2. En la otra vida (KakaObi-Obikaka)
La Cuarta Guerra Mundial Shinobi acabó y la era de paz comenzó. Kakashi se convirtió en el Sexto Hokage de Konoha, pero no dejaba de pensar en su compañero Obito. Él había muerto arrepintiéndose de todo lo que había causado. Obito los había salvado, y había utilizado su kamui para hacer desaparecer la barra de Kaguya que iba directamente a su pecho.
Pero lo que más le llamó la atención fue su última frase:
—Espero que estemos juntos en la otra vida.
No dejó de recordarlo hasta el día de su muerte, su último día de sufrimiento por la persona que amaba. Al principio, no quería aceptarlo. ¿Cómo estar enamorado de un shinobi torpe, cobarde e idiota? Pero aquellos pensamientos se hicieron añicos cuando Obito sacrificó su vida por él.
Puede que fuera un poco torpe y descuidado, pero no era nada cobarde. Había que ser muy valiente para hacer lo que él hizo. Y no era idiota, había que ser demasiado inteligente para tener claras sus preferencias: Amigos y compañeros por sobre las reglas.
Su vida cambió en aquel entonces como cuando descubrió que Obito había sucumbido al mal. No lo creía capaz de eso, pero cuando supo los motivos, sintió estrujarse su pecho. Era cierto, él estaba enamorado de Rin, no de él. Y él había sido el culpable de su muerte.
Se sintió muy culpable, pero aun así, podían haber hablado cara a cara, pero no tenía derecho en iniciar una nueva guerra teniendo en cuenta que en todas las anteriores se habían perdido muchas vidas por culpa de éstas.
Cuando Naruto le hizo entrar en razón, notó lo arrepentido que estaba el Uchiha, y no sabía cómo consolarlo, aunque en el momento de luchar juntos contra Kaguya fue como si su compañera Rin les animara a unirse, dándoles un empujón. Y Obito volvió a morir por él.
No dejó de culparse hasta el día de su muerte, en el que mencionó:
—Espero que estemos juntos en la otra vida... Obito.
—¡Kakashi!—lo llamó alguien.
El peliplata, a punto de meterse al paso de cebra, paró al oír su nombre y giró buscando a la persona responsable. Su amiga Rin llevaba su carpeta de clase y corría hacia él para devolvérsela. Kakashi lo recordó y de verdad se dio cuenta de que no llevaba su carpeta bajo el brazo. La esperó y dejó que respirase en cuanto paró.
—Te la dejaste... en clase—murmuró aún fatigada mientras me tendía la carpeta.
—Sí, cierto. Muchas gracias por traérmela. Si no llegas a hacerlo no hubiera podido hacer los deberes de hoy.
—No hay de qué. Bueno, me tengo que ir... Nos vemos mañana en Biología.
—Claro. Nos vemos.
Rin se marchó corriendo y se reunió con su grupo de amigas antes de marcharse. Kakashi se dispuso a pasar distraído cuando todo pasó demasiado rápido. El fuerte pitido de un claxon, un empujón y el sonido de un golpe muy fuerte contra el suelo.
Kakashi pudo abrir los ojos con dificultad, viéndolo todo borroso. Escuchaba a la gente murmurando, asustadas... también la alerta de la ambulancia. Sentía un profundo dolor en su cabeza, espalda y el lateral izquierdo de su cuerpo, que había golpeado con el suelo; también a alguien que le ponía un collarín. Pero dejó de lado eso para intentar enfocar su vista. Las personas que él había escuchado lo rodeaban, un par de personas, los atendían a él y a un chico al que sólo podía verle su cabellera negra.
—Este chico es el más grave. Hay que llevarlo de inmediato al hospital. Investigad en su móvil por algún familiar. Subidlo a la ambulancia—empezó a decir una persona que no lograba ver—¡Y despejen el lugar! Al estudiante, subidlo a la camilla de la otra ambulancia.
