver si veía a su esposa.

 - ¡Crea un pequeño mundo y encierra algo que le guste dentro! - comentó ella con una sonrisa - Dinos quién es y nosotras haremos que consigas hacer el regalo más hermoso de todos.

Las otras dos asintieron felizmente, dándole a entender que era una buena idea.

*

Tras la charla con su padre, Prour había ido con Hrist, tal y como habían quedado, a dar un paseo y ayudarse a encontrar los regalos, y así a demás, pensaba en algo para ayudar a su padre. El Valhalla tenía un gran mercado frecuentado, más ahora en estas fechas, y tenían productos infinitamente variados y novedosos, pues seguro que así encontraban algo.

 - ¿Qué te gustaría regalar? ¿Alguna idea? - le preguntó Prour a su hermana.

 - Oh, pues... - ella puso una mueca apenada - Sinceramente no tengo ni idea...

 - ¿Cómo es esa persona a tus ojos? - preguntó de nuevo la valkiria más grande.

 - Es... es muy amable... gentil... - Hrist dio una sonrisa, contenta - Quiero que le guste de verdad lo que elija, así que no dudes en darme tu opinión sobre el tema.

 - Por supuesto, y... - ella no tuvo mejores ideas, así que repitió lo de su hermana - Yo... la persona a la que debo regalarle es alguien con mucha timidez... pero solo de vez en cuando. Hace las cosas de corazón y siempre está ahí cuando le necesitas... así que por favor, dame también tu opinión.

 - Oh, yo soy de gustos muy sencillos - admitió Hrist - Soy feliz con cualquier cosa.

Así pasaron la tarde las valkirias, tímidas la una con la otra sin ninguna razón aparente, acabando finalmente fuera del mercado con una bebida caliente en las manos, un poco decepcionadas por no haber encontrado nada, pero Prour si tuvo una idea para su padre cuando se quedó mirando una pantalla donde proyectaban una película infantil humana de princesas para los niños, de las que ellos se burlaban por ser algo tan estúpido.

Cuando Hrist se iba a girar a su hermana para pedirle perdón por no haber sido de gran ayuda, la encontró habiendo tomado una gran piedra del jardín de detrás de su banco, y estaba haciendo pesas con ella solo con un brazo, tranquilamente.

 - Esto... Prour... - la llamó sorprendida, mirando el músculo de su brazo.

 - ¿Sí? Oh... - exclamó dándose cuenta - Lo siento, en realidad soy muy inquieta, no puedo evitarlo... y no tengo nada para entrenar de esta manera fuera de mi gimnasio - admitió un poco avergonzada, devolviendo la piedra a su lugar.

La segunda hermana la observó mitad sorprendida, y por otro lado, contenta, y movió sus pies contenta, volviendo a mirar al frente, justo a un puesto de hermosas flores, plantas y macetas. 

 - ¿A ti te gustan las flores? - preguntó Prour.

 - Me gustan sí, pero siempre he dicho que me gustan más observarlas plantadas que en un ramo... así mueren antes... pero... - ella miró al suelo un momento - ¿No es bonito? Que te regalen un ramo de flores...

 - Claro que lo es... - Prour también sonrió contenta.

Parecía que su día no había acabado tan mal.

*

Los días del plazo habían acabado, y ahora, a final del último día, humanos, diosas y valkirias se reunían en la misma sala donde habían celebrado el sorteo, colocando en la mesa sus regalos, algunos envueltos, otros no por no poder hacerlo, otros con lazo y todos con una tarjeta. De todas formas, aún no había acabado, pues en las tarjetas ponía:

De: Santa Secreto.

Para: (el nombre del dueño del regalo)

Aunque si tal vez averiguaran algunos ya de antes quién podía ser, muchos no lo sabían, o tal vez, no les importaba. Había en la mesa regalos de todos los tamaños, colores y formas, pero aún no estaban todos, parecía. De Poseidón no había rastro, y algunos decían que no se iba a presentar, por lo que iban a empezar, con o sin él. También faltaba Hrist, lo que sorprendía a las valkirias, pues su hermana no llegaba tarde nunca.

 - ¡Venga o no ese tonto de mi hermano debemos empezar! - comentó Zeus emocionado - ¡Empecemos, empecemos! ¡Vayamos de uno en uno, quiero enterarme de todo! ❤

A las valkirias les volvió a dar un escalofrío. Cada vez que usaba ese tono de voz intentando parecer amable les daba un escalofrío interno muy desagradable.

 - ¡Permitidme empezar! Hermes, ¿has visto el mío? - preguntó mirando hacia la mesa adornada de regalos - ¡Oh, aquí está!

Tomó una caja envuelta con un bonito papel adornado y un lazo en una esquina, agitándolo un poco y observándolo.

 - Oh, algo tan bonito y tan bien cuidado, ¡debe habérmelo regalado una chica! - comentó recibiendo él mismo un escalofrío de su propia emoción.

Al abrirlo emocionado y sacar la tapa de la caja, encontró una tela blanca bien doblada y colocada, que sacó para observarla, siendo una túnica blanca griega, semejante a la que ya llevaba puesta.

 - ¡Oh, una túnica nueva! Parece de mi talla, ¡me la probaré ahora mismo!

El movimiento del resto de los que estaban en la sala fue mecánico y casi a la vez, dándoles la espalda a Zeus en cuanto el dios agarró su propia túnica para quitársela, pues había que apartar la vista, parte de ellos lo hicieron por respeto, pero la gran mayoría por asco y cringe. Solo Hermes no se giró, pues sabía que Zeus podía cambiarse de ropa en un instante, literalmente.

 - Me queda perfecta y es comodísima... tan suave... - comentó acariciando la tela, haciendo que el resto empezase a girarse despacio, pues ya parecía vestido - Estoy tan feliz que creo que voy a...

Sus piernas crecieron en gran tamaño, ampliando sus músculos en un momento, empezando a adoptar esa forma suya que usó en el Ragnarok.

 - ¡Padre, no! ¡Vas a romper el regalo! - le advirtió Hermes.

Pero ya era tarde, su transformación se había completado... y la túnica estaba intacta en su cuerpo, como si se hubiese amoldado a su cuerpo crecido.

 - Esto es... increíble... - comentó observándose el dios de los dioses.

 - Porque está hecha para que no se rompa por estas causas, Zeus-sama...

Todos dirigieron la vista hacia una pequeña valkiria de dos coletas y brazos cruzados, parada con actitud algo desafiante. La pequeña Hlökk había conseguido hacer su trabajo, aunque siempre le daba un nuevo escalofrío cada vez que pensaba en el cuerpo del viejo para poder tomar las medidas a ojo.

 - ¿Has sido tú, pequeña valkiria? - preguntó Zeus, con sus ojos negros que parecían huecos, girándose hacia ella - Realmente ha sido inesperado... observaste que mi ropa se rompía al cambiar a esta forma... Ven, deja que te de un besito para que veas lo agradecido que estoy.

La valkiria no tardó en dar un chillido corriendo hacia su hermana Brunhilde, haciendo ruido con sus pequeños tacones y escondiéndose tras de ella, mientras Zeus reía gravemente.

