Ojos Misteriosos

Gulf podía sentir esa pesada mirada sobre él todas las noches desde los 19.

Por más que intento quedándose despierto nunca supo qué o quién era.

No tenía miedo, pues de haber querido comérselo ya lo hubiera hecho. De haber sido algún acosador no hubiera podido ni entrar debido a la seguridad del castillo.

Al ser el hijo del rey Kanawut, debía vivir bien resguardado de todos aquellos que quisieran hacerle daño.

Así que miedo no debía sentir por aquel ser o persona que parecía verlo como lo más impresionante y hermoso que hubiera conocido en su vida.

Porque al cumplir los 20 al fin conoció su mirada. En mitad de la noche se levantó por un poco de agua y al pasar por la esquina oscura de su cuarto lo pudo observar. Eran unos ojos alargados, un poco más pequeños que los suyos y de un color rojo intenso.

Ahí supo que esa no era una persona humana. Pero aún sabiendo eso no tuvo miedo.

El ente que se había alojado sin consentimiento en su habitación hace ya cuatro años era algo así como su protector, según Gulf. Pues aunque no sabía a ciencia cierta qué era, después de su exhaustiva búsqueda en los libros que llenaban la enorme biblioteca del castillo, llegó a la conclusión de que era o bien un demonio, del cual si debía temer demasiado o un vampiro, el cual era algo menos aterrador según el.

Por aquellos años del siglo XVII todos creían fielmente en la existencia de esos seres sobrenaturales y el menor de los Kanawut no era la excepción. Razones por las cuales todo el castillo estaba rodeado por estacas de madera y múltiples cosas de plata, la cual se supone daña a los vampiros, además de miles de cruces para alejar a todo espíritu maligno.

Y aunque se seguía preguntando cómo es que eso había llegado a su alcoba, por alguna razón no dio aviso a sus padres. Había algo en esa mirada que le transmitía tranquilidad, esa que desde el día que la vio, ya hace 4 años, no había dejado de ver. Lo que sea que se hubiera adueñado de la esquina oscura del cuarto, le dejaba ver sus ojos, unas veces rojos y otras color miel, pero eso era lo único.

-¿Algún día podre ver mas que tus ojos?.- cuestionó el príncipe que estaba sentado frente a su tocador, cepillando su ondulado cabello, vistiendo una bata blanca de dormir que le llegaba un poco arriba de la rodilla y su ropa interior del mismo color. Pues siempre lo obligaban a usar ese color, para demostrar la pureza de su persona.

Como siempre no obtuvo respuesta, ni un solo ruido emitía ese ser.

-Me gustaría saber mas de ti, seguro tu ya sabes todo de mi, pero yo desconozco que clase de criatura eres o si tienes un nombre, si piensas comerme o poseerme.- hablo con tranquilidad el chico, viendo esos alargados ojos miel a través del espejo.

De nueva cuenta, la respuesta nunca llegó.

-Espero que no te moleste si hago uso de mi privacidad, la cual por cierto estas invadiendo sin consentimiento, porque quiero alejar el estrés del día.- volvió a hablar Gulf, se puso de pie y pasó cerca de la esquina oscura y vio de cerca esas orbes que tanto le fascinaban desde que tuvo oportunidad de verlas.

Ese día había tenido una comida con la familia del rey de Corea y sentía su cuerpo rígido de estar fingiendo una sonrisa y controlar el cómo se movía para verse elegante y con gracia.

Se recostó sobre su esponjosa cama, la cual tenía unos delgados pilares de los cuales colgaban unas transparentes cortinas que podía poner cuando quisiera. Y justo era en ocasiones como esa, donde requería de ellas.

A pesar de estar en la oscuridad de su alcoba, tener la puerta cerrada, la conciencia del "invitado" en ella lo ponía de nervios al hacer sus cosas.

-Pondré las cortinas, así que espero no se te ocurra molestarme mientras me deshago del estrés.- sentenció apuntando hacia la esquina y los misteriosos ojos solo parpadearon como respuesta, aunque nunca lo había visto moverse de ese lugar, era improbable que lo hiciera ahora.

Deslizó las tres cortinas que cubrían alrededor de su cama y se recostó de nuevo en el medio del colchón.

Solía hacer eso cuando era de madrugada y el ente extraño no estaba más ahí, pero necesitaba eso, necesitaba esa calma después de explotar en el más dulce placer. No podía esperar hasta las 5 o 6 de la mañana, cuando la criatura desaparecía.

Subió su bata blanca hasta sobre su pecho y tal como siempre hacía comenzó jugando con sus pezones, estos eran increíblemente sensibles y le gustaba las cosquillas que sentía recorrer su cuerpo al tocarse ahí. Realmente no pensaba en nada cuando se tocaba, pero por alguna razón el ser consciente de esos brillantes ojos que parecían traspasar la cortina, lo estaba poniendo más duro que nunca y a una velocidad sorprendente.

Su ropa interior se volvió un estorbo en su búsqueda de placer y prácticamente los arrancó de su cuerpo, los dejó por algún lugar de la cama y jadeo al sentir el aire fresco tocar su miembro.

Sabía que si alguien en el castillo se enteraba de que se tocaba de esa manera, probablemente tendría un castigo o lo exiliarían del reino, pues esas prácticas pecaminosas eran muy mal vistas, dirían que algún demonio lo había poseído para sucumbir ante el deseo y llevárselo al infierno.

Gulf pensaba que todo eso era una estupidez, había leído tantos libros sobre anatomía humana que se consideraba casi un experto en ella, por lo cual le parecía irracional pensar que el satisfacer su necesidad de placer estaba relacionada con algún ser sobrenatural. Aunque en esos momentos podría considerarlo una opción, pues los misteriosos ojos que lo observaban a detalle, como si la cortina no cubriera nada, lo estaban excitando.

Con una de sus manos seguía acariciando sus levantados pezones y la otra bajo directamente a su miembro húmedo, lo acaricio por completo, rodeándolo con su pequeña mano, subiendo y bajando a un erótico ritmo, haciendo un delicioso movimiento circular en la punta.

Un par de años realizando esas "pecaminosas" prácticas, lo ayudaron a conocer su cuerpo y la forma de satisfacerlo. Aumentaba el ritmo por momentos y después volvía a ser tranquilo. Solía hacer aquello con los ojos cerrados, pues así se concentraba más en las sensaciones, pero la intensa mirada sobre él le hizo abrir los ojos. Se concentró en las brillantes orbes que iluminaban en la oscuridad de su cuarto y solo verlo fijamente lo hizo llegar a la cúspide de la excitación, manchando su mano y parte de su abdomen, callando el gemido que quiso escapar con su mano, dejando solo un ahogado sonido llenar la habitación.

Cuando su cuerpo se relajó por completo y se sentó con intención de buscar algo con que limpiar su cuerpo, notó que una parte de la cortina estaba abierta y dejaba ver una pálida mano, con dedos largos y unas venas marcadas. Se asustó un poco al pensar que alguien lo había visto, pero al seguir el oscuro camino de donde venía la mano, se topó con los misteriosos ojos que siempre lo acompañaban por las noches.

