Entre Querer y No

Idea de  bloody-sweeth

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— ¡Ah!

Despertó tan de repente, pegando un brinco. Las sábanas se hallaban enredadas a sus largos y blancos pies, su cuerpo estaba bañando en sudor por aquel tan espantoso sueño; su corazón latía desbocado por la pesadilla que acaba de tener. Sus ojos estaban abiertos de par en par, pasándose por cada rincón de la oscura habitación, reconociendo entre las sombras las conocidas figuras de sus muebles.

Finalmente su mirar recayó en su cama, mirando de la otra mitad de su cama matrimonial que yacía tan vacía, tan fría. Su ausencia le hacía de un terrible tormento del que aveces duda de ser capaz por sobrellevar, pero sin embargo, seguía luchando, seguía en pie.

Un pesado suspiro abandonó sus rosados y finos labios, su pecho subía y bajaba por lo irregular que era su respiración, aún no se tranquilizaba del todo. Entorno sus ojos a la ventana a su derecha de la habitación notando de que la luna aún permanecía en lo alto de nocturno cielo brillando, no podría ser más de media noche, faltaba aún mucho para ver de el alba.

Su delgado y delicado cuerpo temblaba por frío invernal de aquella gélida noche. Sus pequeñas manos se aferraron a las impecables blancas sábanas apretandolas con fuerza; el miedo aún no se disipa, sigue temblando sudando a pesar del frío que la invade.

Quizá su madre si que tenía razón. Quizá y debió de haberla escuchado más. Quizá y nunca debió de haberse ido.

¿Pero cómo podría ella saber que acabaría en una soledad tan eterna?

No lo sabía. Para aquel entonces ella había estado cegada por el amor que sentía por ese frío hombre, un amor que ahora tenía de sus dudas que aún quemará por él. Y ahora en el presente, estaba arrepentida por no haber escuchado de su madre; suspiró tristemente volviendo su mirar al horizonte que de por su ventana ha de observar.

Hoy regresaría, hoy era cuando volvería. Abrazo de sí misma acariciando sus desnudos hombros, no deseaba volver verlo partir, no quería de volver a tener de una cama vacía. Quizá dándole de una razón para quedarse jamás partiría de su lado.

Tan sólo quería de un despertar con él

Y con su más bello vestido en primera fila se colocó para recibirlo después de cinco días de expedición, entre el montón de gente ella lograba resaltar por su tan elegante atuendo, cubriendo su rostro con un velo negro. Observó de los caballos llegar, las campanadas de la puerta abriéndose los acompañó en su marcha.

Nuevamente, los soldados venían con caras largas mientras avanzaban por la avenida, observó de las dos carretas llena de cuerpos cubiertos por la misma verde capa de uniforme en su mayoría, unos otros había sido cubiertos de blancas sábanas.

Notó del ambiente deprimente que rápido los rodeó. Observó cómo algunos empezaban a llorar con desesperación en busca de algún familiar loco que formaba parte de aquel ejército suicida, vió como algunos se lanzaban a llorar a los pedazos de cuerpo que había logrado recuperar, algo sumamente lamentable, sintió en vuelco en su estómago por aquellas escenas tan fúnebres. Ignorando a los que se lamentable por tan anunciada pérdida lo busco con su mirada con notable desesperación, el pánico al no verlo empezó a apoderarse de su cuerpo.

Volteara a dónde volteara no hallaba a su tan ansiado esposo. Empezó a imaginar lo peor al no verlo, pero aquellos pésimos pensamientos cesaron en cuanto vió su imponente figura sobre aquel magestuoso corcel negro, destacando entre el deprimente ambiente que en la avenida de había formado, lo vió irse abriendo paso entre la multitud con aquella tan característica mirada fría.

Ella soltó el aire acumulado en su pecho con gran alivio, sonrió empezando a correr a dónde su hombre se había parado, agitando con alegría para captar su atención. Pero el cómo respondió fue algo que no se esperó, y terminó acabando con sus ánimos por verlo; aquél hombre cerca de mirarla con cariño, pareció haberse esforzado por dedicarle la más hostil mirada de todas.

