🌼El Vals de las Mariposas (Gloxinia, Mandamiento del Reposo)
🌼 - mandíbula rota y manca.
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El cielo estaba nublado y el viento soplaba fuerte. En el bosque de las hadas, las mayores cuidaban de las pequeñas acompañandolas a lugares seguros. En lo alto del árbol sagrado, Gerheade miraba al cielo con seriedad.
Detrás de ella, una nueva hada apareció caminando. Llevaba un vestido azul y blanco muy corto, pro de mangas anchas y largas, ocultando sus brazos enteramente, además de una bufanda que tapaba la parte inferior de su cara. Sus alas eran grandes, más grandes de lo que suelen ser para una mujer hada.
- Gerheade... - la llamó ella.
- Los mandamientos se han retirado por el momento - indicó ella - Pero eso no significa que se vayan a rendir.
- ¿Crees que estará bien? ¿Volverá a vernos?
- Mi hermano Gloxinia es ahora uno de los 10 mandamientos. Ya no es un rey de las hadas - ella se giró mirándola.
- Han pasado 3000 años desde la última vez que le vimos... - dijo ella caminando lentamente - Mi querido esposo, tu amado hermano... que solas nos dejó ocupando ambas una regencia en pleno fin de la Guerra Santa.
- Fueron malos tiempos, ciertamente... - dijo Gerheade avanzando hacia ella - Pero él se alegrará de que aunque ambas estábamos en nuestros peores momentos físicos y mentales pudimos volver a hacer grande el Bosque Sagrado y el reino de las Hadas.
- Lo que no pudimos fue mantener nuestra regencia hasta su vuelta - dijo ella con tristeza - El Bosque necesitaba un rey... si al menos pudiese haberle dado un hijo antes de que todo esto empezase...
- No te eches toda la culpa - Gerheade se sentó a su lado, en una rama saliente - Sólo estuvisteis casados diez días antes de que estallase la guerra.
- Lo sé... - contestó Ondina suspirando - pero fueron los diez días más felices de mi vida... Gerheade... nuestro romance... no fue como todos dicen que es un amor verdadero.
- ¿A que te refieres? - dijo la tuerta mirándola.
- Las parejas de amor verdadero sienten una enorme complicidad con su pareja... yo no sentía eso con Gloxinia... pero cada vez que le miraba... me daba cuenta de que él era el indicado. Ojalá hubiésemos tenido más tiempo para que naciese la complicidad.
- Mi hermano se sentía igual - confesó el hada - Me pedía consejos... pero yo no sabía que decirle... pues no me había enamorado aún. Pero no dudes ni un momento en que te amaba.
- Ah, Gerheade... - dijo Ondina tomando la mano izquierda de su cuñada con su mano derecha - ambas hemos perdido a quien más amamos... pero no del todo.
La chica del gorro asintió con una media sonrisa, tomando su mano también. Miraba con nostalgia la bufanda que cubría la boca y nariz de su amiga y cuñada, rememorando malos momentos...
*Flashback*
- ¡Al ataque! ¡Destruyan el bosque de las hadas!
Los humanos aliados con los demonios empezaron a atacar a las hadas, aquellas que sólo buscaban la paz y el fin de la Guerra Santa. Gerheade y Ondina se pusieron delante, la primera armada con su bastón, la segunda con unas largas dagas.
- ¡No deis ni un paso más! - gritó Gerheade, 3000 años más joven, sin gorro ni vestido cerrado - ¡Las hadas no son vuestros enemigos! ¡Esto es sólo entre los demonios y las diosas!
- ¡Pero si es la reina y la hermana del rey! - dijo un gran humano portando una gran maza - ¡Las hadas sois taaaan pequeñas que me dan pena aplastaros!
Sin la protección del rey de las hadas y la poca fuerza del clan de las hadas, los humanos de fuerza bruta se abrieron paso rápidamente entre ellas, golpeando sus pequeños y delicados cuerpos.
Gerheade cayó al suelo, lejos de su bastón, con media cara ensangrentada y un tipo de muy malas pintas encima.
