Ayúdame a descansar (Adán x Brunhilde)

Este pedido es de @erkkdd

Antes de comenzar con el fic, me gustaría aclarar que bajo mi punto de vista, y creo que del manga también, las valkirias son híbridas, osea, semidiosas. Así que por esta razón, no creo que las valkirias estuvieran presentes cuando se crearon los humanos, pues ni siquiera su misión era compatible sin la existencia de los humanos. Pero esta vez, haré caso omiso para que por lo menos la valkiria mayor esté presente en la creación del primer humano :3. 

---------------------------------------------------------

Brunhilde tenía la mirada perdida mientras deslizaba el dedo por su contador de humanos en el mundo, teniendo que retroceder mucho, mucho, mucho. Su mente estaba nublada en recuerdos, que le hacían sentir nostalgia acompañados de una pequeña sonrisa cargada de ternura. A su lado, Geir la miraba callada, como algo hipnotizada.

Cuando su dedo no pudo retroceder más en el contador por haber llegado al final, Brunhilde parpadeó enfocando lo que tenía delante, llegándole el recuerdo de unos puros e inocentes ojos azules. Eso le hacía recordar el nº 00000000000001.

 - ¿El nº1? - preguntó Geir - ¿Por qué él?

 - Ya lo sabrás, hermana... ya lo sabrás... pero necesito a este hombre, necesito su rencor contra los dioses y su habilidad ahora mismo.

La valkiria contestó eso, pensando también que necesitaba volver a ver sus inocentes ojos azules y su mirada cargada de amor por todo lo que le rodeaba. Y aunque se arriesgase a verle morir... debía luchar y pensar con que eso no sería así. Necesitaba que él, Adán, le diera la primera victoria de la Humanidad. Necesitaba hacer que él, con su magia y su corazón, transmitiese paz y esperanza al resto de los humanos... a sus hijos, al fin y al cabo.

 - Si él ganase... por un casual... - comentó Geir cuando el chico fue seleccionado - ¿Por qué quieres que lo haga ahora?

 - Los niños tienden a querer imitar a sus padres, Geir... - contestó, quedándose helada un momento al ver la imagen de Adán en su dispositivo, sonriendo con cariño, sin poder evitarlo - Si papá gana... ellos querrán seguir sus pasos...

La selección del luchador fue un leve roce con la yema de los dedos, como una caricia a la imagen de Adán, sin querer tapar mucho su cara con los dedos.

 - Bien... - dijo separándose cuando el programa comenzó a trabajar - Ahora... vamos a por su compañera ideal.

 - ¿A qué hermana has elegido para él? - preguntó la menor siguiéndola.

 - Quería ir yo - confesó, haciendo a Geir dar un respingo de impresión - Pero yo no soy la adecuada para Adán... lastimosamente... por eso mismo, me encargaré de darle a la valkiria adecuada.

Geir la miraba siguiéndola de cerca, impresionada por su hermana mayor. En realidad la admiraba, mucho, pero tenía algo de miedo interno. Nunca sería tan valiente como ella... pero lo anhelaba. Cuanto más la miraba, más tenía la impresión que algo pasaba con Brunhilde y ese chico. Al entrar en una gran biblioteca, la valkiria miró a los lados.

 - ¿Reginleif? - preguntó mirando hacia los lados.

 - Aquí estoy, hermana mayor - la valkiria baja apareció tras una estantería con un libro entre las manos, y una expresión algo seria, pero preparada.

 - Es tu turno - le comentó la mayor, con un gesto serio.

Ella se colocó mejor sus gafas asintiendo, dejando el libro que llevaba en sus manos en una silla cercana, acompañándolas a las dos. Cuando tocó separarse, Geir fue primero, dejando a la de las gafas con la mayor.

 - Reginleif... - le habló ella.

 - Dime, hermana - ella se giró a mirarla, seria como siempre.

 - Cuida de él... - pidió, relajando el gesto - Cuida de su corazón y de su alma... y deja que él te acepte en su interior completamente.

Reginleif la miró un momento, para luego bajar la cabeza con respeto, marchándose. Finalmente, una vez sola, Brunhilde suspiró más tranquila, necesitando concentrarse en la pelea que iba a aparecer ahora.

Volvió a subir a su balcón, con el corazón acelerado y muy nerviosa en realidad, creyendo que la causa sería... volver a verle... después de tantos, tantos años... Se anunciaron los rivales antes de lo pensado, pues la arena ya estaba lista, y Brunhilde volvió a sentir nervios al ver que Adán aparecería antes que el dios.

