Mi Musa (Parte 2)

*Nota: Esta largo, de verdad. Espero que puedan terminarlo y lo disfruten mucho ^^

* Nota 2: habría quedado más largo, pero me di cuenta de que si lo hacía seria aburrido así que tuve que recortarlo algunas cosas ^^"

Sus manos eran como el fuego del infierno, pero sus ojos azules llenos de ternura le hacían saber que eran llamas celestiales que iban a quemar su cuerpo y alma hasta hacerlo cenizas. Afortunadamente era sólo la sensación de estar ardiendo en llamas y todo se estaba mezclando con gran vehemencia en su pecho. Era un hechizo, aún no sabía bien cómo fue que su mente cambió de la noche a la mañana, en cómo empezó a creer en dioses y magia solo porque esa mujer lo había domado. Sacudió la cabeza para dejar eso de lado, no quería pensar, no quería asegurarse de que ella lo había hechizado con sus caricias y todo lo que sentía era eso, el fruto de un conjuro.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta? —volvió a la realidad al escuchar esa dulce voz que sonaba decaída. Parpadeo un poco para volver en sí y la miró, la diosa estaba besando su pecho con adoración mientras masajeaba sus hombros y fue hasta ese momento en que se dio cuenta de que estaba haciendo una mueca de desaprobación. Rápidamente la quito de cara para sonreírle a la de cabellos albinos que parecía nerviosa y luego se agachó para poder besar esos labios rosados. No necesitaba pensar en razones, no necesitaba saber la respuesta a sus dudas, solo necesitaba que ella lo tomará. Estaba por entregarle el alma a una diosa y no se estaba arrepintiendo de hacerlo.

—Me encanta, diosa—

—P-Por favor, solo dime elizabeth—aclaro la de ojos azules con un sonrojo sobre sus mejillas pálidas. Se veía tan bella y vulnerable, con los ojos brillando y los labios entre abiertos. Cualquiera que la mirara en esos momentos jamás pensaría que era un ser capaz de destruirte en tan solo 5 segundos. El saber que tenía su permiso para llamarla por su nombre le lleno el hueco en su corazón de una luz cálida y de una determinación tan poderosa que usó su fuerza para dejarla debajo de él y atacar su piel en suaves besos y mordiscos—Hmm—La escucho jadear por la sensación y sonrió cuando pudo sentir la dulce piel de su cuello ponerse como de gallina. Era exquisito, su mano se alzó hasta poder apretar su pecho aun sobre la tela casi traslúcida y ambos soltaron un genio de placer. Era suave, sus colinas pálidas parecían quedar en conjunto con sus manos y eso le causó tal emoción que apretó ambos pechos.

La desesperación le hacía solo pensar en una cosa, quitarse la ropa. Retiro las manos de los senos femeninos riendo cuando la diosa hizo un puchero molesto, luego fue hasta el borde de su playera de pijama, en un movimiento rápido se deshizo de esta misma para terminar con todo el groso desnudo y la diosa aprovecho esto para que sus manos se clavaran en la espalda masculina.

No dejaron de besarse en ningún momento. La luna parecía bendecir su acto, sus pensamientos confusos volaron y se fueron como la mariposa de colores que paso por la ventana, se miraron con tal adoración que elizabeth se sintió tan llena de poder que incluso le dio una lenta mordida en el hombro.

Se desnudaron con paciencia y cariño, tocando sus pieles para asegurarse de descubrir cada pedazo de piel sintiéndose como exploradores descubriendo una nueva tierra, se abrazaron, se besaron y para cuando el humano se llevó el pezon de la diosa a la boca ella soltó un largo gemido que hizo eco por las paredes.

—Meliodas—su nombre entre sus labios lo dejó borracho de felicidad, soplo el botón rozado que ya estaba duro y mirando hacia él y luego le dio un dulce mordisco con el que ella se retorcio de placer y pasó la lengua por la aureola generando espasmos en todo el cuarto femenino.

