💞[Tu me vuelves loca]Zara x Tory

Zara
x
Tory

Advertencias:Ninguna
-Menciones al Keenry

Jueves 15:22 p.m

Las calles de Barcelona vibraban con vida. La ciudad, iluminada por una mezcla de luces cálidas y modernas, parecía el escenario perfecto para un evento tan prestigioso como el Sekai Taikai. Dentro del recinto, sin embargo, el bullicio exterior quedaba ahogado por la tensión palpable. Los equipos de karate más destacados del mundo se preparaban para demostrar su valía en el torneo internacional más importante.

Tory Nichols estaba apoyada contra una pared en una de las áreas comunes del evento. Su expresión era seria, casi imperturbable, pero sus ojos no dejaban de analizar el lugar. Vestía su impecable uniforme negro de Cobra Kai, con su cinturón bien ajustado y el cabello recogido en una coleta alta. Junto a ella estaba Devon, quien ajustaba los guantes de su uniforme blanco de Miyagi-Do.

—¿No te cansa estar tan seria todo el tiempo? —preguntó Devon, rompiendo el silencio mientras ataba su cinturón.

—Me concentro —respondió Tory sin apartar la vista de un grupo de competidores que conversaban animadamente al otro lado del salón. Entre ellos, Zara Malik destacaba como si toda la atención gravitara hacia ella.

Zara, con su postura relajada y su uniforme verde del dojo Iron Dragons, se movía con una confianza natural que parecía exasperar a Tory. Su coleta alta ondeaba ligeramente cada vez que se giraba, y su risa resonaba con facilidad mientras hablaba con Robby. Él parecía disfrutar de la conversación, riendo por algo que Zara había dicho.

La rubia entrecerró los ojos, sin molestarse en disimular su disgusto.

—Mira a esa —murmuró, con una voz tan baja que apenas parecía destinada a Devon.

Devon siguió la dirección de su mirada y soltó un suspiro.

—Otra vez con ella —dijo, sin ocultar su cansancio. —¿Qué hizo ahora?

Tory mantuvo el tono bajo, casi como si no quisiera que nadie más escuchara.

—Siempre está ahí. —Se cruzó de brazos, clavando la mirada en Zara. —No importa cuándo, no importa dónde, siempre está rondando a Robby. Y esa sonrisa suya... ¿Quién sonríe tanto? Parece falsa.

Devon arqueó una ceja, girándose ligeramente hacia ella.

—¿Y estás segura de que esto no tiene nada que ver con que estás celosa?

—No soy celosa. —Tory lanzó la respuesta con frialdad, pero algo en su tono sugería que estaba a la defensiva.

—Claro que no —dijo Devon, sarcástica. —Solo estás obsesionada con cada movimiento que hace porque... pura curiosidad, ¿no?

Tory apretó la mandíbula y desvió la mirada un instante, pero no dijo nada. Sus ojos volvieron a buscar a Zara casi de inmediato, y la molestia en su expresión no pasó desapercibida para Devon, quien reprimió una sonrisa.

En ese momento, Miguel apareció con una botella de agua en la mano, su uniforme de Miyagi-Do algo arrugado después de una breve práctica. Su actitud relajada contrastaba con la seriedad de Tory.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras tomaba un sorbo de agua. —¿De qué hablan?

—De Zara —respondió Devon antes de que Tory pudiera abrir la boca.

Miguel levantó una ceja, curioso.

—¿Otra vez? ¿Qué hizo ahora? ¿Respirar?

Tory le lanzó una mirada afilada, pero Miguel solo se rió, apoyándose contra la pared junto a Devon.

—No estoy bromeando —dijo Tory con calma, aunque su tono tenía un filo evidente. —Siempre está coqueteando con Robby. ¿No la viste? Está prácticamente encima de él.

—¿Coqueteando? —Miguel cruzó los brazos, fingiendo analizar la situación. —¿No será que solo está siendo amigable?

—No soy estúpida, Migue. —La voz de Tory se mantuvo controlada, pero había una dureza en sus palabras. —Sé distinguir entre ser amigable y buscar problemas. Y Zara está buscando que le rompa la cabeza.

—O tal vez tú estás buscando problemas con ella. —Miguel sonrió, lo que solo hizo que Tory entrecerrara los ojos.

—¿Es que ninguno de ustedes lo ve? —Tory miró a Devon, esperando apoyo, pero Devon solo levantó las manos en un gesto de rendición.

—Lo único que veo es que Zara vive en tu cabeza sin pagar alquiler.

Tory frunció el ceño y abrió la boca para responder, pero se detuvo cuando notó que Zara había girado la cabeza hacia ellos. La sonrisa de Zara se amplió, como si supiera que estaban hablando de ella. Tory sintió que la sangre le hervía.

—¿Lo ves? —susurró, inclinándose ligeramente hacia Devon. —¡Me está provocando!

—¿Provocándote? —Devon soltó una risita. —Amiga, literalmente solo te sonrió.

—No es solo eso. —Tory apretó los dientes, sus ojos aún fijos en Zara. —Es como si disfrutara haciéndome enojar.

Antes de que Devon pudiera responder, Robby se acercó al grupo con una botella de Gatorade en la mano.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, mirándolos con curiosidad.

—Nada importante —dijo Tory rápidamente, enderezándose. —Solo hablábamos de... estrategias.

El castaño frunció el ceño, confuso.

—¿Estrategias?

—Sí, estrategias para manejar distracciones innecesarias —añadió Tory, lanzándole una mirada significativa a Zara, que ahora estaba charlando con otros competidores.

Robby siguió su mirada, entendiendo inmediatamente a quién se refería.

—¿Otra vez con Zara? —dijo con un suspiro. —Tory, no hay nada entre nosotros.

—Eso no significa que ella no lo intente. —Tory cruzó los brazos de nuevo, su expresión endurecida.

