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Una canción para mejorar el ambiente lectivo...
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Volvieron a besarse. Izuku enredó una mano en el pelo de Ochako. La otra mano se perdió en su cadera. Hábilmente fue subiéndole el vestido y la sudadera hasta llegar a su piel. Subió por su desnuda cintura y sus costillas hasta llegar a su pecho. Su lengua reclamó la de ella.
Ochako sintió que se derretía. A pesar de la oscuridad, Izuku la estaba desnudando en medio del camping. Apartó su mano, fingiendo estar indignada.
Izuku la rodeó por la cintura, impidiendo que se alejara.
-Ni siquiera me has invitado a una copa -protestó Ochako.
-No hace falta, te mueres de ganas de que te dé un poco de masculinidad tóxica.
-¿Ah sí? -ronroneó Ochako juguetona-. ¿Por un ocho? quizá, ¿por un nueve? Desde luego. Pero por un siete con seis... "morirme de ganas" no es la expresión adecuada.
Se quedó congelada y mandó callar a Izuku antes de que este le contestara. Abrió mucho los ojos, fijándose en un punto en la oscuridad. Como un conejo al que han dado las largas. No veía bien por la noche, pero tenía un oído muy fino.
-Viene Kiri.
-¿Qué? -Izuku frunció el ceño.
Ochako se metió corriendo en la tienda de campaña roja, la más cercana. Cuando estuvo dentro, tiró de Izuku para que entrara y se puso un dedo en la boca para pedirle que guardara silencio. Él contenía la risa mientras ella cerraba con cuidado la cremallera de la tienda. Escucharon la voz de Kirishima mientras se acercaban. Había alguien más con él, una chica.
-¿Por qué nos escondemos? -Izuku trató de acomodarse en el estrecho espacio.
Se encorvó. Si se sentaba con la espalda recta, se daba en la cabeza con el techo. Habían elegido una de las tiendas pequeñas.
-No lo sé -susurró ella muy bajito.
-Has sido tú la que me ha metido aquí.
Ochako analizó su reacción.
-No quiero que Kiri piense que tú y yo...
-Pues ya verás lo que va a pensar cuando nos pille aquí dentro. Escondidos. Tú desnuda.
-No estoy desnuda.
-Aún.
Ochako se sintió abrumada por cómo su cuerpo reaccionó a esa palabra, por lo poco que habían hecho y lo lista que estaba para él. Tuvo que quitarse la sudadera para aliviar el calor. Izuku se movió y la tienda crujió.
Se encendió una luz en el exterior. Eso hizo que el interior de la tienda se inundara del color rojo que provocaba esa luz atravesando la tela.
-Deja de hacer ruido y no nos pillará -susurró Ochako.
-¿Por qué te preocupa lo que piense Eiji?
-Bueno...
-¿Qué? -Izuku trató de no parecer alarmado.
-Pues que, Midoriya. Llevo meses...-se interrumpió, insegura-. No eras precisamente mi persona favorita, puedes llegar a ser increíblemente odioso.
-Mi esfuerzo me cuesta.
-Me he pasado meses dándole la turra a Kiri con que eres un cabrón, que me caes fatal, que no te aguanto. -Ochako se acariciaba la nuca mirando al suelo de la tienda. Él alzó las cejas, divertido-. Si me pilla ahora liándome con su amigo...
Izuku no estaba del todo convencido. Cayó en la cuenta de algo que no había aclarado cuando habló con Kirishima y quiso salir de dudas.
-¿Y no tiene nada que ver con que te besara esta mañana?
-¿Eri? -susurró Ochako confusa.
-¿Cómo? -Izuku estaba aún más confuso.
-Has dicho si tenía algo que ver con el beso de esta mañana...
-Te besó esta mañana.
-¿Cómo lo sabes?
-Te oí hablar por teléfono.
-¿Y qué tiene que ver con Kiri?
-¿No fue él?
Ochako movió los hombros sacudiéndose un escalofrío. La expresión en su cara era de profundo asco. Izuku no terminaba de entender que Ochako y Kirishima fueran tan amigos y se dieran tanto asco a la vez.
-Fue Eri. Ella me besó. Pero fue una chorrada, no se lo cuentes a nadie -murmuró Ochako.
En la mente de Izuku aquello no era en absoluto una chorrada. Era una imagen preciosa.
-Pero... ¿cómo?
-No lo sé, estábamos hablando en la cama y se abalanzó sobre mí.
-¿Y tú qué le habías dicho?
