amor de media noche

Todos los días era la misma rutina en mi vida, me levantaba en las mañanas, salía a dar unas cuantas vueltas por el vecindario simple y aburrido en el que vivía, al llegar de mi carrera matutina tomaba una ducha, preparaba el desayuno, veía hasta el medio día la televisión o leía un libro y me iba a trabajar el resto del día hasta la noche en la cafetería que quedaba a 30 minutos en bus de distancia de mi pequeño departamento. Si, nada nuevo.

Era una noche como muchas otras, gente se iba y otra venía a la cafetería, nunca faltaba el chico que quería llamar mi atención con desabridos piropos o que se pasaba de vulgar. Pero La señora Minerva, la dueña del lugar no dejaba que llegara a más y eso me hacía sentir segura. Ella era como una madre para mí, vivía sola y no tenía familiares a quienes recurrir en caso de algún problema. Tenía a mi padre, pero era como si no, pues el se la pasaba trabajando y viajando todo el tiempo y vivía lejos de mi departamento (en la ciudad vecina) y nunca me hablaba por teléfono o me venía a visitar.

Escuché que la campana de la cafetería volvía a sonar y levanté la mirada para ver a quien me tocaba atender y vi entrar a tres muchachos, el primero que entró era un muchacho rubio de ojos verdes, el segundo era pelinegro de ojos color negro de la misma estatura baja y el tercero y último que entró, era un chico alto de cabello platinado y de ojos negros como el segundo chico. También se parecía mucho a los dos de menor estatura, creo que son parientes, ¿tal vez hermanos? o primos... bueno...

Me acerqué a su mesa, puse mi mejor sonrisa y pedí las órdenes de cada uno, el chico rubio me miró desinteresado y pidió un café late, el peliplata es el siguiente en ordenar y pide una rebanada de tarta de moca y un mocachino y el último de los tres, me miró fríamente y pidió un simple café negro. Después de anotar las órdenes asentí hacia ellos y me dí la vuelta para dar los pedidos.

Me sentía algo aliviada de alejarme de ellos tres, me daban una sensación extraña..., algo me decía que debía tener cuidado con ellos, que eran peligrosos. Pero ahora que recordaba, estaba segura de que ya había sentido esta sensación las noches pasadas que salía de trabajar e iba a casa.

Negué con la cabeza tratando de borrar esos pensamientos, aunque dicha acción sería más fácil si no sintiera en intervalos de tiempo, que alguien me miraba de forma penetrante desde la dirección de esos tres muchachos. Sentía un fuerte escalofrío correr por mi espalda. No quería darme la vuelta para ver quien de ellos me miraba tanto. Los tres me daban la misma sensación, sin embargo, a pesar de mi incomodidad hacia ellos, el rubio y sobretodo el chico pelinegro me parecían lindos... no, no, no ¡gelda, en qué estás pensando!

Uhmm, mejor dejaba de pensar en tonterías y me ponía a trabajar para ocupar mi mente en otras cosas más importantes.

Unos minutos más tarde, Camille, la barista que tenía la cafetería me estaba llamando, ya han de estar listos los pedidos de esos chicos extraños. Bueno... ya que, trabajo es trabajo.

Me encaminé hacia ella y tomé la bandeja con los tres cafés y la rebanada de tarta. le hice un gesto de agradecimiento a mi compañera y me fui a entregar el pedido.

Otra vez esa incómoda sensación me invadía, llegué a la mesa y entregué rápido pero sin ser tan obvia cada orden y tratando de no parecer grosera, me alejé de ahí y nuevamente, mientras lo hacía, sentía esa penetrante mirada fija en mí. Dios, quería que ellos se fueran o que yo terminara ya mi turno para marcharme, pero era más probable que sucediera lo primero, pues todavía me quedaban un par de horas más de trabajo hasta que se cerrara la cafetería.

Al terminar sus pedidos, el chico rubio me llamó para pedir la cuenta y asentí en su dirección y nuevamente me acerqué a su mesa. cuando recibí el pago, les deseé una buena noche, y me retiré, pero pude ver que ellos seguían charlando en su mesa y apenada, retiré mi mirada sobre ellos, cuando el lindo chico pelinegro y yo cruzamos miradas.

Me sentía avergonzada y para distraerme de ese incómodo momento, al ver que llegaba más gente me puse manos a la obra.

Estaba tan inmersa en mi trabajo, que ni siquiera me di cuenta de cuando los tres chicos que me tenían tan nerviosa se habían marchado.

Lo que quedaba de mi turno pasó rápido y en un abrir y cerrar de ojos, mi hora de salida había llegado y despidiéndome de todos después de cerrar la cafetería, me fui caminando hacia la parada de autobuses esperando a que llegara el que me llevaría cerca de mi departamento.

La noche era silenciosa, no había nadie en las calles y el frío aire de la noche me ponía la piel de gallina, hacía mucho frío. Repentinamente la sensación de ser observada volvió a mí, pero a diferencia de la simple inquietud que sentí momentos a tras con los chicos extraños, esta se sentía más depredadora, todos mis instintos me decían que corriera, porque lo que me miraba, quería causarme daño.

El miedo comenzaba a invadir mi persona, no había nadie cerca a quien pedirle ayuda y para mi mala suerte, el autobús brillaba por su ausencia.

