Aventuras En El Metro
(Adaptación)
Neley mantuvo la mirada ausente hacia la ventana que reflejaba su imagen. Dios, ni se había maquillado. Aunque no se veía mal del todo, parecía más natural. Simple pero de todas maneras guapa.
De pronto sintió una mano cálida acariciarle el culo por encima de la fina tela de su falda negra de trabajo. Otro pervertido, se dijo a sí misma. No le dio importancia y siguió sumergida en sus pensamientos. Pero la acaricia no cesaba, era cada vez más intensa. En vez de una sola mano acariciándola, esta vez ya había dos. Eso ya es pasarse, pensó dispuesta a darle una cachetada a la persona que la estaba tocando sin ponerse límites.
El pequeño chorro de aire acondicionado que daba a su espalda, paró; avisando que alguien se había interpuesto en éste o simplemente al metro se le acabó la electricidad. Sintió calidez cuando su cuerpo tomó contacto con otro. Ambas manos ahora estaban sosteniendo sus vulnerables pechos, masajeándolos de la forma más sensual que ella hubiera podido imaginar jamás. ¿Qué...?, se preguntó para sus adentros.
Apunto de dar media vuelta y mandarle a la mierda, miró el reflejo de la ventana rectangular. Por un momento se sintió afortunada. Aquél, aquél hombre que la estaba tocando era la viva imagen del deseo, la pasión, y sobre todo de la belleza. Vamos, que se dejaría tocar por aquella atractiva y sensual figura masculina.
- ¿Qué haces? -tartamudeó al cabo de unos segundos tras desviar los ojos del aquél perfecto reflejo.
Él no la hizo caso. Buscó con los dedos los duros pezones de Neley, y cuando al fin los encontró, pellizcó de ellos. Ella soltó un breve gemido, con suficiente volumen para que sólo él oyese aquél susurro de deleite.
- Dándote placer, ¿o es que no los ves? -dijo con voz terciopelada.
Neley echó un poco la cabeza hacia atrás -ofreciendo una mejor vista de su escote al adonis que estaba situado atrás suyo-. Quizá todo esto era un sueño por no tomarse su café de buena mañana. Pero era casi imposible que su imaginación diera para tanto. Ni sus sueños más eróticos eran tan picantes. Si más no; empezaba a estar húmeda. Abrió la boca para dejar escapar otro gemido.
- Haz el favor de no hacer demasiado ruido -le pidió él, cerca de su oreja-, no quiero parecer un...
- ¿No lo eres? -lo atajó Neley, notando como las manos desconocidas se introducían dentro de su blusa e iban subiendo hasta tomar de nuevo contacto con sus pechos.
Él siseó al saber que Neley no llevaba ni siquiera sujetador. Mejor, una prenda menos que le hubiera molestado.
La castaña hizo una ojeada rápida sólo para asegurarse de que todos los pasajeros no se dieran cuenta de su comportamiento. Suspiró al saber que cada uno iba a su bola, sin prestarles la menor atención posible. Aquello era nuevo para ella, siempre había sido tímida a la hora de acostarse con hombres. ¿Qué había ocurrido esta vez? Se estaba entregando en un lugar público.
El metro tomó una curva. Ambos sin tener soporte en donde sujetarse, tambalearon un poco hacia adelante. Neley como reflejo puso ambas manos contra la ventana rectangular de la puerta -quedándose en la postura como si quisiera empujar la puerta hacia adelante con el trasero exageradamente para atrás e inclinado hacia arriba para él-; se mojó aún más cuando tuvo el miembro erecto entre nalga y nalga. Se mordió el labio inferior para no dejar escapar otro gemido. Joder, le empezaba a doler el clítoris.
El hombre puso sus labios sobre el cuello de Neley, y pudo percibir su delicioso perfume mientras iba sacando su mano derecha debajo de la blusa y la metía dentro de su falda. Por otra parte, ella iba meneando sus caderas de arriba abajo sólo para provocarle un poco más.
- Ah... -gimió lentamente cuando un dedo tocó su clítoris y hacía círculos por encima de éste-, sí... sigue.
