.˚◌𑁍 Don't Kiss Me 𑁍◌˚.
I'm back, little sinners.
Almost.
Esto es demasiado dulce, auxilio.
-
-¿Llevas mucho tiempo esperándome? --Preguntó con una sonrisa en cuanto le vio. Llevaba dos semanas viéndole con las gafas y ese enorme abrigo de héroe por la televisión, tenerlo delante en una camisa y unos jeans normales era más que una bendición. Se sentía libre de cualquier obligación, como si ahora nadie pudiera arrebatársele.
Keigo solo pudo suspirar con una alegría que dolía demasiado disimular.
--Qué va. Siempre suelo ser yo el que llega tarde. --Ella rió girando su rostro para preguntarle qué iban a hacer en toda la noche.
Sin embargo Keigo se quedó mirándola con una suave sonrisa en los labios, y una mirada de profunda adoración en sus ojos de miel.
--... Hey, ven aquí.
La espalda de (T/n) chocó contra la pared de una de las callejuelas que se ramificaban de la principal. Aquellas en las que sólo solían andar los gatos, los enamorados...
Y los drogadictos.
Pero Keigo se dijo a sí mismo que aquello le quitaba romanticismo y excitación. Apartó todos los pensamientos de su cabeza que no tuvieran que ver con ella, ni con mantenerse respirando.
--Te he echado tanto de menos... --Murmuró entre la piel de su cuello. Ni siquiera la había besado. Únicamente la acorralaba contra la pared para sentirla lo más cerca posible, e incitarla a abrazarle. Cuando ella captó la indirecta solo tuvo que suspirar contra su pelo cruzando los brazos alrededor de su ancha y trabajada espalda.
Sentir un calor tan fuerte superando el suyo la tentó a inhalar más del aroma a cuero, colonia y canela que Keigo emanaba. Hundió la nariz bajo el lóbulo de su oreja permitiéndose dejar un beso suave en aquel pequeño tramo de piel.
Podía sentir lo rápido que latía el corazón del halcón sólo posando sus labios con la mínima presión bajo su lóbulo.
--Y yo a ti aún más. ¿Has acabado muy cansado? --Susurró recorriendo su pelo.
--Qué va. ¿Qué tal la beca?
--Estoy convencida de que me la van a conceder. --Sonrió orgulloso, cerrando los ojos y separándose un poco de ella para colocar las palmas ardientes de sus manos en sus mejillas, y apoyar la cabeza de (T/n) contra la pared, sumiéndola en un intenso y calmoso beso desde arriba. Cuando abrió su boca suavemente para respirar, ella emitió un quejido, Takami se permitió reírse de ella un poco.
--¿Qué te pasa ahora, llorona?
--Me estabas dejando sin aire.
--Esa era mi intención.
--Oh no. --Una sonrisa se coló en sus labios antes de besarle de nuevo y separarse de él. --¿Estás cariñoso hoy o sólo intentas matarme? Porque honestamente no sé cuál de las dos prefiero...
--En mi trabajo no soy cariñoso nunca. Así que supongo que lo pago todo contigo. Y tú no eres cariñosa conmigo nunca...
--Así se crean las dependencias emocionales. Y sí soy cariñosa contigo. A veces me pregunto si no tendrá nada que ver con la estación en la que estam-... --Keigo interrumpió esa frase doblando su lumbar hacia atrás en una carcajada. Unas pequeñas lágrimas se escaparon de las comisuras de sus ojos. (T/n) infló las mejillas molesta. --No te rías así, te vas a quedar afónico y te vas a hacer un estropicio con el delineado.
--Perdón, es que... Es una observación que me preocupa. ¿Este tipo de cosas salen en una conversación cuando las colegialas hablan de mí? No puedo evitar sentirme orgulloso, pero...
--¡Keigo! --La palma de (T/n) se estampó contra su nuca, y aquel golpe sirvió como un girar en la manivela de cuerda de un muñeco, provocando más y más de las sonoras carcajadas del héroe.
