Oye, Dylan [ ★ Dylmas AU ★ ]
Observó detenidamente el letrero frente a él, después, bajó la mirada para dar un vistazo al celular. El teléfono era nuevo y apenas dominaba algunas funciones. La aplicación le mostraba que no estaba lejos de la Avenida Principal. Un suspiro se escapó de sus labios al segundo en que notó que, efectivamente, estaba un poco perdido.
La sesión empezaría en menos de una hora. Quizá, debió tomar el taxi y olvidarse de mirar los alrededores de Nueva York. Pero quería ver algunos lugares por su cuenta, después de todo, con Kaya sabía que solo se limitaría a visitar los sitios de las sesiones y si acaso, a tomar un café antes de regresar al aeropuerto.
Bueno sí, quizá si se sentía un poquito tonto.
Thomas guardó el celular al segundo en que se halló frente a una gran avenida. El semáforo peatonal estaba en rojo. Cuando giró la cabeza, fue capaz de notar el puesto de revistas que estaba a unos metros. La portada de la edición del mes pasado descansaba en un estante.
Todo había salido bien. Si bien la sesión se había hecho en Londres, las fotografías ya habían dado la vuelta al mundo.
Recientemente, Kaya le había conseguido una sesión para Armani, exactamente, para la nueva fragancia que saldría al mercado. Sería el nuevo rostro de la campaña, ganaría dinero por montones. Era la oportunidad que había estado esperando, por supuesto. El único pero que quizá importaba, era la pesada agenda que tendría durante todo el mes.
Regresó su atención a la Avenida cuando las personas a su lado comenzaron a avanzar. El rubio apenas había dado un paso cuando sintió una mano en su hombro. Los pardos de Thomas viajaron desde la calle frente a él, hasta el hombre castaño que se hallaba a su lado.
—Hey.
Thomas parpadeó perplejo. El chico a su lado tenía una constelación de lunares en la cara, además, una barba pulcra y estilizada. Sus labios eran rojos y si debía adivinar, era un poco más bajo que él. Incluso, podía reconocer la fragancia de Paco Rabbane que emanaba de su piel. En teoría, el hombre era muy atractivo.
—Te vi de lejos. No eres de por aquí, ¿cierto?
Thomas parpadeó de nuevo, sintiendo como el calor subió a su rostro en menos de un instante. Era la primera vez en mucho tiempo, que alguien lograba quitarle el habla, literalmente. Terminó por morderse el labio inferior antes de bajar la mirada durante un momento.
—No, no realmente. Soy inglés. Estoy aquí para una sesión de fotos. Me llamo Thomas —sí, la lengua del rubio funcionó antes de que cualquier filtro en su cerebro pudiese hacerlo. Estaba diciéndole demasiada información a un completo desconocido solo porque poseía una sonrisa encantadora.
—¿Thomas? ¿Puedo decirte Tommy? Por cierto, mi nombre es Dylan —el castaño extendió la mano y estrechó la del rubio, quien prácticamente, terminó por sonrojarse ante el hecho.
—Sí. Está bien. Suena bien, solo una ex pareja mía solía decirme así. —Thomas volvió a sonreír, permitiendo que su nariz se arrugara unos instantes. Dylan le devolvió el gesto como consecuencia. ¿Era posible que un ser humano pudiese lucir tan endemoniadamente atractivo e inocente al mismo tiempo?
—Entonces, estás soltero. Esa es una buena noticia para mí —el castaño movió las cejas antes de meter las manos en la chaqueta café—. Por cierto, tampoco soy de aquí. Soy de los Ángeles, pero estoy visitando a unos amigos.
La mirada del británico pasó de los fabulosos ojos color miel del castaño, hasta el pequeño grupo de personas que estaban a unos metros de ellos. En total eran tres: un chico alto de rasgos notoriamente asiáticos, un chico de color y uno más, que tenía rasgos latinos. Los labios de Thomas volvieron a elevarse en una sonrisa mientras saludaba al trío se chicos con la diestra. ¿Acaso habrían apostado algo con Dylan? Probablemente.
