zoro y tn
El sol estaba en su punto más alto, brillando intensamente sobre el barco Thousand Sunny mientras navegaba por el Grand Line. Te encontrabas en la cubierta, disfrutando de la brisa marina y la tranquilidad del mar. Zoro, el espadachín de los Sombrero de Paja, estaba entrenando como de costumbre, afilando su fuerza y habilidades con cada movimiento de sus espadas.
Zoro siempre había sido alguien difícil de entender, con su fachada dura y su enfoque inquebrantable en convertirse en el mejor espadachín del mundo. Pero en los momentos tranquilos como este, cuando no estaba en el campo de batalla o entrenando, podías ver un lado diferente de él. Un lado más suave y reflexivo.
Zoro terminó su entrenamiento y caminó hacia ti, sus espadas descansando a su lado. Te lanzó una mirada fugaz, su forma de mostrar que estaba contento de verte. Te sentaste juntos en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua y la serenidad del mar.
—¿Cómo estuvo el entrenamiento? —le preguntaste, rompiendo el silencio.
Zoro se encogió de hombros, pero había una pequeña sonrisa en sus labios. —Como siempre, agotador pero necesario. Necesito estar en mi mejor forma para proteger a la tripulación, y a ti.
Te sonrojaste ligeramente ante su comentario, pero sonreíste. —Siempre tan dedicado. Eres increíble, Zoro.
Zoro desvió la mirada, un poco incómodo con los cumplidos, pero no podía ocultar la pequeña sonrisa que se formó en su rostro. —Gracias. Significa mucho para mí.
Pasaron la tarde conversando sobre las aventuras pasadas y los desafíos futuros. Zoro te contó sobre sus sueños y aspiraciones, y te sentiste más cerca de él al compartir esos momentos personales. Era raro que Zoro se abriera así, pero sabías que significaba que confiaba en ti y valoraba tu compañía.
Al caer la noche, el cielo se llenó de estrellas, y el sonido de las olas se convirtió en un suave susurro. Decidiste invitar a Zoro a subir a la proa del barco, donde la vista del mar nocturno era aún más impresionante. Zoro aceptó con una ligera inclinación de cabeza, y juntos subieron hasta el punto más alto del barco.
Te apoyaste en la barandilla, mirando el horizonte iluminado por la luz de la luna. Zoro se paró a tu lado, su presencia fuerte y reconfortante. Sentías su calor a través de la brisa fresca del océano, y en ese momento, todo parecía perfecto.
—¿Sabes? —dijiste en voz baja, sin apartar la vista del mar—. Siempre he admirado tu determinación y tu fuerza. Pero lo que más me gusta de ti es tu lealtad y tu corazón.
Zoro te miró, sorprendido por tus palabras. —No soy muy bueno expresando mis sentimientos, pero... siento lo mismo por ti. Eres alguien muy especial para mí.
Te volviste hacia él, tus ojos encontrando los suyos en la penumbra. Sentías que tu corazón latía más rápido, y con una mezcla de valentía y emoción, te acercaste a él y tomaste su mano.
—Gracias, Zoro. Saber que piensas así me hace muy feliz.
Zoro te devolvió el apretón de manos, su expresión seria pero llena de afecto. —Prometo que siempre estaré aquí para ti, no importa lo que pase.
En ese momento, bajo el cielo estrellado y con el suave sonido del mar a su alrededor, te diste cuenta de que habías encontrado algo especial con Zoro. Era una conexión profunda y sincera, un amor que se había forjado en la adversidad y la aventura.
Pasaron el resto de la noche hablando en voz baja, disfrutando de la compañía mutua y de la paz que solo el océano podía ofrecer. Sabías que, sin importar los desafíos que enfrentaran, siempre tendrían el uno al otro. Y eso era lo que realmente importaba.
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