One-shot: Hacia el mañana
Dedicada con cariño a Mills_8. Era una promesa, ¿verdad preciosa? 💕
***
Meliodas estaba de pie, estirándose gustoso en aquella fresca mañana de inicios de año. El frío del aire lo revigorizaba, erizando su piel y llenándole el pecho de emoción ante la perspectiva de un viaje. Pero más que el viaje en sí, lo que le emocionaba era poder por fin pasar unos días a solas con la persona que lo acompañaría.
—Elizabeth, ¿estás lista? —Su hermosa princesa estaba llegando a la pequeña colina que marcaba el punto de partida de aquella nueva aventura.
—Meliodas, espérame. —El rubio le tendió la mano a su compañera eterna y la apretó fuerte mientras la ayudaba a subir.
Se veía más hermosa que nunca, con su fleco corto, sus mejillas rojas por el aire helado, y su rostro enmarcado por un elegante abrigo de piel. ¿Por qué la veía y la veía? ¿Por qué simplemente no podía dejar de mirarla? Tal vez era porque ahora, por fin, aquella bellísima diosa era su esposa. La peliplateada debió adivinar el rumbo de sus pensamientos, porque se ruborizó aún más y se aferró con fuerza al brazo de su marido. Contemplaron la llanura verde a las afueras de Liones, saboreando la infinita libertad que ahora poseían, y entrelazaron sus dedos cariñosamente.
—¿Y bien? ¿A dónde vamos?
—Mmmm... no lo sé. Si te soy sincero, aún no he decidido, ¡es que hay tantos lugares en los cuales tenemos memorias juntos! Podríamos ir a la fuente de la eternidad, a Bernia, a visitar Dalmary, a los acantilados de Darby, y a la tierra de Istar. También he querido ir contigo al puerto de Ivanloake, a las montañas, o incluso a Vaizel. ¿Tú qué dices Elizabeth? ¿A dónde quieres ir primero? —La peliplateada guardó silencio mientras pensaba en todas esas posibilidades, y lentamente fue formando una sonrisa.
—Pues... a mi me parece bien si comenzamos el viaje a las afueras de Kaynes —Los corazones del ojiverde dieron un brinco al escuchar la sugerencia, y se fueron acelerando a medida que escuchaba sus palabras—. También me gustaría ir a Danafor, o al menos a sus cercanías —Las mejillas del rubio también se ruborizaron, y una enorme sonrisa se formó en su rostro al oír la última sugerencia—. Y también... quiero ir al lugar donde se encontraba el teatro del cielo. Quien sabe, tal vez aún queden algunos restos de...
El futuro rey no pudo seguir soportándolo más. Tomó el rostro de su amada entre sus manos, cerró la distancia entre los dos, y unió sus labios lleno de ternura. Ella le correspondió en el acto, y luego no fue un beso, sino dos, tres, y cuando ambos sintieron que el pecho les iba a estallar de la emoción, por fin decidieron separarse.
—¿Todos los lugares donde nos conocimos? —Un par de lágrimas, brillantes como diamantes, relucieron en las pestañas de la albina mientras asentía con la cabeza—. Muy bien, pues entonces a Kaynes. Es el lugar que queda más cerca, y además, si vamos hacia el este, es probable que lleguemos al pueblo de Byron antes de que anochezca.
—¿Byron? ¿Por qué Meliodas, quieres comprar cerámicas?
—No. Pero sé que pronto tendrán un pequeño festival con fuegos artificiales, y además, ahí hay una linda posada donde podremos pasar la noche —Aunque en un primer momento la albina no entendió a qué se refería, todas las dudas se le aclararon cuando vio su expresión—. Después de todo es nuestra luna de miel.
—Me... Meliodas, ¡kyaaah! —Demasiado emocionado por la idea de tener a Elizabeth para él solo durante la noche, el rubio comenzó a frotar los grandes pechos de su mujer mientras su cara se iba poniendo más y más roja.
—Es para quitarnos el frío.
—Meliodas... no...
—¿Mhm?
—No... tan fuerte —Fue el turno del más bajo para ponerse rojo hasta las orejas. Con esas palabras, su amada le estaba dando a entender que tenía su permiso para tocarla. Saberlo hizo que aquel acto pasará de pervertido a tremendamente romántico. Sus manos cambiaron del pecho a los brazos de la joven, y en esta ocasión sí usó la fricción solo para ayudarla a guardar calor—. Que curioso.
—¿Hm? ¿El qué Elizabeth?
—Es que, cuando estábamos en casa, no te atrevías a besarme en público, pero si a tocarme. Y ahora aquí, estando los dos solos...
—Eso es diferente.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Cuando te toco estando en público, es para que todos sepan que eres mía. Hay que darle una buena lección a los que lo dudan, tomar medidas disciplinarias —La peliplateada no pudo evitar reír ante la explicación de su marido y, cuando por fin se calmó, espero pacientemente a que terminara—. En cuanto al beso, no lo hago en público porque no es para nadie más que para ti. Para demostrarte que soy tuyo —No necesitó decir más. La conmovida joven abrazó al más bajo con suavidad, haciendo descansar su cabeza entre sus pechos, y siendo correspondida con tal fuerza que a los dos se les quitó el frío—. Bueno, ¿qué estamos esperando?¡Vámonos ya!
—¡Sí! —El momento había llegado. La pareja de esposos amantes desplegaron sus alas, plumas blancas junto a plumas negras, y alzaron vuelo hacia un inmenso cielo azul.
«La verdad es que no me importa a qué lugar vayamos, Meliodas. Si es contigo, solo me importa ir hacia el mañana».
***
Ahora sí, eso es todo mis coquitos ^u^ Muchas gracias por haberme acompañado hoy, si las diosas lo quieren, nos vemos pronto para más.
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