Sí o sí (Arthur)
Pedido de @Yareli837lara Feliz cumpleaños un poquito tarde!!!
Esta historia tendrá 3 escenarios ^^
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Esa madrugada, bajando las escaleras de mármol con sus finos zapatos sin hacer mucho ruido y subiendo su vestido, la menor de las cuatro princesas de Lyonnes llegaba al gran salón principal. Escondiéndose detrás de los pilares y columnas de los soldados que hacían su ronda nocturna, salió con cuidado a los grandes jardines.
Caminando rápido alrededor de los setos, sin que su respiración agitada alarmase a nadie, encontró el recoveco por donde Elizabeth le indicó que se escaparía a través de la maleza que rodeaba el castillo. Salió despacio, llenándose el pelo de hojas y con cuidado de su diadema, y miró alrededor. Era de noche cerrada, y sólo la luna podría decirle a dónde fue su hermana. Miró desesperadamente hacia todas partes, hasta ver a lo lejos una brillante figura que brillaba con la luz de la luna. Ella se recogió el vestido y corrió por la llanura detrás de ella.
- ¡Hermana, espérame! ¡Hermana mayor!
La gran armadura plateada se detuvo y miró hacia atrás, al ver a la joven correr detrás.
- ¡Yareli! - la llamó una voz femenina de la armadura - ¡Te dije que esto es peligroso!
- ¡Pero yo también quiero salvar el reino! - contestó jadeando a su lado - Yo quiero ayudarte... no quiero que estés sola...
- Con esta armadura nadie sabrá quién soy... no te preocupes... - Elizabeth suspiró - Pero tú has salido con lo puesto de palacio...
- No tenía otra ropa... he cogido un vestido simple y zapatos sin tacón... - se excusó ella - Y varias monedas también...
- Venga, te compraré algo de ropa de campesina, y deberás esconder tu diadema de oro...
- ¿Eso significa que puedo ir contigo? - ella sonrió, sabiendo que podría haber ganado.
- Venga, vamos juntas... nos cuidaremos la una de la otra - dijo tendiendo su manopla acorazada - Será peligroso si ahora vuelves a palacio.
Ella sonrió tomando la mano de su hermana y caminó con ella sin un rumbo fijo. ¿Cómo le sentaría al rey Bartra haber perdido a sus dos hijas menores la misma noche?
*
Tras esto, habían pasado varias semanas. Elizabeth y Yareli llegaron finalmente al Boar Hat y conocieron a Meliodas y a Hawk, y el resto pues, muy seguramente lo sepáis mejor que yo. A ninguna de las dos princesas se le caían los anillos por ayudar en el bar, aunque eran cosas que no habían hecho nunca, no es difícil barrer, fregar o llevar comida a las mesas.
Ella había hecho caso a su hermana Elizabeth, se había quitado su diadema de oro y la había guardado junto a su ropa de princesa, que aunque no era la más bonita ni la más cara que tenía, le tenía cariño, y no podía nadie saber que eran princesas. Ahora llevaba la ropa de camarera del bar, a juego con su hermana.
Esa tarde, Yareli servía una jarra de cerveza para Merlín, que leía sentada en una mesa. Luego se la llevó en una bandeja.
- Aquí tiene, señorita Merlín - dijo contenta.
- Gracias - contestó sin despegar la vista de sus documentos.
- ¿Qué estás leyendo? - preguntó llevando sus manos a la espalda y asomándose un poco.
- Son documentos de la corte de Camelot - dijo despreocupada y dando un sorbo de cerveza.
- ¿De Camelot? - preguntó sorprendida - ¿Cómo tienes tú eso?
- Me encargo de ayudar en su trabajo al príncipe Arthur. Aparte de ser quien me conoces, también soy su mentora. El príncipe es demasiado joven para tantas responsabilidades, pues su padre es mayor y pronto deberá ocupar el trono.
- ¿Pero cuántos años tiene el príncipe? - preguntó sentándose con ella.
- ¿No le conoces en persona? - preguntó - Ni al ser reinos vecinos... Pues tendrá tal vez uno más que tú.
- Wow, es joven para ser rey... - pensó ella - Por mi parte no tengo miedo de ser reina, ya que antes de mí van tres princesas - dijo con una sonrisa.
- No si te casas con un futuro rey - dijo dando un trago a la cerveza.
- No, gracias, me gusta mi vida tranquila - dijo apoyándose en la mesa - Además, no me gustan los matrimonios por conveniencia que se hacen... aunque Margaret y Verónica han tenido mucha suerte con sus parejas, son sus amantes.
