卐☭ Nazunist ⚣ Omegaverse. Alter.
—No puedo creer que la cagaras de esa manera, reza por que sea un susto en falso. –Bufó el de estrellas con los brazos cruzados mirando al facista inconsciente tras el cristal de espejo falso que habían puesto para vigilarlo—.
—Cierra la boca, yo no me meto en tus malditos asuntos con el japonés. –URSS no estaba para juegos, le dolía la cabeza de tanto estrés por todos sus problemas juntos, no tenía ya ni pizca de paciencia para detenerse a oír la opinión de los demás respecto a su fallo—.
—Es hora de irnos América, Francia ya se llevó a Reino a su nivel de confinamiento. –El británico entró a través de la puerta metálica abierta de la "Sala de control", evitando ver al de esvástica aunque igual era consciente del problema—.
Momentos más tarde ambos anglosajones se fueron a su parte de las instalaciones en donde confinaban al Eje en territorio neutral, por su parte de el parche resopló frotándose el rostro con pesadez.
En un momento de descontrol por su propio celo había tomado al alemán el día de su captura, ahora habían demasiadas probabilidades de que hubiesen concebido como para ignorar el problema, por lo menos con este aún sedado tendría tiempo de arreglar otros asuntos.
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—Esto no se ve nada bien, ¿Ya consideraste..? –Canadá en representación del británico estaba en el lugar observando tras el espejo falso cómo el rubio vomitaba aferrado al pequeño inodoro que tenía en su celda—.
—En la Unión Soviética no asesinamos niños...... Incluso si son no deseados. –Cortó el carmesí apretando los labios, con todo el sobre trabajo por los daños de la guerra a tres continentes habían tardado poco más de dos meses en volver a revisar a sus prisioneros—.
—De todas maneras, estoy seguro de que acabará matándolo si se parece a ti, es un Nazi después de todo. –El de franjas rojas le dio otro sorbo a su café mirando con perezosa atención al alemán tambaleándose hasta su viejo colchón en una esquina, por lo menos el asiático estaba fuera de problema debido a que le dejó un gato del que ocuparse—.
—Ya larguénse, no tengo ganas de ver sus caras por más tiempo. –Un par de miradas secas fueron suficiente para quedarse solo en la silla alta frente al cristal, tomándose un breve momento allí como si fuese un espectáculo turbio—.
Dritte Reich se sentaba en la esquina más alejada de la habitación hacia la izquierda del eslavo sin saber qué era observado por alguien más, solo abrazando sus piernas con cansancio reflejado en sus ojeras y expresión decaída, ni siquiera tenía energía para intentar patear nuevamente la puerta metálica que estaba junto a la cosa donde recibía comida a ciertas horas. Si tan solo no le hubiese temblado la mano para tragarse el cianuro como su hermano...
El de ojo hielo observó con minuciosidad lo miserable que se veía su antiguo adversario de guerra, pero solo dejó el lugar cerrando la puerta con llave para que nadie más entrar sin sin permiso.
Con ello los meses pasaron lentos para el exiliado en aquella celda, perdió la noción de los días y solo podía acostarse de lado en el suelo a mover su diestra sobre este con su mente divagando en alguna cosa que pudiese entretenerlo para no caer en la locura hasta que eventualmente su vientre comenzó a ser un problema anatómico. Desde el primer vómito supo que estaba esperando un bebé sin opción, pasando por etapas silenciosas como pánico, tristeza y miserable aceptación, en todo ese tiempo ni siquiera había oído su propia voz siquiera, todo era silencioso por alguna razón habiéndolo pensar que estaba en algún lugar recóndito pero por suerte no sentía tanto frío al no tener una ventana aunque por eso mismo solía tener ataques de ansiedad por el estrés de no ver más que cuatro paredes, lloraba apoyando su frente en la pared más cercana en ese momento y no se movía de ahí hasta haberse tranquilizado para beber un poco de agua del pequeño termo que tenía.
El carmesí fue testigo de un par de episodios pero no intercedió para abrir esa puerta hasta el quinto mes, sedando con gas al de esvástica por medio de un pequeño conducto circular por el que ventilaba el lugar, ordenó a una subordinada dejar una pila de mantas blancas todas iguales entre si, esperando a que el otro despertase para observarlo tomarse un tiempo antes de acomodarlas en un característico nido sobre donde dormía.
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—De cierta manera esa posición lo hace ver muy sumiso, ¿Sabe que estamos aquí? –Nueva Zelanda se sentó más cerca del cristal templado, siendo la primera vez que veía al germano en confinamiento desde su captura meses atrás—.
