Hola hola! Este pedido es para @-Gowther_Girlfriend-
Ella me ha hecho varios de ellos y yo siempre ocupada para hacer el mío, perdón ;-;
En fin, aquí tenemos a nuestra hermosa hadita Angelie y sus preciosas alas, disfrútalo!
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Volaba rauda la pequeña hada, escuchando silbar a su alrededor las armas los ataques de los humanos, pero ahora mismo no podía pelear contra ellos. Todos confiaban en ella para que parase la Guerra Santa. Siendo ella la más rápida de las hadas, y cargada de las esperanzas de las demás, más las órdenes del rey Gloxinia, Angelie huyó del combate de las hadas contra los humanos para enfrentarse a un curioso demonio que tramaba algo. Tanto ella como su rey se habían dado cuenta, y ahora ella, como la guerrera hada de combate más fuerte del bosque, estaba en la obligación de ir. Y no se lo pensó dos veces.
Tras llegar a una zona más privada, dejó de volar y se posó en el suelo, mirando a una persona que estaba parada en el camino.
- Aparta de ahí, demonio - dijo ella con seriedad.
- Lo siento, no puedo dejarte pasar hasta que la puerta esté abierta - contestó el demonio con una sonrisa infantil.
Ella le analizó atentamente. Ese extraño mandamiento de cabello rosa actuaba como un niño cariñoso más que un despiadado demonio.
- Tú eres ese mandamiento extraño, el Desinterés, ¿no es así? - dijo sin inmutarse.
- Me alegro que sepas quién soy - dijo con una gran sonrisa - Por eso, te dejaré pasar.
El hada alzó una ceja con seriedad, mientras agarraba el mango de un largo sable agarrado a su cintura.
- ¿En serio? - preguntó desconfiada.
- Sí - asintió feliz - Pero cuando se abra la puerta.
Y tras eso, sacó la lengua y se bajó el párpado con un burla infantil.
- Es imposible hablar contigo - sigo desenvainando su arma - No soporto que se burlen de mí. Si te mato, podré pasar sin soportar tus sonterías.
- Y si yo te derroto... - Gowther miró al cielo pensativo - No vas a pasar y seguiré burlándome de ti hasta que la puerta esté abierta. ¿Trato hecho?
*
Cientos y cientos de años después, el hada se encontraba sentada dentro del árbol sagrado, encima de unas de sus raíces, recordando ese suceso de hace 3000 años, esa vez en la que perdió un combate tan importante y defraudó a su pueblo y a su rey. Miró a su lado con algo de trsiteza. Elaine yacía plácidamente en su lecho de flores, esperando a que su amor la resucite.
El bosque de las hadas estaba protegido por un hada experta en el combate cuerpo a cuerpo, Angelie; y otra experta en el manejo del poder mágico, Gerheade. Ella se levantó y caminó hacia afuera del árbol, encontrándose con su compañera en la salida.
- ¿Te marchas? - preguntó el hada con Oslo - ¿A dónde vas?
- A buscar a Harlequin, ¿a quién si no? - dijo con seriedad - Ya va siendo hora de que deje de jugar con esa giganta y venga a cuidar del bosque como rey que es - dijo desplegando sus alas - Que ni siquiera ha tenido la decencia de ver a su hermana desde que falleció.
Y tras decir esto, se lanzó al vacío volando y marchándose. Gerheade suspiró, acariciando la cabeza de Oslo.
- Siempre igual... nunca vas a cambiar, Angelie...
Ella, tras sobrevolar todo el bosque y cientos de kilómetros con gran velocidad sin descanso hasta el anochecer, se detuvo en un pequeño bosque tras ver algo que le llamaba la atención: un enorme cerdo verde.
- ¿Qué es ese animal tan extraño? - se preguntó en voz baja.
Y volviendo a volar entre los árboles, silenciosa como un halcón, se escondió más cerca del animal, entre la maleza y los arbustos. Primero escuchó a gente reír y hablar alto, y luego notó el olor a comida y a fuego quemando madera que tanto odiaba, para luego ver moverse el enorme cuerpo de un gigante varios metros más allá.
- King, ¿podrías darme un poco de cerdo asado, por favor? - dijo ella.
- ¡Claro, Diane!