Pensó en lo dura que pudo haber sido aquella expedición, en las atrocidades que pudo haber sido testigo, en lo mal que debió haberla pasado estando lejos de casa e intentó de justificar de aquella hostil mirada dedicada por su marido. Pero tampoco era tan despreocupada, aquel gesto tan simple le había dolido por lo que no quiso de ir a recibirlo a el final de marcha, terminando por optar por el volver a casa y esperar a su llegada.

— Al fin llegas — exclamó en un tono apagado, era más de media noche y ella lo había esperado por horas y horas hasta llegar inclusive a perder esperanza en que volviera.

— Sí — respondió él cortante.

Se acercó a su marido ayudándolo a despojar su cuerpo de aquel uniforme, quitándole de las cintas alrededor de su cuerpo, fue entonces que notó el olor a alcohol impregnado en su piel, ahora sabía la razón a su demora. Trató de ocultarlo, pero claro que aquél hecho le afligía, su tan amado esposo había preferido de unas copas antes que a ella, nuevamente las palabras de su mamá resonaban en su mente.

— ¿Quieres que te preparé un té? Has de estar agotado — preguntó dejando de las cintas a un lado.

— Como sea.

Ella alzó su mirada fundiéndose con la fría de él, lo tomó de la mano dirigiéndolo a una de las sillas del comedor donde lo sentó, tomó su rostro entre sus manos acariciando de éste con suma delicadeza, lágrimas empezaron a correr por sus carmesí mejillas, unas que no pudo impedir el derramar. Levi no se inmutó por aquello.

— ¿Sabes? Cada noche desde tu partida lloré añorado tu regreso, deseando tenerte a mi lado y que no te marchara nunca — admitió acunando entre sus manos el rostro de su amado, para después depositar de un corto beso en sus labios, unos que no reaccionaron ante su tan noble tacto — ¿Levi...?

Él desvío la mirada apartando su rostro de entre sus manos sin llegar a ser brusco. La joven quedó estática, sabía bien que él no era de la clase de hombre romántico que llena de besos a su pareja, podría decirse incluso que detestaba del contacto físico estando en público, y de manera privada no era muy distinto, pues era alguien que no demostraba sus sentimientos meramente, sin embargo, jamás desde que había tomado la desición de ser pareja se había apartado de ella, jamás le había rechazado, claro, ella era la que siempre tenía que iniciar de aquel contacto para animarlo.

— ¿Levi?

— Estuve pensando mucho en nosotros — habló poniéndose de pie — Creo que lo mejor es que nos separemos, dudo mucho de lo que siento por ti.

— ¿Qué...? — observó al hombre más fuerte de la humanidad tomar de su saco colgado en el perchero, colocando para dirigirse a la puerta, ella corrió hasta él tomándolo fuertemente de su brazo izquierdo impidiendo que avanzará — ¿Te vas a ir así nomás? ¿Sin explicaciones? ¿Sin razones?

Él chasqueó la lengua sacándose del agarre de su mujer algo brusco. Se giró a ella notando como sus ojos se habían cristalizado. Desvío la mirada a uno de los rincones de la habitación.

— No puedo quedarme — dijo con seriedad.

Volvió a caminar abriendo la puerta dispuesto a irse, volvió a tomarlo del brazo jalando de éste en un intento desesperado por hacer que se quedará. Empezó a lloriquear.

— ¿Y si te diera una razón para quedarte? — le dijo en medio del llanto, Levi arqueó una ceja.

— ¿Qué razón podría ser esa? — en los ojos de su mujer un rayo de luz llena de esperanza los surcó.

Tomó la mano del azabache en medio de temblores, dirigiéndola a su vientre, colocando sobre éste con delicadeza, mientras hacía presión con sus manos sobre la áspera de su marido, entonces le sonrió con alegría mientras las lágrimas descendía, y Levi lamento aquello, quedándose estático por unos momentos.

— Estoy embarazada — informó.