—Podemos conocer los alrededores juntos. ¿No lo crees?
Thomas quiso decir que si, de verdad quiso decir que sí, pero sabía que tenía el tiempo contado y que Kaya no le perdonaría si llegaba tarde a la sesión de fotos.
—Me encantaría, quizá después de... Tengo una sesión. Serán unas cuantas horas, podríamos vernos después —¿en serio estaba haciendo aquello? Se sentía tonto. Las manos le temblaban suavemente, no paraba de morderse el labio inferior y por supuesto, sabía que el rubor no se había dispersado. Bueno vamos, era un modelo y se estaba comportando como una estúpida adolescente ante aquel hombre.
—Claro, ¿me das tu número? Te llamaré después. —La sonrisa se mantuvo en la boca de Dylan mientras sacaba el celular de sus prendas. En menos de un segundo, ya tenía el móvil listo para anotar el número del otro.
Thomas sonrió unos instantes antes de tomar el móvil del castaño. Tecleó su número de teléfono con celeridad antes de devolverle el aparatito al otro.
—Puedes llamarme esta noche. Podríamos salir a cenar. —De acuerdo, inteligentemente, acababa de darle su número celular a un extraño, y más aún, estaba facilitándole un reencuentro nocturno. Quizá Dylan pensaría que era una presa fácil.
Probablemente, debía comenzar a preocuparse por caer ante una sonrisa y prácticamente, decirle a gritos al hombre que iría con él. Claro, nada de eso importó lo suficiente por aquel instante. Thomas solo podía pensar en la fragancia de Dylan y en su encantador acento americano.
—Lo haré. Te veré en la noche, Tommy —de nuevo, los labios rojos de Dylan se elevaron en una sonrisa mientras el británico se quedaba anclado al piso durante un momento.
Observó a Dylan alejarse y caminar hasta sus amigos. Pudo notar cuando uno de estos golpeó su hombro a modo de broma y otro más, le daba palmadas en la espalda. De acuerdo, perfecto. Thomas desechó la idea de continuar admirando a ese hombre mientras se daba la media vuelta y reanudaba su camino. Cuando echó un vistazo al reloj de su izquierda, notó que le quedaban escasos minutos para atravesar cerca de diez cuadras.
Soltó un enorme suspiro y no demoró demasiado en llamar a Kaya. Un pitido, quizá dos. Su representante no había tardado absolutamente más en responder.
—¿Dónde mierda estás, Sangster? Deberías estar aquí muchísimo antes de la sesión. Voy a matarte, te lo juro. Thomas dime don..
—Hey aguarda. Aguarda. Conocí a alguien —hubo un silencio al otro lado de la línea, señal suficiente para que Thomas supiera que tenía el derecho de explicarse—. Es un chico bastante encantador. Nos hemos visto unos minutos en el cruce peatonal. Creo que jamás había conocido a alguien así. Le dí mi número, probablemente lo vea esta noche y...
—¡¿LE HAS DADO TU NÚMERO A UN DESCONOCIDO?! Mierda, Thomas, podría ser un secuestrador. Tienes una cara famosa niño estúpido. ¿No pensaste en eso?
No, realmente no había pensado en eso. Realmente solo quería tener más tiempo en ese instante y poder mantener la extraña sensación de comodidad que ese chico producía en él. Además, solo le había dado el número. Quizá la impresión de hacía unos minutos desaparecía y recuperaría la cordura. Quizá se decidiera a no contestar la llamada, quizá...
Le tomó aproximadamente un minuto darse cuenta de su error: no, no. Repasó mentalmente el número que le había dado al chico. No, no. Había errado por un número, por un solo número.