--¿Tienes una mínima idea del apareamiento de los halcones?
--¿Tengo cara de...? ¿Hacéis una especie de baile?
--No exactamente... Pero no quiero decepcionarte. Puedo improvisar algo aunque créeme que no quieres verlo.
--No quiero verlo.
--Chica lista. Lo cierto es que el halcón que busca pareja, se aparea de por vida. Los halcones se aparean fabricando una casa en la que vivir. Les entra ansiedad. --Keigo sonrió mirándola. Aquello sonaba menos excitante que un subidón de serotonina y dopamina repentinos y periódicos. Pero la idea de tener algo común con ella que llamar "hogar" era algo que no le disgustaba. --¿Por qué? ¿Intentas insinuar algo?
La sonrisa traviesa se esfumó de los labios de Keigo tan pronto como la sonrisa malévola apareció en los de (T/n). Pero esta rápidamente desapareció. Keigo confundido vio bandera verde para relajarse y continuar caminando a su lado.
--Creo que lo que más me molesta es... Cómo te idealizan. ¿No es demasiado peso para tus hombros que todo el mundo te exija ser perfecto? La gente cree que eres una especie de dios alado perfecto y sin un solo defecto.
--¿Y qué piensas al respecto?
Ella suavizó su sonrisa.
Se negaba a hablar de algo triste con él ahora que podía estar delante de él y tocarle y abrazarle y besarle hasta que jadease en su cuello por aire.
De sus labios solo pudo salir amor.
--Que roncas una barbaridad. --Keigo estalló en carcajadas, doblando las plumas de sus alas a su alrededor. Como si estas también se estuvieran riendo al son tintineante de la voz ligeramente resquebrajada aún si afrutada y jovial que exhalaban sus labios tras un suave reposo para tomar aire y reír de nuevo.
El corazón de (T/n) se saltó un latido.
--¡No ronco tanto! ¡Solo que tú tienes el oído muy fino cuando quieres!
--Roncas. Y muy fuerte Keigo. Roncas como un oso gordo. Eso tus fans jamás lo sabrán. Pero alomejor tendrías que ver un médico
--Ojalá mi ronquido fuera otro superpoder. Y tú das patadas cuando duermes.
--Cuando dormimos juntos, siento que vas a tirar la casa abajo.
Una risa residual tiró de sus labios antes de ceñir sus brazos a su cintura.
Hawks presionó su arco de cupido contra el nacimiento del cabello de (T/n) dejando escapar un suspiro contenido y casi tembloroso.
--¿Te molesta cuando la prensa hace conjeturas sobre ti? Sobre cada vez que sales con algún amigo, te sacan una foto y el título de la revista al día siguiente dice que me engañas. O que no te pregunten sobre tus logros sino cómo se siente ser mi pareja. ¿Te molesta tener tantas mujeres y tantos hombres en tu contra por mi culpa?
--Claro que me molesta. Pero no es tu culpa. Y yo tengo muchas cosas en las que pensar. Si desaprovecho mi tiempo contigo pensando en alquilen que no seas tú... Sería una auténtica estupidez, ¿No?
Él sonrió. A veces la fortaleza de aquella chica le hacía pensar que era más de lo que merecía.
(T/n) no estaba con él porque fuera atractivo. Ni guapo. Ni el héroe número dos. Ni siquiera porque tuviera alas. Ni por esa pseudo-personalidad triunfante que adoptaba cada vez que alguien lo desafiaba.
¿Qué veía ella en él?
Porque él sabía definitivamente lo que veía en ella.
Amaba su sentido del humor. Como se arrugaba su nariz cuando reía, como era completamente incapaz de comerse una hamburguesa sin ponerse perdida de salsa, como ponía mil alarmas para despertarse a la primera y tener que apagar las demás, como se enfadaba cada vez que perdía. Como siempre pensaba con la cabeza antes de dar una respuesta emocional. Lo fuerte e independiente que era. Y el hecho de que aunque él no estuviera, ella seguiría brillando con luz propia.