—No tiene ni idea, de lo contrario no estaría tan tranquilo dejando su vientre a la vista como si fuese un gato en confianza –El canadiense apoyó la cabeza en su mano izquierda, de entre los tres prisioneros obviamente él era el más interessante debido a su estado, Reino solo dibujaba rayando la pared con una cuchara y el del sol naciente únicamente prestaba atención al gato naranja que tenía—.
Desde su lado del confinamiento el de esmeraldas estaba acostado sobre una manta en el suelo en medio de su celda mediana, con los brazos cruzados que utilizaba como almohada sintiéndose más cómodo por la posición en la cual estaba su vientre abultado que le generaba incomodidad al dormir, pero esos últimos días había estado meditando para tomar las cosas con calma como solía hacer Weimar antes de tomar cualquier decisión incluso luego del desastre de su gobierno por el cual lo culparon hasta casi matarlo en los años 30.
—¿Cómo mierda entraron sin la llave? –Entrando en el lugar con el ceño fruncido el dueño del nivel empujó la puerta previamente junta con su diestra enguantada mirando a los otros con enojo—.
—Tu candado es de abuelita –América soltó burlón mostrando el pedazo de metal con el que había forzado la entrada sin mucho problema en casi dos minutos—.
—Vamos URSS, ven a ver, mira esa panza tan redonda –El de piel azul colocó ambas manos en el cristal como si se tratara de una especie exótica en confinamiento para su entretenimiento—.
—Sonaste como un pederasta –Se burló el de piel borgoña levantándose de su asiento ya sabiendo lo que venía por la cara del de hoz y martillo—.
—Lárguense de una maldita vez, vayan a joder a los otros dos. –Le dio el más alto un manotazo a la mesa sin preocuparse de ser oído del otro lado debido a la insonorización—.
URSS solo hacía una única visita semanal a las instalaciones para comprobar que su prisionero no se ubiese suicidado de alguna manera, aunque durante las noches se sentaba a beber un café memorizando la imagen del fascista que casi dominó a Europa siendo doblegado en una celda básica durmiendo en una esquina acurrucado abrazando su propio vientre de embarazo. Siempre estaba en sus pensamientos en cómo remediar la situación una vez ese niño naciera debido a que por más que lo quisiera no podía cambiar el pasado para evitar dejarse llevar por su maldita calentura, solo que... dependiendo de los rasgos del niño se lo llevaría a educar con los demás o le daría una muerte piadosa con una inyección.
Aún faltaban cuatro largos meses para conocer el destino de esa criatura que llevaba su sangre pero que no le provocaba ningún sentimiento encontrado por su existencia, ni siquiera sentía algo por el rubio al que veía dormitar ligeramente tranquilo en el suelo como si eso aliviara su situación incierta.
De igual manera se quedó el resto de la noche hasta verlo regresar despacio a su acumulación de mantas impecables para abrazar la única almohada que tenía como si así dejara de sentirse solo.
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Al despertar Dritte sintió un aroma conocido en el lugar, haciendo que se levantara para caminar hacia el compartimento metálico donde solían dejar su comida, encontrándose su sándwich de desayuno y dos almorzar entre las que encontró una bufanda, sintiendo en esta impregnado el aroma del soviético, así que con molestia la lanzó al suelo llevándose lo demás a su pequeño espacio... Aunque luego la ansiedad lo llevó a volver por ella y estrecharla entre sus manos oro un rato luego de comer, recordaba bien lo que le hizo el castaño pero sus instintos lo obligaron a colocar la prenda ajena entre las tres almohadas que ahora tenía para volver a dormir un rato más sintiéndose extrañamente acompañado.
Los días volvieron a pasar hasta llegar al octavo mes, para entonces había estado recolectando los ovillos de lana que aparecían en las mañanas, aunque hubo que aprender a tejerlos con cucharas debido a que por obvias razones no podían dejarle objetos que podría usar para apuñalar a alguien o a si mismo, de igual manera no era como si su enorme vientre lo dejase moverse con tal rapidez necesaria, solo quería sentarse a comer sopa porque la presencia del invierno ya comenzaba a ser una molestia a pesar de vestir ropa cálida.
