macarena - Carlos x Charles +18
Prompt: Now, come on, what was I supposed to do?
He was out of town and his two friends were sooo fine
Descripción: En donde la novia de cierto piloto encuentra diversión en sus dos amigos.
Advertencia: Contenido +18 leer bajo propia discreción. Sexo sin protección. Dom Carlos. Dom Charles. Descripciones gráficas. Infidelidad. Max siendo un idiota. Porn but with a plot.
▌│█║▌║▌║ —— ║▌║▌║█│▌
Cuando tuviste aquella primera cita con tu actual novio recuerdas que fuiste bañada en elogios. "¡Enhorabuena! ¡Un millonario!", "Te sacaste al mejor partido", "De esos no se consiguen, eres afortunada", "Viajarás por el mundo y sin tener que mover ni un dedo". Y también pensaste que sería así de bueno como lo describían.
No sabías ni quien era cuando lo conociste.
Max Verstappen, el dos veces campeón de Fórmula 1.
Y aunque su título lo hiciera ver brillante, a su sombra, tu propio brillo se fue apagando. Solías tener un nombre propio. Ahora solo eras "La novia de Max". Cualquier mérito que pudieras conseguir por tu cuenta, ya no lo era, todo lo atribuían a tu novio. Y eso sumado a la indiferencia de Max al tema, mayor obsesión en el campeonato y su progresiva falta de interés en ti, te había llevado a donde estabas ahora: en un bar, como el día que lo conociste, con tu tercer vaso de whisky en la mano.
¿O era el cuarto? No tenías idea.
Miraste alrededor con desinterés. En las noches se volvía un bar discoteca, y conociendo el ambiente de Fórmula uno, y el desastroso resultado de Max de hoy al no poder terminar la carrera, tenías miedo de encontrarte con alguien de su círculo que te acusara, o a él, pues le dijiste que te quedarías en el hotel. Necesitabas un respiro de sentirte vigilada a todas horas.
Un mensaje resonó en tu celular.
Max
Estoy camino a Mónaco. Busca boletos de avión.
Suspiraste dejando el aparato en la mesa. No querías ni seguir tocándolo porque sabías que volverías a leer el mensaje mil veces y te haría sentir peor.
Tomando un sorbo de tu whisky pudiste sentir unas miradas fijas en tu espalda. Viendo por sobre tu hombro de manera discreta te topaste con las miradas de un español y a un monegesco que reconocías. No habías interactuado mucho con ellos, pero sabías quienes eran y en estos momentos estaban probándose como el mayor obstáculo para Max en el campeonato.
Seguro salieron a celebrar su primer y segundo lugar en el podio.
Observaste con curiosidad como no parecían estar acompañados. Te dieron una repasada con la vista y sus ojos se oscurecieron con deseo, hablando en susurros entre ellos.
No sabías qué se traían entre manos, pero tú al menos no te dejarías arruinar la noche por esos dos, por lo que terminando lo que quedaba de tu bebida te levantaste y te dirigiste a la pista de baile, dejándote llevar por la música que resonaba sin dejarte perturbar por tu falta de compañía.
¿Estrés? ¿Preocupaciones? Ya no las conocías. Sentiste toda la tensión salir de tu cuerpo conforme bailabas, siendo algo que hacías por diversión al no tener que rendirle cuentas a nadie o intentar impresionar a alguien, solo tú, tus caderas y el ritmo. No existía nada más.
Inconsciente a ti, los dos chicos Ferrari no despegaron su mirada de ti ni un minuto, embelesados por tu figura y la forma que te movías. Nunca te habían visto tan libre de preocupaciones y siendo tú misma, y ahora que lo hacían tenían que admitir que era jodidamente atractivo.
Sentiste unos brazos rodearte por la cintura, tu mente nublada por el alcohol dejándose llevar contra aquel cuerpo extraño que te sostenía. Dios sabía que no habías sido tocada así en semanas, capaz meses. Te volteaste a ver a aquel extraño, encontrándote con un rubio que te miraba con lujuria, sus pupilas dilatadas.