—Tsunade, el chico ha despertado—habló el que lo atendía.
Una mujer rubia con el traje de enfermero auxiliar de ambulancia corrió hasta el peliplata. Con una pequeña linterna revisó sus reflejos y luego se colocó de modo que pudiera verla.
—¿Cómo te llamas, chico?—preguntó la mujer.
—K-Kakashi... H-Hatake...—pudo hablar.
—¿A quién debo llamar? Un familiar...
—A mi... padre—respondió dando posteriormente su número de teléfono.
Tsunade asintió y llevaron a Kakashi, de nuevo inconsciente, hacia el hospital. Allí despertó horas después, desorientado. Sin embargo, al ver a su padre, se alivió. Sakumo, en el momento en el que le avisaron de que su hijo estaba en el hospital debido a un atropello, sintió su mundo caer. No había corrido tanto desde que le anunciaron que su mujer estaba de parto.
Al saber que estaba bien y que otro chico lo había salvado de ser más grave, decidió visitar al salvador de su hijo. Le habían informado de que el joven era un niño de la calle y que no podría costear los cuidados del hospital. Sakumo sintió que necesitaba hacer algo por aquel chico, como agradecimiento.
Él sería quien pagaría su estadía en el hospital, para que no lo echaran. Sabía qué era ser huérfano, por lo que entendía lo que tenía que vivir. Entonces, volvió a la habitación de su hijo que ya comenzaba a despertar.
—Hijo... Me alegro que estés bien. No sabes el susto que me diste cuando me llamaron del hospital. ¿Cómo te encuentras? ¿Te duele algo?
—Papá... no pasa nada. Estoy bien... Sólo un poco dolorido por los golpes, nada serio—comentó Kakashi, aliviando a Sakumo—. Pero... el chico de pelo negro. ¿Él está bien? Ni siquiera pude verle la cara. Tampoco sé qué pasó realmente.
—Un chico te empujó para que el coche no te atropellara. Pero él desgraciadamente se llevó el golpe.
Kakashi se sorprendió al escuchar las palabras de su padre. ¿Ese chico lo había salvado? No tardó mucho tiempo en decidir que quería verlo, saber cómo estaba.
—¿¡Y está bien!?—gritó preocupado.
—Algo grave, no te lo puedo negar. Pero sigue vivo. El pobre no tenía familia ni casa, era un chico de la calle... así que yo he pagado su hospitalización hasta que se recupere. Por lo pronto, ninguno podrá ir a verlo hasta que salga de peligro.
—Gracias a kami-sama. Espero que se recupere pronto, quiero darle las gracias por salvarme.
Sakumo asintió sonriente y sacudió el pelo de su hijo, despeinándolo. Kakashi se quejaba de que lo hiciera, pero en el fondo le gustaba.
Pasaron dos días hasta que el chico, llamado Obito Uchiha según él mismo, despertara. Kakashi, ya de alta, y Sakumo fueron a visitarlo, a ver cómo estaba. La enfermera dejó pasar a Kakashi y éste caminó hasta la camilla del pelinegro. En aquel momento estaba dormido, con la mascarilla de aire puesta. Una venda rodeaba su cabeza, al igual que uno de sus hombros.
Se preocupó al verlo así, y además, no quería despertarlo. Sin embargo, el chico comenzó a abrir los ojos. Al igual que su pelo, sus ojos eran de color negro, que ahora lo observaban con curiosidad.
—H-Hola...—habló Kakashi nervioso. Pero el chico no dijo nada—. E-Eh, bueno. Yo quería darte las gracias. Me salvaste la vida...
—Por un momento..., no te había reconocido...—susurró ahora con una sonrisa en la cara—. Me alegra que estés bien. Fuiste muy imprudente al no mirar antes de cruzar.
—Lo sé, y lo siento. Por mi culpa, ahora estás así.
—No es tu culpa, eh... ¿Cómo te llamas?—preguntó confundido.