Como si el universo estuviera en su contra, Zara eligió ese momento para acercarse al grupo.

—¡Hola, chicos! —dijo con su habitual tono despreocupado, ignorando por completo la mirada gélida de Tory. —¿Todo bien por aquí?

Tory se tensó, pero mantuvo su postura firme.

—Todo perfecto —respondió con frialdad.

—Genial. —Zara sonrió, pero esta vez su atención se centró en Tory. —Espero verte en el combate mañana, Nichols. He oído que eres bastante buena.

—Lo soy. —El tono de Tory fue cortante, pero Zara no pareció inmutarse.

—Eso me encanta. —Zara le guiñó un ojo antes de alejarse. —Nos vemos en la arena.

Tory la siguió con la mirada, sus puños apretados a los costados.

—¿Lo ves? —murmuró. —Esa chica está buscándome.

—O simplemente disfruta molestarte. —Devon sonrió mientras Miguel asentía con una expresión divertida.

Mientras tanto, Zara, en otro rincón del lugar, observaba a Tory de reojo con una sonrisa satisfecha. Había notado desde el principio cómo Tory reaccionaba a su presencia, y aunque su plan era arriesgado, estaba dispuesta a seguir adelante. Después de todo, la única razón por la que Zara se acercaba tanto a Robby no era porque le interesara, sino porque sabía que eso llamaría la atención de Tory.

Lo que Tory no entendía, y lo que Zara esperaba que finalmente descubriera, era que toda esa atención no era para Robby. Era para ella.

17:11 p.m

La habitación estaba decorada con un estilo minimalista, propio de un hotel de lujo, pero el desorden que Zara había causado con sus pertenencias le daba un toque más personal. El uniforme verde de su dojo estaba colgado en la silla del escritorio, y una bolsa de deportes abierta dejaba ver vendas, guantes y otros accesorios.

Sentada en la cama, Zara sostenía una lata de Coca-Cola mientras hablaba animadamente con su mejor amiga, María Álvarez. María, con su cabello suelto y el uniforme amarillo de Furia de Pantera aún puesto, escuchaba con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

—No lo entiendo —dijo María, con el tono paciente de alguien que ya había repetido la misma conversación varias veces. —¿Por qué sigues con esto?

Zara, que estaba tumbada boca abajo en la cama, levantó la mirada con una sonrisa traviesa.

—¿A qué te refieres?

—A Tory. —María hizo un gesto amplio con las manos. —Te pasas el día buscando excusas para estar cerca de Robby, solo porque sabes que la pone de los nervios.

—No es solo eso —respondió Zara, dando un sorbo a su bebida.

—Entonces explícame, porque para mí no tiene sentido. —María la miró fijamente, inclinándose hacia adelante. —Tory es bonita, sí, pero no entiendo esta obsesión tuya.

Zara se rió, rodando hacia un lado para sentarse en la cama con las piernas cruzadas.

—Bonita es quedarse corta. Es... fascinante.

La morena frunció el ceño, claramente confundida.

—¿Fascinante? ¿Tory Nichols? ¿La misma Tory que parece que quiere arrancarte la cabeza cada vez que te ve?

—Exactamente. —Zara sonrió como si acabara de revelar un secreto importante.

—Zara, por favor. —María dejó escapar un suspiro, apoyando una mano en la frente. —Estás perdiendo la cabeza. Tory está con Robby. ¿No te das cuenta de que todo lo que haces la está alejando más?

Zara dejó la lata en la mesita de noche y se inclinó hacia su amiga, su tono más serio ahora.

—María, lo que tú no entiendes es que Tory no me odia de verdad.

—¿Ah, no? Porque a mí me parece que te fulmina con la mirada cada vez que entras en la misma habitación.

—Eso es porque siente algo. —Zara se encogió de hombros, como si fuera lo más obvio del mundo. —El odio y el amor están más cerca de lo que crees.

—¿De verdad estás usando ese cliché barato para justificar esto? —María negó con la cabeza, pero no pudo evitar una sonrisa. —Estás delirando, amiga.

—Tal vez. —Zara sonrió, jugueteando con un mechón de su cabello. —Pero no puedo evitarlo. Hay algo en ella... su forma de caminar, esa mirada intensa, incluso cuando está furiosa. Es adictiva.

María la observó en silencio durante unos segundos, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—Entonces, déjame ver si entiendo. —María señaló a Zara con el dedo. —Estás coqueteando con el novio de Tory solo para llamar su atención, porque crees que eso la hará... ¿qué? ¿Confesar que también le gustas?

—Algo así. —Zara sonrió de nuevo, pero esta vez había un toque de incertidumbre en sus ojos. —No sé, creo que si sigo empujando, al final no va a poder ignorarme.

—O va a odiarte más. —María suspiró, recostándose en la silla. —Zara, esto no va a terminar bien. Tory es del tipo que no deja pasar las cosas. Si sigues con este jueguito, lo único que vas a lograr es que quiera matarte de verdad.

Zara se encogió de hombros, pero no respondió.

—Además —continuó María—, no entiendo qué ves en alguien como ella. Es bonita, sí, pero también es... no sé, agresiva. Parece que siempre está a la defensiva, como si el mundo entero le debiera algo.

—Eso es parte de lo que me gusta. —Zara habló con una sinceridad que hizo que María frunciera el ceño de nuevo. —Es fuerte, apasionada, y no le importa lo que piensen los demás. No tiene miedo de ser ella misma, incluso si eso significa ser un poco... intensa.

—Intensa es quedarse corta. —María resopló. —Y tú estás loca.

—Tal vez. —Zara se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad. —Pero prefiero esto a quedarme sentada sin hacer nada. Tory me ve, María. Me nota. Y por ahora, eso es suficiente.

