El color de la realeza (Merlín/Gowther)

Este one shot lo ha pedido @PilarCisterna y es mi primer trío amoroso así que no se cómo saldrá, sólo espero que os guste :3

¡No dudéis en comentar en vuestras partes favoritas! :3

Aquí está un poco cambiado el manga y anime, pues aquí consiguen expulsar a Galand sin necesidad de la ayuda de Gowther, por lo que Diane no sufre la amnesia que le provocó él, ni Merlín está encerrada en su tesoro sagrado.

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La batalla contra Galand había terminado. Esta vez, con mayor ayuda de Diane, Meliodas y merlín, habían conseguido espantar al mandamiento, jurando que volvería para vengarse de ellos. Así, entraron a Camelot Merlín, Meliodas, Elizabeth, Diane y Hawk, que se reunieron en la zona donde inicialmente apareció el mandamiento, que había quedado destruida. Arthur venía corriendo con su espada en la mano y la capa ondeando.

 - ¡Meliodas-dono! ¡Merlín-dono! - gritó reuniéndose con ellos - ¿Están bien?

 - No es nada que no se pueda curar con unas jarras de cerveza, Arthur - Meliodas sonrió guardando a Lostvaine.

 - Meliodas-dono... mil gracias, en nombre de todos los habitantes de Camelot que hoy viven para contarlo. Merlín-dono... a ti también por proteger el reino con tus escudos.

Ambos hicieron un gesto restándole importancia, mientras Elizabeth tomaba a Meliodas del brazo con una sonrisa y Merlín flotaba con una sonrisa tranquila. Después, apareció Slader, que venía del Boar Hat, y se acercó a Merlín. Ella le miró de reojo.

 - ¿Has hecho lo que te he pedido? - preguntó.

 - Por supuesto, Onee-sama - dijo obediente.

Merlín asintió y volvió a mirar al príncipe, que se rascaba el cuero cabelludo algo nervioso.

 - ¿Quieres decirnos algo más, Arthur? - preguntó la maga con su tono característico.

 - ¡Pide lo que quieras! - Hawk levantó una pezuña - ¡Podemos vencer a todos los demonios del mundo ahora que Meliodas tiene su tesoro de vuelta!

 - Oh, no es eso... - dijo negando con las manos, y luego miró a Merlín con una sonrisa nerviosa, buscando ayuda.

 - Sé lo que quieres pedir - dijo cerrando los ojos con tranquilidad - Y deberías decirlo en voz alta para que lo sepa el capitán.

Meliodas miró al príncipe parpadeando, esperando saber qué era lo que le ponía nervioso.

 - Meliodas-dono... hay algo que debo pedirle... esto... - dijo juntando las yemas de sus índices mirando al suelo - Hay una norma en la realeza de Camelot... dicta que en el caso de una guerra o un ataque al reino, los herederos al trono deben permanecer separados para evitar que ambos mueran y termine la dinastía... - Arthur lo comentaba preocupado y no podía mirarles a la cara - así que...

 - ¿Quieres venir con nosotros, Arthur? - propuso Meliodas con una sonrisa.

 - No, no es eso tampoco... yo debo quedarme en el reino por ser el primogénito y protegerlo... es más bien pediros que os llevéis a mi hermana menor. Sé que ella no estará en ningún lugar mejor protegida que a vuestro lado.

 - Sate, sate, sate... - Meliodas se llevó los brazos tras la cabeza - La princesa Pendragón... creo que no la he visto nunca en persona.

 - La princesa Pilar Pendragón es un año menor que el príncipe Arthur - comenzó Merlín - No es una chica problemática, tal vez algo curiosa como es normal en su edad, pero no es un problema ni una carga llevarla con nosotros hasta que la situación amaine.

Meliodas se encogió de hombros.

 - Si Merlín lo dice, la creo. Bien, vayamos al castillo.