De: Hlökk 
Para: Zeus
Regalo: Una túnica griega que se adapta a la forma de su cuerpo.

Brunhilde suspiró un poco al saber que Zeus no iba en serio con lo del besito, y también porque todos los esfuerzos de su hermana habían valido la pena. Observó a Adán, que junto con su esposa Eva, estaban observando una cesta de manzanas en una esquina de la mesa, en una bonita cesta de mimbre con un lazo.

 - Eva... ¿crees que ahí pone mi nombre? - preguntó señalando la tarjeta.

 - Mmm... sinceramente no lo sé, tampoco sé leer nada de nada...

Ese matrimonio eran los únicos de ahí que no eran capaces de leer y escribir absolutamente nada. "Afortunadamente", un dedo con la uña pintada de negro le señaló la tarjeta que Adán miraba.

 - Sí, ahí pone tu nombre.

Loki sonrió, flotando encima de la mesa de regalos como si estuviera tumbado, mirando con una sonrisa ladina hacia la pareja.

 - No son manzanas cualquiera... son manzanas del Jardín de las Hespérides... quien las muerda, conseguirá la inmortalidad. (cierren todas las puertas, que no se entere Quin Shin Huang)

 - Pero yo no quiero la inmortalidad - comentó Adán con su tono aburrido, pero curioso - Yo solo quiero comer manzanas.

 - Loki - Hércules, que había escuchado la conversación, se acercó a ellos - Deja de mentir, es imposible que hayas conseguido esas manzanas. Las de las Hespérides son doradas.

 - Oh, si, tú lo sabes bien... - comentó el dios nórdico sonriendo - No dan la inmortalidad, ciertamente... pero su puro color rojo ya deja entrever que son deliciosamente dulces...

Igual que de la misma forma la bruja mala ofreció la manzana a Blancanieves, Loki se la ofreció a Adán, la más roja y bonita de toda la cesta, que la tomó en sus manos sin fiarse del todo. Miró a Eva, que no parecía muy convencida, y luego a ese dios pelirrojo al lado de Loki que no conocía, que tampoco estaba convencido. Mirando de nuevo la manzana con la boca haciéndosele agua, dio un mordisco... bien grande, que al cabo de masticarlo dos veces se detuvo. Abrió la boca dejando de salir la manzana triturada junto con un chorro de saliva y dos pequeñas lágrimas se ponían en sus ojos listas para salir.

 - Está acidísima... - lloriqueó - Es como comer un limón muy verde... no, mucho peor...

Pese a ese lloriqueo, le dio otro mordisco, que volvió a tirar.

 - ¡Adán! - le regañó Eva, quitándole la manzana.

 El chico no respondió pues estaba entretenido quitándose los restos de manzana de la lengua.

 - No podrá dejar de comerlas hasta que se acaben - sonrió Loki marchándose - Espero que las disfrutéis~ 

- ¡No te preocupes, Adán! ¡Yo te ayudaré a comerlas! - Eva se ofreció tomando otra, mientras Adán negaba mirándola volviendo a morder la manzana arrugando toda la cara de la acidez, pues parecía que comían limones inmaduros.

Ante la ímpetu de esos dos de comer rápidamente las manzanas horribles, Loki se reía. Realmente no se esperaba nada bueno de él.

De: Loki
Para: Adán
Regalo: Manzanas increíblemente ácidas

Loki se iba felizmente por la mesa, feliz de una nueva travesura realizada, e incluso golpeó un regalo parecido a un tambor doble que había de regalo en la mesa, haciendo un sonido particular y característico suyo. Shiva, igual que si fuera un perro, lo miró rápidamente en señal de alerta, y si también tuviera orejas caninas, las tendría levantadas.

 - Un damaru - dijo rápidamente reconociendo el sonido.

Fue rápidamente rodeando la mesa hacia donde Loki había tocado, encontrando, efectivamente, un damaru con un lazo y con una tarjeta que indicaba que era para él. Lo tomó con una sonrisa, observando la buena calidad, y dio unos golpes para ver que tal sonaba ese tambor doble que era un símbolo suyo.

 - Realmente suena muy bien... es genial para bailar a su ritmo... y me sobran brazos para tocarlo y moverme bailando - indicó con una sonrisa, empezando a tocarlo con unos pasos rápidos de piernas al ritmo.

Buscaba mientras con su buena vista y sus cuatro ojos abiertos quién podía ser quien le haya hecho un regalo que fuera tan bonito y apto para él, encontrando con la mirada a cierto dios vestido en armadura que le observaba danzar, complacido.

 - Bishamonten... - le llamó en voz baja - Que grata sorpresa...

A la vez, los dioses japoneses e hindú bajaron suavemente la cabeza, uno en agradecimiento por el regalo, el otro complacido de que le gustase.

De: Bishamonten.
Para: Shiva
Regalo: Un damaru.

De la misma manera que Adán vio la cesta de manzanas, así vio Okita una funda de katana a su lado, acercándose, pues si no era para él, podía ser para el otro japonés que tenía una katana, pero por el tamaño de esta, se le hacía que era para él, y su nombre en la tarjeta se lo confirmó. La tomó entre sus manos, viendo bien los enganches y el pecho, procurando que no molestase al caminar, aunque al principio era algo normal, hasta que se dio cuenta que tenía una dedicatoria en el interior.

 - "Un valioso obsequio de la diosa más hermosa" - leyó.

Bueno, no era difícil. Prácticamente solo había una persona que correspondía a esa descripción, y daba la casualidad que le daba pudor mirarla. Demasiado... destapada, pero igual no le iba a hacer el feo, mirándola directamente a los ojos, sentada en su sirviente, más cómodo que la silla, según ella decía.

 - Se lo agradezco, esto...

 - Mi señora, para ti - le respondió ella, al ver que no sabía su nombre - O bien, Afrodita-sama, para ti.

Ella sonrió un poco, observando al chico irse a un lado para probar la funda nueva con su arma.

De: Afrodita.
Para: Okita Souji.
Regalo: Funda de katana con dedicatoria.

 - Yo no se vosotros... - comentó Raiden frotando sus manos - Pero ahí hay un jamón inmenso que aunque no leo desde aquí la tarjeta me está llamando.

Así con una sonrisa, el luchador de sumo se lanzó encima de su correspondiente jamón, siendo un trozo de comida casi tan alto como él, y Raiden nunca había visto algo igual. A saber de qué animal era, debía estar extinto ya para ser tan grande, y olía de maravilla. Con eso quedaría realmente satisfecho y se lo pasaría muy bien, pues además de todo, Raiden sabía disfrutar comiendo.

- Sabía que una buena comida sería de su agrado.

Hermes le observaba desde la silla, sentado con las piernas cruzadas y una pequeña sonrisa, un poco impresionado de lo bruto que se había comportado abrazando la carne. Raiden le levantó el pulgar con una sonrisa.

- ¡Que sepas que me ha encantado, pincel!

Hermes parpadeó ante ese comentario. Dedujo que le llamó así por la expresión de "ir hecho un pincel", recto, sofisticado, bien vestido y elegante. Simplemente sonrió negando con la mano, restándole importancia.

De: Hermes
Para: Raiden Tameemon
Regalo: Un enorme jamón.

