Tangled (Segunda Parte)

Los dos chicos muy felices entran en la taberna donde hay muchos hombres bailando, cantando y bebiendo. Pero cuando todos ven a Dylan, sonríen como un niño al ver un caramelo.

- Puede que se me haya olvidado mencionar el detalle de que me persiguen por ser ladrón... - Le susurra el castaño al oído a Thomas haciéndole estremecer por la mezcla de sensaciones.

- Sí, definitivamente se te olvidó mencionarlo. – Contesta Thomas con un suspiro, y cuando un hombre que tiene un garfio por mano se acerca a su amigo, él se le lanza encima. - ¡Eh! ¡Déjalo en paz!

- Tommy, realmente pienso que no deberías... - Le advierte Dylan, pero el chico no le escucha porque se está derritiendo por dentro a causa de como le ha llamado.

- ¿Por qué debería hacerte caso? Podrían pagarme muy bien por este renacuajo de aquí... Por fin podría comprarle esa casa en el monte a mi mujer. – Suspira de manera soñadora el hombre.

- Porque... Él me está ayudando a cumplir mi sueño. – Dice Thomas con la voz a punto de romperse y los bandidos de la taberna lo miran apenados. – Es la única persona que se ha ofrecido a llevarme a ver los farolillos por primera vez en mi vida, ¡llevo soñando con ello desde que era un niño! ¿No sabéis lo que es tener un sueño?

Todos suspiran y asienten con enormes sonrisas para después ponerse a hablar sobre sus sueños. Dylan está maravillado con la habilidad que tiene Thomas para hacer feliz a la gente. Incluso a él, un chico que pensaba estar completamente roto por dentro, ha conseguido sacarle una sonrisa. O varias...

- ¡Son los guardas! ¡Vienen a por Dylan! – Grita el cocinero de la taberna y Thomas mira con ojos suplicantes al hombre del garfio.

- Dirigiros por ese túnel todo recto hacia la presa de agua. Corred.

No hace falta que se lo digan dos veces. Los chicos, agarrados de la mano, comienzan a correr dejando al pobre Pascal detrás. En la mitad del túnel, cuando piensan que los guardias ya no les van a coger, ralentizan el paso, y al darse cuenta de que tienen las manos entrelazadas se sonrojan y se miran sonrientes, pero no se apartan el uno del otro.

- Yo... Ya sé que no puedo preguntarte ni por tu pelo, ni por tu madre... - Thomas asiente, no sabiendo donde quiere llegar Dylan. – Y me da miedo preguntar por la rana...

- Es un camaleón. – Corrige el rubio rápidamente.

- Lo que sea. Pero, quiero saber... Si me lo dices, está claro. – Ríe nerviosamente haciendo a Thomas sonrojar y reír para sí mismo. – Si querías ver los farolillos, ¿por qué no lo has hecho antes?

- Yo... - El chico se tensa ante la pregunta, pero antes de que pueda contestar escucha a los guardas persiguiéndoles de cerca. - ¡Corre!

Después de un rato corriendo, salen del túnel y se encuentran en la presa de agua. No sabiendo a donde ir, andan todo recto, pero se dan cuenta de que hay una altura muy elevada hasta el suelo. Thomas engancha su pelo a una roca y hace a Dylan saltar primero. Cuando lo hace, grita para que el rubio vaya detrás de él, pero nota el miedo en sus ojos.

- ¡Thomas, confía en mí! ¡Te cogeré! – El chico al escuchar esto se arma de valor y salta con los ojos cerrados, esperando un impacto que no llegará nunca, porque Dylan le ha cogido a tiempo. Y, aunque Thomas se quedaría allí, en los fuertes brazos del castaño para siempre, mirándole a los ojos y sonriendo como un tonto, reacciona cuando escucha la presa de agua romperse.

Los dos empiezan a correr, Dylan no le da tiempo al rubio a soltarse de su agarre, aunque eso tampoco les molesta mucho a ninguno de los dos. Confundidos por el miedo, sin tener otro sitio al que ir, se meten en una cueva sin salida aparente, y unos segundos después esta se cierra dejando que el agua vaya traspasando poco a poco.

Dylan comienza a desesperarse, no puede dejar que Thomas muera, no ahora que ha descubierto que le importa más de lo que le gustaría admitir, además de que quiere cumplir su trato y llevarlo a ver los estúpidos farolillos que le han llevado a estar aquí. Se da tan solo unos segundos para apreciar el rostro del chico a su lado y sonríe, pensando que si muere al menos será con la única persona que ha visto en él algo más que un ladrón. Después del pequeño descanso sigue nadando, aunque sin mucho resultado, ya que no se ve nada.

