Escuché un ruido

Creditos a su respectivo autor: miimiishii

—Bebé — la voz asustada de su esposa lo despertó.

—Mmh — él hizo un sonido como respuesta sin darse la vuelta.

—Escuché un ruido — dijo ella — en la sala.

—Debe ser la lluvia — murmuró en respuesta. En cualquier otro momento le habría dado más importancia, pero había estado lloviendo toda la semana y era normal que los árboles golpearan contra las ventanas. Además había sido una semana muy larga para él, estaba cansado.

—¿Puedes ir a revisar? — pidió.

Él suspiró fuertemente, dejando claro que no estaba en sus planes levantarse.

Ella no dijo nada y después de unos segundos escuchó el sonido de las sábanas moverse. Ochako había ido a revisar.

Ochako...

Abrió los ojos de inmediato y saltó de la cama. Miró por la habitación. Ella no estaba.

Corrió por el pasillo revisando las habitaciones. Nada en el baño, nada en el salón, nada en...

—Hey, hey... ¿Por qué estás tan alter...

No le dió tiempo a decir nada más, porqué Izuku se abalanzó hacia ella, abrazándola. Ochako tuvo que alejar la taza de té que estaba sujetando de ella para que no se le derramara. 

También notó que el cuerpo de su marido temblaba ligeramente, y sentía su respiración entrecortada contra su cuello. 

Acaricio sus peliverdes rizos con su mano libre, intentando calmarlo.

Izuku suspiró, realmente aliviado. Después de unos segundos, se atrevió hablar y, con voz entrecortada, dijo:

—...He tenido una horrible pesadilla. —murmuró. Manteniendola cerca, fue y se sentó en uno de los taburetes de la encimera de la cocina y atrajo a Ochako hacia el. Recostó su cabeza en el pecho su esposa, buscando confort e intentando calmarse.

Ochako no dijo nada, tan solo dejó la taza de té en la encimera y lo abrazó sin detener las caricias en su pelo.

No era la primera vez que Izuku tenía pesadillas. La gran mayoría de ellas, según él le había contado, eran sobre sus mayores miedos. Él nunca le contaba acerca de cada sueño que tenía, de que iban o algo así...

No iba a preguntar, porque pensaba que debía ser un tema bastante delicado y frágil.

—Lo importante es que no es real —intentó consolarlo. Pasaba una de sus manos por su pelo, sintiendo sus rizos entre sus dedos. Aquella simple carícia era una de las cosas que más calmaba a su marido.

Y lo confirmó al oírlo suspirar profundamente y frotar su mejilla contra su pecho izquierdo.

Izuku escuchaba los latidos calmados del corazón de su mujer, y era realmente relajante. Una de las cosas que más amaba era el corazón de su esposa, y no sólo el físico.

Izuku sorbe la nariz, y con esfuerzo trató de que no se le quebrara la voz cuando murmuró:

—Y si algún día ocurre...?

Ochako no sabía cómo responder a eso porque ni siquiera sabía lo que su esposo había soñado.

—Hay la posibilidad. Siempre la hay... Esa pequeña probabilidad de que pase... y tengo un miedo... —susurra su marido, y suspira entrecortadamente, abrazándola con más fuerza, intentando con todas sus fuerzas no llorar.

Ochako echó la cabeza hacia atrás y suspiró...

Luego volvió la cabeza y observó a Izuku. Con el dorso de su mano, acarició su mejilla y él se sonrojó levemente, abrazándola con todavía más fuerza.

Izuku besó su mano y luego se separó un poco, apoyo la barbilla en su pecho y la miró. Ochako sonrió amorosamente y le echó los rizos de la frente para atrás, para luego besarlo en esa zona.

Los ojos de Izuku se aguaron, luciendo como un niño pequeño y vulnerable.

Ochako siguió brindándole caricias mientras observaba sus pequitas, sus ojos verde esmeralda...

—No permitiré que tus miedos se hagan realidad —sonrió levemente y esta vez le besó en los labios. Un beso casto, pero lleno de amor y afecto.

Las cejas de Izuku se arquearon y suspiró contra los labios de su esposa, sintiéndose completamente amado, protegido de su oscuridad, de sus pesadillas, de sus miedos, sus inseguridades...

Al ambos separarse, Izuku se sonríe débilmente.

—No se que haría sin ti... —susurró, y bajó la cabeza, a punto de quebrarse...

Ahí Ochako lo comprendió. Supo en ese instante lo que había soñado su marido.

Y lo que respondió, fue...

—No pienses en eso, Izuku... —agarró su barbilla gentilmente y lo obligó a alzar su cabeza hasta que conectara sus ojos con los suyos.

Sujetó ambas de sus mejillas y acarició sus pómulos con sus pulgares, observando ambos ojos verdes...

Él admirando esos ojos cafés...

—Te prometo que siempre estaré aquí, contigo. Te prometo que vamos a vivir esta vida juntos y vamos a envejecer juntos, hasta el día en que muramos yo estaré aquí, y tú también.

Izuku al oír esa promesa, asintió levemente...

Atrajo a Ochako hacia él y la besó.

Luego, se separó y juntó su frente con la suya, y susurró...

—Es una promesa.

Y, ella, sonriendole de la forma más dulce y gentil posible, le contestó:

—Claro que lo es.

Y desde ese momento... esa promesa se mantuvo fuerte durante muchos años como el hilo rojo que los unía a ambos.

Fin.

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