Pero así de rápido como vino se fue, viendo como otro cuerpo más alto y fornido lo sacaba de enfrente tuyo murmurando maldiciones en italiano. De repente reemplazando los brazos de aquel extraño con los suyos. Cuando alzaste la vista te topaste con esos ojos verdes que te observaban de lejos, no tan distantes de la lujuria que cautivaban los del otro chico que te sostenía hace apenas unos segundos.
—Charles —soltaste con un tono lento y cauteloso sin apartar tus ojos de aquellos hipnotizantes suyos, sintiendo el poco espacio que había entre los dos y lo sofocante que se volvió aquella pista de baile solo con su presencia.
—Bonne nuit, belle —murmuró con voz ronca, su respiración acariciando tu rostro debido a lo cerca que se encontraban—. ¿Por qué tan sola?
—Tal vez porque me hacía falta la correcta compañía —reiteraste en un intento de coqueteo. No sabías qué te llevó a seguirle el juego, si fue el alcohol, la química entre los dos o tu molestia con Max, pero ya había iniciado y no había marcha atrás.
—Creo que estoy lejos de ser "correcto", chérie —sonrió lascivo.
Charles empezó a moverlos al ritmo de la música, pero esta vez de manera más pausada, cautelosa... sensual. Para cualquier espectador podría parecer que lo estuvieran haciendo con ropa, aunque este no era el caso. Sin embargo, la atracción física que había entre los dos era innegable. Sus dos cuerpos juntándose y rozándose como si fueran un imán mientras aquel monegasco te devoraba con la mirada, tu intimidad palpitando por él.
Cuando la canción se detuvo ambos se miraron a los ojos, sus pechos subiendo y bajando acelerados por la tensión que se provocaban el uno al otro y la anticipación a su cercanía.
El monegasco bajó la mirada a tus labios relamiéndose los suyos. Tu propia vista bajando a esos carnosos labios rosados que tenías enfrente. Tan solo unos cortos centímetros...
Y justo cuando te dispusiste a alzarte de puntillas y juntar ese atractivo rostro con el tuyo para besarlo como Dios manda, sentiste otros dedos acunando tu cintura desde atrás. Apegándote a un segundo cuerpo a tus espaldas, una respiración acarició tu cuello mientras rozaba con sus labios la piel expuesta de tu cuello sacándote un jadeo de la impresión.
Si no fuera por el par de manos sosteniéndote firmemente creías que podrías deslizarte al piso ahí mismo, pero ninguno de los dos te dejó, manteniéndote atrapada entre sus fuertes cuerpos.
Cuando volteaste a ver al culpable para confirmar tus sospechas fuiste recibida por unos ojos marrones, ahora viéndose cada vez más negros mientras te miraban con deseo—¿Buscabas a alguien más, preciosa? —Carlos depositó besos en tu cuello.
Una mano traviesa se escabulló por la curva de tu cintura hasta tu cadera, deslizándose por tu pierna hasta llegar al final de tu vestido. Aquellos ojos verdes observándote de manera profunda mientras jugaba con el dobladillo de aquella prenda, tentándote.
Tragaste saliva, de repente nerviosa cuando el monegasco rozó con sus dedos tu lencería, estirando el elástico y soltándolo contra tu piel arrancándote un suave quejido que Carlos sintió bajo sus labios.
—Max dijo que te cuidáramos —te observó Charles mientras bajaba su mano cada vez más a donde lo querías. Rozó por fuera de tu prenda tu intimidad, sintiendo la humedad que la acompañaba y se rió con burla sacando su mano para chuparse los dedos. Pensaste que ibas a desfallecer solo con tal acto—. Y eso pensamos hacer, ¿no, Carlos?
