A Million Dreams
Dylmas
-¡Guapo, ponme una Estrella!- pide un robusto hombre desde el final de la barra.
Thomas sonríe y abre la cerveza para acercarse al hombre y dársela.
-Aquí tiene- le guiña un ojo y vuelve al otro lado de la barra.
Dylan entra en el bar con su abrigo y bufanda y sonríe yendo hasta la barra sin que Thomas lo vea.
Cuando está detrás lo coge por la cintura y le da una vuelta.
-¡Dyl!- se ríe Thomas. Su mejor amigo lo baja al suelo- ¿cómo te ha ido en el trabajo?
Le arregla el abrigo mientras le da un beso en la mejilla.
-Hablaremos después de eso- dice cogiéndolo de las manos y besándoselas -¿tú cómo estás?- pregunta abrazándolo por la cintura.
-Cansado, ya sabes. Llevo 10 horas en el bar.
Dylan le besa el cuello y se separa para quitarse la bufanda y el abrigo dejándolo apoyado donde el fregadero.
-¡Señoras y señores! ¡Última ronda y cerramos!- dice Dylan poniéndoles otra copa a todo el mundo.
Algunos protestan y otros sonríen al ver como el castaño coge al rubio en brazos y lo lleva a una mesa.
-Ahora mismo te hago una hamburguesa- dice dejándolo en el banco. Le hace un pequeño masaje en los hombros y le besa la frente- descansa un rato, Tommy.
El rubio sonríe suspirando y mira a su mejor amigo.
Lleva siendo su mejor amigo desde que tenían 6 años y lleva enamorado de él desde los 13. Ha aguantado todas sus novias, sus novios, su primer amor, el segundo, sus rupturas (las dolorosas y las irónicas), sus detalles en sus primeras veces y sus sueños.
Lleva 16 años soñando junto a Dylan.
Ve como el castaño se mueve como pez en el agua. Terminando de poner copas, yendo de la cocina a la barra y de la barra a la cocina. 10 minutos después tiene su hamburguesa con queso, bacon, patatas y Nestea. El bacon crujiente, el queso derretido y las patatas saladas. Como a él le gusta.
Entonces, sonríe.
Sonríe porque lo ama. Sonríe porque se siente protegido por él aunque no necesita que absolutamente nadie le proteja, pero sobre todo sonríe porque está tan enamorado de él que solo puede sonreír y soñar.
En menos de media hora, el castaño ha desalojado a todos los clientes felices, ha cerrado con llave y se ha preparado la cena.
Se sienta a su lado al terminar para cenar tranquilo. Entonces, él también empieza a cenar.
-Tommy, sabes que no tienes que esperarme para cenar- lo regaña.
-Y tú sabes que me gustar mirarte cuando trabajas- sonríe apoyando su cabeza en el hombro del castaño.
Este sonríe y lo rodea con el brazo. El rubio termina sentado medio encima de él.
-¿Quieres que te haga un masaje cuando subamos?- pregunta acariciándole el muslo mientras que con la otra mano come.
-Por favor- ronronea el rubio pegándose más.
Siguen cenando en silencio.
-Dyl... ¿Qué te ha pasado en el banco?- pregunta mirándolo fijamente.
El mayor suspira y lo mira.
-Lo he dejado.
Thomas palidece.
-¿Qu... qué?
-Tengo una idea, Tommy... Una idea maravillosa que nos sacaría de esta miseria. Te sacaría de la pobreza para siempre- contesta rápida y lo coge de las manos- vamos, por favor, Tom. No me mires así. Lo único que quiero es hacerte feliz.
-Dylan, soy feliz. Contigo. Vivimos juntos desde hace cinco años. No conocemos desde hace 19 y somos amigos desde hace 16. No necesito nada más- lo mira y Dylan ve sus ojos marrones brillantes.
Esos mismos ojos de los que se enamoró cuando tenía 16. Esos mismos ojos que lo han acompañado durante tantos años. Dylan no podría sentirse más afortunado de haber conocido a Thomas cuando era solo un niño.
-Ya verás. Te haré el doble de feliz. Tendremos una casa de campo. Alejada de vecinos, pero cerca de la ciudad. Compraré un coche para ir a la playa, pero no nos hará falta porque tendremos piscina. Una tan grande donde puedas meter nuestros sueños dentro y aún te sobre espacio.
Thomas suelta una risita y le acaricia la mejilla.
-Te quiero, Dyl.
Dylan se queda sin habla. Rara vez es la que se dicen te quiero.
-Yo te quiero más, Thomas.
El rubio suspira y termina su cena pegándose tanto a Dylan como puede. Este le devuelve el tacto y las atenciones.
-¿Por qué no me esperas en la habitación? Limpio y subo- propone Dylan agarrando su mano.
-Está bien, pero no tardes- pide el rubio soltándola suavemente para subir las escaleras hasta su bohardilla.
Su humilde morada se resume en un baño con váter, ducha y lavabo, una cocina tamaño hobbit y un cuartito con una cómoda junto dos mesillas y una cama de matrimonio medio destartalada.
Es poco y es pequeña, pero el dueño del bar les deja el alquiler gratis si pagan luz, agua, gas y por trabajar en el bar.
Pero lo mejor de esta pequeña bohardilla en la ventana mágica que tienen en su cuarto.
-¿Crees que nos irá bien aquí, Dyl?- pregunta el joven rubio, todavía menor de edad, tirado en la cama.
-Claro que sí- sonríe el castaño poniéndose a su lado- esto es temporal. Trabajaremos en el bar, ahorraremos un año y nos iremos de aquí.
Ambos se abrazan y miran por la ventana estrellada. Una estrella fugaz pasa por delante de sus ojos.