—Eres tan exquisita—susurro contra su nivea piel besando el punto en medio de sus senos y dejando un chupeton color rojo en ese mismo lugar. La próxima vez que la viera sería el primer lugar en el que iba a verla y si es que aún lo tenía iba a sentirse tan orgulloso que estaba seguro de que besaría ese punto largo rato. Estuvo intercalando sus caricias a ambos pechos. Desde ese día se podía considerar un fiel admirador de los senos grandes como los de esa diosa de mirada seductora pero risita nerviosa. Le dio un último apretón a su pecho izquierdo, beso su pezon derecho con anhelo escuchando embelasado el suspiro de elizabeth y finalmente bajó su boca hasta poder besar su abdomen y vientre plano. Todas las señales de alerta empezaron a prenderse en la mente de elizabeth cuando el de menor estatura utilizó sus manos para abrir sus piernas con delicadeza  y sus mohines húmedos se posaron en su cadera—Diosa,digo...Elizabeth ...te deseo—murmuró y su aliento cálido acarició el vértice de su intimidad a la vez que ella solo se cubría el rostro con las manos y lágrimas de placer en sus ojos. Al notar eso el humano volvió a subir solo para retirarle su inútil escudo y luego clavar sus ojos con intensidad en las esferas de ella, esas esmeraldas brillantes podían reflejar la compasión y la felicidad de un hombre verdaderamente enamorado. Elizabeth no podía creerlo, era mucho para ella, la diosa del amor le había explicado muchas veces que él amor podía materializarse en muchas cosas, pero jamás había visto unos ojos que irradiaran esa luz de amor a primera vista tan fuerte—Si quieres que me detenga lo haré—le susurro con calidez. Elizabeth se mordió el labio dubitativa.

—N-No quiero eso—Se apresuró a decir—Yo también te deseo y mucho, pero...—

—¿Hace cuanto que no practicas el sexo oral? —alzó una ceja incrédula y tuvo que morder su lengua para evitar reírse y que el celestial ser se sintiera ofendido. En toda respuesta la diosa de pechos esponjosos se sonrojo con tal fuerza que su cara podría compararse a la de un tomate y desvío la mirada hasta el bulto en el pantalón suave de la pijama del rubio.

—La última vez fue con un pintor en 1740—meliodas tenía que admitir que le causó cierto ataque de celos saber que la diosa ya había sido la musa de más artistas, había un martillo en su cabeza que lo golpeaba cada vez más fuerte cuando la imaginaba a ella siendo tocada por alguna otra persona—Y la última vez que tuve sexo fue con una escritora en 1820—aclaró otra vez. Ella había estado con toda clase de artistas tanto hombres como mujeres y debía de admitir que eso lo estaba volviendo loco de celos, pero antes de permitir que aquel sentimiento venenoso opacara la luz de aquel dulce momento, meliodas llevó su mano izquierda hasta la mejilla de la doncella, se agachó hasta darle un beso sobre su frente cosa que hizo latir el corazón de elizabeth con velocidad y finalmente le sonrió. Con ternura y cariño, el mismo sentimientos con el que había lamido sus pechos y besado su vientre. Luego se agachó nuevamente hasta quedar a la altura de su fruta prohibida y empezó a repartir besos por sus muslos internos sin despegar los ojos de ella.

La diosa tuvo que sostenerse con los codos sobre la cama y echó la cabeza hacia atrás jadeando fuertemente. Se sentía genial, mucho, le sorprendía que alguien que no había tenido relaciones íntimas pudiera ser tan experto. Si mano blanca fue más rápida que su cerebro cuando llegó hasta su seno derecho y empezó a apretarlo, luego miró nuevamente al escritor que seguía esperando su aprobación o su rechazo y tras gemir su nombre en bajo fue que Elizabeth finalmente asintió. Apenas lo hizo la lengua de su nuevo amante se fundió en aquel vértice ya húmedo por las caricias pasadas y la hizo entrar en un espacio de puro extasis.

—Ahhh—a estaban cambiando los roles. La noche pasada ella le había hecho arse cuenta de que estaba vacío y si en verdad quería cumplir su misión debía de tener amor en su corazón. Esa noche era él quien le daba calma a su punto dulce y adolorido. Pasaba la lengua oír su perla de placer haciendo especial presión sobre ese punto hinchado haciéndola jadear, la introdujo dentro de sí intimidad causando pequeñas convulsiones en la chica—Ahh meliodas—sus manos acariciaba sus piernas y luego subían hasta sus peligrosas curvas y para cuando las contracciones en la diosa fueron más constantes, el humano se separó de su punto mirándola con una sonrisa, se bajó el pantalón y sus interiores y luego empezó a acariciar sus sensibles pliegues dejándolos a ambos gimiendo en bajo y disfrutando de la primera vez del encuentro entre sus intimidades—Espera—Meliodas se detuvo con el cuerpo temblando de necesidad e incluso soltó un gruñido de dolor. Su miembro palpitaba y dolía por lo duro que estaba, si no le daba alivio pronto sentía que podía llegar a desmayarse. La admiro darse la vuelta en la cama aun con su labios jadeando colocándose a cuatro puntos dejándole una perfecta vista de su redondo trasero—Hazlo querido, hay que darnos alivio mutuo—

—¡Elizabeth! —lo hizo, no tardo en hundirse en lo más profundo de la chica escuchando el grito que salió de los labios femeninos. Se sentía delicioso, la diosa se sentía desfallecer por los movimientos de cadera del hombre. Incluso llegado a un punto ella empezó a ir a su encuentro completamente enloquecida del placer—Oh cielos...ahhh mi diosa—

