heaven -Carlos Sainz +18

Prompt: They say, "All good boys go to heaven"
But bad boys bring heaven to you

Descripción: En donde la hermana menor de Pierre se deja llevar por las promesas de un hombre mayor con acento español.

Palabras: 5764

Advertencia: Contenido +18 leer bajo propia discreción. Sexo sin protección. Dom Carlos. Dark! Carlos. Virgin reader. Age gap. Descripciones gráficas. Porn but with a plot.

Dedicado a: @writeAdream55 espero que te guste tu pedido, no sé si era lo que tenías en mente, pero fue lo que se me ocurrió <3

▌│█║▌║▌║ —— ║▌║▌║█│▌


Carlos Sainz lo único que tenía de puro era su cara, pero eso no significaba que detrás de un bonito rostro no hubiera malas intenciones. Sus ojos tenían ese brillo oscuro, perverso, podrías decir. La manera en que te recorría de pies a cabeza con la mirada no podía ser clasificado nada más que pecaminoso.

Carlos estaba prohibido para ti, siendo el rival de tu hermano no parabas de escuchar a tu alrededor "Aléjate de él", "Carlos no tiene buenas intenciones", "Solo toma lo que quiere y se va".

Pero aquellos comentarios no hacían más que tentarte a descubrir más de aquel español. Era como si el peligro de lo que prometía lo hiciera más atractivo a tus ojos.

Te encontrabas con tu hermano en el garaje de Alpine. La carrera había terminado temprano para Pierre debido a un incidente con Stroll, y ahora que había hecho sus entrevistas no paraba de quejarse todo el camino acerca de Carlos y como había defendido contra él.

Estaba tan molesto que cuando llegaron al hotel publicó parte de un video donde se veía la "peligrosa maniobra" que había hecho el español, diciéndote que si la FIA no tomaría acciones, pues al menos lo publicaría para que el público juzgara por sí mismo.

Y contrario a lo que creyó, el que quedó mal fue él. Cierto español llevándose toda la gloria a pesar de lo mal que lo hizo quedar.

Entre Kika y tú lograron convencerlo de ir a algún club donde iría uno de los Dj 's que le gustaban para tratar de animarlo.

Lo inesperado fue ver a varios de los pilotos ahí también.

Carlos incluído.

No tenías mucha experiencia en el amor. En realidad tal vez nula. Unos pocos besos por aquí y por allá, pero nunca habías tenido relaciones.

Esa noche, sin embargo, Carlos te agarró indefensa. Sabía que tenías sentimientos por Lando, tu mejor amigo, que no eran correspondidos. Teniendo que ver apenas llegaste cómo traía a una morena sentada en las piernas.

Te veías tan inocente sentada en la barra, con tus labios haciendo un puchero de manera inconsciente debido a la tristeza que sentías. Vestido corto y pegado dejando casi nada a la imaginación del español.

Sentiste un cuerpo sentarse al lado de ti, y quisiste alejarte, volteando a ver al dueño de aquellos ojos mieles y penetrantes. Carlos traía una camisa de botones semi abierta, el cabello desordenado y una ligera barba de unos días.

Teniendo a tantas modelos queriendo lanzarse a sus pies no tenías ni idea de qué pretendía contigo. Oh, si tan solo supieras tal vez no le habrías seguido el juego...

Observaste cómo se relamió los labios mirándote de reojo a lo que pedía algún trago.

—¿Aburrida, pequeña Gasly? —se burló el español.

—No es la palabra que utilizaría —murmuraste tomando otro sorbo de tu trago. Estabas desilusionada, con el corazón roto.

Era demasiado obvio para cualquiera que solo tenías ojos para el piloto británico, siempre siguiéndolo como un cachorrito queriendo atención. Y ahora que estabas herida, en tu momento débil, Carlos sabía que era momento de atacar.

Una sonrisa casi depredadora se formó en sus labios, su cuerpo inclinándose sobre el tuyo a lo que su caliente aliento te rozaba la oreja—¿No quieres ponerlo celoso?

Te paralizaste en tu lugar sintiendo tu corazón latir rápido en tu pecho. ¿Acaso era tan notoria tu atracción?

—¿Qué?

—Ya me oíste. Te puedo ayudar, si eso es algo que quieres —ronroneó con voz ronca en tu oído. Cuando se alejó con ojos oscuros pudiste jurar haber visto un brillo peligroso cruzar por ellos.

Por algún motivo se sentía como si te estuvieras metiendo en la boca del lobo.

—¿Cómo haríamos eso? —tartamudeaste buscando su mirada y su sonrisa se ensanchó.

