31. MARCO

Personaje: Marco
Contexto: Mundo One Piece
Contenido adulto: No
Personalidad lectora: experimentada, sabia, relajada y feroz en el combate.
Pedido por: yurimahp (espero que te guste)

MARCO X LECTORA

El Moby Dick navegaba con calma por los mares del Nuevo Mundo. Su próximo destino, tal y como el capitán había ordenado, era la tierra de Wano.

Todavía tardarían unos cuantos días en llegar, pero no había prisa. De hecho, habían cambiado ligeramente el rumbo tras observar la humareda que provenía de una isla que había a unas cuantas millas de distancia.

—¿Qué ha debido ocurrir aquí? —se preguntó Whitey Bay, en voz alta, mientras ella y el resto observaban fijamente los pocos restos de lo que supuestamente había sido una isla.

Tan solo quedaban escombros, restos de rocas, árboles... Incluso cadáveres. Todo esparcido y flotando sobre el mar, a la deriva. El joven Marco, un adolescente que se había unido hace poco a la tripulación como aprendiz, observaba la escena con algo de horror.

—Está... ¡Está viva! —exclamó el pequeño. Al principio, sentía que la voz no salía de su garganta, pero consiguió alzarla. Alzó una de sus manos para señalar con el dedo y añadió—: Esa chica.

Los piratas que estaban en cubierta, incluido Barbablanca, dirigieron las miradas hacia la zona que el chico señalaba. Había una pequeña niña de cabellos (t/c). Tenía medio cuero apoyado en un tablón de madera. Su piel estaba magullada y se podía observar que había recibido una fuerte contusión en la cabeza. No parecía que quedara rastro de vida en ella.

—Hijo, creo que... —El capitán se quedó en silencio antes de continuar la oración. Pudo observar como una de las manos de la pequeña se movió para agarrarse mejor a la tabla—. ¡Subid a esa niña! Y comprobad si hay alguien más con vida.

Rápidamente, los piratas siguieron las órdenes. Bajaron un par de botes para revisar la zona con más exactitud mientras la niña era llevada al barco para ser atendida apropiadamente.

Barbablanca se apoyó en una de las barandillas del barco y observó el horizonte, pensativo. Tal vez si encontraban a alguien con vida podría explicarle lo que había pasado en aquella isla.

[•••]

Cuando Edward Newgate se enteró de que aquella pequeña criatura estaba sola e iba a quedarse sin visión, no pudo evitar sentir lástima por ella. No habían encontrado ningún otro superviviente.

—¡Ha despertado! —exclamó una de las enfermeras, asomándose al pasillo.

El hombre de melena rubia, que estaba dando un paseo por el pasillo, se acercó rápidamente a la enfermería. Nada más entrar, vio a la pequeña sentada sobre el colchón. Una venda cubría parte de su cabeza, pero no le ocultaba el rostro completo, tan solo algo de su frente. Barbablanca caminó hacia ella y se fijó en el color blanco de sus ojos.

—No ha dicho nada —informó otra de las enfermeras.

—Yo me encargo. Dejadnos a solas —ordenó el capitán. Las jóvenes asintieron y se marcharon de la habitación. Este se sentó en uno de los bordes del colchón—. Pequeña, siento decir que no hemos encontrado a nadie con vida cerca de tu isla. Nos encargaremos de encontrar una isla en la que alguien pueda hacerse cargo de ti.

—Podéis dejarme en la próxima isla que encontréis. Debo seguir cuanto antes con mi entrenamiento —dijo la niña, con decisión.

—¿Entrenamiento? —preguntó el hombre, ligeramente extrañado—. No sé de qué entrenamiento hablas, pero... ¿Sabes que has perdido la vista, verdad?

—Eso no me importa —respondió ella, ladeando la cabeza hacia donde escuchaba aquella masculina y profunda voz—. Utilizaré mis otros sentidos y continuaré entrenando para ser una experta en Rokushiki. Conseguiré dominar los seis estilos y honraré la memoria de mi maestro.