Se quedó embelesada y embobada con esa entrada que prepararon para él, apoyando sus codos en el balcón acercándose un poco más, sabiendo que por un momento, Adán la miró con una sonrisa, haciéndole recordar.

*

 - Brunhilde, aquí le tienes... este es Adán, el primer humano puro que hemos creado para este mundo...

La diosa Freyja había acompañado a la valkiria hacia el Edén, donde quería presentar a Adán, el primer humano de muchos, aquellos a quienes debían proteger en un futuro. Brunhilde vio a un chico sentado en el suelo, sin siquiera la hoja de parra tapando sus partes íntimas, que les miró con una mueca adormilada cuando escuchó su nombre, sin importarle si trataba con dioses o con iguales a él.

- Encantada de conocerte, Adán - saludó ella con seriedad, bajando la cabeza un poco - Soy Brunhilde, una valkiria. Me encargo de velar por los humanos y hacer que descansen apropiadamente cuando su vida termine.

En ese momento, Brunhilde no tenía nada de experiencia, pues era joven, y ni siquiera sus hermanas habían nacido todavía. Así que, de la mano de Freyja, ella aprendería todo lo necesario para que fuera dejando el legado a sus futuras hermanas.

 - Oh, así que... ¿tú me harás descansar eternamente cuando mi vida termine? - preguntó el chico con inocencia, y con una sonrisa típica de él.

 - Eh, si... así es... es un poco incómodo, lo se... - ella volvió a bajar la cabeza.

No era fácil decirle a alguien que, literalmente acaba de nacer, que ella se encargaría de sus últimos alientos en esta vida para darle paso a otra.

 - No, está bien - contestó él con una sonrisa, haciendo que Brunhilde le mirase impresionada - Entonces te lo encargo, pues. Ayúdame a descansar... cuando acabe mi vida.

Nada más que con esas palabras, la sinceridad de su mirada y la belleza del primer humano... Brunhilde comprendió que los seres humanos son unas criaturas extraordinarias.

*

Suspiró felizmente viendo la arena. Todos lo aclamaban y le miraban con admiración. Él solo tenía amor en los ojos por todos ellos. Esperó a ver si él alcanzaba a mirarla, pero la vista del chico se detuvo entre los espectadores, en primera fila... donde estaba ella. Brunhilde la miró también... Eva, su esposa, rodeada de sus dos hijos. Oh, claro que los miraría a ellos, ¿a quién si no? Ella era su amor, su vida. Brunhilde solo era... la valkiria que vio aquella vez.

Miró al lado opuesto cuando un violín entró en escena, viendo al dios Hermes entrar a la arena. Se sorprendió internamente porque él no estaba en la lista que le adjudicaron, pensando en un cambio, una broma o un engaño, pero Hermes no llevaba una ropa cómoda para el combate, y entrecerró los ojos cuando vio que estaba presentando a alguien...

 - ¡Muy buenas! - Zeus saludó con una sonrisa, apoyado con una juvenil postura en su bastón, saludando a todos.

Los ojos de ambas valkirias se abrieron como platos. ¡¿Zeus?! Venga, no jodas, ¿¡Por qué tan pronto?! Primero Thor y luego Zeus, ¿¿pero de qué van estos?? 

 - ¡Zeus-sama! - gritó Geir - ¡No lo esperaba en el segundo combate!

 - Nadie lo esperaba... de verdad es una sorpresa...

Brunhilde apretó los puños mirando a los dos rivales en el combate.

 - Es... es... - tembló un poco mirándolos.

 - Es horrible... - acabó Geir - Zeus-sama es realmente...

 - ¡Es perfecto! - gritó la mayor emocionada, asustando a la menor - ¡Adán vencerá al dios de los dioses y eso les intimidará! ¡Sabrán que el primer humano podrá vencer a su cabeza principal, y aprenderán a tenernos miedo!

Geir la miró tragando saliva, pero le inspiraban confianza los ojos ardientes de su hermana mayor, mientras veía a los segundos peleadores mirarse cara a cara. Desde las gradas, el entusiasmo de Eva era palpable, y animaba al resto a seguir apoyando a Adán. Brunhilde miró a la chica rubia con una tierna sonrisa. No estaba enfadada, ni tenía celos, se sentía feliz. Eva era perfecta para él, mucho más perfecta que lo sería ella. Así que no se sentía mal por hacer feliz a ese humano tan especial para ella... aunque en realidad, sí le dolió la primera vez que les vio juntos.