—Pues sencillo, solo sígueme el juego. Necesitas ser menos abierta para que te quiera, a los hombres no nos gusta lo sencillo, bonita—te apartó un mechón de cabello del hombro con una delicadeza que prometía todo lo contrario.

Tragaste saliva. No sabías porqué el hecho de que intentaras poner a Lando celoso con un hombre mayor que tú te ponía nerviosa. Se notaba su experiencia en todo lo que hacía, desde la forma en que su voz se tornaba lo suficientemente ronca como para darte un salto en el corazón, hasta su mano que flotaba al lado de tu cintura sin tocarte, radiando calor.

—Si quieres, ¿no? Si no, estoy seguro que puedes vivir con esta bonita imagen toda tu vida... —giró tu mentón hacia la mesa donde se encontraban Lando y la chica —, y yo puedo irme a buscar algo más interesante que hacer —susurró en tu oído provocándote escalofríos. Carlos parecía una serpiente queriendo meterse en tu cabeza, manipularte para caer justo en su trampa.

Y para colmo parecía que estaba funcionando.

Sintiendo ese puñal en el pecho quisiste hacerle caso, que Lando se diera cuenta que si no era él, sería otro. No lo ibas a esperar por siempre hasta que abriera sus ojos.

Con una mirada determinada te volteaste hacia él—No, quiero hacerlo.

Carlos sonrió y por algún motivo tu instinto te advirtió del peligro que se avecinaba, más decidiste ignorarlo.

—Bien, ven acá —su mano te jaló hasta que caíste en su regazo, tus manos impactaron en su pecho debido a la impresión logrando que mantuvieras un espacio "prudente" entre los dos, a lo que Carlos te miraba divertido notando tu nerviosismo.

Le parecía tan adorable lo inocente que eras, como un ratón nervioso todo el tiempo, intimidado con cualquier pequeña acción que hacía.

Le daban más ganas de tirarte en su cama y no dejarte ir hasta que se te corriera el rímel y te temblaran las piernas bajo su lengua.

Tenías tus piernas rodeando su muslo, casi quemándote por el calor que emanaba. Sentías como si tu estómago diera vueltas por dentro debido a la ansiedad. No recuerdas haber estado así de cerca con ningún chico de tu edad y bajo los ojos de Carlos tan solo te sentías una niñata inexperta.

—Vale, mírame a los labios mientras hablas —murmuró en voz baja mirando los tuyos, tu respiración deteniéndose de repente al tener su atención.

Para Carlos era demasiado entretenido provocar reacciones en ti. No quería más que arruinarte cuando lo veías con esos ojos de gato asustadizo; marcarte como suya, tener esos lindos y rosados labios tuyos rodeando su miembro mientras lo veías desde abajo con inocencia, queriendo complacerlo, pero sin saber cómo mientras que él te sostenía con una coleta improvisada y te lo clavaba en la garganta hasta que te dieran arcadas y tus ojos lloraran. Maldita imaginación.

Tu subconsciente te traicionó, siempre haciéndole caso a lo que te mandara. Tenía un poder sobre ti del que ni siquiera estabas enterada. Queriendo obedecer lo que sea que quisiera de ti.

—¿Así? —susurraste mientras mirabas sus labios, apenas en esos momentos notando lo gruesos y carnosos que eran, como si tuvieran una invitación escrita para ti diciendo que los explores con los tuyos.

Tus mejillas se tiñeron de rojo bajo tus propios pensamientos. No podías estar pensando así, Carlos tan solo quería ayudarte.

El español miró atrás de tu hombro, notando como la cercanía entre ustedes había llamado la atención del joven británico—Perfecto, así, mi niña bonita —se acercó un poco más notando como te tensabas—. Está mirando para acá, te voy a besar —advirtió, y sintiendo como tu pecho contenía la respiración, asentiste, muy hipnotizada en él y el olor de su colonia.

Carlos se contuvo las ganas de sonreír travieso, pero no te dejó que lo pensaras mucho cuando con una mano en tu pierna y la otra atrayéndote por tu cabello unió sus labios con los tuyos. Succionó tu labio inferior con el suyo de una manera que te dejó débil en las rodillas. Con su nariz inclinó de manera suave tu cabeza para abrirse paso, un contraste con lo que iba a hacer; Carlos forzó tus labios inexpertos con su lengua mientras dominaba tu boca, su mano detrás de tu cabeza asegurándose de mantenerte en tu lugar, como retandote a que intentaras desobedecerlo, una advertencia. Solo te quedaba tomar lo que te diera bajo besos desesperados, Carlos no te estaba besando; te estaba devorando. Disfrutaba mucho lo suave y pequeños que se sentían tus labios contra los suyos; se podrían volver fácilmente en su nueva adicción.