- Todo esto es mi culpa, Dylan. Yo... Lo siento mucho. – Empieza a llorar en silencio el rubio.

- No. Si algo, lo que sea, pasa, no quiero que pienses que tienes la culpa. No es cierto. Échale la culpa a quien quieras, a los guardas, a tu madre, incluso a mí si quieres, pero, por favor, no llores por pensar que lo que ha pasado es por ti. – Dylan cogió las dos manos de su Tommy las besó transmitiéndole cariño.

- Si tan solo hubiera algo que pudiera alumbrar esto un poco... - Susurra Thomas. – Espera... - Mira al chico a los ojos y empieza a cantar una canción que hace que su pelo brille.

Dylan no tiene tiempo de reaccionar, porque el agua ya no les deja respirar. Los dos comienzan a quitar piedras para crear una salida, y cuando lo logran, salen disparados al río.

Estando en la orilla, ya pudiendo respirar, Thomas mira al chico de lunares con una media sonrisa. En un acto de valentía, le quita el pelo de la cara acariciándole la mejilla en el proceso, lo que provoca que Dylan ría.

- Me haces cosquillas.

- Deberías reírte más a menudo. De hecho, creo que hay gente que pagaría por ver tu sonrisa. Podrías incluso dejar de ser ladrón, ganarías mucho din...

A Thomas no le da tiempo finalizar la frase porque los labios de Dylan lo callan antes. El rubio sonríe en medio del beso, aunque haya sido repentino, aunque no sepa si sea lo correcto, porque sabe que es lo que más ha querido en su vida. Y no, no es ver los farolillos. Es que alguien le besara como lo estaba haciendo Dylan. Con verdadero amor.

- Ahora vamos a descansar y explícame cómo funciona toda esta historia de tu pelo, ¿qué te parece? – Thomas asiente efusivamente y, por segunda vez en el día, hace correr al castaño.

Los dos chicos no separan sus manos en ningún momento de la caminata, y cuando se sientan en el tronco de un árbol caído, empieza a hacerse de noche. Dylan, preocupado por su rubio, decide que para darle calor hará una hoguera. Le avisa de que irá a buscar un poco de madera y deja a Thomas solo, con un poco de miedo, aunque sabe que sabe defenderse perfectamente.

- Con que para esto querías que saliera a comprarte las pinturas, ¿eh? – Una voz familiar procedente de las penumbras le hace girarse nervioso.

- Madre... ¿Cómo me has encontrado?

- Oh, solamente he seguido el rastro de la traición más mezquina y cruel. – Bromea su madre, como de costumbre. – Ahora, volvamos a casa. – Intenta cogerle de la mano, pero este se niega rotundamente. - ¿No?

- Madre, yo... Nunca lo había pasado tan bien. He descubierto la sensación de correr con los pies descalzos por la hierba, me he bañado en agua de un río, y además... He conocido a alguien. – Añade con un ligero sonrojo en las mejillas. – Y creo que le gusto.

- ¿Tú? ¿Por qué le ibas a gustar tú a nadie? Solo está contigo por... - Gothel saca de detrás de ella una alforja y el chico se echa para atrás de la sorpresa. – Cuando le devuelvas esto saldrá corriendo por patas.

- Eso no es cierto, madre, ¡tú no le conoces!

- Pruébalo, entonces. – La mujer le lanza la alforja que contenía la corona robada por Dylan con una sonrisa malévola. – Solo recuerda... - Dice antes de desaparecer en las profundidades del bosque. – Madre sabe más.

- ¡Tommy! ¡Traigo la leña! – Grita el castaño y Thomas esconde la alforja rápidamente en el hueco de un árbol. – Estás pálido. Creo que deberíamos ir a dormir. Mañana por fin veremos los farolillos. – Le sonríe a su amigo tranquilizadoramente y le señala un sitio a su lado para que duerman... Juntos.

Al día siguiente, en cuanto Dylan se despierta, nota algo en su cara. Algo como... ¿babas? Mira a Tommy alarmado, por si son suyas, pero no es así. Dirige sus ojos arriba y ve... A un caballo. Al maldito caballo que lleva persiguiéndole desde que robó la alforja con los hermanos Stabbington, a los que luego dejó a su merced, llevándose el robo para él.

- ¿Qué, me has echado de menos, caballito? – Pregunta con aires de arrogancia.

Un minuto después, Thomas se despierta asustado al escuchar unos gritos provenientes de Dylan, que está peleando con el caballo.

