🔗[Todo lo que estoy en contra] 2
Kwon
x
Tory
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Axel
Advertencias:Ninguna
La noche en casa de Robby había dejado a Tory más inquieta de lo que esperaba. Había algo en esa conversación, en sus evasivas respuestas y en la presencia fantasma de Sam, que la estaba carcomiendo. Su relación con Robby no estaba funcionando, y lo sabía. Pero aceptarlo... eso era lo que le costaba.
A la mañana siguiente, se encontró sentada en la mesa de una cafetería cercana, con una taza de café entre las manos. Frente a ella estaban Devon y Eli, ambos mirándola con expresiones diferentes: Devon, con una mezcla de preocupación y apoyo incondicional; Eli, con una leve sonrisa burlona que no podía evitar ni en los momentos más serios.
10:33 a.m
—Entonces, ¿qué pensás hacer? —preguntó Devon, rompiendo el silencio.
La rubia suspiró, apoyando los codos en la mesa y pasándose las manos por el cabello. —No lo sé. Estoy agotada. Todo con el se siente como una montaña rusa. Un día parece que podemos con todo, y al siguiente... es como si habláramos idiomas distintos.
—Bueno, eso no suena saludable. —Devon entrecerró los ojos, siempre directa. —Tal vez necesiten un descanso. ¿Has pensado en pedirle tiempo?
Tory bufó, pero no con demasiada convicción. —¿Un descanso? ¿Creés que él lo tomaría en serio? Probablemente pensaría que estoy buscando una excusa para terminar todo.
—¿Y no lo estás? —intervino Eli, alzando una ceja. —Mirá, no soy fan de Robby, ya sabés eso, pero hasta yo puedo ver que los dos están atrapados en algo que no va a ningún lado. ¿Por qué seguir si ninguno de los dos está contento?
—Porque no es tan simple. —Tory lo fulminó con la mirada. —No es como si pudiera apagar mis sentimientos de un día para otro.
—¿Tus sentimientos o tu culpa? —Eli dejó caer la pregunta con un tono casi casual, pero sus ojos estaban fijos en ella, buscando una reacción.
Tory abrió la boca para responder, pero no salió nada. Se quedó allí, mirando su café, sintiendo cómo las palabras de Eli la golpeaban más fuerte de lo que esperaba. ¿Era eso? ¿Era culpa lo que la mantenía atada a Robby? Porque si era así, entonces Eli tenía razón.
—No tiene que ser una ruptura definitiva —intervino Devon, suavizando la conversación. —Un tiempo podría ayudarles a los dos a aclarar lo que quieren. No es algo malo, Tory.
—Además —añadió Eli con una sonrisa ladeada—yo podría darte una lista de cosas que hacer mientras pensás. Por ejemplo, divertirte un poco en lugar de estar siempre cuidando a Robby como si fuera un cachorro perdido.
Tory no pudo evitar sonreír ante eso, a pesar de todo. Eli tenía una forma de ser insoportable y encantador al mismo tiempo. —Gracias por tu aporte. Lo tendré en cuenta.
15:32 p.m
Esa tarde, Tory fue a entrenar pero mientras caminaba hacia allí, notó algo extraño. Kwon, que solía estar en la entrada molestando a cualquiera que pasara cerca, no estaba.
Al entrar, lo encontró al fondo del dojo, entrenando en silencio con Yoon. Estaba enfocado, sus movimientos precisos y controlados, pero había algo diferente en él. Ya no tenía esa actitud burlona y relajada que siempre mostraba. Parecía... distante.
Tory se quedó observándolo por un momento, esperando que la notara. Pero no lo hizo. Ni una sola vez levantó la vista en su dirección.
—¿Qué hacés? —preguntó Kim, apareciendo detrás de ella. Su tono era frío, pero no particularmente hostil.
—Solo vine a entrenar —respondió Tory, aunque no estaba segura de si era verdad.
La asiática la miró por un momento antes de asentir. —Bien. Pero no con Kwon. Él pidió entrenar con otra persona.
Esa declaración la tomó por sorpresa. —¿Qué? ¿Por qué?
—Eso deberías preguntárselo a él —respondió Kim, antes de alejarse.
Tory apretó los labios, sintiendo una punzada de culpa. No podía culparlo. Había sido fría con él, demasiado dura incluso para sus estándares. Pero sabía que intentar hablar con Kwon sería inútil. Él no la escucharía. Era terco, y cuando algo le dolía, prefería enterrarlo en lugar de enfrentarlo.