Mientras, a Ares le daba curiosidad un regalo que en vez de envuelto y con un lazo de adorno, tenía una manta por encima. Miró la etiqueta y se sorprendió de ver su nombre, haciendo que ahora tuviese todo el derecho de quitar la manta que lo cubría. Al quitarla, encontró una jaula con dos pájaros carpinteros en ella, que movían la cabeza repetidamente haciendo sacudir su cresta pelirroja.

- ¡Pájaros carpinteros! - exclamó contento al ver a sus aves significativas, abriendo la jaula y dejándolos salir, colocándose los dos sobre su mano, en sus dedos - ¿Quién os ha traído, pequeños?

- ¡Craaa! ¡Esos pájaros son peligrosos! - exclamó Hunin.

- ¡Son feos y atacan, craaa! - contestó Munin.

Los pájaros carpinteros miraron a Odín y sus aves, alzando su alas y haciendo que varias plumas salieran disparadas como cuchillas hacia los cuervos, sin tocar a Odín. Estos salieron volando.

- ¡Lo dijimos, lo dijimos, craaaa! - se quejaron molestos a la vez.

- Listo, los amo - declaró Ares acariciando despacio sus pequeñas espaldas - Unos animales tan excepcionales solo pueden ser de usted, Odín-sama.

El dios principal nórdico cerró su ojo, tranquilo y conforme a que al dios de la guerra griego le gustasen sus aves.

De: Odín.
Para: Ares.
Regalo: Dos pájaros carpinteros.

La valkiria Reginleif se acercó a la mesa, y aunque no era partidaria de acercarse demasiado pronto, le daba curiosidad saber su regalo, después de haber estado tanto trabajando en el suyo. Tomó uno al verle su nombre escrito, siendo rectangular y pesado, envuelto con un papel rugoso marrón y con un cordel alrededor, recordándole a una envoltura de paquete japonés. Deslizó el cordel con curiosidad, revelando un libro antiguo, siendo en la actualidad algo que podría ser una reliquia de la historia del Shinsengumi. Giró su cabeza hacia el pequeño japonés que había estado probando su regalo, y él también le devolvió la mirada.

- Gracias, realmente nunca he podido leer nada de esto. Lo atesoraré - comentó la pequeña valkiria sonriendo levemente.

De: Okita Souji.
Para: Reginleif.
Regalo: Antiguo libro del Shinsengumi.

En ese momento, todos prestaron atención a un curioso ruido en el suelo. Se escuchaba venir por un pasillo, como si algo grande y metal fuera empujado y rodase un poco por el suelo. Tras unos segundos, Hrist apareció bufando y recuperando el aliento tras empujar durante un laaaaaargo rato su regalo, tanto con las manos como con los pies cuando le dolía la espalda. Aunque la pobre se había esforzado en envolverlo, el papel se había roto por el camino, dejando ver entre los trozos que quedaban que claramente estaba arrastrando una enorme pesa. Por eso llegó tarde, no daba a basto.

- La-Lamento llegar tarde... - se excusó jadeando.

Hércules la vio, acercándose a su hermana para ayudarla cuando vio que quería poder su regalo con el resto en las mesa y seguramente ya no tendría fuerzas para el último empujón.

- Hrist, déjame ayudarte - pidió llegando a su lado.

- No, no... No te molestes, yo puedo hacerlo...

- Seguro vienes cansada, no es molestia - el se agachó a su lado.

- Hermano de verdad, es mi regalo, yo... Debo hacerlo hasta el final... - ella lo agarró intentando levantarlo con las dos manos, pues ya estaba agotada.

Cuando ella lo soltó cansada por el peso, Hércules fue a tomar el regalo igualmente, pero Hrist lo tomó con una mano levantando esa pesa con impulso y estrellándose en la mesa, rompiendo un poco ese lado. Al verla, vio que su cabello había cambiado de lado.

- Te he dicho dos veces que lo hacía yo - le dijo enfadada - ¿¡Que no entiendes?!

Hércules sonrió nervioso, apartándose un poco y dándole la razón. Prour, que lo había visto todo sentada al lado de su padre, miraba a su hermana quitarse el sudor de la frente pasándose la mano, volviendo a ser la que tiembla satisfecha de haberlo conseguido. Se levantó de su sitio yendo a su lado, mirándola aún sin creer que ella, con quién fue a hacer las compras, era quien debía conseguirle un regalo.

- Oh, Prour... - ella sonrió con algo de vergüenza - Siento habértelo ocultado... Me siento como si te utilizase para saber qué querías de regalo... Sí, esto es para ti...

La valkiria más grande miró con una sonrisa la pesa con el papel casi destrozado, pero se apartó de ella yendo a la mesa, recogiendo de entre los regalos un gran ramo de flores que me llevó a Hrist.

- No tienes nada por lo que disculparte. Aquí tienes, hermana, espero que te gusten...

Hrist abrió los ojos sorprendida, tomando el ramo entre sus manos viendo la variedad de flores que había. El ramo estaba dividido en dos, la mitad con tonos claros y pasteles y la otra de colores fuertes y oscuros, tal y como ella era.

- Es precioso... Es... Es como yo... - admitió oliendo las flores con una sonrisa, y luego compartió una más con su hermana cuando cada una tenía su regalo en las manos, sabiendo que Prour lo iba a utilizar ahora mismo en la espera.

De: Hrist
Para: Prour
Regalo: Una pesa de una mano.

De: Prour
Para: Hrist
Regalo: Un enorme ramo de flores.

Al igual que muchos otros ya tenían su regalo, Bishamonten observó una pequeña caja con su nombre, tirando despacio del lazo que la envolvía con seriedad. Al destaparlo, encontró el adorno de una pequeña pagoda. (¿Sabéis esas torres-templo japonesas que tienen muchos pisos con tejados y son todos los pisos iguales? Eso es una pagoda, símbolo también de Bishamonten)

Al sacarla de la caja y observar la buena artesanía de esta, siendo ligera pero no frágil, notó una hendidura en la parte baja, significando que iba enganchada en algún lugar.

- Es para que la puedas poner en el casco.

Bishamonten se giró a su lado, encontrando a Heimdal mirándolo con los pies colgando y meciendolos, pues la silla era demasiado alta para él. Luego observó su casco, elevando su regalo y palpando hasta que consiguió engancharlo entre sus cuernos de adorno, sin que pesara para desequilibrar su cabeza.

- Es simple, hermoso y perfecto para mí - admitió el dios japonés - Se lo agradezco, Heimdal, guardián de la tierra del Valhalla, aquel con la mandíbula de oro.

De: Heimdal
Para: Bishamonten
Regalo: Adorno de pagoda para el casco.

Si había alguien en aquel lugar acostumbrado a ni recibir nada bueno de nadie, ese era el mismo Jack, por lo que ahora se le hacía extraño ver delante de él un regalo envuelto, un poco mal sinceramente, pero con un lazo encima para cubrir lo mal envuelto que estaba.

Cuanto más lo miraba, más pensaba que no lo merecía, pero a su vez, más ganas le daban de saber quién le había dado ese obsequio y qué era.

