Tobio Kageyama +18
Aún no corregido.
NSFW
—Colocamelo, Tobio.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo, Kageyama te volteó a ver totalmente nervioso. Le llamaste agitando tu mano.
—Anda, esta vez si que golpearé la pelota.
Lo siguiente que viste fue como desvío el rostro y se encorvó en su lugar. Que escuche esas palabras viniendo de tu boca le hizo sentir avergonzado. Incluso admitió en su cabeza que se intimidó.
—Bien— accedió, comenzando a trotar al otro lado de la cancha. Se agachó para agarrar un balón y se acercó a ti.— Espero que esta vez si la golpees.
—Claro que lo haré, Tobio. Confía en mi— esbozaste una amplia sonrisa y te alejaste de la malla un poco. Miraste al pelinegro atenta, tus rodillas flexionándose un poco y preparándote para correr.
—Que los demás no escuchen como me llamas, ________— Susurró. Le viste mirar para todas las direcciones posibles por si había alguien oyéndoles. Diste un chasqueo de lengua y simplemente le pediste que lance la pelota al aire.
Kageyama se concentró en tirar el balón hacia arriba y corriste. Quisiste imitar a Hinata, a decir verdad.
Incluso él había golpeado la pelota más despacio que de costumbre para que así le des bien. Pero aún así sin duda esto no era lo tuyo. La golpeaste mal.
Pero si que la golpeaste.
—AAAAAAAAAAAAA— llegaste a caer al suelo de la pura emoción. Era primera vez que te salía aquel remate tan bien.
Kageyama quedó perplejo y alzó sus brazos. Ambos se miraron, el aún de pie y tú sentada en el suelo. Él celebró en silencio, todo lo contrario a ti que aún seguías chillando emocionada.
—Ayúdame a pararme— estiraste una de tus manos. Disimulaste la risa que iba a salir de tu boca y Kageyama simplemente se acercó y agarró tu mano. En ese instante lo tiraste hacia abajo y él tropezó.
—Aquí no... __________— abrazaste su cuello y dejaste un corto beso en sus labios. Kageyama apoyó sus codos a cada lado de tu rostro para no dejar caer todo su peso y aplastarte.
Tu novio si que era muy precavido. Y digamos que... no era mucho de muestras de afecto en público.
—¿Lo hice bien?— preguntaste en un susurro. Kageyama dejó de ver la puerta de entrada y se concentró en tu sonrisa. Decidió asentir.
—Si, lo hiciste bien.
Volviste a atraerlo a tu boca y esta vez él correspondió el beso.
Kageyama no pudo evitar sonreír. Prácticamente su novia ahora le estaba besando en el suelo del gimnasio. Nunca se imaginó que le iba a ocurrir algo así.
Siquiera imaginó que tendría novia alguna vez. No con su personalidad tan única.
Dejó breves besos en tu boca antes de separarse del todo. Sus rodillas quedaron a cada lado de tus piernas y se sentó. Te pareció tierno como sus mejillas se encendieron en un leve carmesí. Tú de seguro estarías igual, pero no te importó en ese entonces.
Sonó la puerta y fuertes pasos. Kageyama se sobresaltó y se alejó, ahora gateando hacia atrás rápidamente. Te sentaste en dirección a él e intentaste no reír al ver su expresión casi horrorizada.
—Hey, Kageyama, _________— volteaste tu rostro y miraste a Shoyo. Rápidamente se acercó a saludar.
—¡Hola, Hinata!—hicieron un saludo de manos que antes habían inventado. Kageyama les miró con el ceño fruncido.
—Hey, ________— otra voz se hizo presente en el gimnasio. Te volteaste y saludaste a Asahi con una sonrisa.
—Uy, al parecer interrumpimos algo— Tanaka se asomó dentro y te miró insinuando algo. Rápidamente echaste a reír.
—Kageyama está sonrojado— mencionó Sugawara ahora entrando al gimnasio. Hinata soltó un grito y de inmediato comenzó a preguntarle cosas al pelinegro.
—Cállate, Hinata idiota—.
Diste un vistazo a tu novio y él de inmediato dejó de mover bruscamente a Hinata. Kageyama simplemente esbozó una mueca avergonzada y se levantó.
—Iré al baño— murmuró irritado. Su tono de voz hizo reír a carcajadas a los demás, sobre todo a Tanaka.
—Oikawa me dijo que era un idiota—.
Escuchaste todas las quejas de tu novio. Estaba bastante enfadado, demasiado.
A pesar de ya estar en los Schweiden Adlers y tener 21 años, le seguía irritando Oikawa. Justo ese día por la mañana se encontraron sorpresivamente y el castaño no pudo evitar provocarlo un poco.