El español te pegó más a sí mismo, sintiendo en tu espalda su erección presionando contra ti—Por supuesto. ¿Qué clase de amigos seríamos sino? —se burló a lo que una mano subía para acariciar tu seno, depositando besos en tu cuello que no ibas a negar que seguro dejarían marca. Te limitaste a jadear entre sus brazos, inhibiciones tiradas por la ventana. La música y la ebriedad de los demás cubriendo lo que estaban haciendo.
—¿Estás de acuerdo, mon amour? —Charles acarició con parsimonia tu rostro, el contraste del frío de sus anillos con tu acolarada piel siendo suficiente para causarte escalofríos solo con su toque.
Tú solo asentiste, pérdida en el toque y la atención de ambos pilotos. No te diste ni cuenta cuando Carlos paró los besos.
De repente aquella mano que te acariciaba con dulzura bajó hasta tu cuello de manera brusca, apretando ligeramente, pero no lo suficiente para quitarte el suministro de aire. Charles rozó tus labios con su pulgar, mirándote con las pupilas dilatadas—Palabras, chérie. Quiero escucharte decirlo. ¿Quieres esto?
Parpadeaste sin esperarte aquel lado de él, pero mentirías si dijeras que no te tenía terriblemente excitada—Lo... lo quiero. Estoy de acuerdo.
—No te importa que compartamos, ¿no? —habló Carlos con voz ronca, su mano acariciando tu trasero por encima del vestido.
¿Ambos? Dios mío.
—Responde —instó Charles con su mirada en tus labios, dando un apretón en tu cuello.
Te sentiste sonrojar—No... no, me importa.
—Eso me gusta escuchar —murmuró el monegasco para luego atraerte hacia él y juntar sus labios con los tuyos con fuerza, ansias. ¿Empezar suave? Olvídate de eso, Charles quería reclamarte como suya y si su boca era la manera de lograrlo estaba haciendo un gran trabajo. Te besaba de manera desesperada. No dándote tiempo a alejarte lo suficiente, te atrajo más y relamió con su lengua tu labio inferior, abriéndose paso por tu boca y dominando todo lo que podía. Quería borrar cualquier rastro de Max de ti, quedarse tan profundo en tu ADN que cuando lo beses solo pienses en Charles y en sus besos intoxicantes.
Cuando se separó te dejó con la respiración agitada, dándote una final mordedura en el labio antes de tomarte de la mano y abrirse paso con Carlos sin darte tiempo de recuperarte. No podía aguantar ni un segundo más sin estar contigo en privado. Porque así te quería. En privado y para poder gozarte a solas con su compañero lejos de ojos curiosos.
Ese bar discoteca estaban ambos seguros de que habría visto peores escenarios que el que acababa de suceder, pero no podían tomar tantos riesgos.
Tu cuerpo se estaba consumiendo por anticipación. No podías esperar a lo que acontecería esa noche. Tu imaginación voló con diferentes escenarios incrementando la humedad que sentías en tu centro.
Carlos pidió un taxi, los tres se subieron, tú quedando en el medio. Le dieron la dirección de un hotel y se quedaron sumidos en silencio. Charles te observaba mientras acariciaba sus anillos con paciencia. No tenías ni idea de lo que han esperado para poder tenerte a solas, y la cantidad de cosas que te tenían preparadas. Te querían arruinar para cualquier otro. Impregnarse tanto en tu piel que con un solo toque pienses en ellos y no en tu querido novio.
Apretaste las piernas para aligerar un poco la presión que sentías en tu vientre bajo la mirada de ambos. Ninguno te tocaba, fingiendo interés en mirar por la ventana cuando en realidad no podían esperar para poner sus manos en ti.
El viaje se pasó tenso. No sabiendo si se estaban arrepintiendo o porqué se comportaban así de repente.
Entraron al Lobby del hotel todavía manteniendo su distancia, ambos con las manos en los bolsillos para contenerse de tocarte.