—Mhhh así querido, dame más de ti—con un pequeño golpe sobre sus codos meliodas consiguió que elizabeth quedara completamente con el pecho presionado sobre las sábanas arrugadas y mojadas de sus fluidos. Lágrimas de placer salieron de los ojos azules y ella no podía dejar de hacerse hacia atrás buscando introducir más su ardiente virilidad—¡Ahhh! ¡Meliodas! —desde un inicio habían sido rápidos. Su mente estaba confusa y tapada por una neblina roja de pura pasión. Las manos del blondo fueron hasta adelante para apretar uno de sus pechos que rebotaban con cada golpe de cadera, el sudor empezó a perlar sus pieles y para cuando el primer rayo de luz se dejó asomar por la ventana meliodas le dio una fuerte mordida en el hombro—¡Kyaaaa! —

—Mi musa—gimió en bajo aumentando el ritmo de sus embestidas. Sus paredes parecían succionarlo como si le impidiera salir de su interior, el dolor en sus intimidades era algo deliciosos que jamás habían experimentado, sus respiraciones estaban tan agitadas que incluso llegaron a pensar que se quedarían sin aire, pero lo maravilloso del momento que parecía que sus corazones estaban latiendo al mismo ritmo acelerado—¡Ahhh! Elizabeth—

—Así querido, gime más fuerte mi nombre. ¡Gimelo más! —

—¡Elizabeeeeth! —arrastró la última vocal haciendo la cabeza hacia atrás y cerrando sus ojos esmeralda, si ella lo quería entonces iba a gemir su nombre hasta que el corazón de la deidad estuviera satisfecho. La presión en sus vientres era más que evidente, ambos querían atrasar la inevitable venida, pero sus movimientos eran tan certeros que parecía que no iban a poder aplazarlo por mucho. Meliodas beso detrás de su oreja, elizabeth abrió más las piernas, el blondo le dio una nalgada, la albina se apretó uno de sus pechos y tras mirarse por segundos que parecieron eternidades ambos se corrieron en una explosión lo queda que incluso hizo explotar sus corazones de dicha pura. El humano cayó completamente agotado a la cama aun con el cuerpo temblando y bloqueando desesperado para introducir aire a sus pulmones.

La diosa no tardo en ponerse a su lado con una sonrisita traviesa. Su mano viajo hasta la mejilla rosada del varón y empezó a acariciarla dulcemente.

—Por favor, ellie, sigue acariciandome—susurro este con un hilo de voz debido a lo cansado que se sentía. Elizabeth le dedico una mirada triste que meliodas pudo captar, pero que ella quito de inmediato camuflado su verdadero sentir con profesionalismo, luego se inclino para darle un beso en la frente y finalmente bajó hasta besar los labios masculinos con cariño. Apenas se separaron lo miró a los ojos y su sonrisa pasó de traviesa a una llena de orgullo.

—Ahora despierta y sigue trabajando en tu obra maestra—

Apenas ella terminó de decir eso meliodas pudo abrir sus ojos. Parpadeo un par de veces confundido de haber vuelto de la nada a la realidad en la que estaba...solo, se mordió el labio para evitar que ese sentimiento que lo venía acompañando desde años atrás lo hiciera derramar lágrimas y se concentró en su entorno y cuerpo.

Su playera había ido a parar al piso, su pecho estaba lleno de chupetones que la misma diosa de ojos azules le había hecho, su pantalón e interiores estaban abajo y la corrida sobre su pierna estaba ahí presente. Nuevamente ella lo había visitado de noche, todo había sido real y no podía  esperar para volver a verla.

Incluso intentó volver a quedarse dormido, cerró sus ojos verdes concentrándose lo más que podía en volver a esa habitación y estar en los cálidos brazos de la diosa, pero por más que dio vueltas en la cama no pudo volver a dormir. Imagino a Elizabeth soltando una risita mientras negaba con la cabeza haciéndole entender que sólo podía encontrarse con ella si es que ella misma era la que lo permitía.

Suspiro completamente derrotado y se levantó para al fin darse un baño. Ella tenía razón, no debía de confundirse en sus encuentros. Era su Musa, la fuente de su inspiración la cual estaba resurgiendo más fuerte que nunca gracias a sus caricias, ella solamente estaba ayudándolo a continuar con su vocación, no lo hacía porque lo escogiera o porque tuviera algo de especial que la haya hecho interesarse en él. Saberlo le destrozó el corazón y sólo él agua cálida de su regadera pudo animarlo un poco más.