Sus respiraciones se volvieron pesadas, tus manos acunaron el rostro de Carlos sintiendo la barba de pocos días rasparte las palmas mientras lo atraías más hacia ti, queriendo profundizar más el beso en el que se hallaban sumergidos.

No recuerdas haber recibido alguna vez un beso así, tan exigente y desenfrenado. Carlos tomaba tus hinchados labios como si le pertenecieran, como si hubieran sido creados tan solo para su propio goce. Y para ti, su seguridad fue tan ardiente que se sintió como si encendieran algo en tu vientre.

Estaban en su propia burbuja, todo el ruido a su alrededor parecía lejano. Tan solo el sabor de su ron y lo caliente de su aliento siendo lo único que reconocían tus sentidos junto con las manos que te dominaban sin tú saberlo.

Ya ni recordabas porqué hacías esto en primer lugar, pero no podías parar. Se sentía tan bien, como si algo estuviera burbujeando en tu vientre y entre tus piernas. Te moviste contra la pierna del español de manera instintiva, queriendo buscar un alivio de esas nuevas sensaciones que provocaba en ti. No sabías lo que te pasaba, parecías poseída, queriendo buscar algo más allá de tu experiencia.

Sin embargo, Carlos sabía exactamente lo que era y se aseguró de tensar su pierna contrayendo sus músculos, la mano que restaba sobre tu muslo la puso en tu cadera mientras te ayudó a moverte sobre su rodilla, un gemido saliendo de tus labios que lo hizo sonreír arrogante. Cuando se separaron jadeantes, pequeños suspiros salieron de tu boca, sintiéndote muy bien allá abajo. Nunca habías sentido algo así. No sabías ni cómo se llamaba este estado.

El español bajó sus labios por tu mejilla hasta tu cuello, donde se encargó de besar y lamer de manera lenta, un contraste tortuoso comparado con el ritmo que llevaban tus caderas contra su pierna. Encontró aquel punto en tu cuello que te hizo tensarte sobre su pierna.

—¿Te gusta, bonita? —tomó tu lóbulo entre sus labios mientras sus dedos te apretaban contra él siguiendo con el vaivén de tus caderas.

—Sí... —lo quisiste atraer más por sus fuertes hombros, pero se apartó.

—¿Te gusta lo que te hago sentir? ¿Lo excitada que estás por mí? —dijo con voz ronca mirándote con ojos oscuros de deseo sin parar.

Asentiste no queriendo que se detuviera, pero esa no era la respuesta que Carlos quería de ti. Detuvo sus movimientos y te jaló del cabello hacia él, no tan fuerte, pero dejando un dolor placentero que te hizo sisear—A mí me respondes, bonita. ¿O acaso unos besos y un poco de fricción es lo único que toma para dejarte boba? —susurró en tu oído burlándose de tu estado. Tan desesperada porque volviera a tocarte.

All wrapped in one he was so many sins
Would have done anything, everything for him
And if you ask me I would do it again...

—Carlos, por favor... —suplicaste por piedad, queriendo sentir aquel alivio entre tus piernas.

—¿Qué hay de tu querido Lando? ¿No que lo querías a él? —su nariz rozó todo tu cuello mientras susurraba contra tu piel, lo cálido de su aliento haciendo que quisieras retorcerte en el asiento, pero te mantuvo sujeta.

Lando estaba en lo más lejano de tu mente en esos momentos.

Y Carlos no podía evitar regodearse un poco de aquello.

Lo sostuviste del cabello e hiciste que apartara sus labios de tu cuello, mirándote con expectativa—No, sigue. Por favor, Carlos.

—Solo porque dijiste por favor, bonita, pero que no se te olvide que quien manda soy yo —dijo con un tono de advertencia y te apartó de sus piernas para luego entrelazar tu mano con la suya, empezando a caminar por el club. Tu cuerpo vibraba de anticipación, ya teniendo una probada de él no querías parar. Querías que te siguiera haciendo sentir bien.

De repente, el español detuvo sus pasos causando que chocaras con su espalda—No traje mi carro, me vine con Lando —recordó de repente.

Sería complicado obtener un taxi a esta hora.

Era una idea arriesgada, pero teniendo una oportunidad así en tus manos no podías echarla a perder. No querías que la noche terminara.

Te pusiste de puntillas para quedar cerca de su oído—¿Confías en mí?

Carlos te observó confundido—¿Qué?