Llegando al ascensor en silencio ya estabas pensando en cancelar todo a lo que esas puertas se cerraron enfrente de ti, pero ni bien lo hizo y los tuviste a ambos encima de ti desesperados. Esta vez Carlos siendo quien te besaba con necesidad, robándote el aliento mientras Charles depositaba besos por tus hombros y cuello, embriagado por tu dulce aroma.
Carlos acunó tu rostro con sus fuertes manos mientras su boca se apoderaba de la tuya, sonriendo perverso cuando Charles mordió un poco la suave piel expuesta, sacándote un gemido que le dio la oportunidad perfecta al español para ingresar su lengua en tu cavidad y hacerse dueño de esta. Era casi injusto la manera en que ambos besaban tan bien.
Cuando sonó el ascensor indicando que habían llegado a su piso casi no caíste en cuenta de ello, teniendo que ser tomada de la mano por Carlos mientras caminaba de espaldas, aun sin despegarse de ti y su fogoso beso hasta que un carraspeo de Charles los hizo separarse con un chasquido. Tú yendo de nuevo atrás de los labios del español mientras este se reía alejándose.
—¿Tan desesperada, cariño? Si aún no te hemos tocado bien —murmuró Carlos con voz baja en tu oído mordisqueando tu lóbulo, lo que te hizo suspirar de placer.
—No... solo que no me gustan sus juegos —lo miraste, sus pupilas dilatadas mirándote de arriba a abajo.
—Qué triste, y yo que pensé que querías jugar con nosotros —una sonrisa se apoderó de sus labios, su mano en tu espalda baja guiándote adentro de la habitación.
Apenas entraste notaste algo fuera de lugar, volteaste a ver por sobre tu hombro a ambos y portaban sonrisas traviesas, sus ojos oscurecidos mirándote en silencio.
—¿Estamos en mi...?
—En tu habitación —Charles avanzó hacia ti.
—La que compartías con Max —replicó Carlos arremangándose las mangas de su camisa de botones.
—Y en la que te pensamos follar, chérie —sonrió el monegasco con picardía atrayéndote por la cintura hacia él, sus cuerpos encajando como dos piezas de un rompecabezas. Tus manos se posaron en su pecho a lo que se inclinó para volver a besarte con anhelo. No sabías si estabas en lo correcto, pero se sentía casi como si los dos pilotos de Ferrari estuvieran compitiendo por ver quien te besaba mejor. Y siendo sincera no sabías quien iría ganando.
Charles tomaba tus labios de manera brusca, sin cordialidad o sutileza. El contraste de sus suaves labios con la fuerza con la que te besaban y su agarre firme en tu cintura eran suficiente para dejar tu cabeza echa un lío. Sabías que venían aquí por una sola cosa, pero parecía que no se sentiría satisfecho hasta dejarte los labios completamente hinchados por él. No por Carlos. No por Max. Sino por Charles Marc Hervé Perceval Leclerc.
Jadeaste teniendo que tomar un respiro de su beso, sin caer en cuenta de cuando se movieron al borde de la cama. Charles te empujó con suavidad por los hombros causando que tus rodillas se doblasen y cayeras sentada mirándolo desde abajo.
—No sabes hace cuanto te quería así —se relamió los labios bajando su vista por todo tu cuerpo con lujuria. Unos pasos viniendo desde la esquina, donde Carlos los observaba, en lo que se posaba al lado de su compañero de equipo.
—Preciosa, te vas a portar bien para nosotros, ¿verdad? —tomó entre su dedo índice y pulgar tu mentón, obligándote a subir la mirada para encontrarse con las penetrantes de ambos.
Tu primer instinto fue asentir con la cabeza, luego recordando lo que te dijo Charles en el club acerca de usar palabras—: Sí —murmuraste sin apartar tu vista de ellos.
