The Princess and The Frog (Primera Parte)

The Princess and The Frog o Tiana y el Sapo en español, es la historia de Tiana, una muchacha de origen humilde que vive en Nueva Orleans, trabaja como camarera y cocinera para conseguir realizar el sueño que compartio con su padre, conseguir abrir su propio restaurante. Pero todo cambia cuando el Príncipe Naveen, heredero de la corona de Maldonia, llega a la ciudad. Espero que os guste!

El padre de Dylan, aún en vida, había sido militar, uno muy reconocido y querido por todo el ejército, además de por su familia y por su barrio. Él era, y sigue siendo, la persona que el chico más admira en el mundo. Y todo esto por el simple hecho de que su progenitor, además de darle amor incondicional y cumplir algún que otro capricho, le había enseñado a soñar como ninguna otra persona habría podido.

Y es que, el sueño, tanto de, en ese entonces, el niño pequeño de lunares como de su padre, era abrir un restaurante, en el que cocinarían el mejor gumbo de toda Nueva Orleans, su ciudad natal. Su gumbo aun así ya era bien conocido por todos los vecinos, con los que lo compartían amablemente las noches frías de invierno acompañándolo con música, pero eso no les bastaba. Así que decidieron comenzar a soñar, y en sus fantasías, crearon "Dylan's Place", el restaurante que iban a tener juntos, nombrado por su padre en honor al mejor hijo que podía haber pedido.

Por desgracia, el padre del castaño no había podido cumplir lo que deseaba, por una de las misiones que tuvo que realizar en el extranjero. Pero eso no dejó que su hijo se hundiera en la miseria jamás, ya que sabía que, aunque su padre no se lo había dicho, él habría odiado que Dylan no siguiera adelante con su vida.

Por lo tanto, ahora Dylan, ya con dieciocho años, está volviendo de su turno de noche en un restaurante. Cierra la puerta de su habitación, deja las propinas en su sitio (aunque hoy no hayan sido muchas) y se acuesta. Es una pena que el sueño no le dure más de cinco segundos, porque el despertador suena indicándole que su turno en "Duke's" empieza en media hora. El chico suspira y le sonríe una última vez a la foto de su padre antes de cambiarse de uniforme.

- Muy pronto, papá. - Dice con nostalgia y hace un saludo militar.

El chico, después de haber cogido un tranvía para llegar de su casa al trabajo, está preparado quince minutos antes, como todos los días. Su jefe, Buford, nunca se lo diría, pero aprecia ese detalle y le añade algo de paga extra al final del mes por ello. Dylan no malgasta ni un minuto y se pone a trabajar, repartiendo buñuelos, tortitas, y huevos con bacon por doquier. Es tan solo un día soleado más en Nueva Orleans. O al menos para él, porque todo el resto del mundo para estar obsesionado con el hecho de que ya está aquí Mardi Gras, el carnaval y la fiesta más importante de la ciudad. Con eso y... Con la llegada del estúpido, en opinión de Dylan, príncipe Thomas.

- ¡Buenos días, Dylan! - Saluda un hombre gordinflón desde la puerta y se sienta en su sitio usual, para después sacar una servilleta y prepararse para comer, estando acostumbrado a hacer esa rutina todos los días.

- ¡Buenos días,señor Labouf! ¿De nuevo le han nombrado rey del desfile de Mardi Gras? - Pregunta el castaño sonriente mientras sirve a otros clientes, aunque ya sabe la respuesta.

- Me ha pillado totalmente por sorpresa... Por quinto año consecutivo. - Bromea el hombre. - ¿Qué te parece si lo celebro con...

- ...buñuelos? Tengo una tanda recién horneada para usted. - Le trae la comida a lo que este responde con una sonrisa agradecido.

De repente por la puerta parece haber entrado un terremoto con patas, y efectivamente, Dylan se da cuenta de que es exactamente eso cuando ve a su mejor amiga revolotear por la tienda gritando su nombre una y otra vez emocionada. Kaya es una chica adinerada, hija del señor Labouf, que siempre ha conseguido todo lo que ha querido, pero que, sin embargo, nunca ha dejado de ser amable y buena amiga de Dylan. Aun así, nunca se ha conformado del todo con su vida, porque su mayor sueño era encontrar a su príncipe azul, uno igualito que en los cuentos que les leía la madre de Dylan antes de dormir cuando eran pequeñas.

- ¡Dyl, Dyl, Dyl, Dyl! ¿Has escuchado las noticias? ¡Cuéntaselo papaíto! ¡Vamos! - Dice sentándose impaciente.

- El prín... - Empieza su padre pero es interrumpido por la castaña.

