El guardián de tu sueño (Thor x Sif)

Hoy vengo a contaros el mito nórdico de como Thor consiguió su martillo usando a los personajes de Shuumatsu no Valkyrie :3 (y modificando cositas a mi manera, pero sin dejar de ser el mismo mito) Y nos centraremos más en Thor y en su esposa que en Loki y sus travesuras.

Así mismo, diseñé a su esposa Sif y nos encontramos ahora mismo en Bilskirnir, el cuál es el nombre del palacio donde reside Thor con su familia (aquí no hablaremos del Ragnarok, pues fue algo muy posterior)

Aquí, Thor todavía no tiene hijos (como nuestra enorme y amada valkiria Thrud :3) pues no lleva mucho tiempo formalizada la unión con la diosa Sif, y por supuesto, tampoco tiene a su martillo, pues lo conseguirá en la siguiente historia :3

¿Por qué me pongo a hacer estas cosas en vez de hacer one-shots sobre el Ragnarok? Porque pienso que es una manera de acercarse más a la personalidad e historia de los personajes, descubrir como son y fueron realmente. Además, en cada combate, se muestra el pasado de los combatientes para que nos encariñemos y suframos más por si muere...

En fin, vamos a ello :3

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Los largos y rápidos pasos del dios del trueno subían las escaleras de tres en tres hacia su palacio, haciendo volar al aire su cabellera pelirroja. Detrás de él, dos jóvenes hermanos humanos corrían subiendo las escaleras, pues eran sus humildes acompañantes. Iban con el dios a todas partes a menos que él dijera lo contrario, y le servían con todo lo que podían para darle comodidad.

Thor, lejos de leyendas y apariencias, era un dios noble, humilde, sabio y justo. Era un dios incluso más amado y venerado que el propio Odín, y el encargado de controlar el tiempo atmosférico para que los cultivos, agricultura y ganadería fueran propicias para todos los humildes campesinos que trabajaban en las tierras. A cambio, recibía alabanzas, fiestas en su honor y multitud de ofrendas. 

Thor era conocedor de las limitaciones humanas, necesitando comer y dormir como normas básicas para su vida, y a diferencia de otros que eran rencorosos, caprichosos y algo pasivos en su labor, Thor siempre satisfacía a los humanos con abundantes cosechas para que pudiesen alimentar a sus hijos y convertirlos en grandes guerreros.

No era un dios que menospreciase a los humanos, en absoluto, pues estaba conforme en lo que a sus seguidores le ofrendaban y amaban, ya que incluso sus dos "guardaespaldas" eran hijos de un humilde campesino que no tenía para criarlos, y el dios acabó adoptándolos como tal en su trabajo de seguirle y servirle.

La puerta de su gran palacio se abrió a la vez que entraba, mirando los grandes pasillos vacíos de su hogar.

 - Thor-sama - el guardián de la puerta bajó la cabeza al referirse a él - Un guerrero del mundo de los mortales ha llegado hasta aquí superando duras pruebas para que su esposa le reciba en un entrenamiento antes de partir en su búsqueda de nuevas tierras. Ella le ha recibido con los brazos abiertos. El hermano de su esposa también está aquí.

Él asintió, volviendo a caminar y pensando que eso era muy típico de su esposa. Difícilmente un humano llegaba vivo a aquel lugar si no era invitado por los dioses, por lo que su bondadosa esposa nunca negaba cumplir la petición que ellos le llegaran a pedir, pues el camino fue duro y difícil.

Al atravesar por completo la parte baja de su palacio, viendo por las grandes ventanas de su terraza posterior el gran campo de trigo que Sif había pedido a su marido plantar, comenzó a escuchar los golpes del choque de los aceros entre sí.

 - Quedaos aquí - dijo a sus seguidores mientras seguía avanzando hacia el exterior de la terraza.

Al salir, en medio del campo de trigo, descubrió a su mujer casi fusionada con el color de sus ropas con el color dorado del trigo, mientras se movía con gracia entre alrededor de un enorme hombre de espesa barba castaña que portaba una enorme hacha. A un lado del trigal y sin perder detalle, Heimdal arbitraba el combate. 

El humano, sin miedo, daba golpes a diestro y siniestro con su arma, siendo todos fallidos o bloqueados por las dos finas espadas que tenía Sif, su esposa, en cada mano. Cuando ella dio un jadeo dejando caer una de sus rodillas en el suelo y vio venir de reojo el hacha hacia ella, juntó sus dos espadas convirtiéndolas en una mayor bloqueando el golpe, haciendo un ruido más ensordecedor.

