Ascensor
— Mierda...
Fue lo único que del chico de negro cabello pronunció después de que el ascensor frenará bruscamente después de varios estruendos alarmantes; parecía más molestarle el estar encerrado y llegar tarde que el poder morir por qué se desplome el elevador.
— ¡VAMOS A MORIR! ¡MORIRÉ EN UN ASCENSOR DEL COLEGIO! — Gritó exasperada la chica de dos coletas corriendo de un extremo a otro lloriqueando — ¡MI HORÓSCOPO ES REAL!
El joven azabache se sentó en un rincón del ascensor, chasqueando la lengua, la reacción de la niña lo estaba sacando de sus casillas.
— ¡¿Quieres callarte, carajo?! ¡Eres muy ruidosa! — se quejó desde el suelo el joven presidente estudiantil.
— Carajo es una mala palabra, autorizada para los mayores de edad — la chica lo miró acusadora sentándose en la otra esquina.
— ¿A ti quién putas te pregunto? — frunció el seño cabriado, no solo llegaría tarde a clases, sino que estaba encerrado con una niña de noveno grado.
— Ese vocabulario es para mayores de 18 años, aún no está autorizado para tu uso — volvió a decir.
El chico bufó. Ella lo conocía, era su vecino de toda la vida, compañero en clase de violín y el presidente estudiantil del colegio al que ambos asistían, pero a pesar de todo ello jamás en su corta vida se había dirigido la palabra; quizás por vergüenza, quizás por que no se les apetecía o simplemente ninguno se caía.
La última opción era la correcta. Ambos eran bastante distintos, y la diferencia de edad era por tres años, por tanto ninguno se había dado el espacio para convivir con el otro. A pesar de tantas coincidencias, inclusive aveces en el camión compartían asiento. Sin embargo, eso ambos querían creer y daban a entender, pues la verdadera razón era completamente distinta, un secreto que ambos compartían y callaban.
— ¿Cagas? — rompió el silencio la chica pelirroja.
— ¡¿Qué... clase de pregunta es esa?!
— Eres un anormal — se escudo la chica — Aparte, desde que te recuerdo traes cara de estreñido, así que si hacemos cuentas... Tienes... ¡11 años sin cagar!
Y lo siguiente fue que recibió un zape por el joven azabache.
— ¡AY! ¿Por qué hiciste eso?
— Serás idiota, eres una estúpida mocosa — contestó con aburrimiento.
— Ese lenguaje, aún no eres legal para usarlo — volvió a insistir la chica de grandes ojos verdes.
— Ya soy mayor.
— ¡Mientes! Cumples el mismo día que yo.
— Carajo, ¡Cállate de una vez!
Diez segundos de silencio total, el cuál disfruto mucho el azabache, volvió a hablar la pelirroja.
— No te dieron *danonino de pequeño, ¿Verdad? — sus pupilas se movían curiosas.
— ¡¿Qué putas quieres?! — él realmente estaba enfadado, y con razón justa, era claustrofóbico, sólo esperaba con ansias que los profesores pronto notarán que el ascensor se había atorado.
— Lo siento, es que... Soy claustrofóbica, y hablando se me pasa un poco los nervios — confesó apenada.
Los ojos del chico se abrieron en forma de sorpresa, no esperaba que compartiera su fobia por lugares cerrados con su pequeña vecina. Entonces un sentimiento del culpa lo invadió, su rostro se relajó un poco, tratando de disimular.
— ¿Cómo era que te llamabas?
— ¡¿EH?! ¡IDIOTA, CÓMO NO VAS A SABERTE MI NOMBRE!
— Idiota es vocabulario para mayores de edad, ¿No? — la interrumpió. Ella se calló, pensando en todo lo que dijo hacía un momento.
— Eso es injusto, Levi — se defendió — Aparte se justifica, tú no te sabes mi nombre — se cruzó de brazos indignada.
— Idiota — se levantó de su rincón dirigiéndose al otro rincón donde la chica estaba, tomándola de un brazo para que se levantará — Sé tu nombre, ahora cállate, que también tengo miedo, Amy.
Y la abrazo.
Danonino - marca de yogurt para niños, supuestamente para crecer.
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