- ¡Eh! –Thomas mira la placa en la que pone el nombre del caballo. - ¡Maximus! ¡Deja en paz a mi Dylan! – Grita el rubio sin pensarlo dos veces. El castaño se sonroja pero no puede decir nada, porque de una bota le está tirando el caballo, y de la otra Thomas. - ¡Está bien! Hagamos un trato. Te dejo hacer con él lo que quieras cuando me lleve a ver los farolillos. No antes ¿Bien? – El animal asiente bufando, y el chico sonríe de manera satisfecha.

- Ahora vamos, el pueblo está cerca. – Informa Dylan mientras se levanta y sacude su ropa. Instintivamente, coge a Thomas de la mano y Pascal, que está en el hombro del chico, sube las cejas repetitivamente mirando al caballo, que ríe entendiendo lo que quiere decir.

Cuando llegan al pueblo, se dan cuenta de la enorme fiesta que acontece allí. A Thomas le brillan los ojos de las ganas que tiene de bailar, pero Dylan nota que no puede por su larga melena, que le hace tropezar, así que les pide a unas niñas pequeñas que están haciéndose trenzas las unas a las otras que le hagan una a Tommy. Estas lo hacen encantadas, y le añaden flores a su pelo, haciéndole ver más precioso de lo que ya estaba. El castaño sonríe embobado, y el caballo sonríe y sube las cejas igual que el camaleón lo había hecho antes. Este le pega un codazo y sigue observando al rubio bailando con toda la gente del pueblo, cuando de pronto, le invita a bailar. Al principio se niega, pero Max le obliga lanzándole a los brazos de Thomas, haciendo que los dos se sonrojen.

Así el día pasa, lentamente, por lo que los dos le dan las gracias al tiempo, ya que deseaban que esos momentos que compartían fueran eternos. El favorito de Dylan era, sin duda, cuando Thomas le pidió que le robara dos magdalenas y tuvieron que huir de unos guardas que les perseguían, mientras terminaban de comérselas. Sin embargo, el de Thomas era un recuerdo más calmado, y consistía en el momento en el que entraron a una biblioteca que estaba vacía y comenzaron a revisar los mapas del mundo y a decir donde les gustaría viajar. Lo mejor de ese momento fue cuando Thomas empezó a divagar sobre lo mucho que le gustaría montar en barco y Dylan se perdió en sus ojos, pensando que no se daría cuenta, pero lo hizo.

Al fin, por la noche, el castaño se lleva a su amigo al puerto de la ciudad. El chico lo mira confundido cuando Dylan le invita a sentarse con él en una barca.

- No es un barco muy grande pero... Te va a llevar al sitio en el que cumplirás tu sueño. – Sonríe tímidamente y Thomas le abraza sin vergüenza alguna.

Media hora después, los dos están viendo los preciosos farolillos mientras empiezan a salir flotando al cielo. Thomas se aparta del otro chico y se levanta mientras abre la boca con sorpresa, cosa que provoca que la barca se desequilibre solo un poco.

Cuando el rubio se gira, ve a Dylan con dos farolillos en las manos, sonriente, esperando a que los dos los tiren a la vez al cielo.

- Yo también tengo algo para ti... - Dice Thomas y saca la alforja. – Iba a dártela antes, pero tenía miedo... Aunque ya no tengo miedo, ¿entiendes?

- Empiezo a entenderlo. – Contesta Dylan sin prestarle mucha atención a la alforja por estar ocupado en los ojos miel del otro.

Cuando los dos por fin lanzan los farolillos, se quedan hipnotizados en la mirada del otro y Dylan piensa en lo mucho que ha cambiado su vida en tan solo veinticuatro horas, y todo gracias a una persona demasiado hiperactiva y optimista. Aun así, no es que le molestara, y no sabe si eso era un problema.

Tantos días persiguiendo un sueño,
tantos años en la obscuridad,
sin poder ver como las cosas,
son en realidad. – Piensa Dylan, mirando a los ojos al rubio, viendo por fin que todo lo que había estado buscando en su vida no era llenar su vacío emocional con dinero y fortuna, sino con amor.

Él es, la más bella estrella
él es, pura claridad.
Si él está se cumplirá,
lo que siempre soñé. – Sonríe y le acaricia la mano a su rubio cuando el otro le atrapa mirándole.

Justo en el momento en el que sus labios van a chocar por segunda vez, Dylan nota a los hermanos Stabbington en la orilla de la playa esperándole. Se separa de Thomas pidiéndole perdón y se excusa un momento, llevándose la alforja, diciendo que tiene un asunto que atender, prometiendo e insistiendo en que volverá.