—Debo irme, Kaya. Tomaré un taxi. —Siquiera esperó por una respuesta al otro lado de la línea, simplemente colgó.
Le tomó aproximadamente tres minutos regresar al paso peatonal en el que había conocido a Dylan. Sus pardos viajaron por todos los rostros de las personas que estaban a su alrededor, pero ninguno de ellos poseía el par de ojos color miel de los que Dylan, era acreedor.
—¡Dylan! —Esta vez, gritó. Un par de personas le observaron curioso, pero solo eso.
Thomas siquiera podía creer que estaba caminando en círculos mientras gritaba el nombre del chico que apenas acababa de conocer. Solo habían transcurrido cinco minutos de su encuentro. ¿Qué tan lejos podía haber ido el castaño?
Al cabo de diez minutos, supo que su búsqueda sería infructuosa. Dylan se había desvanecido y probablemente, no volvería a verlo. Un maldito número, había errado por un maldito número. Terminó por llevarse la diestra a la rubia melena mientras se aproximaba a la Avenida. Tomaría un taxi, llegaría demasiado tarde a la sesión.
[...]
Kaya se movió a su alrededor analizando el maquillaje que la chica acababa de retocar. Llevaban más de una hora en aquel lugar. El sol amenazaba con ocultarse y con acabar la sesión prematuramente.
Thomas suspiró ligeramente cansado mientras arrugaba las cejas. Kaya carraspeó justo detrás de él, obligando al británico a volver al rostro sin expresión de hacía algunos instantes.
Cuando movió su peso de una pierna a otra, fue el pequeño grito exasperado de la chica el que lo hizo volver a erguirse.
—Necesito que mires a la cámara y pienses que es el maldito secuestrador de esta tarde. ¿Podrías al menos hacer eso?
Thomas rodó los ojos al instante. Sabía que la campaña pedía algo un poco más innovador, no podía simplemente posar como siempre lo había hecho. No. Esta vez la nueva colección estaba enfocada un poco más en la palabra seducción. No era un simple coqueteo, no podía simplemente ladear la cabeza y verse cautivador. Esta vez realmente debía rogar a la cámara, como si se tratara de... Bufó. Por supuesto, podía hacerlo.
—Kaya, Dylan no era un secuestrador. Estaba con sus amigos. Quizá solo era una apuesta. Vieron a un inglés y apostaron a que no le hablarían. Es todo. Además, le dí el número mal. No era un estúpido 7, era un maldito 5. Dylan le marcará a un sujeto completamente ajeno a mí, deja de decir incoherencias.
La británica soltó un suspiro y negó con suavidad. Sabía que la última relación de Thomas no había ido del todo bien. La chica inglesa simplemente le había utilizado para impulsar su carrera como modelo. Después de conseguir un importante contrato, había dejado a Thomas con la excusa de no querer nada realmente formal. Antes de ella había estado Will, un actor que simplemente empezaba a descubrir su sexualidad y que había abandonado a Thomas, cuando su representante le había solicitado centrarse en su carrera y en las apariencias.
Bien, de acuerdo. A Thomas no le había nada bien en el ámbito personal, estaba en todo su derecho de impresionarse por un americano lo bastante atractivo como para sacarle el número así, sin más.
—No es un tonto. Debe tener redes sociales. ¿No? La campaña de esta ocasión se anunciará en dos semanas. Tu cara estará en muchos espectaculares de este país. Dylan lo verá, sabrá quién eres y si es inteligente, te buscará.
El británico observó a la chica durante un instante. Ciertamente, era una posibilidad. O quizá, Dylan simplemente se arrepintiera, quizá pensaría que le habría dado el número mal a propósito. Quizá Dylan pensaría que no quería salir con él, quizá...
Thomas suspiró audible antes de notar como el fotógrafo le hacía señales, indicándole que el descanso había acabado y que continuarían en el escenario recientemente preparado.
