Noche Agitada

Se removida incomoda por toda la extensión de la cama con su ceño fruncido y la cara pálida. Casi parecía una muerta por el blanco enfermizo que tenía su cara y labios, podría decirse incluso que la noche siguiente ella amaneceria sin vida. Meliodas veía eso y eso causaba que su corazón palpitara contra su pecho de forma casi frenética, la princesa se había estado portando muy extraña desde que había ido a hablar con diane y elaine. Había estado con la cabeza en la Luna, metida en su propio mundo con los ojos brillando, con la intención en su piel y la lengua luchando por soltar unas palabras. Ni siquiera sus constantes actos pervertidos habían logrado sacarla de su propia mente y eso la tenía muy preocupado. ¿Tenía algo que ver con la maldición? Si era es entonces se negaba, no quería, no iba a hablar si de eso trataba. Incluso era capaz de rechazarla de forma dolorosa de ser necesario con tal de que ella olvidara el tema, con tal de que no recordara nada o que se alejara de él.

Aunque le doliera tenía que buscar una forma de salvarla, incluso si eso debía ser que gowther borrará su memoria y esperar unos 10 años más de ser necesario para volverse a encontrar. Lo haría todo por salvarla aunque perdiera la vida en el intento, se removió un poco gruñendo por las sogas que mantenían sus brazos amarrados. Mierda, podía simplemente romperlas y ya, desamarrarse y ser libre, pero no lo haría. La amaba tanto que no quería que le tuviera miedo o que le diera vergüenza dormir a su lado con la fama de pervertido que tenía, si debía soportar la incomodidad de las cuerdas sería necesario.

—Señor... meliodas...— entrecerro los ojos un poco admirando más su rostro, parecía que quisiera llorar, su labio inferior temblaba ligeramente mientras un sudor frío se resvalaba por su frente. Quiso abrazarla en ese instante. Solo se limitó a juntar sus frentes de forma cariñosa susurrando le palabras lindas que rogaba nadie escuchara y cerró sus ojos. Esperaba que mínimo eso llegara a calmarla un poco

*

No quería seguir viendo esa clase de destellos, veía sangre por todos lados, bestias horribles asesinando y matando. Alas siendo arrancadas desde la espalda, plumas antes blancas cubiertas de un líquido rojizo  espeso y en el medio de todo ese caos unos cabellos rubios ondeando con el viento mientras se movían de forma escandalosa. Estaba quieto, mirando esa matanza como si fuera necesaria cubierto de ese líquido carmín, su espada no dejaba de chorrear gotas y el color en su ropa antes pulcra se secaba hasta volverse de un color oscuro y nauseabundo

—Ah...ya te habías tardado—se dio media vuelta soltando una risa irónica posando unos ojos negros como el abismo de las tinieblas en ella. Elizabeth quiso correr apenas las miró, se le hacían tan conocidas y a la vez tna distantes. Sentía que ya lo había visto antes y que su rostro se le volvía familia

—¿Por qué hiciste esto? Quedamos en un trato—sintió su boca moviéndose pese a que ella no había querido hacerlo y sus pues caminaban hacia la bestia asesina de menor tamaño. Al escuchar esas palabras una oscura risa brotó de ese oscuro ser que le hizo soltar lágrimas de el terror y mordió su labio

—Si, no quedamos en ningún acuerdo —

—Habíamos dicho que dejaríamos de hacer esto, meliodas—el rubio frunció su ceño de forma incontrolable asustando a la princesa elizabeth y no sólo eso, confundiendola. Ese ser que acababa de asesinar de forma brutal a gigantes y pequeños, ¿era el señor meliodas? No, no podía creer eso. El señor meliodas era un hombre noble que luchaba por la paz, que se arrepentía cada que mataba a alguien y que no dudaba en dar su vida por protegerla. Era imposible que él hubiera hecho algo así de catastrófico—¿Cuánto más...?—el de ojos negros alzó una ceja colgando su espada—¿Cuánto más seguirás fingiendo que no sientes nada? —durante efímeros segundo a la albina se le hizo ver como ese muro de maldad y oscuridad se tambaleaba, pero tan rápido como lo hizo ese hombre alzó una mano hasta ponerla sobre su cuello y asfixiarla

Se removió entre las sábanas tocando su cuello con desesperación al sentirse sin aire. De algo estaba segura, podía sentir todo lo la mujer que hablaba con ese demonio estaba sintiendo.