Barbablanca se quedó observando a la niña, anonadado. ¿Cómo una cría poseía tal fuerza de voluntad? ¿Acaso no había derramado ni una lágrima al conocer que había perdido la vista para siempre? Finalmente, el pirata acabó riéndose a carcajadas.

La pequeña frunció el ceño ligeramente. ¿Ese tipo no estaba tomando en serio sus palabras? Había sido una muy buena alumna. Recordaba perfectamente todas las técnicas que su maestro le había estado enseñando de todos y cada uno de los estilos. Solo necesitaba tiempo y práctica.

—Continuarás entrenando en este barco. ¿Qué te parece formar parte de mi familia? Desde luego, tu actitud es la que busco en una de mis hijas —acabó proponiendo él. Ella se quedó procesando la información durante unos segundos—. ¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo (TN). ¿Quién eres tú?

—Soy Edward Newgate, también conocido como Barbablanca —respondió. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la peli(t/c). Entrenar junto a una tripulación tan fuerte sería bueno para su entrenamiento.

—Bien. Trato hecho entonces —sentenció ella.

—¿Te sientes con fuerzas para un paseo por el barco? —preguntó el mayor. Ella asintió—. Espera un momento. Voy a buscarte un acompañante.

La pequeña no dijo nada. Escuchó y notó como aquel hombre se levantaba de la cama. Puso atención en el sonido de sus pisadas y como esté se iba a haciendo cada vez menos audible, indicando que se alejaba.

Respiró hondo. A partir de aquel momento tendría que entrenar sus otros cuatro sentidos. No dejaría que ese accidente frenara su deseo de convertirse en una gran luchadora y de servir con su poder a Barbablanca. Lograría que su maestro estuviera orgulloso de ella —allí donde estuviera— y que aquel hombre no se arrepintiera de haberle invitado a su tripulación.

—Ya estoy de vuelta —le escuchó anunciar desde la puerta—. Estoy con Marco, uno de mis aprendices. Es más o menos de tu edad, él se encargara de darte una vuelta por el barco y llevarte a tu habitación.

—Bien —. Trató de levantarse de la cama, al mismo tiempo que aquel joven aprendiz se acercaba rápidamente para ayudarla. Ella colocó su mano en el antebrazo del chico, para apoyarse—. Me gustaría tratar de caminar sola, aunque creo que va a llevarme algo de tiempo. No sé si será muy pesado para ti.

—No te preocupes, tengo tiempo de sobra-yoi —le tranquilizó el muchacho.

Pasaron un buen rato recorriendo cada rincón del barco. A través del tacto, (TN) intentaba memorizar algún objeto o algo sobresaliente en la madera para recordar cerca de que parte del barco estaba: cocina, sala de entrenamientos, habitaciones... Tardaría unos días en ubicarse, pero lo lograría.

—Esta será tu habitación. Es compartida-yoi —indicó el chico, una vez finalizaron el paseo por el barco.

—¿Hay alguien ahora? —preguntó ella, mientras caminaba hacia el interior. Marco la siguió de cerca.

—No.

La peli(t/c) respiró hondo mientras notaba las lágrimas acumularse en sus ojos. No tardó en sentir como comenzaban a recorrer sus mejillas. Había intentado tomárselo con calma. Siempre había sido una niña muy relajada y no solía perder los nervios frente a las adversidades; pero al darse cuenta de las verdaderas limitaciones que tendría a partir de aquel momento, no había podido evitar sentirse abatida.

—(TN)... —susurró el chico, posando una mano sobre su hombro en señal de apoyo.

—Siento que tengas que verme así... No soy ninguna llorona —explicó ella, intentando que su voz no sonara quebradiza—, y sé que voy a poder con todo.

—No pienso que seas ninguna llorona, creo que eres muy valiente-yoi —añadió él—. Lo raro era que no soltaras ni una lágrima. ¡Y claro que lo conseguirás! Nos convertiremos juntos en grandes piratas.

[•••]

Aquella fue la primera y última vez que Marco vio llorar a aquella chica.