Con rapidez se puso de rodillas en la cama, dejando la bata cubrir su cuerpo y se acercó hasta ese lugar, alargó la mano y cuando pensó que podría tocar esa bella mano, esta se alejó rápidamente. Se bajo de la cama y no encontró rastro del extraño ser, aunque era algo tonto, encendió las luces para confirmar la soledad de la habitación.

Si se preguntan si alguna vez intentó acercarse a ese ente o encender la luz para verlo, claro que lo hizo, mas nunca consiguió ver nada más que esos misteriosos ojos. Con el tiempo dejó de intentarlo, y actualmente con 23 años ya ni siquiera consideraba poder conocer a esa criatura.

Incluso se llegó a preguntar si era producto de su imaginación, pero después de tantos años viéndolos diariamente, supuso que si era algo real. Bueno, lo más real que un ser mitológico podía ser.

Después de ese día no vio al ser extraño, ni una sola señal de su existencia.

-Joven Kanawut, su padre lo espera en el jardín.- comentó Yiwah, la sirvienta de la casa.

-En un momento bajo.- comentó el príncipe sin ánimos.

Dos semanas sin aquella presencia que tenía cuatro años acompañándolo, sin falta alguna, lo había visto todos los días. Y a pesar de que no conocía algo más allá de sus ojos y ahora su mano, se sentía bien con esa presencia en su alcoba.

Se vistió con su ropa usual, una camisa blanca, algo suelta y un pantalón negro hasta la cintura, marcando su esbelta figura.

-Hola, hijo.- habló el Rey cuando el menor llegó a la mesa que estaba en el enorme jardín.

-Hola, padre.- saludó respetuosamente el príncipe, haciendo una corta reverencia.

-¿Has visto algo raro las últimas semanas?.- pregunto el señor.

-¿A qué te refieres, padre?.- cuestiono confundido el menor.

-Hace dos semanas encontramos una cadena de acero con un símbolo extraño en el jardín, cerca de las murallas, así que quería saber si tu llegaste a ver a alguien o algo extraño en esos días.- explicó el Rey con seriedad.

-Pues no, estas dos semanas han sido muy tranquilas en realidad.- comentó el joven príncipe sin muchos ánimos, le parecía curioso que justo le preguntara del último día que vio a su inusual compañía de cuarto.

Después de eso no hablaron mucho más, pues Gulf estaba con el ánimo algo decaído desde la partida de la criatura. Se había acostumbrado tanto a su mirada, sentir que este lo cuidaba y esa sensación de ser la cosa más bella que esos ojos hubieran visto. Maldita sea, extrañaba a alguien que ni sabía si era real.

Se concentró en ocupar su tiempo leyendo en la biblioteca, pues tampoco pasaba mucho tiempo con su hermana Grace. Ambos tenían sus responsabilidades y como nunca se les obligó a convivir demasiado, era raro verlos juntos pasando tiempo de calidad como los hermanos que eran.

Tres días se sumaron a los que habían pasado sin que la criatura pisara el castillo Kanawut, pero esa misma noche, cuando Gulf se preparaba para dormir, una hoja se deslizó por debajo de las grandes ventanas de su cuarto y con esperanza corrió hasta ella. La levantó con el corazón latiendo a mil por hora y deseando que fuera del cayado ser que tanto extrañaba, su única compañía.

"Para el príncipe Gulf.

No se como hacer cartas, nunca había tenido la necesidad de hacer una debido a mi naturaleza extraña, pero me vi en la necesidad de escribirte esto para compensar un poco el abandono en el que te deje.

Llevo 4 años sin faltar ni un solo día en ir a tu habitación cada noche. Después te contaré como te conocí y porque no puedo dejarte verme.

El motivo principal de esto es para aclarar que mi desaparición se debe a mi apresurada salida aquel día que estuviste a punto de tocar mi mano. No planeaba acercarme a ti, aun, pero no pude evitarlo al verte retorciéndote de placer, sintiendo el calor de tu cuerpo y como tu corazón bombeaba más sangre debido a tu excitación.

Ese día dejé caer la cadena de mi clan, por lo que los soldados al encontrarla le avisaron a tu padre y mandó a poner más seguridad al castillo. Me arriesgue un momento solo para dejarte esto.

Volveré cuando la situación esté más calmada, lo prometo.

Con cariño, Mew."

Ese blanco papel tenía la perfecta escritura de su "protector", como había empezado a llamarlo hace poco. Ahora sabía el nombre de ese ser de ojos misteriosos.

Su corazón latía con fuerza en su pecho y estaba extrañamente emocionado al conocer un poco más de él, además que el hecho de que se arriesgara a dejarle una carta, corriendo el riesgo de que lo atraparan los soldados que resguardaban el castillo, lo hacía sentir especial.

Lo que no había conseguido en 4 años de verlo, lo consiguió en una sola carta, producto de su necesidad de darse placer aun frente a "Mew", como había puesto en la carta que era su nombre.

Se recostó de nuevo en la cama, con la carta pegada a su pecho, sonriendo con emoción. Recordando el color cambiante de sus ojos, su grande mano, con piel pálida y venas marcadas.

El solo recuerdo hizo que una corriente recorriera su cuerpo de forma placentera. Se sentía un adolescente hormonal, excitándose con el recuerdo de un extraño ser, de dudosa naturaleza. Pero era un chico de 23 años, virgen, necesitaba algo de acción en su vida.

Decidió dormir para alejar ese pensamiento, pero no soltó la carta en ningún momento. Al día siguiente la guardó en el mueble junto a su cama, era algo muy importante para él, porque así había tenido un poco de información del ser misterioso.

Y aunque había pasado una semana más sin ver a Mew, estaba feliz, paseaba por el jardín buscando alguna forma de dejar una entrada para su protector, pero obviamente no pudo encontrar nada para hacer una entrada que fuera discreta.

Frustración era lo que el joven príncipe sentía, poco más de un mes sin verlo, sin sentir esa pesada y misteriosa mirada.

Estaba abatido, recostado a mitad de su cama, solo viendo al techo, con su usual ropa de dormir. En su insomnio decidió sentarse, recargado en la cabecera de la cama, viendo hacia la oscura esquina vacía.

Comenzó a imaginar como seria ese ser extraño, si seria alto, musculoso, de cabello castaño o negro, si sus labios eran delgados y de color rosa. Sin darse cuenta siempre había deseado que fuera un hombre, de alguna forma eso le llamaba más, deseaba que fuera así. Porque aunque ahora sabía su nombre, eso no le aseguraba que su género fuera masculino.

Sin notarlo su cabeza se creó la fantasía de un guapo hombre, alto, elegante, fuerte, que lo pudiera tomar entre sus brazos como si fuera una pluma, aprisionarlo contra la pared..... Poco a poco sus fantasías estaban apareciendo en su mente con la figura de aquel ser, de sus ojos y su mano, ya que era lo único que conocía de Mew.

Su cuerpo reaccionó a los escenarios "pecaminosos" que su mente le presentaba, sentía calor. Se quitó la bata blanca y la dejó a su lado, sacó su ropa interior, quedando completamente desnudo sobre el colchón.

De tanto pensar estaba inusualmente duro y húmedo. Se imaginó la gran mano de Mew alrededor de su miembro y haciendo uso de la suya se tocó como siempre. Cerró los ojos concentrándose en la caliente imagen que le brindaba su cerebro.

