Recuerdos de un dragón tranquilo
One-shot, de mis favoritos sin duda
Dedicado a KillerGoddess12
Era de noche en el inmenso reino de lioness, la paz que se respiraba en el aire era encantadora y a pesar de ser algo noche aún había gente recorriendo las seguras calles de el lugar mirando cómo las estrellas titilaban y la luna iluminaba los corazones de todos los habitantes, en cierto lugar de el reino para ser más exactos el castillo, en una de las habitaciones más grandes el rubio se encontraba despierto, sin camisa y mirando a su amada esposa con los ojos abiertos y los labios ligeramente separados los unos de los otros, desde que habían roto su maldición se veía más hermosa que la luna misma o quizá solo era él completamente enamorado de su diosa.
No podía creer que en 3000 años nunca pudo fijarse en otra mujer que no fuera su amada albina, hubo ocaciones en las que incluso le había sido infiel pues no podía soportar el dolor o necesitaba quitarse las ganas, se acostaba con la primera que se le encimaba, le decían que era un experto en la cama y cada que terminaba el acto se sentía el peor hombre de el mundo por haber traicionado a aquella bella y adorable mujer que era suya y solo suya, siempre creyó que cada que volvía a enamorarse de ella, cada que la miraba y sus corazones bailaban de felicidad era obra de esa maldita maldición que los perseguía, que los sentimientos de Elizabeth hacia él eran fruto de la maldición y en realidad ya no sentía amor hacia él, hubo ocaciones en que cuando era solo una princesa y los pecados estaban dormidos o demasiado borrachos como para poder recordar lo que hacía, tomaba de el licor más fuerte que tenía de esos que te raspaban la garganta y sentías que te quemaban por dentro como si fuera un cerillo prendido en fuego que te metían por la boca
Su garganta se irritaba demasiado, le dolía cada trago de aquella botella pues le quemaba por dentro y aún así seguía y seguía tomando de aquel licor fuerte hasta que sentía que sus cuerdas bucales estaban por completo destruidas como para poder seguir, no le imprima a no hablar para nada el día siguiente ni nada por el estilo de todos modos por la maldición y su oscuridad se regeneraba y era como si nada pasara, extrañamente eso lo ponía borracho y solo gracias a eso era capaz de olvidar por un momento su largo sufrimiento, pero no podía faltar las veces en las que su princesa bajaba las escaleras algo adormilada y le sonreía igual que siempre causando la misma sensación de amor hacia aquella diosa inmunda que le robo su mente, su alma y sus corazones, esa simple sonrisa era suficiente para que quisiera dejar de destruir su garganta por dentro
—mmm— el suave quejido de su esposa lo sacó de sus pensamientos al instante olvidando aquella sensación de que su voz fuera destruida al igual que la suave carne de su garganta en el interior, solo sonrió levemente mirando cómo abría sus azulados ojos con cuidado, su viaje había llegado a su final pues al fin habían roto la maldición, con el pensamiento de que todos esos sentimientos eran fruto de el hechizo había creado varías cosas para hacer por si solo y sin ser perseguido por la diosa pero cuando la maldición se rompió y se dio cuenta que con cada roce se emocionaba, cada beso lo hacia amarla más, cada sonrisa iluminaba su vida y cada encuentro apasionado hacia qué su deseo y lujuria crecieran pudo decirlo con certeza, en todas esas vidas, en todos esos milenios nunca dejó de amarla al igual que ella nunca dejó de amarlo, saber eso lo hizo sentir realmente feliz y lleno de dicha —mel...–
—shhhh tranquila, aún no es tiempo de despertar — susurro con suavidad mientras le acariciaba su mejilla y seguía sonriendo como un bobo, había noches en las que meliodas no dormía solo por verla, tocarla, olerla, era adicto a ella, si Elizabeth fuera una droga él ya sería un drogadicto sin remedio incluso tal vez ya estaría muerto por una sobredosis —vuelve a dormir— Elizabeth solo se le quedó mirando a los ojos algo atenta, sabia que aveces no dormía solo por admirarla pero comenzaba a preocuparse por eso, tan solo negó con la cabeza ate la opción de dormir y sin esperarlo siguió admirando las bellas esmeraldas de su amado, su rubio, su esposo, su rey — Eli vuelve a dormir—
