Deseado
NOTA: Leve contenido +18
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Era demasiado pequeña para comprender, era muy chica para que le dijera, aún era inocente para decirle que las cosas no era de color rosa. O al menos eso creyó su madre.
Layla tenía doce años, por supuesto que aún era una niña, por supuesto que aún era inocente, sin embargo, eso no bastó para no comprender del terrible engaño que su madre sufrió.
Su madre cargo con todo con tal de no arruinar la sonrisa de su dulce y única hijo, jamás le contó de la infidelidad de su padre con su propia hermana. Simplemente le dijo que su tía había tenido que irse de la ciudad para mejores oportunidades y que su padre ya no estaría más con ellas por causas externas.
Y el guardarse todo, la terminó por cargar de una terrible enfermedad que solo empeoró con el paso de los años hasta que finalmente murió sin decirle la verdad a Layla, verdad que sí madre siempre creyó que ella desconocía.
Layla no era estúpida, fue testigo de como su tía se besaba con su padre en la cocina de su casa, le tocó verlos varias veces sin que ellos supiera, y cuando quiso hablar de ello con su madre fue cuando la notó completamente destruida llorando en su habitación en silencio, por lo que al final termino también por callar el que sabía de toda esa historia por solo ver a su madre feliz de que ella fuera ajena a la verdad.
Era una mentira en la mentira.
Jamás volvió a ver a su padre, a excepción del día del funeral de su madre. Mientras el ataúd descendía en donde sería posteriormente enterrado fue cuando se volvieron a encontrar aquellas figuras que hicieron tanto daño a su amada madre.
Su padre estaba ahí, solo, mirando finalmente el ataúd donde yacía el cuerpo de su ex esposa. Entre las personas que asistieron al funeral también fue su dichosa tía, la hermana menor de su madre, una que vivió en casa con ellos hasta que terminó por enredarse con el marido de su madre.
Layla termino centrando su atención en su tía a la que no veía hacía más de diez años, no era que le llamara la atención ella, su atención recaía completamente en el hombre a su lado que presumía ser su pareja, un hombre de cabello negro con afilada mirada, su tía abrazaba el brazo del hombre mientras lloraba.
— Maldita hipócrita — susurró con desprecio apartando su vista de ahí.
No mentiría, tenía un gran odio por su tía Amanda, un odio que creció durante todos estos años en los que vió como la enfermedad de su madre la iba consumiendo producto de la gran decepción por parte de su hermana y el hombre al que amaba.
El padre seguía hablando mientras la tierra iba cubriendo el ataúd de su difunta madre, fue cuando volvió a mirar hacia su tía que seguía llorando sin consuelo generando un enorme repudio en Layla, entonces su mirada cruzó con la gris del hombre que lo acompañaba.
Ambos se miraron por unos minutos sin ceder alguno, minutos que parecían hacerse eternos. Ambos inexpresivos, solo viéndose fijamente de una manera dirá, fría, como si fueran presas el uno del otro.
Layla terminó por cortar con aquella conexión lanzando su largo cabello castaño atrás de manera coqueta, pero discreta, el pelinegro apartó su vista pasando su lengua por sus labios.
Al terminó del sepulcro, la gente que asistió platicaba en la entrada del cementerio, Layla saludo a cada uno agradeciendo de su asistencia al velorio de su madre, hasta que tocó llegar con su tía y su nueva pareja.
— Gracias por asistir — comentó sin emoción una.
Amanda seguía llorando ahora en silencio, le sonrió con dolor abrazando a su joven sobrina, acto a la que ella se quedó quieta mostrando su notorio rechazó, uno que poco le importa a su tía, pues al contrario de apartarse, se aferró más a ella. El azabache notó de aquel rechazo.
— Lo siento tanto, lo siento pequeña — dijo su tía una vez que se apartó en medio de lágrimas — Ay, mi dulce y pequeña sobrina.
Ella le sonrió sin ganas, haciendo lo posible por ocultar el gran desprecio que sentía.
— ¿Me disculpan? Iré por papel — dijo mientras iba hacia con los otros para pedir papel para limpiar de sus lágrimas.