Por alguna razón los datos de algún libro de anatomía que había leído en los últimos días, llegaron a su mente. Bajo su mano, húmeda por sus propios fluidos, llegando hasta su entrada, masajeo en círculos antes de dudosamente adentrar un dedo.

Nunca había hecho eso, pero aquel libro decía que el punto de mayor placer de los hombres estaba ahí dentro y pensaba comprobarlo, pues mientras pudiera conseguir más placer, lo haría.

-Ahh...- un involuntario gemido salió de los labios del príncipe y rápidamente tapó su boca con su mano libre. Había acariciado una parte dentro de él que lo hizo temblar de placer y desear más.

Cuando sintió su cuerpo lo suficiente relajado, agrego un dedo más, adentrándolos lentamente, para no lastimarse, pues nunca había introducido nada en él, ni siquiera se le hubiera ocurrido de no ser por ese libro. Las embestidas que se daba llegaban justo a su próstata, aunque se sumaba a su placer el imaginarse la mano de Mew haciendo el trabajo en su parte baja.

-Ahhh... Mew...- los gemidos ahogados salían de sus labios sin cesar y aunque no era consciente de ello, estaba mencionando el nombre de su "protector".

Continuó adentrando cada vez más profundo sus falanges, tocando ese dulce punto en su interior, arqueado la espalda en señal del nuevo placer que lo recorría.

-Gulf...- el susurro casi inaudible de una grave voz lo hizo detenerse de inmediato, abrió los ojos y se topó con la imagen de sus sueños.

Un hombre alto, musculoso, de piel pálida, cabello oscuro, labios delgados y esos cautivantes ojos que amaba. Vestido enteramente de negro, haciéndolo ver aun mas pálido, pero aun siendo elegante.

-¡Mew!.- fue un alto gemido el que soltó al llegar a la cúspide del placer, manchando su abdomen. Pues nada más ver a ese ser, su cuerpo reaccionó positivamente.

El recién llegado le extendió un papel para que limpiará su desastre, con tranquilidad, paseándose por la habitación con confianza, evitando ver al príncipe más de lo debido, pues su cuerpo ya estaba reaccionando.

-Lo-lo siento, no sabía que habías vuelto.- Gulf cayó en cuenta de que su "protector" lo había visto tocarse, que aunque no era la primera vez, en esa ocasión había sido más íntimo según él, pues era algo que nunca había hecho. Rápidamente tomó la bata y se la colocó, tapando sus partes con ella.

-No te disculpes, yo se que es tu habitación, debí hacer algún ruido al entrar.- esa grave voz salía con tranquilidad, mareando al joven Kanawut.

-¿Cómo entraste?.- preguntó Gulf buscando por el colchón su ropa interior.

-Toma, póntelos, por favor.- Mew extendió su mano hacia él con la prenda faltante, pidiéndole que se cubriera, por el bien de su autocontrol.

-Gra-gracias.- tartamudeó el príncipe tomando tímidamente su ropa interior y colocándosela rápidamente.

-Los soldados disminuyeron, me escabullí por el ala oeste, cuando la dejaron desprotegida.- comenzó a contar el inhumano ser, como si fueran amigos de toda la vida. -Y se que desde que sabes de mi dejas la ventana sin llave, que aunque se que podría abrirla, agradezco que confíes en mi.- Mew vagaba por la habitación, permitiéndose ver, por primera vez, cada detalle de la misma.

-He confiado en ti desde que se que estas conmigo cada noche, Mew.- confesó el príncipe jugando nervioso con sus manos.

-Lo sé y me encantas por eso.- con sigilo el ser de ojos misteriosos se acercó al bello joven sobre el colchón. Se sentó a su lado y estiró su brazo para tocar su mejilla, pero este se alejó un poco. -No te alejes, no te haré daño, cariño.- la dulce voz lo hizo ceder, aunque en realidad no le tenía miedo, era más bien sorpresa de poder verlo de cerca y que fuera aún más guapo de lo que imagino.

-No te tengo miedo, Mew.- se atrevió a confirmar el príncipe y colocó su mano sobre la que reposaba en su mejilla, regalándole una de sus más sinceras sonrisas.

-Se que debes tener muchas preguntas, principito.- para Gulf esa era la mejor voz que nunca había escuchado, suave, grave, ronca de momentos, tierna en otros, un tono perfectamente adaptado a su apariencia. -Prometí esperar a que tuvieras una edad adecuada, así que hoy te diré todo lo que quieras saber, puedes preguntar lo que quieras, cariño.- ese dulce apodo lo hacía derretirse internamente y aunque el toque en su mejilla era frío, sentía la calidez del amor con el que hablaba.

-¿Qué eres?.- cuestionó Gulf, esa era la pregunta que se podía esperar de cualquiera, así que no fue una sorpresa.

-Tengo la confianza de que no te asustaras si te lo digo.- Mew acarició la inflada mejilla del moreno con cariño, todo ese hermoso chico lo tenía cautivado, cada cosa de él lo atrapaba y lo hacía caer más y más profundo. -Soy un vampiro.-

-Era una de mis opciones.- comentó el príncipe con normalidad. -La otra era que fueras un demonio, pero me agradaba más la idea del vampiro.-

-Eres una ternura, principito.- alejo su mano de la cálida mejilla y tomó su mano para darle un beso en el dorso. Gulf sólo veía todo con sorpresa y emoción, con el corazón saltando como loco. Esos suaves labios hicieron cosquillas en su mano.

-¿Cuántos años tienes?.- fue su siguiente pregunta, para dejar de lado su timidez.

-130, espero no sea demasiado.- respondió Mew sonriendo de lado con pena.

-Bueno, eres mayor que yo por 107 años, no es tanto como espere.- comentó Gulf divertido, aunque el sonrojo no abandonaba su rostro, pues el pálido seguía tomando su mano, entrelazando sus dedos.

-Me alegra que te sientas tranquilo a mi lado, temía que mi apariencia no te gustara, pensé que sería poco para alguien tan hermoso como tu.-

-Mew, deja de avergonzarme.- el moreno soltó su mano y se tapó el rostro.

-No te cubras, amo ver tu rostro, nunca lo había visto tan cerca contigo despierto.- con suavidad Mew tomó sus manos y las apartó, volviendo a entrelazar sus dedos.

-¿Cómo llegaste aquí la primera vez?, ¿que te hizo llegar a mi?.- soltó sus siguientes preguntas curiosas el príncipe.

-Tu olor, el dulce aroma de tu sangre, la forma en que recorre tu cuerpo cálido, el ritmo armonioso de tu corazón.- el joven Kanawut se sentía especial con tantos halagos, aunque estos últimos nunca los había recibido, creí que eran algo bueno. -En realidad no se como es que podía olerte desde tan lejos, pero solo seguí el camino hasta aquí y cuando entré por esa ventana y te vi recostado aquí, me prometí cuidarte, velar por tu sueño y protegerte por si algún otro vampiro podía percibirte de la misma forma que yo.-

-¿Porque no me dejabas verte?, ¿por qué hasta ahora?, pase tanto sin ver nada de ti, después tus ojos misteriosos y por más que te hable nunca respondiste, por último tu mano, aquel último día en el que te vi.- con algo de pena Gulf paso la tema de sus dedos sobre las venas marcadas en la pálida mano del otro.