Si es que escribir ese libro era su única llave para poder verla entonces iba a esforzarse por poner toda su alma en las letras , pero sin excederse, iba a tardar lo que tendría que tardar y salió de la ducha completamente decidido a que la próxima vez que ella le permitiera ir a su encuentro no iban a tener sexo, iba a dedicar a hablar por horas y horas con tal de conocerse mutuamente y no sentirse tan solo.

*

Ban ya no podía soportarlo más, habían pasado cinco meses desde que su jefe había empezado a delirar sobre esa celestial Musa que lo había ayudado a salir de su bloqueo creativo y no podía evitar sentirse preocupado. No era algo normal, todos los amigos del rubio estaban conscientes de eso, incluso su familia la cual se encontraba viviendo en Roma había empezado a preocuparse por él. Solamente hablaba de ella, de cómo sus labios eran adictivos, de cómo sus ojos eran tan hermosos, de cómo ella lo escuchaba tan atentamente cuando le contaba hasta la cosa más simple del mundo y como la misteriosa chica había empezado a contarse sobre su vida personal.

No dejaba de inventar poemas demasiado dulces para su gusto, no dejaba de describirla con lujo de detalle cada que alguien le preguntaba por la misteriosa mujer. Sus caderas, sus curvas peligrosas, sus pechos redondos y suaves, la fragancia a rosas que su cuerpo desprendía, su cabello largo y liso como hilos de plata y esos ojos tan brillantes que siempre parecían emocionarse cuando se ponían a platicar.

—En ese caso, me retiro señor meliodas—escucho la voz de merlín la cual estaba adentro de la oficina del blondo intentando inútilmente que este se fijará en ella. Esos cinco meses había estado sufriendo, se sentía enojada y celosa de la mujer que la mente de su enamorado había creado. Cada que él describía a su amada merlín hacia una extraña mueca de enfado que intentaba camuflar con su copa de vino tinto o tosiendo un poco y desviando la mirada. Ella llevaba esforzándose desde que entró a trabajar ahí para ganarse al menos una cita con el de ojos verdes, todo para que una mujer imaginaria estuviera arruinando sus planes. Ban pudo ver como la de cabello azabache le dedicaba una última mirada dolida a meliodas antes de salir de su oficina.

Ella llevaba un perfume dulce, el de ojos rojos supuso que se debía a que su amigo presumía tanto la fragancia dulzona de la diosa que supuestamente veía que merlín había intentado replicarlo, llevaba un escote algo prometedor, una falta corta y ni así esté la había visto más que para entregarle un borrador del libro que ya casi estaba listo.

Entró finalmente a la habitación mirando como su amigo soltaba un suspiro nostálgico mirando que ya no le faltaba mucho para terminar su obra maestra y luego volteo la cabeza hasta ver a su mejor amigo parado en la puerta.

—Que bueno que vienes Ban, quería que por favor le dieras permiso a zaneri de...—

—Alto ahí—meliodas frunció el ceño al ver como el de gran altura lo ignoraba y no pudo evitar sentirse molesto. Él era el jefe y Ban el empleado, debía de cumplir cada una de sus órdenes así le guste o no—Antes de ay eme des mas ordenes, debo hablar seriamente contigo—

—Si es esa misma mierda sobre de que debo dejar de verme con elizabeth y debo de ir a terapia, no me interesa—Ban soltó un gruñido desafiando a su amigo quien solo se le quedó mirando con la cara Serena y los dedos de las manos entrelazados.

—Pues si, es sobre esa misma mierda—meliodas rodó los ojos y se concentró en su trabajo, lamentablemente el albino no estaba dispuesto a irse hasta que su amigo lo escuchara verdaderamente—Entiende que te lo digo porque me preocupas, esa mujer solo está en tu cabeza y nunca saldrá de tu cabeza—

—No lo entiendes porque jamás la haz visto—

—Y nunca la voy a ver, porque ella es solo un producto e tu imaginación—el de ojos verdes necesito de todo su autocontrol para no gritarle a su amigo—No existe, ¿lo entiendes?. Ustedes no hacen el amor como tanto dices, no hablan en realidad, no se besan, no se toman de la mano, no nada. Ella es solo una ilusión—

—No lo es Ban, elizabeth real—

—¡Joder! —exclamó preocupado—Esto no es bueno para tu salud amigo, por favor. Se que muy en lo profundo de tu mente lo sabes—meliodas tensó la mandíbula sin despegar sus ojos verdes del computador—Sabes perfectamente que su supuesta relación jamás va a pasar al plano físico—

—Ban, por favor, basta—no paró

—Sabes tan bien como yo que solo podrás verla estando dormido y que cuando despiertes estarás igual de solo, sabes tan bien como yo que solo puedes sentirte seguro cuando estás dormido porque cuando despiertas te das cuenta de que ella solo está en tu mente...—meliidas finalmente miro al de ojos rojos y se puso de pie con el ceño tan tenso que parecía que estaba a nada de golpear a su amigo —Si sigues solo pensando en ella vas a terminar solo por toda tu vida, teniendo a una chica tan bonita como merlín y solo te obsesionas con esa supuesta diosa—