Como si fuese un pecado, empezó a quitar el lazo con dos dedos, abriendo luego el regalo sin querer romper el envoltorio, costándole por lo mal envuelto que estaba y teniendo pegado por todos lados. Al conseguirlo, sacó un libro que hizo que sus ojos brillarsn y abriese la boca.

- El timón de Atenas de William Shakespeare... - murmuró - Es...es tan difícil encontrar esto...se hicieron tan pocas por considerarlo una obra inacabada e incompleta... - habló para sí.

- Por eso pensé que tal vez no la habrías leído al ser tan rara.

Los ojos desconcertados de Jack se elevaron hasta encontrar a Hércules, que le observaba con una sonrisa, haciéndole ver esos colores tan puros alrededor de él.

- Pero lo mejor es esto, abre la primera página - indicó señalando.

Jack tragó saliva, mirando el libro y abriendo por la primer página que solía estar en blanco. Incluso a su valkiria le pudo la curiosidad y se asomó flotando sobre su hombro, viendo que había ni más ni menos que una dedicatoria.

- "A mi querido amigo Jack, quién aprendió a leer con mis obras, no tendrás ausencia del ejemplar que te falta. Sigue matando; William Shakespeare" - leyó Jack casi sin creerlo - Oh, querido dios, esto es mil veces más de lo que merezco... Sabía que era posible encontrar a este noble caballero en esta tierra donde ni hay nada imposible, pero... Esto es tan especial para mí...

- ¿Soy la única que ve rara las palabras de la firma? - preguntó Hlökk ahí flotando, viendo que la firma venía con una caricatura del propio William sonriente y alzando los pulgares dando ánimos - Que cachondo el William...

De: Hércules.
Para: Jack The Ripper.
Regalo: El timón de Atenas de William Shakespeare con dedicatoria del autor.

No fue hasta que la mitad de los regalos empezaron a escasear que Buda, sentado en un sillón meciendose hacia los lados despacio con los pies, vio que en uno de ellos había algo similar a los... ¡Chupetines! Agarró la caja con el lazo y se los acercó, viendo además que su nombre estaba ahí. Eran curiosos, parecían... Tres chupetines en un mismo palo, ¡Que gran invento! Aunque tres a la vez uno detrás de otro daría arcadas tenerlos en la boca, pero eran todos iguales...verdes, blancos y rosas... ¿Manzana, nata y fresa? Jugueteó con su propio chupetín en la boca, sin saber cómo abrir la caja y leer esas palabras en japonés.

- Chupetines japoneses... - murmuró curioso.

- ¡No! ¡Son dangos!

Raiden respondió felizmente, sabiendo que tal vez le gustarían esos dulces si le gustaban los chupetines.

- No es caramelo, si te lo preguntas, pero si se come con el palillo.

- Los probaré, pues...aunque veo difícil que superen esto.

De: Raiden Tameemon
Para: Buda
Regalo: Dangos.

Así, la diosa Afrodita pidió que se le acercara la caja con su nombre, algo aburrida de ver los demás regalos, sosos y banales para ella, ofreciéndole una caja con un aviso de Frágil.

Quitó el pequeño lazo abriendo la caja, encontrando un fino espejo de plata sobre un lecho de suave seda, sacándolo y observándolo.

- Un espejo... Que típico y que poca imaginación...

Pero su voz se quebró y sus ojos se abrieron al ver que ella no se reflejaba en el espejo, sino que de él aparecía una especie de máscara tras el cristal, observando a la diosa como si fuese un rostro humano.

- Mi señora Afrodita, tan hermosa y radiante como siempre, ¿Que desea preguntarme por primera vez?

Ella seguía observándolo, mirándolo por detrás también, hasta que uno de sus sirvientes se asomó a verlo.

- Es como el espejo... Oh, no recuerdo, pero él lo sabe todo y todo le contestará, mi señora...

- Así que un espejo mágico... - ella lo miró más complacida - Obra de los nórdicos, sin duda. Ya que Odín-sama y ese ojos de cabra no son...

Su mirada se dirigió hacia Thor, aún sentado en su sillón con el martillo a su lado y al otro, su hija sentada.

- Los enanos de vuestro lugar son asombrosos, sin duda, y la idea es encantadora. Estaré muy entretenida con él.

Thor asintió sin más, moviendo su mano con el puño cerrado hacia su hija, que ella chocó suavemente con el suyo, sin dejar de hacer pesas con el otro brazo. Ella le ayudó con esa idea, y se lo agradecía, además de que pidieron a los enanos que no hiciesen un espejo que dijera siempre la verdad, sino uno que le hiciese mucho "la pelota" a la diosa. Pero claro, ella no lo sabría nunca.

De: Thor
Para: Afrodita
Regalo: Un espejo mágico.

Así, aunque Hermes no tenía pensado abrir su regalo casi hasta última hora, le dio curiosidad ese paquete, con pintas victorianas. Destapó la caja encontrando un juego de finas cuerdas transparentes casi, colocadas para que estuvieran en tensión. Pasó sus dedos enguantados por ellas, sabiendo que si apretaba demasiado, podría cortar el guante y su piel.

- Curiosas cuerdas... - comentó - Juraría haberlas visto antes... Y parece que tienen más usos de los que se mostró.

Dirigiendo su mirada hacia Jack, le dedicó una pequeña sonrisa mientras el inglés le miraba sentado, con su libro en brazos. Este sospechaba que Hermes conocía la mayoría de las parejas.

- No es exactamente lo que piensa - comentó el inglés - Aunque haya usado cuerdas muy similares para mis...trucos sucios, como los llaman, esas son un poco diferentes. Darán a su violín más toque mágico del que ya tiene, si me permite decirlo.

- Es la primera vez que alguien me regala cuerdas para el violín - comentó observandolas de cerca - Es difícil porque no todas valen, pero estas... Sí, valen. Se ha estado informando usted - alabó.

- Al principio confieso que pensaba regalarle una bolsa de mensajero - comentó haciendo una pausa - Me basé en su figura mitológica, pero como los mitos, mitos son, me basé en lo que veía. Y veía que usted tocaba con pasión su violín.

Eso le pilló algo desprevenido, pues Hermes juraba que le regalaría la bolsa de mensajero. No debía subestimar a Jack, ya había demostrado que eso no era apto, así que le agradeció su regalo cómo era debido.

De: Jack The Ripper
Para: Hermes
Regalo: Cuerdas especiales para su violín

De todo eso, a Hércules le dio curiosidad que Randgriz hubiese salido apresurada de la sala, dirigiéndose con rapidez hacia el balcón más cercano, levantando su vestido, con expresión preocupada. Como era algo involuntario en él, se acercó a ver si podía ayudar en algo, saliendo detrás de ella y viendo que miraba al cielo llamando a alguien.

- ¡Pequeño! ¡Te dije que nada de salir a volar, por favor vuelve! - le pidió mirando al tejado.

- ¿Rangdriz? - la llamó él acercándose - ¿Puedo ayudarte en algo?

Ella dio un pequeño chillido con un sobresalto, yendo hacia él corriendo y empujando su pecho hacia atrás...como si pudiera moverle algo.

- ¡No, no pasa nada! Todo está bien, por favor, vuelve dentro!