Merlín los teletransportó a todos en un instante, apareciendo todos en el salón principal del castillo. Mientras Arthur se marchaba corriendo por el pasillo a buscar a su hermana, Meliodas miró a Merlín. Ella, con los ojos cerrados y su sonrisa tranquila, parecía a la vista de cualquiera su forma relajada normal, pero no podía engañar a un amigo tan longevo como Meliodas.

 - Pareces feliz - dijo mirándola con una sonrisa - ¿Os lleváis bien ambas?

Merlín le miró, acentuando un poco más su sonrisa.

 - Mejor de lo que crees...

Tras un largo pasillo, Arthur llamó a una enorme puerta.

 - Hermanita, soy yo, ¿puedo pasar?

Tras unos pocos segundos, fue ella la que le abrió la puerta.

 - Pasa, hermano - dijo mirándole con una sonrisa.

Arthur entró en su cuarto, viendo que las puertas de su balcón estaban completamente abiertas.

 - ¿Estabas fuera? - preguntó.

 - Bueno... escuché ruido y me asomé a ver... - dijo con inocencia.

 - ¿Has visto al Albión y al otro demonio? - preguntó su hermano más serio.

 - Perdoooon... - dijo cerrando el balcón - sólo miraba desde lejos, no pasa nada.

 - Pero podría haber pasado - dijo suspirando, más resignado.

 - En el caso de que pasara algo, estoy segura que nuestra maestra Merlín y tú me rescataríais - dijo con una actitud convencida.

 - De eso venía a hablarte - dijo sentándose en su cama - Ahora con estos problemas de demonios, Merlín se va a marchar un tiempo con el resto de su grupo.

Su hermana se giró a verle, con los labios fruncidos en una mueca triste, mirando a su hermano con dolor en su mirada. Él sabía cuánto apreciaba a su mujer... pero no sabía hasta que punto.

 - Pero te irás con ella.

Su cara de pena se cambió rápidamente a una iluminada de ojos brillantes, mirando a su hermano como si fuera un dios por tomar esa decisión.

 - ¿¿¿Enserio??? (Honto??? me ha salido en mi mente en japonés XD) 

 - En serio. ¿Recuerdas esa norma del protocolo real...?

 - Es la primera vez que estoy tan feliz de cumplir una regla que me haga separarme de ti, hermanito. Te quiero y todo eso, pero viajar con Merlín... ¡será genial!

 - Bien, avisaré a una maid que te ayude a recoger tus cosas, te tienes que marchar hoy mismo.

 - ¡No, lo hago yo! - dijo abriendo su gran armario.

Arthur sonrió mirando a su hermana pequeña y se marchó, dejándola sola con su armario y su ropa.

 - Veamos, ropa bonita... ropa bonita...

Sacó algunos vestidos bonitos y los puso sobre la cama, junto con algunos zapatos que no tuvieran mucho tacón, pero bonitos.

Cuando se agachó a abrir los cajones inferiores donde guardaba su ropa interior, la maga apareció flotando en su cuarto, sin hacer el menor ruido. Miró sus vestidos sobre la cama mientras ella estaba entretenida con los cajones, cuando hizo que un par de conjuntos saliesen del armario con magia. Eran conjuntos de dos piezas, algo ajustados pero cómodos, de sus entrenamientos con la espada. A su vez, dos vestidos demasiado extravagantes fueron devueltos de la cama al armario, asustándola.

 - ¡Hey! - gritó viendo la ropa y luego miró por el cuarto.

Hinchó las mejillas con algo de vergüenza cuando vio a la maga flotando, eligiendo unas botas altas y calzado cómodo con el dedo, haciendo que se movieran hacia la cama, y devolviendo al armario los zapatos de tacón.

 - ¡Merlín! - dijo en voz alta - ¡Estoy haciendo yo mi maleta!

 - No eliges correctamente - indicó la maga - Te estoy ahorrando trabajo. Aunque vayas a estar la mayor parte del tiempo en nuestro lugar de reunión, los vestidos largos y los zapatos de tacón dificultan el movimiento.

 - Pero tú siempre llevas tacones... y tu ropa para combatir es un vestido largo... - recriminó con un leve enfado.

