25. ROB LUCCI

Personaje: Rob Lucci
Contexto: Mundo One Piece
Contenido adulto: No
Personalidad lectora: tranquila y tímida
Pedido por: MelySigala  (espero que te guste )

ROB LUCCI X LECTORA

Era casi la hora del almuerzo. La joven (TN) acaba de salir de la panadería. No solía trabajar por las mañanas, así que aprovechaba ese tiempo para ir a la Galley-La Company a visitar a su tío, Iceburg.

Era el líder de la compañía, el alcalde de la isla de Water 7. La joven ni si quiera tendría por qué trabajar, ya que él tenía el dinero suficiente para pagarle una casa. Sin embargo, quería valerse por sí misma. No es que ganara mucho dinero en la tienda de alquiler de Bulls, pero estaba segura de que pronto conseguiría pagarse una casa propia —aunque fuera pequeña— y dejar de vivir en la oficina de su tío. Sí, era una oficina bastante grande, dentro de la misma compañía.

La peli(t/c) era una joven tranquila. Nunca causaba problemas ni a Iceburg ni a ninguno de los trabajadores. Y, a pesar de ser bastante tímida, no dudaba en ofrecer su ayuda si era necesaria.

—Buenos días —saludó, mientras abría la puerta de la oficina de su tío. Se quedó algo parada al ver que no estaba solo. Estaba con su secretaría y otros trabajadores—. Lo siento si interrumpo.

—Tranquila, solo estábamos charlando —le tranquilizó Iceburg. Este se fijó en la bolsa de la panadería—. Además, no nos vendrá mal algo de dulce.

(TN) se acercó hacia la mesa, sin mirar a ninguno de los presentes. Dejó la bolsa de papel color beige en frente de su tío e hizo una pequeña reverencia antes de retirarse. Su mirada se cruzó de manera involuntaria con los ojos oscuros y penetrantes de Rob Lucci. Intentó mantener la calma y aceleró ligeramente el paso para salir de allí cuanto antes.

Al salir, soltó un suspiro de alivio. Ese tipo, Lucci, se unió a la compañía hacía más o menos cuatro años, junto con otros trabajadores. Era un tipo extraño. Distante y misterioso. Es más, nunca le había oído hablar desde que llegó. Sin embargo, la paloma que iba casi siempre estaba posada en su hombro era muy divertida. La cuestión era que, a veces, se sentía intimidada estando cerca de él. Era una relación algo extraña la que había entablado con ese tipo. Ella hablaba con Hattori, y alguna vez que se había atrevido a preguntarle algo directamente a Lucci no había obtenido respuesta alguna por su parte. Solo miradas. Sí, era un tipo extraño.

[•••]

—(TN), ¿podrías darle estos planos a Paulie? —preguntó Iceburg, una mañana cualquiera que se cruzó a su sobrina por el pasillo.

—Sí, claro —contestó, mientras cogía aquel papel doblado por la mitad.

Estaba a punto de dirigirse a su habitación para leer un rato, en tranquilizad y en silencio. Bueno, se escuchaba el ruido de los trabajadores desde su habitación, pero eso no le desconcentraba de su lectura. En fin, su libro podía esperar unos minutos más.

Bajó las escaleras y caminó con calma hasta llegar al Dique 1, donde se suponía que debía estar Paulie. Le buscaba con la mirada, intentando ignorar la presencia del resto de los trabajadores. Le ponía nerviosa caminar entre tanta gente. Además, llevaba una falda nueva que se había comprado. Algo más corta de lo normal y no había pensado que podría llegar a sentirse algo incómoda hasta ese momento.

Por fin vio al rubio, a lo lejos. Sin embargo, no pudo evitar quedarse parada justo antes de llegar hasta él. Cerca, estaba Lucci serrando unos grandes bloques de madera. Llevaba una camiseta de tirantes blanca, que dejaba a la vista aquellos musculosos brazos. Su pelo ondulado le caía sobre los hombros y su frente estaba empapada en sudor. Ese hombre era de otro mundo.

—Hattori —saludó la peli(t/c), sonriendo, cuando la paloma comenzó a revolotear a su alrededor.

—(TN), ¿pasa algo? —preguntó Paulie, mientras se giraba. Sus ojos se abrieron como platos al verla—. ¡¿Se puede saber qué haces paseándote por aquí con esa falda tan corta?!

