2. Refugio (AioriaxShaka)
Notita de la autora:
Basé las dinámicas de la relación de Aioria y Shaka en el Episodio G porque me parece interesante para trabajar y explorar. Espero que os guste.
Si comentas y votas me haces feliz y un panda sonríe :)
https://youtu.be/fiH9edd25Bc
"What I feel, I can't say
But my love is there for you, any time of day
But if it's not love that you need
Then I'll try my best to make everything succeed"
George Harrison
(Lo que siento, no lo puedo decir,
pero mi amor está ahí para ti, en cualquier momento del día.
Pero si no es amor lo que necesitas,
entonces haré todo lo que pueda
para que todo salga bien...)
1
Sintió el contacto de unas manos delicadas en su frente como en un sueño lejano, porque lo único cercano que Aioria podía sentir era el dolor de sus extremidades, desgarrador y sordo, como si sus nervios hubieran estallado y solo pudiera ser capaz de sentir sus miembros lacerados en aquella oscuridad. No podía abrir los ojos, algo los cubría, y las manos desconocidas se habían trasladado ahora a lo que creía que era su brazo. Los dedos del extraño actuaban rápido pero no dejaba de doler, solo se sentían breves sobre lo que supuso sería una herida abierta.
Una fragancia a flores inundaba su nariz, pero aún no podía reconocer donde se encontraba ni quien era el propietario de aquel toque sutil. Gimió, adolorido, intentando moverse, aunque aquello le resultó una tarea titánica. No recordaba nada, estaba confundido y aterrado.
-Deja ya de moverte, caballero, que no puedo limpiar tus heridas.
La voz del santo de Virgo llegó a sus oídos con su calma característica.
-¿Shaka?
-¿A Quién esperabas?
Aioria intentó levantarse pero las manos que habían sido amables hace un momento le sujetaron con firmeza para impedirlo.
-Tú si que eres obstinado, león. ¿Puedes quedarte quieto ya o tendré que amarrarte?
El santo guardián de la quinta casa protesto, con un gesto de dolor cercano a la agonía.
-Me duele... -exclamó casi llorando. Cuanto más se despertaba de ese ensueño pesado más le atormentaba la sensación de quemazón. Su cabeza se sentía tres veces más grande y no reconocía partes de su cuerpo que creía no ser capaz de mover.
-Bueno, tiene pintas de doler mucho, sí -afirmó el rubio mientras limpiaba minucioso el brazo de su compañero. Era extremadamente detallista y trabajaba en su herida con la precisión de un cirujano, lo que le provocaba al león unas molestias ya desagradables.
-Tú... ¿por qué? -preguntó Aioria esforzándose por hablar. -Aquí... estarían felices dejándome morir.
Shaka desvió su atención a la boca del león que sangraba y la limpió cuidadosamente.
-Ya no hables, o será peor.
-¿Por qué? -inquirió el castaño nuevamente, con una última exhalación forzada.
Sintió los dedos de Shaka en sus labios, limpiando pacientemente.
-Te pedí que confiaras en mí, ¿no? -El indio lo examinó, antes de volver a las heridas de sus brazos. -Estabas dispuesto a dar la vida por mí, y te prometí que te cuidaría. Aquí estoy, cumpliendo con mi palabra. Debes aprender a confiar, león.
La risa torpe y apresurada salió con ligeros espasmos y sangre. Confiar. ¿Qué significaba confiar? Era el hermano del traidor y todos se lo recordaban, día tras día. Jamás confiaría en sus compañeros, su vida allí era un infierno desde que Aioros había muerto y se sentía tan solo que el agujero de su alma era muchísimo más profundo que las heridas de su cuerpo.
-No confio en nadie aquí.
El rubio se movió rápidamente a su lado izquierdo. No le veía pero podía sentir sus manos, era bueno en lo que hacía. Algo que pare
-Pues confía en mí, caballero. Y deja de hablar ya, que sangras.