-Yo qué sé. La oí llorar cuando salí de la ducha, y ella... Estaba hecha un lío.
-¿Y llevabas solo la toalla?
-Sí, claro. -Ochako arrugó la nariz-. Pero...
-¿Y ella qué llevaba puesto?
Ochako entrecerró los ojos y apretó los labios. Le hizo un gesto de desprecio y se recostó sobre la colchoneta de la tienda. Izuku se tumbó a su lado, apoyándose en un codo. Aprovechó que ella estaba de brazos cruzados para acariciar su cintura.
-Eres un guarro y un depravado.
-Tú te has encerrado en una tienda con un depravado, ¿en qué te convierte eso?
Ochako sonrió y se humedeció los labios de forma sugerente. Él negó con la cabeza, se echó sobre ella y empezó a besar su cuello. Ella tuvo que ahogar un jadeo y le detuvo.
-No quiero que nadie nos oiga-susurró.
-No nos oirán.
-Solo besos, ¿vale?
-Vale -Izuku sabía que eso no se lo creía ni ella.
-¿No te importa? -Ochako le miró de reojo.
-Qué va. Además, no quiero hacer nada contigo, Ochako. Me repugnas.
-¿Te repugno? -Ochako sonrió y se mordió el labio inferior, traviesa. Buscó la erección de Izuku y la apretó con fuerza-. ¿Y esto?
-Eso -Izuku carraspeó y trató de hablar con normalidad-, es que estoy siendo educado.
La sujetó y la atrajo hacia él con firmeza, pegando su cuerpo contra el de ella. Sus cálidos labios la besaron con suavidad unos segundos, antes de que su lengua cobrara protagonismo y el beso se volviera más sucio y más intenso. Él sabía a fresco y un poco a ron, olía a jabón de manos y a él. A Ochako le encantaba su olor. Notó cómo su mano libre volvía de nuevo a acariciar su piel por debajo del vestido. Llegó hasta uno de sus pechos, lo acarició, lo agarró, y ella tuvo que apretar los labios para evitar jadear. Le miró frunciendo el ceño.
-Esto no hace ningún ruido -Izuku se hizo el inocente.
Ochako puso los ojos en blanco antes de volver a centrarse en ese beso que le hacía perder la fuerza en las piernas. Ella también quiso jugar, así que bajó las manos y recorrió su torso hasta encontrar el límite de su ropa.
-Esto tampoco hace ruido-susurró ella levantándole la camiseta y guiándole para que se la quitara.
Él la complació, obediente, y ella se tomó un momento para contemplarle. Su torso, iluminado por la luz roja de la tienda, era perfecto. Se notaba que le gustaba cuidarse, pero no parecía intimidante o artificial. Sus brazos eran largos y fuertes, se moría por volver a estar entre ellos, y le resultaba imposible contemplar su pecho, sus hombros tan bien definidos sin ponerse aún más nerviosa. En el pasado le había criticado por ser tan vanidoso y dedicar tanto esfuerzo a cuidarse, pero ahora lo agradecía. Vaya que si lo agradecía. Recorrió hipnotizada cada rincón con los ojos y con las yemas de los dedos.
Izuku se dejó hacer mientras contemplaba la luz roja de la tienda colorear la tentadora piel de Ochako. Apenas llevaba encima un trozo de tela, pero le empezaba a estorbar. Su mano se deslizó con suavidad sobre su desnuda columna, aprovechando la abertura de la camiseta. Fue hacia ella y empezó a besarle el cuello. Ella sintió un escalofrío en el vientre.
-No puedo dejar de pensar en clavártela desde que te vi al medio día con este vestido puesto. Me vuelve loco.
-Entonces -Ochako se puso derecha-. Será mejor que me lo quite, para no provocarte.
-Buena idea.
Cuando terminó de quitarse el vestido por la cabeza, le dejó sin aliento encontrarse con la expresión hambrienta con la que él la miraba.
-Joder, me cago en todo -exclamó Izuku en voz baja-. Eres perfecta.
Ochako le habría enumerado los motivos por los que ella no creía serlo, pero él había perdido el control y se había abalanzado sobre ella, haciendo que se tumbara. Besando sus labios, su cuello. Bajando por su clavícula, sus pechos y su vientre. Manoseaba todo su cuerpo con avidez, como si no quisiera dejarse nada por tocar. A Ochako se le escapó un gemido.
-Más despacio. No quiero que me oiga -jadeó.