El hada se sobresaltó tras los matorrales al escuchar esa voz. No había duda, la reconocía muy bien, y lo confirmó cuando vio al rey de las hadas volar con una cerdo entero empalado para dárselo a la giganta. Enfadada y alterada de verle tan feliz celebrando junto a otros mientras descuidaba sus actividades de rey, salió de su escondite volando directamente hacia él.
- ¡Rey de las hadas! - gritó enfadada asustando a casi todos los presentes - ¿¡Qué cree que está haciendo?! ¿¡Estos son las labores tan importantes de las que ha tenido que ausentarse del cuidado del Bosque de las Hadas?!
King se asustó mucho dando un chillido, tanto que se le cayó el pesado cerdo en el aire, pero Diane lo recogió antes de que cayera al suelo.
- ¡Angelie! ¿Por qué...?
- Tu pueblo te necesita, y tú aquí flirteando con la giganta y de fiesta con tus amigos - dijo acercándose amenazadoramente mientras flotaba - Eres un rey nefasto, ¡procrastinador! Si les cuento a los demás en el bosque lo que te dedicas a hacer, ten por seguro tu destitución, ¡y ya me dirás quién va a ocupar tu lugar si la pobre de Elaine no puede! ¡Vas a provocar una regencia!
- ¡Eeehhh, Angelieeeeee! ¡No hace falta que nos digas esoooo!
Ella miró al suelo, viendo a ese humano inmortal, algo borracho, que la saludaba con una jarra de cerveza.
- Ban el inmortal - dijo reconociéndole con seriedad - Tú también de fiesta en vez de ayudar a tu amante... los hombres sois horribles.
- O-Oye, Angelie... - King la miró preocupado - Sé que no estoy siendo un buen rey, pero ahora mismo, Ban, yo, los demás estamos ocupados... y no puedo volver...
- Ah, ocupados... - dijo señalando con la mano abierta todo el banquete con seriedad.
- King tiene razón, señorita hada... - dijo Diane acercándose un poco - Nosotros nos estamos reuniendo de nuevo, los Siete Pecados Capitales, nos faltan dos y...
- No me importa lo que estéis haciendo - dijo mirándola con frialdad y odio - Tú tienes gran parte de la culpa de todo lo que está haciendo Harlequin.
- ¿Yo? - dijo señalándose con inocencia - ¿Harle...?
King se interpuso entre las dos gritando y moviendo los brazos fuertemente, desesperado porque Diane no escuchara eso. Angelie apartó la mirada frustrada y enfadado, hacia el resto de comensales del banquete, y luego sus ojos se abrieron de par en par deteniéndose en uno de ellos.
- Tú... - susurró - ¡Eres tú! - gritó después.
Y moviendo velozmente sus alas, apareció justo delante del muñeco pelirrosa, y con el viento y la velocidad en instantes, derribó cosas de la mesa. Sólo le importaba lo que tenía delante de ella, nada más. Gowther, mirándola sin inmutarse, giró un poco la cabeza con su gesto neutral.
- Gowther... - dijo con algo de amenaza en su voz - Te vuelvo a encontrar...
- ¡Así me llamo! - dijo poniendo el símbolo de la victoria en su mano, cerca de su cara.
- Sigues haciendo las mismas tonterías que antaño - dijo con seriedad - No esperaba volver a encontrarte nunca más, sinceramente. Aguardaba la esperanza de que hubieras muerto después de habernos visto.
- Yo no te he visto nunca - dijo mirándola - Es la primera vez que te veo esta noche.
- ¿¡Cómo?! - dijo ella enfadándose - No he cambiado nada en todo este tiempo y tú estás igual, ¿cómo tienes el valor de olvidarme después de lo que me hiciste?
- Realmente, si me acordara de ti, lo sabría - dijo sin cambiar su gesto mirándola.
Mientras tanto, todos escuchaban la conversación de ellos dos, King aliviado de saber que ya no era el foco de atención, y Meliodas... bueno, él sí que sabía que ellos se habían conocido hace 3000 años, pero Gowther no podía recordarlo.
- Debes estar gastándome una broma... - dijo ella seria, pero con un gesto ofendido.
- ¿Gowther? ¿Bromas? - dijo Ban riendo un poco más allá.