— no dormiré hasta que tú duermas —
—no estoy cansado...—
—pues entonces tendré que hacer que te canses — meliodas ya no pudo volver a hablar pues antes de que le replicara y tratara de arrullarla para hacerla dormir su atrevida diosa se puso justo sobre él sin dejar de mirarlo a los ojos y debido a que estaba sin camisa podía acomodarse en su pecho y acariciar su abdomen tan bien formado con el entrenamiento que ha tenido por años
—Elizabeth ¿que haces?—
—hacerte dormir— y sin dejarlo hablar nuevamente se aventó sobre sus labios besándolo con pasión y domandolo en aquel sensual juego de lenguas mordiéndole su labio inferior con fuerza haciéndolo gemir bajo su mando y permitiéndole que su amado esposo pasara las manos por todo su cuerpo—mmmm—
—Elizabeth...—podía escucharse el sonido de aquel beso, suave, dulce, pero lo suficientemente auditivo como para causarle placer a ambos reyes— Elizabeth...— esos susurros de su nombre contra aquel beso la estaban volviendo realmente loca de amor hacia él, solo se separó con un hilo de saliva y la respiración agitada por aquel extravagante y deliciosos beso de labios que acababan de darse, cuando volvió a ver a los ojos a su amado pudo notar cómo sus ojos estaban verdes pero luchaban por volverse oscuros como su alma misma, tan solo sonrió con burla ante esto —¿que te causa tanta gracia?—
—solo recordé la primera vez que nos vimos y la primera vez que me besaste— meliodas se quedó callado y serio ante esa revelación de su bella albina, pensar en su pasado lo hacía sentir melancolía y tristeza, quería olvidar todo lo que sufrieron pero no quería olvidar todos los momentos bellos je paso a su lado, tan solo desvió la mirada hacia abajo mirando cómo su amada estaba sentada justo sobre su miembro el cual no estaba para nada erecto aún, solo sonrió levemente, levantó su mano lo suficiente para poder acariciar su pierna y apenas su cálida mano rozó su muslo un delicioso escalofrío recorrió el cuerpo de Elizabeth, acarició su pierna con lentitud y cuidado pero con claras intenciones luego ante la atenta mirada de la más alta pasó la mano de su pierna subiéndola de poco a poco tocando su muslo, su pantorrilla hasta que finalmente llegó hasta donde quería, la intimidad de su mujer y sus pantaletas
—nunca olvidare que me quede encantado contigo —
—solo soy una mujer más entre todas— ese comentario lo hizo enojar, apretó su intimidad un poco con la palma de su mano sacándole un pequeño gemido de su parte comenzando a despertar su miembro cosa que ella sintió al instante
—eso no es verdad, eres mía, mi diosa, mi mujer, mi esposa, la única y original, pasaron 3000 años y nunca pude olvidarte ni cambiarte ¿aún después de eso sigues pensando que eres solo una entre todas?—
—habia muchas mujeres demonio que estaban aptas para ser la nueva reina y tú esposa, entre todas ellas preferiste una diosa—
—sabes que siempre fui algo rebelde — añadió el más bajo acariciando la intimidad de su mujer en círculos con sumo cuidado y cariño pues no quería lastimarla pero si quería que se mojara, solo soltó una risilla al decir que era rebelde, no por nada terminó traicionando a su padre solo por tener a su mujer
—pero ¿una diosa? Era tu enemiga y para peor la hija de la deidad suprema...siempre creí que terminarías matándome en algún momento que bajara la guardia o traicionarías mi confianza— esa revelación le dolió en el alma a meliodas, solo suspiró claramente triste haciendo que su amada se sintiera mal por confesarle aquello, se sentó en la cama quedando cara a cara a la mitad diosa mitad humana a solo centímetros de su cara y quitando la mano de debajo de su blusón haciéndola sentir un vacío en el pecho, lo había arruinado todo al confesarle aquello que pensaba en sus primeros encuentros— perdón mel no quería hacerte sentir mal solo que...—
