Sub Zero x Kitana.

Ver la llanura helada en medio de la mañana agradó a Kitana. Y caminó vacilante a través de la nevada, era un amanecer perfecto para tomar un té caliente. Pero seguramente no habría nadie en este lugar con quien pasar el tiempo. O al menos eso pensaba hasta que en el llano, en el cerro que cruzaba el río de agua cristalina, estaba la punta de un templo que parecía acariciar las nubes con su altura.

Y ese era el sitio del Lin Kuei. El clan de asesinos letales que luchaban desde la niebla hasta las afueras, donde solo un rayo de sol podía significar un gran calor. Y ser un hombre de nieve no era nada fácil, Kitana lo sabía porque era conocida de Sub Zero.

A Sub Zero durante años se le vio vagando por las alturas de la montaña, donde al descender se adentraba en el frondoso bosque. Y era como caminar por un islote de territorio nórdico, mientras los lobos y los cuervos te saludaban con aullidos desalentadores.

Y Kitana y Sub Zero se habían cruzado en el bosque en varias ocasiones. De vez en cuando por el entrenamiento en solitario que ambos disfrutaban, e incluso porque a los dos les gustaba la nieve y el silbido del viento. Pero Kitana ciertamente disfrutaba de esos encuentros y nunca lo había dicho.

El gran maestro estaba escapando de las enormes entradas del templo Lin Kuei. Y nadie se atrevió a preguntarle adónde iba, ni siquiera su hermano menor, que era el que más confiaba en él.

Cuando cayó el último copo de nieve y el sol iluminó el dosel del bosque. Kitana caminó a paso lento desde la colina nevada hasta la llanura al otro lado del río. Y como sospechaba, estaba Sub Zero entrando en el bosque. Con la ropa de un kombatiente que lucha a pleno sol.

Le entumecía ver ese uniforme que dejaba al descubierto su piel y sus músculos. Y ella estaba cubierta por telas que apenas la cubrían del frío. Y eso lo enfrió aún más que su abrigo de tela de cebolla.

Cuando Kitana se acercó lentamente a Sub Zero, él se volvió y la miró. Era obvio que no vendría a tomar el té, ni a pelear, ni a charlar. Sus encuentros nunca fueron más allá de una simple charla o una mirada profunda. Pero aun así Kitana consideraba que tenían una amistad.

Eso podría ser un error. Pero no eran enemigos ni aliados. Y contrariamente a las diferencias, los dos eran muy parecidos. Y ese bosque era el lugar de encuentro de las mañana de invierno de Earthrealm.

A plena luz del día entrenaron juntos. Y Kitana se calentó, nunca se hubiera imaginado sudando con nieve bajo los pies. Y mientras que en Outworld el calor era un hervidero como en el desierto, en el frío también podías calentarte de manera abrumadora.

Pero al poco tiempo ambos se sentaron a descansar. Kitana jadeó, exhausta por el entrenamiento, las piernas le latían y las manos apretadas por los calambres. Era una fatiga muy común, pero a diferencia de otras ocasiones, quería seguir moviéndose y entrenando. Sin embargo, cuando levantó la vista de sus manos, se encontró con el torso desnudo de Sub Zero.

El calor aumentó, su pecho era fuerte y grande, pálido como un lobo blanco o un lobo huargo. Fue exquisito. Como si una escultura romana hubiera cobrado vida propia y se hubiera postrado ante sus ojos. Era la primera vez que veía a un hombre tan ansiosa por acariciar esa piel helada como el hielo de una cueva de montaña solitaria.

Y cuando Sub Zero notó las miradas de la princesa, se rió dentro de sí mismo. << Una mujer que tiene ojos para un hombre es una mujer que está sola y perdida en la angustia >> pensó. Y sí, ese era el pensamiento de un gran maestro que nunca salía de sus libros. Y aunque sonaba mal dicho, Kitana seguramente no se habría molestado en escucharlo, porque en cierto modo era cierto.

Hace tiempo que no tenía nada con un hombre, echaba de menos sentir el éxtasis de un encuentro nocturno que va más allá de lo romántico y se centra en el placer. Y para una plebeya eso podía ser común, porque sus alianzas consistían en matrimonios donde la opinión de los novios y el amor mutuo eran efímeros. Porque al final del día lo importante es la alianza.