Thor observaba desde la entrada la pelea, teniendo ojos solamente para los movimientos de su mujer. Él se enorgullecía mucho de estar casado con una mujer tan fuerte, aunque ella no lo sabía, ni mucho menos sabía que Thor, alguna vez y con el devenir de la conversación al encontrarse junto con más dioses, la alababa y ensalzaba sin parecer presumido.

Alababa sus dotes de pelea, su valor, su bondad, su sabiduría... y también, físicamente, alababa su larga melena dorada, que le llegaba hasta casi rozar el suelo, y que era el orgullo de su esposa. No por nada la llamaban "la guerrera dorada".

Mientras que el enorme vikingo dio un ataque fallido, perdiendo el equilibrio por el peso de su arma, Sif desapareció delante de sus ojos, volviendo a aparecer en un punto muerto a sus ojos donde atizó contra su barbilla un potente gancho, que tumbó al hombre de espaldas sobre el trigal. Luego, ella apuntó hacia su cara su arma con una sonrisa victoriosa.

 - ¡Y la victoria ya estaba predicha! - Heimdal se acercó a la diosa - ¡La diosa Sif es la ganadora indiscutible!

 - No digas que fue injusto utilizar mis poderes de teletransportación, humano - dijo ella, mostrando madurez en la voz - Pues recuerda siempre que las batallas que librarás no te enfrentas a un único enemigo, sino a varios que llegaran por varias lugares y es imposible cubrir siempre los puntos muertos.

El vikingo se levantó del suelo, colocándose de rodillas frente a la diosa.

 - Oh, mi señora... sus enseñanzas están a la altura de su poder - decía bajando la cabeza - Tanto tiempo luchando y ganando batallas... y ahora me doy cuenta que no soy ni la mitad de fuerte de lo que creía.

 - Esa es una de las razones por las que no niego las peticiones de los humanos que consiguen llegar a la puerta de mi palacio - contestó ella enfundando su arma - Me gusta hacer entender a mis guerreros qué necesitan para ser más fuertes.

 - Las leyendas no mentían en absoluto - el hombre se atrevió a levantar un poco la cabeza y mirarla - Es usted la representación de un rayo de sol en todo su esplendor, y su fuerza y bondad no tienen rival en el mundo de los dioses.

Ella dio una tierna sonrisa mirando al humano, y giró la cabeza cuando escuchó a Thor empezar a caminar por el campo de trigo hacia ellos.

 - Me temo que debemos dejar este entrenamiento aquí - dijo - Pero prometo que haré que te traigan algún día más, pero ha llegado mi marido y no podemos continuar.

Cuando a los oídos del vikingo llegó esa frase, sus ojos se abrieron de par en par mirando al suelo, siendo incapaz de articular palabra ni de moverse hacia la figura que veía de reojo llegar. No se atrevía a mirar al dios Thor, y no quería ser castigado por osar a mirar y alabar a su esposa. Sif colocó uno de sus dedos sobre el casco que llevaba el hombre.

 - Vuelve a casa y descansa, junto con tu mujer y tu hijo. No olvides que tienes una familia aunque tu interés sea la batalla, pues cuando no haya guerras en el mundo, el descubrir la vejez de tu esposa y perderte el crecimiento de tu hijo será más doloroso que cualquier batalla que pierdas.

Tras esas palabras, el hombre se desvaneció en el aire dejando tras de si una pequeña niebla que no tardó en disiparse. Sif se apartó el flequillo de la cara hacia un lado con una tímida sonrisa antes de girarse hacia su esposo, que llegaba a su lado.

 - Bienvenido a casa - le recibió ella.

Él únicamente puso una mano sobre su hombro, dando un ligero apretón cariñoso, a la vez que miraba de reojo a Heimdal.

 - Gracias por arbitrar la pelea - agradeció la diosa mirándole.

 - Un placer, querida - él se inclinó suavemente - Es hora que desaparezca, pues. Thor, hermana...

Tras despedirse, Heimdal se envolvió en su capa desapareciendo al momento junto con ella. Quien iba a pensar... que esos dos realmente eran hermanos, y muy diferentes físicamente.

 - Ahora sí estamos solos... - murmuró Sif.

Thor se inclinó esta vez para juntar su frente con la de su esposa, rozando su nariz con la suya con suavidad. Los gestos cariñosos del dios eran algo escuetos, y sólo los realizaba cuando se encontraba a solas con su esposa.

 - Has regresado pronto...

 - Sí - dijo sin más.