Desde el primer día comenzó a entrenar con ímpetu y, después de unos años, llego a controlar adecuadamente sus cuatro sentidos restantes y a convertirse en una experta en el arte marcial que su maestro le enseñó con tanto cariño.

Tal y como había sido desde pequeña, se había convertido en una mujercita relajada y que no dejaba que los nervios le dominaran, por más peliaguda que fuera la situación a la que se enfrentaran. Ya era una chica inteligente desde que llegó al barco, pero con los años su experiencia y sabiduría habían aumentado. Si sumabas todo eso a la ferocidad con la que batallaba, no era de extrañar que Barbablanca hubiera decidido que se convirtiera en comandante de uno de sus divisiones.

Además, Marco y (TN) lograron entablar una muy buena relación. Al fin y al cabo, él fue quien estuvo más pendiente de ella y le ayudó en todo lo que necesito, sin mostrar lástima por ella. Esto último fue algo que la peli(t/c) agradecería eternamente. Además, sus personalidades eran algo similares, en especial la tranquilidad y seguridad que ambos transmitían.

Si bien es cierto que pasaban largas temporadas separados, cada vez que alguno tenía que realizar alguna misión, su relación no se vio afectada. Cuando pasaban tiempo juntos, disfrutaban de agradables charlas en cubierta. Charlas que, a veces, podían durar hasta altas horas de la madrugada. El tiempo se les pasaba volando estando el uno con el otro.

Todos en aquel barco eran una gran familia. Y fue todavía más interesante cuando aquel joven pecoso se unió a la tripulación. Bueno, tardó en unirse. Fue gracioso observar sus múltiples intentos por tomar la cabeza de Barbablanca. Marco y (TN) incluso llegaron a hacer apuestas entre ellos, a las que más adelante se unió el resto de la tripulación.

¿Quién iba a decir que acabarían cogiendo tanto cariño a ese pelinegro? Fue por ello que no dudaron ni un segundo en movilizarse al enterarse de su ejecución, a pesar de que había sido un maldito testarudo y había desobedecido las órdenes del capitán.

La batalla en Marineford fue un día fatídico para toda la tripulación de Barbablanca. Significó la muerte de su querido capitán y, a pesar de todo, ni si quiera lograron rescatar a Ace. Todo se torció en el último momento.

Tras la guerra, Marco se encargó de liderar la tripulación. Estuvieron entrenando duro para su próxima batalla. La batalla contra los piratas de Barbanegra en la que buscaban cumplir con su venganza. Para la peli(t/c), fue una experiencia muy interesante trabajar bajo las órdenes de Marco. Era un hombre al que realmente admiraba, y no solo porque fueran buenos amigos. Había algo en él que hacía que fuera un hombre especial, diferente al resto.

A pesar de sus esfuerzos, fueron derrotados. Esa derrota significó la disolución definitiva de la banda. Cada uno tomó diversos caminos. Marco le ofreció a (TN) irse con él. Su objetivo era proteger la aldea natal de Barbablanca, ya que corría el riesgo de ser atacada. Se instalaría allí y trabajaría como médico. En un principio, a ella no le pareció una mala idea. Tal vez allí podría encontrar un buen aprendiz al que formar y, no lo iba a negar, no deseaba separarse de aquel hombre. Sin embargo, todavía tenía un asunto pendiente. Pendiente desde hacía bastantes años.

—Está bien. Acepto la oferta —contestó, finalmente—. Sin embargo, hay unos asuntos que debo resolver antes. Nos reuniremos en un tiempo. ¿Te parece?

—Bien, allí estaré-yoi. Volveremos a vernos —se despidió el rubio, antes de emprender su camino.

La peli(t/c) necesitaba respuestas. Necesitaba saber por qué la isla donde vivía fue destruida. Tenía bastante claro quiénes eran los responsables y cuál había sido el método utilizado. ¿Por qué su maestro sabía que la isla iba a ser atacada? Aunque sus recuerdos eran algo borrosos, todavía venía a su mente aquella imagen de ella y sus compañeros de entrenamiento subiendo a aquellos pequeños botes. Se alejaron a escondidas de la isla. Por desgracia, la huida comenzó demasiado tarde. Parte de la explosión logró alcanzarles. (TN) ya no recordaba más a partir de ahí, los siguientes recuerdos ya eran a bordo del Moby Dick.