Izuku se tumbó a su lado y volvió a sus labios. La besó con ternura, con suavidad. Ella se distrajo con aquel beso. Notaba las puntas de los dedos de Izuku recorrerla, pero no les hizo caso hasta que se perdieron debajo de sus bragas.
-No pasa nada porque haga esto ¿verdad? -ronroneó Izuku-. Lo puedes aguantar calladita.
Ochako no contestó. Se limitó a morderse los labios mientras la temperatura de su piel aumentaba. Él deslizó la mano y la siguió besando. Ella dio un respingo cuando rozó su zona más sensible. Él pasó de largo. Era pronto. Notó cómo introducía dos dedos y tuvo que hundir la cara en el cuello de Izuku para ahogar un jadeo.
-Joder, Ocha -gruñó Izuku gratamente sorprendido-. Tú también estás siendo muy educada.
Ochako sonrió, tratando de acostumbrarse a aquella sensación. Intentando volver a recuperar el control de su respiración. Pensando que la impresión pasaría pronto. En su experiencia, los hombres no eran muy hábiles a la hora dar placer a tientas en zonas tan sensibles. Pero la experta mano de Izuku fue la excepción, y además no tuvo piedad. Se pegó a ella y tuvo que taparle la boca porque su respiración se convirtió en jadeos que cada vez eran más altos. Ochako trató de quitarse la ropa interior sin mucho éxito, había perdido la fuerza en las manos. De un tirón, él se la bajó hasta las rodillas, y cuando volvió a tocarla, a ella le empezaron a temblar las piernas.
No le dio tiempo de pensar en si aquello le gustaba o por qué lo hacía. La diestra mano de Izuku no se detuvo y usó el pulgar para estimular la zona que antes había pasado por alto. Ochako sintió el calor y el placer inundándola y se dejó ir. Dejó de respirar unos segundos hasta alcanzar el orgasmo y deshacerse en un gemido contra el pecho de Izuku. Él la sujetó con firmeza hasta que dejó de moverse.
-Muy, muy educada.
La abrazó y acarició hasta que ella recuperó el aliento.
Oyeron a Kirishima fuera de la tienda dar las buenas noches a alguien. Después, el sonido de una cremallera les confirmó que se había metido en otra tienda.
Ochako se concedió unos momentos para disfrutar de aquella sensación, pero necesitaba más, lo necesitaba todo y en cuanto su pulso volvió a ser firme acarició la entrepierna de Izuku mientras le miraba a los ojos. Empezó a desabrocharle los vaqueros.
-Midoriya.
-Dime.
-No te sientas obligado a acostarte conmigo, ¿vale?
Él se rio en voz baja por lo absurdo de la frase.
-Ocha, me vuelves loco. Me vas a hacer estallar. Ahora mismo no me echaría para atrás ni aunque tuvieras dientes ahí abajo.
-De verdad, Izuku. No te tienes que hacerlo si no quieres -tuvo que mirar a otro lado para seguir pareciendo seria, porque la cara de sorpresa de Izuku era demasiado divertida-. Soy consciente de que intimido bastante. Tengo mi experiencia y soy muy exigente. Entiendo que te asuste no estar a la altura.
Nunca habría vacilado así a un hombre en una situación como esa, pero él era distinto. Sabía que él no se iba a achantar y eso le encantaba. Izuku sonreía con la boca muy abierta.
-¿Me asusta no estar a la altura?
-No pasa nada -dijo ella acariciando distraídamente el bulto que aún seguía en sus vaqueros.
-Vamos a ver, Ochako -la voz de Izuku nunca había sonado tan oscura-. Voy a ser bueno porque creo que no eres consciente en el lío en el que estás metida. Me da igual lo estrecho que sea esto, me da igual lo incómoda que estés, me da igual que no quieras que tus amigos nos oigan. Voy a follarte hasta que se te olvide tu nombre. Voy a follarte tan bien que seguirás acordándote de mi polla en tu lecho de muerte.
Su tentadora boca entreabierta, sus ojos fijos en él, devorándole. Ella tampoco se achantaba. Izuku se acercó a su oído.
-Prepárate para los mejores veinte segundos de tu vida.
Ochako rio con la boca cerrada y, mientras Izuku besaba y acariciaba su piel, ella le desnudó lo mejor que pudo en ese espacio tan pequeño. Cuando tuvo por fin su pene entre las manos, lo apretó con firmeza, lamió lentamente los labios de Izuku, alterando su respiración y notando cómo se endurecía aún más en su mano. Y entonces comenzó a bajar, besando su cuello, su pecho, sus abdominales. Izuku la detuvo.