—No quiero que sigas hablando, zorra. Yo no siento nada—

—Eso no...es verdad—apenas pudo terminar cuando esa mano apretó aún más fuerte su cuello impidiendo que la poca aire que pasaba dejara de llegar hasta ella y sus ojos empezarán a ir hacia atrás, perdió incluso la fuerza que soltó su brazo rindiendose—Ma...Mata...me—los ojos de la criatura oscura de abrieron con sorpresa abriendo los labios lentamente —Pre...prefiero...morir a vi...vivir sin...ti— su cara ya estaba casi morada, podía incluso ver la luz que indicaba que su alma estaba desprendiéndose de su cuerpo. Soltó sangre de la boca manchando la mano de aquella criatura, sintió como aumentaba la fuerza en su agarre dándole la sensación como si le rompiera los huesos de la garganta pero cuando sus ojos azules empezaron a cerrarse...la soltó

Cayó a el suelo tosiendo e inhalando fuerte para recuperar el aire que había perdido sintiéndose aliviada cuando el oxígeno lleno sus pulmones. Formó una esfera dorada con la cual empezó a restaurar lo que le había lastimado y se quejo un poco. No tenía fuerzas aún, apenas y se pudo poner de pie sosteniendo con una mano su cuello lastimado y finalmente abrió sus ojos de nueva cuenta. Pará su sorpresa él demonio seguía ahí parado mirando hacia el suelo manchado de rojo por los cuerpos mutilados a su alrededor, con los puños apretados y la espada en el suelo. Incluso pudo deducir que estaba llorando pero descartó esa posibilidad, su vista mareada seguro le jugaba una mala broma.

—¿Por qué no me mataste? —preguntó apenas y pudo volver a hablar. El blondo abrió su boca aun sin dignarse a mirarla, pero la cerró, debido a esto elizabeth frunció su ceño y se cruzó de brazos—Es lo que haces, matas diosas. ¿Por qué no me mataste? —¿era correcto? ¿Era prudente? Era lo que deseaba? Esa y más preguntas rodaban por la cabeza de el mas bajó mareando lo un poco entre sí hablar o no hablar, hacer o no hacer, mirarla o no mirarla. Mordiendo su labio de tal forma que sangrar a levantó la cabeza para mirarla dejándola sorprendida tanto a la diosa como a la princesa elizabeth que miraba eso en vivo. Unos hermosos ojos esmeralda brillaban frente a ella

—Ya no puedo seguir con esta farsa—

—¿De qué estas hablando? No has respondido ninguna pregunta mía—

—Porque soy un cobarde, porque no quiero aceptar la verdad, porque no quiero decirte la verdad —susurro lo último pero la mujer alcanzó a escucharlo dejándola con las mejillas encendidas y el corazón palpitando frenético contra su pecho —Pero ya no puedo seguir así—

—¿Qué verdad? —el blondo solo la fulmino con la mirada unos momentos que parecieron eternos y cuando su faceta se relajo volvió a mirar a el piso sin valor —Mírame, si vas a hablarme mírame por favor—

—No tiene sentido hacerlo. Planeo no volver a verte después de esto—murmuró, eso le destrozó el corazón

—En ese caso prefiero seguir creyendo la mentira, prefiero seguir siendo lastimada pero por favor, no te alejes de mi —