Dos horas después, Thomas estaba agotado, sentado en la silla giratoria mientras la maquillista se encargaba de limpiarle el rostro. Kaya daba vueltas a su alrededor, bastante contenta con el resultado final de la sesión.
—Michael lo ha dicho. Has estado impresionante en la segunda ronda de la sesión. Mañana nos trasladaremos a Brooklyn. Haremos una sesión en Coney Island, esta vez será para el spot televisivo. Ensayaremos un par de horas y filmaremos. Después nos trasladaremos al hotel y descansarás. Después tomaremos un vuelo de regreso a Londres donde ya están preparando el spot para Europa.
Kaya no dejaba de hablar. Thomas se sentía mareado ante el cúmulo de información. Cerró los ojos un instante mientras la chica se encargaba de quitarle la base del rostro. Dos minutos después, la voz de Kaya había cesado para ser reemplazada con sonrisas. Cuando Thomas abrió los ojos, notó que el representante de la marca se hallaba al lado de la británica, sonriendo.
Tyler era joven, atractivo y evidentemente, encantador. Kaya era quien se había encargado de entablar las negociaciones con él, probablemente, era la primera vez que Thomas veía al hombre.
—He visto las fotos de esta tarde. Han quedado aceptadas. —Tyler habló mientras observaba a Thomas, quien evidentemente, lucía cansado y sin mucho afán de prestar atención a la conversación—. Mañana filmaremos en Coney Island. Hemos preparado a una actriz local para aparecer contigo. La mecánica del anuncio es simple...
Tyler hablaba, pero Thomas parecía prestarle poca atención. Ciertamente, aún continuaba maldiciendo para sus adentros por la pésima memoria que poseía. Probablemente de haberse dado cuenta de su error mucho antes...
—¿Y el sujeto se llamaba Dylan? —La voz de Tyler logró que Thomas volviese a prestar atención a la conversación. Kaya estaba sonriendo y aparentemente, contando toda la historia de amor a primera vista que había vivido aquella tarde.
Aquello simplemente logró que el británico se pusiera de pie, llevándose la diestra a la melena y apartando a la maquillista de su lado.
—Fue una simple distracción. No volveré a llegar tarde a las sesiones —Thomas habló rápido, casi sin pausas. El hombre de ojos claros simplemente sonrió, Kaya le observó fijamente mientras un escaso rubor cubría sus mejillas.
—De acuerdo. Coney Island mañana. El libreto del spot se los haré llegar en el transcurso de la noche.
[...]
Habían sido dos semanas desde que había vuelto de Nueva York. El adorable chico de cabello rubio había sido probablemente, la mejor sorpresa que había encontrado en esa ciudad.
Después de que Ki lo convenciera de hablarle, le había tomado solo cinco minutos obtener un número falso. Por supuesto, si, tenía que ser. Era completamente irreal que un chico atractivo le diera su número al primer estúpido que se le atravesara.
Quizá el chico era heterosexual. Quizá solo había hablado con él por mera cortesía.
Dylan soltó un enorme suspiro mientras terminaba de hojear el catálogo de electrodomésticos que tenía en la mano. Llevaba más de media hora en la tienda y siquiera se había decidido por un estúpido refrigerador.
Julia estaba por mudarse con su pareja y como buen hermano, quería darle un obsequio decente, pero su sentido de la estética y practicidad, era completamente nulo.
Soltó otro largo suspiro al aire antes de abandonar la sección de electrodomésticos, completamente dispuesto a salir de la tienda departamental.
Apenas había dado un par de pasos cuando una bonita chica se le acercó. La mujer empezó a hablar rápido y casi de manera mecánica, casi como un robot. Tenía una botellita de fragancia en la mano y le ofrecía una muestra gratis.
—Es de la nueva colección de Armani. Estoy segura que le encantará. Tiene una mezcla de...