 - Pero yo no necesito correr - respondió ella con una sonrisa - ¿o acaso tú sabes flotar y no me he enterado?

Ella negó, mirando al suelo con un leve sonrojo.

 - Eliges solo ropa delicada con la que sentirte bella y llamativa... - dijo descendiendo hasta acabar sentada en su cama con las piernas cruzadas - ¿Buscas afirmar tu posición de princesa o... tal vez llamar la atención de alguien?

Ella negó nerviosa con los ojos bien abiertos y apretando los labios, sin poder disimular su vergüenza.

 - ¿Seguro? - la maga se inclinó hacia delante con su sonrisa misteriosa - Porque yo juraría que has elegido los vestidos con los que alguna vez te he halagado...

Ella le dio la espalda avergonzada, con las manos en la cara y con expresión de desesperación y vergüenza por haber sido pillada y descubierta. Mentir no se le daba muy bien, y llegar más allá y mentir a Merlín era algo que estaba fuera de su alcance. La maga lo sabía, y se divertía mucho con ello. Pilar se intentó relajar, pero volvió a entrar en pánico al momento con la cara roja al ver sus conjuntos de lencería y ropa interior empezar a salir del cajón, volando hacia la cama. Cada vez le daba más y más vergüenza, lo que hacía que empezara a enfadarse internamente.

 - ¡Merlín! - gritó nerviosa girándose a verla - ¿¡Ni siquiera puedo elegir yo misma mi ropa interior!? - dijo avanzando hacia donde estaba ella.

 - ¿Para qué? - respondió la maga con mucha tranquilidad - Si la eliges para mí, mejor la selecciono yo directamente y en persona.

Pilar se acercó hasta ella, invadiendo su espacio personal pero sin llegar a perturbar su serenidad. La miraba fijamente con ese enfado, fruto de su vergüenza, apretando los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

¿Por qué tenía que disfrutar haciéndole pasar vergüenza? ¿Tanto se divertía sacando a una inocente chica de sus casillas? Todo parecía desmoronarse cuando la miraba de esa forma con sus ojos dorados... un color que amaba... el color de la realeza.

Justo cuando pensaba que su mirada no podía desestabilizarla más, Merlín se acercó más con su sonrisa de lado, hasta que llegó a depositar un pequeño beso en los labios de la chica, como si sólo fuera un pequeño roce y la caricia de una pluma, dejando a la princesa totalmente paralizada con los ojos muy abiertos. Merlín sonrió más al separarse.

 - No te enfades, te saldrán arrugas en la frente. Te dejo terminar sola tu equipaje, pero no tardes mucho... te estoy esperando.

Y dicho esto, desapareció de su cuarto, dejando a la princesa totalmente patidifusa.

En el gran salón, Diane se entretenía estirando las manos hacia arriba, viendo como el palacio era tan grande y alto que no llegaba a tocar el techo, haciéndola sentir menos aprisionada. Cuando Arthur terminó de hablar con los administradores de palacio sobre su decisión y la norma, su hermana apareció caminando con dos mayordomos que llevaban su equipaje.

 - ¿Lista? - preguntó Meliodas.

 - Sí, me despido de mi hermano y salgo con vosotros.

El grupo salió del castillo, viendo a Diane disfrutar de algo tan simple como entrar por una puerta humana en su tamaño natural. Arthur se acercó a ella suspirando, algo preocupado y triste. Ella le sonrió.

 - Sabes que no tienes que preocuparte... - dijo ella tomando sus manos - Estaré muy protegida y feliz. Merlín no va a permitir que me suceda nada malo.

 - Sí, sí... no dudo eso... pero me sentiré un poco solo en este tiempo, aunque esté ocupado. Y mientras tanto, mi hermanita de vacaciones con sus héroes.

Ella rio lanzándose a sus brazos para darle un fuerte abrazo con todo el cariño del mundo.

 - Cuida tus modales de princesa también... - le recordó él - La última vez que una princesa viajó con ellos acabó con ropa desbocada y siendo manoseada.