Escuché movimiento a lo lejos detrás mío y sentí que lo que me asechaba se acercaba a mí y sin dudar ni un segundo, me eché a correr con todas mis fuerzas tratando de alejarme de lo que me perseguía. Pero podía escuchar como aquel ser iba cerrando muy rápido la distancia entre él y yo.

Comencé a sollozar, me sentía aterrada, el corazón me latía tan fuerte que sentía que me saldría del pecho... ya podía escuchar la respiración de aquella criatura rosando mi hombro, pero de pronto, algo voló entre esa cosa y yo, llevándose a ese ser humanoide y estrellándolo contra el frío asfalto.

Como una idiota, detuve mi andar y me quedé embelesada mirando como esos dos seres, sea lo que sean, luchaban uno contra otro, de forma feroz.

No alcanzaba a ver bien el aspecto que ambos tenían, estaba muy oscuro y también se movían muy rápido cosa que me dificultaba el seguir sus movimientos.

Finalmente, la pelea terminó y pude ver que el más bajo de las dos criaturas, ganó al (para mi horror) cortarle la cabeza y atravesarle el pecho en la zona del corazón a su adversario con una especie de espada matándolo.

Al momento siguiente, ese ser se encaminaba a mi dirección llevando en su mano derecha la aparente espada, y maldije mi suerte,.

¿Por qué demonios no corrí cuando tenía la oportunidad?, ahora sentía que tenía plomo en las piernas, me quedé totalmente paralizada y él seguía acercándose... este era mi fin.

Cuando él se encontraba a unos tres metros de distancia de mí, finalmente pude verlo y me quedé anonadada.

"Tu eres el chico lindo de la cafetería!

Pero al darme cuenta de lo que dije, tapé mi boca con horror y bajé la mirada con vergüenza.

Escuché que el chico dejó de caminar hacia mí y se quedó de pie a una corta distancia, tan corta que podía ver sus zapatos en la posición en la que me encontraba, todavía seguía tapándome la cara con las manos por la pena que me había embargado después de mi estúpido comentario.

"¿Oye mujer, te encuentras bien?", escuché que este me preguntaba con un tono tranquilo.

"S... sí, gracias por salvarme de esa criatura", yo le respondí levantando mi mirada hacia él y regalándole una pequeña sonrisa.

"No deberías andar tan tarde en las calles, esta es la hora en la cual seres como ese, salen a cazar", me informó con voz seria el lindo chico.

"Oh, ¿de verdad?, lo tendré en cuenta", dije algo preocupada por esa información, ¿ahora que haría?

"El problema es que esta es mi hora de salida del trabajo, no tengo opción más que tratar de andar con cautela" dije resignada.

"Entonces, te acompañaré a tu casa todos los días para protegerte en caso de que puedas ser atacada nuevamente", me dijo con esa voz estoica que poseía.

"Uhmm, ¿gracias?, supongo", respondí insegura, y comencé a caminar en dirección a mi departamento, pues parecía que el condenado autobús no pasaría ese día.

En menos de un segundo, el extraño joven caminaba a mi lado, y para no estar en un silencio incómodo, decidí sacarle algo de plática y lo primero que se me vino a la cabeza fue preguntarle, que tipo de ser era él, pues me daba curiosidad.

"Yo soy un vampiro", respondió con calma.

"Con que un vampiro... ¡Un vampiro!", exclamé sobresaltada.

"Sí, tienes algún problema con eso", me preguntó fríamente.

Yo le respondí que no, y seguí caminando a su lado.

Desde ese día, todas las noches Zeldris (ese era el nombre del lindo vampiro) me esperaba a mi hora de salida y me acompañaba a casa. En el tiempo que pasábamos juntos, nos íbamos conociendo poco a poco y al mes, comencé a salir con él,, hasta que ese mes pasó a ser rápidamente un año y cinco meses.

Esta noche, desde que veníamos de mi nuevo trabajo como gerente de ventas en una empresa importante, él se comportaba algo extraño, se veía algo nervioso y me preocupaba su inusual forma de actuar. Observé que su expresión cambiaba de insegura a una llena de seguridad en un segundo y al momento siguiente, él me tomó de las manos, y me miró fijamente a los ojos.

Tomando unas cuantas respiraciones, habló con voz firme.

"Gelda, quiero pedirte que te cases conmigo, te amo y quiero que estemos juntos por la eternidad", terminó con una mirada esperanzada en mi dirección, sacando un bonito anillo de oro con un pequeño diamante de una cajita de terciopelo.

La alegría invadió todo mi ser, me sentía la mujer más dichosa del mundo.

"¡Zeldris, claro que sí me gustaría casarme contigo!, no me importa si no eres un humano como yo, te amo y quiero quedarme contigo para siempre. No me interesa si tengo que convertirme en una vampira, con tal de estar a tu lado", le respondí con toda la convicción que pude mirándolo fijamente a los ojos. Me había enamorado profundamente de él y no quería dejarlo nunca.

Ante mi respuesta, una alegre sonrisa se posó en su lindo rostro, cosa que me enterneció y no pude evitar el abrazarlo con fuerza. Él de manera tentativa me devolvió el abrazo mientras colocaba el bonito anillo en mi dedo anular y así nos quedamos toda la noche en el balcón de mi departamento, juntos, mirando la luna y compartiendo dulces besos todavía en los brazos del otro, con Zeldris teniendo cuidado de no herir mis labios con sus colmillos al besarme.

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