Nunca me enamorare

Una hermosa chica de larga cabellera plateada, dormía plácidamente sin querer despertar ante los fuertes sonidos que soltaba a cada segundo la alarma de su despertador.

Y esto hubiera continuado así si aparte de dicho insistente sonido, no se estuvieran uniendo los golpes y gritos de su segunda hermana mayor Verónica que le decía que ya se le estaba haciendo tarde para ir a la escuela.

Al caer en cuenta de esto, le dijo a Veronica que ya estaba despierta, la peliplata se levantó de golpe de la cama, apagó el despertador, y más rápido de lo que se creía humanamente posible, comenzó a prepararse para el nuevo día en la escuela.

En menos de 15 minutos (tiempo récord para la bella chica), ya bajaba las escaleras de su casa lista para irse, y buscando a su hermana gemela con la mirada y al no encontrarla, fue a preguntarle a Veronica, ya que era la única en la casa, pues su padre estaba ya en el trabajo, y la hermana más grande, Margaret ya se encontraba en la Universidad ya que tenía un trabajo escolar en equipo que quería adelantar con sus amigos.

Al encontrar a Veronica, la cual se hallaba en la sala viendo televisión, dado que no tenía nada más que hacer pues ese día ella no tenía clases, Elizabeth estuvo apunto de preguntarle, pero Veronica se le adelantó.

"Ellie, si buscas a Liz, ella ya se fue a la escuela, me dijo que te avisara que había quedado en verse con su novio temprano para pasar un poco de tiempo juntos antes de entrar a clases, y que por favor la disculparas por no esperarte".

"Oh, bueno... pues entonces me marcho antes de que se me haga más tarde de lo que ya es", respondió la ojiazul ajustando su mochila y corriendo a la cocina para tomar el almuerzo que le había dejado preparado Margaret y tomando unas tostadas con mantequilla para ir comiendo de camino a la escuela, pues por levantarse tarde ya no le dio tiempo para desayunar, se fue a toda velocidad, dándole un adiós rápido a su hermana.

La peliplata corrió tan rápido que en poco tiempo pudo dislumbrar la gran estructura que era la Escuela Preparatoria Danafor, y para su alegría, la campana aún no había sonado. Al fin había llegado.

Disminuyendo la corrida en un trote rápido, miró la hora en el reloj de su muñeca izquierda y observó que eran las 7:55 am, 5 minutos antes de que sonara la campana. pero lo que no vio por ello, era al chico rubio que se encontraba caminando hacia ella y que de igual manera se encontraba distraído sin ver a donde iba por estar leyendo la información de una hoja que tenía en las manos. Hasta que inevitablemente ambos chocaron frente a frente con el contrario y calleron duramente al suelo.

Saliendo de su aturdimiento tanto por el golpe en la frente que se dio contra dicho joven, como el golpazo por la dura caída, de forma distraída y entre disculpas de su parte, Elizabeth aceptó la mano que le había tendido el chico que ya estaba de pie frente a ella.

"¡L-lo siento, no vi por donde iba!", se disculpaba la rubia bastante apenada por lo ocurrido, inclinándose en disculpa sin poder ver de la vergüenza el rostro de la persona con quien había chocado.

Pero al escuchar una risa masculina divertida delante de ella, por fin, la peliplata levantó la mirada y esta quedó completamente cautivada por el chico que tenía enfrente, sobretodo por los hermosos ojos tan verdes como las esmeraldas que poseía el chico.

Nishishi, "no te preocupes, yo también tuve la culpa por no fijarme por donde iba, así que no te sientas culpable", respondió el rubio con una linda sonrisa que hizo sonrrojar a Elizabeth.

"por cierto, me presento, mi nombre es Meliodas, ¿me darías el honor de saber el tuyo?

Con un gran sonrrojo por la coquetería del rubio, Elizabeth estaba apunto de contestarle pero en eso sonó la campana que indicaba el inicio de la primera hora de clases.

"¡oh no, llego tarde a clases!

Y sin más miramientos, Elizabeth salió corriendo hacia su clase solo mirando unos segundos detrás de ella para darle su nombre a Meliodas.

"¡Me llamo Elizabeth, fue un gusto conocerte!", y sin más, Meliodas observó como esta se marchaba.

Sate sate sate, Conque Elizabeth he... parece que no fue una total pérdida de tiempo venir a esta escuela como yo pensaba", y con una astuta sonrisa plasmada en su lindo rostro, Meliodas siguió con su camino.

Una hermosa mujer de 27 años de piel blanca, largo cabello plateado hasta la sintura y hermosos ojos azules, se encontraba disfrutando del maravilloso aire fresco de la mañana y contemplando a sus dos hijos pequeños Tristan de 6 años y melody de 5 años, jugando con sus demás primos, Selene de 4 años la mayor de los dos hijos que tenían Gelda, una de sus mejores amigas y su esposo Zeldris, uno de los hermanos de Meliodas, el menor para ser precisos. Mientras Zev, el hijo más pequeño del matrimonio, tomaba una pequeña siesta en los brazos de su madre mientras esta última charlaba con Zeldris tranquilamente en una mesa de jardín. Junto con los hijos de Estarossa, el hermano mayor de Zeldris y Meliodas, y esposo de su hermana gemela Liz, los cuales tenían 3 hijos, Adley el mayor de 9 años de edad, Eilad de 7 años de edad y la más pequeña Estela de 5 años, los seis niños se divertían corriendo de un lado a otro por el enorme jardín de la manción Demon, propiedad del padre de Meliodas, Estarossa y Zeldris.

Todavía contemplando el hermoso panorama familiar, su imaginación regresaba a esas memorias pasadas de esos días de escuela y el día en el cual conoció a su ahora amado esposo.

Tan perdida estaba en sus recuerdos que no se percató de que alguien estaba detrás suyo hasta que unos fuertes brazos la rodearon.

Con un sobresalto por el repentino acto, la peliplata giró la cabeza para toparse con unos bellos ojos verde esmeralda que la miraban con amor.

"Sate sate sate, mi querida Elizabeth, ¿en qué piensas que estás tan distraída?"

Jeje, "solo recordaba el día en que nos conocimos y todo lo que vivimos después de ese momento, todavía no puedo creer que ya hallan pasado 12 años desde que nos conocimos por primera vez" dijo con un poco de nostalgia la peliplata.

Nishishi, "si... hemos pasado por tantas cosas tanto buenas, como malas. Pero todo valió la pena, respondió el rubio con una dulce sonrisa que solo reservaba para su amada Elizabeth y sus amados hijos, atrapando los suaves labios de su esposa en un tierno beso.

"Si, todo valió la pena", dijo la ojiazul segundos después de separarse del tierno beso que le dio su amado rubio, mirando junto con él, ambos con alegres y amorosas sonrisas, a su querida familia.

"Y yo que juré nunca enamorarme, pero me alegra no haber cumplido ese juramento", finalizó Elizabeth el hilo de sus pensamientos, y riendo junto a los demás adultos del grupo cuando todos los niños se abalanzaron contra el pobre de Estarossa que venía saliendo del interior de la manción para unirse a ellos en el jardín.


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