Por otro lado, debido al tiempo cada vez cercano de agotarse el más alto pasaba más tiempo tras el espejo observando a ratos mientras hacía su usual papeleo, deteniéndose cuando el menor se movía o soltaba algún sonido de queja para saber si finalmente decía alguna palabra pero solo podía verlo removerse y volver a intentar dormir varias veces en las tardes. Hasta que eventualmente una de esas tardes semanas después se vio forzado a detener sus actitudes para vigilar al otro que desde el momento en que se despertó tras el almuerzo estaba aparentemente agitado el incómodo por algo.
Tras el espejo falso Reich se sentaba lentamente en su nido intentando controlar su respiración algo trabajosa hasta que un molesto dolor comenzó a punzar desde dentro y supo lo que venía, sin moverse de más trató de alejar todo lo irrelevante y solo dejar las cosas que había acumulado cerca pensando que serían necesarias hasta que tuvo que llevar las manos a su vientre por una contracción más fuerte que le dejó sentir las piernas mojadas bajo la sábana, su mano derecha tembló con el natural temor de un primerizo y se forzó a buscar la calma aunque quisiera echarse a llorar en busca de la ayuda de su sabio hermano.
Con el dolor volviéndose cada vez más insoportable se recostó en las almohadas que acomodó para que estuviese en un ángulo el cual le permitiera ver entre sus piernas una vez sintiera que su bebé saldría, aunque acabó perdiendo el sentido horario hasta que seis horas cronometradas después un pequeño tricolor de piel roja emergió de su agotado interior, enfocando su poca fuerza en limpiarlo con una toalla que inmediatamente se tiñó de rojo hasta dejarlo lo más impecable que pudo antes de envolverlo en una sábana doblaba para darle calidez.... Solo que no pudo siquiera abrazarlo cuando otra oleada de dolor acompañado de sensación húmeda lo hicieron quejarse de manera entrecortada, ya no tenía fuerzas para soportar otro parto. Se gritó a si mismo mentalmente que sacar fuerza de algún maldito lugar y pujara, no podía permitirse dejar morir a ese inesperado segundo bebé.
Solo qué terminó perdiendo el conocimiento eventualmente.
—Mi... mi bebé.. –Fueron las primeras palabras balbucedas del europeo luego de meses en confinamiento, sus ojos se cerraron llorosos sintiéndolo fuera pero no teniendo idea de la situación—.
URSS observó fijamente al segundo bebé, el cual no emitía ningún tipo de llanto como el primero por una cantidad de tiempo preocupante, ni siquiera parecía estar respirando hasta que por su palidez notó que realmente no lo hacía, inmediatamente por instinto comenzó a caminar con rapidez sacando de su bolsillo la llave de la otra puerta metálica que daba hacia la celda, entrando por primera vez y olfateando de golpe los aromas a bebé y desesperación golpeando su nariz en lo que se arrodillaba tomando el extremo de una de las mantas del nido para comenzar a mover sus dedos sobre el pecho del niño intentando reanimarlo por algunos minutos hasta soltar un inesperado suspiro de alivio que no sabía que retenía hasta que lo vió volver a retomar color y soltar un llanto moderado.
El de hoz y martillo se permito un momento para observar a ambos niños envueltos entre sábanas pero sorprendentemente calmados, llevándolo a solicitar entre dientes un cuenco con agua tibia para limpiarlos él mismo en lo que el escarlata seguía inconsciente, así que en las tres horas que se tomó cambió a los mellizos a la ropa que había estado tejiendo el otro a quién con la mandíbula apretada también limpió con cuidado hasta dejarlo con nueva ropa de franela tras deshacerse de toda tela manchada que hubiese en la celda, dejando también otras cosas en cajas de madera que habían estado preparadas por el personal con antelación.
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El rubio despertó mareado y sintiéndose extrañamente liviano por lo que al llevar una mano a su vientre por costumbre notó que estaba mucho menos abultado de lo que debía, llevándolo a abrir los ojos con pánico en lo que sus últimos recuerdos se reestablecían, topándose con dos pequeñas cabecitas doradas a su derecha cuando se sentó. En ese momento su pecho se llenó de una sensación desconocida pero muy cálida haciéndolo soltar lágrimas silenciosas mientras tomaba a cada uno para acomodarlos en cada brazo y alimentarlos a la vez con una pequeña sonrisa tranquila ajeno a todo lo demás existente.