A Keigo le encantaba que (T/n) no era suya. Que no le necesitaba. Que seguía respirando cuando él se iba.
Y que no dejaría de quererle aunque él tuviera que dejarla unos meses sola por cuestión de trabajo.
Y para alguien que a penas pisaba su casa debido a todo el trabajo que tenía, aquello significaba un mundo.
Pero... ¿Y ella? ¿Qué le veía ella a él?
--Necesito que te acerques un segundo. --Dijo mirándola a los ojos. Ella estudió su rostro en busca de algo que pudiera darle una pista sobre lo que pasaba por su cabeza en ese momento.
El atasco del tráfico era considerable. Había empezado a hacerse de noche, y el magnífico plan de ir a cenar a ese restaurante nuevo tendría que dejarse para otra noche. Keigo tenía otro plan ahora. Improvisar siempre fue lo suyo, pero sentía que quizá esta vez el destino no sería tan benévolo para tratar de mantener su tranquilidad.
--Necesito que cierres los ojos, y que escuches muy atentamente lo que voy a decir.
--Mhm.
--Y diga lo que diga... No me beses. Quiero terminar.
--¿Tú sí puedes besarme?
--Sí.
--Déspota.
--Shhh... --Ella supo que era su momento para cerrar los ojos cuando la nariz de Keigo rozó la suya. Keigo se planteó si no debería ser él quien pusiera todo su empeño en no besarla. Su voz sopló suave contra su piel. Sus manos cálidas y ásperas subieron a sus mejillas y trazaron con dulzura sus labios. Ella no pudo más que inclinarse a su toque. Ninguno estaba respirando. El aire se había taponado dentro de sus gargantas y ni siquiera se habían dicho nada aún. Él ni siquiera hablaba.
--Imagina que vuelvo de una misión extremadamente peligrosa. Imagina que vuelvo lleno de vendas, pero aún puedo correr hacia ti cuando te veo en el aeropuerto. Imagina que llevamos meses sin vernos y que temes que cada llamada o cada mensaje que te envíe sea el último.
Un suspiro húmedo golpea los labios entreabiertos de Keigo, y este lucha con uñas y dientes contra todo impulso que le obligue a colisionar con su boca hasta probar la sangre de sus labios magullados de fresa en su lengua.
--Imagina que tú llevas puesto ese vestido blanco y largo que te pones cada vez que vamos a la playa y que te hago girar en él cuando por fin alcanzo a tocarte...
El hilo del que su autocontrol prendía se deshace con cada roce de sus pestañas contra sus pómulos afiliados. Los rizos dorados caen por la frente de (T/n) y la hacen cosquillas. Sus manos temblorosas se aferran a su camisa, y sus alas la envuelven hasta que no puede ver nada más que plumas rojas emerger en una cascada de rubíes y fósforos candentes desde la anchura de la espalda de Keigo.
--Que tus pies no están apoyados en el suelo, y que necesitas besarme tanto como necesitas respirar... Ah ah ahh, deja que termine, hay algo que quiero decirte antes de besarte.
El atasco del tráfico era considerable, pero el bullicio se había silenciado. Keigo podía sentir los frenéticos latidos de ella dentro de su pecho. Se les había hecho de noche.
Los labios de Keigo se presionan contra los suyos, pero sus bocas no se abrazan. Sus respiraciones no bailan. Coquetean y juegan con fuego mientras arden.
Entonces (T/n) abre los ojos y sus miradas se encuentran.
La voz ronca de Keigo es ahora un susurro de súplica. No puede decir nada más. Sus palabras se oscurecen hasta desaparecer detrás de las pupilas del ángel que tiene delante. Murmura. Tararea. Un ruego. Un hechizo.
--Cásate conmigo.
Por si me echaban de menos. 💋 ❤️🌹
Y ya que probablemente mi motivación no vuelva a ser la misma.
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