Sif alzó una ceja, buscando en el rostro inexpresivo, pero relajado de su marido algo que le indicara su llegada temprana, alguna excusa o razón que se calle, debido a su forma de ser. En vez de eso, Thor levantó una mano acariciando el pelo de su esposa, y ella sonrió. Muy seguramente volvió porque querría verla.

 - Tienes espigas en el pelo - dijo quitándole algunas y tirándolas.

 - Eso es que ya mismo es el momento de la recogida del trigo - comentó orgullosa - Pronto todos los campos se llenarán de las trabajadoras mujeres recogiendo el trigo y el olor a pan recién hecho llegará hasta aquí.

 - Vamos dentro - sugirió Thor - Peinaré tu cabello para limpiarlo.

Ella dio una suave risa, tomando del brazo a su esposo para caminar fuera del trigal. Era curioso, pues la razón de que Odín eligiese a su propio hijo Thor para ser el esposo de Sif fue su cabello dorado. Cuando era soltera, Sif lucía una larguísima melena dorada que arrastraba por el suelo como si de un manto se tratase, y todos los dioses, sirvientes y valkirias se giraban al verla pasar y ver su largo cabello. Thor no era un excepción, y como era tan inusual que se interesase por algo, Odín los prometió. Después de eso, aunque ambos aceptaron, supieron que había sido una decisión muy acertada, pues el cariño de Sif hacia Thor era infinito, y el de Thor hacia Sif fue mucho más allá de su cabello.

Además de eso, fue el mismo Thor el que, después de la boda, cortó el cabello a su esposa a la altura de sus tobillos, pues al convertirse en una guerrera le molestaba al pelear, pero no quería renunciar a su símbolo de identidad.

Ella se sentó en una gran silla de mimbre recubierta de suaves cojines, y Thor dirigió su mirada hacia uno de sus sirvientes, que fue rápidamente en busca del cepillo de Sif.

 - Eso que has dicho al humano sobre su familia... - comentó Thor - ¿Tú ves la vida de esa forma?

 - Claro - respondió - Un guerrero tiene que aprovechar los períodos de paz para estar con su familia, porque si no, cuando se haga viejo y vuelva a casa sin tener que hacer nada más, verá a su familia como desconocidos...

 - Esa no es nuestra función, Sif - Thor la giró un poco para que le diera la espalda - Yo controlo la lluvia, el viento y las tormentas, y ambos compartimos la tarea de ser dioses agrícolas, mientras que tú eres además, la diosa de la luz. Los consejos matrimoniales le corresponden a otros dioses.

 - ¿Y qué más da? - ella se encogió de hombros, notando las manos de su marido recogerle el cabello hacia atrás - Un consejo sobre el matrimonio puede darlo cualquiera que esté casado.

Thor dio un tirón al pelo de su mujer, haciendo que ella girase la cabeza hacia arriba, viendo el rostro de su marido al revés por estar detrás.

 - Pero nuestras guerras nunca terminarán - dijo - No envejeceremos, y podremos ver a nuestros hijos crecer sin problemas.

Ella sonrió complacida mirándole, y puso bien su cabeza en el momento en que el sirviente le ofreció a Thor su cepillo. A Sif le encantaba que su marido le peinase y acariciase el cabello, pues la relajaba mucho, y sabía que a él también le encantaba su pelo, pues era el que hacía, según el mito, que brillase el sol en el cielo.

Tras quitar un par de espigas más del cabello y dejar el peine, Thor dividió la melena de Sif en tres partes iguales, empezándolas a entrelazar entre sí sin apretar. Sif sonrió al sentir que le estaba haciendo una trenza.

 - ¿Te gustaría que nos fuésemos al monte a sentarnos bajo la sombra de un enorme árbol mientras comemos algo y vemos a los humanos recoger la siembra del trigo? - propuso ella mirándole.

 - Suena bien - contestó Thor levantándose - Pero no ahora. Debo volver a irme, no he terminado lo que estaba haciendo.

 - Esa respuesta realza mi teoría de que has venido antes sólo para verme - ella sonrió, cruzando sus piernas.

Thor la miró en silencio, mientras devolvía el peine a un sirviente. Su silencio era su respuesta afirmativa, y aunque él fuera muy reservado y no revelase sus sentimientos salvo en casos excepcionales, Sif había aprendido a identificarlos con el tiempo.

 - Cuando regrese, cumpliré tu petición - asintió Thor.

 - Fantástico - ella se levantó, moviendo su trenza - Prepararé algo y te esperaré allí, ¿de acuerdo?