- ¡Te cortaré tus lindas piernas para que aprendas a no faltarnos el respeto!
Y levantando por encima de su cabeza un machete, asustando enormemente a la pequeña hada, dio un grito de guerra.
- ¡¡No la toques!!
La reina de las hadas se lanzó a por él, y de un enorme tajo, cortó el brazo del humano que portaba el machete.
- ¡¡¡Aaarrrgg!!! ¡Estúpida reina mariposa!
Y en un despiste en el que la reina intentó levantar a Gerheade del suelo, el humano le propinó una bestial patada en la cara a la chica, que salió despedida hasta chocar contra un árbol.
- ¡¡Su Majestad!! - gritó Gerheade llorando.
- No te muevas de aquí... - dijo el humano poniendo a otro en su lugar - Primero me encargaré de la reina para quitaros las esperanzas que tenéis...
Y volviendo a tomar su machete del suelo con su único brazo, el gran humano se acercó a la reina, tirada en el suelo sin fuerzas. Puso un pie en su pequeño estómago, haciéndola dar un gemido y escupiendo sangre de su ahora rota mandíbula.
- Ojo por ojo... diente por diente... - murmuró el humano dando un gran tajo sobre el brazo izquierdo de la reina hada, haciéndola gritar de agonía, mientras Gerheade lloraba sin poder ir a ayudarla.
*Fin del Flashback*
Gerheade tocó la bufanda fina que cubría la cara de su amiga y cuñada, haciéndola dar un sobresalto.
- Acabo de recordar ese día... luchaste para evitar que me cortaran las piernas...
- Pero no lo conseguí... - dijo la reina con un suspiro - Pero no me molesta haber perdido mi brazo y tener mi mandíbula destrozada... di todo lo que tenía para evitar nuestra destrucción... y ofrecería mi cuerpo entero para ello.
Ambas se dejaron apoyar sus cabezas juntas, sentadas, mirando al cielo. El cielo de estaba despejando y el viento parado, por lo que ahora habían unas luciérnagas.
- Los días siguientes al fin de la Guerra Santa... no queríamos que nadie nos viese. Curábamos nuestras heridas en silencio, lamentándonos de nuestras mutilaciones... - susurró Gerheade - Lmentandonos del horror que sufrimos ese día... llevando el recuerdo siempre en nuestras grandes cicatrices...
- No pienses ahora en eso, querida amiga... tuvimos que salir de nuestro escondite con ropas que nos cubriesen las pérdidas para guiar a nuestro pueblo... como regentes.
Ambas cerraron los ojos, tranquilas.
- ¿Sabes con qué soñé anoche? - susurró Gerheade.
- Sorprendeme - contestó la reina en el mismo tono.
- Con la canción que bailasteis mi hermano y tú en la boda real...
- Oohh... - dijo la reina enternecida, dando una enorme sonrisa de nostalgia - Todavía recuerdas la melodía del Vals de las Mariposas...
- ¿Cómo olvidarla? - Gerheade frotó la mano de su amiga con la suya - Esa canción es muy especial para mi hermano, y recuerdo su felicidad con esa canción que sólo se toca en las bodas reales...
- No sabes cuánto me gustaría volver a bailar esa canción con tu hermano... - dijo ella con un suspiro.
Tras unos largos segundos de silencio en la noche, ambas abrieron los ojos sobresaltadas y alarmadas. Un enorme poder demoníaco se dirigía a gran velocidad hacia el bosque. Se levantaron y miraron al cielo.
- Ondina, vuelve abajo, asegúrate de que todos están a salvo - pidió Gerheade - Harlequin no está, y tu fuiste reina. Cuida del pueblo.
La chica asintió, dejando a Gerheade a cargo de lo que llegaba al Bosque. El hada tuerta agarró su bastón, mirando al cielo en busca del demonio que llegaba, pero se sorprendió al ver unas alas grandes, coloridas y brillantes, diferentes a la de los demonios.