Y Kitana estaba muy acostumbrada a esas cosas que no iban más allá de lo cultural. Sub Zero de la misma manera, nunca había tenido sexo con alguien realmente importante para él, de hecho, ninguna mujer había abierto su corazón y lo había enamorado locamente. Sus relaciones sexuales no dejaron de ser una necesidad más, y un pedido de locura de su excitado cuerpo.

Ambos sabían que si pasaba algo entre ellos no sería nada comprometedor. Solo sería cuestión de saciar ese deseo de sentirse estimulado por el miembro de la otra persona. Y sí, Kitana quería que el miembro de Sub Zero le acariciara la flor con entusiasmo, como si nada importara. Y porque su figura musculosa la había excitado.

Entonces ambos decidieron rendirse. A la luz de las velas del templo de Lin Kuei, Kitana se quitó la ropa y Sub Zero se paró detrás de ella tomándola por detrás. Era tarde, sí, la luna brillaba como una gran estrella en el cielo nocturno. Y a lo lejos los lobos aullaban dentro de los bosques distantes.

Una brisa fresca se filtró a través de la ventana, muy común en un sitio de Lin Kuei.

Kitana luego sintió las manos de Sub Zero acariciando sus pechos voluptuosos y sus pezones rosados. Solo jadeó y se dejó llevar por el momento. Durante mucho tiempo quiso gemir mientras alguien lo acariciaba de esa forma seductora y relajante.

Pero luego Sub Zero besó su cuello y su lengua trazó marcas como un tatuaje de abstracto. La piel de la princesa estaba deliciosa, quería seguir saboreando su piel y sintiendo ese aroma cautivador y atractivo.

Mientras estaba de pie, la introducción del miembro de Sub Zero en la vagina de Kitana fue más fácil. Ella gimió y luego se vieron en la suave cama. Las nalgas de la kanhum fueron apretadas por los fuertes y helados dedos del gran maestro, y él todavía estaba excitado por los gemidos de la princesa.

Fue un placer tenerla en esa posición donde todo le fue dado. El que la gente común del Earthrealm llamaba "cuatro" y no era un nombre para nada en particular. Sólo una posición donde penetrar al contrario era más fácil, y tomarlo del pelo le daba otro tono a la situación.

Luego Sub Zero tomó el cabello de Kitana y tiró de él con poca fuerza, mientras su miembro viril la penetraba, provocando que liberara grandes cantidades de jugos de la zona vaginal. Y la princesa gimió mientras se aferraba a las sábanas moradas con aroma masculino.

Ese encuentro, aunque no fue más que un delicioso sexo para ambos. Sin duda, permanecería en la memoria de Kitana, porque nadie la había penetrado de una manera tan emocionante. Ella quería más y más. Y cuando se volvió y abrió las piernas sobre la cama, Sub Zero lamió sus pechos con lujuria y los presionó como un bebé al que se amamanta.

Continuó sintiéndose atraída por esa situación. El pene de Sub Zero era enorme. La penetró con fuerza mientras nadie más los oía. Y se besaron con fuerza, saboreando su saliva.

Pero luego el gran maestro se sintió atraído por un toque oral más emocionante. Y así fue como salió del interior de Kitana, se inclinó un poco y lamió su flor con cuidado, luego aumentó su velocidad. Entonces la princesa lo tomó por la cabeza y la levantó y la bajó, para que él la lamiera como más le gustaba. Sub Zero probó los jugos de la nobleza por primera vez, y no se arrepintió en absoluto, al contrario, quería sentir cada vez más el sabor de Kitana Kahn.

Pero cuando cesaron los gemidos y llegó la mañana con el aullido de un gallo en una granja del norte. Kitana subió tambaleándose una colina donde la nieve se estaba derritiendo, la noche anterior había sido magnífica. Deseaba regresar al reino de la tierra solo para tener más encuentros de este tipo. O pagarle a algún sirviente para que le hiciera tal movimiento, aunque dudaba que alguien de Outworld pudiera hacerlo.

De todos modos... lo disfrutó como nadie se imagina...





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Lamento la tardanza, pero acá hay otro pedido.

Freyja/Apofis.



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