Él volvió a asentir, y cuando se giró para irse, Sif agarró su antebrazo, acercándose a él y poniéndose de puntillas. Thor miró de reojo a sus sirvientes, que estaban tras la puerta dándoles la espalda.

 - No nos están viendo... - susurró Sif - Por favor...

Él pareció meditarlo unos segundos, pero cuando su esposa le puso unos ojitos tiernos, terminó cediendo y bajando su cabeza, rozando sus labios con los suyos en un delicado y pequeño beso. Ella sonrió con un sonrojo que cubría todas las pecas de sus mejillas.

 - Te quiero... - murmuró - Te estaré esperando.

Y sin esperar respuesta, ella se fue felizmente corriendo al trote al otro lado de su jardín de trigo. Thor la observó irse, con una pequeña sonrisa que sólo aparecía cuando su esposa le parecía increíblemente tierna.

*

Horas después, Sif seguía esperando y esperando a Thor acurrucada entre las raíces de un viejo árbol, mientras que a su lado tenía una cesta preparada y tapada. No sabía cuánto le quedaba a su marido, pero a ella le empezaba a dar sueño.

 - Él seguramente me despertará cuando regrese... acariciándome el cabello... - murmuró con una sonrisa, mientras se colocaba de lado sobre la hierba.

Así, escuchando el sonido de las hojas de los árboles con el viento, Sif se quedó dormida bajo el árbol, esperando a que Thor regresase.

Un rato más tarde, cierto dios aburrido de la monotonía que había últimamente paseaba flotando por el bosque, hablando solo, como de costumbre.

 - Sif, Sif, Sif - decía con tono burlón - Sif es la esposa perfecta, Sif es hermosa, Sif da luz al día, Sif sabe luchar. Todo el maldito mundo habla de Sif.

Loki dio un bufido, haciendo volar un poco su flequillo.

 - Sif no es más que una simple guerrera si no fuera por el poder de su cabello... la niñata abarca el tema principal de todas las reuniones de los dioses por su matrimonio con Thor... ¡y eso que ella ni asiste! Prefiere recibir humanos y ver como plantan semillitas en el suelo... que aburrida...

Al pasar cerca de ella, Loki se dio cuenta de su presencia, y se calló al instante mirándola. Se acercó flotando, y sonrió al ver que estaba profundamente dormida.

 - Sif también es una dormilona que cae en dormida en el bosque, abrazada a una raíz...

Él vio la cesta y metió la mano dentro, sacando un aperitivo que se llevó a la boca.

 - Mejorable - dijo para después escupirlo - Si ni hace bien un maldito aperitivo...

Él hizo una mueca dándole la espalda para marcharse, pero entonces, su travieso instinto floreció, dándole una terrible idea que hizo que su gesto cambiase por completo.

Él volvió a acercarse flotando hacia ella, tumbándose en el aire y acercando su cara a su rostro.

 - Sif está dormidita... - murmuró con una sonrisa - Muy dormidita...

Él metió la mano en la cesta, buscando algo. Cuando sacó un pequeño cuchillo, sonrió, sacando la lengua y relamiéndose.

 - El punto del día de mañana en la reunión de los dioses será... - él acercó el cuchillo a ella - La calva de Sif...

Y tras agarrar la trenza de Sif y levantarla, cortó su cabello muy cerca de la raíz a trasquilones, sin ningún cuidado, sólo el de procurar que no se despertase. Luego soltó el cuchillo, alejándose con su trofeo dorado en las manos, que tomó por ambos extremos y lo usó como una cuerda de saltar en el aire un par de veces.

 - Cómo me gustaría quedarme a ver tu cara al despertar, querida - dijo con una sonrisa dándole la espalda - Pero me tengo que ir. Ahora con razón no irás a las reuniones de dioses. No querrás salir de tu cuarto.

Y con una risa que iba acompañada del movimiento de sus hombros, Loki se marchó del lugar llevándose la cabellera dorada con él.

*

Un rato más tarde, Sif se despertó al sentir algo de frío en su cuerpo, indicando que ya eran las últimas horas de la tarde. Al incorporarse, sintió frío también en su cabeza y cuello, por lo que se llevó la mano instintivamente. Cual fue su sorpresa, acompañada de su cara de horror que puso al sentir que sus dedos tocaban casi directamente con la piel de su cabeza, sin estar su melena.

 - No... - murmuró llevándose las manos manos a ella - No... no, por favor... mi cabello...

Se levantó sobresaltada del sitio, mirando alrededor, y luego, con algo de ansiedad, desenfundó su espada para verse en el reflejo dorado de esta. Al verse los feos cortes de su cabeza, dejándose muy poco pelo mal cortado, su reflejo se vio borroso en la espada debido a las lágrimas que empezaban a salir de ella.