Volvió a sentir los dedos en su rostro y el calor del cuerpo del joven acercándose, lo que le tensó de forma automática. La proximidad del asiático era evidente, porque se acercó peligrosamente a él y a su boca. Debía aprender a confiar, ¿no? Después de todo, no tenía otra opción, estaba completamente vulnerable. Sintió un peso húmedo en sus brazos, su compañero untaba algo en sus heridas que inmediatamente calmó la sensación de quemazon, como una bendición.
Solo pudo resistir unos segundos más antes de caer en la oscuridad de la inconsciencia.
2
No sabía exactamente cuantos días habían pasado, ni qué había pasado, ni donde estaba, ni si había soñado el encuentro con el rubio. Esta vez su cuerpo respondió mejor a sus órdenes y logró estirarse para quitarse aquello que le cubría los ojos.
Los abrió con cautela, pero la luz le golpeó como un martillo, extendiendo un racimo de dolor en su frente. Sus pupilas se ajustaron en algunos segundos, con pereza, solo para divisar al indio sentado en su típica posición de loto a su lado.
-Veo que no te has ido -dijo el león con algo de resentimiento. ¿Por qué coño no le dejaba morir en paz? ¿Por qué insistía en cuidarle?
El joven de cabellos dorados no hizo ningún gesto, pero a Aioria le pareció divisar una ligera sonrisa.
-Tú tampoco te has ido.
Vaya sentido del humor, hijo mío.
-Ja. Lo haría si pudiera -replicó rápido el león, testeando sus piernas y qué tan bien les sentaría una caminata. Su muslo izquierdo ardió en señal de protesta y decidió que era una mala idea.
-Pero no puedes. Aún no estás bien.
Los ojos verdes del griego destellaron con fuerza. Si había un rasgo en aquel hombre que le caracterizaba, era la pasión con la que miraba, sus ojos tenían vida propia. Los recuerdos llegaban por ráfagas, como si tuviera una resaca horrible. Shaka le había salvado.
<<¿Qué dices que es el amor de los humanos? ¿Proteger con tu cuerpo al caballero de Leo es amor?>>**
Shaka había recibido el impacto en su espalda cuando intentó defender al griego del ataque. Aioria ya no tenia reacción corporal pero sintió el peso del cuerpo de su compañero sobre el suyo y su jadeo cuando el golpe finalmente le impactó. Unas gotas de sangre aterrizaron en su propio rostro, pero el santo de Virgo sonreía.
<<Confías en mí?>> le había preguntado el indio, con una sonrisa roja y dulce. Eso fue lo último que registró en su caja negra de la memoria.
-...Gracias. -susurró el león avergonzado después de interminables minutos. Virgo le había salvado la vida, lo que significaba que también debía estar herido. Luchó contra sus piernas en una batalla que ganó cuando sus pies decidieron acompañar el vaivén de sus 85 kilos y se balanceó hacia adelante con torpeza.
-¿Qué haces? -preguntó el indio -¿Dónde crees que vas? -frunció el entrecejo alterado, Aioria tenía un corazón como pocos pero era terco y obstinado. Se levantó con urgencia para atajar al león que intentaba caminar.
-Tu también estás herido -contestó rápido, forzando a Shaka a darse la vuelta en un rápido movimiento que tensó cada fibra de su organismo. La respiración del rubio se detuvo, como si sus pulmones colapsaran de golpe presos de la sorpresa. El león se deshizo rápidamente de las ropas superiores del asiático, exponiendo su espalda pálida y desnuda.
-¿Ves? También estas herido.
Lo estaba, pero no donde el león pudiera ver. Le costaba normalizar su respiración y cuando el guardián de la quinta casa le recostó en la cama boca abajo para atender su herida no pudo evitar sentir todo su cuerpo vibrar.
-Estoy bien -protestó intentando zafarse, pero Aioria no se lo permitió.
-Creí que confiabas en mí también, chico.