- ¡El príncipe Thomas está en Nueva Orleans para celebrar el Mardi Gras! Y dicen que está buscando pretendientes... - Suspira de manera soñadora. - Ya sabes, porque es bisexual. ¡Cuéntale el resto, papaíto!

- Le he...

- ¡Papaíto le ha invitado a nuestra fiesta de disfraces como invitado de honor para que yo me pueda convertir en la princesa de Maldonia! - Grita Kaya sonriente llamando la atención de todos los clientes, que ya están acostumbrados a este tipo de escenas.

- Me alegro mucho, Kay. - Contesta Dylan llamándola por su mote mientras trae el resto de buñuelos. - Ya sabes, mamá dice que la mejor manera de llegar al corazón de un hombre es mediante su estómago.

- ¡Eso es, Dylan! ¡Eres un genio! - Le abraza su mejor amiga ilusionada y él la mira confundido. - ¿Puedes hacer unos mil buñuelos caza hombres de los tuyos para esta noche? - La chica saca dinero del bolsillo de su padre y el castaño casi se desmaya por la cantidad de billetes que hay ahí. - ¿Con esto bastará?

- ¡Con esto hay de sobra, Kay! ¡Por fin tendré mi restaurante! - Se emociona Dylan y Buford, que estaba atento a toda la conversación, deja caer un huevo que estaba friendo de la sorpresa.

Ese día, cuando termina su turno, antes de prepararse para servir como empleado en la fiesta de los Labouf, va al sitio que estaba planeando comprar para crear su restaurante junto con su madre, muy contento. Cuando está a punto de cerrar el contrato, los hombres a los que les iba a comprar el cuchitril, porque no se podía llamar de otra forma a esta pocilga, a pesar de que Dylan solo pudiera ver un restaurante después de unas pocas reformas cuando lo miraba, le dicen que es una idea mejor cerrar el trato en la fiesta que se celebrará por la noche, a lo que él asiente emocionado.

- Dylan, cariño, estoy muy feliz por ti, pero te estás matando a trabajar por esto, y yo quiero nietos. - Le regaña cariñosamente su madre después de abrazarlo.

- Mamá, ya sabes que decía papá...

- Tu padre no logró cumplir su sueño. - Dice con la voz rota, cosa que provoca que Dylan la mire a los ojos.

- Por eso lo haré por él.

- Pero sabía que tenía lo más importante y valioso que necesitaba. Amor. Él te lo repetía siempre antes de dormir, pero por lo visto solamente te quedaste con la parte de trabajar duro...

- Deja de rechistar y volvamos a casa. - La coge de la cintura y le da un beso cariñoso en la frente. - Todavía me quedan mil buñuelos por hacer.

Esa noche, Dylan se viste de plebeyo, ya que había que traer un disfraz sí o sí, y él no tenía mucho presupuesto. Prepara la mesa con los buñuelos y aguanta a la pesada de Kaya y sus lloros por pensar que el príncipe no se presentaría.

- ¡He sido tan tonta pensando que el amor de mi vida se presentaría ante mí tan fácilmente! ¿Por qué nunca puedo tener lo que quiero? - Suspira entre sollozos la chica, a quien el castaño intenta calmar.

Antes de que puedan decir algo más, unas luces se encienden y una voz anuncia al príncipe Thomas de Maldonia. Esto hace saltar a Kaya, que sonríe y, rápidamente, se retoca el maquillaje. Baja corriendo, o bueno, lo más rápido que se lo permite a una dama, y comienza a bailar con el chico rubio.

- Hola, Dylan. - Habla uno de los hombres con los que iba a cerrar el contrato y el rostro del chico rápidamente se ilumina, pero esto cambia al ver que uno de los hombres no está muy contento y el otro simplemente le ignora. - Como decir esto... Eh...

- Alguien nos ha ofrecido la cantidad en efectivo. A menos que puedas mejorar esa oferta para el miércoles despídete del restaurante. - Habla el otro hombre con cara de indiferencia mientras mastica un buñuelo. - Que buñuelos tan ricos... - Murmura.

- ¿Qué? No, ustedes no lo entienden, no saben cuánto he trabajado para esto, por favor... - Les suplica pero ellos se giran dispuestos a irse. - ¡No! ¡Esperen! - Grita y les agarra del traje provocando que el chico se caiga y tropiece con la mesa de los buñuelos, manchándose entero.

- Dyl, no te vas a creer... ¡Oh Dios mío, ¿qué te ha pasado?! - Exclama Kaya, que acaba de volver de bailar con el príncipe. Al ver el rostro de su mejor amigo se da cuenta de que Dylan no quiere hablar de ello. - Da igual, vamos, tengo un traje precioso para que te cambies.