—tranquila lo se — empezó este con una sonrisa y su voz calmante mientras la tomaba de la mano y las apretaba ligeramente calmando su atormentada mente en un chasquido y haciendo que su culpa bajara condicionalmente — es normal que pensaras eso de mi, era el hijo de el rey demonio era obvio que creyeras que qué te mataría o traicionará —
— pero no quería hacerte sentir mal —
—no te voy a negar que me dolió pero no importa, para mi lo importante esq es ahora tú eres mi esposa y mi reina, solo eso importa — Elizabeth podría acostumbrarse a esa parte amorosa y romántica de su meliodas, cada que la tocaba en público y la avergonzaba así ahora que era la diosa se enojaba demasiado sin embargo sabía que su demonio era demasiado celoso y creía que si la tocaba todos sabrían que era suya y solo suya — sobre lo de nuestro primer encuentro...—
—nunca me disculpé por casi matarte cuando no querías pelear— la risa de meliodas la saco un poco de onda sin embargo solo se quedo callada debido a la curiosidad que le daba su disculpa o intento de disculpa
—eso ya no importa Ellie eras así con todos los demonios pero al menos me alegra que me hayas dado la oportunidad de conocerte y enamorarme de ti—
—incluso si no te hubiera dado la oportunidad estoy segura de que me habría enamorado de ti— meliodas ya no pudo soportarlo más, solo se lanzó a besarla con ferocidad mientras sus manos viajaban hasta su tracero para poder tocarlo y apenas lo sintió bajo la cálida palma de su mano lo apretó deleitándose con lo suave que era, nunca se cansaría de tocar y admirar lo que era suyo, sus glúteos eran demasiado suaves y aunque nada era tan sedoso como su pecho podía durar horas tocando sus nalgas sin esperar, mientras su cuerpo estaba desesperado por tocarla y sentirla su mente divagó en su primer encuentro, todo ocurrió en cámara lenta y de solo pensarlo sus corazones enloquecían de felicidad haciendo que mordiera su labios con gran fuerza y metiera la lengua en su boca volviendo aquel beso candente y sensual justo como su misma personalidad —ahhh~—
*3000 años antes*
Cierto demonio volaba por aquella parte de britania destruida, no había vida, ni aldeas, menos animales por ahí, era una tierra fantasma y lo peor era que fue justamente él el que la destruyó por completo, los gritos de dolor de aquellos humanos le provocaban placer sin embargo no podía evitar sentirse como una basura después de hacer aquello, en su brazo se podía notar como una herida profunda se estaba regenerando de poco a poco y eso lo ponía feliz y a la vez no, se acababa de enfrentar a el mismísimo mael de los 4 arcángeles y aquel angelito tubo que salir huyendo al darse cuenta une su oscuridad era imposible de penetrar
Tan solo aterrizo cerca de un suave lago lo suficiente como para descansar cerca de un árbol, si ponía demasiada atención aún podía ver algo de sangre seca en los árboles y escombros de el pueblo, solo suspiró ante esto, no quería pensar en las masacres que ha causado como representante de el rey demonio, soltó un fuerte suspiro ante esto, no quería seguir peleando como una roca que no siente ni piensa nada o siquiera en el nombre de el rey demonio, quería pelear por alguien, para proteger a alguien así como su pequeño hermano luchaba por gelda, no entendía ese sentimiento, ¿que se siente ser amado? ¿como se siente amar? ¿Alguna vez conseguirá una mujer para él? ¿Que se siente meter la cara entre sus senos? No lo sabia y quizá nunca lo descubriría, ese pensamiento lo desanimó un poco, tan solo permitió que su ropa hecha de pura oscuridad se apagara hasta que quedara algo gris, en lugares solitarios como aquel lugar podía pensar y soltar todas las lágrimas y gritos que lo abrumaban y le impedían dormir de noche