—¿No lo entiendes elizabeth? —la princesa soltó un jadeo, esa mujer que hablaba y le rogaba, ¿era ella? ¿Acaso era la diosa que diane le había comentado? ¿Acaso era aquella que acompañaba a meliodas 3000 años antes? —Si planeo ya no verte es porque ya no quiero seguirte lastimando. No podría seguro soportando el hecho de hacerte daño con mis manos—se miró la mano con la que la había ahorcado unos minutos antes, asqueado y luego apartó la mirada al ver la sangre de la diosa sobre esta —Ya no podría volver a dañarte, porque la próxima vez que nos veamos prefiero matarme a mi mismo antes de matarte a ti—

—¿Eso significa...?—la princesa sintió la sonrisa en el rostro de la diosa—¿Eso significa que me quieres? —el demonio negó con la cabeza destruyendo las pocas ilusiones de la dama que solo bajó su los ojos al suelo con un dolor en el pecho

—No elizabeth. Eso significa que te amo—relamio sus labios, ya no había ningún secreto entre ellos dos. La noticia fue suficiente para que ambas damas se pusieran rojas y alzaran la cabeza con esperanza en sus ojos azules—Y me duele hacerlo, no quiero amarte. Todo sería tan sencillo si solo te odiara como a todas las demás y te hubiera matado las otras veces que nos vimos, esto...—jadeo—Esto no estaría pasando si tú no te hubiera propuesto conocerme—

—Mel, yo...yo también...—el demonio rió

—Creo que eso es mas que obvio—se acercó hasta la dama. Lo siguiente que sucedió fueron suficientes para que los colores subieran hasta las mejillas de la princesa, su respiración se agotará de una forma increíble y luego obtuvo lo más cálido que pudo haber experimentado en su vida. Ese demonio había acariciado su mejilla, había empezado a derramar lágrimas de sus ojos y sin pedirle permiso se lanzó a besarla de forma suave y algo brusca, aprisionado sus labios y sus caderas para detenerla e impedirle irse. No fue necesario porque tanto la princesa como la diosa respondieron a ese beso como si su vida dependiera de ello y se aferrar a la nuca de el mas bajó para acercar más sus bocas, fueron segundos intensos que ninguno quería que acabara y cuando el aire se escapó de sus pulmones el demonio soltó un gemido cerca de sus labios. Se separaron con las mejillas rosadas y los corazones palpitando fuertemente. Luego como un sitio gatito el rubio paso la lengua por el labio inferior de la femenina cerrando sus ojos y cuando volvió a abrirlos la miró profundamente

—Te lo advierto diosa—susurro aún con las caras a centímetros de tocarse—No vuelvas a meterte en mi camino, no quiero llegar a extremos—

—Por favor meliodas. Podemos intentarlo...podemos... —

—No, no podemos. Esto no es una estúpida historia de amor elizabeth. Es la realidad, se supone que debemos odiarnos. ¡No amarnos! —Y no le impidió decirle nada. Solo le dio un beso más, uno más fuerte y express que duro apenas 5 segundos y sin permitirle acción invoco un par de alas negras, tomó la espada y se fue lo más rápido que pudo

*

—Kyaaaaaaaa—elizabeth se despertó con la respiración terriblemente agitada y un sudor frío en su frente. ¿Qué había sido eso? ¿Una pesadilla? ¿Un anhelo de su corazón? ¿Un recuerdo que su mente desbloqueo? No tenía ni la menor idea pero estaba segura de una cosa, no quería repetirlo de nuevo. El dolor en su garganta, el dolor de su pecho, la desesperanza llenando su cuerpo y luego el frío que dejó aquel último beso en ella. Debió haber sido romántico, algo lindo que se derritiera su alma pero en vez de eso fue casto, lleno de dolor, lleno de esperanzas rotas por un demonio que se negaba a intentar sentir

Volteo hacia su derecha notando como el señor meliodas seguía dormido dándole la espalda y endulzó su mirada. No podía ser posible que un ser tan bueno como él fuera tan despiadado como el demonio de su sueño. No era, él, estaba seguro de que era algún otro meliodas. Algún otro ser que amara la matanza. Sonrió un poco y negó, si, su querido rubio era incapaz de hacer lago así. Solo volvió a recostarse pegando se a su espalda ancha soltando un suspiro de alivio con las mejillas rojas. No creía que le molestara si se abrazaba a él, además, estaba dormido

