.˚◌𑁍 Black Prada Heels 𑁍◌˚.

Villain! Reader.

Cuando era pequeña, a (T/n) solían decirle que mirase dos veces antes de cruzar una calle, si no quería obtener un futuro fatídico. Si no quería que el infortunio la golpease en forma de coche, si no quería que lo último que vieran sus ojos fueran las luces, o si lo último que fuera a escuchar fueran los gritos perdiéndose en el ruido gris de la ciudad.
Ahora (T/n) miraba dos veces antes de cruzar una calle. Pero no para prevenir un atropello.
Sino para evitar ser reconocida.

Su rostro estaba en cada cadena de mensajería por chat, en cada anuncio publicitario, en cada informe policial, en cada una de las pizarras y los corchos de las comisarías, en las listas de las oficinas de los héroes y prohéroes. Incluso tenía la constancia de que los mocosos de la UA tenían también obligación de alarmar y advertir si alguno la veía.

Sin embargo, nadie iba a conocerla así. Parecía sacada de un cuadro de Tamara de Lempicka; Vestida con un vestido cóctel verde manzana, sus piernas torneadas veladas con unas medias translúcidas negras que las surcaban con una línea oscura por detrás. Sus zapatos de tacón golpeando el suelo, rítmicos y acompasados como los latidos del corazón de un león a punto de devorar a su presa. Había envuelto su cabeza con un pañuelo blanco, se había colocado sus gafas de sol mariposa, y miraba por encima del hombro al resto de mortales jugueteando con sus guantes blancos.
Pero cielos, no podría importarle menos.

Con una sudadera, perfume compatible con una cuenta bancaria con un cantidad de ceros estándar, y unas deportivas, su talante sería el mismo.

Si alguien se fijaba en ella. Tan solo tendría que hacerse pasar por una especie de actriz famosa. Un ligero guiño de ojos por encima de las gafas, mientras acorazonaba sus labios pintados de rojo y colocaba su dedo enguantado sobre ellos, haciendo cómplice a aquel que la hubiera visto para que le guardase un pequeño secreto.

Por mucho que le hubiera gustado lanzarles un mordisco amenazador a los niños que la miraban extrañados e ingenuos, con sus rostros llenos de churretones y manchas de helado de chocolate, (T/n) buscaba a alguien. Había salido de casa con un propósito.
El simple hecho de caminar se hacía cada vez más difícil para ella.
Pero tenía algo por hacer.
No era algo elegante llegar tarde.

Sonrió maliciosa cuando cruzó las puertas de vidrio fino y trazados dorados del Chrysler. Había alguien esperándola en aquel edificio destinado a la burocracia y la ejecución, en aquellas habitaciones reservadas en lo más alto, más allá de las águilas que lo adoraban.
Tamborileó su manicura francesa en la barandilla del glamuroso y lujoso ascensor verde turquesa que la condujo directamente a la habitación para uso exclusivo de personal autorizado, donde era esperada por alguien especial. Por la única persona que conociera capaz de conseguir una habitación en el Chrysler.
O bueno... Quizá no la única persona.

––Es una pena que seas el héroe número dos. ¿Sabes?  William van Alen era un genio, pero sigo prefiriendo el Empire antes que el Chrysler. Me gustan los sitios altos. Supongo que esto es lo máximo que puedes conseguir. Si Endeavor fuera un poco más accesible podría estar ahora mismo en el rascacielos más alto de Nueva York. Pero... Tendré que apañármelas con lo que tengo. ¿Eh Keigo? ––Saludó batiendo suavemente sus dedos.

El nombrado observó por encima de sus alas bermellón a (T/n) entrar en la habitación con su propia llave. ¿Acaso no era una vergüenza para la sociedad tener a la asesina más buscada y odiada de dos continentes enteros en una suite del Chrysler? El mundo era injusto, ella simplemente había aprendido a sacar partido de ello.

Su mirada aún se dulcificó cuando una fibra del orgullo de Hawks se vio alterada por el hecho de que el Empire estaba reservado para el héroe número uno. No para él.
El calvario del segundo puesto le perseguiría siempre.