- El rey Bartra es sabio y justo, y ante todo quiere la felicidad de sus hijas. Seguro que te dejará elegir un pretendiente antes de imponértelo él.
- Sí... mi padre está ya mayor también... y es muy bueno... se preocupó mucho por Elizabeth y por mí cuando nos marchamos... pero al saber que estábamos con Meliodas se sintió mejor.
- El rey ya nos conoce a ambos de antes - dijo ella levantándose con los papeles - Ahora debo marchar a Camelot.
- Espero que todo vaya bien - dijo con una sonrisa.
- Tal vez un día que esté más desocupado lo traiga y le conozcas - dijo con una sonrisa tranquila - Arthur le tiene mucho respeto a Meliodas y estará encantado de venir.
Tras eso, desapareció. Ella suspiró y recogió la jarra. No había que tener miedo, era sólo conocer al príncipe, ¿Qué podría salir mal? Aunque no llevase sus ropas de princesa, ella seguía siendo quien era, al igual que su hermana mayor.
En lo que recogía la bebida de Merlín y la llevaba a la cocina, la maga volvió a aparecer con un suspiro. Ella se asomó a verla, y cuando quiso preguntarle, la puerta del bar se abrió, entrando Meliodas.
- ¿En serio es aquí donde viajáis todos? - preguntó una voz desconocida.
- Así es - Meliodas llevaba los brazos tras la cabeza.
Se alejó para dejar paso a un chico con ropajes ricos que miraba el bar con la mera curiosidad de un niño. Luego dio una sonrisa tranquila.
- Realmente no me lo imaginaba así en absoluto - dijo el joven pelinaranja.
- Realmente nunca le he dicho cómo es este lugar, príncipe Arthur - dijo Merlín sentada de nuevo en su sitio.
¿Príncipe Arthur? ¿Este era de verdad el príncipe de la región vecina de Camelot? Yareli se escondió en la cocina. ¿De verdad debía conocerle de esta manera? Ella se miró su ropa, el uniforme del bar. No era para nada su ropa elegante de princesa, que estaba guardada en su cuarto, pero le sería imposible salir a cambiarse sin que la vieran.
Se puso nerviosa cuando escuchó a Meliodas llamar a los demás para que fueran a conocer al príncipe, y también cuando vio a su hermana Elizabeth presentarse como si nada, siendo la princesa, y con esa ropa, cosa que a ella le daba vergüenza.
- ¿Dónde está tu hermana? - preguntó Meliodas.
- Ah, pues... sinceramente no la he visto... - contestó Elizabeth.
Meliodas se metió las manos en los bolsillos y miró alrededor. Luego empezó a caminar hacia la cocina, descubriéndola ahí escondida.
- Ah, estás aquí - dijo con una sonrisa.
Ella se puso un dedo en los labios mandándole callar con un gesto algo desesperado, y agarrando su brazo, lo escondió en la cocina con ella.
- ¿Ocurre algo? Queremos presentarte a Arthur... - dijo él en voz más baja.
- Es que no puede ser... - contestó ella - Soy la cuarta princesa de Lyonnes, no puedo presentarme ante el futuro rey de Camelot... con esta ropa... - dijo señalándose.
Meliodas puso una de sus caras chibis.
- Oh, ¿insinúas que mi diseño de uniforme de camarera no es elegante? Eso me ofende...
Ella negó con las manos y la cabeza. Meliodas sonrió con los brazos tras la cabeza.
- Pero Elizabeth lo ha hecho sin preocuparse por eso, ¿no lo has visto?
- Sí... pero es que... - dijo mirando de reojo hacia afuera donde estaban los demás.
- Pero nada.
Melodias la empujó por el hombro, sin tener muy en cuenta su fuerza escondida de demonio, haciendo que la chica saliese a trompicones de la cocina y se cayese de bruces en medio de la taberna. Todos miraron alarmados, pero ella tuvo la rapidez de colocarse bien la falda antes de que nadie viese nada indebido. Se sentó rápidamente en el suelo con las piernas separadas y con vergüenza, viendo al príncipe que estaba delante de ella mirándola.
Con una sonrisa propia de la realiza, el joven de cabellos anaranjados se acercó a tenderle una mano antes de que su hermana pudiese reaccionar en ayudarla.
- ¿Estás bien? - le preguntó - Toma mi mano.