—Abre tu boca para mí, cariño —soltó con voz ronca y no pudiste esperar a obedecerlo. Carlos introdujo su dedo pulgar en tu boca, rápidamente captando lo que quería cuando lo envolviste con tu lengua, chupándole el dedo como si imaginaras que fuera su polla. El español soltó una maldición por arriba tuyo, tus labios se sentían demasiado bien alrededor de su dedo; cálidos y jugosos. Sintió su miembro moverse dentro de sus pantalones, los cuales lo apretaban cada vez más debido a su creciente necesidad por ti.
A Charles no le gustó nada esto. Como mirabas con tus largas pestañas a Carlos con ansias. No pudo evitar sentir algo de celos. Él fue quien había ganado esa noche. Él le dio la idea a Verstappen de que se fuera a casa sin ti. Él le propuso compartirte a Carlos cuando este se iba a avalanzar sobre ti. Él fue el paciente. Él fue la mente maestra. Y sobre todo, él sería al que seguirías viendo con anhelo cuando termine todo esto.
Necesitabas que te toquen. Que apagaran el fuego que se había ido formando en tu interior o se consumaran contigo. Tu cuerpo lo pedía a gritos, teniendo que apretar las piernas para intentar aliviar un poco el deseo entre ellas.
Te encontrabas embelesada con la expresión de Carlos, sus labios entreabiertos suspirando mientras te veía con ojos atentos. Tan distraída estabas que no notaste al monegasco subiendo su mano por tu muslo de manera lenta hasta que rozó por fuera la tela de tu braga, un jadeo de sorpresa escapándose de tu boca que pareció despertar un poco a Carlos de su estado.
—No te hemos ni desnudado y mira cómo estás de mojada —dijo Charles con burla a lo que sacó su mano de debajo de tu vestido, sus dedos húmedos de ti que se llevó a la boca. Un gemido de satisfacción saliendo de sus labios—Necesito probarte.
Y sin decir mucho más el monegasco se agachó entre tus piernas, sus manos abriendo tus muslos sin mucho preámbulo para luego atraerte hasta el borde de la cama por las caderas quedando a la altura de su boca.
Desde arriba lo observaste sonreír con malicia a lo que iba depositando besos húmedos por tus rodillas haciendo un camino hacia donde lo necesitabas más. Se entretuvo ahí besando cerca pero sin llegar a complacerte lo suficiente, solo tentándote.
—Charles... —suspiraste frustrada. Estabas cansada de sus juegos. Por favor que hiciera algo. Lo que sea.
No tuviste tiempo de prestarle mucha más atención cuando Carlos te entretuvo con su propia boca, besando y chupando toda la piel expuesta de tu cuello.
—Quiero dejarle un regalito a Verstappen... —deja otro beso en tu punto débil teniéndote jadeando bajo él—. Que te vea con todos estos chupetones y se pregunte cómo pudo dejarlo pasar... —procedió a chupar y lamer en ese punto, la sensación no haciendo más que mojarte más—. Sin saber que los culpables estaban justo frente a sus narices —sonrió con satisfacción cuando vio la marca que supones que habrá quedado en tu cuello.
A Charles no le gustaba que lo ignores. Y oh, lo hizo saber fuerte y claro.
Mientras la mano traviesa de Carlos se colaba por debajo de tu vestido jugando con tus pechos por debajo, Charles te partió de manera rápida la lencería y no esperó mucho, cansado de que le robasen tu atención no fue gentil ni paciente.
Charles puso su boca en ti y devoró como un hombre hambriento, lo repentino causando que alzaras tus caderas para escapar, pero el monegasco no te tuvo piedad. Una de sus manos bajó a tu vientre para dejarte plantada contra la cama y forzarte a que lo tomes. Su lengua experta se movía dentro de ti sin dejarte escapatoria, su nariz rozando tu clitoris con facilidad mientras su barba de pocos días te raspaba y te provocaba placer al mismo tiempo.