 - No... - ella cayó de rodillas al suelo - Mi cabello no... - sollozó - Porque entonces... el brillo del sol... y Thor...

Sus palabras fueron ahogadas por sollozos e hipos, y sin poder ocultarlo más, rompió a llorar con toda la fuerza que tenía en su garganta y pulmones, dejando caer su espada y tapándose los ojos para no ver más el horror de su pelo.

Sus llantos desconsolados y su dolor transformados en fuertes sollozos y gritos llegaron a oídos de Thor, que caminaba hacia el lugar de reunión habiendo terminado sus quehaceres. Primero se sorprendió al escuchar a alguien llorar con tanta agonía, pero echó a correr en el momento en que reconoció que se trataba de su esposa.

Cuando llegó bajo el gran árbol, vio a su mujer de rodillas en el suelo, con la cabeza baja y cubriéndola con sus brazos, mientras dejaba salir lágrimas como pequeños ríos de sus ojos.

 - ¡Sif! - gritó llegando a su lado.

A ella se le paralizó el corazón al escuchar la voz de su marido, pero antes de que él pudiese tocarla, ella retrocedió bruscamente, alejándose de él.

 - ¡Vete! ¡No me mires, por favor! - le pidió, cubriendo su cabeza todo lo que podía.

Thor la observó con una rodilla en el suelo, notando rápidamente la ausencia de su larga melena. Con la sorpresa de ver así a su esposa, tan angustiada, no pudo evitar poner un rostro levemente impactado por el suceso. Sif le vio, entre las lágrimas de sus ojos, y dio un alarido de dolor llegado de su alma al ver a su marido mirarle de esa manera, como si ella fuera ahora una aberración.

Thor apretó los dientes fuertemente, sabiendo que alguien había humillado de esa manera a su esposa. Miró el lugar, encontrando el cuchillo en el suelo tirado, con un par de hebras doradas en él, y un nombre vino rápidamente a su mente, mientras sus orbes de color oscuro se volvían más y más negros de la rabia, haciendo brillar y destacar sus pupilas doradas.

Sus manos se cargaron de electricidad de la rabia que sentía, y acercándose rápidamente, agarró a su esposa tomándola en brazos, que no dejó de llorar y se escondía más de él y de su mirada, y empezó a correr rápido como un relámpago hacia su palacio, Bilskirnir. Allí empujó la puerta con su cuerpo, como si fuera el sonido de un rayo impactando, y yendo a la habitación que compartían, dejó a su esposa sobre la cama, que seguía hecha un ovillo, y sin decir nada, se marchó tan rápido como había llegado.

Sif se quedó en la cama, sollozando, y se asomó cuando vio que la habitación estaba vacía. Lentamente, tragando saliva, se quitó su armadura y sus botas, además de la funda de su arma vacía y se escondió entre las sábanas y los cojines, queriendo seguir llorando al no haber obtenido ninguna palabra reconfortante de su marido.

Thor, por su parte, dejaba el suelo quemado por los rayos que desprendía su cuerpo por donde pasaba. La gente se apartaba a su paso con miedo y pavor, preguntándose por qué el dios estaba de tan mal humor. Al llegar a lo alto del gran palacio donde vivía Odín, cuyo gran salón principal era punto de reunión de todos los dioses, las puertas se abrieron a la vez que un enorme rayo cayó detrás de él, haciendo un viento que apagó todas las velas del lugar, haciendo que todos miraran hacia Thor, quien más parecía una bestia por el brillo de sus ojos al entrar lentamente en la sala.

 - Thor - Odín se incorporó de su trono - ¿A qué viene este comportamiento tuyo?

Thor no contestó, sólo paseaba su mirada brillante por todos los presentes, oculta tras su su flequillo pelirrojo. Al visualizar a Loki y notar que el choque de sus miradas provocó algo de miedo en el dios de las bromas, Thor se lanzó hacia él con la velocidad del relámpago, agarrando su cuello con una mano y levantándolo, hasta ponerlo a su altura y clavarlo en la pared, haciendo que de su garganta saliese un gemido ahogado de dolor. Algunos dioses se movieron para intervenir, pero Odín movió una mano, ordenando que les dejaran.

 - Joder, padre... - comentó Loki con la voz ahogada ante la fuerza de Thor en su cuello - Si fuese al revés te hubiese dado igual...

 - Thor no es impulsivo ni agresivo sin motivos - comentó Odín, bajando lentamente por las escaleras de su trono - Seguro que tiene motivos para estar enojado contra ti.

