Nieve, abrigo y café (Lucilith).
Au Humanos.
•••
Era una tarde fría en épocas decembrinas, las calles estaban cubiertas por el manto blanco de la nieve, sin duda un abrigo debía ser indispensable para aquellos que se habían aventurado a salir en tales condiciones.
Sin embargo, una mujer destacaba por la ausencia de alguna prenda abrigada en su vestimenta.
Ella tenía una cabellera larga y rubia que le cubría el cuerpo casi por completo, impidiendo que alguien lograra reconocer sus rasgos desde lejos.
Permanecía sentada en una banca, cohibida por el gélido viento que la hacía tiritar, tenía algo de nieve sobre su camisa violeta, de igual forma en sus hebras brillantes, más bien, todo su ser estaba cubierto por ella.
Por otro lado, un hombre salía de un establecimiento cercano a donde la fémina se encontraba, él llevaba en su mano un café y tenía puesto un abrigo blanco, junto a unas botas negras especiales para ese clima.
Caminaría un par de cuadras para llegar hasta su auto, finalmente conduciría hasta su hogar, donde podría descansar y darse un buen baño de agua tibia.
Mas, dejó de lado ese plan cuando al llegar a su auto, vió aquel pelo dorado agitándose salvajemente con las ráfagas de viento.
No conocía a la dama que estaba a sólo metros de él, sin embargo, pensó que ella no debería estar desprotegida ante tan congelado día.
Así que se alejó de su vehículo dispuesto a acercársele.
Y cuando estuvo a una distancia considerablemente más cercana, le habló.
—¿Disculpe, señorita, necesita ayuda? –Pregunta, siendo testigo del temblor en el cuerpo ajeno–
Los ojos de ella se dirigen a la fuente de esa voz, provocando que vea el rostro pálido y de mejillas coloradas del sujeto.
—¿Sa-sabe dó-dónde encontrar algún transporte? –Las palabras salen de su boca con un tartamudeo, realmente espera que ese extraño le dé la respuesta que necesita–
Él lo piensa por un instante antes de responder, aunque la respuesta es supuesta desde el principio, sinceramente no cree que ningún transportista circule por esa calle y menos ese día.
—No hay paradas cerca de aquí y los vehículos de transporte público no transitan en estas fechas.
—Por supuesto, maldita sea. –Susurró ella–
—Pero –Hizo una corta pausa– si quiere puedo llevarla en mi auto, está aquí cerca –Apuntó a dónde se encontraba un carro blanco–
La rubia habría dudado en aceptar esa propuesta, pero la situación en la que se encontraba no le permitía el lujo de negarse.
—No quisiera causar molestias, pero dadas las circunstancias, acepto, gracias.
—No es molestia, es más, tome. –Él le extendió la bebida caliente que llevaba aún en mano–
Las delgadas manos rodearon el envase, sintiendo inmediatamente el calor que este desprendía.
—Muchas gracias señor, es muy amable. –Menciona, luego de dar un sorbo al café, el cual era más dulce de lo que a ella le gustaba, cosa que por obvias razones no le importaba en ese momento–
—Me llamo Lucifer –Se presenta, tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse–
—Lilith –Responde aceptando la mano enguantada–
Ese simple contacto hizo que el rubio se percatara de lo verdaderamente helada que se encontraba Lilith, así que, sin pensarlo dos veces le ofreció su abrigo.
—Tenga –Dijo despojándose de dicha prenda–
—¡Oh, no, Lucifer...! –Lo interrumpe en su acción– Ya has sido muy bueno conmigo y no quiero que te congeles, créeme, con el café es suficiente.
—Tonterías, tú seguramente estuviste aquí por mucho tiempo y sin nada que te brinde calor, yo estaré bien, no te preocupes –Aseguró, colocándole el abrigo sobre los hombros–
Lilith estaba realmente agradecida con él, era un completo desconocido, pero había sido muchísimo más amable que el hombre que la dejó en esa calle.