—¿Quien se cree que es?— apretó la toalla que yacía sobre su hombro.— Y además coquetea con mi novia justo frente a mis ojos. Maldito bastardo...
—Esa boca, Tobio— canturreaste.
El pelinegro mordió su labio y susurró una disculpa. Su mano libre se entrelazó con la tuya y caminó a tu lado, disminuyendo sus apurados pasos.
—Pero joder, me enoja. Estoy muy enojado, amor— susurró apretando los dientes. Aumentó el agarre que su mano tenía en la tuya, al igual que apretaba la toalla con su otra mano.
—¿No te alegra tu buen desempeño en las prácticas?— le codeaste, intentando llamar su atención.
—Si, pero me sigue jodiendo eso que dijo antes— admitió. Por un segundo, su atención fue a los alrededores, ya los demás del equipo iban saliendo del gimnasio con sus pertenencias.
En ese entonces fue cuando tuvo una loca idea.
—Acompáñame a los vestidores— Habló rápido. Actuaste confundida, pero decidiste no preguntar. Kageyama te llevó con él y caminó más rápido.
Apenas tus neuronas comenzaron a funcionar fue cuando sentiste tus manos sudar, tus nervios aumentaron. No dijiste nada, no mencionaste nada ni opinaste con alguna idea. Dejaste que un Kageyama enojado te guíe por el gimnasio hasta un largo pasillo para luego girar a la derecha y adentrarlos a una habitación.
El vestidor de hombres de Schweiden Adlers.
No podías con la emoción.
Estabas sonriendo como una boba mientras él cerraba la puerta con seguro y luego te empujaba hasta cerca de las duchas. Lo que más te gustaba de aquella idea era que estaba ardiendo en rabia.
Si se desquitaba contigo, se te era un privilegio.
—Debí preguntar antes, ¿no?— preguntó apenas rozo su nariz con tu frente, ahora bajando su rostro aún más. Tus manos fueron hasta detrás de su cuello y pegaste sus cuerpos, su espalda chocó con la pared.
—No— sonreíste y el pelinegro comenzó a besar tu boca. Los giró a ambos y esta vez fue tu espalda la que impactó con la pared.
Diste un brinco y enrollaste tus piernas en sus caderas, tu novio empujó sus caderas a las tuyas. Sus shorts deportivos eran lo suficientemente delgados como para marcar perfectamente su erección. Sentiste aquello alargado y endurecido contra tu abdomen bajo, le besaste con aún más ganas esta vez entreabriendo la boca para poder recibir su lengua.
Sentías que estabas en una jodida aventura.
Sonreíste por cada toque de sus ansiosos dedos, sonreíste aún más cuando su mano se enredó detrás de tu nuca y dio un tirón a tu cabello. Gemiste separando tus labios entre sí y tu novio aprovechó de introducir su lengua en tu boca, acariciando el interior con el que estaba ya familiarizado.
Cada beso de Kageyama te daba la idea de lo enojado que estaba.
Desordenaste su cabello y te sujetaste de unos pocos mechones, te deshiciste en su boca mientras te tocaba. Él tenía sus ojos cerrados, y siguió teniéndolos así aún cuando se separaron del beso para poder respirar como corresponde.
Bajó sus shorts con ambas manos y dejó a la vista su miembro, su glande enrojecido y ya húmedo. Por solo la bonita vista que tenías entre tus muslos dejaste escapar un ávido gemido quejoso, mordiste tu labio inferior para evitar decir algún comentario en doble sentido. Al escuchar ese sonido tan placentero, Tobio abrió los ojos, tan dilatados y brillosos como siempre los tenía en este tipo de momentos.
Decidiste observar su boca mientras ambos calmaban sus respiraciones un poco. Sus labios estaban más hinchados, más rojizos y ahora con un pequeño corte en el centro de estos. Eso fueron tus dientes, lo admitirías luego.
—¿Sigues enojado, bebé?— moviste tu rostro, ladeándolo provocativamente. Sus labios rozaron en el acto.
—Si, mucho—.
Las manos de Kageyama se instalaron bajo tus muslos y te acomodo más arriba, tu rostro a la altura del suyo. Juntó un poco tus muslos, su pene quedando atrapado entre estos. Él sonrió un poco, una sonrisa coqueta que muy pocas veces veías en su rostro.
Subiste tu falda y tu misma colaste tu mano entre tus piernas para mover las bragas que traías. Kageyama se sorprendió ante tu apuro, pero no se quejó ni mucho menos, solo llevó una de sus manos hasta tu trasero y ayudó a mover aquella tela hacia un lado.