Claramente su plan cambió drásticamente el día que conoció a cierta diosa que le robo absolutamente todo, ese mismo día se encontraba viendo su reflejo en la cálida agua de el lago admirando su propio rostro y a la vez despreciándolo, sus facciones eran las de un Niño a pesar de que tenía unos 18 años, aveces se preguntaba la razón de su estatura y cara ¿quien era así? ¿Acaso su madre era pequeña y parecía niña? ¿Y si su padre en su juventud fue pequeño y parecía Niño? No lo sabía exactitud, lo único de lo que si estaba seguro era que sus ojos esmeralda eran heredados de su madre, aquella adorable mujer que nunca conoció pero que sabía que sufrió y quizá fue asesinada una vez separaron a su hermano y a él de ella
Ya no pudo seguir preguntándose cosas cuando noto algo más en el reflejo de el lago, un rayo de luz rosa demasiado potente similar a el de uno de los arcángeles que se dirigía hacia él, lo único que pudo hacer fue esquivarlo dando una especie de vuelta y poniéndose lo suficientemente cerca de su espada de hierro para empezar a atacar, sin embargo apenas sus ojos oscuros miraron hacia arriba no encontró un arcángel como tal, era una hermosa diosa de ojos azules profundos como el océano mismo, sus alas blancas soltaban algo de plumas suaves y se veían tan cómodas que le entraron unas ganas enormes de acomodarse entre ellas y que lo cobijarán durante las noches en las que no podía dormir y luego sus pechos, eran grandes se veían suaves y por un momento pensó en poner la cabeza entre ellos o para dormir o tranquilizarse sin contar que una idea lujuriosa como el demonio que era se le ocurrió para usar esas dos colinas para darle placer
No se dio cuenta de el momento en el que bajo la guardia sorprendiendo a la diosa por completo, aquella marca de el sol negro en su frente hecha de una oscuridad tan espesa como el alquitrán desapareció de poco a poco dejando que sus ojos cambiaran de negros a un verde brillante como la esmeralda recién pulida en un segundo, todo el interior de la mujer alada se contrajo ante aquella hermosa vista pero a pesar de eso no quito su cara sería con la que bajaba lentamente hasta que las puntas de su pie rozaran ligeramente el suave pasto de el lugar, no podía dejar de admirar a aquel demonio, sus ojos esmeralda se abrieron, plumas de sus alas revoloteaban a su alrededor moviendo sus cabellos y sus labios rosados, fríos, perfectos estaban entreabiertos por la sorpresa
—¿quien eres tú?— pregunto finalmente la diosa a aquel demonio que al ver sus ojos cambiar de azules a anaranjados con el símbolo de las diosas había perdido todas las ganas de pelear, malditos hechizos de las diosas, había caído en aquel en el que hablan con tu corazón para que te retires de la pelea, sin embargo lo único que hizo fue alzar su espalda erizando todo el cuerpo de la diosa, extendió sus alas oscuras pues extrañamente no quería luchar contra ella y justo cuando pretendía emprender el vuelo recibió un fuerte golpe en su abdomen que lo hizo caer— hágase la luz—
—mierda...— susurro, el rubio a lo bajo, al menos ya sabía que detrás de esa belleza había una mujer muy fuerte, no debió subestimarla creyendo que no le haría nada por verlo escapar, tan solo se levanto de su lugar con lentitud para ponerse de pie, se volteo para mirar cada que aquella mujer lo atacara y se recargó en un árbol soltando sangre roja de su herida a mares, su oscuridad lo regeneraba pero no lo suficientemente rápido como para no perder sangre
—¿por que no me atacas?— estaba realmente enojado, tan solo volteó a mirarla con esas esmeraldas llenas de ira y enojo pero sin ninguna pista de maldad en ellas, tan solo volvió a fruncir los labios quedándose callado ante esto, ya empezaba a reconocerla, la hija de la deidad suprema, recordaba que según demonio si no te convencía de abandonar la pelea terminaba por matarte de la forma más sangrienta posible, en el inframundo la llamaban bloody Ellie, solo comenzó a reírse con ironía mientras activaba su marca para hacer que su oscuridad lo sane más rápido, pasaron cinco segundos y ya no había sangre de brotara de su abdomen pero no dejó de reírse
— así que al fin me encuentro con la famosa bloody Ellie, lo siento linda pero no quiero pelear—
—eres un demonio ¿por qué no me quieres matar?—