María la observó en silencio, preguntándose cómo su amiga podía estar tan segura de algo tan arriesgado.

—Zara, solo te lo voy a decir una vez más. —María se levantó de la silla y caminó hacia ella. —Si realmente te gusta Tory, deja de coquetear con Robby. Lo único que estás haciendo es complicarlo todo. Si hay alguna posibilidad de que Tory te vea de otra manera, no va a pasar mientras sigas jugando con su relación.

Zara no respondió de inmediato. Seguía mirando por la ventana, pero sus dedos tamborileaban contra el alféizar. Finalmente, giró la cabeza hacia María con una sonrisa desafiante.

—Tal vez tengas razón.

—¿Tal vez? —María levantó una ceja.

—Tal vez. —Zara se rió, pero no dijo nada más.

María suspiró, dándose cuenta de que no iba a convencer a su amiga esa noche.

—Eres imposible.

—Y por eso me quieres.

María negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír.

—Bueno, no digas que no te lo advertí. Cuando Tory finalmente estalle, no quiero que vengas llorando a mí.

—No voy a llorar. —Zara regresó a la cama y se dejó caer, retomando su lata de Coca-Cola. —Además, creo que Tory tiene más autocontrol del que le das crédito.

—¿Autocontrol? ¿Tory? —María rió con incredulidad. —Zara, de verdad estás delirando.

La conversación quedó en el aire mientras ambas se sumían en sus pensamientos. Zara, convencida de que su estrategia tenía algún mérito, y María, resignada a ver cómo su amiga seguía jugando con fuego. Pero en el fondo, ambas sabían que lo que estaba por venir no sería nada fácil.

20:34 p.m

El gimnasio estaba casi desierto. La tenue luz artificial brillaba sobre las máquinas, y el eco de los golpes contra la bolsa de boxeo era lo único que rompía el silencio. Zara empujó la puerta con calma, pero su mente era un caos. La soledad y el ejercicio eran su refugio, un escape para alejarse de los pensamientos que la atormentaban. En especial, esos pensamientos sobre Tory que aparecían cuando menos lo esperaba.

Llevaba puesto su capsuit negro , un atuendo que abrazaba cada centímetro de su cuerpo, delineando su figura esbelta y atlética. No era una prenda que usara para llamar la atención, pero inevitablemente lo hacía. Mientras caminaba hacia el área de calentamiento, su plan era sencillo: entrenar hasta agotarse y despejar su mente. Sin distracciones. Sin complicaciones.

Sin embargo, apenas dio unos pasos dentro, sus planes se derrumbaron.

Allí estaba Victoria.

Zara la vio de inmediato, y aunque intentó no reaccionar, sintió cómo una ola de calor le recorría el cuerpo. Frente a la bolsa de boxeo, Tory entrenaba con la misma intensidad que la definía en todo lo que hacía. Su cabello estaba recogido en una coleta alta y algo desordenada, y su rostro mostraba una concentración feroz. Llevaba un top deportivo negro, ajustado y minimalista, que dejaba ver su abdomen tonificado, y unos leggings oscuros que se movían con cada golpe preciso que lanzaba. Su cuerpo entero irradiaba fuerza, como si pudiera derribar a cualquiera con solo un movimiento.

Zara se quedó de pie, inmóvil por unos segundos, observándola sin poder evitarlo. El gimnasio parecía haber desaparecido, quedando solo Tory, la bolsa, y ese ritmo constante de golpes que resonaban como un tambor en sus oídos.

"Por supuesto que está aquí", pensó Zara, con una mezcla de frustración y resignación. Claro que tenía que cruzársela justo hoy, cuando intentaba despejar su mente de todo lo que ella provocaba. Respiró hondo, dispuesta a fingir que aquello no le afectaba. Zara era experta en disimular; su rostro seguía sereno, pero por dentro sentía que estaba perdiendo el control.

Tory notó su presencia al instante. Era como si tuviera un radar para detectar a Zara, algo que parecía molestarla tanto como intrigarla. Sin detener sus golpes, giró ligeramente la cabeza hacia ella. Su mirada, fría y directa, fue un aviso claro: no estaba de humor para juegos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Tory, seca, mientras lanzaba un golpe recto que hizo crujir las cadenas de la bolsa.

Zara, lejos de intimidarse, le devolvió una sonrisa despreocupada. Era su forma de camuflar todo lo que realmente sentía.

—Entrenar. Igual que tú, supongo. —Su tono era casual, como si el encuentro fuera pura coincidencia, aunque ambas sabían que no lo era del todo.

Tory resopló con irritación y volvió a concentrarse en la bolsa, lanzando un gancho preciso que hizo que el saco oscilara hacia atrás con fuerza. Zara tragó saliva, viendo cómo los músculos de Tory se tensaban con cada movimiento. Había algo hipnótico en la manera en que se movía, en su control absoluto sobre cada golpe.

Decidida a no quedarse como una espectadora pasiva, Zara caminó hacia las caminadoras al fondo de la sala. Subió a una de ellas, ajustó la velocidad y comenzó a calentar. Pero aunque sus pies se movían al ritmo constante de la máquina, su mente estaba en otra parte.

Desde su posición, podía ver a Tory de reojo. Cada golpe resonaba como un eco dentro de su cabeza, cada movimiento parecía diseñado para captar su atención. Había una mezcla de agresividad y gracia en ella que resultaba casi abrumadora. Zara intentó distraerse mirando la pantalla de la caminadora, pero sus ojos siempre volvían hacia Tory, como si fueran imanes.

Después de varios minutos, Tory finalmente se detuvo. Sus respiraciones eran rápidas y profundas, y el sudor recorría su frente y su cuello. Se quitó los guantes con movimientos rápidos, y Zara no pudo evitar notar cómo sus dedos se cerraban y abrían con fuerza, como si todavía estuviera canalizando esa energía que siempre la caracterizaba. Tory tomó una botella de agua de un banco cercano, pero en lugar de volver a entrenar, levantó la mirada hacia Zara.