*

La valkiria mayor había vuelto a ser invitada cuando le dijeron que habían creado con éxito un segundo humano para hacerle compañía a Adán.  Se alegraba por ello, pues aunque viviese en un sitio precioso y no le faltase de nada, crearon a los humanos como seres sociables y comunales, gustando que formaran grupos e interactuaran entre ellos.

Caminaba tensa y recta, con el ceño algo fruncido y la garganta seca, pues se quedó así cuando Freyja le dijo que era una mujer, una que se convirtió automáticamente en esposa de Adán. Le parecía una conducta de animales, no de personas con derechos a enamorarse y a elegir a su compañero de vida... bueno, ni de animales. Tal vez de una sociedad muy atrasada... y la valkiria tenía la mente muy abierta.

Vio de lejos a la alta mujer rubia, de grandes atributos y postura delicada, tímida e inocente, alegre y cariñosa... y algo dentro de ella le dijo que no debía sentir rencor ni rabia. Esa mujer era perfecta para Adán... y Adán sería perfecto para ella. El varón se giró al ver llegar a la diosa y a la semidiosa, levantándose del suelo.

 - Oh, habéis vuelto... - comentó.

- Buenos días Adán... - comentó Freyja, con solemnidad, pero con cariño a su vez - Brunhilde y yo vinimos a conocer a tu esposa.

- Ella es Eva - indicó señalándola con el pulgar, a lo que ella se asomó detrás de él, siendo más alta pero un poco escondida, saludando con la mano y una tímida sonrisa - Aún está aprendiendo a hablar correctamente, y es algo... asustadiza.

Freyja se giró un momento, escuchando como otro dios solicitaba su presencia, así que puso su mano sobre el hombro de Brunhilde, indicando que se ausentaba un momento, dejándolos a los tres solos. Adán miró a la valkiria con una pequeña sonrisa, pasándose la mano por el cabello. Eva le golpeó suavemente la mejilla con el dedo índice desde detrás, intentando llamarle la atención, y luego miró a la valkiria. Adán la tomó de la mano acercándose a ella.

 - Mira, Eva... ella es Brunhilde, una valkiria, es casi un dios - le indicó él - Ella se encargará de hacerme descansar cuando yo me vaya de este mundo.

Eva puso una expresión triste, negando y abrazándolo, poniendo su cara entre sus pechos con fuerza.

 - Eva... Eva, no te pongas triste, no me voy... a ir hasta dentro de mucho... - dijo como pudo, sacando finalmente la cabeza y volviendo a respirar.

Se dio la vuelta en los brazos de Eva, sin que ella quisiera soltarlo, aún con esa expresión triste.

 - Brunhilde... ¿tú podrías encargarte también del descanso de Eva cuando llegue su momento? 

Esa pregunta le pilló de sorpresa a la valkiria. ¿Qué probabilidades había de eso? Pues todas, claro, no había más valkirias en el mundo, y cuando ellos murieran, habrían tenido hasta nietos... pero no eran muchas personas, era muy poco trabajo para una valkiria.

 - Claro que lo haré, Adán, también me encargaré de tratarla tan bien como a ti...

*

- Hermana... Hermana mayor...

Geir la llamó, pues el combate había empezado y la valkiria se había sumido en sus recuerdos, mirando luego rápidamente a Adán. Estaba intacto, mientras Zeus se masajeaba la mejilla. Por lo visto, había recibido un buen golpe.

 - ¡Adán es asombroso! ¡Puede copiar todo lo que hace Zeus y devolvérselo! - se impresionó la pequeña.

 - Sabía que no me iba a decepcionar... - Brunhilde sonrió con orgullo - Él nunca ha sido un chico agresivo, pero por una buena causa si levanta los puños. Como ahora.

 - Si Adán vivió feliz con Eva en el Edén... ¿por qué le guarda rencor a los dioses? Aparte de claro, quieran exterminar a la humanidad...

La valkiria mayor suspiró, recordando aquel fatídico día en el que tomó odio por los dioses... y su asquerosa justicia.

 - Eva fue culpada injustamente de algo por lo que podrían expulsarla del Edén... y como no tenía pruebas de su inocencia, Adán se unió a ella para marcharse del lugar...

 - Oh, entiendo... pero... claro, es injusto... - ella bajó la mirada apenada - ¿Tú estuviste ahí?