De hizo de noche, después de una larga jornada de entrenamiento, Tory se quedó sola en el dojo, intentando despejar su mente. Pero no podía dejar de pensar en Kwon, en su mirada evitativa, en cómo había tomado distancia de ella sin decir una sola palabra.
De repente, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos. Giró la cabeza y vio a Kwon entrando, su expresión más seria de lo habitual. Él la vio, y por un momento, sus ojos se encontraron. Pero en lugar de decir algo, simplemente caminó hacia el vestuario sin un saludo ni una palabra.
Tory sintió un nudo formarse en su estómago. Quería decirle algo, disculparse, explicarse. Pero las palabras no salían. ¿Qué podía decir qué realmente importara?
Finalmente, cuando Kwon salió del vestuario, no pudo contenerse más. —Hola...
Él se detuvo, pero no giró del todo. —¿Qué querés?
—Quiero hablar. —Tory dio un paso hacia él, pero mantuvo la distancia. —Sé que estuve mal. Fui fría, y... no sé. Quiero arreglarlo.
Kwon se giró lentamente, su mirada dura. —No es tan fácil. No podés decirme que querés arreglarlo después de ignorarme y tratarme como si fuera un estorbo.
—No te traté como un estorbo —se defendió ella, aunque su voz carecía de convicción.
—¿Ah, no? —Kwon soltó una risa sarcástica. —Entonces, ¿cómo lo llamás? Porque desde acá parece que ni siquiera querés que esté cerca.
—No es eso —insistió Tory, frustrada. —Es solo que... no sé cómo manejar esto. No sé cómo manejarte a vos.
Kwon la miró en silencio por un largo momento, como si estuviera debatiendo si valía la pena responder. Finalmente, negó con la cabeza. —Entonces no lo manejes. Dejá de intentar controlarlo todo. Si querés que esto funcione, tenés que aprender a dejarme entrar.
Con esas palabras, se dio vuelta y salió del dojo, dejando a Tory con más preguntas que respuestas.
20:49 p.m
La noche estaba helada y extrañamente silenciosa cuando Tory llegó a la casa que compartía con Robby. Cerró la puerta con cuidado, como si el más mínimo ruido pudiera desencadenar algo. Sus pasos eran lentos y pesados, reflejo del tumulto en su mente. Las palabras de Eli seguían repitiéndose en su cabeza como un eco. Tenía razón, y eso era lo que más la irritaba. No podía seguir evadiendo la conversación; necesitaba hablar con Robby, aunque la idea le revolviera el estómago.
Desde el pasillo, pudo escuchar el murmullo de la televisión. La luz azulada del aparato se filtraba por las rendijas, iluminando el lugar con un brillo frío y distante. Robby estaba tirado en el sofá, como lo había dejado antes de salir. Su postura parecía relajada, pero Tory lo conocía lo suficiente como para saber que estaba lejos de estar tranquilo. Seguramente había estado dándole vueltas a todo lo que había pasado últimamente, como ella.
Respiró hondo, tratando de armarse de valor. Su corazón latía con fuerza mientras cruzaba la sala hasta quedar de pie detrás del sofá.
—Robby...—llamó, su voz baja pero lo suficientemente firme como para llamar su atención.
Él giró la cabeza, mirándola con esos ojos que siempre parecían analizar cada detalle de su rostro. No parecía sorprendido. —¿Qué pasa? —preguntó, apagando el televisor con un gesto distraído.
Tory tragó saliva, sus dedos jugueteando con la manga de su camiseta. —Necesitamos hablar —dijo, cruzando los brazos, aunque sabía que no era para parecer intimidante, sino para protegerse.
Robby se sentó más erguido, su expresión endureciéndose al instante. —¿Ahora? —inquirió con ese tono que mezclaba cansancio y desafío.
Ella asintió. —Sí, ahora.
Él suspiró, dejando caer los hombros. —De acuerdo, decime.
Tory no se sentó, prefirió mantenerse de pie, como si así pudiera mantener el control de la situación. Respiró hondo una vez más antes de soltarlo: —Creo que necesitamos un tiempo.
La expresión de Robby cambió al instante. Su ceño se frunció y su mandíbula se tensó, una reacción que Tory conocía demasiado bien. —¿Un tiempo? —repitió, casi como si no lo hubiera entendido. —¿Qué significa eso?
Ella se pasó una mano por el cabello, frustrada. —Significa que los dos necesitamos espacio. —Lo miró directamente a los ojos, decidida a no retroceder. —Mirá, esto no está funcionando, Robby. Estamos... no sé, estancados.