Sus ojos se encontraron. Fue un segundo, tal vez dos, pero el tiempo pareció detenerse. Tory entrecerró los ojos con esa expresión que siempre usaba cuando alguien la irritaba.

—¿Vas a seguir mirándome toda la noche? —espetó, cruzándose de brazos y dejando la botella a un lado.

Zara levantó una ceja, aparentando tranquilidad, aunque su corazón se aceleró ante la repentina atención de Tory.

—¿Mirándote? —respondió Zara con una ligera sonrisa. —No sabía que estabas pendiente de lo que hago.

Tory puso los ojos en blanco, un gesto tan habitual en ella que casi parecía parte de su lenguaje corporal.

—No estoy pendiente, pero es difícil no notar a alguien cuando te observa como si fueras un espectáculo.

Zara apagó la caminadora y se bajó con calma, ajustando la cremallera de su capsuit como si no tuviera ninguna prisa.

—¿Un espectáculo? —repitió, avanzando hacia Tory con pasos lentos y medidos. —Esa no es mi intención.

Tory soltó una risa seca, aunque sus ojos se mantenían fijos en Zara, analizando cada movimiento.

—¿Ah, no? Entonces explícame por qué te pasas todo el tiempo mirándome.

Zara se detuvo a un par de metros de distancia, cruzándose de brazos y estudiándola con la misma intensidad.

—Tal vez porque tienes una presencia que es difícil de ignorar.

Tory frunció el ceño, claramente desconcertada por el comentario.

—¿Qué se supone que significa eso?

Zara inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera evaluando su respuesta.

—Significa que cuando estás en una habitación, lo llenas todo. Tu fuerza, tu intensidad... Es imposible no notarlo.

Tory parpadeó, sorprendida por la sinceridad en las palabras de Zara. Había algo en su tono que la descolocaba, como si no fuera solo un intento de provocarla.

—¿Eso es un cumplido?

—Es un hecho. —Zara dio un paso más cerca, y aunque Tory no se movió, sus ojos se estrecharon con cautela. —Deberías acostumbrarte.

Tory negó con la cabeza y tomó otro sorbo de agua, claramente tratando de no mostrar cuánto le afectaban esas palabras.

—Mira, no sé qué quieres, pero no tengo tiempo para tus juegos.

—¿Juegos? —Zara sonrió, divertida. —Si estuviera jugando, lo sabrías.

—Perfecto. Entonces, si terminaste, podrías dejarme entrenar en paz.

Zara alzó las manos en un gesto de rendición, pero su sonrisa permaneció.

—Claro, entrenar. No quiero interrumpir tu espectáculo, Tory.

Tory bufó, volviendo a ponerse los guantes con movimientos rápidos y eficientes.

—Deberías buscar otra forma de divertirte, Zara. Esto no te llevará a ninguna parte.

Zara no respondió de inmediato. En lugar de eso, retrocedió un par de pasos, todavía con la sonrisa en el rostro.

—Tal vez. Pero algo me dice que valdría la pena intentarlo.

Mientras Tory volvía a golpear la bolsa con fuerza renovada, Zara regresó a la caminadora, aunque su mente ya estaba muy lejos del entrenamiento.

Viernes 11:11 a.m

El gran torneo estaba por comenzar, y el ambiente en el estadio estaba cargado de tensión y expectativas. Los equipos se agrupaban en diferentes esquinas del tatami, cada uno representando sus colores y filosofías de lucha. Las banderas ondeaban al ritmo de los vítores del público, mientras los anunciadores daban los últimos detalles del reglamento.

En una de las esquinas del área de combate, Tory ajustaba con precisión la cinta de capitana en su brazo. El color rojo de Cobra Kai era vibrante, destacando contra su gi negro impecable. A su lado, Kwon también estaba listo, adoptando una postura despreocupada pero con los ojos cargados de determinación. Tory le lanzó una mirada rápida, asegurándose de que todo estaba en orden.

—¿Listo para demostrarles quién manda? —preguntó Tory, su tono frío y confiado.

Kwon asintió con una sonrisa torcida.

—Siempre lo estoy. Además, Furia de Pantera no tiene nada que hacer contra nosotros.

Mientras tanto, en la esquina opuesta, Robby se preparaba junto a Sam. Ambos vestían el gi blanco tradicional de Miyagi-Do, pero los cintos de capitán de color azul destacaban en sus atuendos. Robby estaba atando su cinturón con movimientos firmes, pero sus ojos seguían desviándose hacia Tory, quien, a pesar de la distancia que los separaba, parecía percibir su mirada.

Tory levantó la vista justo en ese momento, sus ojos encontrándose con los de Robby. Fue un instante breve, pero cargado de emociones. Había algo en su mirada que oscilaba entre el desafío y un sentimiento más profundo, algo que ninguno de los dos quería reconocer en ese momento. Sin embargo, Zara, parada en la esquina de su propio equipo, Iron Dragons, no perdió detalle del intercambio.

El gi de los Iron Dragons era de un elegante verde oscuro, y Zara lucía impecable en él. Su cabello recogido en una trenza alta y su postura recta reflejaban la disciplina que caracterizaba a su dojo. A su lado estaba Axel Kovacevic, el otro capitán de los Iron Dragons, un joven alto de cabello claro que irradiaba confianza. Axel notó la seriedad en el rostro de Zara y le dio un suave golpe en el hombro para llamar su atención.

—¿Qué pasa? Pareces más preocupada de lo normal.

Zara desvió la mirada rápidamente de Tory y Robby, adoptando su expresión habitual de calma.

—Nada, solo me concentro.

