PERDIDO EN LA OSCURIDAD

    Era una mañana tranquila, con el cielo despejado y el Sol asomándose. Se escucharon unos pasitos en el suelo de madera, indicando que cierta personita, ya se había despertado. Dando un par de saltitos, logró subirse a la cama, junto a Hit. Éste dormía profundamente, sin percatarse de que, sentado en su pecho, el pequeño Kyabe le observaba.

    Pasaron unos segundos, hasta que, por fin, abrió los ojos, al sentir una leve respiración cerca de su rostro. Casi se cae de la cama al ver al infante sonriéndole, allí, metido en su habitación, sobre él.

- ¡Kyabe, te dije que no hagas eso! - lo regañó. El menor ya había adoptado la costumbre de ir a verle dormir.

- P-Peldón, señol - respondió él, haciendo un puchero. No le gustaba que le gritaran.

- Oye, tranquilo, no llores - intentó calmarlo.

    ¿Cómo pudo, un asesino, llegar a encariñarse con un "mocoso" como él? Era algo inevitable, Kyabe era realmente encantador, en todo sentido. Pequeño, amable, bonito, adorable, educado, poseía un montón de virtudes. El corazón de Hit se estrujaba al ver aquellos rasgados ojitos llenos de lágrimas, esas mejillas enrojecidas, esos pequeños labios temblando. Era imposible no sentir la necesidad de abrazarlo.

- Pequeño, no quise gritarte. ¿Tienes hambre? Ven, vamos a desayunar - lo cargó hasta la cocina, esperando que la comida le devolviera el buen humor.

    Como de costumbre, funcionó. El pequeño saiyajin reía divertido, mientras jugaba con sus cucharitas de plástico. Le gustaban, porque eran muy coloridas. El mayor sonreía complacido, mientras intentaba darle de comer. En eso, se dio cuenta de que Kyabe únicamente vestía su pijama.

    Lo llevó hasta la habitación, para ayudarle a vestirse. A pesar de que ya estaba por cumplir cinco años de edad, su cuerpo seguía pareciendo el de un bebé de dos, cosa que aumentaba su ternura. Por lo que tenía entendido, eso era normal en los saiyajin. Lo vistió con un pantalón azul, una camiseta de mangas largas color blanca, unas pantuflas y un abrigo de color rosa pastel. Parecía un muñequito.

"Debo protegerlo".

- Señol Hi, ¿está bien?

- Ah, sí, solo estaba pensando. Iré a hacer las compras, ¿quieres que te traiga algo?

- ... ¿Hoy tapoco puedo ir? - preguntó el menor, de forma inocente.

- Lo lamento, Kyabe, hoy no. Aún eres muy pequeño.

- Bueno - se le notaba decaído.

- Por favor, no te pongas así, lo hago por tu bien. Afuera hay personas muy malas y yo no quiero que te hagan daño.

- Tí, señol - trató de sonreír.

- Cuídate, pequeño, no tardaré mucho.

- Adióz.

    Todos los días era lo mismo. Siempre que Hit debía salir, el menor preguntaba si podía ir con él, aunque la respuesta siempre fuera negativa, aún no perdía las esperanzas. Era un niño pequeño, que ansiaba conocer el exterior; nunca ha salido de su casa y, sólo en algunas ocasiones, el mayor le había permitido salir al extenso jardín a jugar.

    Tal vez parezca algo malo, pero lo que Hit dice, no es para nada una mentira. Si bien, no todas las personas son peligrosas, ese planeta está lleno de delincuentes. Por más fuerte que sea, prefiere ser lo más precavido posible. Si algo malo le sucediera a Kyabe, él no se lo perdonaría. Sabía que, al tratarse de un niño tan bonito, era probable que alguien quisiera raptarlo e, incluso, hacerle cosas impensables. Esa idea le daba escalofríos.

(★)

    El pequeño estaba sentado en la mesa de la cocina, dibujando (o al menos intentándolo). Luego de eso, decidió ir a sentarse al suelo, a mirar el jardín. Le gustaba hacer eso, era muy fácil, ya que, en la sala, había una puerta corrediza de vidrio, por la cual podía apreciar todo desde un buen ángulo. También podía ir afuera si así lo quisiera, pero Hit le había prohibido estrictamente salir estando sólo. No podía comprender bien el motivo, ya que, se supone que seguía estando en su casa, entonces, ¿cuál era el problema?

"¿La gente mala puede entrar, sin que yo quiera?".

    Esperaba que no fuera así. Estaba entretenido mirando unas flores, hasta que algo se cruzó por su campo de visión, algo que nunca había visto antes. Una hermosa mariposa, cuyas alas tenían tonos azules y morados. Kyabe estaba fascinado.

"¿Qué es eso? ¡es muy bonito!" - pensó, con una sonrisa.

    Se sorprendió al ver que el pequeño insecto alado se acercó hacia donde él se encontraba, pegándose a la puerta de cristal. Él también se acercó. La mariposa aleteaba de forma rápida, como si quisiera decir algo.

- ¿Quiedes que vaya cotigo? - el animalito se movió aún más - No puedo hacedlo, el señol Hi se enojadá comigo.

    Una flor rosada cayó desde un árbol, hasta quedar muy cerca de la puerta. La mariposa fue a la flor, para posarse en ella. Pareciera como si, desde esa posición, examinara al pequeño saiyajin. Éste comenzó a sentir mucha curiosidad; para tratarse de un ser vivo no-civilizado, parecía ser bastante inteligente. Al final, las dudas pudieron con él. Inseguro, se levantó del suelo, para abrir la puerta y salir al jardín. Allí, la luz solar lo abrumó.