Abajo, el hada se había asegurado de que todos estaban a salvo y que el árbol estaba bien, así que al sentir esa presencia demoníaca justo encima, se apresuró a subir y a ayudar a Gerheade. Lo que no se esperaba, era lo que vería en ese momento.
Ella estaba abrazada a un chico, que la mecía en el aire con suaves giros, rodeandola con sus enormes alas de colores de filos profundos y negros, alumbrando el color rojo de su largo pelo. Reconocería ambas cosas en cualquier parte del mundo...
Ambos se separaron mirándose.
- ¿Dónde está? - preguntó él mirándola.
Gerheade sólo miró hacia la chica con una sonrisa, y él la imitó. Sus ojos oscuros demoníacos se encontraron con los de ella, y aunque su amado Gloxinia tuviese esos ojos y esa marca en su pecho, su aura pronto volvió a ser la del antiguo rey de las hadas.
- Gloxinia... - susurró ella.
Él soltó a su hermana y le tendió los brazos.
- Que alegría verte... mi querida esposa... - dijo con una sonrisa.
Ella batió fuertemente sus alas para poder precipitarse a sus brazos, y pudiendo rodear su cuerpo sólo con uno, ella empezó a llorar. Después de 3000 años, había vuelto.
Gerheade sonrió, y se marchó dejándoles privacidad. Gloxinia abrazó todo lo que el pequeño cuerpo de su esposa le pedía, consolándola, frotando su espalda, acunándola contra su pecho.
- Ya estoy aquí contigo... no llores más... - dijo acariciando su mejilla - mi reina...
- Te eché tantísimo de menos... - dijo ella mirando con sus ojos llorosos los oscuros de Gloxinia - Pero sabía que un día volverías a casa...
- Después de 3000 años... no me has dejado de querer ni un ápice... - comentó el antiguo rey con una sonrisa - Como yo a ti...
Ellos se volvieron a abrazar, intentando juntar sus cuerpos lo máximo posible, rodeándose con los brazos y las alas mientras flotaban con tranquilidad.
- Lo lamento mucho todo... - dijo él separándose un poco - Lo que os pasó, la situación del reino con la guerra...
- No, cállate - le pidió ella - No quiero oír eso ahora. Lo que quiero oír es que vas a volver para no marcharte más... - dijo poniendo su única mano en su mejilla - Necesito a mi marido de vuelta...
Gloxinia la miraba con un gran cariño que emanaban de esos ojos negros, y tomó su mano de su mejilla para dejar un pequeño beso en sus dedos, para después apretar su mano.
- No por ahora... - dijo con algo de pena - Pero es lo que planeo hacer cuando todo esto termine.
- ¿Qué? ¿Por qué no ahora? - dijo ella con tristeza.
- Planeo abandonar al resto de los mandamientos junto con el rey de los gigantes. Queremos renunciar a este poder y enfrentarnos a ellos. Cuando sean derrotados, podré volver, y tendremos la vida de paz que tanto añoramos...
- Y que tanto nos merecemos... - dijo ella cerrando los ojos, y dejando caer una lágrima - No es justo... te quiero ahora conmigo...
- Si hemos esperado tantos siglos, podremos esperar un poco más... sólo un poco más... - dijo tomándola de la cintura para mecerse con el viento suavemente, dejando su larga manga al viento sin un brazo que la rellenase.
- ¿Entonces por qué vienes ahora? - preguntó ella con dolor - ¿No ves que ahora no querré separarme de nuevo?
- Para tomar fuerzas... - contestó con una suave sonrisa - Necesito ver a las razones de mi lucha para darme ánimos y un último empujón... y después, tendremos la vida que soñamos... Después de 3000 años de matrimonio.
- Si... - contestó ella con una pequeña sonrisa - hace poco se cumplieron... nuestros 3000 años juntos...
- Hay que ver... 3000 años de matrimonio y aún no he yacido con mi mujer - dijo con una pequeña sonrisa.
- ¡Glo-Gloxinia! - le replicó ella con un gran sonrojo.
Él dio una sonrisa inocente llena de alegría. Le hacía tan feliz volver a verla...