—Ella es real Ban. ¡Mierda! —

—Bien, pero aunque fuera real ella solo tiene un trabajo y en menos de un mes va a terminarlo—la revelación le llegó como una daga atravesando su pecho lentamente para causar más dolor. Eso ya lo sabia, en poco tiempo tendría que ver sus ojos por última vez, besaría sus labios por última vez, incluso jamás podría volver a sentirse tan lleno de paz y calidez. Se quedaría solo nuevamente. Cuando Ban vio el dolor en la mirada esmeralda de meliodas fue que supo que tocó esa fibra sensible que lo habría volver al mundo real—No va a durar, no la volverás a ver y nuevamente estarás solo—El blondo se volvió a sentar en su suave silla y suspiró lleno de tristeza—Pero al menos podrías intentar hacer algo para no sufrir de una depresión cuando eso suceda—

—¿Qué? —

—Merlín—dijo el nombre de la de ojos ámbar como si esa fuera la mejor solución, como si ella fuera la única persona capaz de regresar su cordura—Esa chica está dispuesta a darte una oportunidad y lo mejor es que es de carne y hueso —meliodas trago en seco. Estaba empezando a considerarlo—Vamos amigo, solo una cita con ella—

—¿Solo una? —susurró, Ban solo asintió con una sonrisa viendo que al parecer el blondo si que estaba seguro de hacerlo

—Solo una cita y si después de eso sigues pensando en esa mujer...entonces te dejaré de insistir—meliodas lo miro directamente a los ojos, luego vio su escrito que no sería nada sin la ayuda de su Musa y finalmente suspiró. Ban tenía razón, Elizabeth iba a dejarlo en cualquier día y no iba a poder soportar el dolor, debía de hacer algo para al menos no sentirse tan mal. Aún así, la idea de utilizar a merlín le resultaba tan repugnante que se sentía sucio, mordió su labio para ocultar el gruñido aún no muy convencido y asintió levemente—Perfecto—

—Deldry—llamó meliodas a su secretaria con sólo apretar un botón de su teléfono—Por favor dile a merlín que venga a mi oficina, gracias—

—¡Eso es amigo! ¡Dale la oportunidad—Meliodas dejo que Ban lo abrazara y sacudiera. Su mente estaba imaginando que iba a decirle a su preciosa diosa cuando volviera a ese lugar que se había vuelto de ambos con el paso del tiempo y que ahora tendría que abandonar. Lo hacía por su propio bien, debía de salir de ese círculo vicioso y despertar. Ella no lo amaba, no sentía lo que él sentía por ella, porque ella era una diosa y él sólo era un humano.

Elizabeth era inalcanzable para él, aunque lo diera todo, aunque pasara toda su vida edificando un templo en su nombre con sus propias manos jamás podría estar a la altura de alguien como ella.

—¿Me buscaba señor? —la mujer azabache entró a su oficina levantando una ceja completamente confundida de ver a ese par abrazados. Meliodas sólo se aclaró la garganta e intento alzar la comisura de sus labios para formar una sonrisa que le salió más como mueca.

—S-Si merlín, dime, ¿tienes libre el sábado? —los ojos ámbar de la mujer se iluminaron de ilusión al escucharlo decir esas palabras que llevaba queriendo escuchar por mucho tiempo. Justo cuando ella era feliz, meliodas se sintió más miserable que nunca.

*

No le había costado dormir, eso lo sabía ya que elizabeth le había contado que cada vez que lo hacía llegar a su reino utilizaba un hechizo hipnótico que lo hacía dormir, eso no iba a costarle mucho tiempo, solo unos minutos para explicarle lo sucedido y era todo lo que debía de hacer en ese lugar.

Apenas se encontró parado en el inicio de aquella bella y rústica habitación trago en seco. Ahí estaba, su linda diosa lo estaba esperando con una bata rosada igual de traslúcida como todas las que utilizaba para sus encuentros mágicos de cada noche. Elizabeth se levantó de la cama con una hermosa sonrisa caminando directo a él y antes de que pudiera alzar la mano para poder tocarlo, meliodas la detuvo.

—Hoy no, elizabeth—el simple hecho de que dijo su nombre completo y no el diminutivo que siempre utilizaba la hizo quedarse quieta aún delante de meliodas. El blondo soltó un suspiro intentando conseguir las fuerzas necesarias para lanzarle la bomba de que planeaba ya no seguir con sus encuentros. Parpadeo lento, bajo la mirada hasta el suelo y oculto sus ojos debajo de su cabello. No quería ver su expresión cuando finalmente se lo dijera—Ya no quiero que nos sigamos viendo—

—¿Qué? —el susurro destrozado que la albina le soltó le creo un nudo en la garganta que le impidió hablar. Mierda, lo que no quería que sucediera estaba pasando en esos momentos.