Él obedeció. Por un momento apartó su atención del clítoris; pasó dos dedos por sus labios vaginales, haciéndola estremecer al toque. Sonrió perversamente. Sin parar con las acaricias hacia el sexo de Neley, tampoco cesaron las que se ocupaban de su pecho. Se moría de ganas entre tener aquellos pezones duros, erectos y rosados entre su boca, mientras las lamía con la lengua. O tal vez succionándolos, chupándolos...
- ¿Haces esto a menudo? -preguntó Neley.
Deseó que cerrara la boca. Sólo quería que disfrutase, nada de hablar. Antes de responder penetró un dedo dentro de su coño. Ella se arqueó. El dedo salía de ella y entraba constantemente a una velocidad más rápida que la anterior pequeña embestida.
- No, es la primera vez que lo hago.
Pronto ya eran tres los dedos que estaban dentro de ella, pero no era lo suficiente. Necesitaba algo más grande.
El metro iba disminuyendo su velocidad, hasta que Neley se dio cuenta que ya estaban en la siguiente parada.
- Aquí me bajo yo -informó el adonis-, supongo que te veré mañana.
Mientras pronunciaba aquellas palabras, eliminó cualquier contacto con ella; dejándola con las ganas demás.
Las puertas se abrieron, el aire fresco estampó contra la cara de Neley. El hombre bajó y le guiñó el ojo antes de darse media vuelta e irse al baño a masturbarse.
Neley miraba con ansiedad el reloj que estaba situado encima de las escaleras que daban a la estación subterránea. Se rió de sí misma, pero por alguna extraña razón decidió llegar de nuevo tarde al trabajo. Con un único objetivo: reencontrarse con él.
¿Por Dios, en qué estaba pensando? Aquello era una locura, una locura que decidió repetir.
El metro siguiente llegó. Neley avanzó hasta una de las puertas, después de dejar salir a los anteriores pasajeros; entró en el transporte.
- Buenos días -la saludó con una sonrisa de oreja a oreja.
Neley abrió los ojos como platos. Con cierta incredulidad. Francamente él resultaba ser mucho más atractivo que en su primer encuentro. ¿Se habría hecho algo?
- Buenos días... -dijo también con una sonrisa.
El adonis apoyó su mano derecha contra la puerta, a escasos centímetros por encima del hombro de ella.
- ¿Cómo va tu día? -preguntó.
Neley se perdió en aquellos ojos de color miel intenso. Pudo observar que le sentaba de maravilla aquella chaqueta de cuero encima de la camisa de tirantes que le se ajustaba al abdomen. Sin mencionar nada de aquellos pantalones tejanos desgatados.
- Supongo que empezará con una bronca por parte de mi jefe -logró decir Neley.
Él alzó una ceja.
- ¿Llegas tarde?
Asintió con la cabeza. Él volvió a sonreír, esta vez mostrando sus dientes blancos.
- ¿Es por mí?
¡Qué tontería! ¡Bien creído te lo tienes!, exclamó la voz irónica de su interior. Neley no respondió, al contrario; se sintió bastante incómoda por haber sido descubierta.
- Toma -le entregó un papelito antes de bajar del transporte-. Te esperaré ansioso -le dedicó una última sonrisa como despedida.
- ¡Espera! -gritó Neley.
El hombre se giró, desconcertado.
- ¿Cómo te llamas?
Se moría de ganas por saber su nombre. Y no tuvo oportunidad la anterior vez.
- Harry. Harry Styles
******
Las puertas automáticas se abrieron, dando paso a Neley; para entrar en el edificio.
- Hola, preciosa -la saludó Mac.
Sí. Mac Gray; quién para ella antes era el dueño de sus fantasías. Ahora ya ni causaba impresión alguna cuando pasaba por delante de Neley dedicándole una enorme sonrisa mientras dejaba un rastro de su perfume.
- Hola, Mac.
Oyó aplausos que procedían de la cafetería. Tímidamente dirigió su mirada hacia aquella dirección mientras entrecerraba los ojos y hacía una mueca.
- De nuevo llegando tarde, señorita Spring.
- Perdone, puedo explicárselo...
- Señor, Neley sólo estaba entregando unos papeles míos en el ayuntamiento. Había mucha cola, y como hoy había una reunión importante de empresarios, me hizo un favor.
El jefe frunció el ceño y se retiró mascullando en susurros.