—¿Tuviste una pesadilla? —ella abrió sus ojos con sorpresa apartándose de el olor masculino de el hombre y soltando su espalda—Descuida elizabeth, no me molesta que me toques nishishi—

—¡N-No lo hacía con esa intención! —se cubrió su cara sonrojada escuchando las burlas de el rubio que solo la mirada de reojo. Estaba segura, con eso su mente se había convencido, el señor meliodas no era el monstruo que su pesadilla le había mostrado. Al pensar en eso se puso repentinamente seria alertando a el blondo que cerró los ojos —Señor meliodas, ¿puedo preguntar algo? —

—Mejor duerme elizabeth. Mañana será un día agitado—la rechazo cerrando sus ojos y fingiendo algunos ronquidos. La albina sólo entre cerró sus ojos con el mismo dolor en el pecho que la diosa sintió cuando el demonio le dijo que no la quería y suspiro. No se daría por vencida, después de todo lo que había vivido a su lado no se dejaría ganar por una mentira

—Señor meliodas—el blondo la ignoro rotundamente sin dejar de fingir. Eso la desconcerto—Señor meliodas. ¿Me puede tomar de la mano? —ante esa pregunta el rubio de ojos esmeralda se obligó a su mismo a abrir sus ojos con sorpresa y nuevamente la miró de reojo. Ella estaba sonrojada, con su único ojo descubierto brillando, apretando las sábanas con fuerza por la vergüenza que le dio preguntar eso y desviando la mirada—Solo eso quería preguntarle—su mente me decía que no lo hiciera. Que se riera como una persona despreocupada y al contrario la avergonzara para obligarla a dormir, pero eso se le hacía tan cruel que sus corazones le decían que no; que la tomará de la mano dulcemente, que le permitiera recostarse en su espalda hasta que cayera dormida una vez más y disfrutar de ese contacto dulce. Solo suspiro un poco y le extendió una de las mano que estaban detrás de su espalda amarradas

—Por supuesto elizabeth. Descuida—ella le sonrió de tal forma que tuvo que reprimirse a su mismo para que no rompiera las cuerdas y la abrazara.  Elizabeth no lo dudo, sólo tomó uno de sus dedos con algo de vergüenza, recargo su frente en la espalda ancha de el pecado y suspiro mientras empezaba a sonreír. Con sólo esa acción los miedos y las dudas abandonaron su mente durante efímeros segundos mientras el dolor de estar abrazando a un hombre que no le pertenecía la hacía reír. El señor meliodas solo la veía como una camarada o como un juguete, él ya amaba a la señorita liz y aunque le doliera admitirlo era feliz con solo ver su sonrisa todos los días y saber que la consideraba una amiga cercana, no se quejaba, solo esperaba que sus constantes ataques vergonzoso llegarán a cesar en algún momento. De otra forma obligaría a su corazón alejarse de el hombre que ama pues ya no quería que la siguiera considerando un juguete, así sufriera lejos de él

—Buenas noches señor meliodas—murmuró

—Descansa ellie—ella ya no pudo notarlo pero durante la noche el blondo soltó una que otra lagrima, había escuchado sus quejidos, había visto como tomaba su garganta pidiendo algo de aire. Eso sólo le trajo un recuerdo que hubiera preferido dejar sepultado junto a las 106 elizabeths que vio morir, en esa noche ya no le importo si ella se despertaba. Se soltó de las ataduras y la abrazo durante toda la noche esperando paciente el momento en el cual ambos serían libres y podrían hacer la vida que siempre soñaron

*

Tatara es el fin

El primero de los dos one-shot que haré. El segundo si me tardará más pues es el mas largo pero, como sea

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Si es así háganme saberlo. Disculpen faltas de ortografía, las corregiré después

Cualquier duda pueden dejarla en los comentarios y se las respondo

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