-Llevamos todo el día dando vueltas. No es buena idea.
Ella asintió, algo mohína. Él la atrajo y dio un beso en la mejilla y otro en los labios, para luego buscar algo en sus pantalones. Ochako escuchó en la oscuridad cómo él rasgaba el envoltorio del condón. Ese leve sonido tan familiar le puso los pelos de punta, le hacía anticiparse a lo que venía a continuación. Al placer, al éxtasis, pero también a la despedida. Y no estaba preparada para eso.
Había empezado a conocerle de verdad, se había asomado debajo de todas esas capas de sarcasmo y le gustaba lo que había descubierto, quería saber más de él. Además de seducirla, Izuku había sido encantador con ella. La había cuidado, la había hecho reír, se había abierto con ella y la había hecho sentir especial y preciosa. Ella sabía que todo eso tenía un único fin: seducirla. Sabía que después no habría nada más. No habría más persecución, más cariño, más atenciones. Más besos. Más abrazos. Tendría que conformarse con un frío saludo de cortesía cada vez que se cruzaran.
Lo había sabido hacía dos días, lo había sabido aquella mañana. Lo sabía ahora y lo había sabido siempre. Ese era el juego y ella no era ajena a las reglas.
Sin embargo, no podía evitar sentirse tremendamente triste, porque en aquel proceso ella se había vuelto adicta a él. Notó un nudo en la garganta cuando sus ojos se encontraron.
-¿Qué te pasa? -preguntó él preocupado.
Se había puesto ya el condón, pero se quedó sentado sobre sus talones. Agachando la cabeza para no tocar el techo de la tienda.
-Nada. -Ella forzó la sonrisa y trató de tirar de él.
-Ocha, ¿qué pasa? Dímelo -sonaba como una orden.
-Ven.
-No hasta que no me digas qué te pasa. -Izuku no disimuló su preocupación.
El nudo en su garganta se estrechó y sintió cómo las lágrimas invadían sus ojos. Se incorporó de golpe, disimulando. Se sentó sobre el regazo de Izuku, le abrazó y se forzó en concentrarse en la dureza de sus músculos, en su olor, en las ganas que tenía de volver a sentir sus besos. Pegó su cuerpo al de él, respirando contra su cuello.
-Me pasa que te necesito dentro de mí -dijo haciendo que su voz sonara salvaje y terriblemente sucia. Con una mano deslizó los dedos por su pelo e hizo que inclinara la cabeza. Con la otra agarró su pene y empezó a masturbarle.
Izuku trató de protestar, pero ella se acercó a su boca y mordió con suavidad su labio inferior, mientras se movía sensualmente sobre su regazo.
-Fóllame.
A él se le olvidó por qué se había detenido. Esas palabras, la voz rota, ardiente y profunda de Ochako, sus delicadas pero firmes manos, eran lo único en lo que podía pensar en ese momento. La agarró por la cintura e hizo que se tumbara. Se colocó entre sus piernas y se inclinó sobre ella. Una voz en su interior le advirtió que ya la había besado demasiado, que aquello empezaba a ser demasiado íntimo, pero él la ignoró y la besó de nuevo.
Se apoyó en uno de sus brazos y deslizó el otro por el pecho de Ochako. Sus costillas. Su vientre. La oyó ahogar un gemido de anticipación.
Le encantaba volver a tener el control sobre ella, sobre su respiración.
Hizo que separara más las piernas y entró en ella poco a poco, disfrutando de cómo sus ojos suplicaban tenerle más dentro.
Cuando estuvo totalmente dentro de ella, cerró los ojos durante un instante, tratando de controlar aquella sensación. El placer era demasiado intenso. No se imaginaba que aquello fuera a sentirse tan bien. Ochako estaba muy caliente y húmeda, y él la había deseado demasiado tiempo.
Empezó a empujar y sus respiraciones no tardaron en sincronizarse. Ella le miró a los ojos y él aguantó su mirada.
Hizo que entrara más profundo y Ochako tuvo que llevarse la mano a la boca para callar sus propios jadeos. Él le apartó la mano y la sustituyó por su boca, invadiéndola con su lengua. No podían estar más cerca, más unidos.
Aquello iba contra las reglas.
Izuku trató de acelerar el ritmo, pero la tienda se empezó a tambalear y cualquiera que pasara cerca podría notar lo que allí estaba pasando. Trató de cambiar de postura. De alejarse un poco de ella para tener más espacio de maniobra, y sobre todo para aliviar aquella intimidad. Pero la tienda era demasiado baja y la colchoneta demasiado inestable. Se adaptó a las circunstancias y ajustó el ritmo. No empujaba más rápido, lo hacía más fuerte.