—Espérame aquí —declaraste, y sin esperar respuesta del piloto mayor te escabulliste entre la gente hasta llegar donde estaba Kika bailando—. Oye, me siento muy mal y Carlos se ofreció a llevarme al hotel. ¿Me puedes dar las llaves?

Kika te miró confundida, pero no te cuestionó mucho por su propio estado embriagado, entregándote las llaves en las manos entre ojos entrecerrados—Claro, avísame cuando llegues. Buscaremos como irnos luego.

Quisiste sonreír satisfecha cuando te diste la vuelta y le mostraste las llaves del carro de tu hermano a Carlos. El español sonrió engreído, amando lo fácil que estaba resultando su plan.

Ya estaban saliendo del club cuando Pierre preguntó por ti y Kika le indicó que te irías con Carlos. El pánico fue evidente en el francés, corriendo hasta la salida solo para encontrarse al salir a Carlos manejando su carro con una de sus manos en el muslo de su hermana menor. Una sonrisa perversa de parte del español siendo dedicada hacia él en lo que salían del estacionamiento.

Pierre soltó una maldición sabiendo lo difícil que sería encontrar un jodido taxi a esas horas, pero hallaría alguna forma de llegar antes que dejarte en brazos de ese patán.

No intercambiaron palabras en el viaje, al punto que empezabas a cuestionar si tal vez habías tomado la decisión correcta. ¿Y si Carlos ya se había aburrido de ti?

El español no borraba su sonrisa del rostro, sin poder esperar para poder llegar al hotel a reclamar su premio.

Apenas entraron a la habitación estuvo encima de ti como un depredador sobre su presa, apretando tu trasero mientras soltabas un jadeo en su boca dejando que te alzara en sus brazos. Te cargó como si nada a la cama hasta tirarte, deshaciéndose de tus zapatos.

Sus manos bajaron la parte delantera de tu vestido como un desesperado, tus pechos encontrándose con su mirada hambrienta a lo que te tapaste avergonzada—¿No brasier? —chasqueó la lengua y apartó tus manos como si tan solo le estorbaran de su objetivo, sosteniéndolas con una sola mano por encima de tu cabeza. Por alguna razón te excitaba aquella diferencia de fuerzas, podría hacer lo que quisiera contigo y quedarías indefensa.

Sentiste la respiración de Carlos sobre tus pechos a lo que te removías nerviosa—Ca... Carlos, yo no he... yo soy... soy virgen —soltaste casi con un chillido, sus labios a pocos centímetros de tu pezón izquierdo.

La mirada de Carlos se suavizó, alejándose un poco, pero sin soltarte—¿Quieres que pare?

Negaste con la cabeza, pero Carlos te apretó los cachetes formando un puchero—Responde con palabras si no quieres que le dé un mejor uso a esta boquita... —dijo con un tono grave y peligroso.

Joder.

—No... no pares.

Carlos infló su pecho con egocentrismo. Aquí estaba la hermanita menor de Pierre, su rival en la pista, debajo suyo y pidiéndole que le quite la virginidad.

Sin poder contenerlo, tan solo el pensamiento hizo que le dolieran los pantalones.

¿A cuántos habrías ahuyentado y ahora estabas aquí entregándote a él?

Carlos sonaría como el mayor pervertido del mundo, pero la idea lo excitó más.

—Como tú quieras... —sonrió malévolo a lo que dejaba pequeños besos en tu piel empezando por tus clavículas, contuviste la respiración cuando lo sentiste besar alrededor de tus pechos, un gemido que desconocías como tuyo salió de ti cuando hizo contacto con tu pezón, tomándolo entre sus expertos labios y lo lamió para luego chuparlo como un bebé mientras observaba tus reacciones desde abajo con pupilas dilatadas.

Las sensaciones eran tan fuertes que te removiste bajo sus brazos sin poder hacer mayor cosa, tu espalda arqueándose de la cama a lo que Carlos te volvía a bajar con su mano libre—Quieta, que aun no termino.

No need to imagine
'Cause I know it's true
They say all good boys go to heaven
But bad boys bring heaven to you...

Tu boca formó una O cuando rozó de manera leve con sus dientes, soltándolo con un pop, en lo que se iba hacia el otro, estimulando al anterior con la mano que acababa de soltar las tuyas—Llegas a tocarme y me detendré —advirtió cuando vio tus intenciones de sujetarte de tu cabello apenas quedaste libre. Maldeciste en voz baja en lo que te agarrabas de las sábanas —. Esa es mi niña bonita. Tan obediente... —murmuró con voz oscura y melosa en lo que tomaba el pezón izquierdo entre sus labios. Sus palabras causando un efecto entre tus piernas.

Era una tortura.