Kakashi rió al ver su expresión de curiosidad y desconcierto, ya que ahora se había dado cuenta de que ni siquiera le había preguntado su nombre.
—Kakashi Hatake.
—Yo soy Obito Uchiha.
Desde entonces, fueron diez los años que estuvieron juntos. Se conocieron, se hicieron muy amigos. Ambos tenían la sensación de que se conocían de toda la vida y no podían evitar sentirse realizados con el otro a su lado. Sakumo Hatake, no solo adoptó al chico, sino que pagó sus estudios, convirtiendo a Obito en una persona con oportunidades.
Kakashi trabajaba como profesor de Educación Física, Obito trabajaba como abogado. Los dos salían temprano de casa, para correr media hora, un ejercicio básico para mantenerse activo y con buena salud, antes de ir a trabajar. Como Kakashi terminaba antes, preparaba una comida saludable de la que Obito usualmente se quejaba, ya que esperaba que algún día pudieran salir a comer comida basura.
Por las tardes, Kakashi se ocupaba de la casa, mientras Obito pasaba el tiempo con los casos de los que tenía que ocuparse, aunque siempre dejaba un tiempo libre entre hora y hora para dedicarlos a Kakashi, ayudar con la limpieza y darle unos mimos.
Fue en su tercer año como amigos cuando Obito se le declaró a Kakashi. Semanas atrás, el Uchiha había comenzado a sentirse raro cuando estaba junto a Kakashi y notó que el peliplata ya no hablaba tanto con él como antes. Su risa era lo más bonito que podía escuchar cuando le contaba algún caso extraño en su lista de tareas.
Así fue como se dio cuenta de que estaba enamorado de Kakashi. Y comenzó a evitarlo, ver si aquel sentimiento desaparecía. No podía enamorarse de un chico, era... extraño. Sin embargo, fue más extraño aún que Sakumo le preguntara por ello. Él se había dado cuenta de que estaban enamorados del otro antes que ellos mismos. Era impresionante.
—Que tú le evites, le está afectando. Ya no ríe como antes, Kakashi... necesita de ti—le dijo antes de marcharse a trabajar.
Y entonces, Obito esperó a Kakashi en las puertas del instituto. Ambos llegaron a casa, sin decir nada, y el Uchiha vio la oportunidad perfecta para declararse.
—K-Kakashi... E-Etto...
—¿Qué pasa, Obito? Pensaba que ya no me hablabas—comentó intentando evitarlo.
Antes de que pudiera dar un par de pasos, Obito lo cogió del brazo y le dio la vuelta con brusquedad antes de unir sus labios. El Uchiha tenía los ojos cerrados, no quería ver la reacción de Kakashi, sólo esperaba a que él lo correspondiera. Sin embargo, el peliplata abrió los ojos de par en par ante el acto y lo empujó en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Sus mejillas se enrojecieron hasta el punto en el que no pudo soportarlo y la primera reacción que tuvo fue huir. Obito estaba destrozado. Lo que había comentado Sakumo, no era cierto. Kakashi no lo amaba como él lo hacía... Con los ojos cristalizados, comenzó a caminar en dirección contraria.
Era de noche cuando se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Había deambulado por la ciudad inmerso en sus pensamientos, hasta llegar a aquel lugar. Pero le daba igual. No podría pisar aquella casa en aquel momento, no podía verle la cara. Al girar la mirada, vio un bar. Con un profundo suspiro, entró a él.
Mientras tanto, Kakashi había llegado a casa. Su respiración era entrecortada y se encontraba apoyado sobre la puerta, intentando asimilar lo que había ocurrido. La sangre subió hasta sus orejas, recordando su beso con Obito. Automáticamente, sus dedos tocaron sus labios, notando aún los de Obito sobre él. Unos toques en la puerta lo hicieron volver a la realidad.
—Kakashi, ¿qué ocurre?—preguntó Sakumo al otro lado de la puerta.