La voz de la mujer pasó a segundo plano cuando los ojos de Dylan se posaron en el enorme cartel que estaba en el stand detrás de ella: era Thomas. Era el inglés que había conocido dos semanas atrás. Sus bellos ojos pardos miraban hacía al frente mientras mordía uno de sus pulgares. Vestía una camisa negra de mangas largas que estaba abierta hasta el pecho. Sus caderas se delineaban debajo del ceñido vaquero que portaba. Parecía mirarlo fijo, sensual. Bastaron dos segundos antes de que la incomodidad en su entrepierna se presentara.
—Tenemos la presentación de bolsillo, de igual manera puede adquirir el set completo por el módico precio de...
La mujer seguía hablando, pero esta vez la atención de Dylan se centró en la pantalla televisiva que se hallaba junto al cartel.
De nuevo era Thomas. Esta vez, se hallaba de pie en una calle concurrida cercana a Coney Island. Había una chica castaña justo a su lado. Thomas se inclinaba en la dirección de la chica y susurraba algo. La música de fondo predominaba. La chica sonreía y tomaba el teléfono de Thomas, apuntando algo antes de devolverlo. Acto seguido, la chica se iba sonriendo, aspirando y naturalmente, deleitándose con la fragancia que había notado en Thomas. Un segundo más tarde, la chica observaba su móvil. Había un número, pero Dylan solo podía ver los últimos tres dígitos, extrañamente, demasiado familiares. Cuando la chica se daba media vuelta, corría hacía la calle previa, buscando.
No había sonido, pero el castaño pudo leer claramente los labios de la chica: Dylan. La chica gritaba su nombre. Tras ello el escenario cambiaba y mostraba la botella de fragancia sobre la arena. El nombre abarcaba la mitad de la pantalla, y justo debajo, la leyenda más extraña que jamás había visto: Olvidarás un número, pero jamás una fragancia. Por supuesto, la leyenda tenía su pequeña traducción en varios idiomas.
Aquello tenía que ser una coincidencia ¿cierto? Dylan parpadeó confundido mientras regresaba su atención a la chica a su lado, quien, con una sonrisa en sus labios, esperaba pacientemente a que saliera de su pequeño estupor.
—Llevaré uno.
[...]
Thomas sentía el rosto entumecido. Llevaba más de una hora en la misma posición, mientras la mujer delante de él continuaba hablando.
La presentación de la variante femenina de la fragancia, sería en un centro comercial de los Ángeles. La mujer con la que había actuado unos meses atrás, se hallaba a su lado, sonriendo. En sus pequeñas manos sostenía la botellita rosa, mientras él, sostenía la verde.
¿Cuánta importancia tenía que él estuviera en el lugar?
Si bien, sabía que su contrato establecía que debía presentarse en todos los eventos que implicarán su imagen, sabía que aquello simplemente estaba de más. En diez horas tomaría un vuelo de regreso a Londres. En ocho más, tendría una sesión de fotografía para una revista inglesa. De verdad, rogaba que la maquillista tuviese habilidades extraordinarias para cubrir las ojeras de una semana que cargaba con él.
Cuando la mujer dejó de hablar, cientos de personas finalmente se aproximaron al pequeño escenario, probablemente, con la intención de obtener una de las muestras que la mujer comenzó a obsequiar. Aquello bastó para que Thomas se diera media vuelta dispuesto a abandonar el lugar. No sucedió. Un par de ojos mieles le observaban desde el fondo de la multitud.
Thomas pudo sentir el segundo exacto en que el aire dejó de llegar a sus pulmones. Estaba conteniendo el aliento mientras analizaba a Dylan en silencio.
Era él, no había duda.
Se apresuró a dejar el frasco de colonia en las manos de Kaya, quien, bastante ajena a la situación, empezaba a soltar toda la agenda que les esperaba aquel día.
Thomas no prestó más atención a ello. Sus pies simplemente se deslizaron a través de la multitud, guiándole hasta el hombre castaño que estaba a escasos metros del mar de gente.
