Noche de tormenta

Los truenos retumbaban uno detrás de otro en una fría noche de tormenta. Las fuertes ráfagas de viento agitaban los árboles de la oscura ciudad y también hacían temblar las ventanas, al igual que los fuertes truenos.

La visibilidad era muy poca ante la potente cortina de agua que se precipitaba directamente al suelo empapando en cuestión de segundos, cualquier cosa, animal o persona que estuviese expuesta bajo esta.

Aparte de ya ser casi media noche, la poderosa tormenta era la segunda razón por la que la ciudad se mantenía tan inactiva incluso una noche de sábado. La mayoría de los jóvenes a los que les gustaba comúnmente salir de fiesta esas noches de fin de semana, preferían estar en casa resguardados de la lluvia durmiendo o bebiendo algo cálido que les hiciese mantenerse calientes esa noche tan fría.

Meliodas Mao, un joven de 16 años de edad, era uno de esos jóvenes que se habían tenido que quedar en casa por el mal tiempo. El rubio miraba molesto la fea tormenta desde la ventana de su habitación. Con una mueca de desagrado, le dio la espalda a la ventana después de cerrar las cortinas y se encaminó a su enorme cama pensando en como se habían arruinado todos los planes de fin de semana que había hecho con sus amigos, pues la lluvia había comenzado desde esa misma tarde de sábado, exactamente a las 4:15 pm. Esta, no se había detenido desde entonces, y tampoco daba señal de hacerlo pronto.

El rubio, ya estando recostado en su cama, se cubrió con las cálidas y mullidas sábanas y procedió a intentar dormir esperando que cuando despertara, la lluvia ya hubiese cesado, sin embargo, cuando estaba apunto de entrar al reino de Morfeo, escuchó que la puerta de su habitación se abría lentamente y que alguien muy pequeño entraba en esta.

"¿Meliodas, estás despierto?" Escuchó que lo llamaba la pequeña personita desde la puerta, a la cual, por el tono de voz identificó como su hermanito menor Zeldris.

"Sí, ¿qué sucede, Zeldris?" Le respondió el mayor enderesándose en la cama para ver mejor al pequeño azabache.

"¿P-puedo q-quedarme a dor...?" El niño se sonrojó de la vergüenza sin lograr terminar de decir lo que quería.

"¿Qué si puedes quedarte a dormir aquí conmigo? ¡Eso es lo que querías preguntarme, hermanito?" Le dijo éste con voz suave al lindo niño el cual asintió con timidez mirando hacia abajo.

"Por supuesto que sí, Zeldris. Ven aquí". Le dijo Meliodas al otro ojiverde el cual obedeció el pedido de su hermano y se acercó a la cama alta en la que se encontró a un lado de su hermano, rápida y agradablemente envuelto pero sin restringir sus movimientos entre las mullidas sábanas, gracias al rubio mayor, quien no quería que se enfermara.

Ante el fuerte retumbar de otro trueno, el pequeño infante se acurrucó alado de su hermano. "Tranquilo hermanito, estoy aquí".

El niño asintió.

"¿Meliodas, No crees que soy un cobarde por temerle a las fuertes tormentas?" Le preguntó el pequeño Zeldris a su hermano mayor, un poco cabizbajo.

"Por supuesto que no, Zeldris, tu no eres el único niño ni el primero que le teme a las tormentas como esta. hasta los niños más valientes buscan la seguridad que les brinda la agradable presencia de su familia en las oscuras noches de tormenta." Le dijo Meliodas a su hermanito menor revolviendo suavemente con su mano, el cabello del niño con una cálida sonrisa que éste último le devolvió.

"Bien Zeldris, ya es muy tarde como para que continúes despierto. A dormir, yo estaré aquí contigo. Lo prometo". Dijo Meliodas.

El niño nuevamente asintió y con un adorable bostezo, se acurrucó más profundamente entre las sábanas quedándose totalmente dormido en cuestión de segundos.

Solo Meliodas, que aún se hallaba despierto, se percató que minutos más tarde, Estarossa el hermano de en medio, se unió a ellos en la gran cama, ya que el pequeño azabache se encontraba profundamente dormido alado del rubio.

"Dulces sueños, hermanitos". Dijo Meliodas en un suave murmullo para no despertar a sus dos hermanos, antes de quedarse lentamente dormido abrazando protectoramente con cada uno de sus brazos a los dos pequeños que sonrieron tiernamente.

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