Lo que pensaba que sería una búsqueda de un par de meses acabó alargándose casi durante un año. Acabó descubriendo que la marina descubrió que su maestro, un antiguo pirata que les había causado numerosos problemas, estaba entrenando a jóvenes en una isla del Nuevo Mundo. No sabían sus intenciones, ni a cuánta gente estaba entrenando. O incluso si estaba preparando algún ataque acompañado de nuevos expertos en Rokushiki. No podían arriesgarse, y eliminar una isla no era nada complicado para ellos. En especial si era una isla de poca importancia como aquella.

Sintió rabia al enterarse. Rabia y frustración. Sin embargo estaba harta. Harta de venganzas. Estaba cansada. Después de tantos años de batallas tan solo necesitaba algo de tranquilidad. ¿Marco se habría cansado de esperarla? Tal vez pensaría que había cambiado de parecer. ¿Cómo iba a cambiar de idea? Solo que pensar que volverían a verse su corazón latía con más fuerza de lo normal, y sabía perfectamente lo que eso significaba. Había llegado el momento de poner rumbo a la isla Sphinx.

[•••]

Marco ya se había convertido en uno más en aquella isla. Después de varios meses conviviendo con los ciudadanos y tratando a todo aquel que llegaba a su consulta, había logrado ganarse su cariño y confianza. Por no hablar de la seguridad que sentían los habitantes al saber que contaban con la protección de aquel increíble pirata. Marco el Fénix.

Era una tarde cualquiera y el rubio estaba paseando por el pueblo en busca de alimentos para llevar a la pequeña casa que tenía a las afueras. Fue entonces cuando comenzó a escuchar los comentarios que se iban esparciendo entre los ciudadanos.

—¿Una mujer rara? —escuchó preguntar a una señora.

—Ha bajado de un pequeño barco. Parecía una pirata. ¿Tal vez venga a atacarnos? —comentó otra de ellas.

—¿No te fijaste en sus ojos? Cree que no puede ver. Puede que no nos encuentre, no podrá atravesar la cascada—añadió una tercera. Marco sintió que su corazón daba un vuelvo al escuchar aquello último. ¿Sería ella?

—Tenga, quédese con el cambio-yoi —dijo él, mientras sonreía con amabilidad al vendedor.

El rubio caminó por el camino que atravesaba el valle. Al salir de la zona, continuó caminando por el otro lado de la montaña, en el que había ruinas de un antiguo pueblo. No tardó en verla a lo lejos, cerca de la pequeña casa de madera donde él vivía actualmente. Una vez en la puerta, dejó caer las bolsas sobre la hierba y continuó caminando hasta acercarse del todo hasta la mujer.

—Marco —murmuró ella, en cuanto notó que lo tenía justo en frente. Ni si quiera necesitaba tocarle o escucharle para saber que era él.

—Empezaba a dudar si vendrías o no-yoi —dijo él, mientras estiraba unos de sus brazos y atrapaba entre sus dedos un mechón de pelo de la chica.

Por primera vez en muchísimo tiempo, estaba nervioso. Sus dedos temblaban ligeramente y una inmensa sensación de alegría invadía su interior. Sentía la necesidad de abrazarla, de estrecharla entre sus brazos. Ya lo sospechaba desde hacía tiempo, pero tras la despedida fue cuando se dio cuenta que lo que sentía por ella era algo más fuerte de lo que se imaginaba.

—He tardado más de lo esperado —comentó (TN).

—¿Has encontrado lo que buscabas?

Ella no dijo nada, tan solo acercó sus manos al rostro del fénix. Paseó las yemas de los dedos por cada milímetro de su piel, hasta detenerse en sus labios. Se tomó unos segundos extra en esa zona, hasta que se colocó de puntillas y se acercó, uniendo sus labios en un cálido y suave beso.

Sí. Había encontrado lo que buscaba, y no pensaba perderlo.

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