Hércules alzó una ceja, viendo detrás de ella que bajaba volando lentamente una cría de Pegaso moviendo sus pequeñas alas rápidamente, siendo muy pequeñitas y tenía que moverlas con insistencia para estar flotando. Tenía las patas recogidas y un relincho gracioso, con el cuerpo blanco y las patas grises claras, al igual que el morro, la crin y la cola, además de un ligero moteado en los cuartos traseros. Ver a ese ser tan precioso hizo que a Hércules le brillarán los ojos.

- ¡Una cría de Pegaso! - exclamó - ¡Que fantástico regalo, afortunado quién lo tenga! ¿Es tuyo?

- Eh... Si, por ahora sí, el caso es que... - ella parecía nerviosa mirando hacia todas partes, cuando el pegaso se acercó volando encima de Hércules y él lo atrapó - Es... Es para ti...

Él la miró sorprendido, luego de ver que en el cuello del animal había un pequeño cordel con la tarjeta, indicando que sí, era para él.

- ¡Es fantástico, Randgriz! - exclamó emocionado, abrazándola con el brazo libre mientras el otro tenía al animal - ¡No sabes cuánto me apetecía tener uno!

De: Randgriz
Para: Hércules
Regalo: Una cría de Pegaso

Después de eso, regresaron al interior de la sala, Hércules mostrando orgulloso al animal en sus brazos y dejando que Brunhilde lo acariciara. Así Geir fue corriendo al lado de su hermana Randgriz, mirándola.

- Hermana Randgriz, él... él no tiene ningún interés en su regalo... - comentó apenada.

- Entonces tendrás que darselo personalmente - ella sonrió poniendo una mano sobre su hombro.

Empujó un poquito a la chica a la mesa, recogiendo su regalo con papel ross con un suspiro, siendo un poquito grande pero nada pesado, mirando de nuevo a su hermana y acercándose esta vez, al general volador. Lu Bu estaba sentado en una silla, aburrido y sin interés, y en ese momento bostezó enseñando sus dientes, haciendo que Geir se detuviese, un poco amedentrada, y sin motivo, la verdad. Cuando Lu Bu la miró, ella tembló un poco, pero tragó saliva y tendió su regalo hacia él.

  - T-Toma...este es tu regalo... - murmuró.

Lu Bu alzó una ceja, (no tiene, pero hace ese gesto igual xD) mirando a la chica. Parecía que entendía por qué le había pedido ayuda a Randgriz y así entre los tres consiguieron sus regalos. Era entendible. Tendió sus manos hacia ella, recogiendo el regazo y observándolo, curioseando ese papel rosa con muñequitos, rompiéndole despacio para no dañar el interior.

Pesaba muy poco para ser un arma, muy poco para un complemento o ropa, así que no sabía que era ese bulto, hasta que metió la mano sacando un bonito caballo zaíno de peluche. Era suave y blando, con las pezuñas de otro material más duro, pero no molestaba si querías dormir con él.

Lu Bu puso una mueca observándolo. Nunca había tenido juguetes, básicamente no le interesaban... ¿Por que tenerlos cuando era un adulto? La verdad, no servían para nada, además si quería un caballo zaíno o castillo ya tenía a Red Hare. Su cara era un libro abierto mientras pensaba esas cosas, lo que hizo a Geir bajar la cabeza con un suspiro.

- Me gusta - dijo con su voz grave.

Ella levantó la cabeza impresionada, mirando al mongol que había puesto el peluche en su regazo.

- Nunca he tenido un juguete, y para ser el primero... Me gusta. Gracias.

Geir no se daba cuenta que Lu Bu estaba mirando detrás de ella, donde Randgriz hacía muecas y gestos exagerados con la boca para vocalizar lo que tenía que decirle. En realidad le gustaba, era un bonito adorno, pero Lu Bu no era expresivo hablando ni diciendo si algo le gustaba.

De: Geir
Para: Lu Bu Housen
Regalo: Un caballo de peluche

Tras eso, parece que en un solo segundo todos guardaron silencio a la vez, girando la cabeza hacia un ruido que venía desde otro pasillo. Parecía que venís alguien acompañado, pero sus pisadas hacían un eco curioso y característico en el suelo. Así, el curioso Hermes no pudo evitar asomarse.

- Oh, tío Poseidón, ya pensábamos que no llegaría - comentó al verle llegar - ¿Ese es su regalo? ¡Que afortunado obsequio!

Poseidón no le contestó, entrando a la sala tirando de las riendas de un bonito caballo bayo pálido, que llevaba un lazo azul al cuello.

Algunos curiosos más se asomaron, entre ellos Buda que se echó en su silla empujándola hacia atrás para poder ver, y no podía dejar pasar la oportunidad de dejar caer cierto comentario.

- La verdad es que nos podría haber avisado, por lo menos a alguno para tener tiempo de haber escondido a Loki, tiene mala fama con los caballos.

En realidad ese comentario hizo reír a más de uno internamente, mientras el dios de las bromas miraba con odio al dios de las gafas, casi enseñándole los dientes. Ahora pedía internamente...que el caballo no fuera un regalo para él, porque entonces no sé contendría.

- Que hermoso caballo traes, Poseidón - felicitó Ares dejando unas palmadas sobre el cuello del animal, tentado a acariciarle.

- En realidad... - Sasaki tampoco había podido resistirse y estaba acuclillado casi debajo del animal - Es una yegua, lo estoy viendo ahora mismo.

- ¡Sasaki, sal de ahí! - Hrist soltó su ramo de flores y corrió a agarrarle de un brazo y sacarlo de ahí.

- Eh, tú, basura - Poseidón se giró hacia él, y en cuanto Sasaki le miró, le arrojó las riendas del animal encima - Ahí la tienes, toda tuya.

Tras eso, se giró colocando sus manos en su espalda, a la altura de sus riñones, y sin mirar a nadie, se encaminó hacia la salida del lugar, sin que nada le interesara. Sasaki se incorporó perplejo aún, mirando las riendas en su mano y luego mirando a Hrist.

- Me ha... Me ha regalado una yegua... Para mí... - le dijo, y el animal giró su cabeza a verle, y Sasaki no pudo evitar acariciar su suave morro - ¡Gracias, Poseidón!

Sasaki estaba muy feliz con su regalo, pues en su época solo tenían un animal así los que iban a la guerra y los altos mandos.

De: Poseidón
Para: Sasaki Kojiro
Regalo: Una yegua


- Si, tiene sentido - Ares le observó irse, con sus pájaros en los hombros imitando a Odín - Si hay algo que le sobra a Poseidón son toros y caballos.

- Pero hermanito, no te vayas - le llamó Zeus antes de que él llegara a la puerta - No has abierto tu regalo...

- No me interesa - contestó sin mirarlo - No lo quiero.

- ¿Me lo puedo quedar entonces? - preguntó el viejo sonriendo.

- ¡Esperen un momento, por favor!

Esas palabras le trajeron a los dioses un curioso recuerdo de quién fue la mujer que detuvo la decisión de exterminar a la humanidad, pues las palabras habían vuelto a repetirse. Así, todos vieron a Brunhilde recoger una caja de la mesa y avanzar hacia el dios Poseidón, que le daba la espalda listo para irse. La valkiria se detuvo a cierta distancia, tendiendo su regalo hacia el dios.