La chica parpadeó, sin querer mirarlo demasiado por vergüenza, y asintiendo tímidamente, tomó su mano y se levantó. No quería hacer el ridículo para no pasar vergüenza y era justo lo que había conseguido. Ni siquiera era capaz de mirarle a la cara, mientras que él si que la miraba con atención.
- Príncipe Arthur... - dijo Elizabeth - Es mi hermana pequeña, la princesa Yareli.
- ¡Oh, la cuarta princesa! - exclamó sorprendido, e hizo una suave reverencia - Nunca os había conocido, perdonadme, princesa.
- N-No me llames de usted, por favor... - pidió - Es algo incómodo, somos muy jóvenes.
Arthur sonrió más cómodo, y con una nueva reverencia, tomó su mano para dejar un pequeño beso en el dorso de esta, haciendo sonrojar a la joven princesa. Merlín, sentada de nuevo en una mesa, lo miraba con una ligera sonrisa.
*
- Y por eso mismo vas a asistir al baile que se celebra esta noche en Camelot, y no acepto un "no" por respuesta.
El propio rey Bartra había llegado con unos soltados al Boar Hat en busca de sus hijas. Unos días después del encuentro con Arthur, el joven rey cumpliría 16 y era momento de buscar una prometida para que cuando obtuviera la mayoría de edad, poder casarse y cuidar del reino como un auténtico rey. Por eso, el rey Bartra quería que su hija Yareli fuera a ese baile en el que asistiría toda la nobleza.
- Desde nunca me han gustado los bailes reales, papá, son aburridos... - se quejó ella.
- Yareli, hija, he tenido una visión... - dijo acercándose con empatía - El futuro del reino de Lyones y del de Camelot depende de que el príncipe te elija a ti...
- La primera vez que nos vimos estaba tirada en el suelo de bruces enseñando las bragas, padre... - recordó con un molesto sonrojo - ¿Cómo me elegiría? Seguro que no le gusto...
- Yo no estaría tan segura - Merlín lo dijo como si nada mientras leía, haciendo que todos la mirasen.
Tras eso, se produjo un silencio en toda la taberna, mientras la cuarta princesa miraba al suelo. Su padre le tomó las manos haciendo que la mirase.
- Nunca te he pedido nada... no lo hagas por mí si no quieres... pero hazlo por el reino como princesa que eres. Sólo ve y se tú misma, pásalo bien e inténtalo al menos.
Ella dio un suspiro bajando los hombros.
- Está bien, padre, iré...
El rey dio un gesto de alegría suprema y mandó a un soldado acercarse. Con él venían casi todo el armario que tenía en casa, para que eligiese un vestido, zapatos y joyas y marchase a Camelot para llegar a tiempo esa noche. Teniendo que marcharse sola, habiendo sido ayudada a vestirse y peinarse por su hermana mayor, la princesa partió en el carruaje, esperándole un día entero en él para llegar allí a la noche.
Tras unas horas, el carruaje paró dentro del jardín, enfrente de la puerta, y el cochero la ayudó a bajar. El palacio estaba lleno de gente y los carruajes no paraban de entrar y salir, trayendo a jóvenes nobles de varios reinos en busca de la codicia del matrimonio con el futuro rey. Al subir las escaleras y entrar acompañada de un mayordomo, su nombre era anunciado en voz alta, como el de todo el mundo.
Estaba tan lleno de gente con música y sonidos de murmuros y conversaciones que ella pensaba que absolutamente nadie había oído su nombre y percatado de su llegada, pero de entre la multitud apareció el príncipe a paso ligero teniendo cuidado de no empujar a nadie. Venía vestido de blanco, con hombreras doradas y una cinta azul que del hombro a la cadera, acompañado de algunas medallas enganchadas a la ropa. Si él de por sí solía estar guapo, esta noche estaba impecable.
- ¡Princesa Yareli, has venido! - dijo yendo a su lado con ilusión.
- Sí, muchas gracias por la invitación - contestó ella con un sonrojo al verle vestido así.
- Pensaba que no lo harías... - dijo ofreciendo su brazo para que lo tomase - Se te veía feliz viajando con Meliodas y compañía.
- Sí, es cierto... - ella lo tomó y caminaron dentro - Pero sigo siendo una princesa y tengo deberes que cumplir, aunque esto parece... hasta divertido.
- A mí personalmente no me gustan mucho las fiestas y los bailes - confesó él adentrándose en la multitud con ella - Pero el de esta noche es importante.