- ¿¡De verdad no os dais cuenta de que estáis viajando con un demonio?! - recriminó el hada mirándolos a todos.
Todos la miraron girando la cabeza, sin entender nada de lo que estaba diciendo, menos Meliodas, se que llevó la jarra a la boca.
- Tanto tiempo pensando en que habías muerto... - dijo ella con la voz más suave mirándole - Tanto tiempo pensando que habías sido encerrado junto los que eran como tú... y ahora que te encuentro y puedo vengarme... ni siquiera te acuerdas de lo que me hiciste.
Y tras cerrar los ojos con un semblante algo herido, se apartó de delante de él volando más alto.
- No tengo nada más que hacer aquí...
Y batiendo las alas con una gran fuerza, desapareció de ahí rápidamente. Todos miraron hacia donde se había marchado el hada, que con el aire que movía a su alrededor para despegar, de la rabia y el enfado, había incluso apagado el fuego de la hoguera. Sólo les iluminaban la luna y las pequeñas brasas, dejando ver el rostro abatido de King, a un preocupada Elizabeth recogiendo las cosas que había tirado de la mesa, y a un muñeco mirando al cielo, haciendo reflejar sus gafas con la luz de la luna.
El hada mientras volaba rauda, de nuevo en silencio en la noche, con el corazón muy herido, de vuelta al reino de las hadas. Cualquiera diría que ella exageraba, que no fue para tanto, que las batallas se ganan y se pierden... pero cuando es en la batalla en la que cientos de hadas fueron masacradas, en la que perdieron a su rey siendo convertido en uno de esos Mandamientos, cuando fue su primera batalla perdida, su primera humillación... el dolor no se cura tan rápidamente. Ahora ella había sido olvidada por su rival, mientras que ella se acordaba de ello todos los días de su vida. Así de insignificante había sido aquella batalla para él.
*
Tiempo después, el reino de las hadas estaba de celebración. Un hermoso día de inicio de la primavera, el Rey de las Hadas contraía matrimonio con la Reina de los Gigantes (la fantasía del 99% de los que ven el anime)
Fuera del Árbol Sagrado eran invitado al bosque diversas especies distintas: hadas, gigantes, humanos, etc. Pero ese día no podía ser distinto de los demás para Angelie, que miraba a los que iban llegando por una abertura del árbol sagrado con algo de seriedad.
- ¿Incluso hoy vas a mantener esa cara de funeral?
Ella se giró. Gerheade aparecía con un hermoso vestido decorado de flores y una gran sonrisa.
- Aunque tenga esta cara no significa que esté molesta o nada de eso... - dijo dando lo que parecía una sonrisita.
- Tenía entendido que no te gustaba la prometida del Rey de las Hadas - dijo ella arreglándose la flor que cubría su ojo tuerto.
- Y verdad era, pero ya sabes las razones. Si ellos se van a casar y van a ocupar sus cargos con dignidad y entrega, no tengo que oponerme al amor entre distintas razas - contestó ella - Sólo que será muy complicado llevar dos reinos tan diferentes como nosotros y los gigantes...
- ¿Otra vez preocupándote de los asuntos de palacio, Angelie?
Elaine entró flotando en el árbol con una gran sonrisa. Llevaba un vestido rosa abierto por muchas partes como si fueran pétalos de flor, y estaba preciosa.
- Hoy es día de fiesta, hay sólo que pensar en la futura felicidad de mi hermano y mi cuñada - dijo tomándole del brazo - Y tú tienes que quitarte esa armadura de combate y ponerte algo bonito, por favor. Te recuerdo que estás invitada a la boca.
- Lo sé, lo sé... - dijo ampliando la sonrisa - Pero que esté invitada a la boda no significa que siga siendo la cabeza de la guardia real. Si algo ocurre, debo estar alerta. Además, mi ropa es decente.
Elaine la miró de arriba a abajo, algo curiosa. Luego suspiró y rio.
- Siempre fuiste un hada muy distinta al resto...
- Y no me arrepiento - contestó ella.