—Se ve que no eres de por aquí. ¿Cierto? —La voz de Dylan era exactamente como Thomas la recordaba. Una sonrisa pequeña iluminó los labios del rubio como consecuencia.
—No, soy inglés. Un tipo inglés con una mala memoria para los números telefónicos.
Dylan tiró otra adorable sonrisa al aire, Thomas suspiró ante ello, logrando que la atención del americano volviese a centrarse en él. De acuerdo, una vez más, estaba comportándose como estúpido.
—Lo sé. La chica me mandó al demonio cuando le hablé preguntando por un Thomas. Supongo que habrá pensado en cualquier otra cosa menos en....
—Un número equivocado. Lo siento. No era mi intención. Yo... De verdad tengo mala memoria. Sufro de disléxia también. Como podrás adivinar, soy una persona ocupada, pero en verdad, no creo que sea una excusa para...
Thomas detuvo sus palabras al segundo en que los dedos de Dylan descansaron en su barbilla. De acuerdo, era probable que por aquel segundo, el color rojo fuera lo que más predominase en su rostro.
—¿En serio volviste por mí?
Thomas parpadeó confundido.
—El spot televisivo. No sé la razón por la que me suena familiar. Bueno, probablemente soy menos atractivo que aquella mujer y probablemente, no sucedió en Coney Island.
El entendimiento llegó en menos de un instante. Thomas sonrió aún sonrojado mientras se mordía el labio inferior. El nuevo guión del comercial, había sido enviado horas previas a la filmación. Tyler lo había cambiado por completo y tal parecía, que a la marca le había parecido muchísimo más atractiva su experiencia personal, que la idea ofrecida por la empresa de publicidad. Probablemente, se ahorraron muchos dólares. Quizá, debía haber considerado cobrar por darles una estupenda idea como aquella.
—No, no sucedió en Coney Island y sí, volví. Probablemente un par de sujetos con tu nombre voltearon a ver. Por cierto, el último número es cinco no siete.
Dylan sonrió y apartó su agarre de la blanca barbilla del rubio. Un segundo después, sacó su teléfono móvil y cambió el número que tenía guardado. El británico frente a él, secundó sus acciones aunque esta vez, le entregó el aparato a él.
—Creo que si me das tú número, no tendremos problemas. A menos claro, que me lo des mal. Si ese es el caso, tendré que pensar que nada de esto valió la pena.
Dylan sonrió al instante, terminando por tomar el celular del rubio y guardar su número en la memoria de este.
Un momento después, Dylan volvió a tomar su móvil, marcando. El celular en la mano de Thomas sonó dos veces antes de volver a apagarse.
—Número verificado. Es una mejor manera de descartar que me hubieses dado un dato erróneo nuevamente. Te escribiré. O bueno, no lo sé. Quizá tienes un par de cosas más importantes por hacer —Dylan observó sobre el hombro del rubio, una chica de ojos azules parecía maldecir a lo lejos mientras les observaba.
—No. Tengo tiempo para un café. En realidad necesito un café. ¿Conoces algún buen lugar?
Dylan sonrió mientras asentía.
—Te llevaré a la mejor cafetería de los Ángeles.
Notas finales: Debo aclarar, que no soy fan de las canciones de Danna, pero leí un artículo navegando en Facebook y me llegó esta idea. Ya imagino a Thomas cantando Oye, Dylan (?). El shot es pequeño, estoy escribiendo desde el celular y me cuesta actualizar por aquí. De hecho, el OS anterior quedó raro, los comentarios que me dejaron se ven movidos :'( maldito wattpad. Quizá sea porque publiqué desde la app. Justo ahora estoy en el Chrome, espero esta vez quede bien.
Este OS lo escribí para ti, anniepellegrino7
Quiero animarte un poquito de la manera en que suelo hacerlo.
Espero les haya gustado. Nos vemos (?)
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