-Eras muy pequeño cuando te conocí, quería que fueras mayor y decidieras si querías que siguiera aquí a tu lado, quería confirmar que no temías de mi y que estuvieras cómodo con mi presencia, pero esa última vez confirme que no sentías pena conmigo, además nunca delataste mi presencia al rey.- contó el mayor.

-No creí tener motivos para temer de ti, nunca demostraste quererme hacer daño.- afirmó Gulf jugando son la mano del mayor entre la suya.

-Nunca te haré daño, cariño, no puedo.-

-¿Quieres dormir conmigo esta noche?.- el joven príncipe sentía el cansancio agotarlo poco a poco, era tarde, su hora usual de dormir ya había pasado hace mucho tiempo.

-¿Sabes que me iré en la mañana, verdad?.- cuestionó el vampiro y recibió un triste asentimiento de respuesta. -No suelo dormir, pero te haré compañía hasta que sea hora de marcharme.-

-¿Volverás mañana?.- Gulf se hizo a un lado y levantó la colcha para que ambos pudieran meterse debajo de esta. Confiaba tanto en el vampiro, a pesar de que era un ser mitológico, él se sentía bien con su presencia ahí, más ahora que sabía lo solitario que se podía sentir si este se ausentaba de su vida.

-Volveré cada noche que pueda, cariño, descansa.- se acomodaron de forma que el menor estaba entre los brazos del otro, recargando la cabeza en su pecho y aunque su cuerpo era algo frío, él estaba cómodo así.

-Gracias por cuidarme todos estos años, Mew y gracias por mostrarte ante mi.- Gulf levantó la mirada para ver esos ojos miel, finalmente de cerca.

-Estoy decidido a hacerlo toda mi vida, principito.- el vampiro bajo su rostro y dejó un dulce beso en la frente del menor.

El joven Kanawut durmió placenteramente abrazado al otro hombre, finalmente teniéndolo en sus brazos, después de haberle dicho tantas palabras dulces, demostrando le que no era un ser sin sentimientos como solían pintar a los vampiros.

Como fue prometido, la mañana siguiente despertó sólo, con una carta en su mano.

"Espero verte esta noche, cariño.

Con amor, Mew."

Simple pero ocasionaba tantas lindas sensaciones dentro de su pequeño cuerpo, acelerando su corazón y plantando una emocionada sonrisa en sus rostro.

-Joven Kanawut, la comida de esta tarde se ha movido a un desayuno, todos esperan por usted en el comedor principal.- anunció Yiwah después de tocar levemente la puerta y el mencionado guardó el papel con rapidez. -¿Qué escondes, Gulf?.- preguntó curiosa la sirvienta, pues solían ser bastante unidos, ya que la mujer era tan solo un par de años mayor que él.

-Nada importante, Yiwah, en un minuto bajo.- Gulf le sonrió tiernamente y la chica asintió para después salir.

El comedor estaba rodeado por el rey y la reina Kanawut, su hermana Grace y su lugar está libre. Pocas veces compartían una comida juntos, al menos que hubiera algo importante que comunicar a la familia.

-¿Como estas hijo?.- la dulce voz de su madre lo hizo sonreír.

-Bien, madre, ¿qué tal tu?.- preguntó de vuelta, tomando su usual asiento.

-Muy bien, tenemos muy buenas noticias para ti.- respondió la señora sonriendo.

-¿Qué es?.- pregunto con curiosidad el joven.

-Te vas a comprometer con la hija del rey Kim.- anunció el señor Kanawut.

-¡¿Qué!?.- Gulf grito de sorpresa, se puso de pie y golpeó la enorme mesa, haciendo un estruendoso ruido.

-Hijo, cálmate.- la madre del menor extendió su mano para tomarlo del brazo y hacer que se sentara de nuevo. -Esto es una grandiosa noticia, el reino de Corea y el de Tailandia, unidos.- ella sonaba feliz con la idea, pero el moreno sentía su estómago revuelto de solo pensarlo.

-Supongo que sabes de quien hablamos, es la chica pelirroja que estuvo presente el día de nuestra cena con el rey de Corea.- informó su padre y claro que la recordaba, la chica estuvo sobre él todo el día.

-No.... no quiero.- murmuró el menor bajando la cabeza.

-No era una pregunta, Gulf, te estamos informando que se casaran y así sus hijos serán los descendientes de los dos reinos mas poderosos.- sentenció el hombre mayor.

El resto de la cena pasó en un silencio incomodo, Gulf estaba en completo silencio, no hablaba aunque sabía que sus padres y hermana comentaban cosas sobre su inminente unión a la princesa Kim.

Al volver a su habitación solo se recostó en la cama, esperando que fuera de noche para ver a Mew, para que lo abrazara y le dijera que no podían obligarlo a casarse, para que le hablara con amor como la noche anterior.

Quería más que nada estar en los brazos de su protector, sentirse tranquilo, lo necesitaba. Era curioso que se hubiera enamorado de un ser, no humano, que apenas si había conocido bien el día anterior, pero aceptaba que con los años había desarrollado sentimientos por él, más los había confirmado al saber que el vampiro lo quería y lo protegía desde que él tenía 19 años.

Después de la hora de la comida, donde Yiwah llevó hasta su alcoba sus alimentos, decidió dormir, para que el tiempo pasara más rápido y poder ver a Mew, además de esa forma se aseguraba de poderse mantener despierto hasta tarde hablando con el vampiro.

-Cariño.- la grave y suave voz se coló en su mente y sintió el delicado toque en su mejilla, haciéndolo abrir los ojos lentamente, para toparse con las brillantes orbes color miel que tanto le gustaban.

-¡Mew!.- exclamó feliz y se lanzó a abrazarlo y aunque el mencionado se sorprendió por la repentina acción, correspondió de inmediato, rodeando la fina cintura del príncipe con sus brazos.

-Estoy aquí, principito.- susurro en su oído, dando suaves masajes en su espalda.

-Te extrañe, necesitaba verte.- la sinceridad en las palabras del joven hicieron al vampiro sonreír.

-Yo también quería verte, afortunadamente el rey sigue con la vigilancia baja.-

-Me voy a casar.- anunció Gulf con tristeza, escondiendo su rostro en el cuello del pálido.

-¿Qué dijiste?.- pregunto Mew sorprendido, sintiendo la furia comenzarlo a recorrer alejó al menor para verlo a los ojos y estos estaban llorosos.

-No quiero, Mew, no quiero casarme.- sollozo el príncipe.

-Tranquilo, cariño, no te casaras con nadie.- afirmó el mayor, volviéndolo a pegar al chico a su cuerpo.

-¿Como puedes estar seguro?, mi padre dijo que no tenía otra opción.- las lágrimas salían sin control de sus ojos, porque a pesar de que quería creerle a Mew, su padre era muy terco y haría lo que estuviera en sus manos para que el compromiso se llevará a cabo.