—Que bueno que te tengo a mi lado, _________— sus miradas volvieron a encontrarse, Kageyama empujó sus caderas más cerca de ti provocando un intenso calor en tu zona baja.— te amo demasiado, lo sabes, ¿no?
Al finalizar esos pequeños susurros comenzó a besar tu cuello, su boca se esmeró en dejar pequeñas marcas que de seguro durarán una buena temporada. Movió tu blusa hacia abajo, dejó al descubierto tu brasier y soltó una carcajada sin gracia. ¿Por qué tenía que ser de encaje justo ahora?
—Tengo un preservativo en el brasier, sácalo— Kageyama entrecerró sus ojos. Con algo de duda dejó de sostener tu trasero y subió una de sus manos hasta tu ropa interior, movió la escasa tela hacia abajo y sacó el sobre.— Una nunca sabe...
—Que inteligente es mi novia— soltó orgulloso.
Dejó un pico en tu boca y aún observando tu boca y parte de tus senos, abrió el sobre y cubrió su miembro con el látex. Tus manos se aferraron a su espalda por debajo de su camiseta apenas sentiste su piel en tus muslos, acercando su miembro a tus pliegues y posterior calor.
Solo quería follarte, necesitaba hacerlo para así calmar su enojo. Le sentiste suspirar cerca de tu oído, sus dientes apretaron la piel de tu cuello cuando te embistió de una sola estocada. Tus uñas se aferraron a su espalda y afirmaste tus piernas en sus caderas.
Su pelvis chocaba con la tuya tan duramente. Ambos gemían por el placer de sentir al otro, su miembro llenándote por completo y tú presionándolo con tus suaves paredes, era simplemente excitante.
Alineó su miembro perfectamente para ir muy profundo y sin que tus bragas estorben. Sus manos agarraron tu trasero lo suficientemente fuerte como para sentir un leve dolor en tus mejillas. Mientras te follaba contra la pared sus manos tiraban de tu cuerpo hacia arriba con cada embestida. Mierda, no pudiste cerrar la boca ni por un segundo.
Meció sus caderas en un ritmo más rápido, sus gemidos daban de lleno en tu oído el cual escurrían por todo tu cuerpo y aumentaba la humedad de tu centro. Tu mente se puso en blanco y simplemente pensaste en cada sensación que estallaba en tu centro, cada temblor y cosquilleo agradable que poco a poco aumentaba en frecuencia.
—Carajo... _________— respiró por la boca y llevó su mano a tu cabello. Te quejaste en un alargado y agudo gemido cuando su mano tiró de tu cabello al lado opuesto en donde estaba su boca. Descubrió más tu cuello y mordió ligeramente tu hombro. Aún así sus gemidos se escuchaban en conjunto a sus embestidas.
El golpeteo de sus pieles llegaba a tus oídos y provocaba una emoción aún mayor, por esto y por cada embestida fue que te encontrabas en poco tiempo chorreando. Tu excitación bajando por tus muslos, incluso envolviendo la polla de Kageyama y cubriendo su piel con parte de tu liberación. Llegaste al clímax y solo pudiste aferrar aún más tus piernas y uñas a su cuerpo.
El ojiazul sintió como temblabas del éxtasis, pero siguió, sus embestidas siguieron de tal forma; bruscas y rápidas.
Estabas sudando y sonrojada a más no poder, en otra ocasión te avergonzaría enormemente. Pero ahí estaba Tobio, enterrándose en ti duramente, como si no le importase nada que ahora estaba sobreestimulando de más tu pequeña cavidad.
Le miraste de reojo a través de tus pestañas, antes tenia una mueca irritada en su rostro, pero ahora era todo lo contrario. Se veía aliviado, excitado, pero también aliviado.
Tarareaste incoherencias cuando llegó al clímax luego de unas cuantas penetraciones. Dejó de tirar de tu cabello y sus manos sujetaron tus caderas, su pulgar frotando en círculos tu piel. Se mantuvo dentro durante un par de segundos, respirando agitadamente en tu cuello y con su miembro latiendo entre tus paredes.
No sabias si hablar o no, siquiera tenías la certeza de si tu voz sería normal o tartamudearías en el proceso.
Sin dejar de abrazarle con tus piernas, Kageyama separó sus caderas de las tuyas y su miembro salió de tu interior. Dejaste apoyada tu nuca en la pared de atrás y cerraste los ojos mientras él sacaba el preservativo y buscaba un basurero donde botarlo.
—Podría contactar a Oikawa para que te insulte más seguido...— susurraste. Kageyama gruñó y te vio enfadado, simplemente reíste. Aún sin verlo ya sabías la expresión que tenía.— Es broma.
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