Ella volvió a reír, pero esta vez, con algo de sonrojo. Así, acabaron todos ellos marchándose al Boar Hat, mientras empezaban a viajar hacia su nuevo destino: la tierra de los druidas. Sus maletas habían sido transportadas a una habitación, y justo al entrar en la taberna, un chico vino flotando sobre su almohada gigante.

Se sentaron mientras a hablar en una de las mesas más grandes, mientras hablaban con la princesa y le contaban lo sucedido. Ella realmente estaba feliz, pues había oído hablar de todos ellos por la boca de Merlín y de su hermano, pero nunca los había visto de tan cerca. Meliodas era un poco pervertido, pero se le notaba a leguas de distancia que la amistad era algo imprescindible para él, cuidado de su grupo y de sus amigos como si hoy fuera el último día. La princesa Elizabeth era como ella, dulce y tierna, algo tímida, pero siempre dispuesta hacer lo que sea por los demás. King, el chico de la almohada, era la primera vez que le veía, como a la mayoría, y parecía que cuando estaba cerca de Diane, su guardia bajaba por completo; mientras que la giganta, con un tamaño humano, era el ser más lindo y alegre de todos ahí. También había un cerdo que quiso presentarse como el pecado más poderoso, pero Hawk no engañaba a nadie. Y bueno, luego estaba Merlín, que la conocía de sobra.

Sin embargo, no estaban todos. Faltaban tres pecados por aparecer. Le contaron que la Avaricia había emprendido un viaje para ajustar unas cuentas pendientes, pero volvería. El Orgullo aún no había sido reclutado, pero no les faltaría mucho para encontrarlo. Y la Lujuria... ¿Dónde estaba la Lujuria?

 - Pero... - dijo Diane mirando por todas partes - Pero si él antes estaba aquí...

 - ¿No nos lo habremos dejado en Camelot? - preguntó King.

 - Tranquilos, está con nosotros - confirmó Merlín dando un sorbo a su bebida.

 - ¿Pero en cuerpo y alma o sólo en alma? - preguntó Meliodas con la cara que pone cuando se burla de los demás.

 - ¡Capitán! - Diane se sobresaltó.

Él se rio entre dientes, y luego todos miraron fuera cuando notaron que el Boar Hat dejó de moverse.

 - ¡Bien, hemos llegado! - Meliodas se levantó de un salto y salió fuera corriendo, seguidos por el resto, menos Pilar y Merlín.

 - Tú debes quedarte aquí - le indicó la maga - Nosotros vamos a realizar un entrenamiento algo especial... ¿por qué no colocas la ropa de tu equipaje en el armario y te instalas?

Ella asintió levantándose, y luego miró las escaleras que subían al piso superior.

 - Es el cuarto del fondo del pasillo a la izquierda. Pórtate bien, ¿de acuerdo?

Ella giró los ojos mientras Merlín se marchaba con una sonrisa y cerraba la puerta del Boar Hat. La princesa subió las escaleras mirando el piso superior, con un largo pasillo con habitaciones a los lados y dos balcones por los que entraba luz. Caminó hasta la puerta del fondo y agarró el pomo, girándolo lentamente.

Al abrirlo y entrar, descubrió un cuarto totalmente sencillo y simple, sólo con sus maletas a un lado. Cualquiera pensaría que ese sería su nuevo cuarto, pero el olor no podía ser desmentido. Olía a químico, un olor suave a acetona... olía a magia. Era el cuarto de Merlín, pues con el olor se había delatado.

Al saberlo, ella cerró la puerta tras de si y se apresuró a buscar por todo ese cuarto tan simple un pequeña interruptor de magia. Buscaba por los cajones, entre los libros, en el armario, bajo la cama... y al volver al escritorio, vio una pequeña nota pegada en la silla: "No intentes buscar el interruptor, no lo vas a encontrar. Besos"

Ella se sonrojó quitando la nota de la silla. Quería el interruptor mágico de Merlín que escondía en su cuarto, para activarlo y que la habitación revelara su verdadera forma: el laboratorio. Así ella escondía sus secretos, y también los escondía de la curiosidad de su pequeña aprendiz, sin que pudiese tocar nada de sus cosas.