-Porque no permitiré que nadie te haga infeliz, eres un ser hermoso y prometí que te cuidaría, eso implica hacerte feliz, haré lo que esté en mis manos para que no tengas que casarte.- el mayor no iba a permitir que arruinaran la vida de ese angelito.

-¿Tu me quieres, Mew?.- cuestiono Gulf sentándose de forma en que podían verse a los ojos, tomados de la mano.

-Con cada fibra de mi ser.- respondió el mayor seguro. -No por nada llevo tantos años cuidándote, eres especial para mi.-

-¿No lo dices solo porque quieres beber mi sangre, verdad?.- preguntó repentinamente asustado el príncipe.

-De haber querido solo tu sangre te habría mordido desde el primer día que llegué aquí, cariño.- informó el vampiro acariciando las suaves hebras negras del ondulado cabello del menor. -Tu rostro angelical y tu forma de ser, el que no temieras de mi aunque sabias que aquí estaba.-

-¿No puedes llevarme contigo?, no quiero casarme, Mew, yo quiero quedarme contigo.- si, estaba perdidamente enamorado de ese ser mitológico, el cual lo cuidaba y le daba el cariño que siempre quiso.

-Sería muy peligroso llevarte conmigo, cariño, todos querrían beber tu sangre.-

-¿Tu puedes convertir a otros?.- Gulf estaba seguro de que quería quedarse con Mew y si para eso tenía que convertirse en un vampiro, lo haría.

-Ni se te ocurra, no voy a convertirte en un vampiro.- sentenció el mayor y se puso de pie, alejándose de la cama.

-Pero, Mew, si esa es la única forma de irme contigo, lo quiero.- el príncipe se puso de pie también y siguió al otro hasta abrazarlo por la espalda. -Por favor, yo solo te tengo a ti.- suplico.

-Entiéndeme, cariño, tu eres un ser tan hermoso y puro, no quiero quitarte eso, no quiero quitarle el hermoso color bronceado a tu piel, el brillo de tus ojos, el rojo de tus labios.- esas cosas eran todas las que lo habían enamorado, por mas que lo quería a su lado para la eternidad, no se creía capaz de arrebatarle todo eso.

-Mew, si todos supieran las cosas que hago, lo que pienso, lo que quiero hacer contigo, nadie diría que soy puro, soy un pecador destinado al infierno, llévame contigo.- Mew se dio vuelta entre los delgados brazos del príncipe y lo abrazó por la cintura.

-Para mi eres un ángel, un ser puro que irradia una bella luz, no quiero quitarte eso.- repitió el pálido.

Gulf sabía que con palabras no lograría convencerlo, por lo que sin dudar le rodeo el cuello y lo jalo a un apasionado beso. Nunca había hecho eso, pero estaba siguiendo el deseo de su corazón.

Aunque Mew se sorprendió de primeras, no pudo evitar corresponder, había pasado cuatro años deteniéndose de saltar sobre ese cálido cuerpo para hacerlo suyo y ahora el menor era el que se restregaba contra su cuerpo.

-Gulf, cariño, para.- con mucho esfuerzo soltó los gruesos labios del menor y lo separó para verlo directamente a los ojos.

-Por favor, si no quieres transformarme, esta bien, pero tómame, hazme tuyo, demuéstrame que tu si me amas como yo a ti, hazme olvidar de todo.- sus sensuales súplicas hicieron al vampiro jadear, su pequeño ángel tenía una dulce sensualidad innata.

-Cariño, quiero que hagas esto porque lo quieres, no porque estés triste por lo de tu compromiso.- dijo Mew acariciándole la espalda con suavidad.

-Mew, te quiero y quiero que me hagas tuyo, que seas tu quien tome mi cuerpo primero, llévame al infierno.- el vampiro sabia a que se refería con eso ultimo, pues tener sexo antes del matrimonio y por puro placer se consideraba un pecado.

-Oh, cariño, no sabes lo que acabas de hacer.- advirtió Mew con una coqueta sonrisa en sus labios.

-Muéstrame.- lo provocó el joven príncipe.

Sonrieron complacidos antes de volverse a unir en un apasionado beso, saboreando la boca ajena, la humedad y calidez de estas. Gulf se vio tomado de los muslos por el mayor, para cargarlo, así que él enredó sus piernas en su cintura.

Mew había tenido miedo de que el menor no lo quisiera por su rara naturaleza o que su aspecto no le agradaba, pero aunque eso no había pasado, le sorprendía que su ángel quisiera entregarse a él, fugarse con él lejos del reino Kanawut y dejar su vida de lujos y comodidades.

Con cuidado lo cargó hasta la cama, sin despegar sus labios en ningún momento, pues en el primer segundo que probó su delicioso sabor se hizo adicto. Se sentían tranquilos, como si hacer eso fuera justo lo que ambos necesitaban en ese momento, Gulf para sentirse amado y Mew para reclamar como suyo al chico.

El vampiro fue bastante gentil al dejar sobre el colchón al menor, se colocó sobre él, entre sus piernas. Gulf fue el primero en comenzar a desvestir al otro, estaba ansioso y no esperaría más para poder tocarlo.

Soltó cada botón de la camisa negra del mayor, una vez suelta Mew se puso de rodillas sobre la cama y quitó la camisa de su cuerpo, dejando a Gulf casi babeando al ver su bien trabajado cuerpo pálido.

-Puedes tocar todo lo que quieras.- afirmó el vampiro y tomó la pequeña mano de su protegido, colocándola sobre su pecho y arrastrándola hasta su torso.

-Tócame tú también.- pidió el menor y con sensualidad sacó su bata de dormir, la cual traía desde que se durmió por la tarde.

-Lo que mi pequeño desee.- Mew beso desde su cuello, sin detenerse mucho ahí, siguió hasta su pecho, tomando en su boca uno de los rosados botones, jugando con el otro con su mano.

-Ahh... Mew...- gimió el menor y rápidamente tapó su boca, asustado de haber sonado muy alto.

-Esa boquita tuya hace unos eróticos ruidos, me encantan, pero no podemos arriesgarnos a que te escuchen, cariño.- lo reprendió el mayor con una sonrisa en los labios, pues le gusto oír que Gulf disfrutaba del placer que le daba.

-Lo se, solo no lo pude evitar.- se excuso el menor tímidamente.

-Yo me encargare de callar esos sensuales sonidos.- Mew ataco de nuevo su boca, presionando sus cuerpos juntos, tocándose lo más posible. Podían sentir como la dureza del otro se friccionaba con la suya, generándoles placer, uno bastante nuevo para Gulf.

Entre besos, para callar todos los ruidos del príncipe, terminaron desnudos. Gulf miraba impresionado el bien trabajado cuerpo del contrario, su gran miembro, las venas que recorrían sus brazos, su abdomen marcado, era simplemente la mejor vista del mundo.

-Tu cuerpo es mas lindo de cerca, siento que si te toco podrías romperte.- susurro Mew sobre los labios ajenos, haciendo un recorrido con su mano desde su muslo hasta tomar el húmedo miembro del menor.

-No me romperé, Mew, solo tómame como quieras.- Gulf no sabía que ser tocado por alguien más era aún más placentero, definitivamente estaba disfrutando del trabajo que hacía la mano de Mew en su erección.