Una de sus manos bajó, explorando tu cuerpo, y se escabulló por debajo de tu vestido queriendo tantear qué tan lista estabas para él. Si esta sería tu primera vez debía asegurarse de que pudieras tomarlo sin mayor incomodidad.

No tuvo ni que apartar tu ropa interior de lo vergonzosamente mojada que estabas, traspasando la tela—Mmm, ¿todo para mí, bonita? —sonrió arrogante e hizo a un lado la tela para recoger un poco de tus fluidos con sus dedos, dirigiéndolos hacia tus labios mientras lo mirabas confundida—. Vamos, prueba.

Abriste la boca dudosa bajo su mirada oscurecida, observando la manera en que sus dígitos desaparecían entre tus labios. Tu lengua se aseguró de dejarlos limpios mientras sentías tu propio sabor en tu boca. Carlos sintió como si se pudiera haber corrido ahí mismo al ver tal imagen.

—Hiciste ver eso tan bien que creo que quiero una probada... —te terminó de bajar el vestido quedando tan solo en tus bragas, el vestido no requiriendo un sostén—. Mira eso... nada de experiencia y es como si estuvieras rogando que te penetre —se burló viendo como tus pupilas se dilataban tan solo por sus palabras. Sus grandes y venosas manos acariciaron el interior de tus piernas de arriba a abajo en lo que descendía hasta quedar frente a frente con tu intimidad. Apartó la tela y de forma suave sopló, divertido por la forma en que te retorcías arriba de él.

—Carlos...

—Eso es, bonita, gime mi nombre —te miró desde abajo. Se veía tan atractivo entre tus piernas. El cabello desordenado por donde habías pasado tus manos, la piel bronceada y musculosa, sus grandes ojos que se veían negros debido al placer decorados con largas pestañas que te causaron envidia. Carlos sabía lo guapo que era, y en definitiva lo usaba para su ventaja. Como ahora.

Comenzó dejando besos por tus rodillas, subiendo cada vez de manera más lenta, queriendo saborear el momento, tu anticipación por saber lo que se sentía, tu inocencia.

Casi gritas cuando sentiste su lengua de repente en tu centro, cerrando los ojos. Él quiso reír, no había ni comenzado todo lo que te tenía planeado.

—Shhh, no queremos hacerle saber a tu hermanito donde estamos, ¿o sí? —besó la parte interior de tus muslos, hablando con un tono meloso. Su barba raspando todo a su paso.

—No...

—Entonces recuerda las reglas... —se acercó con besos más a tu intimidad. Entrelazó sus dedos en tu ropa interior, retirándote la última pieza que te apartaba de él —. No me toques, y ni se te ocurra cerrar los ojos, bonita, o me detendré —advirtió conectando su mirada dominante con la tuya.

Tragaste saliva, pero decidiste querer obedecer.

—Bien.

Finalmente su boca volvió a estar en contacto con tu intimidad, un suspiro ahogado salió de tus labios que se escuchó como un incentivo para el ego de Carlos. Te devoraba como un hombre muerto de hambre, como si fueras la última comida que fuera a probar, todo siendo demasiado estímulo para ti, queriendo cerrar las piernas contra su cabeza, pero Carlos te las mantuvo abiertas como si nada, lanzándote una mirada de advertencia en lo que volvía a hundir su cabeza entre tus piernas.

Sus labios parecieron encontrar ese punto perfecto para tenerte gritando bajo su lengua, su nariz rozando tu clítoris de una forma deliciosa. Para Carlos era como gasolina para su motor el escuchar los obscenos sonidos que se escapaban por tus labios gracias a él y nadie más. Él estaría dejando la barra en alto para los que vinieran después, tan solo el pensamiento de que era el primero lo hizo gemir satisfecho entre tus labios, su lengua sin detenerse mientras por las vibraciones sentías como si algo se estuviera formando en tu vientre, tus piernas temblando y tus manos queriendo con todas tus ganas sujetarlo del cabello y atraerlo más a tu punto sensible.

Estabas ya viendo blanco, retorciéndote en las sábanas, siendo víctima de los ataques del español, su barba dejando un sabroso ardor en tu punto sensible que te volvía loca.

Sin querer, de manera inconsciente lo sujetaste del cabello queriendo terminar de alcanzar aquella cúspide que sentías cuando sus dientes rozaron tu clítoris.

Ahí él se detuvo, y maldeciste en tu idioma natal con un quejido que tan solo divirtió a Carlos.

