un dulce angelito



El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación donde TN dormía plácidamente.  Su respiración era suave y regular, pero su rostro mostraba una ligera mueca de incomodidad.  Merus, sentado en una silla junto a la cama, la observaba con ternura.  Su mano descansaba suavemente sobre su vientre abultado, acariciando el pequeño bulto que albergaba la vida que ambos habían creado.  El embarazo de TN había sido una sorpresa, pero también una bendición.  Merus, a pesar de su serenidad habitual, estaba lleno de una alegría silenciosa y una profunda protección hacia TN y su futuro hijo.

TN se removió en la cama, despertando con un suspiro.  —Merus… —murmuró, su voz ronca por el sueño.

—Buenos días, mi amor —dijo Merus, acercándose a ella con una sonrisa cálida.  —¿Cómo te sientes?

—Con náuseas —respondió TN, con una mueca—.  Y con un antojo terrible de…  mango con chile.

Merus sonrió.  Los antojos de TN eran legendarios.  Desde helados de chocolate a medianoche hasta ramen picante a las cinco de la mañana, nada parecía detenerlos.  Pero Merus, con su paciencia infinita y su capacidad para cumplir cualquier deseo, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su esposa.

—Mango con chile, ¿eh? —dijo Merus, levantándose de la silla—.  No te preocupes, enseguida te lo consigo.

Merus salió de la habitación, moviéndose con una agilidad sorprendente.  En cuestión de minutos, regresó con un plato lleno de rodajas de mango cubiertas con una fina capa de chile en polvo.  TN se lo comió con deleite, su rostro iluminado por la satisfacción.

—Gracias, Merus —dijo TN, con una sonrisa—.  Eres el mejor esposo del mundo.

—No es nada, mi amor —respondió Merus, sentándose a su lado—.  Haré cualquier cosa por ti y por nuestro bebé.

Los días que siguieron fueron una mezcla de cuidados, antojos y momentos de ternura.  Merus, con su paciencia infinita, atendía cada capricho de TN.  Le preparaba sus comidas favoritas, le daba masajes para aliviar sus dolores, le leía cuentos para calmar sus ansiedades.  TN, por su parte, disfrutaba de la atención de Merus, sintiendo una profunda gratitud y un amor incondicional hacia él.

Un día, TN sintió una patada en su vientre.  —Merus… —dijo TN, con los ojos llenos de asombro—.  ¡Lo siento!

Merus puso su mano sobre el vientre de TN, sintiendo el pequeño movimiento.  —Sí, mi amor —dijo Merus, con una sonrisa—.  Nuestro bebé se está moviendo.

La emoción los invadió.  Ambos se sentaron en silencio, sintiendo la presencia del pequeño ser que crecía en el vientre de TN.  Merus acarició suavemente el vientre de TN, sintiendo una profunda conexión con su hijo.

A medida que el embarazo avanzaba, TN se volvía más irritable, más sensible.  Sus antojos se intensificaban, sus cambios de humor eran impredecibles.  Pero Merus, con su paciencia infinita y su amor incondicional, seguía a su lado, cuidándola, protegiéndola, cumpliendo cada uno de sus caprichos.

Un día, TN tuvo un fuerte dolor de cabeza.  —Merus… —dijo TN, con la voz quebrada por el dolor—.  Me duele mucho la cabeza.

Merus se acercó a ella inmediatamente, preocupado.  —Mi amor, ¿qué te pasa?

—Me duele mucho la cabeza —repitió TN, con lágrimas en los ojos—.  Necesito… necesito algo dulce.  Chocolate… mucho chocolate.

Merus salió corriendo de la habitación, regresando enseguida con una caja llena de chocolates de diferentes sabores.  TN se comió toda la caja, su dolor de cabeza disminuyendo gradualmente.

—Gracias, Merus —dijo TN, con una sonrisa débil—.  Te quiero mucho.

—Yo también te quiero, mi amor —respondió Merus, abrazándola con ternura—.  Más de lo que puedas imaginar.

Los meses de embarazo TN se sentía inútil ya que no podía hacer labores domésticas y un poco triste al ver a merus agotado ya que el se encargaba de los aseos del hogar y de cumplir sus caprichos.
Merus por su parte siempre miraba a TN con ojos de amor sintiéndose agradecido por su pequeña esposa y por su pequeño fruto en el vientre de TN.
Merus la cuidaba todo lo que podía esperando ansiosamente el dia del nacimiento del bebé.

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