-¿Quieres que te haga el amor, cariño?.- preguntó el vampiro justo en el oído del menor, causando que este se estremeciera, después tomó el lóbulo de su oreja y lo mordió.

-Si... hazme tuyo, Mew.- suplicó, quería más de ese delicioso placer y más por quien se lo daba.

-Ya eres mío, mi ángel.- afirmó el mayor volviéndolo a besar.

Con la mano húmeda por los fluidos de Gulf, siguió su camino por entre esos dos montículos redondos hasta llegar a su entrada, había descubierto al chico tocándose ahí la noche anterior, pero aun así debía ser cuidadoso, pues sería su primera vez. Acarició el lugar por fuera y después adentro un dedo con lentitud, dejándolo quieto cuando estuvo dentro en su totalidad.

-Mew...- jadeo el menor arqueando la espalda, pues ese fino dedo llegaba hasta su punto dulce.

Para no correr riesgos, el pálido lo volvió a besar mientras lo preparaba para él. Gulf estaba tan relajado y dispuesto que no tardo mucho en poder adentrar tres de sus dedos en él, aflojándolo lo suficiente.

-Amor, voy a entrar en ti, pero si duele mucho dímelo y me detendré.- informó Mew separándose momentáneamente de sus labios.

-Se que no me harás daño y yo enserio quiero esto, Mew.- Gulf se estaba entregando por completo a él, confiando en él. Ese chico era su perdición y no dejaría que nadie se lo quitara.

Entre besos fue adentrándose lentamente en él, sabía que aquello le dolería un poco, pues sus dedos no se comparaban al tamaño de su miembro. Cuando estuvo dentro en su totalidad sintió que solo con eso podría correrse, pues el interior de Gulf era tan ajustado y cálido.

A sus labios llegó un salado sabor y asustado terminó el beso para comprobar que el menor lloraba.

-¿Cariño, te hice daño?.- preguntó con preocupación.

-Duele, Mew.- afirmó el príncipe.

-Me detendré, ya no haremos esto, lo siento, mi ángel.- se disculpó rápidamente el mayor e hizo el amago de salir de su interior, pero el chico le rodeo la cintura con las piernas y lo empujó de regreso contra él, dando una corta estocada.

-Hmm...- Gulf ahogó el placentero gemido en su mano, pues esa leve estocada dio en su punto.

-Amor, no tienes que hacer esto si te duele.- dijo Mew acariciando tiernamente las húmedas mejillas del menor, limpiando sus lágrimas.

-Yo quiero esto, Mew, quiero sentirme tuyo, solo muévete despacio, duele mas si estas quieto.- aunque seguía inseguro, pues no quería dañar a su pequeño, este lo tomó del cuello y lo volvió a besar.

Se dejaron llevar por el placer, el vampiro daba cortas y lentas estocadas, tratando de dar siempre en la próstata del menor. Gulf no duró mucho tiempo, pues entre los embistes, los apasionados besos y las frías manos de Mew jugando con sus pezones, su cuerpo no resistió el placer y dejó salir chorros de semen que mancharon su abdomen y el del pálido.

-Hmmm... Mew...- aunque los gemidos se perdían entre sus labios, al vampiro le parecieron de lo mas eróticos y sumándole la deliciosa opresión que su entrada generaba alrededor de su miembro, se dejó ir en un potente orgasmo, marcando a su ángel.

-¿Cómo te sientes, cariño?.- pregunto Mew saliendo con lentitud y con cuidado se situó a su lado en el colchón.

-Fue fascinante, no pensé que se sentiría tan bien hacer el amor con alguien.- confesó el príncipe con sinceridad, acurrucándose a un lado del mayor.

-Me alegra que lo disfrutaras, cariño.- Mew le dio un beso en la frente.

-¿Tu quieres beber mi sangre, Mew?.- pregunto el menor de repente.

-No te voy a transformar.- repitió el mayor en un tono duro.

-No me refiero a eso, solo tengo curiosidad de porque nunca has tratado de tomar de mi sangre.- corrigió el joven Kanawut.

-Porque no quiero dejarte una fea marca de mis colmillos, además se que si lo hago voy a querer mas y mas, hasta dejarte vacío, así que no quiero arriesgar tu vida.-

-Yo quiero que lo hagas.- comentó Gulf trazando amorfas figuras en el pecho del pálido. -Me gusta la idea de saber que llevaras algo mío, ayudarte a vivir, porque leí que si no bebes sangre en mucho tiempo podrías morir.-

-Gulf, tu ya eres todo para mi, acabo de marcarte como mío, no necesitas ponerte en riesgo, puedes darme cualquier cosa tuya para llevar conmigo si eso quieres.- claro que el vampiro moría por probar esa dulce sangre, pero no podía dejarle una marca visible que denotara su presencia en el castillo.

-Pero yo quiero tener tu marca en mi cuello, quiero sentir que soy tuyo, además no me agrada la idea de que te alimentes de alguien más y después vengas a mi solo porque temes matarme.- eran un inusual sentimiento que Gulf nunca había experimentado, pero la idea de ver a su protector alimentándose de alguien que no fuera el lo hacia enojar.

-¿Estas celoso, cariño?.- cuestiono el mayor con diversión.

-Solo no quiero saber que estuviste con otro humano antes de venir aquí.- el príncipe se sintió apenado por su repentina posesividad sobre el otro.

-Bueno, principito, si tanto lo quieres, cumpliré tu deseo.- acepto Mew, esperando no perder el control.

Gulf sonrió satisfecho por haber conseguido lo que quería y el mayor se colocó de nuevo sobre él, besó sus labios un momento y después bajó hasta su cuello, dejando besos húmedos, saboreando la dulce piel morena, después mordió con suavidad, dejando al chico jadeando.

-Mew, solo hazlo o tendrás que hacerte responsable de mi problema ahí abajo.- sentenció el menor, pues su miembro estaba volviendo a la vida.

No recibió respuesta verbal, pero pudo sentir el fuerte mordisco en su cuello, como la sangre era succionada y eso extrañamente le daba placer, terminando por erguir su miembro.

-Ahh...- y no pudo contener el gemido que salió desde lo profundo de su garganta.

-No mas.- más que un aviso para Gulf era para él, para no tomar más sangre de la debida.

-¿Te gusto mi sangre?.- preguntó el menor.

-Es igual de dulce que tu, cariño, deliciosa y tibia, pero ya fue suficiente por hoy.- respondió el vampiro limpiando la sangre que se había escurrido por todo el cuello del menor. Pasando su lengua por todo el lugar, pues además ayudaba a que la "herida" no se infectara y cerrará más rápido.

-Me alegra saber que te gusta, puedes beber de ella cuando quieras.- informó el menor sonriendo.

-No te emociones, no lo haré muy seguido, principito.- Mew sonaba serio diciendo eso y para qué gastarse en decirle que no le iba a pasar nada si seguiría recibiendo la misma respuesta. -Pero si puedo hacer esto.- y sin escalas el vampiro tomó la erección del contrario.

Así pasaron un mes más, entre besos, caricias, hacer el amor, contarse todo de ellos. Definitivamente se habían enamorado aun mas del otro, si es que eso era posible. Para su fortuna nadie había visto la marca que ahora decoraba su cuello, pero Gulf amaba verla.