- A mí tampoco me gustan mucho, por ser cuatro hermanas hay el cuádruple de estas fiestas... y no me gustan porque...
Y en este caso, hablaron los dos a la vez:
- Porque siempre soy el centro de atención.
Ambos se miraron y luego dieron una pequeña risa. La princesa miró a su alrededor. Estaba lleno de chicas acompañadas, pocas de su edad y la mayoría eran mucho más jóvenes. ¿De verdad era tan importante como para mandar a una princesa de 9 años a eventos así? Ella suspiró, pensando en que algunas, algo mayores, iban mucho mejor vestidas y con joyas de gran valor, mirándolas con superioridad. La voz de Arthur la sacó de sus pensamientos.
- ¿Me concedes un baile? - preguntó mirando la pista.
- ¿E-en serio? - preguntó ella.
Arthur sonrió.
- Me tienes que contestar sí o sí.
- Bueno... aunque no es que tenga mucha experiencia, no quiero arruinarlo...
- Tranquila, pediré algo a tu altura.
Y casi en el fin de la canción, él tiró de su mano hacia la pista, mientras ella tragaba saliva. Arthur le tomó la mano y puso la otra en su cintura, a la vez que hacía un gesto con la cabeza hacia el director de la orquesta. Yareli suspiró, esperando escuchar las primeras notas lentas, sencillas y aburridas de un típico minueto... pero en vez de eso las notas empezaron a sonar con fuerza y con ritmo, sorprendiéndola.
Arthur sonrió y empezó haciéndola girar, mientras todos miraban a la pista sorprendidos por ese cambio de ambiente, para ver al príncipe bailar con esa chica recién llegada de una forma más animada y juvenil que lo acostumbrado hasta ahora. La princesa bailaba con una sonrisa agarrando su vestido, pero... ¿esto era una canción a su altura como había dicho Arthur? Sí, seguramente sí.
Él la tomó de la cintura con las dos manos y empezaron a girar en el aire, mientras ella se sujetaba y reía divertida.
- ¿Te gusta la música así? - preguntó él mirándola desde abajo.
- ¡Es lo más divertido que he bailado! - le contestó ella felizmente.
- ¿Y quieres bailar esto conmigo el día de nuestra boda?
Ella abrió los ojos de impresión. Él no la había bajado al suelo y seguía girando con ella alzada.
- ¿C-cómo? - preguntó aturdida.
- Me tienes que contestar sí o sí - dijo con una sonrisa y un leve sonrojo.
Ella le miró un segundo antes de sonreír de nuevo, y él la bajó al suelo mirándola. Antes de que abriese la boca, la música paró de golpe, detenida por los organizadores de la fiesta, que iban a acercarse a recriminar el comportamiento subido de tono del príncipe al cambiar la temática y la tradición de los bailes reales.
Arthur puso una mueca con la boca y huyó con ella de la mano entre la multitud, saliendo a uno de los numerosos balcones y cerrando tras de sí. Luego se giró hacia ella.
- No te preocupes, tardarán un rato en encontrarnos entre tanta gente...
Luego ambos miraron a la luna llena, sintiendo el aire fresco de la noche, con el sonido de la fuente del jardín de fondo. Arthur la miró de reojo, esperando aún esa respuesta.
- Entonces... - empezó él rascándose la mejilla.
- ¿Estás seguro de tu pregunta? - preguntó ella en voz baja.
Arthur sonrió con más alegría.
- Me gusta una princesa que haya sido capaz de rebajarse a camarera para sentirse feliz y a gusto con los demás... no eres como los demás, lo tuve claro en cuanto te vi... con esa aparición en el suelo del bar...
Ella desvió la mirada con un sonrojo. Luego suspiró decidida.
- Entonces... ¿sólo puedo responder sí o sí?
- Esto... sabes que no quiero obligarte ni mucho menos... - su faceta algo tímida había salido al encontrarse solos, sin la música de fondo.
- Entonces claro que quiero seguir bailando eso contigo en nuestra boda y en todas las fiestas que nos vengan en el futuro - contestó ella decidida - Cuando seamos los reyes, ¡nadie nos va a quitar nuestra canción!
Arthur la miró por un momento sin inmutarse, y luego cerró los ojos con una gran alegría y un suspiro más tranquilo, tomando su mano.
- Sí, eso es cierto.... mi futura esposa.
Y juntándose los dos a un ritmo medido y en total armonía, se dieron un besa que sellaba esa unión y esa promesa futura delante de la enorme luna llena.
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