—Bonita... ¿qué acordamos? —te recordó mirándote mientras se limpiaba la barba llena de tus flujos con la parte de atrás de su mano. Su pulgar empezó a trazar figuras imaginarias en tu punto débil haciendo que respiraras entrecortado bajo sus ojos traviesos—. Te lo voy a dejar ir esta vez... pero solo porque quiero tenerte corriendo bajo mi lengua —y sin decir nada más volvió a ti, y no le tomó mucho que llegaras a donde lo habían dejado, tu cuerpo sacudiéndose entre las sábanas y queriendo apartarlo por aquel nudo que sentías que estaba a punto de quebrarse bajo la destreza de su lengua, tocando tu cuerpo como un violín del que se había memorizado cada acorde para hacerte temblar.

Tus piernas temblaron alrededor de su cabeza y con un gemido sentiste como si algo se hubiera fragmentado, explotando en miles de pedazos mientras alcanzabas tu orgasmo y Carlos recolectaba toda tu humedad con una paciencia que lo caracterizaba.

Tan solo se escuchaba tu respiración agitada y las lamidas lascivas de Carlos en aquella habitación a lo que bajabas de tu cima, tu corazón bombeando fuerte en tu pecho.

Cuando se detuvo lo miraste con ojos entrecerrados de placer, el español apoyando su cabeza en tu pierna de una manera que se veía hasta tierna con aquellos grandes ojos marrones que tenía, un completo contraste de lo pornográfico que había hecho.

—Y eso, mi niña bonita, se llama un orgasmo —dejó un beso en tu pierna con cierto orgullo en su voz—. Y quiero que me des otro.

Volvió a mirar con un brillo lujurioso el desastre que había dejado entre tus piernas. Su dedo subió de manera lenta, trazando toda tu pierna hasta que llegó a tus labios externos, recolectando todo hasta dejarlo empapado de tus fluidos, y lo situó en tu entrada.

—Te va a doler un poco, y se va a sentir extraño al inicio, pero créeme que luego te va a gustar... —dijo con picardía a lo que dejaba besos en tu rodilla—. ¿De acuerdo?

—Sí... —Querías más. Tu cuerpo estaba agotado, pero no sabías si tendrías suficiente de él.

—Perfecto... —y sin decir mucho más lo introdujo de manera lenta en tus paredes.

Se sentía algo incómodo y foráneo el tener algo introducido en tu cuerpo, como si no debiera estar ahí en primer lugar. Carlos siguió avanzando hasta que soltaste un siseo de dolor. Algo estaba mal.

Sin embargo, parece que él se lo esperaba, porque subió hasta donde estabas y te distrajo a base de besos en lo que continuaba con una paciencia abrumadora cuando en realidad lo que más quería era follarte de manera brutal y sin piedad. Pero Carlos no era malo, él podía esperar para arruinarte. Eso lo dejaría para después.

Ya cuando llegó a todo lo que podía dar dejó besos en tu cuello entreteniéndote del dolor—¿Te duele?

Tu primer instinto fue asentir, pero luego recordaste lo poco que le gustaba que hicieras eso y soltaste un bajo—: Sí, aunque ya no tanto.

Él asintió, como esperándose eso—Voy a meter otro. Necesito dejarte lista para mí, bonita —se esmeró en dejar una preciosa marca en tu cuello que esperaba que portaras con orgullo. Una forma de marcarte y de decir que fuiste poseída por él.

Sentiste la segunda intrusión a tu entrada, tus paredes esforzándose por intentar acoplarse a su tamaño. Intentaste no pensar mucho en ello cuando Carlos te besó tomándote del mentón de manera demandante, besando tus labios hasta dejarlos hinchados para luego mordisquearlos bajo tus bonitos suspiros. Se sentía como arruinar a un ángel, y a Carlos le fascinaba ser el que lo hiciera.

Sus dedos empezaron a bombear dentro de ti de manera lenta, tu ceño fruncido y labios entreabiertos tratando de acostumbrarse a la sensación. Luego de un rato, te comenzó a gustar, sintiendo como el pulgar de Carlos empezó a presionar en tu clítoris te hizo gemir contra su boca.

Carlos bajó y unió a la mezcla sus labios, tomando preso a tu núcleo en lo que sus dedos te penetraban. Era demasiado. Trataste de apartarte, mucha estimulación siendo brutal para ti, pero Carlos te volvió a atraer con una sola mano inclinando tu pelvis contra su boca para continuar sus administraciones.

—Uno más, mi niña bonita... —murmuró con una voz oscura que te provocó escalofríos por todo el cuerpo antes de mirarte a los ojos en lo que volvía a comerte entera como si fueras su plato favorito. Una virgen servida en bandeja de oro...