Axel arqueó una ceja, claramente escéptico, pero no insistió. En cambio, ajustó su propio cinturón y miró hacia el área donde Miyagi-Do se preparaba.

—Será interesante enfrentarlos.Keene es un rival difícil.

—Lo sé. —respondió Zara con un tono neutral, aunque su mirada permanecía fija en Tory por un instante más antes de enfocarse en el equipo contrario.

El torneo había organizado los combates de manera simultánea para aumentar la emoción. Iron Dragons se enfrentaría a Miyagi-Do, mientras que Cobra Kai lucharía contra Furia de Pantera, cuyo gi amarillo brillaba bajo las luces del estadio. Ambos combates prometían ser intensos y estaban cargados de expectativas.

El combate comenzó ,Zara fue la primera en entrar al tatami, enfrentándose a Demetri, quien, aunque nervioso, intentaba mantener una postura firme.La castaña en contraste, parecía completamente relajada, pero había un fuego en sus ojos que indicaba que no tomaría a su oponente a la ligera.

Demetri lanzó el primer ataque, un intento de barrido bajo, pero Zara lo esquivó con gracia, girando sobre un pie y contraatacando con una patada directa al pecho que lo hizo retroceder. Robby, desde la esquina, observaba con atención, gritando instrucciones a Demetri.

—¡Mantén la guardia arriba! ¡No la pierdas de vista!

Pero Zara era implacable. Moviéndose con una precisión casi calculadora, golpeó a Demetri con una serie de ataques rápidos, obligándolo a retroceder hasta que finalmente el árbitro intervino para marcar un punto a favor de Iron Dragons.

Robby apretó los dientes, claramente frustrado, mientras Zara regresaba a su esquina con una pequeña sonrisa. Axel le chocó los puños en señal de aprobación.

—Buen trabajo. No los dejes respirar.

Del otro lado, Sam entró al tatami con una expresión determinada. Su oponente era una de las luchadoras de Iron Dragons, una chica alta con movimientos ágiles y precisos. El intercambio fue intenso, con Sam demostrando la fluidez y estrategia de Miyagi-Do. Logró marcar un punto con un barrido impecable, ganándose los aplausos del público.

En el otro costado, Tory estaba en su elemento. Su primer enfrentamiento fue contra uno de los luchadores más fuertes de Furia de Pantera, un chico de complexión robusta que intentó usar su fuerza para intimidarla. Sin embargo, Tory era demasiado rápida y estratégica.

—¿Eso es todo lo que tienes? —espetó Tory después de esquivar un golpe directo y contraatacar con una patada giratoria que lo derribó.

Kwon, que observaba desde la esquina, no pudo evitar sonreír.

—Vamos, Nichols, deja algo para los demás.

El combate continuó, y Tory siguió dominando, marcando puntos con una precisión que dejó a Furia de Pantera sin muchas opciones. A pesar de su concentración en la pelea, Tory no pudo evitar mirar hacia el otro tatami, donde Robby estaba en el centro del combate. Aunque la distancia era considerable, sus miradas se encontraron nuevamente, y por un breve instante, el mundo pareció detenerse para ambos.

Sin embargo, Kwon no tardó en devolverla a la realidad.

—¡Tory, tu turno otra vez!

Tory asintió, rompiendo el contacto visual con Robby y enfocándose en su oponente. Pero en el fondo de su mente, no podía ignorar el peso de esa mirada.

Los combates iniciales terminaron con una victoria cerrada para Cobra Kai contra Furia de Pantera, mientras que Iron Dragons logró vencer a Miyagi-Do con una diferencia mínima. Tory, Robby y Zara intercambiaron miradas mientras se retiraban del tatami, conscientes de que lo más difícil aún estaba por venir: el enfrentamiento directo entre Cobra Kai y Iron Dragons, y lo que ese duelo significaría para ellos.

El enfrentamiento entre Cobra Kai e Iron Dragons estaba a punto de comenzar, y el estadio vibraba con la energía de los espectadores. Las luces iluminaban el tatami central, mientras los gritos y aplausos resonaban desde las gradas. Para muchos, este combate era el punto culminante del torneo hasta ahora. Dos de los dojos más temidos finalmente se enfrentaban cara a cara, y las expectativas no podían ser más altas.

En el vestuario de Cobra Kai, Tory estaba de pie frente al espejo, ajustándose los guantes con una precisión casi obsesiva. Aunque su rostro estaba tranquilo, su mente era un torbellino. Este no era un combate cualquiera. Para Tory, este enfrentamiento significaba más que un simple pase a la siguiente ronda; era su oportunidad de demostrar que era la mejor, que nadie, ni siquiera Zara, podía opacarla.

Zara. Solo pensar en ese nombre hacía que Tory apretara los dientes. La capitana de Iron Dragons había sido una molestia constante desde que había llegado al circuito. Siempre tan segura de sí misma, tan carismática, y, lo peor de todo, siempre cerca de Robby. Tory no podía soportar cómo Zara parecía encontrar cada excusa posible para estar cerca de él, riéndose de sus comentarios, tocándole el brazo casualmente. Aunque Robby negaba que algo estuviera pasando, Tory no se lo creía del todo.

Lo que Tory no sabía era que Zara no tenía ningún interés en Robby. Para Zara, el torneo, los entrenamientos, incluso este combate, eran solo excusas. Todo lo hacía para estar cerca de ella.

En el vestuario de Iron Dragons, Zara estaba sentada en un banco, ajustándose el cinturón negro con movimientos lentos y calculados. Pero su mente no estaba en el combate. Sus pensamientos estaban completamente ocupados por la chica que se encontraba al otro lado de la arena. Tory Nichols.