La castaña lo obliga a cambiarse y le espera en su habitación mientras comienza un monólogo sobre lo guapo que es su príncipe y lo poco que falta para que su sueño se cumpla, pero cuando Dylan sale, con una ropa digna de un príncipe, deja a la chica boquiabierta.

- Dyl... Pareces un príncipe. - Le sonríe y le pone una corona pequeña igual que una real. - En fin, me voy abajo, mi amor me debe de estar esperando. Y pensar que hace unos años éramos tan solo unos niños que jugaban a pertenecer a la realeza... ¡Es genial que nuestros sueños por fin se estén cumpliendo! - Grita y sale corriendo de la habitación.

El chico suspira y sale al balcón, sacando del bolsillo de su traje la foto del restaurante de sus sueños. Mira a la estrella a la que de pequeño siempre le pedía deseos, ya que sus padres le habían contado que si se los pedía y los deseaba con mucha fuerza, se harían realidad. No pudiendo creerse lo que está a punto de hacer, ya que le parece patético, le suplica a la estrella.

- Porfi, porfi, porfi... - Susurra.

Dylan apoya el codo en el balcón y pone su cabeza en su mano, para girar la cabeza a la derecha y encontrarse con una rana. Traga saliva y se ríe nerviosamente.

- Muy gracioso. ¿Se supone que ahora tengo que besarte? - Pregunta irónicamente.

- Un besito no estaría mal... - Contesta la rana haciendo que el castaño se sobresalte, grite y se eche hacia atrás asustado. Dylan comienza a tirarle peluches procedentes de la estantería de Kaya. - ¡No, no, no! ¡No quería asustarte! - Uno de los peluches le da fuertemente. - Tienes un brazo muy fuerte, príncipe... ¡Eh, deja a ese conejo quieto! - Exclama, pero este lo tira igualmente. La rana salta al tocador de Kaya. - Permite que me presente... Soy el príncipe Thomas... - Dice y Dylan le pega con un libro aplastándole un poco. - De Maldonia.

- Espera, espera... Si tú eres el príncipe, ¿quién está bailando con Kay? - Pregunta preocupado el chico.

- Yo solo sé que hace un momento era un apuesto y encantador príncipe, además de un gran bailarín, y sin quererlo ni beberlo me encontré tropezándome con... Esto. - Señala sus patas traseras con los dedos separados por membranas viscosas. Dylan vuelve a alzar el libro con el que le ha pegado y Thomas reacciona al fin. - ¡Un momento! Yo conozco ese libro, ¡en el la princesa besa al sapo y este se convierte en príncipe! ¡Claro, ya está!

- Pero yo no soy una princesa...

- Eres un príncipe, eso bastará. - Contesta Thomas poniendo morritos.

- Yo no... - Intenta negar Dylan pero el otro le interrumpe.

- Eh, eh, recuerda que soy un príncipe, y si quisieras... Podría recompensarte con dinero... - Miente, pero no va a dejar saber que está arruinado. - O con besos, no me importa, eres realmente guapo.

- Me vale con el dinero. - Dice el castaño y besa rápidamente a Thomas provocando que una especie de magia le convierta en rana a él también.

- Oye... ¿Por qué tú estás ahí arriba y yo aquí abajo? - Pregunta y cuando se mira las manos, grita. - ¡Soy viscoso!

- Es mucosidad, en realidad. - Corrige Thomas. - Príncipe, mantén la calma...

- ¡Te voy a matar! - Grita Dylan enfadado y los tira a los dos por el balcón, haciendo que acaben en la fiesta y monten un escándalo.

El señor Labouf ordena que su perra, Estela, comience a perseguirlos, y eso hace. Las dos ranas llegan al final de una de las mesas con comida y se agarran de las cuerdas de unos globos, para salir flotando de ese sitio. Los globos les dirigen al bosque, y en el camino, Thomas comienza a contarle a Dylan como se ha metido en todo este lío. Resulta que, un hombre llamado Dr. Facilier, practicante del vudú, ha sacado un poco de su sangre, la ha metido en un medallón que le ha entregado al sirviente del príncipe, y esto a él lo ha convertido en rana y al sirviente, en él mismo.

- ¡¿Vudú?! ¿Todo esto ha sido por el estúpido vudú y el hombre de las sombras? - Exclama Dylan furioso.

- Era un hombre muy convincente...

- ¡No se pueden pedir deseos a las estrellas! ¡Si quieres algo tienes que trabajar duro para conseguirlo! - Habla más para sí mismo que para la otra rana.