Te removías en la cama pero cada intento que hacías para alejarte Charles te volvía a jalar sin dejarte de suministrar un placer tortuoso con su lengua.
Entre todo eso no notaste cuando Carlos te despojó de tu vestido por fin, tus pechos cayendo libres para disfrute del español—Madre mía...
No perdió el tiempo para ejecutar su ataque en ellos, chupando un pezón y retorciendo el otro con los dedos hasta que te tuvo jadeando teniéndolo viéndote engreído desde abajo.
Y si creías que la lengua de ambos Ferrari en ti era demasiado, eso quedó desplazado cuando Charles añadió uno de sus dedos en tu entrada. Se notaba que sabía lo que hacía, pues no tomó mucho para que encontrase aquel punto dentro de ti que te hacía ver estrellas.
—¿Te vas a correr, preciosa? ¿Te vas a correr en mis dedos y boca? —no tenías que verlo para adivinar la sonrisa arrogante que portaba el monegasco, aunque sería una hermosa vista verlo entre tus piernas.
Asentiste, pero eso no le gustó por lo que disminuyó el movimiento de sus dedos—Palabras, mon amour —ronroneó viéndote con esos ojos verdes penetrantes suyos.
—Sí.
—Sí, ¿qué?
—Me voy a correr Charles —jadeaste. Lo que sea porque no detuviera sus administraciones en ti.
—Córrete para mí, preciosa —añadió su lengua de nuevo a la mezcla y puso todo su esfuerzo para llevarte al final alternando entre bombear su dedo en ti y su lengua en tu intimidad. Eso fue suficiente para ti, dejándote llevar mientras oleadas de placer te recorrían de pies a cabeza. Charles tomó todo lo que le dabas, disfrutando ver cómo temblaban tus piernas, arqueabas tu espalda y dejabas los ojos en blanco por él. Y no por nadie más.
Cuando bajaste de tu orgasmo totalmente sin aliento, Charles estaba de pie. Tanto él como el español despojándose de su ropa hasta que quedaron ambos en bóxers.
No sabías que más tenían planeado para ti, pero no podías esperar.
Carlos se bajó la pieza restante, tus ojos recorriendo su trabajado y musculoso cuerpo sin pudor alguno. ¿Cómo culparte?.
Te guiñó el ojo a lo que se inclinaba sobre ti para besarte de nuevo con pasión, sus lenguas luchando por dominar hasta que lo dejaste ganar aquella batalla sintiéndolo sonreír presumido contra tu boca para luego alejarse. Se masturbó con la mano para luego acercarse a ti—Vas a ser nuestra ahora, ¿no, cariño?
—Toda suya —lo atrajiste por el cuello a lo que el español finalmente se hundió en ti, ambos gimiendo por el contacto mientras juntaban sus frentes. Decir que estaba dotado te quedaba corto. Nunca te habías sentido tan satisfecha con ninguna de tus parejas como esta noche con estos dos.
Esperó un poco a que tus paredes se acostumbraran a su tamaño, amoldándose cada vez más a tu interior cuando sus embestidas comenzaron a subir de nivel, desenfrenadas y brutales. Control tirado a un lado. Estabas segura de que te dejaría marcas de sus dedos en tus caderas donde te tenía sujeta, pero no importaba.
—¿Qué diría tu novio si te encontrase aquí, preciosa? Siendo la mejor compañía para Charles y para mí mientras cree que estás en tu habitación sola —susurró—. Sin saber que sus rivales te están dando la follada de tu vida —embistió con más fuerza en ti como probando su punto y te tuvo apretando las piernas a su alrededor sintiéndolo más profundo. Tu mano entrelazándose en su musculosa espalda dejando marcas de tus uñas en todos lados mientras jadeabas en su oído.
Se sentía tan jodidamente bien, sabiendo todos los puntos que tocar para dejarte loca.