Sus dedos alcanzaron un punto que te hicieron soltar un gemido de su nombre, a lo que Carlos se esforzó en volverlo a tocar una y otra vez mientras su lengua te partía en dos, y te sentiste desvanecer, tus pies curvándose en lo que su respiración se agitaba y tus caderas se alzaban de la cama, Carlos sin dejar que te apartaras de su boca ni un solo segundo mientras alcanzabas tu segundo orgasmo de la noche.

Estabas agotada, tu respiración pesada en lo que cerrabas las piernas alrededor de la cabeza del español que parecía no querer parar de atormentarte con pequeñas lamidas. Soltaste un quejido apenas se separó, la imagen de tus fluidos adornando desde sus labios hasta sus mejillas era pecaminosa.

—¿Qué? ¿Creíste que eso era todo? —sonrió divertido mientras se limpiaba con una toalla y lo miraste con el corazón acelerado—. Yo diría que después de todo esto me merecería yo también alguna clase de premio, ¿no, bonita?

Te relamiste los labios mirando su escultural cuerpo. El español seguía completamente vestido y tú ya estabas desnuda.

—¿Qué premio? —preguntaste con inocencia.

—Oh, tú tranquila, cariño. Te enseñaré cómo hacerme sentir bien... —y sin decir más nada te jaló por los tobillos hasta que quedaste en el borde de la cama. El español se desabrochó los pantalones para seguido bajarlos por sus musculosas piernas, su bulto justo enfrente de tu rostro.

Carlos te miraba desde arriba expectante, guiando tus manos entre las suyas para empezar a desabrochar su camisa. Cuando supiste lo que quería que hicieras obedeciste hasta bajar la camisa por sus hombros. Tan solo una prenda más...

Él se encargó de quitarse los zapatos y cuando terminó habló tomando tu cabello en una coleta improvisada—Tócame —susurró con voz ronca. Estaba controlando todos sus impulsos para no espantarte con todo lo que te quería hacer.

Algo insegura lo tocaste por encima de su bóxer, escuchando el suspiro entrecortado que salió de sus labios te sentiste poderosa, pasando tu mano de arriba a abajo en su miembro.

Carlos se comenzaba a desesperar, por lo que se bajó los bóxers de un solo golpe y guió tu mano entre las suyas hasta su boca, donde escupió y utilizó eso como lubricante para volver a bajar hasta su miembro, pasando tu pequeña mano en un ritmo que por sus roncos gemidos se notaba que le gustaba. Dejó que lo hicieras sola, y seguiste, improvisando un poco en lo que pasabas tu pulgar por su punta, recolectando un poco del líquido preseminal y esparciéndolo mientras escuchabas una maldición salir de sus labios.

—Tan inocente, y me hace una paja como si hubiera nacido para eso... —lo miraste desde abajo con tus largas pestañas y Carlos juró que podría correrse ahí mismo—. ¿Qué tal si lo pones en tu pequeña boquita, bonita?

Dudosa, le hiciste caso y abriste los labios hasta introducir una parte, sintiendo un sabor desconocido en tu boca mientras pasabas tu lengua como probando una paleta.

Carlos gruñó por encima de ti, su mano en tu cabello te empujó más hacia él al punto que lo sentiste al fondo de tu garganta, arcadas cruzando tus labios en lo que salían unas lágrimas por cómo quemaba tu garganta. Fue un error haberle hecho caso, taladrando tu boca una y otra vez para su propio placer en lo que lo sostenías de sus muslos para tu propia estabilidad. Tu boca era tan solo un juguete para Carlos que podía utilizar. Sentías saliva brotar de tus labios sin poder controlarlo, tus ojos llorando y tu rímel corrido como un angelical desastre mientras lo veías desde abajo con su miembro entre tus labios.

El español maldijo por la imagen, eras demasiado perfecta para él. Te necesitaba.

Se apartó de ti en lo que tratabas de recuperar el aliento y un poco de tu dignidad mientras te limpiabas la saliva con tu mano. Carlos te alzó como si fueras una muñeca de trapo y te dejó de nuevo en la cama, acostándose al lado de ti.

Pensaste que ya había terminado, cuando palmeó sus piernas. Lo miraste con desconfianza.

—Vamos, bonita, confía en mí —sonrió, y si algo tenía Carlos Sainz es que podría manipular a quien sea para hacer lo que quisiera. El mundo giraba alrededor de su dedo meñique y lo utilizaba a su conveniencia.

No sabías si fue la curiosidad o aquella sonrisa encantadora la que te empujó de nuevo a sus brazos, dejando que reposaras encima de su vientre mientras su miembro estaba entre ustedes.