Brunhilde asintió, frunciendo un poco el ceño.

 - En ese momento, los dioses no me hubieran dejado ni abrir la boca para defenderles... además de que era muy joven e inexperta... en ese momento aún era algo... como decirlo... - ella suspiró, con algo de vergüenza por su personalidad anterior - Era más obediente, por así decirlo. Pensaba que los dioses siempre tenían razón... pero ese día descubrí que era mentira. Abrí los ojos. Adán me mostró muchas cosas ese día.

Luego miró a su hermana menor y sonrió.

 - Ese día tuve que callarme... pero me juré que no lo volvería a hacer. Y por esa razón... ahora mismo estamos celebrando el Ragnarok. Por no callarme.

Ella sonrió más guiñándole un ojo, orgullosa de sí misma hasta ese punto. Observaron la batalla continuar, orgullosas de su representante, pues encajaba todos los golpes y los devolvía. Era realmente una maravilla ver a Adán dar esa paliza al dios de los dioses. Apretaron los puños y se tensaron cuando el dios tomó esa nueva forma, más compacta y dura, con los músculos comprimidos y esa mirada aterradora, esperando intimidar al humano... pero no había nada que pudiese mermar el ímpetu y el espíritu que Adán tenía sobre la arena... salvo que ahora la batalla se volvió más justa e igualada.

Brunhilde tenía los nudillos blancos de apretar los puños, sin poder apartar la vista de lo que sucedía delante de ella, olvidándose muchas veces de respirar. Los dos se habían agarrado para seguir encajando golpes, uno detrás de otro, mientras las gotas de sangre caían de la cara de Adán, provenientes de su nariz y sus ojos. No... ella no estaba preparada... no estaba preparada para que esto acabase mal...

En el último puñetazo que dio Adán, Zeus cayó de espaldas al suelo, soltando su cabeza, perdiendo la fuerza y todo lo demás, volviendo a ser el pequeño anciano débil y pervertido de siempre, incapaz de defenderse.

 - Oh... no puedo más... - se lamentó en voz baja - He perdido...

El corazón de Brunhilde vibró en su pecho. Adán seguía de pie, y Zeus estaba en el suelo, incapaz de defenderse. Había ganado... lo había logrado...

La alegría le duró un escaso segundo cuando Heindall se acercó a Adán, al notarlo tan rígido y estático, sin quitar su última postura. Al ver sus ojos blancos y apagados, abrió la puerta sorprendido, pero internamente feliz, apresurándose a comunicar la noticia.

 - ¡Está muerto! ¡El luchador del bando de la Humanidad, Adán, está muerto! ¡La victoria es para Zeus, del bando de los dioses!

Zeus levantó la mirada, para ver que efectivamente, el rostro de Adán no tenía vida, pero estaba colmatado con una sonrisa. Era muy probable que hubiese muerto hace varios segundos... pero su cuerpo se seguía obligándose a moverse... por Reginleif, que se negó a morir hasta darle el golpe final a Zeus, rompiéndose de su mano después de que Heindall diera el veredicto. La valkiria había cumplido... dando todo de sí.

Brunhilde temblaba en el sitio, mientras Geir a su lado se cubría la cara, queriendo volver a llorar. No, no estaba preparada.. aún después de tantos años... no estaba preparada... para verle morir otra vez.

Su corazón se encogió al escuchar gritos desde las gradas, donde los humanos seguían ovacionando y gritando el nombre del luchador caído, mientras este se convertía en cristales de luz ascendiendo al cielo, desapareciendo con un leve brillo, mientras todos los hombres, mujeres y niños, conscientes de lo ocurrido, hincaban las rodillas al suelo, bajaban la cabeza, juntaban las manos... rezaban lo que sabían, en el idioma que conocían, independientemente de su ideología y religión, negando esos rezos a los dioses, solamente pidiendo el descanso de ese hombre.

Brunhilde volvió a temblar, retrocediendo del balcón, como si todo eso le superase y fuera demasiado para ella, llegando a apoyarse en la pared tambaleándose. Bajó la mirada al suelo, mientras su pechó pedía que volviese a respirar, dando una bocanada con un gemido, queriendo dejarse caer al suelo... pero no lo hizo.

Cuando Geir quiso acercarse a ella, la mayor lo impidió con un gesto de su mano sin mirarla, incorporándose y marchándose por el pasillo, en dirección a su sala. Pensaba que nunca más tenía que revivir eso... ese dolor en el pecho y la quemazón en la garganta... la pelea consigo mismo para no llorar.