- Pascal, confía en él. Lo ha prometido. – Susurra el rubio con una sonrisa tranquilizadora.

Unos metros más adelante escondidos, están escondidos los hermanos Stabbington atando a Dylan al timón de un barco con la corona robada en su mano, vengándose por haberles dejado tirados. Estos dos tenían un trato que consistía en ayudar a Gothel a seguir a Thomas, para así poder quedarse con ella y su pelo mágico.

- Gracias a Dios que has vuelto. Pensé que me ibas a dejar tirado y a llevarte la corona. – Bromea el chico después de ver la figura de un hombre en la niebla, sabiendo que su Dylan nunca haría eso.

- Y lo ha hecho. – Contesta uno de los hermanos dejándose ver. - ¿Cuánto crees que pagará la gente por permanecer joven por siempre, hermano?

- No lo sé, pero vendrá bien averiguarlo. – Contesta el otro sonriendo mientras le enseña a Thomas un saco.

El rubio corre con Pascal en su hombro y lágrimas en sus ojos, pero se le enreda el pelo en una rama por la maldita trenza. Cuando iba a rendirse escucha una voz familiar proveniente de detrás de él.

- ¡Thomas! Cariño, menos mal que estás bien. – Le abraza su madre después de haber pegado a los hermanos dejándoles inconscientes, incumpliendo así su trato con ellos. – Volvamos a casa, ahora todo está bien.

El chico sigue sin poder creerse la traición de Dylan, pero le ve, allí, en el barco, volviendo al reino sin mirar atrás, y se echa a los brazos de su madre a llorar.

Y al día siguiente, mientras madre Gothel le está quitando las flores del pelo a Thomas, él no sabe que Dylan está sufriendo por salir del reino para salvar a su Tommy, después de haberse enterado del trato de los hermanos Stabbington y Gothel. El castaño pierde casi todas sus esperanzas cuando ve la soga colgando en la plaza, y se da por vencido, dejando que los guardas hagan su trabajo con mayor facilidad.

Pero Max, el caballo, que lo había visto todo, ignora su instinto de proteger al reino, y decide poner primero a sus nuevos "amigos". Por lo que, con la ayuda de los taberneros con los que se encontraron los chicos, arma un plan para salvar al chico que tanto odiaba, antes de saber que realmente tenía un corazón puro.

Las puertas se cierran ante los ojos de Dylan y los guardas, para la sorpresa de todos. El guarda principal comienza a pelear porque les dejen pasar, para lo único que pasa es que detrás de él se llevan a sus dos amigos que estaban sujetando al castaño. Dylan sonríe cuando ve a uno de los hombres de la taberna corriendo hacia el guarda y derribándolo. Los dos salen de ahí pitando y cuando llegan a la plaza, se encuentran con el hombre del garfio.

- Cabeza arriba. – Le informa este a Dylan.

- Cabeza arriba. – Repite.

- Piernas separadas.

- Piernas separad... ¿Por qué tengo que separar las piernas? – Pregunta y antes de recibir una respuesta sale volando catapultado hacia Max, que lo está esperando en la cima de la torre.

- ¿Tú has planeado todo esto? – Dice impresionado el chico y Maximus asiente con orgullo. – Entonces vamos a salvar a Thomas.

El rubio sin embargo, para ese entonces aún no se había dado cuenta de que quería ser salvado. Solo cuando consigue mirar un poco más fijamente en sus recuerdos llegan a él las pocas memorias que tiene de palacio. Para comprobar sus dudas, se pone la corona robada y todo encaja. Por eso su cumple es el mismo día que el del príncipe, por eso los cuadros del príncipe de pequeño se parecen tanto a él...

Thomas sale de su habitación enfadado para encontrarse con su madre, que está preparando su crema de avellanas favorita, pero no le importa en lo más mínimo.

- Soy el príncipe perdido... - Murmura para sí mismo, sabiendo que eso incordiará a su madre.

- Thomas, ¿de qué hablas? Sabes que odies que balbucees así.

- Soy el príncipe perdido. – Repite, esta vez con un tono serio en su cara y en su voz. – ¿Lo he dicho suficientemente claro para ti, madre? Aunque dudo que deba llamarte así de ahora en adelante. – Se acerca a ella peligrosamente y ella lo mira con los ojos bien abiertos. – Toda mi vida he estado encerrado, intentado protegerme de las malas personas... Sin saber que una de ellas estaba aquí conmigo.

- Todo lo que hice fue para protegerte. – Le aclara Gothel intentando remediar la situación, sin éxito.

- No voy a esconderme más. Nunca.