    Al estar durante tanto tiempo encerrado, su piel, ligeramente morena el día de su nacimiento, se fue volviendo cada vez más pálida. Para este momento, ya era casi blanca, daba algo de pena. Lo volvía aún más frágil.

    Se agachó para tomar la flor, haciendo que la mariposa se aleje, volando. El menor, a pasos rápidos y un poco torpes, la siguió. No sabía a dónde estaba yendo; allí, acababa el territorio que conocía. Había un enrejado que separaba su jardín, del bosque. La mariposa pasó por entre los barrotes. Él miró hacia atrás, con la esperanza de que Hit apareciera y lo regañara... le temía a lo desconocido. De todas formas, el hombre no llegó y no le quedó más opción que intentar trepar las rejas.

    Cayó del otro lado, sentado. No se lastimó, pero eso había dolido. La mariposa se posó en su nariz, provocándole cosquillas y estornudos. Quería distraerlo, hacer que se sintiera mejor. Una vez que estuvo de pie nuevamente, siguió caminando, adentrándose cada vez más en el bosque... sin volver a mirar atrás.

(★)

    Hit caminaba por la calle a paso rápido y soltando maldiciones en voz baja. La gente, como de costumbre, lo había retrasado. Estaba harto de la cantidad de delincuentes con los que tenía que convivir diariamente. En sus tiempos de sicario, no había nada que le importara menos, pero, ahora era diferente... tenía un niño a su cargo.

"Esta vez he tardado demasiado, ya está por anochecer".

    Él seguía siendo un asesino a sueldo, sin embargo, ahora solo aceptaba trabajos por su zona y que estuvieran bien pagos. No es como si antes le pagaran mal, sería estúpido decir eso. A veces, dejaba al niño sólo, por un par de días como máximo. Lo encerraba completamente y le dejaba un montón de comida e indicaciones. Aún así, nunca podía estar tranquilo.

    Se trataba de un pequeño de cuatro años, ¿qué tantas responsabilidades podría dejarle? Era su deber permanecer junto a él y cuidarlo. Por eso, cada vez que estas cosas pasaban, se odiaba a sí mismo por ser tan inútil, incluso llegaba a arrepentirse un poco de haberse quedado con el menor...

"No, ya es demasiado tarde para eso. Sus padres me lo entregaron, yo rechasé un trabajo muy importante por eso... ¿porqué me habrán pagado tanto para asesinar a esos dos? Realmente no parecían malas personas, pero las apariencias engañan. Recuerdo que, el cliente que solicitó mi trabajo, dijo que ellos eran peligrosos. ¿En qué sentido? ¿Kyabe estaría en peligro si se hubiera quedado con ellos?".

    Hit tenía un mal presentimiento. Apuró el paso, llegando por fin a la casa.

- Kyabe, ya llegué - anunció. Esperaba ver en cualquier momento al infante corriendo hacia él, pero eso no sucedió - ¿Kyabe?

"¿Habrá ido a dormir?".

    Subió las escaleras hasta llegar a la habitación del menor. La pequeña cama, estaba vacía.

"¿Se habrá ido a mi habitación? Él no suele hacer eso cuando no estoy...".

    Fue hasta su propia habitación, obteniendo el mismo resultado. Se sentía cada vez más nervioso.

- ¿Kyabe? ¿estás aquí? - tocó un par de veces la puerta del baño y entró. Nada.

    Bajó las escaleras corriendo, llamando al menor a los gritos. No recibió respuesta. Fue hasta la sala, con la esperanza de que el pequeño se hubiera quedado dormido en el sillón o algo así. Vio algo que casi hace que le de un ataque: la puerta corrediza, abierta.

"Le dije que no saliera, le dije que no saliera, le dije que no saliera...".

    En el jardín, tampoco estaba. El mayor sentía que, en cualquier momento, se echaría a llorar, pero algo en el fondo del jardín, llamó su atención. En el suelo, había una pequeña perlita blanca, idéntica a las que adornaban el abrigo del menor. Estaba del otro lado de la reja.

    En el suelo de tierra, se podían distinguir unas pequeñas pisadas... era obvio lo que estaba sucediendo.

(★)

    Hit era consciente de que Kyabe era un niño especial. Desde siempre lo supo, razón por la cuál sabía que debía ser cuidadoso. Una de sus muchas cualidades, era su velocidad, por eso, temía que ya se encontrara demasiado lejos. Ni siquiera podía sentir su presencia, aunque, al ser tan pequeño y débil, fácilmente podría confundirla con la de algún animal salvaje.

    Se decía que ese era un bosque encantado, que había un reino mágico oculto en él. No sabía que pensar al respecto. En esos momentos, solo quería encontrar a su pequeño, llevarlo a casa. Ni siquiera se molestaría en regañarlo, lo que más deseaba, era asegurarse de que estuviera bien.

    A Kyabe le daba miedo la oscuridad, eso lo sabía perfectamente, entonces... ¿estaría buscando algún lugar donde hubiera luz? Era probable. Aún así, mirara por donde mirara, lo único que veía, era oscuridad, árboles, nada más. Con un poco de suerte, podía distinguir las estrellas en el cielo, pero, ¿de qué le serviría eso? No le iluminaban lo suficiente.

    Y así, fue como Hit perdió lo más importante para él, en medio de la oscuridad.

(★)



Sí, ya sé que este shot es bastante qlero, pero por algún motivo, sentía la necesidad de publicarlo.
Estaba planeado que fuera un longfic, más no pude continuarlo y tuve que modificarlo.

A pesar de eso, gracias por leer.
♥Bye♥

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