Robby se recargó en el sofá, cruzando los brazos con un gesto defensivo. —¿Y eso es culpa mía? —espetó, su tono claramente acusatorio.
Tory cerró los ojos por un momento, intentando mantener la calma. —No es cuestión de culpas. Es cuestión de que esto no nos está haciendo bien a ninguno de los dos.
—¿Ah, sí? —Robby se inclinó hacia adelante, su mirada cargada de resentimiento. —¿Y cuánto pensaste esto antes de venir a soltarlo como si nada?.
—No es "como si nada", Robby. Esto me está matando —replicó, alzando un poco la voz. —Pero no podemos seguir así, peleando por todo, evitando lo que realmente importa. Necesitamos tiempo para pensar, para aclararnos.
Él se quedó en silencio un momento, su mandíbula apretada como si estuviera masticando cada palabra que quería decir. Finalmente, dejó escapar un suspiro pesado. —Siempre es lo mismo contigo, Tory. Cuando las cosas se complican, salís corriendo.
Eso la golpeó como un mazazo. Se quedó inmóvil, mirándolo con incredulidad. —¿De verdad pensás eso? —preguntó, su voz casi un susurro.
—No sé qué pensar, Tory. —Robby se pasó una mano por el cabello, exasperado. —Lo único que sé es que siempre soy yo el que termina con el culo en el suelo mientras vos seguís adelante como si nada.
Ella sintió que su paciencia se agotaba. —No me estoy alejando porque quiera, Robby. Me estoy alejando porque no sé que más hacer. —Hizo una pausa, su voz temblando ligeramente. —¿Vos estás feliz con esto? Porque yo no.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Finalmente, Robby suspiró y asintió, su mirada perdiéndose en algún punto de la sala. —Está bien. Si necesitás un tiempo, lo vas a tener.
La respuesta la tomó por sorpresa. No esperaba que él cediera tan fácilmente. —Gracias —dijo, aunque la palabra le supo amarga en la boca.
Robby se levantó del sofá y se dirigió al armario, sacando una manta. —Voy a dormir acá. Mañana me voy a lo de mi padre.
Tory quiso decir algo, pero las palabras se atoraron en su garganta. Lo observó acomodarse en el sofá, dándole la espalda sin más explicaciones. Esa indiferencia la golpeó más fuerte de lo que esperaba.
Se retiró al cuarto, cerrando la puerta detrás de ella con un suave clic. Se dejó caer en la cama, mirando el techo con los ojos abiertos. El silencio era abrumador, y aunque sabía que había hecho lo correcto, no podía ignorar el vacío que sentía en el pecho.
Después de una hora de dar vueltas sin poder dormir, finalmente se rindió. Se levantó, agarró la campera de Axel del perchero y salió de la casa sin hacer ruido.
22:35 p.m
La noche estaba fría, y el viento helado la golpeaba en el rostro mientras caminaba sin rumbo. Con los auriculares puestos, la música se convirtió en su único consuelo. Caminó por calles desiertas, dejándose llevar por el ritmo de sus pasos. El frío le aclaraba la mente, pero también le recordaba lo sola que estaba.
De repente, sintió una mano firme agarrándola por detrás. Su cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensar, girándose rápidamente para atacar, pero se congeló al ver quién era.
—¿Axel? —preguntó, con el corazón aún latiendo con fuerza.
Él estaba parado ahí, con las manos levantadas en señal de paz y una sonrisa cálida en el rostro. —Tranquila, no quería asustarte.
Tory lo miró con incredulidad, bajando las manos. —¿Qué hacés?
Axel se encogió de hombros, su expresión despreocupada pero amable. —Podría preguntarte lo mismo. Es tarde para andar sola por acá.
—No es tu problema —respondió, cruzándose de brazos.
—Tal vez no, pero eso no significa que no me importe. —Axel dio un paso hacia ella, mirándola con una intensidad que la descolocó.
Tory suspiró, su guardia bajando un poco. —Solo necesitaba despejarme.
—¿Problemas con tu novio? —preguntó, sin rastro de burla en su tono.
Ella desvió la mirada, enfocándose en el suelo. —Algo así.
Axel esperó unos segundos antes de hablar. —¿Querés compañía?
La oferta la tomó por sorpresa. Lo miró a los ojos, buscando algún indicio de que no lo decía en serio. Pero todo lo que encontró fue sinceridad. Finalmente, asintió. —Supongo que no me vendría mal.