— solo no quiero y ya, nos pareces de esas diosas que matan otros demonios aparte de los de bajo rango — esa respuesta hizo enojar a la mencionada, le molestaba demasiado que solo por ser la hija de deidad suprema la subestimaran y la creyeran débil, le quitaron el lugar de arcángel solo por ser una maldita mujer y se lo dieron a Mael, ella es más fuerte que él podía con el papel claramente, pero no, su madre dijo que para lo único que servía era para dar hijos, convertirse en reina y matar demonios, cómo odiaba su destino, fue tanta la furia que le causó que sin pensarlo rodeó su brazo de luz dejando un rayo sobre su mano y sin pensarlo pasó al lado de el demonio apuñalandolo accidentalmente en uno de sus corazones haciendo que el más bajo gritará y calera nuevamente a el suelo soltando sangre, podía regenerar la herida pero no podía regenerar su corazón — maldita perra
—¿por qué no quieres atacarme? ¿Es por qué soy mujer? ¿Es por qué soy la hija de la deidad suprema? Contéstame idiota!!— Elizabeth estaba demasiado enojada que ya no pensaba en lo que hacía y no hacía, sentía odio hacia todos aquellos que la subestiman, es perfectamente capaz de vencer a uno de los Diez Mandamientos e incluso es capaz de vencer a el mismísimo arcángel mael pero no se lo permitían, siguió atacando a aquel demonio que no quería pelear, su vestido blanco estaba manchado de sangre al igual que un poco su cara y a pesar de todo lo que lo estaba atacando aquel demonio no dejaba de sonreír, llegó un punto en el que a pesar de estar débil meliodas levantó la espada y comenzó a combatirla, su rayo de luz chocaba con la enorme espada de metal y a pesar de que había empezado a atacarla y rasguñarla sabía que no estaba usando su verdadero potencial— ¿por qué?—
—ya te lo dije niña no quiero pelear— entonces Elizabeth se dio por vencida, lo había metido a un mundo de dolor por subestimarla pero se sentía mal por haberlo herido tanto que ni su oscuridad podría regenerarlo, solo soltó un suspiro por lo culpable que se sentía, extendió su mano hacia el ser de oscuridad con los ojos cerrados, meliodas por fin creyó que le daría el golpe de gracia y la verdad es que deseaba morirse ya, no quería sentir lo que sea que esa diosa le causaba en su pecho y mucho menos quería seguir las órdenes de su padre como un simple recipiente sin vida pero lo que sucedió no fue su muerte, más bien, sentía calidez, un calor que rodeó todo su cuerpo herido y aceleró sus corazones los cuales se regeneraron en un segundo, se sintió vivo, curado y extrañamente atraído a esa mujer, tan solo abrió los ojos con sorpresa y miró a la diosa, sus heridas ya estaban curadas y la sangre en su ropa se había secado dejándola limpia pero aún había algo de su líquido rojo en su mejilla, lo único que hizo fue acercarse a paso lento y con un pulgar le quitó la gota de su sangre causando un pequeño sonrojo en la mujer
—perdón, fue descortés de mi parte atacar a un enemigo que no quería pelear, solo que la próxima vez que nos veamos tendrás que matarme—
—no si evito toparme contigo— a pesar de que meliodas ya estaba curado no pudo evitar caminar hasta el lago, se metió en el agua con gran delicadeza sintiéndose tranquilo por la calidez de aquel líquido transparente y ante los ojos de la diosa hizo que su ropa oscura desapareciera dejándolo desnudó pero estaba en una posición en la que su masculinidad no podía verse para la mujer aún así Elizabeth enrojeció al instante y se tapó con las alas —¿por qué sigues aquí? ¿Que no vez que quiero tomar un baño tranquilo?—
—no me iré hasta que me respondas el por qué no me mataste, mi madre me dijo que todos los demonios atacaban para matar, eran seres sucios y repugnantes que solo tenían tiempo para matar y coger—
—pues tú madre te mintió, no todos los demonios son así —
—¿y tú eres así?— una risa algo amarga salió de la garganta de el más bajo, si tan solo supiera con quien estaba tratando tal vez si lo hubiera matado en vez de curarlo —¿por qué te ríes?—