- ¿Y adónde vas a ir? ¿Con ese bandito? Él no va ayudarte. – Se ríe de manera burlona y Thomas nota que algo va mal.

- ¿Qué le has hecho a mi Dylan? – Se le escapa pero decide no darle importancia.

- Están a punto de colgarle por sus crímen...

- ¡Thomas! ¡Deja caer tu pelo! – Grita alguien con un tono de preocupación de repente desde fuera de la torre. El rubio intenta ir hacia él, pero Gothel le ata impidiéndoselo.

Aun así, hace caer su pelo, esperando a que suba el chico.

- Dios mío, Tommy, pensé que no volvería a verte... - Dice pero se sorprende cuando nota que Thomas está atado. Intenta ir hacia él, pero madre Gothel le clava un cuchillo antes de que pueda hacer nada, provocando que Thomas suelte un grito de dolor.

- Y ahora, tú y yo nos vamos de aquí, donde nunca puedas escapar. – Ordena la mujer e intenta llevarse a Thomas de allí, no pudiendo hacerlo porque se resiste. - ¡Para de resistirte!

- ¡Jamás! ¡Lucharé hasta el día en el que muera! ¡No pararé nunca! – Grita, pero un momento después se calma. – Pero... - Añade. – Si me dejas curarle, todo volverá a ser como antes. Seremos tú y yo para siempre, como quieres.

- No... Thomas, no lo hagas. – Suplica Dylan agonizando con sus últimas fuerzas.

- Por favor... - Murmura el chico, y madre Gothel asiente, cediendo a sus súplicas pensando que se iba a salir con la suya. Aun así, ata a Dylan para que no pueda ir detrás de ellas o escapar.

El rubio sale corriendo a ayudar al amor de su vida y le mira a los ojos con lágrimas bajando por sus mejillas.

- Dylan, no, no, mi vida, todo va a salir bien, toma, sujeta mi pelo... - Balbucea Thomas entre sollozos dándole al castaño un poco de su pelo.

- Tommy, espera. – Susurra el otro haciendo que Thomas no pueda comenzar a cantar, ya que parece que Dylan inclina la cabeza para besarlo, y el rubio nunca se negaría a eso, estuviera donde estuviera. Pero cuando cierra los ojos, siente que no pasa nada. Los abre, y ve a Dylan con un trozo de cristal en la mano, y todo su pelo rubio cortado volviéndose de un color castaño claro poco a poco.

- ¡No! – Grita madre Gothel desesperada viendo a través de un espejo roto como se vuelve vieja poco a poco. Intenta coger la mata de pelo de Thomas, pero de nada le sirve, ya que unos segundos después, cae por la ventana, reduciéndose a cenizas poco a poco.

- Tommy... Solo quiero que sepas... Que tú eras mi nuevo sueño. – Susurra el castaño con una pequeña sonrisa antes de cerrar los ojos para siempre.

- Y tú el mío. – Responde Thomas antes de echarse a llorar. Está tan ocupado sollozando que no se da cuenta cuando una lágrima suya baja por la mejilla de Dylan, provocando que unos rayos de luz salgan de esta.

Asombrado, se calla por unos instantes, y ve cómo lo mismo pasa con su herida. Los rayos de luz se vuelven más intensos y se esparcen por la habitación, curando poco a poco la herida de Dylan. Cuando este abre los ojos, a Thomas no le importa absolutamente nada más en este mundo. Ya se ocuparía del hecho de que es el príncipe perdido más tarde. Une sus labios con los de Dylan, esos labios que le habían gustado desde que lo vio desmayado en el suelo por su culpa, y sonríe inconscientemente ante ese pensamiento, cosa que hace al castaño sonreír también.

Todo por fin iba bien. Los dos por fin estaban juntos. Y no iban a dejar que eso cambiara jamás.

Por eso, el día que Thomas se encontró con sus verdaderos padres, se emocionó. El día de su coronación también. Pero el día de su boda con Dylan, se dio cuenta finalmente de que no había cosa que le emocionara más, y que le hiciera más feliz que él.

Y, como dos personas que se hacen felices tienen derecho a todos los privilegios que ofrece el amor, vivieron felices para, esta vez sí, siempre.

¡Por fin! Estaba deseando terminar este One-Shot, porque la segunda parte es muchísimo más bonita que la primera. Tan solo hay que ver la escena de los farolillos. Creo que ya nunca volveré a ver esta película sin ver a Thomas y Dylan en ella... Bueno, no es un problema para mí. ¡Espero que os guste! Comentad sugerencias de las películas que os gustaría que adaptara.❤

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