Axel sonrió, dando un paso a su lado. —Vamos, conozco un lugar tranquilo. Te va a gustar.
Ella lo siguió, dejando atrás la casa, el peso de la conversación y, al menos por un rato, las complicaciones que venían con ella.
La noche seguía fría, con el viento levantando hojas secas en la acera mientras Tory y Axel caminaban en silencio. Las luces de los postes proyectaban sombras largas que se extendían a lo largo de las calles vacías. Tory llevaba las manos metidas en los bolsillos de la campera de Axel, pero no lograba ahuyentar el frío que sentía en su interior. Axel, a su lado, mantenía un ritmo pausado, respetando su espacio, pero su mirada ocasionalmente se desviaba hacia ella, notando la tensión en su rostro.
Finalmente, ella rompió el silencio con un tono casual, como si intentara no presionarla.
—Entonces, ¿a dónde vamos? —preguntó, metiendo las manos en los bolsillos de su propia campera.
Axel se encogió de hombros. —No sé. Si te soy sincero me perdí hace media hora.
Ella no respondió, pero su expresión parecía conflictuada. Axel lo notó. No necesitaba ser un genio para darse cuenta de que algo la estaba carcomiendo por dentro. Sin embargo, no quería presionarla. Sabía que Tory no era del tipo de persona que se abría fácilmente.
Caminaron en silencio unos minutos más hasta que Tory finalmente suspiró, sacando las manos de los bolsillos y cruzándolas sobre el pecho. Su mirada estaba fija en el suelo, pero su voz tenía un tono de resolución.
—Axel... ¿alguna vez sentiste que estabas aferrándote a algo que ya no tenía sentido?
La pregunta lo tomó por sorpresa. La miró de reojo antes de responder, eligiendo sus palabras con cuidado. —Sí, supongo que sí. Es difícil soltar algo cuando te importa, aunque sepas que no es bueno para vos.
Tory asintió lentamente, como si sus palabras hubieran tocado una fibra sensible. —Eso siento con Robby. —Hizo una pausa, y cuando volvió a hablar, su voz era más baja, más vulnerable. —Nuestra relación era... perfecta, ¿sabés? O al menos así parecía al principio.
Axel se quedó en silencio, dejando que continuara a su propio ritmo.
—Nos conocimos en uno de esos momentos en los que todo parecía ir mal para mí. Él era tan... seguro de sí mismo, tan decidido. —Una pequeña sonrisa melancólica se formó en sus labios. —Me hacía sentir que podíamos enfrentarlo todo juntos. Y, por un tiempo, lo hicimos. Eramos un equipo.
—¿Qué pasó? —preguntó Axel con suavidad.
Tory exhaló un suspiro largo, como si estuviera soltando algo que había estado conteniendo durante demasiado tiempo. —El Sekai Taikai lo arruinó todo.
Axel frunció el ceño, claramente confundido. —¿El torneo? ¿Cómo pudo un torneo arruinar algo así?
—No fue el torneo en sí. Fue lo que pasó después. —Tory se detuvo un momento, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar. —Robby... empezó a cambiar. Creo que la presión, la competencia, todo eso lo afectó más de lo que estaba dispuesto a admitir. —Se detuvo en seco, apretando los puños. —Y luego apareció Zara.
El nombre cayó como una bomba en el silencio de la noche. Axel parpadeó, visiblemente sorprendido. —¿Zara? —repitió, con un tono que mezclaba incredulidad y curiosidad.
Tory asintió, sin notar del todo la reacción de él. —Sí, Zara. Se metió entre nosotros, y Robby... —Su voz se quebró ligeramente, pero continuó. —No lo vi venir. Era como si estuviera buscando algo que yo no podía darle.
El castaño apretó los labios, procesando lo que acababa de escuchar. Zara, su compañera en Iron Dragons, no era alguien que asociaría con una situación así. Siempre la había considerado centrada y profesional, pero esto le mostraba otra faceta de ella.
—¿Sabías que Zara y yo entrenamos juntos? —preguntó, intentando sonar casual pero sin poder ocultar del todo su sorpresa.
Tory lo miró por un momento, sorprendida, antes de soltar una risa seca. —Claro que sí. El mundo es demasiado chico, ¿no?
Axel negó con la cabeza, reflexionando. —Nunca me imaginé que estuviera en algo así. —Hizo una pausa, mirando a Tory. —¿Qué pasó después?