— estás hablando con el más vil de todos— esa respuesta la dejó plasmada, no pensaba que él fuera malo, al menos no quería creerlo como tal — soy meliodas el líder de los Diez Mandamientos— en esos momento Elizabeth se dio un golpe mental por no haberlo matado, pero si los rumores de que el líder era una persona fría que no dudaba en partir a la mitad a los dioses y diosas ¿por qué a ella no la mato? Esa pregunta la carcomía por dentro
-¿alguna vez me dirás por qué no me mataste?— meliodas solo volteo la mirada para verla por el rabillo de el ojo algo serio, no podía decirle que perdió las ganas de pelear, que aceleró sus corazones ni que hizo que sintiera algo cálido en su pecho que lo hizo sentir muy bien, por lo que solo le sonrió levemente haciendo sonrojar a la diosa pues al momento de voltearse su miembro alcanzó a verse un poco y entonces le salpicó un poco de agua riéndose en el acto
— tal vez...—
La vez de su primer beso nunca olvidaría que estaban peleando, puede que fuera algo estupido para alguno pero en esas epocas de guerra su pelea era trivial, claramente se les salió un poquito de control
—mierda!! Te dije que fue una orden de mi padre—
—pero habíamos quedado en que ya no matarías diosas, que buscarías otra solución para que escaparan y comprendieran— replicó la albina acercándose a el más bajo y señalándolo con el dedo acusándolo de la masacre de humanos, diosas y gigantes que había causado unos minutos antes de encontrarse en el antiguo teatro de el cielo abandonado pues su ropa están llena de sangre y ni siquiera se molesto en quitársela para ir a verla
—no podía negarme, él mismo me lo ordenó en persona...no pude hacer nada mas—
—pero estoy aquí contigo mel, yo pude haberte ayudado a encontrar otra solución y — no pudo terminar de hablar pues rápidamente quedo acorralada en un pilar cercano con el rubio mirándola enojado a los ojos y sin dejarla moverse pues la tenía muy bien sujeta, sus pupilas se dilataron, su respiración se agitó y ante el momento de euforia la voz grave de el demonio le erizo la piel
—más vale que te calles si no quieres que te calle yo —
—pero meliodas pudiste haberme ...— ya no pudo decir nada más, lo último que sintió fueron los suaves y perfectos labios de su amante presionado los suyos y moviéndose de una forma tan celestial que parecía que estaban en medio de un baile fantástico y afrodisíaco, su cuerpo se relajó, sus manos viajaron hacia el cabello de su rubio solo para acariciarlo entre el beso y al ver que ella correspondía su acción meliodas pasó sus manos hasta sus caderas tomándolas con fuerza y pegándola en su cuerpo, sin duda para ser su primer beso fue demasiado significativo y hermoso
Incluso en sus mentes se encontraba su primera vez, fue justamente en aquel lugar despoblado donde se encontraron la primera vez meliodas estaba desnudo metido en el agua cálida tratando de quitar la sangre de su cuerpo nuevamente, el agua se la llevaba dejándolo limpio y el cálido sentimiento en su pecho hacia que su mente se calmara dejando que los gritos de dolor de la gente se esfumaran hasta quedar en lo más profundo de su mente, no reaccionó hasta que miró cómo su amada diosa estaba desnuda justo sobre él excitándolo lo suficiente como para hacerla suya, al parecer ya lo tenía planeado
— Elizabeth ¿que haces?—
—lo que deseo — no pasó mucho hasta que ambos estaban sumidos en gemidos, besos, lamidas, jadeos y gritos de puro placer, la mujer alada saltaba constantemente sobre su duro y grueso miembro el cual palpitaba como loco en su cálido interior, sus paredes lo apretaban tanto que el demonio gemía y jadeaba sin parar mientras echaba la cabeza hacia atrás en una "o" perfecta y de vez en cuando alzaba las caderas follandose mutuamente, si que era un experto en el tema de el sexo, Elizabeth por su parte solo gemía y saltaba sus senos blancos rebotaban excitando aún más a el demonio quien de vez en cuando se llevaba su rozado botón a la boca, sin duda desde ese día amaron cada encuentro de piel que tenían sin contar que desde esa vez meliodas aprovechaba cada momento para tocarla y hacer suya
*actualidad*