Tragó con fuerza y abrió dejando ver a su padre. Sakumo vio entonces que su hijo tenía los ojos llorosos y estaba muy rojo.
—O-Obito... Obito me ha... me ha besado... Yo...
—Ya era hora, pensaba que no se declararía nunca... pero no pensaba que iba a besarte así tan rápido...—comentó Sakumo pensativo, mientras Kakashi lo miraba sorprendido.
—¿Q-Qué...? ¿Tú sabías esto?
—Se os nota en la cara cada vez que os veo juntos y últimamente Obito se mantenía distanciado de ti porque no sabía si al saberlo lo ibas a odiar por eso. ¿Qué has hecho?—habló con seriedad.
—Yo...—lo único que tenía en su mente, es que había huido de Obito y lo había dejado tirado—. T-tengo... tengo que buscarlo.
Bajo la atenta mirada de Sakumo, Kakashi salió de casa corriendo en busca de Obito. Sin embargo, no sabía dónde podía encontrarse. Aquellos lugares donde frecuentaban estaban vacíos o sin presencia del Uchiha. Se pasó todo el día buscándolo y por más que lo llamaba, no contestaba al móvil. Varias veces había llamado a su padre para saber si había llegado a casa o había podido contactar con él.
Cansado, sediento y hambriento, paró en un bar. Pidió un vaso de agua y al mirar a un lado, no pudo sorprenderse más. Obito se encontraba allí, dándole un trago a un vaso de whisky. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos rojos, al parecer, de llorar. Pidió una más al camarero, pero fue el momento en el que el peliplata se acercó.
—Obito...—lo llamó.
—Anda... si es el destroza corazones. ¿Qué? ¿Vas a apuñalarme una vez más?—comentó cogiendo el nuevo vaso, sin embargo, antes de poder llevárselo a la boca, Kakashi se lo quitó—. ¡Oye!
—Yo... sólo estaba sorprendido y... muy nervioso... No puedo justificar lo que he hecho, pero te has hecho una idea equivocada...
—Claro... Una idea equivocada... Me has empujado... me has dejado tirado... y ni siquiera te has dignado a decirme un "lo siento". ¿¡Yo me he hecho una idea equivocada!? ¡Y qué es lo que entiendes tú por equivocado! ¡Equivocado yo que me he enamorado de la persona que no se lo merece!
Kakashi se sorprendió por eso, pero Obito tenía razón. Cualquiera habría pensado que lo había rechazado de malas maneras. Con la mirada baja, notó cómo sus ojos se aguaban, sin saber qué decir. Sin embargo, las palabras no era algo que utilizaría.
Cogió sus mejillas con brusquedad y unió sus labios con fiereza, sorprendiendo a Obito. Sus labios sabían a alcohol, pero no le importaba. Sólo quería hacerle saber lo que sentía por él desde hacía tiempo y que no se atrevía a decir. Al separarse, ambos estaban sonrojados. Algunos de los clientes, los observaban con una ceja alzada. Obito desvió su mirada para no verlo y suspiró.
—No me beses por pena...
—No lo estoy haciendo por eso...—contestó Kakashi bajando sus manos—. Lo estoy haciendo porque me gustas, Obito. Y siento haberte dejado así esta mañana... Cuando me di cuenta salí corriendo para buscarte, pero no he podido encontrarte... Estaba muy preocupado. De hecho... ha sido casualidad que te haya encontrado aquí. Sólo he entrado a por un vaso de agua...
La explicación de Kakashi pasaba por la mente de Obito dando vueltas continuamente. La mirada incesante del peliplata lo ponía nervioso. Más ahora que le había dicho que le gustaba.
—¿Me prometes... me prometes que no volverás a dejarme?—preguntó Obito.
—Te lo prometo, Obito Uchiha.