—C-Como escuchaste—tartamudeo—Me di cuenta de que todo esto fue un error. No me malinterpretes, estoy agradecido de que me hayas ayudado a superar mi bloqueo creativo...—se detuvo solo para buscar tragar el nudo que le impedía hablar.

—Pero...—elizabeth lo obligó a continuar con algo diferente en su tono de voz destrozado, ira.

—Pero no podemos seguir con esto, ha llegado demasiado lejos—finalmente lo dijo y la verdad sólo hizo que la hermosa mujer retroceder unos pasos alejando su calor corporal del de meliodas y dándose media vuelta para que el humano no viera sus lágrimas contenidas—Escucha, nos estoy haciendo un favor en acabar con esto pronto. Si seguíamos alguno de los podría...podría...—no pudo terminar de decirlo porque eso ya había sucedido. Él ya se había enamorado profundamente de ella—Solo vine para decirte gracias y adiós, no planeo volver a verte a partir de ahora. Te agradezco por los maravilloso momentos que pasamos juntos, los voy a apreciar mucho, pero nuestros encuentros me han hecho mal en mi mundo terrenal. Lo mejor sería que yo siguiera con mi vida y tu sigas con la tuya—

—Así que ya lo decidiste—murmuró la lastimada diosa abrazándose a sí misma. Había jurado no hacerlo de nuevo, había jurado que no iba a volver a enamorarse de un humano, pero llegó meliodas y sus electrizantes ojos verdes la hicieron romper su promesa. Lo amaba, pero por sus palabras seguro que él no la amaba—Sabía que todo acabaría así, sólo me usaste como todos los otros. Fue culpa mía—susurro tan bajo como para que meliodas no la escuchara, pero el silencio en la habitación era tanto que el de ojos verdes lo escucho con claridad. Rápidamente la culpa lo golpeo y alzó una mano en dirección a ella.

—Elizabeth—

—¡Largo! —antes de darse cuenta, la molesta deidad se volteo con furia hacia su dirección y luego con un movimiento de su mano y unos ojos anaranjados que él nunca había visto lo arrojó hacia la puerta dándole un fuerte golpe en la cabeza que lo hizo perder la conciencia.

Meliodas despertó de inmediato y se encontró con el dolor en su cabeza que sin duda le dejaría un chichón, lágrimas en los ojos y el cuerpo sudoroso. Las marcas de que elizabeth había estado ahí se desvanecieron como si en realidad nunca lo hubiera visitado. La habitación quedó fría, sus músculos se tensaron y cuando se dio cuenta de el error que cometió se soltó a llorar.

Nunca pensó que despedirse de ella le iba a doler tanto.

Ya no había otro camino, debía aprender a vivir con él dolor de haber conocido y seguir adelante.

*

Durante los 5 días siguientes meliodas parecía muerto en vida. Caminaba con tal lentitud que hasta parecía un zombie, hablaba con el tono de voz tan bajo como si se hubiera quedado sin voz de tanto haber gritado, tenía ojeras notables debajo de sus ojos y a cada momento parecía que iba a soltarse a llorar.

Cuando el sábado llegó sus dedos dejaron de escribir sobre su computador y el humano soltó un suspiro de alivio. Su libro al fin había sido terminado y con el dolor en su pecho decidió hacer un final triste donde sus dos trágicos amantes acaban muertos. No tenía el humor como para hacer una historia feliz en la que el demonio y el ángel podían escapar de su guerra y vivir juntos, se dio cuenta de que él rey demonio y la reina de los ángeles jamás iban a permitir algo así y decidió hacer un final tan amargo como su corazón. Solo quedaba publicarlo, había tenido muchos problemas para dormir por todos esos días, notando la ausencia de elizabeth cada noche, notando cuánto la necesitaba en realidad intentando negarse y conteniendo su lengua para no gritarle en la oscuridad que lo perdonará y que sólo quería que lo volviera a abrazar una vez más. Estaba muriendo de corazón roto, uno que él mismo había causado.

Dejó de escribir y guardo su borrador ya listo para empezar a publicarse en poco tiempo. Lo había logrado, su misión imposible había dado frutos finalmente, su obra maestra había quedado concluida...y se sentía vacío por haberlo hecho.