Le costó un poco tratar con dos a la vez pero con el paso del tiempo comenzó a acostumbrarse, además de nombrarlos como Rusia y Alemania según su orden de nacimiento que recordaba, pero fuera de ello había notado que en una mañana aparecieron dos cestos en una esquina junto a la puerta en los aparentemente debía dejar las cosas sucias y la ropa de los pequeños que luego aparecía impecable y doblada sobre la tapa. Realmente no quería acostumbrarse a criar a sus hijos allí pero no tenía de otra ya que eran muy pequeños para lidiar con el frío exterior y además claramente el salir estaba vetado de sus pequeños privilegios maternos. Aún así se sentía algo seguro en su celda mediana con todas las cosas necesarias para atenderlos correctamente a ambos, ignorando las similitudes que tenían con el Soviético.
Cuando los niños cumplieron seis meses ya estaban lo suficientemente desarrollados gracias a su raza como para poder gatear libremente, esa mañana el de parche había llevado obligado un oso de peluche enviado por su hija Bielo que al enterarse por accidente que tenía dos medios hermanos sintió emoción infantil sana y le entregó uno de sus animales favoritos para que se los dejara ya que seguramente no tenían juguetes, lo cuál era cierto.
Así que bufando metió con un poco de trabajo al osito por el compartimento metálico aunque no notó que debido a la fuerza acabó en el suelo hasta que entró a la sala de control, notando que el ligero sonido había llamado la atención del niño de piel roja quien en ese momento estaba amamantando al rubio mayor que dormía junto al otro pequeño, así que se sentó junto al cristal sin nada mejor que hacer para verlo rodar un poco antes de comenzar a gatear fuera del nido al suelo algo frío que pareció incomodarle en las manos por lo que se detuvo, solo que URSS no se esperaba verlo intentar ponerse de pie hasta que lo vió lograr dar dos pasos por si solo.... Estaba presenciando los primeros pasos del mayor de los mellizos hasta alcanzar al oso de peluche con mucha curiosidad.
—.....¿Russland?.. –El de esmeraldas llamó a su hijo al notar que no estaba junto a su hermanito, por lo que se sentó a buscarlo con la mirada localizándolo junto a la puerta manipulando un animal de felpa que claramente no había estado antes—.
Dejando al tricolor de rasgos más germanos se acomodó la ropa y fue a por el otro niño, arrodillándose a su lado para ver lo que tenía hasta que sintió una mezcla de aromas conocidos en el cual resaltaba como más reciente el del castaño, sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar mientras abrazaba a su hijo y al oso. Su mente se fundía en pensamientos repetitivos de que sus amados bebés jamás conocerían lo que era una familia normal y seguramente solo eran mascotas para el carmesí que les dejaba cosas a través de una puerta como si no le importase tomarse un momento para ver lo que había hecho, pero no podía simplemente hundirse así que tomó en brazos a Rusia y lo llevó a dormir junto con su hermano para así ser libre de tomarse una ducha en el pequeño espacio que había junto al inodoro agradeciendo que el agua saliese tibia debido a que con ella aseaba a sus niños en una pequeña tina que también le dejaron, al menos podía considerar que le tenían piedad a dos inocentes.
URSS recordaba vagamente el cuerpo ajeno de la única vez en que lo vió; Hombros pequeños con clavículas algo notorias, cintura delicada en forma de reloj de arena que terminaba en sus cadera ligeramente anchas debido a su casta, piernas largas y delgadas igual que sus brazos con una que otra cicatriz desconocida, por último su cabello que había crecido hasta sus hombros ese año. Al notar que estaba mirando de más desvío la vista hacia los dos niños acostados juntos, por obvias razones no habría deseado tenerlos y menos con el fascista, pero ahora que estaban allí respirando solo le quedaba mantenerlos vivos mientras se terminaba de decidir qué hacer con ellos cuando ya debiesen comenzar a recibir educación temprana, hasta ese momento sólo los observaría tras el falso espejo.
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—Ya cariño, por favor cálmate, respira despacio –La voz del de esvástica se escuchaba nerviosa y ahogada desde su celda teniendo en brazos a Alemania, acariciando con cuidado su pecho y espalda tratando en aliviar siquiera un poco su intento por respirar con normalidad—.
—¿Qué cree que sea? –El de mirada hielo no apartó la atención del menor que se aferraba a su otro padre tratando de seguir su indicación aunque aún fuese muy pequeño—.
—Basándome en los síntomas externos y en su reporte de que al nacer estuvo sin respirar casi dos minutos, es muy probable que sea Asma, el niño deberá ser nebulizado al menos tres veces al día sino su garganta se cerrará provocándole la muerte por asfixia, es un tratamiento nuevo algo costoso.. –Se explicó el humano llenando una de las fichas que tenían sobre los tres del otro lado, nunca había sabido de alguno de esa raza que tuviese problemas respiratorios de tal magnitud—.