Layla la observó alejarse, acomodó un mechón tras su oído.
— Layla Berhan, un gusto — se presentó con el acompañante de su tía.
— Levi Ackerman — estrechó su mano.
— ¿Es...?
— Sí, salimos hace tres años — se adelantó a decir.
— Oh, vaya, ojalá duren más.
— Le iba a proponer matrimonio, pero no quiero ser imprudente con su reciente perdida — comentó.
Layla volvió a mirar a su tía quién conversaba con su padre, podía notar la gran incomodidad entre ambos, después de todo, no fue más que calentura la corta historia que hubo entre su padre y tía, una que la única afectada termino siendo su madre. Volvió su vista a Levi.
— No creo que sea imprudente, si quiere hacerlo, hágalo. Espero ser invitada a la boda — le guiñó el ojo.
Levi sonrió.
[...]
— Azótame — suplicó.
Ambos cuerpos se hallaban bañados en sudor, sus pieles ardían como el mismo infierno, las manos de ambos viajaban por el cuerpo del otro sin control uno, tocando cada parte de sí.
Levi gruñó en su cuello, mientras enterraba de sus dedos en la bien definida cintura de la joven, pegando más de su pelvis con la de la chica.
— Súplica más — pidió él con su voz ronca.
Ella sonrió dejando escapar un suspiro. Bajo su boca por el cuello de Levi, dejando de un rastro de saliva. Tenía una mano enredada en el negro cabello de él y la otra ocupada masturbandolo de manera constante, subía y bajaba su mano por el pene de este haciéndolo suspirar.
Habían pasado solo meses desde que ambos se había conocido en el funeral de su madre, habían pasado solo meses desde que gracias a su tía, el prestigiado empresario Ackerman le había dado trabajo en su empresa como asistente. Solo eran un par de meses de ello, y ahora ambos follaban como si no hubiera un mañana en la oficina del Ackerman cada que se les antojaba.
— Quiero que me azotes, hazme tuya Levi, solo tuya — volvió a decir aumentando la velocidad en los movimientos de su mano.
El azabache volvió a gruñir, dando de una mordida en el cuello de su amante, para levantarse con ella de la silla, las piernas de Layla se enrozcaron hábilmente en la cadera del hombre. Sus bocas se unieron de manera desesperada, como si estuviera sedientos por el otro, no era un beso amoroso, era uno salvaje, uno brusco, uno pasional.
La espalda de la chica fue a pegar con la pared, fue cuando sus piernas volvieron a tocar el suelo, al menos por un momento corto. Pues Levi tomo una de sus piernas alzandola hasta la altura de cadera.
— ¡Ah! — gimió en cuenta sintió entrar a Levi de una sola.
— Gime más para mí — pronunció el entrecortado a causa del placer.
Y sin dejar que pudiera responde, comenzó a moverse de manera rápida, entrando y saliendo constante.
Arqueó su espalda al sentirlo entrar más y más en su sexo, Levi sabía follarla, le parecía de lo más placentero el hacerlo con él. Sentir de su palpitante glande en su cavidad entrando y saliendo.
En la oficina solo se oían de los suspiros por parte de ambos amantes, y el lascivo choque entre sus sexos, los testículos chocando en cada estocada contra el sexo de Layla, el robotar de sus senos expuestos por los feroces movimiento. La joven se aferraba a él fuertemente.
— Ah, Levi, ah — gimió con más fuerza.
Enterró la uñas en los fornidos hombros del azabache, su interior estaba caliente, sentía de un fuerte palpitar en su vientre debido a la exitación, estaba más que lubricada, cada roce, cada vez que era penetrada la hacia llegar al cielo.
Levi la pego más a la pared, sus senos chocaron con los pectorales bien formándose de azabache, gruñó en su cuello, soltando un ronco y sonoro gemido ahí, haciendo que su piel se erizará.
Sintió como su pene palpitaba siendo apretado por sus paredes vaginales, hasta que sintió de un líquido caliente llenarla, finalmente salió de ella aún con la respiración agitada.
— Joder, me fascina follarte — dijo aún con voz ronca.