Se sentó en la cama suspirando, mirando al suelo. Parecía que su único entretenimiento iba a ser colocar su equipaje y descansar en la cama. Al levantar la mirada, notó algo extraño. Algo de lo que no se había percatado cuando entró en el cuarto, y que ahora que estaba sentada podía percibir... una leve presencia. Miró por el cuarto con el vello de punta, buscando que podía ser eso que la hacía sentirse acompañada... dirigiendo sus ojos hacia la almohada. Tumbada encima de ella, había una pequeña marioneta, con las manos sobre su vientre y las piernas algo dobladas, con la cabeza apoyada a un lado. Cerca de él, había unas gafas dobladas y cerradas.

Ella parpadeó mirándola y acercó una mano despacio hacia ella tocando una de sus piernas heladas. No se movía, estaba totalmente inerte. Lo tomó despacio entre sus manos, notando el pequeño ruido que hacían sus extremidades al moverse, y acercando su cara a ella. No mediría más de 15 centímetros, y tenía unos rasgos y unos detalles tan bien definidos que parecía estar vivo. Acarició su cabello pelirrosa despacio, notando lo suave que estaba y lo real que parecía, y luego tomó una de sus manos, viendo los detalles de todas las falanges de sus dedos que podían moverse. Era realmente un buen trabajo como un muñeco. Se acercó a verle la cara mejor. Tenía los ojos del color que le gustaba, el mismo que Merlín: el color de la realeza.

 - Qué bonito... - susurró.

Luego levantó la mirada, volviendo a ver el cuarto al completo. ¿Qué hacía este muñeco aquí? ¿Pertenecía a las cosas de Merlín? Si así fuera, ella no habría sido tan descuidada de dejarlo sobre la cama para verlo cuando entrara. Así que, en todo caso... eso debía ser... ¡un regalo! ¡Un muñeco tan sumamente hermoso y delicado sólo podría haber sido obra de un gran mago!

 - ¡Bien! - dijo ella dejándolo sentado en la cama - ¡Ahora mismo te consigo algo de ropa!

Al ir hacia su maleta y agacharse, recordó algo. ¿Que ropa podría ponerle? Ella no sabía coser, ni tenía telas para hacerle ropa... tal vez estaría bien pedirle a Merlín cuando llegara algo de ropa para su nuevo muñeco, que aunque pudiese parecer un regalo algo cutre y extraño para una chica de su edad, ella lo consideraba hermoso. Se levantó y volvió a la cama con él.

 - Ahora mismo no te puedo conseguir ropa... - dijo volviéndolo a tomar - Pero prometo vestirte pronto, seguro te verás más guapo. Podrís vestirte de rey, tienes unos bonitos ojos color oro...

Ella sonrió mirando la marioneta, tomándola como si fuera una pequeña criatura inocente en sus manos. Ella acarició su cara con la yema de su dedo.

 - Vamos a ser buenos amigos... - susurró con una sonrisa.

Tras eso, la marioneta tembló en sus manos, haciendo que ella diese un grito y lo soltara, cayendo de nuevo a la cama. ¿Se había movido de verdad? ¡Ella estaba segura de que no lo había provocado! Sus sospechas se confirmaron cuando la marioneta se volvió a mover en la cama, como si le hubiese dado un espasmo. Algo raro estaba pasando...

*

En la tierra de los druídas, los demás se habían encontrado con los caballeros sagrados, y habían aceptado el desafío de entrenar con ellos. Todos habían entrado, menos Merlín, que no lo necesitaba, y esperaba fuera pacientemente, pensando en sus cosas. Cuando vio a Slader salir con el resto, se acercó flotando a él, mientras el chico se sentaba agotado en el suelo.

 - Slader... - le llamó, haciendo que él se levantara al momento.

 - Sí, Onee-sama - dijo poniéndose recto, esperando su pregunta.