Lucifer le indicó nuevamente a Lilith que podían ir a su auto, por lo que, caminaron las cuadras necesarias para llegar a él.
El viento volvió a hacer de las suyas, pasando fría y fuertemente entre ellos, provocando que Lucifer, ahora des-abrigado, temblara ligeramente.
Lilith lo veía con ternura y culpabilidad a partes iguales, si no hubiese salido con tanta prisa por la mañana, no habría olvidado su propio abrigo y de no haberlo olvidado, Lucifer jamás hubiese tenido que cederle el suyo.
En poco tiempo llegaron al vehículo que estaba cubierto de nieve.
Él sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta del copiloto para que ella ingresara.
Al estar ya dentro, cerró la puerta y repitió el proceso con la puerta del piloto en donde ingresó él.
Una vez el estruendo del motor fue escuchado, dando a entender que el auto había arrancado, Lucifer comenzó a conducir.
—A dónde la llevo, señorita.
Lilith le dijo su dirección y luego de eso, el trayecto se volvió silencioso.
Ella daba tragos al café, mientras observaba desde la ventana a los edificios y árboles cubiertos de blanco.
Al no tener mucho interés en el paisaje, voltea hacia el hombre a su lado, que se ve concentrado en el camino.
Lo mira con detenimiento, Lucifer es notoriamente delgado, un poco más bajo que ella, de tez pálida y mejillas enrojecidas, cosa que a su parecer lo hace ver adorable, además de permanecer con una sonrisa amistosa y lo más característico de todo; unos almendrados y bonitos ojos ámbar.
El hombre termina notando la mirada de su acompañante, causando que volteé por instinto.
Lilith desvía la mirada, se sintió apenada al ser descubierta pero no quiere hacerlo notar.
—Lo siento –Le dice–
—¿Por qué te disculpas? No es ningún crimen mirar a la gente.
—Es sólo que, no quise incomodarte.
—No me incomoda en lo absoluto.
Un nuevo silencio se instaura tras esa respuesta pero Lucifer se niega a desaprovechar la oportunidad de conversar con ella, ya que tiene curiosidad por el estado en el que la recogió.
—Por cierto ¿Qué hacía una dama como tú en medio del frío y sin abrigo?
Lilith suspira.
—Hoy salí con prisa de mi departamento, principalmente por el estúpido de mi exnovio que se ofreció a llevarme al trabajo pero de haber sabido lo exasperante que él estaría, jamás habría aceptado su ayuda. –Explicó, al tiempo que recordaba la forma en que Adán la apresuraba tocando el claxon, todo por estar retrasado para una cita con su nueva conquista, Eva–
—Al menos tú sólo olvidaste un abrigo, yo por otra parte, olvidé las llaves en una ocasión y tuve que entrar por una ventana que afortunadamente pude abrir desde fuera.
—¿Y cómo terminó eso?
—Pues... Casi caigo sobre el ventilador de la sala, por suerte eso no sucedió.
Lilith imaginó la escena y no pudo contener la risa.
—No puedo creer que exista alguien tan olvidadizo ¿Cómo vas a dejar las llaves de tu casa? –Comentó aún risueña–
—Pasa más seguido de lo que quisiera, te lo aseguro.
Ninguno de los pasajeros de ese automóvil era consciente del tiempo que llevaban en carretera, pero eso no importaba ya que para cuando terminaron de conversar, estaban cerca del departamento de la rubia.
Llegaron, Lucifer estacionó y luego acompañó a Lilith hasta la entrada.
Se despidieron, ella le devuelve el abrigo y él se lo coloca de inmediato.
Da la vuelta en dirección a su vehículo, dispuesto a marcharse, la mujer permanece en el umbral de la puerta, hay algo que quiere decirle a ese hombre pero lo piensa demasiado.
Aleja la duda y decide pronunciar las palabras.