Desde el primer momento en que había visto a Tory, Zara había sentido algo que nunca antes había experimentado. Era más que admiración. Tory no solo era increíblemente talentosa, sino que también tenía una presencia que Zara encontraba magnética. Cada movimiento, cada mirada de Tory parecía irradiar fuerza y determinación. Pero Zara sabía que estos sentimientos eran imposibles. Tory no solo era su rival en el tatami, sino que también parecía estar completamente interesada en alguien más.

—Zara, no te distraigas —dijo Axel Kovacevic, su compañero capitán, dándole un leve empujón en el hombro. Su voz cortó los pensamientos de Zara, devolviéndola al presente.

—No lo estoy —mintió, forzando una sonrisa.

—Cobra Kai no es como Miyagi-Do. Estos no van a darnos ni un respiro.

—Lo sé. —Zara ajustó el cinturón una última vez antes de levantarse. Pero mientras caminaba hacia la salida del vestuario, no pudo evitar preguntarse si Tory sabía lo que realmente sentía por ella.

El inicio del combate

El árbitro dio la señal, y Tory avanzó hacia el centro del tatami con una rapidez que dejó a varios espectadores boquiabiertos. Zara tomó una respiración profunda, obligándose a concentrarse. Sabía que este enfrentamiento no sería como los anteriores. Tory era diferente. No solo era agresiva y rápida, sino que también peleaba con una pasión que Zara encontraba casi hipnótica.

El primer intercambio de golpes fue intenso. Tory atacó con una serie de patadas giratorias, cada una más rápida y fuerte que la anterior. Zara apenas logró esquivarlas, moviéndose con precisión para evitar los impactos.

—¿Eso es todo lo que tienes? —espetó Tory con una sonrisa desafiante mientras lanzaba un puñetazo directo al rostro de Zara.

Zara bloqueó el golpe en el último segundo, pero no respondió al comentario. No podía. Peleaba no solo contra Tory, sino contra sus propios sentimientos. No quería lastimarla, y eso estaba afectando su desempeño.

Tory, por su parte, peleaba con una intensidad que iba más allá de lo normal. Cada golpe, cada patada parecía estar cargada de algo más que simple estrategia. Para Tory, este combate era personal. Cada vez que veía a Zara, su mente volvía a esas imágenes de ella riéndose con Robby, tocándole el brazo, coqueteando. Y eso solo alimentaba su rabia.

—Vamos, Zara, pelea de verdad —dijo Tory, lanzando otra patada que rozó el rostro de Zara.

Zara apretó los dientes, obligándose a enfocarse. No podía seguir defendiéndose. Si no pasaba a la ofensiva pronto, perdería.

Finalmente, después de un intercambio rápido, Tory logró conectar una patada directa al abdomen de Zara, haciendo que esta retrocediera varios pasos. El impacto fue fuerte, y aunque el árbitro no marcó punto, el golpe dejó a Zara sin aire por unos segundos.

Desde la esquina de Cobra Kai, Kwon gritó:

—Tory, concéntrate. Estás dejando huecos.

Pero Tory lo ignoró.

Zara tomó aire profundamente, recuperando la compostura. No podía seguir dejándose llevar por sus emociones. Con un movimiento rápido, lanzó una patada lateral que impactó directamente en el costado de Tory. El árbitro levantó la mano para señalar el primer punto a favor de Iron Dragons.

Tory apretó los dientes, claramente frustrada. Pero no se rindió.

—Esto no ha terminado —dijo, volviendo a su posición.

El segundo intercambio fue aún más intenso. Tory atacó con una agresividad renovada, lanzando golpes y patadas con una velocidad impresionante. Pero Zara estaba lista. Había dejado de pensar en sus sentimientos y se concentró por completo en el combate.

En un momento crítico, Tory logró empujar a Zara contra el borde del tatami. Por un segundo, Zara pareció perder el equilibrio, pero en un movimiento rápido, giró sobre sí misma y lanzó una patada giratoria que conectó limpiamente en el hombro de Tory.

El árbitro marcó el punto final, declarando la victoria de Iron Dragons.

Las consecuencias

El público estalló en aplausos, pero Tory apenas los escuchaba. Estaba sorprendida, incluso incrédula. Había perdido.

Zara, por su parte, no compartía la euforia de su equipo. Mientras Tory se levantaba lentamente del suelo, Zara dio un paso hacia ella, extendiendo una mano con preocupación genuina.

—¿Estás bien?

Pero Tory simplemente le lanzó una mirada fría, cargada de rabia.

—No necesito tu ayuda —dijo, su voz cortante como una daga.

Sin esperar respuesta, Tory se dio la vuelta y salió del tatami con pasos firmes.

—Tory, espera... —dijo Robby desde la esquina, corriendo tras ella.

Zara observó la escena, sintiendo un nudo en el estómago. Todo lo que hacía parecía empeorar las cosas entre ella y Tory.

Axel se acercó, colocándole una mano en el hombro.

—Ganaste. ¿Por qué esa cara?

Zara no respondió. En su corazón, sabía que no importaba cuánto intentara acercarse a Tory. La chica nunca la vería de la manera en que ella quería.

17:22 p.m

Zara avanzaba por el pasillo del hotel con un paso lento, disfrutando del silencio de la noche. Después de un día tan agotador, tanto física como emocionalmente, necesitaba este momento de tranquilidad para despejar su mente. El torneo no solo era un desafío físico, sino también un torbellino de emociones que no lograba controlar, especialmente cuando se trataba de Tory. La imagen de la capitana de Cobra Kai, frustrada y furiosa tras el combate, no dejaba de rondar por su cabeza.

Se detuvo frente a la máquina expendedora para sacar una botella de agua, pero en cuanto la tuvo en la mano y dio media vuelta, un tirón brusco la arrancó de sus pensamientos. Antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo alguien la arrastraba con fuerza hacia una habitación cercana. La puerta se cerró de golpe, y cuando alzó la vista, sus ojos se encontraron con los ojos verdes de Tory.