 - ¿Dónde dejaste a Gowther? - preguntó cruzándose de brazos.

 - Gowther está bien, le dejé sobre su cama, cómodo en la almohada. Pensé que ahí podía estar cómodo, pues no entiendo cómo se sentirá él en esa forma.

Ella asintió, desviando la mirada.

 - Tiene un cuarto extraño, ordenado, pero olía fuerte a acetona. Abrí un poco la ventana por si acaso.

Merlín abrió los ojos y le miró frunciendo el ceño.

 - ¿Acetona? - preguntó con voz dura.

 - S-Sí... - confirmó él.

 - ¿En que cuarto te metiste? - preguntó de la misma forma.

 - Lo que usted me dijo, Onee-sama, al final del pasillo a la derecha...

 - ¡Al fondo a la izquierda!

La maga gritó esas palabras y desapareció al momento, dejando a Slader aturdido. ¿Se había equivocado de cuarto? ¿Tan grave era?

*

Dentro del cuarto de Merlín, Pilar estaba completamente en shock con los ojos muy abiertos sin poder articular una palabra. A menos de un metro de ella, había un chico sentado en el borde de la cama, completamente desnudo. Su marioneta había sido transformada en un chico real, como si fuera el mismo cuento de Pinocho, pero esta vez sin deseo ni estrella fugaz, sólo había sido obra de él. El chico también la estaba mirando, y el único movimiento que hizo, fue cruzar las piernas. Tenía las manos a los lados de la cama y la espalda recta, mirando a la chica a su lado.

 - Esto... - dijo ella en voz baja, incapaz de seguir.

No iba a decir ninguna tontería, pues había visto con sus propios ojos cómo se transformaba en una persona, hasta acabar sentado a su lado, sin hablar ni hacer nada extraño. Sólo sentado a su lado, con una cara llena de... ¿molestia? Ella se sobresaltó al ver que el chico se acercaba a ella mirándole con los ojos entrecerrados.

 - ¿Quién eres? - preguntó él con ese rostro enfadado - No te veo bien, y no reconozco tu olor.

 - Yo... soy la segunda princesa de Camelot... Pilar Pendragón... ¿y tú?

Él hizo un movimiento levantando el brazo por encima de su cabeza, con el símbolo de la victoria, pero cuando iba a bajarlo dramáticamente para para ponerlo delante de su cara, se golpeó con la mano en su nariz. Parpadeó con molestia y se la frotó, y después miró la cama.

 - ¿Dónde están mis gafas? No veo bien sin ellas, me molesta.

Ella miró con él, recordando las gafas en la almohada, estirándose a recogerlas.

 - Aquí están... - dijo tendiéndolas abiertas para él.

El chico recogió las gafas de sus manos y cerró los ojos poniéndoselas. Al abrirlas de nuevo, su expresión normal y curiosa duró un segundo, hasta volver a fruncir el ceño de esa manera tan linda. Se quitó las gafas y las limpió con la sábana de la cama.

 - Me las has dado llenas de huellas de tus dedos - dijo molesto.

 - P-perdón... - dijo ella, todavía algo sorprendida.

Para ser alguien que acababa de conocer y que no sabían quién era, le hablaba de una manera muy natural. ¿No le importaban sus modales aunque estaba hablando con una princesa? Tal vez era su forma de ser.

Luego el chico se las volvió a poner, desfrunciendo el ceño, ya más relajado y la miró de nuevo. Ella se sonrojó un poco. Sus ojos dorados son enormes, y ahora brillaban un poco por el reflejo del cristal en ellos. El chico volvió a hacer los mismos movimientos de antes, esta vez sin golpearse la nariz.

 - ¡Soy Gowther, la cabra de la Lujuria!

A la princesa le brillaron los ojos. ¡Otro pecado capital!

 - ¡Es un placer conocerte! - gritó ella con emoción - ¡Sois mis héroes!

El chico la miró interesado.

 - ¿Héroes? - preguntó - ¿Cómo los de los libros?