3
El león dorado era bastante mas tosco con sus manos que el asiático, pero se las apañó para vendar la espalda lacerada del rubio, quien le sentía increíblemente cerca.
<<¿Proteger con tu cuerpo al caballero de Leo es amor?>>
Sí, lo era. A diferencia de Milo y los demás, que miraban con desdén a Aioria después de declarar a su hermano un traidor, él podía ver perfectamente en el interior de su corazón y eso le despertaba emociones complejas. ¿Amor? Probablemente. No existía en aquel sitio un caballero mas noble que su vecino. Podía ir de duro y de indiferente, pero su interior era tan leal y puro que le despertaba una fascinación hipnótica.
Intentó regularizar su respiración, con cautela. Era demasiado pálido y su piel se sonrojaba al mínimo estímulo así que agradeció estar de espaldas al griego para que no pudiera ver su perturbación. Tenerle tan cerca comenzaba a alterarlo, pero se reprimió.
-Estoy bien, puedes soltarme ya -exigió Shaka- después de todo, tú eres el paciente aquí, no yo.
Intentó levantarse pero el heleno le cogió por los brazos, amable pero firme. Le recostó en la cama otra vez, pero el rubio inquieto, intentaba evitar la situación, zafándose.
-Shaka, actúa como un adulto, cojones -dijo sentándose sobre él para impedir que el santo de Virgo pudiera oponerse a la curación. Su respiración se entrecortó. Sentir el peso de Aioria sobre su cuerpo...
-E-Estoy bien. Aioria déjalo estar. -pidió en una súplica. El joven león no recordaba haberle visto tan perturbado, pero le daba igual, su espalda necesitaba atención y él iba a dársela. Después de todo, aquella herida era su culpa. Su culpa como todo.
-Solo será un momento, lo prometo.
Las manos recorrieron la herida. Parecía llevar días así a juzgar por el color morado y negro de su piel alrededor de donde había aterrizado el ataque. De todas formas, logró limpiarla con lo que supuso serían sus artículos "médicos". El rubio era metódico y meticuloso en exceso, todo allí estaba impecable, ubicado prolijamente sobre la mesilla. Cogió lo que supuso por el olor era un antiséptico y con una toalla limpia lo aplico con suavidad. El cuerpo delgado del santo de Virgo se tensó con algo de dolor, evidentemente había puesto demasiada atención en él y se había olvidado de si mismo, después de todo, la entrega del indio era admirable.
-Se ve bastante mal, ¿por qué no has pedido a alguien que viera esto? Serás idiota.
-Pues porque estaba cuidando de otro idiota que se encontraba peor. -replicó ajustándose bajo el peso de su colega. No pudo evitar estremecerse, las piernas gruesas y pesadas del león caían sobre sus caderas, pero como si el indio fuese algo así como una silla humana, el león se acomodaba inconscientemente, presionándolo para no caer. Creyó que se volvería loco si aquello se extendía mucho tiempo más.
-Ya está bien, león, no estás en condiciones para esto. Ya lo solucionaré yo luego, ¿tendrías la delicadeza de moverte para que no tenga que empujarte por la fuerza? No quiero lastimarte luego de haber vigilado tus heridas durante 3 días.
Era cierto, el griego no se sentía bien. Le dolía el cuerpo pero sus heridas estaban vendadas y al menos no supuraban, supuso que habían dejado de sangrar.
-Shaka si te sigues moviendo, hijo mío, me equivocaré de herida abierta.
Aquellas palabras tensaron al indio de tal manera que Aioria pudo ver claramente a través de sus nervios y sus emociones.