Tory volvió a mirar al suelo, pateando una piedra pequeña en el camino. —Intentamos arreglarlo. Bueno, yo intenté. Nos mudamos juntos después de eso, pero nunca volvió a ser lo mismo. —Se encogió de hombros. —Supongo que estaba demasiado asustada para admitir que no tenía arreglo.
Axel la observó en silencio durante unos segundos antes de alargar una mano y tomar la de ella. Su toque fue firme pero reconfortante, una conexión silenciosa que no necesitaba palabras. Cuando Tory lo miró, sorprendida, él habló con calma, sus ojos fijos en los de ella.
—Un gran error es arruinar el presente, recordando un pasado que ya no tiene futuro.
Tory parpadeó, y por un momento, pareció que iba a soltar alguna respuesta sarcástica. Pero algo en el tono de Axel, en la sinceridad de sus palabras, la desarmó. Desvió la mirada, apretando ligeramente la mano de él antes de soltar un suspiro.
—Es más fácil decirlo que hacerlo, ¿sabés?
Axel sonrió levemente. —Claro que sí. Pero eso no significa que no valga la pena intentarlo.
Ella no respondió de inmediato. Seguía procesando todo lo que él había dicho, y aunque no quería admitirlo, algo dentro de ella comenzó a sentirse un poco más ligero. Tal vez, solo tal vez, tenía razón.
23:46 p.m
La plaza estaba casi desierta, con el césped extendiéndose bajo un cielo despejado y las luces de las farolas proyectando un brillo cálido en la noche fresca.Axel y Tory encontraron un lugar perfecto para sentarse en el pasto, un poco alejado del camino principal. El viento seguía soplando con insistencia, jugando con las hojas de los árboles y levantando mechones del cabello de Tory, que se batía en una constante lucha por mantenerlo en su lugar.
Axel, sentado a su lado, observó en silencio cómo ella intentaba domar su pelo con las manos. Estaba a punto de ofrecer su ayuda cuando sus ojos cayeron sobre la campera que llevaba puesta. Una sonrisa breve y genuina se dibujó en su rostro al darse cuenta de que era la suya. El detalle le pareció entrañable, aunque no lo mencionó de inmediato.
—¿Querés que te ayude con eso? —preguntó finalmente, señalando el lío de mechones que el viento seguía desordenando.
Tory frunció el ceño mientras trataba, inútilmente, de atar una coleta. —¿Cómo? ¿Vas a sujetarme el pelo con la mano?.
Axel soltó una risa baja. —No, pero puedo hacerte una trenza. Mi mamá es peluquera, y aprendí algunas cosas por accidente... o porque ella me obligaba a practicar. —Se encogió de hombros, divertido.
Tory lo miró con una mezcla de sorpresa y escepticismo. —¿Una trenza? ¿Vos? ¿En serio?
Axel levantó las manos, como si fuera un desafío. —¿Querés apostar? Soy bueno con las manos, ¿sabés?
Ella arqueó una ceja, reprimiendo una sonrisa, y después de unos segundos, suspiró con resignación. —Está bien, pero si me dejás fea, te vas a arrepentir.
—¿Confiás en mí o no? —bromeó él, moviéndose para sentarse detrás de ella.
Tory resopló. —No estoy segura todavía, pero supongo que puedo arriesgarme.
Axel soltó una pequeña risa mientras tomaba un mechón de su cabello, suavemente. Tory sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando las manos de Axel comenzaron a trabajar. Sus dedos eran cuidadosos pero firmes, y su tacto, aunque inesperado, no se sentía incómodo. De hecho, era... reconfortante.
—Tenés el pelo muy lindo, ¿sabías? —comentó Axel con tono casual mientras separaba los mechones para empezar la trenza.
—¿Eso le decís a todas? —respondió Tory, con un toque sarcástico para disimular el calor que subía a sus mejillas.
—No, pero tampoco suelo hacerle trenzas a todo el mundo —contestó él, riendo entre dientes.
La conversación cayó en un silencio cómodo mientras Axel trabajaba, y Tory, por primera vez en mucho tiempo, se sintió relajada. Casi podía olvidar todo lo que había estado cargando esa noche: los recuerdos, las dudas, las inseguridades. Había algo en la forma en que Axel manejaba todo, con calma y sin presiones, que la hacía sentir un poco más ligera.
Finalmente, él terminó y se apartó un poco, admirando su trabajo con una sonrisa satisfecha.
—Listo. Sos oficialmente mi obra maestra —dijo con orgullo, quitándose unas pocas hojas del césped de las manos.