Loki miró a su hermano, que le clavaba su intensa mirada que parecía atravesarle con su fireza.

 - Has sido tú... - la voz de Thor era un susurro, pero se oía claramente.

 - ¿Yo? ¿Yo qué? - preguntó esta vez - Siempre que pasa algo es culpa del pobre Loki...

Thor apretó su agarre, haciendo que Loki agarrase su mano con ambas.

 - Tú le has cortado todo el cabello a Sif - declaró Thor.

 - Mentira... - se defendió el dios en un susurro ahogado.

 - Thor - Freyr habló - ¿Realmente es cierto?

 - Loki - le llamó Odín - ¿Has cortado la cabellera de Sif?

 - No, padre... - se defendió él intentando negar.

 - Deja de mentir - Thor le miraba fijamente, mientras su paciencia se empezaba a terminar.

 - No tienes pruebas para incriminarme de esa manera, suéltame... - continuó el dios de las bromas.

Thor le observó detenidamente, sabiendo que de verdad era una suposición de que Loki era el culpable. Al desviar su mirada hacia abajo, vio que en las manos de Loki que sujetaban la suya para que intentase no estrangularle, había pegado contra la ropa una pequeña hebra de color dorado, de no más de 3 centímetros de largo. 

Thor la recogió con cuidado de su ropa, y la levantó poniéndola delante de sus ojos de cáprido, notando cómo se alteraba.

 - Eso es de una espiga de trigo... - se defendió el dios.

 - ¿Crees que no se diferenciar entre los cabellos de mi esposa y las espigas de trigo? - amenazó Thor levantando la voz.

 - ¡Vale, vale! ¡Sí, lo hice! - admitió pataleando - ¡Deja de apretar, me ahogas!

Thor soltó a Loki, que cayó de bruces en el suelo. Mientras el dios se acariciaba la garganta respirando, Thor se acuclilló enfrente suya, sin quitar esa mirada amenazante suya.

 - Escúchame bien - empezó con su grave voz - Ya puedes estar buscando la manera de que mi esposa vuelva a tener su cabellera dorada antes de que pasen tres días, y también la manera de compensar a los dioses a los que te has atrevido a mentir. Si no, seré yo el que te haga de tu vida inmortal una verdadera tortura todos los días.

Y dejando esa amenaza en el aire, Thor se retiró del palacio de su padre, y su marcha pareció ser la calma tras la tormenta, pues todo quedó en absoluto silencio. Tras ello, no se demoró más, y regresó a Bilskirnir. Su llegada fue recibida por sus dos sirvientes, que esperaban donde él les dijo.

 - Thor-sama - dijo el mayor - Sif-sama no ha dejado de llorar desde su marcha. Su llanto es tan doloroso y triste que las espigas de trigo se doblan hacia abajo de pena, pues no quieren demostrar su color dorado a la diosa que ha perdido el suyo.

Thor pasó entre ellos sin decir nada, yendo a su habitación. Se detuvo delante de la puerta, escuchando los sollozos ahogados de su esposa contra la almohada, y movió el picaporte despacio. Entró en la habitación completamente a oscuras, dejando ver sólo el brillo de sus ojos dorados.

Caminando a tientas, se guio con su mano y por los sollozos ahogados hacia el borde contrario de la cama, y se sentó mirando hacia el bulto de las sábanas donde ella se escondía. Levantando un dedo, buscó el candelabro que había en la mesita, encendiendo una vela con una pequeña chispa. Sif sacó un mano de las sábanas con un movimiento rápido, y la vela se apagó.

 - No quiero que me veas... - dijo ella - No quiero que me mires si causo en ti esa expresión de antes...

Thor la miraba, sin poder ver nada de ella salvo el bulto en la cama. Volvió a mirar el candelabro y encendió de nuevo la misma vela con una chispa de su dedo, y cuando Sif sacó su mano para apagarla, él la agarró impidiéndolo.

 - No la apagues - pidió el dios.

Sif tembló un poco bajo las sábanas, y Thor envolvió su mano en la suya, pues la tenía congelada. Debía pensar bien en las palabras que le diría a su esposa desamparada.

 - Lo lamento - dijo - Es cierto que mi expresión no fue la correcta para la situación, pero... me sorprendió. Es la verdad.

Ella volvió a gimotear, queriendo empezar a llorar otra vez.

 - Eso no quita que hayas cambiado para mí. Eres mi esposa.