Levi apartó su mano con rapidez del vientre de su mujer, soltó un chasquido, dándole la espalda a su mujer mientras que su rostro se contraía por aquella inesperada noticia. Ella lo miró con cierto temor, no era eso cerca de la reacción que imaginó que tendría al darle la noticia de la venida de su primogénito.

— Estoy con alguien más — dijo al cabo de un rato saliendo sin más del que fue el hogar de ambos por un breve tiempo.

— Serás estúpida, te lo dije, y te lo repetí un sinfín de veces de que ese hombre no te amaba — le recriminó en la cara su madre en cuanto abrió la puerta encontrándose con la menor de sus hijos.

Ella bajo la mirada, rascándose el codo con gran vergüenza. Después de aquella confesión no durmió, inmediatamente fue a empacar sus cosas y salirse de aquel lugar en el que por casi un año compartió con su marido, tomando de todo su dinero disponible para pagar de una carreta que la llevará de vuelta a su hogar.

— Yo... — su voz se quebró antes de decir algo.

Su madre la abrazo, haciéndola pasar al interior de su casa. Una vez dentro le contó de parte de lo sucedido el tiempo que ella vivió con el capitán Ackerman, de cómo fue que se casaron y finalmente de como terminaron con su unión, omitiendo de ese gran detalle sobre su embarazo. Su madre la volvió a abrazar dejando que la chica llorase entre sus brazos, prometiendo no dejarla cometer otro error como ese.

Pasaron los días, ella se había vuelto a adaptar al cambio, ayuda con los quehaceres del hogar a su mamá, sin esforzarse mucho para evitar daños. Habían llegado a un acuerdo de que volvería contraer matrimonio pero ahora con quién su mamá deseará, cosa que no aceptó del todo bien; ella seguía queriendo al capitán con el que vivió de un loco amor juvenil, por el que huyó de casa y se casó en secreto, algo como eso no podía ser olvidado tan fácilmente.

Lavaba de la ropa en el arroyo mientras andaba tarareando una canción, cuando oyó del golpeteo de un caballo acercarse por la pequeña brecha. Era extraño, en aquel pueblo nadie usaba caballos, por lo que quería decir que se trataba de un forastero; no le tomó importancia y continuó con su labor, en cuanto acabo, regresó a casa para encontrase con la sorpresa de que mamá estaba peleando con cierto pelinegro.

— Levi — dijo incrédula soltó la ropa.

Ambos adultos voltearon a verla, Levi se encaminó a ella, tomándola de los brazos, le dió una pequeña sonrisa, a lo que ella se sonrojó.

— Toma tus cosas, regresamos a casa — le dijo mientras acariciaba sus brazos con suavidad.

— ¿Con qué derecho lo dices? — su madre se metió, la jalo apartandola del capitán.

— Como su marido y padre del niño que espera — la madre abrió los ojos de manera sorpresiva, se giró a su hija a punto de soltarle de una cachetada.

— ¡¿Cómo pudiste acostarte con éste?! — y su mano jamás impacto a la joven, el azabache la había detenido tratando de ser lo menos hostil posible — ¡Él te engañaba!

— Jamás la engañé... — Levi soltó la mano de quién se supone que era su suegra — Tenía miedo — admitió — Miedo de un día no regresar y dejarla desprotegida a ella y a mi hijo, inventé eso por qué si le decía la verdad no sé iría. Lo siento.

Los ojos de la chica se cristalizaron por completo, empezó a sollozar lanzándose a los brazos de su marido en donde lloró con más ganas.

— No quería traer una vida a este cruel mundo, lo siento.

Ella lo abrazo con más fuerza, y después lo besó de manera corta en los labios. Estaba feliz por la declaración, por el que haya venido a buscarla, por tenerlo otra vez a su lado; lo comprendía, comprendía de aquel sentimiento que debió haberse estado guardando desde hacía mucho, por eso a su hostilidad y distanciamiento.

— Pero tampoco puedo estar sin ti — le aclaró.

— Yo tampoco — apoyó volviendo a besar sus labios mientras las lágrimas descendía.

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