<<¿Proteger con tu cuerpo al caballero de Leo es amor?>>
4
Unos cuantos días después, el león no solo había recuperado bastante movilidad sino también su ánimo y sentido del humor característicos. Se había acostumbrado a la compañía del caballero de Virgo, quien, sentado a su lado día tras día, le cuidaba y velaba por su salud. Le gustaba la pequeña sociedad tácita que habían establecido. El rubio le cuidaba y cuando el león lograba escapar de los retos de su cuidador, espiaba la evolución de la herida de su espalda, cambiando sus vendajes. A Shaka le fascinaban las manos del griego porque bastaba solo colocar una en su espalda para sentir una cálida oleada de energía que le hacía sentir mejor inmediatamente. Creía que tenía el don natural de curar por imposición de manos, dada la naturaleza generosa de su corazón.
A pesar de ser un hombre solitario, el indio también se acostumbró a la presencia del santo de Leo. Le gustaba ver su sonrisa en la mañana, cuando luego de prepararle un té, intentaba fastidiarlo con alguna tontería. Era irradiante y cálida, y de alguna forma que Virgo desconocía, le hacía feliz. Le apenaba saber que pronto se sentiría mejor y ya no tendría una excusa para pasarse por allí... aunque era increíblemente amable y generoso, el león aún guardaba mucho rencor a sus compañeros.
Estaba seguro que solo estaba devolviendo la cortesía, después de todo le había salvado y le había retornado el favor. Ahora estaban en paz y cada uno podría seguir su vida, en caminos separados sin deudas pendientes. Aquel pensamiento le entristeció. Do ut des y nada más.**
-¿En qué piensas? -quiso saber el león. Su colega actuaba de un modo extraño.
-¿Somos amigos? -preguntó a su vez sin rodeos el asiático.
El león dudó.
-Amigos... creo que no. Yo no quiero ser tu amigo, Shaka.
Aquello le dio al indio en toda la cara, como una bofetada invisible. Creyó que entre ellos la simpatía y el afecto había crecido, pero quizás esas tontas emociones le jugaron una mala pasada y le confundieron.
-Oh. Ya veo -murmuró el rubio, volviendo a su té. Le dolía, pero no se comportaría como un adolescente resentido. Si el león no queria su amistad, él nada podría hacer, no era algo que se pueda forzar, al menos no él. Comprendía que el verdadero amor es aquel que te elige con libertad. Amigos o amantes, la libertad era la base del afecto. Así lo sentía y no sería desleal a sus principios.
El griego lo observó. Sus facciones suaves y generalmente amables parecían tristes. Creía conocer el motivo.
-Yo no quiero ser tu amigo porque me gustas Shaka. Y a juzgar por tus reacciones creo que yo te gusto a tí. Así que... ¿por qué no nos saltamos las formalidades y somos honestos?
5
Al desaparecer Aioros, el mundo del joven griego se volvió oscuro. Sus antiguos amigos le habían dado la espalda y lo único que se podía escuchar como rumor por allí era que "la sangre del traidor corría en las venas de Aioria también". Su único asilo, los brazos de su hermano, habían desaparecido para siempre y con ellos, la sensación de hogar, el calor del refugio. Cuando besó al rubio por primera vez, alcanzándolo en una bocanada dulce pero hambrienta, pudo sentir algo de aquello que había desaparecido hace años.
Shaka se fusionó a él en un abrazo, suave. Ambos cuerpos estaban aún recuperándose y lo llevaban con calma, pero el deseo de fundirse en la piel del otro pugnaba por salir, feroz. Sabía que a pesar de tener personalidades diferentes y ritmos antagónicos, se complementaban tan perfectamente que en aquella boca todo parecía lejano y perfecto.
El león se separó, momentáneamente, para admirar sus facciones. Shaka era increíblemente atractivo sí... pero había algo más.
Aquellos brazos.
Aquel abrazo.
Aquel cuerpo.
Sonrió, antes de volver a besarlo.
Había encontrado su hogar.
-FIN-
*Me robé este diálogo del manga porque me gustó. :)
** Expresión en latin que significa «doy para que des» utilizado para hablar de reciprocidad de cualquier trato o pacto.
¡Gracias por pasar a leer!
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