- Te salvé el pellejo... por quinta vez.
Neley soltó un suspiro.
- Gracias, Sam.
Su amiga desapareció por la esquina de la pared después de esbozarle una sonrisa.
La castaña fue directamente hacia su oficina, se sentó en el sillón de escritorio y empezó a trabajar. Duró un rato tecleando pedidos en el portátil. Sin aguantar más, abrió su bolso donde había guardado aquél papelito. Empezó a leer.
''Hotel Gold American, suite número catorce''
¿Qué era aquello? ¿Alguna especie de invitación?
Harry cerró el grifo de la ducha, corrió la mampara y salió acompañado de una pequeña nube de vapor. Meneó un poco la cabeza mientras cogía una toalla limpia y la ataba alrededor de su cintura, acto seguido se fijó en su reflejo, se tocó el mentón y las mejillas.
- Jodida barba -maldijo buscando la crema de afeitar.
El timbre sonó en el momento menos adecuado, a regañadientes y con cierta mala leche se dirigió hacia la puerta.
- Hola -saludó Neley con cierta timidez.
Los ojos del moreno brillaron de repente, como si estuviera cerca de a conseguir un gran tesoro, como si un animal hambriento encontrara una presa después de larga espera sin probar ni un trocito de carne.
- Hola, Neley-hizo un paso atrás y abrió la puerta del todo-. Pasa.
La rubia no tardó en deducir que no era un gran misterio que él supiera su nombre cuando lo tenía gravado sobre una plaquita de metal pegada encima de la fina blusa que vestía para su trabajo. Al pasar por al lado de Harry, Neley sintió que la desnudaba con tan solo su mirada, se le erizó la piel al instante.
- ¿Y bien? -preguntó Neley con cierta inseguridad en su voz, con cierta pizca de nerviosidad.
Harry se planteó las palabras antes de abrir la boca.
- ¿Para qué crees que te he dado la dirección del hotel?
- Un polvo, ¿me equivoco?
- Exacto. Sin sentimientos de por medio -añadió el moreno con frialdad.
Neley asintió.
- Claro, sin ningún problema.
El moreno trató de no pensar lo mal que acabó cuando él intentaba una simple follada sin llegar a nada más. Sólo sexo. Ojalá con Neley sea diferente. Deseó con todas sus fuerzas.
Harry tomó la iniciativa. La acorraló en el sofá y le plantó un beso feroz, lleno de ansias. Neley no se quedó atrás, además de devorar la lengua de Harry iba acariciando ese pecho sin vello y fortificado de éste, sus manos pararon justamente a unos centímetros de la toalla que ella la encontraba seriamente un estorbo.
- Uff -bufó éste separándose de su boca-, no tan deprisa -añadió después de recuperar el aliento-.
Quiero que estés caliente para mí.
Si alguna cosa que había aprendido Harry, es que con una erección por parte de él no bastaba para complacer a las mujeres; había que hacer unos cuantos pre-eliminares más para ellas. Sonrió y retomó el contacto, esta vez de diferente manera; acariciando los senos por encima del sujetador y de la fina blusa casi semitransparente mientras que sus labios iba directos hacia ese cuello que le pedía a gritos alguna acaricia.
Neley por otra parte, se ocupó de quitarse los tacones, la falda y las medias que llevaba sin estorbar a Harry con sus movimientos, quedándose sólo en bragas de cintura para abajo. Parecía que al moreno se le acababa la paciencia para contenerse. Lujurioso, desabotonó a la velocidad de la luz los botones de la blusa, acto seguido desabrochó sin ninguna dificultad el sujetador. Los voluptuosos y bien definidos senos de Neley botaron a causa de quitar la anterior prenda con bastante rapidez. Neley cada vez sentía más la necesidad de que le tocaran el coño, tanto, que sin esperar a más iba tocarse ella misma, pero la mano de Harry la detuvo y sustituyó la suya en su lugar. Acarició de un extremo hacia el otro extremo de sus labios vaginales, cuando llegó al clítoris sonrió pícaro para sí mismo. Pellizcó de él. La Castaña para contener el gemido se mordió el labio inferior. Ese no era el resultado que esperaba Harry, ni mucho menos, dispuesto a conseguir esos gemidos por parte de ella, la desnudó por completo. Joder, él también necesitaría alguna acaricia hacia su polla como siguiera perdiendo el tiempo de esa manera.