- Poseidón-sama, por favor, acepte este regalo.

- Oh, Brunhilde-chan~ - Zeus sonrió - Que honor recibir un regalo de ella, hermanito...

- Hecho desde el cariño que le infunda su odio - añadió Hermes, queriendo nuevamente molestar, ya que sabía que si, Brunhilde le tenía tirria a Poseidón por su carácter.

Sin embargo, Poseidón tardó en moverse girandose hacia la valkiria, sin importarle nada si le caía bien o no, pero tendió la mano y recogió la caja de su mano. Sin embargo, continuó caminando con ella en su mano, sin abrirla siquiera, marchándose del lugar sin despedirse ni mirar a nadie.

Brunhilde observó sus espaldas con seriedad y serenidad, alcanzando a agarrar los brazos de Hlökk y Reginleif cuando pasaron por su lado bastante molestas.

- Ni os molesteis - dijo ella - Mejor así.

- No, no es mejor así - contestó la de las gafas con seriedad - Te has esforzado mucho pensando en algo para él, no es justo que ni siquiera lo abra.

- ¡Es eso mismo! - la rubia la miró enfadada - ¡Puede tirarlo a la basura o algo!

- No os preocupéis por eso - contestó ella tirando de sus hermanas hacia dentro - Yo ya he dado su collar de regalo, que era mi objetivo, no que le gustara o lo abriese.

De: Brunhilde

Para: PoseidónRegalo: Un collar ajustado al cuello 

 - Oh, bueno, ya que la cosa va de caballos... - Buda se levantó de su sillón tranquilamente - Tal vez deba terminar yo.

Agarró el chupetín con las muelas, estirándose en la mesa para alcanzar un regalo que aún nadie había abierto.

 - ¡Loki! ¡Tu regalo!

Cuando el dios de las bromas se giró hacia él recogió al vuelo el regalo que le lanzaba, pesando y estando mal envuelto. Loki le miró seriamente, sin tener ningún buen presentimiento sobre eso, pues además, el papel de regalo estaba tan mal envuelto que se caía solo, revelando una silla de montar a caballo.

 - ¿Y yo para qué demonios quiero esto? - preguntó mascullando entre dientes, mirándole enojado, porque para la verdad, no le caía nada bien.

 - Muy sencillo - Buda levantó el mentón de manera altanera, sonriente - Para que aprendas que los caballos se montan, no te dejas montar por los caballos.

Loki estrelló la silla contra la mesa, rojo de rabia, flotando en el aire.

 - Te voy a matar... - masculló enfadado.

 - Intentalo~

Así, Buda empezó a correr riéndose hacia la salida, seguido de Loki preparando las armas de sus manos. Realmente el primero era muy rápido, y Loki tenía que acelerar para no perderlo de vista, hasta que se perdieron en los pasillos. Eso fue todo un espectáculo para varios de ellos, mientras Sasaki acariciaba el lomo de la yegua, que se encabritó un poco con el ruido del golpe, y la estaba calmando.

 - Son realmente rápidos... - murmuró Raiden a su lado.

 - Sí... pero el de las gafas es muy rápido, y eso que corre con chanclas.

 - Bueno... ya que parece que no va a querer esto... - Raiden recogió la silla de montar del suelo, tendiéndosela a él - Hoy vas a tener premio doble.

Sasaki sonrió, acercándose a su yegua para ensillarla.

De: Buda
Para: Loki
Regalo: Silla de montar a caballo

 - ¡Craaa! ¡Yo tengo curiosidad! - el cuervo negro se posó en la mesa.

 - ¡Ábralo! ¡Ábralo! - aleteó el blanco.

Odín suspiró ante la insistencia de los dos cuervos, mientras entre ambos le arrastraban el paquete empujando con su cabeza, aunque era algo pesado para ellos. Odín lo tomó entre sus manos mientras ellos volvían a sus hombros, y él notó la consistencia de un libro tras el envoltorio. Al retirarlo, vio que de verdad era un libro, pero notaba que desprendía algún tipo de magia de él. Al abrirlo con cualquier página con los dos cuervos metiches metiendo el pico, descubrió que sus cientos y cientos de páginas estaban recortadas en finas tiras horizontales, y en cada tira, ponía una frase. Depende que tiras usaras y miraras y en qué paginas estuvieras, las tiras podían formar largas y cortas frases, frases a las que Odín se le hacían curiosas... pues había cientas de billones de combinaciones posibles; osea, todas las distintas probabilidades que tenía el futuro.

 - He pasado unos días con mucha presión para poder hacer un regalo a su altura, Odín-sama...

Reginleif había dejado su regalo, acercándose al dios supremo de su propio panteón. Por eso tenía presión y trabajaba duramente.

 - Espero que le sea de su agrado - deseó, bajando un poco la cabeza, sin dejar ver mucho las ojeras que tenía, ocultándolas con sus gafas.

Odín volvió a observar su regalo, intrigado y curioso por empezar a inspeccionarlo. ¿Realmente una valkiria había hecho algo tan maravilloso y útil?

 - Es un regalo magnífico - concluyó mirándola - Ten por seguro que haré buen uso de él. Buen trabajo.

Reginleif suspiró aliviada, sonriendo y asintiendo. Al volver con sus dos hermanas, con las que había estado trabajando, la felicitaron con la mirada.

 - Sabía que necesitabas la aprobación de Odín-sama para poder dormir bien esta noche - sonrió Brundhilde.

 - Sí, por lo menos no ha querido darte un besito como me dijo Zeus-sama - contestó Hlökk con un escalofrío al recordarlo.

De: Reginleif
Para: Odín
Regalo: Un libro con todos los destinos posibles del futuro.

 - Disculpe señorita...

Randgriz se sorprendió y se giró cuando le llamaron, encontrando a Zeus tras ella con su forma de viejito débil, con Hermes a su lado.

 - De hecho, sólo quería decirte que me muero de ganas de que abras mi regalo - comentó con un curioso sonrojo bajo sus ojos, que tapaban sus pobladas cejas.

Sus finas manos tendían una caja y la valkiria la recogió con una sonrisa.

 - Muchas gracias, Zeus-sama - sonrió ella.

Dejó la caja en la mesa, deshaciendo el lazo y sacando la tapa, encontrando un curioso traje negro que no había visto nunca. Sacó el primer adorno que había fuera, siendo una fina diadema negra... adornada con dos orejas de conejo del mismo color, y ella, inocentemente, se lo probó.

 - Oh, es... ¿un disfraz? - preguntó sacando el resto de la roja, siendo el traje un body negro con una cola de conejo blanca detrás, además de medias de rejilla y un collar.

 - Más o menos, más o menos... - confirmó Zeus mirándola, con el sonrojo aumentando - ¿Querrías probártelo?

 - ¡No se va a probar nada!

Brunhilde llegó quitándole las orejas a su hermana y guardando el regalo de nuevo en la caja, enfadada.

 - Oh, venga, Brunhilde-chan... es para cambiarlo por otra talla si esa no es la suya... - se excusó Zeus, aunque en realidad, no, no tenía excusa, lo había hecho a propósito para verla así.