El pelinegro sonrió de oreja a oreja y se lanzó a él. Lo besó con fuerza, pero lo que más le gustó es que Kakashi le siguió el ritmo, sin pensar siquiera en el resto de personas que los rodeaban. Sin embargo, el camarero les llamó la atención y fue cuando pararon. Kakashi pagó la cuenta del Uchiha y lo ayudó a incorporarse para por fin llegar a casa.
Había hecho una llamada a su padre para que pudiera recogerlos, mientras que ellos esperaban sentados en un banco. Ninguno decía nada, pero el sonrojo en sus mejillas hacían entrever lo que cada uno sentía.
—Hmm—carraspeó Kakashi.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?—preguntaron al unísono al mismo tiempo que se miraban.
Ninguno contestó, pero comenzaron a reír al ver lo que había pasado. Kakashi rodeó el cuello de Obito y lo empujó hacia él para darle un beso. Obito lo siguió enternecido y suspiró.
—No lo sé, pensé que me evitarías. Entonces decidí evitarte yo a ti, antes de que te enteraras y me odiaras—dijo Obito al fin.
—No debiste hacerlo... pensaba que había hecho algo que te había hecho enfadar y que por eso no me hablabas ni estabas conmigo.
—Al contrario... cada vez que te veía quería besarte, pero... no sabía que tú...
—Mi padre me preguntó qué había ocurrido cuando comenzaste a evadirme. Él pensaba que te había hecho algo y que por eso no te acercabas a mí. Luego me dijo que si no quería perderte, me lanzara y te preguntara, pero... tenía miedo... Al igual que tú, pensé que me odiarías al saber que me... gustas—contestó ahora él nervioso.
Se quedaron en silencio, disfrutando el uno del otro. Sus manos se encontraban unidas, intentando darse calor. Obito se acurrucó en Kakashi y lo miró.
—¿Por qué el amor es tan complicado, Kakashi?—preguntó.
—Eso mismo me pregunto yo...
El pitido de un coche los alertó. En la carretera, Sakumo los esperaba pacientemente dentro de vehículo. Kakashi ayudó a Obito y lo sentó en la parte trasera. En menos de dos minutos, el pelinegro se había quedado dormido. Kakashi se sentó en el asiento copiloto y evitó la mirada de su padre, que no dejaba de observarlo.
—¿Me vas a decir qué ha pasado o te lo tengo que sacar con pinzas?—preguntó arrancando el coche.
—Lo encontré de casualidad cuando iba a pedir un vaso de agua. Estaba borracho y me gritó frente a todos, pero... le dije que a mí... también me gustaba.
—¿Le besaste?—inquirió, poniendo nervioso a su hijo.
—¡P-Papá!—rechistó sonrojado. Pero la mirada de su padre seguía encima de él—. Sí... lo-lo he hecho...
Sakumo creó entonces una sonrisa de oreja a oreja y la dio una palmada en el hombro sorprendiendo a su hijo.
—¡Ese es mi chico! Ahora... ¡A disfrutar!—rió el mayor notando cómo Kakashi se encogía rojo hasta las orejas.
Aunque en el fondo, el peliplata estaba alegre de que todo hubiera acabado bien. Aunque no tan bien cuando a la mañana siguiente, Obito tenía una resaca enorme y ni siquiera recordaba lo que había sucedido aquella noche. Kakashi tuvo que volver a decirle todo y Sakumo no dejaba de reírse mientras bebía su café, a lo que el peliplata hijo rechistaba.
De ahí en adelante, sus días fueron mejorando y ahora eran una pareja feliz, con su propia casa, sus propios trabajos y su propia vida.
*****
Me tardé mucho, ya saben, por los estudios y tal, pero al fin lo acabé.
Este KakaObi/Obikaka es paraaaa.... (redoble de tambores) ¡ Hatake_Akari !
Espero que te guste a ti y que os guste al resto de lectores. Me comía el coco pensando que no lo acabaría nunca.
En fin, aquí se despide Luthien, ciao! <3
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