Metía dos dedos dentro de su vagina y los sacaba, mientras que con el pulgar hacia círculos sobre el clítoris hinchado y rojo. Mantenía su otra mano ocupada pellizcando los pezones erectos de Neley, y la boca contra la suya. Al fin, la castaña no pudo contener más los gemidos y soltó uno muy breve. Una melodía musical para los oídos de Harry. Neley cada vez abría más las piernas para que el moreno pudiera incorporarse entre ellas. Él soltó un resoplido contra la boca de ésta, se quitó la toalla que envolvía su cintura y dejó a Neley ver su pene grueso y erecto. Sonrió al ver su expresión de sorpresa, cogió el condón que había dejado en la mesita del mini-salón de la suite que había dejado expresamente allí, lo abrió y se lo puso.
- Ven -masculló elevándola del sofá mientras la llevaba en brazos sobre la gran cama y la recostó sobre ella.
Neley se tumbó sobre las sábanas. Harry se inclinó hacia ella y puso la punta de su pollaa la entrada de su coño. Y a poco a poco la fue penetrando mientras ella se arqueaba para él. El moreno notó que Neley estaba bastante apretada, pero tampoco le desagradaba la sensación. Salió de ella y la volvió a penetrar, con una velocidad un poquitín más elevada que la anterior vez, dirigió su mano derecha hacia el clítoris, lo pellizcaba y hacía círculos de nuevo sobre éste mientras cada vez embestida era más bestial y veloz. La rubia sintió escozor en sus nalgas a cada embestida, lo agarró por el cuello con ambos brazos para no perder la noción del tiempo.
La suite se iba llenando de gemidos, jadeos y respiraciones entrecortadas.
Harry se sentía culpable después de todo. ¿No fue él mismo quien mencionó que la relación no iba a más de un simple polvo? Negó la cabeza con extrema frustración. ¿Lo del metro era el deseo de verla otra vez disfrazado en una simple excusa de mojar? Estaba confuso. Ya no había vuelta atrás.
- Espero que usted sea más útil que yo en levantar esta empresa en lo más alto, como debió ser.
Él asintió mientras pensaba en la reacción de Neley al verlo. El asunto se le fue de las manos cuando la castaña salió de su suite, minutos después ya estaba llamando a un detective privado para averiguar todo sobre ella. Ni él podía creer que estaba dando saltitos de alegría cuando supo que la empresa de Neley estaba de traspaso. Tú sólo ibas a comprar un chalet a las afueras de esta ciudad... Se recordó. ¿Tan difícil era comprarse un chalet sin... sin enamorarse?
- Intentaré llevarlo lo mejor que pueda -respondió Styles.
El ex dueño asintió con cierta aprobación. Al menos a él, Harry parecía tener pinta de carecer experiencia en dirigir empresas, y así era. Su empresa lo había llevado a lo más alto. Acto seguido el vicepresidente le mostró cómo funcionaba ésta, y pronto le tocó a Harry presentarse como nuevo director de la empresa.
- ¿Neley? -preguntó Mathew, quién ocupaba el cargo como vicepresidente. Tocó con los nudillos la puerta.
- Adelante -respondió la voz de la castaña.
Mathew abrió la puerta sin vacilaciones. Pasaron ambos. Neley no prestó mucha atención a la visita, llevaba el auricular del teléfono entre su oreja y el hombro; ordenaba las hojas de su escritorio y acto seguido se ponía a teclear en el PC.
- Sí... sí. Lo tendrá listo dentro de una semana como mucho -dijo y colgó.
Levantó la vista. Sintió una pequeña descarga eléctrica cuando su mirada y la de Harry se cruzaron. Intentó no abrir la boca por la sorpresa, pero quedó con efectillo piedra por unos momentos.
- Siento molestarte cuando estás trabajando -se disculpó Mathew-, no me quedaba más remedio.
- Claro... -tartamudeó-. No es molestia...
Mathew le sonrió y ella le devolvió la sonrisa al activar todo sus músculos de nuevo.
- Es un cambio un poco repentino, pero. Te presento nuestro nuevo jefe, Harry Styles.
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