Gulf bajo a desayunar, pues Yiwah le había informado que esperaban por él en el comedor y eso solo podía significar malas noticias para él.

-Buenos días.- dijo Gulf al sentarse en el comedor, donde estaban ya sus padres y Grace.

-Se que vas a irte en cuanto lo diga, así que solo necesitas escuchar lo que te diré.- la voz sería de su padre siempre le había causado escalofríos, pero justo en esa ocasión no quería oírlo, no quería escuchar lo que sabía que tarde o temprano pasaría. -La próxima semana será tu boda con la princesa Kim.- esas simples palabra llegaron a lo profundo de su corazón y antes de soltar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, se puso de pie y volvió a su habitación.

Definitivamente no quería casarse con la chica pelirroja que era la princesa de Corea. El solo quería a Mew, estar en sus brazos y vivir lejos de ahí a su lado.

Debía planear una forma de que el vampiro lo transforme y se lo lleve con él. Gulf estaba seguro de que el pálido lo quería mucho, incluso más de lo que su propia familia lo quería, así que solo debía pensar en cómo convencerlo de morderlo y hacerlo un vampiro.

Para su mala suerte pasaron 3 días sin que Mew apareciera en su habitación, justo cuando el mas lo necesitaba, estaba cada vez más cerca de casarse y él solo quería huir, huir con el vampiro muy lejos de esa familia a la cual no le tenía nada de cariño. Había odiado nacer en la realeza, tener miles de responsabilidades, que los reyes controlaran su vida.

A dos días de su boda, cuando despertaba, escucho mucho ruido fuera de su cuarto. Eso no era usual, el castillo estaba en un casi silencio tenebroso, la mayor parte del tiempo, al menos que tuvieran alguna reunión con otro reino.

Así que se levantó rápidamente al escuchar aún más gritos y se asomó por el balcón, viendo a muchos de los soldados del castillo rodeando a alguien. Después pudo ver como su padre se acercaba poco a poco, usando una especie de armadura, cargando una espada, la cual Gulf solo había visto en una vitrina, ya que el rey le dijo que solo se usaba en caso de guerra.

Conforme el señor Kanawut se acercaba a la multitud que hacían los soldados, estos se fueron separando para dejar el camino libre al rey, dejando ver al final a dos soldados tomando a alguien de los brazos, aunque esa persona tenía una especie de bolsa cubriendo su cabeza.

Justo cuando su padre llegó frente a ese sujeto, los soldados destaparon la identidad de este, dejando ver al vampiro que tanto había deseado ver. Rápidamente salió de su habitación, corrió por las escaleras y salió del castillo, sin importarle seguir en su bata de dormir.

-¡Mew!.- grito cuando estaba lo suficiente cerca de todo esos hombres. El nombrado levantó la cabeza y lo vio a los ojos, sin poder evitarlo las lágrimas corrían por su morena piel ante tal escena.

-Gulf, vuelve a tu cuarto.- demandó el rey al notar la presencia de su hijo ahí, pues no quería ponerlo en riesgo teniendo al vampiro ahí.

-No, padre, no te dejare hacerle daño.- el príncipe corrió sin importarle la forma amenazante en que su padre lo veía y abrazo a Mew.

-Hola, cariño.- susurro el mayor rodeando la cintura del menor, pues los soldados lo habían soltado por orden del rey, aunque seguían relativamente cerca.

-Sabía que él tenía algo que ver con la marca en tu cuello.- habló duramente el rey, justo detrás de donde los amantes se abrazaban fuertemente.

-¿Desde cuando viste la marca?.- pregunto asustado el menor y Mew lo abrazo aun mas fuerte contra el.

-Unos días antes de anunciarte que en una semana te casabas con la princesa Kim, quería asegurar tu futuro.- respondió el señor con calma, pero con una cara demasiado dura y seria.

-Tu no quieres asegurar mi futuro, quieres asegurar la unión de los dos reinos.-

-Gulf, entiende que él es un vampiro y debe morir, no puedes estar con él, él no puede querer a un humano.- el rey se acercó poco a poco hasta poner su mano sobre el hombro de su hijo.

-El me ama, pero que sabes tu de amor si no te quieres ni a ti mismo.- atacó el menor.

-Gulf, cariño...- quiso calmarlo el vampiro.

-Eres el peor padre de la historia.- gritó el menor sollozando más fuerte.

-Gulf Kanawut, no voy a permitir que me hables de esa forma.- su padre lo jalo con fuerza y lo tiró al pasto. -El va a morir y tu no tienes voz en esto, es lo que se debe hacer, él es un demonio.- diciendo esto apuntó con la espada de plata al vampiro.

-Padre, por favor, solo déjalo ir.- rogó Gulf arrodillándose frente a su padre.

-No hagas esto, mi ángel, levántate, yo sabía que esto pasaría tarde o temprano, tu y yo somos muy diferentes, no podemos estar juntos.- la tranquila voz de Mew lo hizo voltear a verlo y este le sonrió para calmarlo.

-¿Lo ves?, hasta el sabe que esto es lo mejor, así que no intervengas, Gulf.- poco a poco el señor Kanawut iba acercando su espada hasta el pálido, tocando levemente su piel, quemándola inmediatamente.

-¡No!.- gritó Gulf y se abrazó a Mew con todas sus fuerzas. -Por favor, solo déjalo ir, te prometo que me casare con la princesa Kim y no volveré a desobedecer ninguna de tus órdenes, padre, pero por favor libéralo, no lo mates.-

-¿Prometes no volver a causar problemas y seguir todas mis ordenes?.- cuestionó el rey, considerando la propuesta.

-Haré lo que tu quieras, pero déjalo libre y no le hagas daño.- suplicó viendo a su padre, pero sin soltar su fuerte agarre en el cuerpo del pálido.

-Esta bien, lo dejare ir, pero apartar de hoy tu seguirás todos mis pasos, sin objeción.- sentenció su padre. -Saquen al vampiro fuera de las murallas y aseguren que no pueda volver a entrar.- gritó para que los soldados lo escucharan fuerte y claro.

-Te amo, Mew.- susurro el menor sollozando, viendo a los soldados acercarse a tomar a Mew para llevárselo.

-Yo también te amo, mi ángel.- dijo el vampiro con dulzura y tomó al menor de las mejillas para besarlo, demostrándole que sus palabras eran ciertas. Para su desgracia su dulce beso no duró mucho, pues el rey jalo de Gulf, así como los soldados tomaban a Mew.

Esa fue su triste despedida, un beso que si bien fue dulce, dejó un sabor amargo en ellos, en pensar que no volverían a verse, a tocarse, a besarse. Con eso comprobó que lo que hacía era un pecado y estaba condenado a sufrir por enamorarse de aquel demoníaco ser, por saber lo que era el amor, el placer. Un final trágico para la pareja más inusual de la vida.

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Su padre había tomado sus palabras de inmediato, un par de llamadas y ya estaba todo listo para su boda con la princesa Kim justo al día siguiente de la tragedia con Mew.