—Carajo—Maldijo en bajo, no podía pasarse el día en la cama susurrando el nombre de su diosa y lamentándose por haber hecho tremenda estupidez. No quería haberla hecho sentir así de miserable y aun así la hizo sentir mal, había pensado que ella lo iba a aceptar, que iba a sonreir sintiéndose orgullosa de que su trabajo había surtido el efecto que quería, pero sólo se dio la vuelta y luego lo destierro de ese lugar con un golpe que aún podía sentir si es que tocaba ese punto detrás de su cabeza—Maldición, no es tiempo para esto—se puso de pie dispuesto a irse a su casa para empezar a ponerse decente. Tenía una cita con merlín, era la única condición que Ban le había puesto para dejarlo en paz, iba a acabar con eso y ver si es que era capaz de sentir algo por esa chica o iba a tener a la mujer albina en su cabeza por el resto de su vida.

Se puso un poco de colonia, se coloco una camisa gris de cuello de tortuga y una gabardina, peinó levemente sus rebeldes cabellos y se fue al lugar en el que habían quedado de verse sin importarle que viera sus desastrosas ojeras.

—Cielos—murmuró la joven azabache cuando lo vio llegar y sentarse frente a ella. Meliodas se esforzó lo más que pudo en mostrarle una dulce sonrisa que dejó encantada a la mujer—Te ves fatal—se rio la susodicha contagiando la risa en el blondo, sabía que a pesar de sus ropas finas y olor masculino, su cara estaba sumida en la desdicha por las pocas horas de sueño que había tenido esos días.

—Nishishi, ¿tan mal están? —la mujer de ojos ámbar solo asintió haciendo suspirar a él de ojos verdes. De verdad la falta de su diosa le había causado más mal que bien, pensar otra vez en la chica de ojos azules y cabello tan fino como la plata le hizo hacer una mueca. Ignoro rotundamente la pregunta preocupada de merlín intentando saber lo que le sucedía y pido rápidamente una cerveza. Quería embriagarse, tal vez así iba a ser completamente capaz de ver a la mujer frente a él como tal persona que quería ver

Pasaron las horas conversando sobre cosas triviales que no tenían nada que ver con el trabajo. Merlín se sentía encantada, meliodas comía animado, sonreía, sus mejillas estaban sonrojadas y se pudo dar cuenta de lo experto que era en conversaciones cultas. Por su parte, el blondo no podía más, quería llorar, quería beber y seguir embriagandose ya que su plan estaba funcionando. Con cada cerveza que se terminaba poco a poco los ojos de merlín cambiaron de color ámbar a uno azul fuerte como los de su diosa, su cabello corto negro cambió a uno largo y plateado y con el paso del tiempo solamente podía ver a elizabeth, pero en vez de hacerlo sentir mejor las ganas de llorar lo estaban mareando.

—¿Meliodas? —el de ojos verdes no pudo escuchar con claridad la voz de la chica preocupada. Hasta apenas ese momento merlín pudo ver en su mirada esmeralda los síntomas de la ebriedad. Claro, que estúpida había sido. El sonrojo en esas mejillas no era por ella, era porque el alcohol le había nublado por completo su mente y no sabía a quien estaba viendo, pero saber que no estaba presente en realidad le hizo darse cuenta de que esa oportunidad solo fue su revelación. Ellos eran amigos nada más—Oh santo cielo, meliodas estas demasiado ebrio—

—Hmm...Ellie—la tomó de la mano con una sonrisa infantil que lo hizo ver adorable, pero que a merlín solo preocupo más—Oh elizabeth, estoy tan feliz de volver a verte, no tienes idea del infierno que ha sido...que ha sido...—su voz se rompió revelando que su emoción más fuerte estaba a nada de salir. Merlín no pudo seguir con eso, separó sus manos aún sintiendo un cosquilleo sobre su piel, llamó a un camarero al cual le pidió la cuenta y cinco minutos después ya estaba todo pagado y llevaba del hombro a su jefe y amigo—¿A donde me llevas? —

—A mi auto, estas muy mal y no te dejaré conducir en ese estado—

—Sueltame—habló este fuerte y claro. Cuando vio que la mujer no le hizo nada de caso la empujó con la poca fuerza que tenía haciéndolo tambalear se y luego se dio media vuelta sintiendo su mundo rodando por completo. Estaba mareado, quería vomitar y la insistencia de volver con la albina era más fuerte que la poca conciencia que le quedaba—Merlín solo...vete a casa—murmuró en bajo haciendo arcadas por el fuerte impulso que le dio de vomitar. Por suerte solo era su cuerpo tambaleándose y aún no había empezado el desastre. La azabache negó y lo tomó a la fuerza empezando a guiarlo de nuevo a su auto—Merlín dejame—

—Escucha, puede que me haya rendido, se que tu corazón no es mio—el blondo la escucho atento, aunque sabía que al día siguiente no iba a recordar nada—Pero sigues siendo mi amigo y no te dejaré ir en ese estado—

—Maldición—murmuró en bajo. Miró a su compañera con una sonrisa de gratitud, empezó a caminar logrando que la azabache aflojar a su agarre y en ese mismo momento meliodas la aventó, se dio media vuelta y empezó a correr como soo un borracho podría hacerlo. Chocando con cada superficie, activando la alarma de un auto por accidente al chocar con fuerza contra él y para cuando llegó a su auto no dudo en encenderlo y empezar a conducir en la negrura de la noche espesa.