Los dos reyes seguían en lo suyo, el recuerdo de su encuentro ya se había desvanecido pero aún así no había parado su beso, Elizabeth movía sus caderas frotándose contra su amado demonio sin descaro o la pureza de un reina y pasó sus caídas manos por su cabello y cuello solo acariciandolo y dándole escalofríos por lo rico que sentía cada que lo tocaba, si se lo pedía, por su amada albina podría convertirse en un mandilón de primera, su mente estaba nublada por la sensación, todos sus sentidos decían que de iba recostarla y hacerle el amor con tal tranquilidad como para arrullar a un bebé mientras que sus instintos demoniacos decían que debía de cogerla con rapidez y violencia, hacerla gritar su nombre y que llorará de placer, no sabía que hacer
—mmmm~— sus gemidos entre aquel beso de lenguas mientras us manos se tocaban mutuamente lo estaban volviendo loco quería tenerla ya, necesitaba tenerla ya entre sus manos gimiendo su nombre, desde que rompieron la maldición no había dejado de hacerla suya, en el pasado temía que si le mostraba sus sentimientos o se dejaba ir por la lujuria lo recordaría todo y moriria a el tercer día, una vez esa maldición se rompió casi no la dejaba respirar, había desatado todas sus pasiones al fin al igual que sus sentimientos y sin importarle qué alguien los escuché disfrutaba cada encuentro como si fuera el último— meliodas —
Ya no pudo soportarlo mucho más, con el uso de su fuerza como un ser que no es humano le dio la vuelta a la reina dejándola recostada en la cama posicionándose sobre ella en un segundo y bajo sus besos hasta el cuello de su bella dama deleitándose con el olor a rosas que desprendía, era adictivo tanto que no pudo evitar hundir su nariz en el vértice entre su hombro e inhalar profundamente el aroma de su diosa, en simple acto fue un golpe en sus intimidades y corazones
—meliodas...—
—¿que sucede? ¿Quieres que pare?— pero en respuesta la mujer solo se levantó quedando sobre él y ante sus ojos verdes brillantes se quitó su blusón para dormir quedando solo en ropa interior, el amiguito de meliodas no tardó en despertarse ante aquella,visión mucho más por que sus deliciosos pezones ya estaban duros y apuntando hacia él, al parecer bastaron pocas caricias para que se excitara por completo, si que era una diosa pervertida —al parecer no...—
—solo quiero que me lo hagas, quiero que me toques, no me importa si eres rudo solo hazme tuya— eso rompió la poca cordura que le quedaba a el demonio y a parecer eso fue justo lo que elizabeth esperaba pues a los pocos segundo de que su marca demoniaca apareciera inclinó sus labios para continuar con sus besos el cuello, la clavícula, sus pechos, no podía dejar de pasar la voz por su cuello cuando todo era tan delicioso, su lengua viajó de su vena yugular hasta su rozado botón y luego con las ganas de mojarla más y facilitarle la entrar se lo llevo entero a la boca manipulando sus senos con toda la paciencia de el mudo — mmmm~—los amasaba con fuerza pero simpleza, alabándola como la reina y diosa que era pero a la vez amándola con toda la pasión y amor de el mundo —ahhh~
Mordía sus pezones, los chupaba como si fuera un bebe hambriento o simplemente pasaba la lengua por la aureola y de arriba a abajo acariciando aquel botón que comenzaba a ponerse rojo por sus mini mordidas, le encantaba y era notoria que su parte favorita de el cuerpo de la albina eran sus pechos solo sonrió cuando abrió los ojos y miró cómo tenía sus orbes azules cerradas con fuerza por el placer, se separó de su pecho solo para apretar su trasero tapado por sus bragas y mirarla a los ojos intensamente, si sabía que amaba más, si su hermosa voz llena de lujuria pidiéndole más o sus expresiones angelicales mientras su cara se contrae de el placer