Luego, tras salir fuera y empezar la ceremonia, Angelie voló hacia una enorme planta de grandes hojas, para vigilarlos a todos desde las alturas, pero que pudiera escuchar bien la ceremonia. Se sentó con las piernas cruzadas, agarrando sus tobillos, mirando a todo el mundo. Las armas habían sido requisadas de todo el mundo, los gigantes habían sido empequeñecidos a tamaño humano para que todos pudieran estar tranquilos y que no hubiera accidentes con las pequeñas hadas. Todo estaba lleno de sonrisas, todo era alegría, gente que se amaba, respetaba... la unión de diversas razas celebrando el cariño de hadas y gigantes.
Ella sonrió más tranquila. No sabía por qué, pero hoy no podía sentirse seria y neutral como siempre. Estaba... bastante relajada con todo eso. Le gustaba pasear los ojos y ver a Elaine con su pareja, a su rey y a su nueva reina con los ojos brillantes, a los príncipes humanos con sus princesas... a un demonio con una diosa... Era como si todo lo que había vivido en la Guerra Santa hubiera sido olvidado por todos.
Tras una sonrisa de felicidad mirándolos a todos, una manos aparecieron por su espalda y le taparon los ojos.
- ¿Quién soy? - preguntaron detrás de ella.
Lo normal en estas situaciones sería haber sacado el sable y haber cortado por la mitad a quien tuviese detrás. Luego, preguntaría. Pero esta vez fue diferente. Sí que se sobresaltó, pues no había notado ninguna presencia acercarse a ella... pero reconocía la voz, entres cientos de miles de voces, a través de miles de años.
- Gowther... - dijo en un susurro.
- ¡Te acuerdas de mí! - dijo retirando las manos.
Ella se giró. El muñeco estaba detrás de ella, de rodillas sobre la gran hoja, vestido con un traje negro como llevaban la mayoría de los chicos... pero... estaba diferente. Estaba... sonriendo mucho. Ya no era ese chico que había visto aquella noche junto a la hoguera con los demás, serio, impasible, inalterable. Ahora su gesto y su sonrisa volvían a ser la de aquel demonio que se encontró hace 3000 años... pero sin pizca de maldad en él. Hizo un esfuerzo por fruncir el ceño en vez de sonrojarse ante esa mirada tan linda.
- ¡Cla-claro que te recuerdo! - dijo cruzándose de brazos - Yo no soy como otros que se van olvidando así como así de sus rivales.
- Perdón...
- Además, ya te lo dije aquella vez que... - ella se detuvo, y luego miró al chico.
Gowther sonreía, de rodillas detrás de ella. Juntó las manos en gesto de súplica y con otra enorme sonrisa, dijo.
- Perdón por olvidarte, no fue mi intención. Perdí mis recuerdos tras la Guerra Santa, pero ahora lo he recordado todo. Ahora, te he recordado.
Angelie lo miraba con los ojos muy abiertos. Desde luego, no recordaba que es chico tuviera los ojos del color del oro, pues estaba acostumbrada a ese negro nubloso de los demonios. Realmente había cambiado, ya no era un demonio ni un mandamiento. Sólo un alegre chico en busca del amor.
- Tus razones tendrías para olvidarlo todo... - dijo ella.
- Hay cosas con las que no quería vivir... pero eso ahora es parte del pasado - él se cambió de lugar hasta sentarse a su lado - Desde que volví a ser yo mismo, quería encontrarte para explicarte todo, pero sinceramente, hemos estado todos muy ocupados.
Ella le miraba ya calmada, viendo a través de sus ojos que todo lo que decía era cierto. Y... demonios... le costaba estar enfadada con esa linda carita. Quiso mirar de nuevo a la boda cuando escuchó a todos reír, por los visto, alguien dijo algún comentario gracioso que no pudieron oír por su conversación.
- Angelie...
Ella se sobresaltó un poco, sin saber que él conocía su nombre, y volvió a mirarle.
- ¿Me odias? - preguntó con inocencia.
- Si te... odio... - repitió ella en voz baja.
- Me llevas guardando rencor desde la Guerra Santa, por vencerte aquella vez... si me hubieses derrotado, muchas cosas no habrían pasado, todo habría cambiado.
Ella lo meditó un momento. ¿Seguía guardando ese odio y resentimiento?