Llegó a su sala particular, donde se encargaba de seleccionar y meditar sobre el Ragnarok, yendo a una pequeña puerta continua, algo escondida, entrando ahí. Delante de ella, una imagen del General Volador estaba colocada, con la ofrenda de una flor y un vaso con agua limpia y pura. Con seriedad y tristeza, preparó otro sitio con otra ofrenda, llenando de nuevo el vaso y colocando una pequeña rama de olivo con fruto. Dudó un momento en darle con el dedo al pequeño botón, pero tragó saliva, obligándose a hacerlo. Cuando vio aparecer la imagen de Adán descansando junto con varios animales, rompió en llanto, finalmente.

Se dejó caer de rodillas junto al pequeño altar, escondiendo la cara entre sus brazos. No era justo... no estaba bien... no debería haber sido así... 

Jadeaba e hipaba sin poder respirar por su llanto, sin molestarse en limpiarse los ojos, queriendo llorar y desahogarse, sin poder evitar recordar aquella vez...

*

Brunhilde viajaba a gran velocidad con un libro abierto por la segunda página en sus manos, curiosa de lo que ocurriría después, pero nerviosa e incluso asustada. En realidad... no era la primera vez que tenía un encargo de esta magnitud, pues ya lo había hecho una vez, para sorpresa de los pocos humanos que había en el mundo para ese entonces. Brunhilde había tenido que ir con pena y lástima a recoger a Abel, el hijo menor de Adán, que había muerto a manos de su hermano mayor.

Aún no comprendía cómo podía haber pasado eso... eran una familia perfecta, casi podría decir con seguridad... arruinada por la pérdida de un hijo a manos del otro. Egoístamente, Brunhilde quería haberse estrenado con Adán primero, pero el destino no lo quiso así.

Llegando a una cueva apartada en las montañas de un rico valle, Brunhilde miró a su interior, viendo un pequeño fuego casi apagado, lo justo para dar luz. Al fondo de la habitación, un hombre adulto estaba acostado sobre un lecho de hojas frescas arropado con la piel de un oso, mientras a su lado, una mujer de cabellos largos y pajizos, antes luciendo un dorado espectacular, le hacía compañía en sus últimos minutos. Era ya un hombre maduro, con un poco de barba y el pelo más corto, pero eso no quitaba que en su juventud había sido un hombre realmente apuesto.

Brunhilde suspiró, apenada. Él estaba muriendo... y ninguno de todos los hijos que luego acabarían por considerarle su padre le estaba haciendo compañía... sólo Eva. Por eso Brunhilde sabía que hizo bien en no odiar a la primera humana del mundo. Tragó saliva, intentando aceptar que era el momento.

Adán, acostado y sintiendo la mano de Eva sobre la suya, abrió los ojos despacio, estando algo apagados. Su azul no era el de siempre. Miró a Eva a su lado, con algunas arrugas en su rostro, con su sonrisa linda y pura de siempre, con sus cabellos de color apagado cayendo por su pecho como siempre, y sonrió al sentirse acompañado por la presencia de su esposa, la mujer de su vida. Eva le sonrió, llena de tristeza, apretando la mano de su marido entre las suyas, pidiendo en silencio que no dejase de apretarla y la dejara sola.

Adán se sintió agotado y suspiró cerrando los ojos con una pequeña sonrisa, más tranquilo, pero al volverlos a abrir unos segundos más tarde, la persona que ahora estaba tomando su mano no era otra que Brunhilde. Miró alrededor, sin sentirse cansado y con frío, sin estar arropado con la piel del oso. Brunhilde no sabía que decirle... pues llegó a pensar que a lo mejor no se acordaba de ella.

 - Brunhilde... - le llamó él sorprendiéndola, y dio una pequeña sonrisa - No has cambiado nada de nada...

Ella sonrió frunciendo los labios, tragando saliva.

 - Es lo que tiene ser una semidiosa... tú sí has cambiado algo... envejeciste y te convertiste en un gran hombre...

- Temía que no me reconocieras cuando vinieses a buscarme por si había cambiado mucho...

- ¿Qué dices? No es tan fácil engañarme... - ella negó sonriendo, incitándolo a levantarse del suelo sin soltar su mano.

Adán miró a su alrededor, sin reconocer el lugar donde estaba. No había completamente nada, sólo un brillo dorado y blanco... y por haber, no había ni suelo. No sabía donde estaban puestos sus pies descalzos.