Cuando Ochako notó los problemas logísticos que les limitaban, al principio se decepcionó. Luego lo empezó a sentir.
Aquel ritmo la obligaba a sentir todos y cada uno de los centímetros que entraban y salían de ella, cada vez.
-Joder... -protestó ella con la voz entrecortada. Sintiendo que perdía el control.
Reclamó su boca, exigente. Respirando con dificultad.
A él le encantaba verla así. Despojada de toda voluntad y control. La tentación de someterla, de jugar con eso era demasiado fuerte. Se detuvo y, sin salir de ella, repartió besos suaves por su mandíbula. Ella empujó desde abajo, pidiéndole con su cuerpo que siguiera, pero él no lo hizo.
-Izuku.
-Shhh. ¿No decías que no querías hacer ruido?
-Te odio.
Él sonrió con malicia, pero no se movió ni un centímetro. Ella trató de empujar desde abajo, pero él se dejó caer sobre ella y la aprisionó contra la colchoneta. Ochako lanzó una dentellada hacia la cara de Izuku, que él se apartó a tiempo. Rio.
-Pídemelo -exigió Izuku.
Ochako estuvo a punto de caer y suplicar. Dominó sus ganas y lo desafió con la mirada.
-No -le retó.
Sonrió traviesa. La luz roja que entraba en la tienda apenas les permitía verse, pero la piel de Ochako se adivinaba muy muy sexy, sobre todo cuando empezó a respirar profundamente, con la boca húmeda y entreabierta, mientras que sus caderas hacían sutiles y sensuales movimientos debajo de él, sin dejar de mirarle. Alzó la cabeza, lamió sus labios y los chupó con ganas.
Izuku decidió que le daba igual perder aquel juego, iba a estallar si no se la follaba. Reanudó aquel implacable ritmo lento que la volvía loca y la sonrisa desapareció de la cara de Ochako para deshacerse en un jadeo. Deslizó las manos sobre la espalda de él, notando cómo sus músculos quedaban marcados por la tensión de sostener su cuerpo.
Se apretó contra él, hasta que perdió toda la fuerza y dejó caer los brazos. Izuku cogió sus manos y entrelazó sus dedos, apretándolas contra el suelo.
Volvió a besarla, a saborear sus jadeos. Ella sintió cómo el placer la inundaba, estaba muy cerca de llegar al orgasmo. Habría acelerado o le habría suplicado a él que lo hiciera, pero no podían, así que aquellos segundos de éxtasis se prolongaron haciendo que perdiera la fuerza, no podía ni besarle. Él se pegó aún más a ella y hundió la cara en su hombro.
Ochako le oía respirar, jadear sobre su oído, nunca había escuchado nada más sexy que aquello; hizo que se le erizara toda la piel.
Él llevó su boca a su cuello. Quería sentir cómo temblaba cada vez que entraba en ella. Quería sentirlo todo.
La agarró por la nuca y mantuvo la boca en su cuello sin dejar de empujar. Besando, lamiendo, mordiendo. Segundos después notó como ella estallaba. Trató de silenciarla con un beso, pero sus gemidos se escaparon volviéndole loco, mientras ella arqueaba la espalda y sus muslos le aprisionaban.
Perdió el control y se clavó hasta el fondo unas cuantas veces más en ella, antes de que todos sus músculos se tensaran. Ahogó un gruñido y cayó rendido sobre ella.
Notó cómo ella trataba de recuperar el aliento debajo de él. Se incorporó sobre sus codos para mirarla. Tenía las mejillas rosadas, el pelo despeinado, algunos mechones pegados a la cara. Con los ojos muy abiertos le miraba confusa. Estaba resplandeciente, estaba preciosa.
Le acarició la mejilla con suavidad y ella se estremeció. Estaba muy sensible aún. Le gustó pensar en las posibilidades que eso le daba.
A pesar de que él aun no había recuperado el aliento del todo, tenía la necesidad de besarla. De abrazarla. De decirle...
Salió bruscamente de ella.
Se quitó el condón y le hizo un nudo.
Aquello se les había ido de las manos. Eso no había sido un polvo. No era solo sexo. No sabía ponerle nombre, pero eso no era lo que él hacía. No era lo que se suponía que tenía que pasar.
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¿QUIEREN 3R PARTE?
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