De: Zeus
Para: Randgriz
Regalo: Un disfraz de conejita sexy

Brunhilde estaba bastante molesta y enfadada internamente. Con el rechazo de Poseidón y ahora el viejo queriendo pervertir a su hermana de esa forma... no podía estar tranquila. Randgriz le restó importancia, acompañándola hacia una silla y sentándola.

 - ¿Sabes que hay de bueno con todo esto? ¡Que estás en el momento ideal de recibir tu regalo!

 - ¿Es ese pastel que me gusta? - preguntó mirándola, con un curioso puchero enfadado.

 - No, es mejor aún...

 - No lo quiero... - dijo cruzándose de brazos, ahora actuando como una niña pequeña.

 - No puedes comer esa cosa asquerosa delante de los dioses, hermana... te da muy mala imagen... - comentó ella con todo el cariño del mundo, arrodillándose a su lado - Créeme, esto te gustará y te quitará ese estrés y frustración. ¡Lu Bu! ¡Lu Bu!

Ella llamó al general, que seguía en la silla observando su peluche, y él la miró. Se levantó yendo hacia la mesa de los regalos, agarrando una caja en peso y acercándola hacia ellas, dejándola en el suelo frente a la valkiria pelinegra. Brunhilde le miró, quitando su faceta de niña pequeña, dándole curiosidad. Quitó el lado y levantó un poquito la tapa, y en vez de mirar, se atrevió a meter la mano dentro, pues confiaba en Randgriz. Al sacar la mano, encontró en ella una pequeña pelota de goma, transparente con pequeñas burbujas de colores en su interior.

 - ¿Y esto? - preguntó.

 - ¡Es una pelota antiestrés! - declaró su hermana con una sonrisa - Lu Bu necesitaba ayuda para tu regalo, así que le ayudé un poco. Él se dio cuenta que siempre andas estresada porque hay mucha carga a tus espaldas y le hablé de estas pelotas.

Lu Bu, a su lado acuclillado, le dio algo de vergüenza que Randgriz le dijera eso, pero demostraba que era un hombre observador. Brunhilde probó estrujando la pelota, notando que era efectiva, por lo que quiso saciar en ella toda la rabia y estrés que llevaba acumulado en el día. A causa de esto, la pelota explotó en su mano, llenando el suelo de pequeñas perlas de colores, asustando a la pelinegra.

 - Oh, no, no... - ella les miró con perdón en sus ojos.

 - ¡No te preocupes, hay muchas más! - Randgriz destapó la caja con felicidad, indicando que estaba llena - Sabíamos que algo así pasaría, además están para ello.

Brunhilde observó la cantidad de pequeñas pelotas, terminando por dar una sonrisa tierna hacia ellos, sintiendo calidez en su interior.

De: Lu Bu Housen
Para: Brunhilde
Regalo: Una caja de pelotitas antiestrés

Mientras que Thor tenía los ojos cerrados y meditaba, ahora que todo estaba más calmado, su hija volvió a su lado, habiéndose levantado en busca del regalo de su padre, teniéndole una minúscula cajita. Incluso la etiqueta era más grande que el propio regalo, lo que se le hizo curioso. La tomó de la mano de su hija, haciendo que en las manos de ellos dos, el regalo fuera realmente insignificante.

Así, mientras Thor lo abría con cuidado de no romperlo por si era frágil su interior, su hija se asomaba con curiosidad, descubriendo dentro de la pequeña caja... una bellota.

 - ¿Una bellota? - preguntó Prour - ¡Oh!

Ella exclamó y luego sonrió, recordando para qué era, mirando como su padre tocaba muy despacio el fruto con un dedo. Podía notar la magia a través de algo tan pequeño, y eso le hizo esbozar una pequeña sonrisa. Iba a recuperar... algo que le quitaron.

Levantó la mirada hacia el dios que esperaba con las manos en las mejillas que Thor lo abriese, y sorprendiéndose un poco al ser pillado mirando felizmente. Ares carraspeó la garganta enderezándose.

 - Pensé que querrías recuperar eso que perdiste por culpa de los humanos... - comentó desviando la mirada - Si la plantas... podrás volver a tener tu gran roble en cuestión de pocos días. Plántalo en tu inmenso jardín, ahí los humanos no podrán volver a destrozarlo...

Thor inclinó un poco su cabeza volviendo a observar la bellota, para finalmente cerrar la cajita y guardarla entre su ropa. (para más información, buscar "el roble de Thor" :3)

De: Ares
Para: Thor
Regalo: Una bellota mágica.

Finalmente, cuando ya solo quedaban tres regalos en la mesa y la mayoría estaban distraídos, Heimdal se atrevió a acercarse y tomar el suyo, una bonita caja cuadrada que también tenía el nombre de Frágil. Se sentó de nuevo en su silla con el regalo delante, realmente sintiéndose algo nervioso aunque nadie le estaba mirando en ese momento, abriendo el regalo como si fuera frágil incluso el papel que lo envolvía, encontrando una caja. Al abrirla por completo, descubrió en su interior algo semejante a una bola de nieve, transparente y con un soporte, pero al contrario que las que había visto en el mundo humano, esa no tenía nieve dentro ni ningún adorno para poder sacudirla y ver el efecto.

No tenía ni idea de qué era eso ni para qué servía, hasta que el remitente llegó al rescate, apareciendo flotando sobre su cojín a su lado.

 - Extraño, ¿verdad? - preguntó con una sonrisa - Parece vacío y hueco, pero está lleno de algo simple y curioso. Agítalo lentamente.

Haciendo caso de las palabras del dios, Heimdal movió despacio su regalo frágil, viendo cómo la luz comenzaba a iluminarlo, creando en el interior de la bola numerosos y pequeños arcoíris encerrados ahí dentro, haciendo aparecer cada vez más y más. Heimdal lo miró con la mandíbula abierta, sorprendido de ver tanta belleza. ¡Amaba los arcoíris! ¡No por nada era el guardián del arcoíris!

 - Es... es un mundo... un pequeño mundo... - declaró mirando al dios de color morado, aún muy impresionado - Es un pequeño mundo compuesto únicamente de partículas de agua... que al darle la luz... encierra todos estos arcoíris. ¡Es... es bellísimo! ¡Es el mejor regalo de los que he recibido!

Shiva sonrió complacido como el dios veía todos esos arcoíris encerrados, sin cansarse de admirarlos. Bueno, de alguna bonita forma debía compensar que en su batalla casi le achicharra vivo sin querer.

De: Shiva
Para: Heimdal
Regalo: Un pequeño mundo lleno de arcoíris.

Tras haber terminado con las manzanas ácidas, Adán y Eva estaban sentados con las manos en la boca, cubriendo de salida sus labios heridos por la semejante acidez, sin dejar de lagrimear por la maldita jugarreta de Loki, haciendo que sintieran la irremediable obligación de comerlas todas. Aunque sólo la mordió Adán, no hubo manera de que Eva se negara a ayudar a su marido, aunque él no quería. Lo bueno es que habían terminado rápido, pero esa noche tendrían ardores.