La mirada de la rubia era pura furia. Su pecho subía y bajaba por la rabia contenida, y Zara supo en ese instante que la tarde no iba a ser tranquila.

—¿Qué carajo te pasa conmigo? —espetó Tory, cruzando los brazos. Su tono era tan afilado como una navaja, y la intensidad de su mirada hizo que Zara retrocediera un paso instintivamente.

Zara quiso hablar, quiso defenderse, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta. La cercanía de Tory, junto con su actitud amenazante, era demasiado abrumadora. La habitación parecía más pequeña de lo que realmente era, y el aire se sentía pesado.

—¿Qué pasa? ¿Se te comieron la lengua los gatos? —Tory dio un paso hacia adelante, acorralándola contra la pared. Sus ojos la escaneaban como si estuvieran buscando una respuesta inmediata. —Primero intentas robarme a Robby, y ahora me dejas en ridículo frente a todo el maldito mundo. ¿Qué estás buscando, Zara?

Zara tragó saliva con dificultad. Sabía que debía decir algo, cualquier cosa, pero el torrente de emociones que sentía no la dejaba pensar con claridad. Todo lo que había hecho, todo lo que había dicho, se había salido de control.

—Yo... no estoy intentando robarte a Robby, Tory. —Su voz sonó baja, casi como un susurro. —No es lo que piensas.

Tory soltó una risa amarga, sin apartarse ni un centímetro.

—¿Ah, no? —preguntó con sarcasmo, ladeando la cabeza. —¿Entonces qué es, Zara? ¿Por qué estás siempre merodeando a mi novio? ¿Por qué coqueteas con él como si no existiera otra persona en el mundo?

Zara cerró los ojos por un segundo, tratando de calmarse, pero las palabras de Tory le dolieron más de lo que esperaba. No porque fueran ciertas, sino porque sabía que no podía explicarle la verdad.

—No es Robby. —Las palabras salieron antes de que pudiera detenerse. Zara la miró con un destello de desesperación en los ojos, esperando que Tory entendiera sin necesidad de más explicaciones. —No es Robby lo que quiero.

Tory frunció el ceño, claramente confundida.

—¿De qué demonios estás hablando? —demandó, pero su tono ya no era tan agresivo, sino más bien desconfiado.

Zara sintió el calor subiendo a su rostro, y no por la cercanía de Tory, sino porque sabía que estaba a punto de revelar más de lo que debería. Apretó los puños a los costados, intentando mantener el control.

—No es él... eres tú. —La confesión salió en un hilo de voz, pero en la quietud de la habitación, se sintió como un trueno.

Tory parpadeó, y por primera vez en toda la noche, pareció completamente desarmada. La furia en sus ojos se desvaneció, reemplazada por una mezcla de incredulidad y desconcierto.

—¿Qué...? —murmuró, dando un paso atrás como si necesitara espacio para procesar lo que acababa de escuchar.

Zara soltó un suspiro tembloroso, sintiendo cómo la tensión que había acumulado durante semanas finalmente encontraba una salida.

—¿De verdad no te has dado cuenta? —preguntó, con una sonrisa amarga. —Robby... solo era una excusa. Algo para acercarme a ti, aunque fuera de la peor manera posible.

Tory no dijo nada, pero su expresión lo decía todo. Su ceño fruncido, la manera en que apretaba los labios, el ligero temblor de sus manos... No sabía cómo reaccionar.

—¿Por qué harías algo tan estúpido? —preguntó finalmente, con una mezcla de incredulidad y rabia en su tono. —¿Pensaste que coquetear con mi novio iba a... qué? ¿Hacer que me fijara en ti?

Zara se encogió de hombros, incapaz de sostener su mirada.

—No lo sé, Tory. —Su voz era apenas un susurro. —Todo esto es una mierda. Me gustas, y no sabía qué hacer con eso. No sabía cómo hablarte, cómo acercarme. Así que hice lo que siempre hago: arruinar las cosas.

El silencio que siguió fue insoportable. Zara mantuvo la vista fija en el suelo, incapaz de enfrentar la mirada de Tory. Pero entonces, escuchó algo que no esperaba: una risa. Baja, sarcástica, pero también cargada de algo que no podía identificar.

—Esto es una broma, ¿no? —dijo Tory finalmente, cruzando los brazos de nuevo. —Me estás diciendo que todo este tiempo... ¿era por mí? ¿Por eso me jodiste en el torneo? ¿Por eso te metiste con Robby?

—No me metí con Robby. —Zara levantó la mirada, intentando defenderse. —Nunca quise lastimarte, Tory. Solo... no sé. Quería que me vieras.

Tory la miró durante un largo momento, sus ojos llenos de emociones contradictorias.

—Bueno, pues felicidades. —Su tono era cortante, pero algo en su mirada parecía más suave. —Ya te vi. ¿Y ahora qué? ¿Qué esperas que haga con esto?

Zara no tenía una respuesta. Todo lo que sabía era que, por primera vez, había sido honesta con Tory. Pero no sabía si eso iba a cambiar algo.

—No espero nada. —Finalmente, Zara soltó un suspiro y se pasó una mano por el cabello, nerviosa. —Solo quería que lo supieras. Porque no podía seguir fingiendo que todo esto no significa nada para mí.

Tory se quedó en silencio, observándola con una expresión que Zara no podía descifrar. Finalmente, dio un paso hacia atrás, dándole un poco de espacio.

—Sabes que esto no cambia nada, ¿verdad? —dijo Tory con frialdad, aunque su voz tembló ligeramente. —Robby sigue siendo mi novio.

Zara asintió, aceptando la realidad.

—Lo sé. —Su voz era tranquila, pero había un atisbo de tristeza en ella. —Solo quería que lo supieras. Eso es todo.