- ¿Por qué tendría que trabajar duro un príncipe? - Pregunta Thomas confundido.

- ¡No soy ningún príncipe, soy camarero! ¡Era una fiesta de disfraces!

- ¡Entonces es normal que no haya funcionado, si me ha besado un camarerucho y no alguien de la realeza! - Se frustra el otro. - ¡¿Ah, sí?! Pues ahora te vas a quedar de piedra, porque yo no tengo ninguna fortuna, ¡estoy completamente arruinado! - Los globos comienzan a desinflarse provocando que vayan cayendo poco a poco. - Oh, oh.

Las dos ranas caen a un lago infestado de caimanes, y gracias a Dios, algo de suerte se pone en su camino y logran encontrar un sitio para esconderse y pasar la noche. Los dos duermen tranquilos, y al día siguiente, Dylan se despierta antes que Thomas para poder hacer una barca y volver a Nueva Orleans.

- ¡Despierta, bello durmiente! Volvemos a Nueva Orleans y deshacemos el hechizo. - Sonríe satisfecho de sí mismo el ex - humano. El príncipe se tumba y hace una especie de guitarra con un palo y un par de cuerdas y comienza a silbar y tocar una melodía alegre. - Podrías ayudar un poco... - Se gira para regañarle, pero ve a un caimán acercándose a ellos, provocando que griten.

- ¡Conozco esa melodía! ¡Es un blues muy popular! - Exclama el caimán emocionado y toca una trompeta.

- ¡Tócala, hermano! - Le anima Thomas y se une a él.

El caimán, llamado Louis, les cuenta que su sueño es tocar con los grandes, por ejemplo en barcos o desfiles de Mardi Gras, y ellos le cuentan a él su... Peculiar historia.

- ¿Vudú? - Pregunta con miedo. - ¿Cómo el que hace mamá Odi?

- ¿Quién es mamá Odi? - Dice Dylan interesado.

- Ella también hace vudú. Es como la hechicera del pantano.

- ¿Y puedes llevarnos con ella? - Pregunta Thomas esperanzado.

- Ni de broma. Hay que pasar por demasiados peligros...

- Ella podría convertirte en humano... - Intenta convencerle el príncipe.

- ¡Me apunto! - Exclama emocionado y los dos se montan en él para que pueda llevarlos rápidamente.

En el camino los tres se cuentan sus sueños e intimidades. Louis habla de lo mucho que le gusta la música, Thomas solo puede hablar de lo mucho que le gusta coquetear con todo el mundo y Dylan les cuenta con mucha ilusión sobre su restaurante. Un rato después, cuando notan una mosca en el camino, las dos ranas intentan comérsela, enredándose así sus lenguas dejándolos en una posición incómoda. Los dos se echan la culpa mutuamente, mientras que el caimán va a buscar un palo, porque dice que es la mejor solución.

- Chico, tú y tu novio os habéis puesto un poco calientes... - Interrumpe su conversación una luciérnaga de acento extraño y ellos empiezan a protestar y negar el hecho de que sean novios. - Dejadme arrojar un poco de luz en la situación. - Dice este y un rato después comienza a brillar, alumbrándolo todo. Los desata y ellos se lo agradecen. - Soy Raymond, pero todos me llaman Ray.

- Hola Ray, nosotros somos Thomas, el príncipe de Maldonia, y... Dylan, el camarero, no intentes besarle. - Los presenta Thomas susurrando lo último.

- Estamos aquí porque este idiota nos convirtió en ranas mediante vudú y estábamos yendo a ver a mamá Odi para ver...

- ¡No se va por aquí a ver a mamá Odi! -Exclama Ray. - ¿Qué clase de turulato os ha dicho que se va por aquí? - Es interrumpido por Louis que viene con una sonrisa tonta y un palo. - Regla número uno del pantano: Los caimanes siempre se van por la barranquilla. - Susurra Ray y llama a su familia para que todos juntos alumbren el camino y les guíen a casa de mamá Odi.

Lo que las ranas no sabían era que en ese mismo instante, un Dr. Facilier, muy enfadado, había terminado de hablar con sus amigos del más allá para que le ayudaran a buscar a Thomas, de quien se le estaba acabando la sangre en su medallón, por lo que el hechizo estaba a punto de deshacerse, y él, que ya tenía deudas grandes en el más allá, no podía permitirlo e iba a hacer cualquier cosa con tal de tener a Thomas de vuelta. Así es como un par de sombras comenzaron a hacer su presencia en la noche, buscando en todos los sitios de Nueva Orleans... Incluido el pantano.

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