VIDEOLLAMADA
- ¡Hola, Hit! Me alegro mucho de verte.
- Yo también, pequeño.
La pareja estaba hablando por videollamada. Salían juntos desde hacía dos años atrás, por lo que ya vivían juntos, sin embargo, el mayor tenía una misión en un planeta lejano. Había dejado de asesinar gente. Solamente atrapaba villanos, sin llegar a matarlos siquiera. Todo eso, por el bien de Kyabe.
En ese mismo instante, se encontraba descansando en una habitación de hotel. Como en ambos planetas era de noche, la oscuridad no les permitía verse del todo, pero no les importaba. El solo hecho de permanecer en contacto, los tranquilizaba.
- Amor, ya ha pasado una semana, ¿te falta mucho? - preguntó el menor con impaciencia, haciendo un tierno puchero.
- Tranquilo, solo me queda uno de esa banda de malhechores, el jefe. En cuanto lo capture, volveré a casa, contigo.
- Que bien... te extraño.
- Yo también. No esperaba tardar tanto, lo siento.
- No te preocupes, es tu trabajo, lo entiendo.
- ¿Qué traes puesto? - preguntó Hit de repente, entrecerrando los ojos para ver mejor.
- Mi pijama. ¿Porqué?
- ¿Hace calor por allá?
- Sí - el saiyajin se acercó más a la pantalla. Su corta camiseta de tirantes, dejó uno de sus hombros al descubierto.
- De repente, aquí también... - el mayor sacudió la cabeza, culpa de los sucios pensamientos que estaba teniendo.
- ¿Qué te pasa? - preguntó Kyabe dulcemente, sin comprender el comportamiento de su pareja. Aquella mirada de inocencia, volvía loco al mencionado.
- Sé que va a sonar mal, pero... extraño hacer eso contigo - admitió. El azabache se sonrojó levemente, arrodillándose en la cama.
- Y-Yo... yo también - susurró, apenado. El ex-sicario, sonrió ampliamente; estaba preparado para una situación así.
- Entonces, tengo un plan. Compré algo para ti... está en el primer cajón de la cómoda - el menor se levantó, para ir a buscar lo que sea que fuera aquello.
Después de revolver un poco, halló una bolsa blanca, con un extraño logotipo. No pesaba mucho, pero, por algún motivo, temía abrirla. Regresó a la cama, sosteniendo dicha bolsa.
- ¿Es esto? - preguntó tímidamente.
- Sí, ábrelo.
Adentro, habían dos cosas. Un bote extraño, con tapa amarilla y pequeñas letras negras y un objeto morado, que ni siquiera sabía lo que era. Con curiosidad, se puso a observarlo un poco, deleitando a su novio, quien, desde la cámara de la computadora, se fascinaba con la extrema inocencia del saiyajin. Al no descubrir de qué se trataba, se arrodilló de nuevo, sentándose sobre sus talones y apoyando el objeto sobre sus piernas.
- Hit, ¿qué es esto? - preguntó, por fin.
- Lee lo que dice la etiqueta del frasco - pidió, conteniendo a duras penas la risa.
- "Lubricante" - leyó Kyabe. De inmediato, se puso pálido. No sabía exactamente lo que era, ni para qué servía, pero sí sabía el tipo de situaciones en las que se utilizaba.
- Ahora, fíjate en esa cosa morada, en su forma... ¿no te recuerda a algo? - preguntó malpensadamente. El otro tomó de nuevo aquello en sus manos, para volver a mirarlo.
- ¿Un... hongo? - dudó. El mayor negó con la cabeza - Bueno, no se me ocurre otra cosa - volvió a dejarlo sobre sus piernas, sin embargo, al verlo en ese lugar, se sintió extraño. Su entrepierna, que se marcaba levemente por sus ajustados boxers, le dieron la solución - ¿Pero qué...?
- Parece ser que ya te diste cuenta.
- ¿Se puede saber qué es todo esto? - cuestionó, enfadado. Se cruzó de brazos, apartando ambas cosas y mirando fijamente al otro. Éste levantó las manos, en señal de que se tranquilice.
- Son para ti, por ahora.
- ¿Eh?
- Como yo no puedo estar ahí ahora y, ambos tenemos ganas, se me ocurrió comprarte eso.
- ¿Quieres decir que...?
- Solo será por esta vez. Si no quieres, dímelo - Kyabe dudó - Sé que no será lo mismo, pero...
- ¿Y tú que harás? ¿mirarme? Me daría... algo de vergüenza.
- Yo ya te he visto desnudo cientos de veces, que no se te olvide.
- ¡Hit!
- Perdón.
- Bueno... pero dime qué hacer... por favor - pestañeó algunas veces, mordiendo su labio inferior. Hit se relamió los labios, hambriento y ansioso.
- Muy bien. Lo diré como si yo lo estuviera haciendo, ¿entiendes? De acuerdo. Te quito la camiseta.
Kyabe se quitó la camiseta.
- Comienzo a acariciar tu cuello y voy bajando, hasta tus pezones.
El menor hizo exactamente eso, dejando salir un par de gruñidos.
- Los acaricio, muevo y aprieto.
- A-Ah - dejó escapar un gemido, ante sus propias acciones.