—Mi tío me ha pedido que te diera este plano —contestó ella, ignorando su comentario. Ya estaba lo suficientemente nerviosa como para que le dijera eso.

—Gracias por traerlo —dijo, mientras los cogía—. Ahora, haz el favor de volver a tu habitación y ponerte algo más decente.

—Calla ya, Paulie, deja que se vista como quiera —se escuchó decir a la paloma. El rubio se alejó murmurando algo entre dientes. (TN) se acercó hasta Lucci y estiró la mano para acariciar la pequeña cabeza de la paloma.

—Gracias por defenderme —agradeció, sonriendo con dulzura. Se sobresaltó cuando, de repente, Lucci, agarró su muñeca y se aproximó todavía más a ella.

—Esa falda te queda espectacular. Póntela todas las veces que quieras —susurró el pelinegro, contra su oído.

Acto seguido, volvió al trabajo, dejando a la joven petrificada durante unos segundos. Se dio la vuelta rápidamente y comenzó a caminar hacia su habitación. Su corazón estaba latiendo más rápido que de lo normal. Jamás había escuchado su voz, tan profunda y varonil. Se había acercado tanto... Había sentido una especie de cosquilleo dentro de ella.

Por su parte, el carpintero observó de reojo como la chica se alejaba. Joder. Estaba claro que dirigirle la palabra había sido un fallo. Algo impropio de él, pero no importaba. El hecho de que pudiera pasarlo bien con aquella joven no significaba que no fuera a cumplir su misión sin ningún tipo de problemas. Era el tipo de chica que le gustaba: tímida, tranquila y sin ganas de llamar la atención. Y, joder, le encantaba su expresión cuando se le quedaba mirando mientras trabajaba. No tenía problemas en darle lo que quería, si lo que quería era a él.

Unas horas después, (TN) todavía continuaba en la habitación. Un pequeño revuelo que se estaba armando en uno de los pasillos cercanos logró desconcentrarla. Bueno, realmente no había llegado concentrarse del todo, ya que había una pregunta que no dejaba de rondar por su cabeza. Dejó el libro sobre el colchón y se levantó de un salto. Se acercó para cerrar la puerta cuando la paloma de Lucci apareció volando y se posó en su hombro.

—Hattori... —murmuró, mientras se aseguraba de que no había nadie en el pasillo. Entrecerró la puerta, quedándose dentro de la habitación con la paloma—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

El animal movió una de sus alas hasta la cabeza, haciendo un gesto que parecía afirmativo.

—Pero no puedes contar nada —advirtió la peli(t/c). Hattori negó con la cabeza—. ¿Crees que podría llegar a gustarle a Lucci?

Obviamente, jamás se atrevería a comentar este tema con alguien. Le hubiera dado demasiada vergüenza comentarlo, pero aquella paloma le despertaba confianza. Hattori puso cara de circunstancias. Obviamente, no quería decir nada sobre el tema.

—¿Por qué nunca hablas cuando está solo? —preguntó, extrañada. Suspiró, algo desanimada—. Creo que Lucci me gusta...Solo me gustaría saber si podría llegar a fijarse en una chica como yo. Aunque tampoco sé que haría si llegara a pasar. Me cuesta hablar con la gente. A veces hasta hablo más contigo que con mi tío. Bueno, pero eso, no digas nada. Prefiero quedarme con la duda.

—Sí, me gustas. —(TN) se sobresaltó al escuchar la voz del pelinegro a su espalda. Se giró, rápidamente hacia la puerta, nerviosa. Abrió la puerta de par en par y entró—. Hattori, ve a dar una vuelta.

La paloma comenzó a batir las alas y desapareció rápidamente de la habitación. La joven sentía como si su corazón fuera a salir del pecho en cualquier momento. Lucci había escuchado todo.

Este cerró la puerta tras de sí y se acercó decidido hacia la chica. Ella no se apartó. Por dos simples razones, estaba demasiado nerviosa para hacerlo y, ¿por qué mentir? No quería alejarse.

El hombre enredó sus dedos entre los cabellos de la chica y tiró de ellos, haciéndole inclinar ligeramente la cabeza para poder acceder a su boca con más facilidad.

Fue un beso intenso. Desde luego, ser delicado no era una de las cualidades de Rob Lucci. Introdujo su lengua con descaro en la cavidad bucal de la chica, haciendo que esta soltara un pequeño gemido ante tal invasión.