 - No lo entiendes... no lo entiendes, Thor... - ella quiso esconder su mano, pero él no la soltaba - Es mi cabello, el brillo del sol... mi cabello lo es todo para mí, junto contigo...

Thor la miraba en silencio, sin forzar sus palabras, acomodándose en la cama al lado de su esposa.

 - Mi cabello es que permite que brille el sol... el que hace crecer las cosechas y marca el día y la noche... - ella jadeó - Mi cabello es también... la razón por la que nos prometimos y casamos... y es... lo que más te gusta de mí.

 - Comprendo todo lo que significa su pérdida, tanto para ti, como para los que se ven afectados. Tu cabello es hermoso, sin duda alguna, Sif, pero no es lo que más me gusta de ti - admitió el dios.

Sif dejó de temblar y de sollozar bajo las sábanas, esperando que continuase.

 - Aunque no sea propio de mí... presumo de ti cuando me preguntan por ti y nuestro matrimonio.

Sif se movió despacio bajo la sábana, y Thor pudo ver por el reflejo de la llama en la pupila de su esposa, que se había asomado a verle.

 - Presumo de que eres valiente, honesta, que tu dominio con las armas blancas es cada día mejor - comentó el dios mirándola, sin cambiar su expresión - Eres bondadosa con los más débiles, compartes tu sabiduría sin arrogancia y pienso que nunca habría encontrado una compañera mejor para pasar por el altar y por nuestra eterna vida.

Sif se asomó un poco más, descubriendo su nariz entre la almohada y las sábanas, con curiosidad al escuchar a su marido decir esas bonitas cosas de ella a quien le preguntaba. Cuando ella se imaginaba qué diría su marido de su relación, pensaba que contestaba con un "estamos bien".

 - Sif, he encontrado al culpable - Thor apretó su mano - Tiene tres días para aparecer con la forma de recuperar tu cabellera dorada, y seguro que lo hará. 

El dios se recostó sobre las sábanas, con la cabeza sobre su brazo en la almohada, observándola de cerca, sin soltar su mano.

 - Teme el día en el que pierdas las virtudes de las que te presumo, no de tu cabello. Pues el cabello volverá a crecer con el tiempo, pero las virtudes así, una vez perdidas, no se recuperan.

Sif terminó por salir de su escondite de sábanas y se acercó a su marido, acurrucándose contra su pecho y abrazándose a él. Él la rodeó con su brazo libre, y reprimió su instinto de acariciar su cabello para no ofenderla.

 - A mi me han llegado a preguntar que cómo puedo amar a un dios tan frío e inexpresivo como tú... - dijo con una pequeña sonrisa en su pecho - Ellos no saben nada... no te conocen tan bien como yo... no lo comprenden.

 - Me es indiferente lo que piensen de mí - Thor agarró la sábana con tranquilidad y arropó a Sif con ella - Siempre y cuando no te perjudique a ti. Ahora duerme. El tiempo pasará rápido.

 - Temo dormir... - confesó - Mi cabello fue cortado cuando dormía esperándote... 

 - No te preocupes - él frotó sus hombros - Nadie volverá a atacarte mientras duermes, pues siempre que duermas yo estaré a tu lado, cuidando de ti y siendo el guardián de tu sueño.

Ella sonrió contra su pecho, notando que esta vez quería derramar lágrimas se felicidad. Se abrazó más fuerte a él, sabiendo que ahora podría descansar, e intentar hacer que el tiempo pasara rápidamente.

*

Antes de cumplir los tres días, en el salón del palacio de Odín se habían reunido los dioses afectados: Sif, que llevaba un largo pañuelo en la cabeza sujeto con una pequeña tiara para no revelar su calvicie; Thor, a su lado, mirando a quienes miraban y cuchicheaban de su esposa; Odín y Freyr, dos dioses a los que Loki mintió; y por último y no menos importante, el propio Loki, que para sorpresa de todos, tenía los labios cosidos. Su boca estaba enhebrada de forma en la que no podía hablar, ni separar los labios siquiera, y su mirada delataba su mal humor. A su lado, un enano herrero, tenía un aire orgulloso.

 - Señores dioses... - habló el enano - Permítanme a mí hablar... ya que el dios Loki estará una buena temporada sin hacerlo... soy el artesano encargado de fabricar los regalos y la cabellera de oro que me pidió el dios Loki, pero claro, todo a causa de otro de sus engaños.

Los dioses se fijaron en el artesano, y Loki giró los ojos con un gesto descontento.