Thomas abre la boca sorprendido.
-Corre pide un deseo- cierra los ojos con fuerza y escucha el de Dylan.
-Deseo darte lo mejor que tengo.
-Dyl- pone un puchero- los deseos no se dicen en alto.
-¿Entonces no me vas a decir el tuyo?
Thomas niega con la cabeza y vuelve a abrazar a Dylan. "Que nunca me apartes de tu lado", piensa el rubio con toda la fuerza que siente.
-No tardo. Lo prometo- sonríe recogiendo los platos y los vasos.
El rubio sube. Se desviste metiendo la ropa en el segundo cajón de la cómoda (el suyo) y va hasta su lado de la cama para sacar el pijama de debajo de la almohada. Se lo pone y roba un sudadera de Dylan.
La casa cada vez es más vieja y entra más frío. Coloca dos mantas por encima de la sábana y la colcha.
Dylan sube según lo prometido y guarda su ropa en el primer cajón. Saca el pijama del tercero y ve que Thomas ya ha cogido las mantas.
Sonríe viendo a su rubio leer en la cama. Se mete en su lado y se acerca a él. Apoya su cabeza en su hombro y pasa la mano por debajo de la ropa del rubio, asentándola en su estómago.
-Esa es mi sudadera- ronronea Dylan besando el hombro de Thomas.
-Tenía frío.
-No pasa nada- sonríe el castaño- solo era un apunte. Me gusta que huelan a ti.
El corazón le da un vuelco y bombea rápido.
-¿Qué lees?- le pregunta a continuación.
-El último libro que me compró mi padre- sonríe enseñándole la portada.
Veinte mil leguas de viaje submarino.
Los padres de Thomas murieron cuando tenía 17 y desde entonces, Dylan se ha hecho cargo de él. Ninguno tiene a nadie más a su lado, solo a un par de amigos comunes.
Y aún así, desde que viven juntos, nunca se han sentido solos.
-¿Es bueno?- pregunta acomodándose.
El rubio siente.
-Buenísimo. ¿Te leo?
-Después- pide dándole un beso detrás de la oreja.
Cierra su libro marcando la página con su dedo. Lo pone boca abajo con cuidado en la mesilla y se mueve poniéndose recto.
Thomas entiende y se coloca entre sus piernas. El castaño se estira mientras Thomas se quita la sudadera y la camiseta.
Dylan posa sus manos en sus hombros y se los desanuda. Thomas suspira con el primer toque. Definitivamente ya no tiene frío.
Pasa sus manos por toda su espalda, desde los hombros hasta la zona baja. En la zona baja, el rubio se arquea y suelto un suspiro.
-Voy a pedirle al dueño que te ponga todo a tu altura. No puedes tener siempre estas contracturas, Tommy.
Después de varios segundos, Dylan se detiene y Thomas interpreta para ponerse ya la camiseta. Una vez las manos de Dylan abandonan su cuerpo, el frío vuelve a él y se coloca rápido la ropa que se quitó para enterrarse debajo de las sábanas y mantas.
-¿Frío, Tommy?- pregunta abrazándolo por detrás y metiendo sus manos dentro.
-No, para nada. No sé por qué me apuré a meterme aquí porque es maravilloso sentir frío medio desnudo.
Dylan sonríe contra su sudadera y nota como Thomas se mueve para coger su libro y ponerle el marcador. Lo guarda en el cajón de la mesilla y se da la vuelta para mirar a Dylan.
Ambos se quedan embobados en el rostro del otro.
-Eres la persona más hermosa que he visto nunca, Thomas- confiesa Dylan apartando el pelo que cae por su frente.
El rubio se sonroja sin saber qué decir.
-Eres la personas más buena y menos rencorosa que he conocido en mi vida. No sé qué habría sido de mi vida sin ti. Llevas siendo mi mejor amigo desde que tengo uso de memoria. Eres una persona a la que le han pasado cosas horriblemente malas. Merecer ser protegido de todo lo malo. Tan frágil como el cristal, tan suave como el terciopelo y a la vez tan fuerte como un maldito tanque del ejército. ¿Cómo puedes ser tantas cosas preciosas y admirables a la vez? Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Tommy. No me perdonaría perderte nunca.
Ambos se miran a los ojos.
-No hay nada, pero absolutamente nada de nada que haga que me perdieses, Dylan. Nada en esta vida podría provocar algo así.
-¿Me lo prometes?- pregunta Dylan acercándose.
-Te lo prometo. Y de meñique- dice poniendo su dedo meñique entre ellos.
Dylan compone una media sonrisa y junta su meñique con el del otro.
Inmediatamente, los coloca en la espalda de Thomas y se abalanza a sus labios. Thomas abre los ojos sorprendido y ve a Dylan con sus ojos cerrados, deshaciendo cualquier agarre de su cuerpo para agarrarle el cuello.
Cierra los propios suyos cuando mete la lengua lentamente en su boca. El rubio pone sus manos en el pecho de Dylan y deja que profundice el beso.
Dylan termina por colocarse encima del menor y no deja de besarlo hasta que nota sus labios resentirse.
Ambos sonríen en pequeño.
-¿Sigues pensando lo mismo?- pregunta Dylan en voz de susurro contra sus labios.
-Y lo reitero y subrayo- se ríe Thomas.
El castaño sonríe feliz y vuelve a besarlo una y otra vez con la noche corriendo a su mismo tiempo.
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Habrá segunda parte por supuestísimo*-*
Falta la trama que (perdón) estaba muy cansada para escribir 3000 palabras
Los mejores amigos que estaban más casados que mis padres, ah
Nadia💜
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