Media hora más tarde cuando la situación ya se había calmado, la ventila de la celda soltó el gas para adormecer a quienes la habitaban y tras asegurarse de su inconciencia fueron tras lados en lo que también vaciaban el lugar, fue un largo viaje hasta una ubicación recóndita en la que había una casa rústica de tamaño regular, los tres fueron dejados en una habitación cercana al final del pasillo, ambos niños de ocho meses fueron acomodados en una cuna junto a la pared y el escarlata acostado en una cama de una plaza aún vistiendo su ropa gris.
Mientras tanto en el primer nivel los niños más grandes se escondían tras la puerta del garaje intentando oír la conversación entre su padre y el vulgar hombre americano que sonreía con burla hasta que estrecharon sus manos por algún acuerdo y momentos después una mujer con vestimenta negra y blanca de bordados bajó con un niño de piel amarilla en brazos vestido con varias capas de ropa, ambos yéndose con el de estrellas que de hizo una vaga seña de despedida al de parche que suspiró cerrando la puerta.
Apenas pasó la hora de almuerzo cuando un grito en alemán se oyó en el segundo nivel y el de hoz y martillo tuvo que dejar inmediatamente su papeleo para contenerlo en la habitación.
—¡¿En dónde está Alemania, dónde está mi hijo?! –Su cerebro estaba más enfocado en la ausencia del menor de sus bebés como ahora notar que a quien le gritaba era el mismísimo eslavo—.
—América es ahora su tutor oficial. –El euroasiático se mantuvo estoico frente a la puerta cerrada sin expresión alguna interponiéndose en que el otro saliese—.
—¡Devuélveme a mi hijo, maldito bastardo mal nacido! –Su puño débil intentó golpear el pecho del contrario pero recibió un ligero empujón haciéndolo retroceder dos pasos– ¡Es mi bebé, el capitalista va a matar a mi bebé, Alemania está enfermo y necesita de mi!
—.... Puedo traerlo en este momento pero lo verás morir en tus brazos por tu propio capricho. –Su ceño se frunció a medida que hablaba, mirando directamente a los ojos del más bajo que se iban empapando el lágrimas hasta que terminó su seca explicación– O puedes dejar que el idiota se haga cargo de su tratamiento a cambio de que ese niño sea educado por su familia como equivalente a la mitad del territorio que se quedaron.
—Ni si quiera me dejaste despedirme de él.. mi bebé, mi pequeño hijo.. –Reich rompió en llanto cayendo de rodillas con la desolación consumiendo su ser, su último recuerdo era verlo agotado por intentar mantenerse respirando—.
—Aún tienes al otro, enfócate en cuidar de él. –Eso fue todo lo que le dijo el de parche antes de dejarlo solo en medio de su tristeza inmensa—.
El heredero del difunto Kaiser tuvo que soportar día tras día el vacío en su pecho mientras veía a su pequeño de ojos lavanda crecer, manteniéndose solo en silencio y con la mirada en el suelo mientras estuviese fuera de la habitación, siendo ignorado por los niños que iban y venían haciendo sus labores pero por suerte tratando a Rusia como uno de ellos, temiendo que cambiar de tema cuando su pequeño le preguntaba porqué sus hermanos no lo llamaban papá como él o porqué tenía que dirigiese como "Señor" al padre de ellos si se supone que eran todos hermanos.
Una noche el menor de ya cinco años se escabulló a la cocina para buscar un chocolate para su papá pues lo había visto quejarse de algo pero no decía qué, así que pensó que con algo dulce podría mejorarse, solo no esperó toparse con el más alto apenas entrando a la casa.
—¿Qué haces fuera de la cama, Rusia?, creí que el horario te había quedado en claro –El de ushanka lo observó con una expresión algo dura, no iba a soportar ninguna rebeldía seguramente provocada por los genes hermanos que tenía—.
—Mi papi está mal.. solo quería llevarle un chocolate... –Abrazándose a la barra envuelta en papel manteca el rubiecito quiso explicarse tratando de sostenerle la mirada al más alto—.
—Ya se le va a pasar, deja eso donde estaba y vete a dormir –URSS señaló a la escalera para que se diese prisa, pasaban de las once y todos los niños debían despertar sin excusas a las siete de cada mañana para hacer sus deberes—.
—No –Sacando determinación de algún lugar de su pequeño cuerpo el de pijama de estrellas se abrazó más al chocolate y sus ojos nerviosos fueron enmarcados por sus cejas fruncidas– Mi.. mi papi se queja de su corazón y llora cuando estoy dormido, ya no quiero que se sienta mal así que le voy a llevar esto.