 - ¿Eva está bien? - preguntó - La he... dejado sola... - comentó apretando los dientes - Tal y como terminó todo, ella...

 - Eva está bien - respondió rápidamente - Y recuerda que yo no la dejaré morir sola, estaré con ella, al igual que he estado contigo.

 - Bien, eso me consuela... - Adán dio un suspiro, frotando uno de sus ojos, con arrugas bajo ellos - Entonces... ¿me llevarás a descansar con mi hijo? Él también debe sentirse solo si no hay nadie que le haga compañía ahí arriba...

- Por supuesto, Adán... nos vamos, pues...

 - Está bien, lo acepto - Adán dio una última sonrisa, sin soltar su mano - Ayúdame a descansar...

*

 - Oh, por fin le encuentro... si no llego a oírla llorar, no habría encontrado la puerta...

Brunhilde abrió los ojos en mitad de su llanto, obligándose a detener los sollozos. No reconocía esa voz, no la había escuchado nunca. Pensaba que sería Geir, pero no. Era de un hombre, un hombre mayor. Se limpió los ojos rápidamente mirando hacia atrás, aún estando de rodillas en el suelo delante de las ofrendas.

Un par de pasos más atrás, un hombre mayor con largo pelo platino estaba acuclillado mirándola, con los codos sobre las rodillas sonriendo, con ropa japonesa y una katana en su cinturón. No, seguía sin reconocerle. Él levantó la mirada viendo las ofrendas de la mesa, sonriendo con ternura, y luego se incorporó.

 - Siempre es duro perder a alguien... y parece ser que aunque lo pierdas dos veces, no te acostumbras... Hágame un favor, señorita... limpie su cara de lágrimas y tome mi brazo para levantarse. Nunca he visto llorar a una mujer como llora usted, pero no es un sentimiento agradable.

Ni siquiera sabía quien era ese hombre ni qué hacía aquí, pero obedeció intentando mostrar su seriedad de siempre, pero no tomó su brazo al levantarse.

 - ¿Y tú quien eres? - preguntó con algo de rudeza, enfadada de que haya interrumpido un momento íntimo.

 - Sasaki Kojiro para servirla, señorita, fallo mío al no presentarme - se excusó mirando a otro lado y rascando su nuca con despreocupación.

Ah, él... sabía que le sonaba de algo, pero no terminaba de acordarse. Era otro de los peleadores del Ragnarok, solo que no le recordaba tan mayor.

 - ¿¡Y quién te manda a ti entrar aquí e interrumpirme?! - le gritó enfadada.

 - No era mi intención ni mucho menos... - él sonrió tranquilo - Está bien llorar por los muertos, no lo niego, uno mismo debe desahogarse... pero o reacciona y se centra en el lío donde está metida, esta vez sí que tendrá tiempo de llorar cuando la Humanidad se extinga. No llores por los que ya han fallecido, ellos están bien... llore por los que están en peligro y por los condenados que habrá si no consigue mantener la cabeza fría... ese hombre de ahí no querría que su descendencia pasase por ese destino, ¿no cree?

Brunhilde le escuchó callada y seria, aún avergonzada internamente por lo ocurrido, y aunque las palabras de Sasaki eran acertadas y serias, su actitud pasiva y despreocupaba no las acentuaba mucho. Respiró profundamente, intentando calmarse y concentrarse en la próxima batalla, dando unos golpecitos a sus mejillas, centrándose.

 - Bien, concentrémonos en el siguiente combate. Ahora debo pensar e intentar adivinar a quién mandarán los dioses... tal vez después de esto manden a alguien del mismo panteón a vengarse, o tal vez no, puede que después de Zeus-sama, quiera ir Od...

 - Poseidón - habló Sasaki.

 - No, no creo que salga él ahora, no iría a la sombra de su hermano menor... ¿o tal vez...?

 - Poseidón - volvió a decirlo Sasaki.

 - ¡Déjame pensar! - le regañó ella - Además, tú ni quieras conoces a alguno de ellos, no digas nombres al azar.

 - No lo digo al azar, señorita, lo pone aquí.

Sasaki golpeó con el dedo la pantalla sonde había un mensaje, y las letras del nombre del dios aparecían en grande. Brunhilde lo miró acercándose, centrando sus ojos en el mensaje y en el nombre, armándose de valor para ser capaz de llevar eso adelante. ¿Quién podría ser su rival? ¿Qué hijo de Adán podría encargarse de él?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top