—Buen trabajo, mi niña bonita... —murmuró apartando un mechón de tu cabello y seguido limpiando tu rímel corrido—. Ahora solo falta que me hagas llegar a mí y deshacernos de ese pequeño problema que tienes... ¿Me vas a dejar ayudar? —ladeó la cabeza con sus ojos de borrego, y con algo de incertidumbre, respondiste un bajo "Sí"—. ¿Ves? Qué considerado de mi parte querer darte una mano —sonrió perverso y alzándote un poco guió su miembro hacia tu entrada—. ¿Qué tal si tú tomas el control esta vez? Duele menos de esta manera y puedes avanzar de a poco si quieres —instruyó y le hiciste caso, queriendo dejar de ser virgen por completo.

Dejándote guiar por Carlos te dejaste caer de a poco sobre su miembro, tu boca abriéndose cada vez más por cada centímetro que tomabas entre tus labios. ¿Se supone que se debía sentir así? Cuando finalmente te dejaste caer sobre él sentiste como si estuvieras llena, sintiendo a Carlos hasta en tu estómago.

Luego de un rato, lo incómodo, se empezó a volver placentero. Con tus manos en su pecho empezaste a subir y bajar gozando de cómo se sentía entre tus paredes.

Carlos debía contener maldiciones al sentirte piel con piel. Tan estrecha, tan húmeda para él, como un guante que lo apretaba. Tus paredes le daban la bienvenida de una manera exquisita.

Tus cejas estaban fruncidas y concentradas con tu tarea, tus pechos rebotando con cada embestida que dabas, y tu cabello despeinado cayendo por tus hombros. A ojos de Carlos te veías como una diosa que lo estaba montando.

Pero quería más.

Así que bajó sus manos a tu trasero y apoyándose con sus pies en la cama movió sus caderas hacia arriba encontrándote a medio camino, una exclamación de sorpresa saliendo de tus labios mientras perdías el equilibrio cayendo sobre el pecho del español, quien daba embestidas rápidas y bruscas como un salvaje, sintiendo cada vez más como te tambaleabas bajo su entusiasmo desenfrenado.

—Carlos... —gemiste contra su cuello.

—Eso, mi niña bonita, una más... —presionó con su pulgar tu clítoris sin detener sus embestidas y cuando alzó la cabeza para tomar entre sus labios tu pezón, sentiste espasmos recorrerte entera, tu cuerpo temblando bajo el miembro del español que se corrió dentro de ti sin previo aviso pintando tus paredes con su semilla. Aquello siendo justo lo que necesitabas para llegar a tu tercer orgasmo de la noche, respirando con cansancio cuando te dejaste caer sobre su pecho. Carlos trazó figuras imaginarias sobre tu espalda—. Duerme, bonita, te portaste muy bien para mí. Te lo mereces... —murmuró en tu oído arrullándote un poco entre tus brazos en lo que sentías el sueño apoderarse de tus párpados. Tu cuerpo se dejó llevar por el cansancio en lo que Carlos depositaba un tierno beso en tu frente, apartando el cabello de tu rostro.

Carlos suspiró satisfecho, todavía dentro de ti.

Entre toda tu ingenuidad e inocencia no habías ni caído en cuenta de la falta de protección, pero Carlos sabía lo que hacía.

Embarazando a la hermana pequeña de su rival que cayó como ciervo herido en sus brazos.

Tomó una foto de tu dormida figura sobre su pecho antes de enviársela a Pierre.

¿Qué era eso que decías de una "peligrosa maniobra"?

IDIOTA!

TE VOY A MATAR, CARLOS!

Tranquilo

Te la cuidé muuuy bien 😉

Y dejando el teléfono de lado se regocijó de aquella victoria, disfrutando tener a la pequeña Gasly entre sus brazos.


[...]


Tiempo después fue como si nada hubiera pasado, Carlos todavía siendo un mujeriego que iba de una a otra mientras que tú lo mirabas como si hubiera pintado la luna.

Un día en lo que te subías los pantalones notaste que el botón no te cerraba, mirando tu reflejo confundida de haber roto tu dieta de alguna forma.

Desconocido para ti, que gracias a Carlos sus vidas en unos meses se verían más entrelazadas que nunca...


They say, "All good boys go to heaven"

But bad boys bring heaven to you...

▌│█║▌║▌║ —— ║▌║▌║█│▌

N/A: Espero que hayan disfrutado y dejado un comentario y un voto que no les cuesta nada y lo agradecería mucho con lo que me tomó escribir esto jsjsjs

Voy atrasada con los pedidos, pero prometo que poco a poco iré poniéndome al día.

Lo bueno se hace esperar ;)

Se despide,

Val

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top