- Lo siento, mi reina... debo marcharme... - dijo soltando su cuerpo.
Él tocó su bufanda para bajarla, ver sus labios, pero ella se lo impidió poniendo su mano sobre la suya. Gloxinia la miró con algo de tristeza, peeo aceptó que ella estuviese horrorizada de su boca para evitar que él la besara. A cambio de ello, besó su frente con cariño.
Ella miró al suelo apretando los labios sin que se viesen por la bufanda. Le dolía, pero debía dejarle ir, otra vez...
- Está... bien... - dijo arrastrando las palabras - Te esperaré un poco más... pero por favor, ten cuidado...
Él le sonrió estirando sus alas y alzó el vuelo. Ella suspiró, y sin querer mirarlo para no sufrir, bajó la cabeza para adentrarse en el árbol sagrado.
Gloxinia la miró desde el cielo. Oh, no, no, no podía... no podía dejarla así. Volvió a pisar el suelo mientras se acercaba despacio a la chica que se alejaba.
- Pensando en tu jardín - comenzó a cantar el antiguo rey - mil mariposas comenzaron a decir cosas hermosas...
La chica se detuvo mirando al frente con los ojos muy abiertos. Esa melodía... esa letra... ¿Podía ser cierto de verdad?
Se giró mirando a Gloxinia, que detuvo su paso tendiendo una mano hacia ella.
- La más bella de las mil, besó una rosa y después se fue hacia ti, maravillosa...
Ondina se llevó la mano al pecho y después corrió a tomar su mano. Gloxinia la entrelazó, y poniendo su manga vacía sobre su hombro, la tomó de la cintura con el otro brazo para empezar a flotar por el aire con lentos pasos de baile.
- Dime si tú, hoy, quieres bailar con el son de, el Vals de las Mariposas conmigo - continuaba el pelirrojo cantando.
- Quiero bailar, si - contestó su esposa - quiero bailar con el son de, el Vals de las Mariposas contigo.
Gloxinia sonrió bailando con su mujer, mientras sus alas brillaban a la vez de felicidad y las luciérnagas les rodeaban. La canción sólo se tocaba en sus bodas, pero... nadie dijo que no se pudiese cantar y tararear para los enamorados.
- Cada día en tu jardín - el hada le dio una vuelta a su esposa antes de volver a tomarla - te veo hermosa, cómo una de las mil, mil mariposas. Tú me enseñaste a bailar entre tus rosas, una tarde como ayer, tan maravillosa.
Los giros de aire que creaban sus alas al danzar juntos iban al compás, haciendo a las luciérnagas moverse mas rápido mientras ellos sonreían. Si, este baile les hacía recordar al del día de su boda como si se hubiesen casado ayer.
- Dime si tú, hoy, quieres bailar con el son de, el Vals de las Mariposas conmigo...
- Quiero bailar, si, quiero bailar con el son de, el Vals de las Mariposas contigo...
Ambos sonrieron danzando en el cielo, y Gloxinia la soltó para abrazarla por la cintura con las dos manos, mientras ella se aferraba a su nuca con su brazo.
Mirándose a los ojos como dos recién casados, Gloxinia volvió a intentarlo de nuevo. Tocando despacio su bufanda, la fue bajando lentamente. Ella le quitó la mirada, pero le permitió ver su desfigurada boca.
Su mandíbula estaba torcida, algo desencajada, con cicatrices en sus labios que le oscurecían la piel. Gloxinia no dio ningún gesto o mueca de asco, sólo hizo que le volviese a mirar.
- La mariposa más hermosa de mi jardín... - susurró.
Y poniendo una mano en su nuca, acercó su cara hacia ella, juntando sus labios en un beso que le demostraba todo lo que le había echado de menos estos siglos, como aquél que se dieron en el día de su boda.
Sin querer separarse aún el uno del otro, ambas hadas continuaron bailando el Vals de las Mariposas lentamente, deseando que la noche no terminase nunca, deseando que no tuvieran que volver a separarse.
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