El día era triste, tan triste como el príncipe se sentía. Su corazón se sentía vacío, como si hubiera un hueco ahí, sus ojos mostraban unas ojeras negras, producto de haber pasado toda la noche pensando en Mew, en como escapar y en que no podía hacer nada, pues su padre lo tenía bien vigilado.

La boda sería justo cuando el sol se metiera, para llenar el castillo de luces, fuegos artificiales. Justo como su padre quería. Él no tenía ni voz ni voto en esa fiesta. Tampoco había visto a la que sería su esposa, pero eso era lo que menos le importaba.

Estaba en su habitación, ya listo. Vestía un pantalón negro a la cintura y una camisa blanca, abierta hasta abajo de su pecho, cubriéndolo con unas tiras de lado a lado, su cabello bien peinado, todo en el estaba impecable. Salió al balcón un momento, viendo desde ahí arriba como acomodaban todas las cosas en el jardín, el cielo ya estaba estrellado y oscuro, por lo que los caminos de luces eran lo que iluminaban el jardín.

Sin duda era una bella decoración, pero Gulf no podía estar feliz si la persona a la que unía su vida no era Mew. Deseaba tanto que este lo fuera buscar y se lo llevara lejos de esa tortura.

De repente todo el castillo se vio sumido en la completa oscuridad, las luces se habían apagado. Gulf entró a su habitación y buscó una vela para iluminar un poco el lugar, pero justo cuando iba a caminar hasta la puerta, unas manos lo tomaron por la cintura.

-Eres mío, ángel.- esa grave voz se coló por sus oídos y lo hizo estremecer.

-Mew.- suspiro el menor y volteo un poco a ver al vampiro, vestido con una camisa blanca y una capa negra con bordado rojo encima.

-Vámonos de aquí, cariño.-susurro el mayor, tomando al pequeño delicadamente de la barbilla, con sus guantes negros cubriendo sus manos y lo giro para poder besarlo. Un beso lento, dulce, amoroso, todo eso que Gulf había extrañado y que quería para el resto de su vida. -Tu eres solo mío.- dijo el vampiro aun con sus labios tocándose.

-Solo tuyo, Mew.- afirmó el menor sonriendo complacido.

-Te sacare de aquí.- y así lo hizo, el príncipe no supo ni cómo, ni en qué momento. Todo había pasado tan rápido, Mew lo había tomado fuerte por la cintura y salieron por el balcón de su cuarto, recuerda levemente los gritos de los soldados y al mayor saltando la enorme muralla que rodeaba el castillo. Lo siguiente que supo era que estaban muy lejos del reino, entre el bosque, corrieron hasta encontrar una pequeña cabaña.

-¿Aquí nos quedaremos?.- pregunto el menor al entrar al oscuro lugar.

-No por mucho, tu padre querrá buscarte por todo el país en cuanto se entere de que desapareciste.- respondió Mew sentándose en el sofá y jalando al menor consigo para que se sentara en su regazo.

-¿Y puedo saber porque te vestiste tan elegante para rescatarme?.- pregunto el menor tocando la elegante capa que cubría al vampiro.

-Es un día especial.- respondió y el menor lo vio con confusión. -El día en que finalmente eres solo mío y nadie te quitara de mi lado, mi ángel.- explico y Gulf sonrió antes de rodear el cuello y atraerlo a un apasionado beso.

-Extrañe tanto esto, gracias por salvarme.-

-Es un honor poder salvarte y tenerte aquí conmigo.- el vampiro acarició el suave cabello de su pequeño y este cerró los ojos para disfrutar aún más el contacto.

-Mew, te amo.- hoy más que nunca Gulf estaba seguro de lo que sentía.

-Yo también te amo, mi ángel.- el menor sonrió feliz y volvió a unir sus labios, disfrutando de la calidez de la boca ajena. -¿Quisieras pasar el resto de tu vida a mi lado?.- la pregunta que tanto había deseado escuchar llegó en un dulce susurro.

-He estado esperando mucho por escucharte preguntar eso.- le recrimino el menor, pero aun así tenía una enorme sonrisa en el rostro. -Es lo que mas quiero, estar siempre a tu lado.-

-Entonces que esperamos, ¿me darías el placer de morderte?.- esa sensual pregunta sacudió todos los sentidos del príncipe y solo se limitó a asentir.

Mew lo acomodó a horcajadas de él y comenzó a darle húmedos besos en el cuello.

-Primero quiero que hagas algo.- pidió el menor separándose un poco.

-Lo que desees, mi ángel.- el vampiro a pesar de ser un ser superior en fuerza y resistencia a Gulf, era sumiso ante él, cada cosa que este le pidiera, Mew la cumpliría sin pensar.

-¿Puedes beber un poco de mi sangre antes?.- preguntó tímidamente.

Claro que podía y quería saborear esa cálida y dulce sangre antes de transformarlo, así que solo se acercó al moreno cuello de su chico y lo mordió, bebiendo un poco de su sangre.

-Ahh...Mew...- claro que Gulf había gemido, adoraba esa sensación, lo excitaba sentirse tan pequeño ante el vampiro, como este saboreaba su sangre. Y un momento después la mordida en su cuello se intensificó y sintió algo frío recorrerlo.

-Puede que tarde un poco en hacer efecto, jamás había transformado a alguien.- informó Mew.

-Gracias por hacerlo.- susurro Gulf, sintiendo su cuerpo repentinamente cansado.

-Descansa, cariño, esta podría ser tu última vez durmiendo y yo velaré por tu seguridad hasta que despiertes.- Mew se recostó en el sofá y acomodo al menor sobre el, donde Gulf se acurrucó sobre su pecho, dejando a sus ojos terminar de cerrarse.

Mew se quedó ahí, admirando los temblores del cuerpo del amor de su vida, su alma gemela, con la cual pasaría el resto de la eternidad.

Solo un par de horas de sueño fueron suficientes para que la transformación ocurriera por completo, el mayor sintió como el cálido cuerpo sobre él se iba enfriando y como su bronceada piel se hacía más pálida.

-Hola, mi principito.- susurro Mew al ver como el otro se removía más entre sus brazos. Justo al escuchar esa voz abrió los ojos, dejando ver el nuevo color de los suyos, un perfecto color miel que contrastaba muy bien con su piel, ahora más pálida.

-Hola, Mew.- Gulf sonrió fascinado por el nuevo sentimiento que recorría su cuerpo.

Un inusual amor había iniciado en aquel castillo y ahora duraría para toda la eternidad.





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Nota: Iba a subir este capitulo mañana, porque es el día que actualizo, pero llegué a 300 seguidores y quiero agradecerles por el infinito apoyo.

Capitulo larguísimo, otra vez.

Lo se, esta historia también da para una historia completa y créanme que me encanta la idea, pero se que no tengo el suficiente tiempo o imaginación para eso.

Aun así, puse todo lo que quería aquí y me encanta este capitulo. Al fin uno de vampiros donde Gulf si se transforma!!

Me inspire en el video del multimedia y la escena del fan art que agregue por ahí en medio.

Espero que les haya gustado y lo apoyen tanto como lo han estado haciendo en cada capitulo.

Los amo mucho y gracias por seguir pendientes de mis actualizaciones, por apoyar mi otro proyecto. No tengo como agradecerles todos los comentarios bonitos.

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