––Endeavor es un cascarrabias. No le aguantarías. No le aguantan sus hijos, ¿Serías tú capaz de aguantarle? ¿Con la poca paciencia que tienes? ––Ella trató de ahogar una risa para mantener su personaje.

Sonrió alzando una ceja, y se quitó los tacones negros de Prada, los pendientes, los guantes, las gafas y el pañuelo. Dejó el bolso en el aparador de cristal y se revolvió un poco el pelo, colocándose de pie frente a la base de la cama. No sabía si él también lo había notado, pero cómoda se sentía más guapa. No estaba acostumbrada a llevar guantes, y liberar sus manos al frío de esa tela era casi extásico.

––Si hay algo que hace falta para ser villano, es tener paciencia. ––Hawks se giró y la miró con una sonrisa desafiante. ––Y quizá un par de traumas infantiles y algún que otro problema de inteligencia emocional. ––El héroe se echó a reír y se abalanzó sobre ella, tumbándola en la cama de sábanas de seda. La risa que se escapó de los labios rojos de la joven sonaba demasiado hermosa y jovial para el estereotipo de una villana. ––Admítelo Piolín, esta vez me has echado de menos.

––Por desgracia, sí. Y vuelve a llamarme Piolín una vez más y te juro que-...

––Piolín. ––Keigo trató de no responder al apodo. Para no darle en el gusto a ella, que tan solo quería provocarle.

––¿Te has quitado los guantes y los tacones?

––Sí, y personalmente, deberían volver a ser unisex. ¿Sabías que antiguamente solo vestían tacones los reyes? Esto era bastante común en Francia. Te reto a encontrar un sólo cuadro de Luis XIV sin tacones.

––¿Y por qué los llevaban? ––Se acercó a ella, comenzando a juguetear con el lazo de adorno del vestido. Tomando la doble tela verde entre sus dedos.

––Porque estaban por encima de los demás, incluso físicamente. ¿Por qué crees que dicen que Napoléon era bajito? En absoluto. Era odiado, y descuidado, y debería haber mirado el tiempo antes de ir a por los rusos, pero no era bajito.

––Podrías haber sido una estudiante brillante. ––Comentó Keigo susurrante, arrastrando las palabras, en la polifonía de su voz ronca.

––Soy mejor asesina que estudiante. Y no intentes convertirme. No voy a volverme heroína. ––Keigo sonrió resoplando y mirando a su alrededor, casi desesperado. Aunque no sorprendido. El mal, no tenía cura...
Pero a veces dudaba que (T/n) fuera mala. ––Al menos no de la noche a la mañana. ¿Tenéis un grupo en el que habláis de vuestras cosas de héroes?

Keigo comenzó a apartar los tirantes de su vestido de sus clavículas, hasta que cayesen a ambos lados de sus hombros, interesado en aquel monólogo trivial y despreocupado que tenía con ella en aquel momento. Como si a ella no se le saltase un latido con cada milímetro de menos que batía el récord de cercanía.

––... Deberíais incluir a un buen terapeuta en la UA si no queréis que vuestros estudiantes se pasen al "lado oscuro de la fuerza".

Ella se mordió los labios con diversión y paseó el dedo por la línea de su afilada mandíbula, casi con temor a cortarse.
El simple roce de su cálido aliento en su oído sirvió para recordarle a su cuerpo que estaba helado, y que necesitaba ese mismo calor en todo su ser para saciar su sed.

––Avísame cuando vayas a lanzarme a la cama. No me gustan los sobresaltoO-...

Su espalda se rodeó de los hermosos y brillantes pliegues de seda a su alrededor una vez su cuerpo se estrellase de repente. Una risa maliciosa y juguetona se escapó cuando sintió los dientes de Keigo en su clavícula.

––Mírate. Te encantan los sobresaltos.

––Sí, pero tú no lo sabes. ––Agregó guiñándole un ojo y colocándose un dedo en los labios.

––Haces bien en guardarte ese secreto. Podría utilizarlo en tu contra. ––Lo siguiente que sintió fue su rodilla haciéndose paso entre sus muslos, de manera sutil, sin fogosidades. Casi con elegancia.
Se mordió los labios, tratando ignorar el flagrante cosquilleo en su cuello cuando sintió su boca delimitar su yugular. Su sangre pulsaba en latidos, magnetizando el contacto de los besos del héroe.