—¡Espera! –Le pide en voz alta–
Los ojos ámbar vuelven a posarse en ella.
—¿Te debo un café, verdad? –Dice más como invitación que como pregunta–
Lucifer está por negarse, alegando que no le debe absolutamente nada, pero la cálida sonrisa de Lilith le lleva a aceptar la invitación.
Ella luce complacida cuando escucha un "me gustaría" de parte del hombre y haciéndose a un lado le deja pasar.
El interior de la sala parece acogedor, Lilith le pide a su invitado que se acomode en uno de los sofás y entonces él toma asiento.
En poco tiempo un pitido de cafetera les avisa a ambos que la bebida está lista.
Lilith toma dos tazas y sirve el café, pone una pequeña cucharada de azúcar en el suyo y le pregunta a Lucifer cuántas le gustarían en su taza.
Él pide tres y ella las vierte para luego mezclarlas con la cucharita.
Toma un plato, junto a un paquete de galletas y las sirve.
Finalmente, las lleva a su acompañante.
Ahora es ella quien le extiende un café a él, la taza es sostenida por las manos enguantadas que se encuentran con los dedos desnudos de Lilith, quien suelta el objeto una vez que el otro lo tomó firmemente.
Lilith se sienta al lado del sujeto de mejillas coloradas y el plato de galletas reposa sobre una mesita frente a ambos.
El primero en dar un sorbo esta vez es Lucifer, mientras admira la decoración del lugar.
Las guirnaldas cuelgan sobre las ventanas, un pequeño árbol navideño se encuentra arrinconado en una esquina y los destellos parpadeantes de las lucecitas coloridas alumbran tenuemente.
—Lucifer –Llamó ella–
—¿Sí, Lilith?
—Gracias, de verdad, de no ser por tí quién sabe si habría regresado tan pronto a casa, seguramente habría tenido hipotermia o al menos un resfriado.
—Bueno, de no ser porque decidí acercarme tal vez jamás te hubiese visto, aunque tu cabello no pasa desapercibido –Le confiesa, tomando uno de esos largos mechones rubios que le cubrían el rostro, acomodándolo tras su oreja–
Sus labios se curvan en una fina sonrisa al escuchar ese comentario, sumando al cuidadoso tacto que le acomodó ese pelo rebelde.
Lucifer realmente era un buen hombre, Lilith tenía ganas de conocerlo.
Y mientras lo veía comer unas cuantas galletas después de la corta charla, ella buscó papel y lápiz, con los cuales anotó su número telefónico.
Tenía intenciones de entregárselo al rubio para así poder concretar una salida o cualquier otra actividad en donde pudieran hablar más y conocerse.
Pues desde su rompimiento con Adán no se ha permitido conocer a alguien más, ya sean amigos o futuras parejas.
Analizó brevemente cómo le daría el papel sin que pareciera desesperada por convivencia, no obstante, le fue difícil encontrar una forma "natural" de expresarse, así que optó por hablar sin pensarlo tanto.
—Tal vez pienses que estoy loca pero... Realmente me resultase agradable a pesar del corto tiempo en el que convivimos y pensaba que quizá podríamos conocernos –Dicho eso le extendió el número–
Lucifer tomó el objeto y leyó lo que estaba escrito.
Con una caligrafía hermosa se podía leer el nombre de Lilith y debajo de él estaban los ocho dígitos que conforman un número telefónico.
"¿Quién diría que acabaría mi día teniendo el número de tan linda mujer?"
Luego de que Lucifer también le diera su número a Lilith ambos acordaron una salida y finalmente se despidieron.
—Espero verte pronto, también me agradaste mucho Lilith.
—Te llamaré y nuevamente, gracias por todo.
Se sonrieron por última vez. El entró a su vehículo y desapareció en las calles.
Ella cerró la puerta de su hogar feliz de haberse encontrado con Lucifer.
Fin.
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