¿Habían pasado tantos años y el de esvástica continuaba de luto por pérdida figurada del otro tricolor?, El carmesí frunció las cejas resoplando un poco y volvió a señalar la escalera.
—Sube antes de que me arrepienta. –Finalizó encaminándose a su oficina oyendo detrás los pasos rápidos del infante hacia su habitación en el segundo nivel—.
Al sentarse en la silla no pudo evitar pensar al menos un momento en la situación del genocida confinado en su casa desde hace ya un tiempo considerable, acabó bebiendo el resto de la noche recordando todo lo que había visto ocultándose tras el espejo falso, todos los cuidados y atenciones que había dado a esos dos bebés que alumbró en la celda hasta el día en que pudo quedarse solo con uno, finalmente sintió culpabilidad de haber entregado al otro sin aviso.
Por lo menos sabía que aún vivía debido a una carta y fotografía que había enviado el americano meses atrás, por lo que con sus movimientos entorpecidos buscó el sobre en uno de los cajones de su escritorio hasta dar con este y ver al niño con detenimiento; Ojos cielo de mirada neutral, mejillas ligeramente regordetas y un trajecito formal además de una boina militar como accesorio.
Era como verse a sí mismo de niño, después de todo también era el padre de esos niños tan distintos entre si en comportamiento, siendo el que tenía el más empático y algo torpe justo como el germano. Acabó frotándose el rostro aún con la fotografía en la mano y tomó una que también tenía en solitario del de piel roja, colocando ambas en un marco simple de madera y subió al segundo nivel abriendo directamente la puerta de la habitación de Rusia en donde esté dormía con el de afilados dientes, el cuál se despertó a la defensiva abrazando a su hijo dormido pensando inmediatamente en que sería reprendido por el chocolate que trajo rato atrás.
Pero solo quedó confundido cuando un marco de fotos quedó sobre sus piernas cubiertas por la manta.
—...Alemania... –Murmuró sintiendo sus ojos nublándose por lágrimas apenas lo reconocí al instante, se veía tan grande y sano como su hijo mayor, sus labios temblaron acariciando la foto con su diestra y levantó la mirada al Soviético que tenía un olor a alcohol– ...¿Porqué?..
—Cómete ese chocolate, tu hijo se preocupa por ti. –Se limitó a decir URSS señalando al de ojos lavanda acurrucado en dirección a la pared abrazando su primer oso de peluche—.
Desde esa madrugada la relación con el europeo se enfrió, jamás serían amigos o algo más pero bastaba con que siquiera pudiesen dirigirse la palabra para cosas en específico, dejando al pequeño ruso crecer en tranquilidad para sorprendentemente convertirse en el heredero principal del territorio gracias a su inteligencia y capacidades de liderazgo además de planificación, llegando así hasta el año de la reunificación alemana.
—¿Seguro que no quieres acercarte a ver a mi hermano?, sabes que lo hemos estado esperando por años papá.. –El rubio de ojos lavanda miró intranquilo al de esvástica cuyo rostro estaba cubierto por un velo eslavo para evitar ser reconocido por la prensa—.
—Es mejor que no sepa quién soy, ve tú, eres un buen chico.. –Claro que deseaba más que nada el poder abrazar fuerte a sus dos hijos luego de tanto tiempo separados, pero era consciente de que no sería bienvenido por todo lo que hizo en el pasado, así que solo se quedó a un lado observando cómo el mayor de sus mellizos se presentaba con el de piel amarilla explicándole su parentesco entre si obteniendo una reacción sorprendida del otro hasta que finalmente se dieron la mano—.
Agradecía haber podido seguir con vida hasta ese momento.
—Rusia va a quedarse en Berlín esta noche para resolver unos últimos asuntos que le corresponden, volvamos al auto –El de parche se acercó con una expresión tranquila de neutralidad a pesar del evento, vistiendo su usual gabardina además de la ushanka—.
—Gracias URSS.... Por no dejar morir a Alemania.. –Dijo en tono bajo Reich abrazándose a sí mismo sin apartar la mirada de los más jóvenes rodeados de reporteros—.
—No hubiese dejado que ninguno de mis hijos falleciera estando en mis posibilidades –Respondió el carmesí encendiendo un puro antes de girarse y comenzar a cambiar fuera del lugar seguido del más bajo que se quedaría aún por tiempo indefinido—.
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