Sería vergonzoso que un villano de su calibre perdiera la cabeza ante algo tan simple, pero era inevitable no rendirse a sentirse viva cada vez se sus pieles colisionaban.
Quizá... Seguramente había alguien mejor para ambos ahí fuera. O incluso en el mismo Chrysler.
Pero no les importaba.

Se miraron a los ojos, (T/n) ladeó suavemente la cabeza e hizo una mueca de pregunta. ¿Qué pasaba por su cabeza? ¿A qué estaba esperando?
Él pareció librarse de aquella batalla interna que su mente estaba desenvolviendo. Finalmente la besó.

Fundió sus labios con los de ella y forjó un lento y consistente beso que mantuvo sus respiraciones y sus pensamientos anulados. Como si ya no fuera héroe y villana. Como si el sentido de sus mismas direcciones no importase lo más mínimo.
Ambos conocían más que bien los labios del otro. Habían compartido más besos como ese, pero quizá no más intensos, ni siquiera cuando habían estado con bastante menos ropa que en aquel momento.

Tomó sus muñecas y las colocó por encima de su cabeza, paseando los dedos por el tronco de su cintura, colmando a (T/n) de escalofríos, susurrando su nombre contra su oído, consiguiendo que sus párpados se cerrasen tan fuertemente que su eyeliner se desdibujase.
Así como el gloss de sus labios se acumulaba mejor en la camisa blanca de Keigo que en su boca.

El cuerpo de Keigo se cernía sobre ella, abrasándola aún si no llegaban a tocarse del todo.

––¿Está mal que quiera hacer esto solo contigo?

––Tenemos conceptos distintos del bien y del mal, Keigo... ––Suspiró cuando los dientes del héroe se arrastraron peligrosamente lentos en un punto clave. Sintió su lengua delimitar los anillos de su tráquea en si garganta estirada. Su respiración se atascó, impidéndola respirar. Pero no le importaba.

––Puedo sacarte de ahí (T/n)... Vales más que todo eso... Puedo sacarte de la liga de villanos. Cielos, cobrarías bastante más...

––No sigas.

––Pero serías de gran ayuda, (T/n). Eres brillante, tienes un enorme potencial, si tan solo lo enfocases en...

(T/n) se apartó rápidamente de él. Molesta, enfadada, callada, seria... Y cansada. Keigo suspiró rascándose la nuca, observando cómo ella hundía si rostro entre sus manos, mirando al frente, con los ojos vacíos bajo aquella oleada de pestañas rizadas que remataban sus delicados párpados.
Sus uñas segmentaron sus cabellos cuando pasó sus manos por su nuca hacia sus hombros.

––No voy a emplear los últimos años de mi vida en ser útil para una panda de egocéntricos que se creen con el derecho a establecer lo que está bien y lo que está mal. La diferencia que nos separa, está en el punto de fuga desde el que nos enfocan. ¿Acaso los héroes son santos y salvadores y pecados? No lo creo, guárdate tu discurso para alguien que no haya oído suficiente de esa basura.

Sintió un pinchazo en su pecho cuando comentó aquello.
Por un lado, porque tenía razón. En todas y cada una de sus vertientes argumentales, fueran cuales fueran las palabras que ella escogiese... Serían ciertas.

––Esta es la última vez que nos vemos, Keigo. Mañana vamos a atacar una emisora de radio para dar un mensaje desde allí. Vamos a llevar bastante artillería. Mantente alejado. Toga se ha dado cuenta de que me contengo contigo.

Y por otro lado... Porque (T/n) pasaría a ser recordada y odiada por mil cosas... Que solo arañaban la superficie de la luz y la dualidad que solo Keigo parecía ver dentro de ella.
Porque (T/n) era la persona más brillante que había conocido.
Y a sus veinticuatro años;
se estaba muriendo


––¿Cuántas referencias artísticas, arquitectónicas e históricas quieres?

––Sí.

Ojalá les haya gustado little sinners.
See you in hell. 💋

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