(TN) simplemente se dejó llevar. Los nervios del principio comenzaron a disiparse a medida que aquel roce de lenguas se volvía más acelerado. Sentía pequeñas descargas eléctricas bajo la piel mientras él paseaba las yemas de sus dedos por la parte baja de su espalda.

Acabaron separándose por falta de aire. Ella agachó la mirada, mientras trataba de recuperar la respiración. Era incapaz de mirarle en aquellos momentos, hasta que él puso los dedos en su barbilla, indicándole que le mirara.

—Esto debe ser un secreto. Entre tú y yo —comentó Lucci. La peli(t/c) todavía no se acostumbraba a escuchar su voz—. Dudo que tu tío apruebe esto y me gustaría repetirlo. ¿Crees que es buena idea?

—Sí —contestó. Si alguien se enteraba sobre ello acabarían convirtiéndose en el centro de atención y numerosos cotilleos. Era lo que menos quería en el mundo.

—Buena chica.

—Lucci, una cosa... —murmuró la joven. Este tan solo la miró, esperando a que continuara—. ¿Por qué Hattori no habla si no estás tú?

—No puede hablar, solo mueve el pico mientras yo lo hago.

(TN) notó como sus mejillas comenzaban a arder. No solo porque acababa de quedar como una idiota, sino al descubrir que todo este tiempo había estado hablando con él y no con la paloma. Lucci no pudo evitar pensar que la reacción de la joven había sido graciosa, a la par que tierna.

—Es normal que te hayas confundido, se me da muy bien —explicó—. Espero poder enseñarte otras cosas que se me dan bien.

Se quedó callada, asimilando aquella insinuación. Creía saber perfectamente a lo que se refería. El pelinegro se marchó de la habitación, dejándola a solas de nuevo.

[•••]

Los días, las semanas y los meses fueron pasando. Hubo numerosos encuentros a escondidas en la habitación de la joven. Fugaces, pero intensos. Aunque nunca llegaron a nada más que besos y pequeñas caricias. No era solo que (TN) no estuviera preparada. Algo frenaba a Lucci y este era perfectamente consciente de lo que era.

Se había enamorado. O al menos eso creía. Jamás una mujer había logrado despertar ningún tipo de sentimiento en él, aparte de atracción física. Y aquella pequeña mocosa lo había logrado.

Lo fue logrando en cada conversación que había tenido durante esos años con Hattori. Cada estúpido diálogo que mantenía o, incluso alguna idea profunda cuando por un momento se olvidaba de la presencia de Lucci y se sonrojaba al recordar que estaba presente. Lo había logrado con aquella carita de deseo que ponía cuando se quedaba embobada observándole trabajar. Y todavía más durante ese último año, después de pasar tantos momentos a solas.

Y no podía dar el paso. No podía. No es que no deseara hacerla suya. Sin embargo, el saber que se acercaba el momento de traicionarles se lo impedía. Era un asesino despiadado y sin sentimientos. Lo había sido y lo sería con cualquiera, pero no con ella. No podía tomar algo tan importante de ella y después dejarla tirada.

Era otra mañana cualquiera. (TN) golpeó la puerta del despacho de su tío y abrió cuando se lo indicó. Era la hora del descanso y estaba reunido con su secretaria, Paulie y Lucci. Los dos primeros estaban discutiendo acerca de la vestimenta que la mujer llevaba puesta. Desde luego, el rubio no tenía remedio.

—Tío —le llamó la peli(t/c), mientras se acercaba—. He encontrado un panfleto sobre un balneario que han abierto en una isla cercana. Hay una oferta para el fin de semana que viene... ¿Podría ir?

—Claro, no hay ningún problema —contestó Iceburg—. Puedo dejarte algo de dinero si quieres.

—No hace falta; puedo pagármelo —dijo ella—, pero gracias.

Aquella misma tarde, en el bar de Blueno, otro de los infiltrados que formaba parte del plan, el ambiente estaba algo tenso.

—¿Qué problema tenéis? —preguntó Lucci, harto de las miradas de sus tres compañeros de trabajo.

—¿Qué te pasa con esa cría? —cuestionó Kalifa—. El otro día estabas mirando ese estúpido panfleto y de repente lo encuentra ella en su habitación. ¿Acaso no quieres que esté aquí cuando comience el plan?