 - El dios Loki me engañó, y pensando que los dioses querían juzgar mi habilidad comparándola con la de otros, fabriqué una cabellera dorada, larga y brillante, además de tres regalos para los dioses, que veo que fueron los engañados. Sospechando que fue un engaño, hice un trato con el dios, el cual gané pese a todas las trampas que me impuso. Y mi recompensa fue coserle la boca de forma que no pudiese mentir en un largo tiempo, pues permítanme decir, que este dios miente más que habla.

Loki movió una mano simulando a una boca parlando, gesto de mucha palabrería por parte del enano. Este se acercó hacia la diosa Sif con una larga cabellera dorada entre sus manos, que se la tendió hincando una rodilla en suelo y ofreciéndola con el máximo respeto.

Sif miró a su esposo, que le dedicó una pequeña sonrisa casi invisible, y ella se soltó de su brazo, tendiendo una mano hacia el regalo. En el momento en que la tocó, las hebras comenzaron a brillar, y se movieron mágicamente debajo de su velo, arrebatándolo de su cabeza y uniéndose a los cabellos cortados irregularmente, formando de nuevo una cabellera igual a la perdida, salvo que cada hebra era ahora de oro puro. Ella se puso el pelo sobre sus hombros y lo acaricio con mimo, y solo el brillo de sus ojos y el hermoso gesto de su rostro fue mas que suficiente para que el enano se sintiera satisfecho, pero Sif no le dejaría ir sin agradecerle enormemente por todo.

Tras eso, el enano se acercó al dios Freyr, y ofrendó un enorme jabalí de oro, el cuál le serviría al dios para engancharlo a su carro, pues iría tan rápido como un caballo; y ofrendó también un enorme barco con numerosas velas, que podía ir tanto por mar como por aire, para que así el dios de la lluvia y la fertilidad pudiese cubrir todos los puntos de la tierra en su viaje para la prosperidad de su reino.

El dios Odín fue el siguiente, a quien ofrendó una magnífica lanza llamada Gungnir, que muy pronto se convertiría en el símbolo del dios por lo violenta y poderosa que era esta arma para las batallas.

Y finalmente, el enano se acercó a Thor, el cual no esperaba obtener ningún regalo. Cuál fue su sorpresa al ver que le mostraban un inmenso martillo firme y recio, pero... el agarre era demasiado pequeño.

 - Ruego una disculpa, dios Thor... - suplicó el enano, llamado Brokke - Como el dios Loki no quería perder nuestra apuesta, se convirtió en una mosca nos molestaba durante todo el trabajo. Al distraerme, cometí el error de crear un agarre demasiado pequeño en comparación con el martillo... pero a cambio, he querido solucionarlo con esto también...

El enano volvió a acercarse al dios, ofrendando de la misma manera que hizo con la cabellera de Sif, un par de guantes negros, fabricados de la misma manera que el martillo. Thor los tomó, mirándolos con curiosidad.

 - Esos guantes le permitirán un correcto agarre del martillo, además de que le permitirán controlar su inmenso poder mientras los lleve puestos.

Thor se colocó los guantes lentamente, viendo como estos se ajustaban lentamente a su piel de una forma perfecta, y agarró el martillo levantándolo con una sola mano, demostrando su fuerza. Al levantarlo todo lo elevado que pudo, un gran rayo cayó sobre él, provocando un gran ruido dentro del palacio y rompiendo el techo. Todos se apartaros y cubrieron la cara, salvo Sif, que permaneció impasible al lado de su marido, mientras su cabello nuevo se movía violentamente por el viento generado. Ella disfrutaba de ver la expresión que había puesto su marido al recibir el regalo, pues era, sinceramente, de una gran felicidad y satisfacción, aunque para otros pareciese una expresión de locura.

Los dioses quedaron prendados y muy satisfechos con sus regalos, y comenzaron a marcharse. Loki, sin embargo, se había ido en cuanto se habían despistado todos. Sif miraba a su marido feliz, mientras él observaba el martillo.

 - Seguramente quieras practicar con él - sugirió Sif - Se nota que te ha gustado. Yo me iré al palacio, mi pelo debe brillar para compensar el tiempo de su ausencia.

 - No, iremos los dos a casa - indicó Thor colocando el martillo en su hombro - Quiero cepillar tu cabello.

 - ¿Eh? - Sif lo miró a su lado, mientras caminaban hacia la salida - ¿Por qué? Mi cabello está muy bien.

Thor pasó un mano por él, despacio, observándolo.

 - No está lo suficientemente suave - declaró.

Sif rio con felicidad, mientras rodeaba el brazo de su marido para abrazarle y caminar juntos, finalmente, hacia Bilskirnir.

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