Tory soltó un suspiro profundo mientras aflojaba los hombros, dejando que las emociones que la habían consumido durante toda la confrontación comenzaran a disiparse. A regañadientes, aflojó el agarre en Zara, dando un paso hacia atrás. Su mirada seguía siendo intensa, pero la rabia había dejado lugar a algo más confuso, algo que Zara no logró identificar.

Zara permanecía contra la pared, inmóvil como una estatua, observando a Tory con una mezcla de nerviosismo y algo que, para su sorpresa, era un atisbo de esperanza. Sin embargo, Tory no le devolvía esa esperanza. Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más, mientras mascullaba algo inaudible entre dientes.

—Mierda... —dijo finalmente Tory, esta vez lo suficientemente fuerte como para que Zara la escuchara. Sus ojos se desviaron hacia el suelo, como si estuviera tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

La habitación quedó en un silencio espeso, solo roto por la respiración acelerada de ambas. Zara no sabía qué decir ni cómo moverse. El peso de su confesión seguía colgando en el aire como una tormenta a punto de estallar.

Tory levantó la mirada hacia ella, y por primera vez en toda la noche, Zara vio algo en sus ojos que no era ira: era duda.

—Esto es... tan ridículo. —Tory sacudió la cabeza, dando un paso hacia atrás. —Todo este tiempo pensé que querías a Robby. Que estabas jugando conmigo, burlándote de mí. Pero no... ¿era todo esto por mí?

Zara asintió tímidamente, sin saber qué más podía decir.

Tory dejó escapar una risa seca y amarga, pero sus ojos no se apartaron de los de Zara.

—¿Sabes lo estúpido que suena esto? —continuó, cruzándose de brazos, como si necesitara protegerse de lo que acababa de escuchar. —No solo te metes con mi novio, sino que también me humillas en público. ¿Y ahora me sales con qué...? —Se detuvo, sin poder terminar la frase.

—No quería lastimarte, Tory. —La voz de Zara era baja, apenas un susurro, pero lo suficientemente firme para que Tory la escuchara. —Simplemente no sabía cómo manejarlo. Tú... tú me vuelves loca.

Las palabras parecieron golpear a Tory como un puñetazo en el estómago. La chica bajó la mirada nuevamente, apretando los labios, como si estuviera luchando consigo misma para no responder algo que pudiera arrepentir.

—¿Por qué ahora? —preguntó finalmente, con un tono más bajo y vulnerable. —¿Por qué soltarme esto justo ahora?

Zara vaciló. La pregunta la tomó desprevenida, pero sabía que debía ser honesta.

—Porque no podía seguir escondiéndolo. —Zara dio un paso hacia adelante, con cuidado, como si temiera que cualquier movimiento brusco espantara a Tory. —Todo este tiempo he estado reprimiéndolo, pero... cuando te vi hoy, tan segura de ti misma, tan decidida, aunque estabas enojada... no pude más.

Tory soltó un suspiro frustrado y se giró hacia la puerta, como si necesitara poner distancia entre ellas. Pero, antes de salir, se detuvo en seco, con las manos apoyadas en la madera.

—Esto no cambia nada, Zara. —Su voz sonó firme, pero había una ligera vacilación que no pasó desapercibida para Zara. —Robby sigue siendo mi novio, y tú... tú sigues siendo alguien en quien no puedo confiar.

Zara sintió un nudo en el estómago, pero no se atrevió a interrumpirla.

Tory se giró nuevamente para mirarla, pero esta vez se acercó, reduciendo la distancia entre ambas a apenas unos centímetros. Zara sintió que su corazón se aceleraba, golpeándole el pecho con fuerza. Estar tan cerca de Tory hacía que todo lo demás se desvaneciera.

—No me busques más. —Las palabras de Tory fueron directas, casi un susurro, pero cargadas de una intensidad que hizo que a Zara le temblaran las piernas. —No me provoques, no me sigas, no juegues conmigo. Porque si vuelves a hacerlo, no voy a ser tan amable como esta noche.

Zara quiso responder, pero el tono de Tory no dejó lugar a protestas. Entonces, sin decir nada más, Tory dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella con un golpe seco.

Zara se quedó allí, apoyada contra la pared, intentando procesar todo lo que acababa de ocurrir. El aire se sentía denso, como si aún estuviera impregnado con la presencia de Tory. Su mente estaba en caos. Había dicho la verdad, había dejado todo en claro, pero... ¿a qué costo?

Finalmente, se dejó caer al suelo, con la espalda todavía contra la pared. Sus manos temblaban, y su corazón seguía latiendo con fuerza, pero en el fondo, había un pequeño alivio. Al menos, ya no tenía que cargar con ese secreto.

En el pasillo, Tory caminaba de vuelta a su habitación con pasos rápidos, sin mirar atrás. Su mente era un remolino de pensamientos. Nunca, en toda su vida, había imaginado que Zara pudiera confesar algo así. Zara era atractiva, claro, pero siempre la había visto como una molestia, alguien que quería quitarle a Robby. Nunca como... otra cosa.

Entró a su habitación, cerrando la puerta tras ella. Apoyó la frente contra la madera por un momento, intentando calmarse, pero las palabras de Zara seguían resonando en su cabeza.

—"Tú me vuelves loca."

Tory negó con la cabeza, intentando sacudirse esa frase. No podía permitirse pensar en eso. No ahora. Tenía que concentrarse en el torneo, en su equipo, en Robby...

Y, sin embargo, mientras se dejaba caer sobre la cama, su mente no podía dejar de volver al rostro de Zara, a la intensidad de su confesión, y al modo en que su corazón había dado un vuelco cuando estaba tan cerca de ella.

—Mierda... —murmuró para sí misma, llevándose una mano al rostro.

La noche estaba lejos de ser tranquila, y Tory lo sabía.

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