—¡Espera, meliodas! ¡Meliodas! —pero ha se había ido—¡Mierda! —maldijo la mujer completamente preocupada por el estado del de ojos verdes. Aún temblando por el pánico que le había causado verlo arrancar con esa velocidad, sacó su teléfono y le marcó a la única persona que podía dialogar con él rubio en ese estado—Ban...Ban, necesito tu ayuda—

*

—¡Elizabeth! —lloraba este desesperado, las luces de la ciudad no eran lo suficientemente fuertes como para hacerlo detenerse, el rojo significaba avanza y el verde un para. Sus ojos estaban llenos de lágrimas por lo que su vista era borrosa y las ganas de vomitar eran tan fuertes que por un momento sintió que iba a ensuciar su carisimo auto—¡Perdoname por favor! ¡Tenias razón en todo!...—sollozo—¡Estoy solo y estoy harto de estarlo! Por favor, Elizabeth, si es que estás escuchando mis plegarias, ¡déjame ir a ti otra vez! —estaba tan concentrado en rogarle al amor de su vida que lo aceptará de nuevo en ese reino donde la paz era lo único que sentía que no pudo escuchar el sonido del trailer que salió de un lado de la calle y se estampó contra él.

Suspiro un poco cuando al abrir los ojos s encontró de nuevo parado sobre la alfombra blanca y el fuego pálido lleno de un calor su cuerpo...traslúcido, miró sus manos sin saber que era lo que había pasado bien, tenía recuerdos borrosos de su noche. Merlín, el alcohol, estar conduciendo sin control llorando por el perdón del amado ser celestial y luego...nada

—Oh meliodas—se dio la vuelta de inmediato al escuchar esa dulce voz rota que tanto había deseado volver a escuchar. Sus ojos verdes se abrieron con todo el amor y la sorpresa que estaba en su pecho y tras ver las lágrimas de dolor en los ojos azules de la diosa supo la razón por la que estaba ahí y por la que si cuerpo era tan pálido como el ella—Eres un imbécil—susurro Elizabeth quien ahora estaba vestida con un vestido rosado pálido y lo abrazo dejando que su cara quedara entre sus pechos. El alivio que sintió el humano al estar de nuevo en los brazos de la diosa Elizabeth no tenía comparación—Cometiste suicidio—

—No es verdad—negó rápidamente—Solamente escogí lo que quiero y lo que quiero es a ti—la albina no podía dejar de llorar y hasta apenas ese momento Meliodas pudo notar que en su espalda había dos pares de alas blancas que lo estaban abrazando al igual que sus brazos. Sabiendo que la única forma de liberar su alma y finalmente poder acompañarla al reino de los dioses era decirle lo que no quería, tomó aire, se aferro a sus caderas y se separó lo suficiente para verla a los ojos—Te amo—

—Oh mel, yo también te amo—y se besaron. Lento y dulce, demostrandose con ese contacto todos los sentimientos que habían tenido esos días y ahora. Se devoraron con la misma ira con la que desearon que el otro desapareciera, se besaron con tristeza mientras las lágrimas salían de sus ojos sabiendo toda la falta que le habían hecho al otro y finalmente dejaron que el amor los envolviera con su mando color rojo y les permitiera ver lo que tenían por delante. Una eternidad juntos donde solo iban a existir ellos y su descendencia.

Se tomaron de las manos, elizabeth lo miró con una mueca aún sintiéndose responsable de la decisión que meliodas había tomado, pero sólo bastaba su sonrisa de confirmación para hacerle saber que nada había sido su culpa. Él había decidido seguirla al reino donde ningún mortal podía estar y estaba seguro de que no iba a arrepentirse. Por primera vez en el tiempo que llevaban juntos elizabeth le permitió lo que había más allá de esa habitación rústica en la que había aparecido la primera vez y le mostró la belleza del templo sagrado en la isla de los dioses en la que ella vivía.

Mientras el cuerpo muerto de meliodas era tapado por una manta y se preparaban para llevarlo a la morgue, su alma estaba bailando con la diosa que tanto amaba besando su mejilla y labios con vehemencia.

Al igual que los amantes que escribió en su libro, acabo muerto, pero juntos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top