—¿p-por que paraste?— meliodas solo sonrió ante esto y aunque su albina sabía la respuesta a su pregunta sólo dejó que lo descubriera sola, la recostó en la cama admirando su belleza, le deslizó sus pantaletas hasta abajo dejando ate él con su hermosa desnudez y ante ella para que lo admirara también comenzó a quitarse su pantalón lentamente comenzando a dejar s miembro al aire y una vez a ropa interior quedó en el suelo Elizabeth soltó un gemido involuntario, se veía tan sexy así, desnudó, con su pecho y abdomen brillando por el reflejo de la luna, con sus ojos negro y aquella marca de sol negro en su frente y con aquel miembro parado y goteando por ella, solo se quedó quiera esperando a que su amado diera la orden
Se colocó sobre ella nuevamente, le abrió las piernas y se las sostuvo con esa sonrisa burlona en su rostro y luego cuando el tiempo mismo parecía detenerse sobre ellos entró de una sola estocada soltando un gruñido al sentir como todo su interior lo apretaba, la reina solo pudo gemir mientras cerraba los ojos y un sonrojo aparecía en sus mejillas, fue entonces que desapareció, la oscuridad en su cuerpo como el alquitrán se fue quedando solo aquellos ojos esmeraldas llenos de amor por su diosa y empiezo las embestidas de poco a poco
De afuera hacia adentro, disfrutando de cada choque de cadera y de el sonido acuoso que hacia su vagina mientras él la hacía suya nuevamente, no podía parar una vez empezaban y la verdad es que ninguno de los dos querían parar, se deseaban, se amaban, se necesitaban cada vez con más fuerza y así un día la muerte los separe siempre les pertenecerían mutuamente por toda la eternidad
—ahhhh~ah~meliodas—
—Ngh~ Elizabeth... cariño mío—estaban disfrutando de su encuentro como nunca antes, a pesar de ir lento lo único que quería era sentirse, que cada fibra de su cuerpo se diera cuenta que se pertenecían mutuamente y que aquel momento se grave a fuego en sus mentes, con suma delicadeza el más bajo le levantó una de sus piernas para poder llegar más profundo y al hacerlo la ola de placer los azoto fue tan fuerte que se hundieron en aquel mar lleno de sensaciones dejando que sus cuerpos se ahogaran en el placer y se les dificultara respirar —mmmm~
—más, meliodas más — el demonio acató su orden con mucho gusto aumentando la velocidad, fue tanto el choque que provocó que sus cuerpos se arquearon mientras abrían los ojos como platos de las sensaciones, cada vez más rápido, cada vez más profundo en su interior, parecía que querían fundirse en uno solo mientras la forma intensa en la que se besaban era única, se mordían y lamían era demasiado incluso más lujurioso que los demonios más calientes, no fue una unión para nada corta, cuando no tenían suficiente salí de su interior con rapidez, la colocó de rodillas en la cama para que sostuviera de la cabecera y luego sin parar más volvió a entrar en sus interior comenzando esta vez muy fuerte y duro haciendo rebotar sus senos y trasero y cada choque de cadera se escuchó en toda la habitación—ahhhhhh~
—mierda Elizabeth — meliodas no dejaba de gruñir y Elizabeth de gemir, sus paredes lo apretaban demasiado, sus bocas después se juntaron en una danza sensual y sexy mientras que cada vez las lágrimas de felicidad y placer salían de sus ojos con demasiada fuerza, el orgasmo era como la bendición de la deidad suprema y ante el atento calor que se juntaba en sus vientres haciéndolos gritar de lo rico de la situación ambos se corrieron en una explosión de placer y fluidos que incluso mojaron un poco la cama debido a la fuerza de su venida, aquella blanquecina esencia de meliodas llenó todo el interior de su mujer dándole una sensación de pura satisfacción mientras que Elizabeth se deleitaba en ser llenada, ninguno de los dos sabía que en ese encuentro ambos procrearon a el siguiente heredero a el reino
Esa noche los reyes durmieron cómodamente pegados a el cuerpo contrario con fuerza sonriendo sin para y teniendo dulces sueños toda la noche disfrutando de su calor mutuo y sentimiento de amor, a pesar de todo lo sucedido meliodas siguió recordando varias cosas bonitas con su amada desde su boda hasta su luna de miel, de todos modos ahora era un dragón tranquilo y nadie le quitaría esa dicha de estar pegado a el cuerpo de su amada diosa
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top