 - Sí, supongo que sí... - dijo ella.

 - ¿Y qué he hecho yo para que ser tu héroe?

Ella se quedó sin respuesta ante eso. No parecía un chico normal...

 - Pues... habéis salvado Camelot de la destrucción, por ejemplo...

 - Yo no he participado en esa batalla - dijo negando - Estaba aquí, como me encontraste.

 - Oh... ya veo... - dijo ella sin poder quitarle los ojos de encima - Entonces... ¿por qué estabas en esa forma?

El chico se rascó la cabeza mirando al techo, buscando una razón por la que Merlín le transformó en su verdadera forma.

 - Supongo que estaba castigado por tratar mal a una chica - dijo con algo de inocencia.

 - ¿Por tratar mal a una chica? - repitió ella en voz baja.

Gowther asintió.

 - Aunque trate mal a las chicas, ¿tú quieres seguir siendo mi amiga? Antes lo dijiste.

Cada vez que ese chico abría la boca dejaba paralizada a la chica, tanto por sus respuestas por su tono de voz. ¿Qué le pasaba con él? ¿Tal vez fuese por lo bello que era? ¿Por la inocencia con que decía las cosas como si no tuvieran ninguna importancia? ¿Por estar desnudo en su habitación? Esta última cosa parecía no importarle demasiado al muñeco. Cuando ella recuperó la compostura, la mirada dorada del chico volvía a desestabilizarla por completo, pues él esperaba una respuesta.

 - Sí... no veo por qué no podemos ser amigos... - dijo con una tímida sonrisa.

Gowther tendió una mano, esperando a que ella lo tomara.

 - Vale, a ti no te haré daño, lo prometo - dijo con naturalidad.

Ella sonrió y tomó su mano también, apretándola un poco, notando un escalofrío que subía por su mano. Se había enamorado de esos ojos dorados, grandes e inocentes.

 - Esto... creo que estaría bien que te pusieras algo de ropa... - dijo ella con vergüenza.

 - No tengo ropa - dijo con naturalidad - El conjunto que tenía no se donde está, y mi otra ropa está rota...

 - Bueno, yo... - dijo ella mirando su maleta - Sólo tengo ropa de chica...

 - Me sirve - contestó él.

Ella le miró a los ojos con sorpresa, sin creerse que el chico hablaba en serio.

Unos minutos después, Merlín aparecía en el cuarto teletransportada.

 - ¿¡Pilar!? - la llamó algo alterada.

La chica se giró, estando de pie, atando el lazo de la cintura del vestido que se había puesto Gowther, uno sencillo pero bonito.

 - ¡Hola, Merlín! - saludó mientras apretada el lazo.

 - ¿Pero qué estás haciendo? - preguntó ella al ver la escena surrealista en su cuarto.

 - Gowther no tenía ropa, y le he prestado un vestido mío. Le queda bien - dijo apartándose.

El chico se miró la ropa, y se movió haciendo bailar la tela. Luego levantó la mano en forma de V.

 - Me queda perfecto - dijo mirando a Merlín.

Pero ella tenía una mirada amenazante y afilada. No le gustaba nada de lo que estaba viendo. Gowther no debería estar en su cuarto, sino en el suyo propio, y debería seguir siendo una marioneta. No debería llevar uno de los vestidos de su querida, ni hacer amistades con ella. Sabía que no podía dejarla sola, y si quería algo bien hecho, debía hacerlo ella.

Levantó una mano y lanzó un rayo de color morado, haciendo que Gowther recuperara su antigua ropa puesta, y el vestido se guardó en el armario.

 - No tienes derecho a tener eso puesto - dijo enfadada.

 - Pero Merlín... - replicó la princesa.

Ella le miró de la misma manera.

 - Te tengo dicho que no toques mis cosas - dijo molesta.

 - Por eso has escondido tu laboratorio de mi vista, para no tocar nada - se defendió ella frunciendo el ceño - Si el muñeco estaba en mi cama, lejos de "tus cosas" no podía pertenecer a ellas. Era normal que lo tocase.