Pero la felicidad no te duró mucho cuando una mano te sostuvo del cuello y te volteó para encontrarte con Charles, su mano dirigiendo su miembro a tu boca con una mirada de advertencia—Quiero que me la comas toda, chérie. Y si no quieres que nos vayamos y te dejemos a mitad de un segundo orgasmo más te vale que sea la mejor mamada que me hayan dado en mi vida.
Podías escuchar el resentimiento en su tono de voz. Carlos no ralentizaba sus embestidas, de hecho subiendo una de tus piernas a su cadera para enterrarse de manera más profunda en ti. Te tenían más que reclamada.
Bajo la mirada atenta de Charles lo dejaste introducir su miembro en tu boca. Una de tus manos frotando lo que no te entraba mientras tus labios se encargaban de darle la bienvenida, tu lengua repasando sus venas mientras el monegasco maldecía. Pasaste tu lengua por la punta, tentando y recogiendo el líquido preseminal—Sin juegos —te advirtió para seguido no darte tiempo a prepararte, sus caderas llegando hasta tu nariz en lo que se enterraba al fondo de tu garganta provocándote arcadas.
Se volvió un juego entre Carlos y Charles en cuanto a quien iba más rápido. Carlos bajando su mano a tu clitoris te tuvo gimiendo en el miembro de Charles provocando que este insultara en francés. Era una cadena.
Tus mejillas estaban llenas de lágrimas y rímel corrido debido al monegasco quien no te tenía piedad. Sentiste como se retorcía y te esmeraste en ahuecar tus mejillas para provocarle más placer—Me voy a correr en tu boca —advirtió para luego cumplir con su promesa, sacudiéndose a lo que su líquido te inundaba. Hiciste el esfuerzo de tragártelo todo cuando Carlos dio un último empujón que liberó todo dentro de ti, tu vista volviéndose negra por segundos por el placer que te recorría a lo que este no se detuvo, cabalgando contigo tus oleadas de placer hasta que se detuvo con un sacudido pintando tus paredes por dentro con su semilla.
—Joder...
La habitación fue inundada de sus jadeos, estaban agotados. Charles se dirigió al baño y Carlos con delicadeza salió de ti sonriendo cuando vio la mezcla de sus fluidos desbordando.
Cuando Charles volvió fue con una toalla con la que te limpió tus partes de manera lenta sabiendo que estás sobresestimulada. Luego ayudándote a poner su camisa para luego él colocarse sus bóxers.
—Debería irme —comentó Carlos subiéndose sus propios interiores. Él sabía que no eras suya por mucho que dijeras que sí. Y la realidad es que no tenía problema con ello, solo quería una noche contigo, pero sabía que para su compañero de equipo era diferente. Charles te quería a ti. Y no solo por un día, sino por tanto tiempo como le permitieras.
Carlos no tenía objeción alguna con ello, sabía que Charles te trataría mejor que Verstappen jamás lo hizo.
—Quédate la noche —murmuraste agotada. Querías dormir en el medio del calor de ambos compañeros de equipo.
Charles miró a Carlos y asintió, como dándole permiso. Este accedió acomodándose a tu otro lado. Los tres durmiendo abrazados.
Cabe decir que la próxima vez que Max te vio fue en el garaje de Ferrari. Las marcas en tu cuello y las victoriosas miradas de los chicos Ferrari siendo suficiente respuesta.
Ya no eras suya... ¿pero alguna vez lo fuiste?
Y solo tomó una noche de pasión con ambos Ferrari para que te dieras cuenta...
Dale a tu cuerpo alegría Macarena
Que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena...
▌│█║▌║▌║ —— ║▌║▌║█│▌
N/A: Tendré que irme a confesar después de esto JAJAJAJAJ
La verdad nunca había escrito un smut o escena +18, así que este es en realidad el primero y espero que esté bien)?
No sé, but primer smut y que fuera trío? Un aplauso, por favor
Espero que les estén gustando, estoy actualizando lento pero seguro
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top