- Sigo bajando, acariciando y sujetando tu pequeña cintura. Luego, llego a tu abdomen bajo y acaricio tu miembro.
Tembló, al tocarse en una parte tan delicada. Tanto Hit, como Kyabe, ya se habían puesto duros.
- Comienzo a masturbarte, lento al principio y más fuerte después, hasta que te corras.
Apenado, el saiyajin obedeció, cerrando los ojos e imaginando que era el mismo Hit, quien le hacía todo eso. Gimió con fuerza, al momento de venirse, manchando su plano abdomen.
- Ahora, voy a tomar el lubricante y voy a poner tres dedos en él - recién entonces, el menor comprendió para qué servía. Agitado, lo hizo - Meto el primero en tu entrada, moviéndolo con lentitud.
Al ser sus dedos, mucho más pequeños que los de su novio, además de estar lubricados, no sintió ni una pizca de dolor. De inmediato, lo movió en su interior, sintiéndose increíblemente bien. Al pasar una semana sin el más mínimo tacto, su cuerpo estaba muy sensible y necesitado.
- Meto el segundo dedo y hago movimientos de tijera.
- Ah... Hit... - jadeó el menor, moviendo instintivamente sus caderas.
- Por último, el tercero - no podía soportar mucho más. Tenía deseos de saltar hacia la pantalla, romperla y regresar a su casa, para tocar a Kyabe de todas las maneras posibles, pero sabía que no podía. Su erección dolía, pero no le importaba, el espectáculo valía la pena.
- H-Hit... me voy a correr de nuevo - avisó, aún moviendo sus deditos.
- Entonces, me detengo - de mala gana, el saiyajin paró - Tomo el juguete morado y, luego de ponerle lubricante, lo meto en tu interior.
Ni siquiera aquella cosa, igualaba al miembro de Hit, pero el pequeño no estaba en posición de quejarse; a pesar de todo, lo disfrutaba. Como el objeto ya era más grande, si bien no le dolió, tuvo una molestia, consecuencia de pasar una semana sin acción.
- Espero, hasta que te sientas listo - menos de dos minutos fueron necesarios para aquello - Lo muevo lentamente, con ambas manos.
Recostado, de piernas abiertas, sonrojado y moviendo eso dentro de sí, el menor no podía lucir más apetecible. Hit había comenzado a masturbarse, imaginando que su mano era la entrada de Kyabe. Los gemidos de éste, le resultaban muy útiles en ese sentido. A su vez, el azabache imaginaba que el mayor estaba en su interior, embistiéndolo. Ninguno de los dos sentía exactamente lo mismo, pero era aceptable. Luego de un rato, ambos se vinieron, gritando el nombre del otro. Estaban totalmente sudados y exhaustos. Pero no se cansarían con aquello. No lo dejarían así.
A la mañana siguiente, Caulifula, prima lejana de Kyabe, y Kale, la novia de ésta, estaban en la cocina, preparando el desayuno. Se habían quedado a "cuidar" del menor, por pedido del antiguo sicario. Sin embargo, la noche anterior no habían podido dormir muy bien, por lo que la mayor estaba esperando a que su primo se levantase, solo para quejarse. La otra, estaba tan avergonzada, que no pensaba decir palabra alguna.
Aproximadamente media hora después, el menor se levantó y fue hasta la cocina, a paso lento. Había pasado literalmente toda la noche haciendo videollamada con su pareja, hasta el punto que se les acabó el lubricante y ellos siguieron igual. Ahora, se arrepentía, pues le daban fuertes punzadas en la cadera, con cada paso que daba. Aún así, al ver a las dos chicas, sonrió de forma amable.
- Buenos dí...
- Nada de buenos días. Tú y yo tenemos que hablar muy seriamente - sentenció Caulifula, tomándolo por los hombros y sentándolo bruscamente en una silla.
Kyabe soltó un fuerte quejido, mientras sus ojitos se humedecían. Estaba muy delicado de la cintura para abajo.
- Ups...
- ¡Oye, no seas tan brusca con él! - exclamó Kale, enfadada. Ella también conocía esa sensación y no era para nada bonita, por lo que comprendía perfectamente al adolescente.
Ambas lo miraron. Temblaba del dolor, sorbiendo su nariz y mordiendo su labio inferior, para evitar llorar. La mayor lo tomó por los hombros.
- Lo siento, Kyabe, no quise lastimarte. Es solo que... estoy de mal humor. Tus gemidos no nos dejaron dormir en toda la noche - soltó, sin pudor alguno. El menor se sonrojó fuertemente, abriendo los ojos de golpe.
- ¡No pensé que me escucharían! Perdón, p-perdónenme - respondió, nervioso. Caulifula suspiró.
- No puedo enojarme contigo. Como sea, ya no importa... aún así, Kale y yo ya nos vengamos - las dos intercambiaron sonrisas cómplices.
- ¿Q-Qué han hecho? - preguntó con temor.
- Espero que no te moleste saber que te grabamos... tenemos un audio tuyo, que dura más de tres horas. Vaya resistencia tienes, primito.
- ¡Caulifula, borra eso! - chilló, cubriendo su rostro.
- Tal vez lo haga, tal vez no, ¿quién sabe? - le divertía avergonzar a su querido primo.
Kale negó con la cabeza. A veces, tu Tachi podía ser tan infantil...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top