Layla sonrió coqueta, sentía sus piernas temblar, algo común después de echar un polvo con su jefe. Procedió a besarlo de manera lenta, como si nada hubiera sucedido.
— Mi cuerpo solo a ti te pertenece — dijo ella sobre sus labios.
[...]
— Layla, pequeña, no sabes lo feliz que me hace el que vayas acompañarme a mi boda.
La chica le sonrió con falsedad mirando a su tía de la puerta de la habitación el como con ayuda de otras dos chicas le acomodaban de su vestido de novia. No iba a mentir se veía divina.
Notó de la gran ilusión que había en sus ojos, brillaban como las estrellas, y sonreía de todo notablemente alegre, era contagiosa, hasta terminó por sacarle una sonrisa genuina de lo tan alegre que estaba su tía por su boda con Levi que se llevaría a cabo en un par de horas.
— Te ves tan bella, ojalá nada arruiné ti día — dijo la joven caminando alrededor de su tía viendo con mayor detalle el vestido de novia.
Su tía asintió entusiasta.
— ¿Qué me dices de ti? ¿Hay algún hombre que ames? — preguntó mientras las otras chicas comenzaban a peinarla.
Layla miró hacía el techo pensando, una sonrisa arrogante se dibujo en su rostro, soltando una corta risita, su vista paso fugazmente a su bolso donde tenía de su regalo especial para su tía.
— Realmente no, solo es un pasatiempo — dijo de manera sincera.
— Oh, ya llegará alguien a quien ames tanto como yo amo a tu ya tío — dijo ella.
[...]
El salón donde se estaba llevando acabo la celebración quedó en completo silencio, todos los invitados estaban petrificados, desorientados, más que nada Amanda por la inesperada interrumpción de su sobrina que le había quitado el micrófono al juez y ahora se hallaba de pie frente a la futura pareja de esposos.
— ¿Qué dices? — preguntó aún confundida Amanda sin entender nada de lo que ocurría.
Layla rió, volviendo a su expresión altanera, arrogante, egocéntrica del principio.
— Que me opongo a esta unión — repitió.
Levi se mantuvo inexpresivo, observando detenidamente a la joven delante de él. Imaginó que es lo que iba hacer, no era como que no supiera, pues en varias ocasiones después de haber follado ella le platicaba de si fantasía de decir que eran amantes el día de su boda, y aquella fantasía ahora era la realidad, extrañamente, no sentía remordimiento.
— Cogí con Levi, y no una, si no varias veces — dijo como si nada.
Los ojos de su tía se llenaron de agua, volteando a ver al hombre a su lado esperando una explicación, pero este en ningún momento la volteo a ver, mantuvo su vista al frente.
— ¿Por qué? — soltó un sollozó.
Layla se quedó pensando.
— ¿Por qué? Quizás por qué soy una perra y zorra que le valió meterse con un hombre que ya tenía un compromiso, si fue eso — dijo desvergonzada.
La lágrimas comenzaron a descender arruinando del maquillaje que tardo horas en hacerse.
— ¿Es una broma? — dijo en medio de lágrimas, su labio temblaba.
— Para nada, amé cada una de las veces en que cogí con Levi y no me arrepiento — volvió a decir.
— ¡Eres una zorra! — le gritó.
— Por algo somos familia, ¿Crees que nunca supe que te enredaste con mi padre? Por andar de zorra es que mi madre terminó tres metros bajo tierra, poco te importo destruir una familia, la familia de tu hermana — comenzó a decir — Sí, me follé a tu prometido solo por venganza, ¿Adivina? Te canceló en varios de sus aniversarios por coger conmigo, ¿Adivina qué más?
Sacó de su bolso una pequeña cajita envuelta. Dudosa la abrió notando de una prueba de embarazo positiva que indicaba de dos semanas de gestación.
— Mi humilde regalo de bodas — dijo.
Levi solo lo miró incrédulo, sin embargo no hizo nada por detener a su prometida cuando se levantó para salir corriendo del salón siendo seguida por varios de los invitados.
— ¿Solo me usaste? — le preguntó a la defensiva.
Ella se encogió de hombros dándole la razón. Había cumplido con lo que deseaba.
El resto poco le importaba ahora.
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