Merlín le quitó la mirada enfadada, pero sabía que ella tenía razón. El fallo había sido desde el principio de Slader. Miró a Gowther molesta.

 - ¿Por qué no te has ido a tu cuarto? Este no es el tuyo - dijo tomándola ahora con él.

 - No sé como he aparecido aquí - dijo él encogiéndose de hombros - Si también es el cuarto de la princesa y ella no me ha echado, no creo que suponga una molestia para ella. Estábamos hablando.

Ella avanzó lentamente hacia él, haciendo sonar sus tacones contra la madera del suelo.

 - No quiero que vuelvas a entrar a esta habitación ni a dirigirle la palabra a Pilar - amenazó ella.

Gowther le miraba a los ojos sin inmutarse, sin sentir miedo, pero la princesa no estaba de acuerdo con ello.

 - Merlín, él es uno de los pecados capitales... - dijo acercándose - ¿Por qué no puedo estar con él? Sabes que mi ilusión era estar aquí, conocerlos a todos...

 - Tú no lo entiendes - dijo ella volviéndola a mirar duramente - Él no es como el resto.

Cuando volvió a desafiar a Gowther con la mirada, cada vez más cerca, la princesa apretó los puños detrás de ella, diciendo sin pensar lo primero que le vino a la mente.

 - Estás celosa... - susurró.

Merlín tensó los hombros, deteniéndose, para después girarse despacio a mirarla por encima del hombro con su mirada brillante de oro.

 - ¿Qué estoy... que? - repitió ella con una sonrisa de lado.

 - Celosa - confirmó ella.

La maga rio entre dientes girándose por completo y caminando hacia ella, con la espalda recta y la barbilla bien alta.

 - ¿Crees que siento celos... de él? - dijo acercándose con su sonrisa confiada.

Ella asintió, retrocediendo un poco. Gowther se asomó por detrás de la maga.

 - ¿Qué son los celos? - preguntó con inocencia.

 - Los celos es un sentimiento que yo nunca voy a tener hacia nada ni nadie, mucho menos hacia ti - le contestó la maga, sin dejar de mirar a Pilar.

 - Pues no me ha quedado claro... - susurró para sí el muñeco.

 - ¿Y a ti? - preguntó Merlín, mirando a la princesa arrinconada contra la pared - ¿Te ha quedado claro?

La chica tenía todos sus sentidos alerta, como si sintiese miedo, pero sólo estaba defendiéndose naturalmente. Sabía que por muy enfadada que estuviese Merlín nunca le haría daño, incluso ahora que sonreía... de esa forma que no aguardaba nada bueno. Finalmente, ella asintió despacio, sin poder despegar la mirada de sus ojos, que le sonsacaban una respuesta a la fuerza.

 - Muy bien, buena chica... - dijo tendiendo una mano hacia ella.

La maga agarró su barbilla con algo de rudeza y le dio un pequeño apretón, bajo su tímida mirada. Luego se incorporó.

 - Esa noche, cuando termine el entrenamiento, aclararemos cuentas - le dijo con una sonrisa más calmada - Gowther, nos vamos a la tierra de los druidas.

 - Prefiero quedarme aquí a hablar con mi amiga, la verdad - contestó él.

La maga lanzó un hechizo sin mirarle, y una magia de un brillante color violeta se manifestó en la oreja del muñeco, que empezó a tirar de él hacia la puerta, como si fuera una mano de magia que le tiraba de la oreja hasta sacarlo del cuarto por la fuerza.

Luego Merlín sonrió más yendo a la puerta, y agarró el pomo mirándola.

 - Ahora, ¿de verdad te portarás bien? Si lo haces, podrás conseguir un premio... - dijo poniendo su otra mano en sus labios, indicando que era un secreto entre ambas.

Dicho esto, cerró la puerta, dejando a la chica dentro, que se sentó lentamente en su cama. Habían pasado demasiadas cosas y demasiadas emociones en apenas un minuto, pero lejos de sentir remordimientos o miedo... estaba realmente contenta.



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