Tras limpiarse las lágrimas que tenían en los ojos, viendo que se habían perdido toda la entrega de regalos, Eva se levantó para tomar el regalo de su marido, tendiéndoselo.

 - Vamos... - le pidió.

Adán asintió incorporándose, tomando el regalo envuelto en enormes hojas de banano dirigiéndose a la valkiria de coletas que estaba sentada, aburrida y de brazos cruzados. Al verlos llegar, alzó una ceja.

 - Oh, ¿sois vosotros? Bueno, creo que será algo relacionado con las manzanas, ¿no, Adán? - preguntó, recuperando esa actitud repelente suya de siempre.

 - De eso nada - contestó seriamente - Más quisieras tú tener mis manzanas.

Ella recogió el curioso regalo, observando que de verdad el envoltorio era una enorme hoja, pero fuerte. Les observó de reojo un momento, sin saber bien como romper esa hoja, empezando a hacerlo despacio y a deshacerla, encontrando, tras un largo minuto intenso de pelea contra la hoja de banano, un par de mitones realizados con hojas perennes y entre cosidos entre sí con un poco de algodón, para que no picase ni molestase al meter las manos. Hlökk lo miró no muy convencida. ¿Mitones de hierba? Pensó eso... No es que le gustaran mucho, además que eso no pegaba con nada que tenía en su armario y no era... no era de su agrado.

Al levantar la mirada hacia ellos, se fijó en un pequeño detalle que no vio cuando tomó el regalo de las manos de Adán: ambos tenían en algunos dedos una fina brizna de hierba atada, haciendo como si fuera una curita en las yemas de sus dedos.

 - ¿Te... gustan? - preguntó Eva un poco nerviosa por ello, tomando el brazo de Adán, escondiendo así un poco sus dedos heridos sin darse cuenta.

 - Yo... - Hlökk volvió a ver los mitones, y terminó por suspirar y sonreír - No tengo nada así... es... es nuevo para mí. Y... no se si me gustan o no pero tendré en cuenta que han requerido mucho trabajo y son muy especiales.

Ella terminó por dar una pequeña sonrisa ladina, haciendo sonreír con felicidad a Eva y suspirar aliviado a Adán.

De: Adán
Para: Hlökk
Regalo: Dos mitones caseros

Parecía que habían terminado todos, y Brunhilde, desde su silla con una de esas pelotas en la mano, los miraba a todos. La gran mayoría parecían encantados con sus regalos, otros se habían ido y otros estaban por hacerlo. Inspiró profundamente, dando una sonrisa. Parece que todo había acabado por fin.

Se giró en su silla hacia Geir, que estaba a su lado con las piernas recogidas y la mirada perdida bajo la mesa.

 - Bueno, otro día superado y esto terminó por fin... ¿Estás contenta? Por cierto, ¿qué te han regalado a ti? - preguntó amasando la pelota en su mano.

 - La verdad es que... - Geir levantó la mirada con una sonrisa triste - Creo que... no tengo regalo para mí...

El sonido de la explosión de la segunda pelota en la mano de Brunhilde asustó a los que estaban cerca, y ella se apresuró a pedir disculpas, tirando la pelota rota y recogiendo una nueva de su caja.

 - ¿Cómo que no tienes regalo? - repitió ella mirándola - No puede ser...

Ella miró hacia la mesa, encontrando que al fondo de esta quedaba un regalo abandonado.

 - ¿Es ese? - preguntó levantándose - ¿Lo has mirado?

 - Sí, pero no tiene mi nombre... - contestó la menor mirando a su hermana mayor.

Brunhilde fue hacia el regalo a paso rápido, maldiciendo en voz baja, agarrando el paquete y leyendo la etiqueta. Rápidamente se le notó la vena de la frente. La etiqueta debía tener De: Santa Secreto - Para: Nombre del destinatario, pero se ve que algún ser inteligente no lo había hecho bien.

 - ¡Sasaki Kojiro! - gritó la mayor de las valkirias acercándose a él a paso rápido - ¡No has sido capaz ni de rellenar correctamente la etiqueta!

El japonés se asomó después de esconderse detrás de Hrist, rascándose la cabeza con una sonrisa nerviosa. Cada vez que oía su nombre siendo gritado por una mujer tenía la impulso de supervivencia de esconderse, y no hacía mal.

 - Ah, ¿no lo hice bien? Lo lamento... ¿Que puse mal?

 - Has puesto De: Sasaki Kojiro Para Santa Secreto - le mostró la mayor.

 - ¿No está bien? De Sasaki Kojiro que soy yo, para la fiesta del Santa Secreto...

Brunhilde se llevó una mano a la cara, y Hrist empezó a reír.

 - ¿Quién te tocó en el papel del sorteo? - preguntó la mayor de nuevo.

 - Pero eso no se dice, señorita Brunhilde, usted dijo que ahí estaba la gracia, ¿no? - Sasaki sonrió inocentemente.

 - Pues sí que lo tienes guardado que la propia Geir no sabía que era para ella - comentó señalando a la menor, que se acercaba al ver a la confusión.

 - ¡Wow! ¿Cómo has adivinado que era ella? - Sasaki retrocedió sorprendido.

 - ¿¡Porque es la única que queda sin regalo?! - Brunhilde necesitaba otra pelota antiestrés urgentemente, estaba a punto de reventar la tercera.

 - No, no está sin regalo, es ese que tienes ahí en las manos - indicó señalando.

 - ¿Y entonces porqué no tiene su nombre escrito para que sepa que es el suyo? - Brunhilde se sentó, derrotada.

Hrist cortó la conversación entre ellos, diciendo que ya se lo explicaría a Sasaki más tarde. Brunhilde entregó a su hermana más pequeña el regalo que tenía en las manos, y ella lo tomó sonriendo finalmente. Al abrirlo con ganas y destrozando el papel, encontró una caja con un plástico transparente que tenía varios clips, cintas, lazos y otros adornos para el pelo de todos los colores.

 - ¡Waaa! ¡Hay mucha variedad! - comentó ella con una sonrisa observándolos todos.

Tras eso, se quitó el clip que tenía en el pelo y se puso uno del mismo color pero con forma de estrella. Luego miró a Brunhilde y ella le dio su aprobación.

 - ¡Muchas gracias, Sasaki-san! - agradeció ella.

 - No hay de que darlas, pequeña... disculpa el malentendido... - pidió con una sonrisa de las suyas juntando las palmas de sus manos - ¿Un paseo a caballo para compensarlo?

 - ¡Claro!

Sasaki la tomó de la cintura impulsándola para subirla sobre la silla de la yegua, tomando él las riendas mientras ella metía los pies en los estribos y se agarraba al cuerno de la silla. Cuando estuvo lista, Sasaki empezó a andar tirando de las riendas, igual que la traía Poseidón, pero esta vez con Geir encima, sonriendo y luciendo un bonito nuevo adorno en el cabello.

De: Sasaki Kojiro
Para: Geir
Regalo: Una caja de adornos para el cabello

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Más de 10000 palabras, ni está mal, casi superó mi récord :3

Y bueno, con esto hemos terminado este especial, espero que disfrutaseis leyendo tanto como yo escribiendo :3

Ahora bien, ¿Cuál fue vuestro regalo favorito? ^^


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