- Cierto es que si hubiese impedido que la puerta se abriese... todo habría cambiado - dijo ella mirando la boda - Pero ahora mismo, no se estaría casando el nuevo rey, la princesa no habría encontrado a su pareja, el Rey Demonio no habría sido derrotado, no estaríamos aquí los dos hablando ni siendo sinceros el uno con el otro - ella le miró con una pequeña sonrisa - No te odio, Gowther... no soy tan mala como para guardar rencor durante miles de años, menos en un día tan feliz como hoy.
El muñeco sonrió enseñando todos los dientes de gran felicidad, y saltó a abrazar su pequeño cuerpo de hada, quedando tumbados sobre la hoja.
- ¡Gowther! - le llamó ella sonrojada, pero también sabiendo lo que iba a pasar - ¡Suéltame!
- ¡No te suelto, no te suelto! - reía feliz el cariñoso muñeco.
- ¡No quiero, por favor! - seguía ella intentando apartarlo roja de vergüenza.
El hada se revolvía, notando la hoja inclinarse ante el peso de ambos en un solo lado, mientras que sus alas estaban atrapadas en ese abrazo.
Mientras tanto, en la boda, un viejo erudito intentaba darla por finalizada, pues tripas empezaban a exigir comida, sobre todo las de los gigantes.
- Si alguien se opone a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre...
Y justo cuanto todos los presentes guardaban un silencio sepulcral y King y Diane se tomaban de las manos, un enorme grito cruzó el cielo.
- ¡¡¡¡¡NO QUIEROOOOOOO!!!!!
Todos abrieron los ojos y se giraron hacia la parte trasera, donde el hada caía al vacío abrazada por el muñeco sin poder abrir sus alas. Pero no cayeron al suelo... su caída fue amortiguada por algo blando, suave y de olor delicioso.
Tras ello, Angelie pudo sacar la cabeza y sacudirla, mientras se limpiaba los ojos de algo blanco que le recubría el cuerpo. Al abrirlos, se encontró a todos los invitados de la boda mirándola fijamente, mientras notaba cómo se apoderaba de ella el bochorno y la vergüenza.
- Oh, dios... - susurró mirándolos.
Al mirar en los que había caído, se encontró delante de ella a dos figuritas, hermosamente talladas, de una gigante y un hada, recubiertas de nata, bizcocho, y fruta.
- OH DIOS MIO - dijo en voz más alta, mirando alrededor y viendo la tarta nupcial completamente aplastada.
Elaine y Gerheade se abrieron paso entre los invitados, volando hacia ella, aún sin creérselo.
- ¿¡Angelie?! - dijeron las dos, sin creerse que había sido ella la que había parado la boda y destrozado la tarta.
En ese momento, algo se movió a su lado entre la nata. Gowther sacó la cabeza de la tarta, completamente llena de merengue, y con muchos trozos de frutas en su cabeza. Se quitó las gafas sin poder ver nada y se empezó a reír con felicidad.
- ¿¡Gowther?! - los dos novios se acercaron, sin poder creerse que la Lujuria había causado todo eso.
- ¡No me odia! - gritó entre risas el muñeco, levantando los brazos y lanzando nata al aire.
Todos lo miraban sin poder creerse que era lo que pasaba aquí, mientras el hada tenía una sonrisa nerviosa más un curioso sonrojo. No sabía que hacer. Hawk apareció caminando yendo hacia la tarta.
- ¡Equipo de limpieza listo para recoger las sobras! - gritó yendo a comer.
Pero Meliodas le agarró de una oreja, obligándolo a que se quede sentado en su sitio. La risa de Gowther era tan inusual y llena de felicidad, que hacía que los demás se miraran extrañados con una pequeña sonrisa, y luego acabaran riendo también, en vez de regañarlos. Poco a poco, se fue extendiendo por todo el lugar, incluso a por los novios.
Cuando Angelie quiso salir de la tarta aprovechando que nadie miraba, Gowther la volvió a agarrar, entre dulces y frutas, juntando sus mejillas.
- Te quiero - dijo con una sonrisa infantil de felicidad.
El hada se puso más roja mirando a la nada, mientras la nata se caía de su pelo y le escondía la cara de la vergüenza. Esa boda no podría salir mal de ninguna de las maneras, pues consiguieron que la líder de la guardia real de las hadas se cambiara la ropa y se pusiera un vestido mientras cierta maga de gran poder restauraba la tarta en su anterior estado... y que una solitaria hada consiguiera una pareja de baile ese día.
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