—Cuanta menos gente haya mejor —respondió el pelinegro, quitando importancia al asunto—. Además, debemos hacer un trabajo limpio. Cuantos menos muertos mejor.

—¿Desde cuándo te importa eso? —preguntó Kaku, extrañado, mientras daba un trago a la copa de sake que le acababan de servir.

—Dejad de cuestionarme, o me acabaré cabreando —advirtió, con expresión sombría—. Cumpliremos la jodida misión lo más rápido posible.

Se levantó de la silla y se largó de aquel maldito bar. Joder. Sabía que si hacía daño a Iceburg, (TN) jamás le perdonaría. Mierda. Estaba todo perdido. Su orgullo jamás le permitiría fracasar en una misión. Pondría a salvo a la joven e intentaría conseguir los planos sin tener que matar a nadie. Era lo máximo que podía hacer.

Tenía sentimientos encontrados. Por una parte se arrepentía de haberse acercado tanto a ella, mientras que por otra se alegraba. Esa chica le había hecho sentirse vivo. Sentir calidez. Le había jodido la vida y se le había alegrado al mismo tiempo. Temía fracasar en su trabajo y temía perderla. Pero Rob Lucci jamás fracasaba, y esa no sería la primera vez.

[•••]

Finalmente, más o menos salió todo como estaba previsto. (TN) no tuvo que presenciar la traición con sus propios ojos. Pasó esos días tranquilamente en el balneario. Iceburg y Paulie resultaron heridos, pero nada grave de lo que no fueran a recuperarse. El asunto de Enies Lobby, en fin, aquello fue un fracaso total. Una mancha en el historial del CP9.

—¿Qué ha pasado aquí? —fue lo primero que preguntó la joven, al llegar de nuevo a Water 7.

Iceburg se lo explicó todo. Le costó asimilarlo. Aguantó las lágrimas mientras corría hacia su habitación. Se tiró sobre el colchón y rompió a llorar, con la cara pegada a la almohada.

¿Acaso todo había sido una mentira? ¿Se había estado burlando de ella y había caído como una tonta?

Después de un buen rato tirada sobre la cama, y ya una vez más calmada, se dio cuenta de que la esquina de un sobre sobresalía de la almohada. Tiró del papel y se incorporó. Una carta. La abrió con las manos temblorosas y leyó el contenido.

«Sé que ahora mismo debes odiarme. Que estarás maldiciendo y pensando que te he utilizado, pero no es así. No es que te haya utilizado para llevar a cabo mis planes, es que tú has sido un obstáculo en ellos. Me enamoré de ti y puse en riesgo el plan. Algo que jamás había hecho en la vida. Elegí mi trabajo antes que a ti. Soy consciente de que soy un asesino sin sentimientos, y por ello soy consciente de lo reales que han sido todos los momentos que he pasado contigo. Todavía tengo una misión más que cumplir. En un tiempo volveré a buscarte y, si todavía me quieres y puedes perdonarme, entonces podremos empezar de cero. De lo contrario, lo entenderé perfectamente».

Sintió alivio. Sintió verdadero alivio. Y se culpaba por ello. Se culpaba porque, a pesar de aquella maldita traición y de aquella farsa, todavía seguía teniendo los mismos sentimientos por él. Y se alegraba de que, al menos, lo suyo hubiera sido real.

¿Podría perdonarle? ¿Podría en unos años irse con él y empezar una nueva vida? Lucci y ella viviendo en una pequeña casa en medio de un bosque en una isla cualquiera. Criando bebés con un asesino. No pudo evitar soltar una breve carcajada al imaginarlo. Tal vez. Tal vez podría. O no. En un tiempo, ella sería la que lo decidiera.

NOTA 📌

Primero de todo, aclarar que no habrá segunda parte. He dejado el final abierto, cada lectora elegirá personalmente si le perdona y viven una vida juntos más adelante o no.

Y segunda, no he podido evitar que Lucci continuara con su plan. Ya me ha costado imaginarlo enamorado y pienso que, incluso a pesar de tener sentimientos por alguien, no se permitiría hacer mal su trabajo. Es mi visión y tenía que escribir fiel a ella. Aún así espero que le haya gustado a la lectora que ha hecho la petición ❤️

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