Tory sacó su celular y activó la cámara frontal para mirarse. Lo que vio la dejó sorprendida. La trenza estaba perfecta, sin mechones fuera de lugar, y de alguna manera, hacía que su rostro se viera más... suave, más relajado.
—Wow... —murmuró, casi sin darse cuenta. Luego levantó la mirada hacia Axel, que la observaba expectante. —¿Cómo hiciste esto? ¿Sos karateka o estilista encubierto?
Axel se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa. —Te dije que soy bueno con las manos. Mi mamá estaría orgullosa.
Tory no pudo evitar soltar una risa ligera, algo poco común en ella. —Bueno, gracias. Estoy impresionada. Pensé que me ibas a dejarme horrible, pero esto está... increíble.
—¿Lo ves? Ahora confiás un poquito más en mí, ¿no? —bromeó Axel, inclinándose hacia atrás y apoyándose en sus manos.
Ella negó con la cabeza, sonriendo. —Todavía no te ganaste un trofeo, pero vas por buen camino.
El más alto se echó a reír antes de sacar su propio celular del bolsillo. —Ahora que estás peinada como una modelo, creo que es el momento perfecto para inmortalizar esto. —Le lanzó una mirada cómplice. —Quiero una foto con la mejor luchadora de cobra kai.
Tory arqueó una ceja, fingiendo modestia. —¿Quién te dijo qué soy la mejor?
—Lo sé porque te vi pelear, y porque bueno, sos vos. Es obvio. —Su tono era despreocupado, pero había sinceridad en sus palabras.
Tory intentó no sonrojarse de nuevo. —Está bien, pero solo porque yo también quiero recordar que me peinaste.
Ambos se acercaron para tomarse la selfie. Axel extendió el brazo con el celular mientras Tory apoyaba la cabeza ligeramente en su hombro, un gesto que no planeó pero que salió de forma natural. Axel sonrió ampliamente, y Tory, aunque intentó mantener su expresión seria, terminó sonriendo también. El clic de la cámara capturó el momento.
—Quedó genial —comentó Axel, mostrándole la foto.
Tory asintió, mirándola con detenimiento. Era una foto simple, pero había algo especial en ella. La expresión relajada de ambos, las luces de la plaza en el fondo, la calidez que parecía emanar de la imagen.
—Sí, creo que sí —admitió. Luego se volvió hacia él, alzando una ceja. —Aunque deberías sentirte honrado de tener una foto conmigo.
Axel rio y guardó el celular. —Oh, créeme, lo estoy.
Por un momento, se miraron en silencio, ambos con una sonrisa ligera en los labios. La noche parecía menos fría, menos solitaria, y aunque ninguno lo dijo en voz alta, ambos sintieron que algo especial se había creado entre ellos.
El ambiente en la plaza seguía tranquilo, con el viento jugando suavemente entre las hojas de los árboles y el eco lejano de algunos autos pasando por la calle. Tory y Axel habían estado charlando de temas triviales, riéndose de cosas sin importancia, dejando que la conversación fluyera sin esfuerzos. Cada tanto, Axel hacía un comentario que arrancaba una risa genuina de Tory, algo que no le ocurría con frecuencia. Ella comenzaba a preguntarse por qué se sentía tan cómoda con él, como si su compañía hiciera que todo lo demás quedara en un segundo plano.
Sin embargo, eventualmente las palabras cesaron, y el silencio entre ellos dejó de ser simplemente una pausa. Había algo más, algo que flotaba en el aire, cargado de una tensión que ninguno de los dos se atrevía a mencionar. Axel, apoyado en sus manos mientras miraba hacia adelante, ladeó la cabeza para observar a Tory. No lo pensó demasiado, pero sus ojos bajaron lentamente hacia sus labios.
Tory lo notó, y su estómago se tensó al darse cuenta de que ella estaba haciendo lo mismo con él. Sentía cómo la intensidad del momento iba creciendo, pero no sabía si era una buena idea dejarse llevar. Siempre había sido cuidadosa con sus emociones, nunca bajaba la guardia, pero esta vez... algo dentro de ella gritaba que se permitiera un poco de vulnerabilidad.
—Axel... —murmuró, apenas audible, como si intentara detener lo inevitable, aunque ni ella sabía si realmente quería hacerlo.
—¿Sí? —respondió él, su voz más grave de lo habitual, sus ojos fijos en los de ella.
No dijo nada más. En lugar de eso, levantó una mano y la pasó suavemente por su cuello, acercándolo hacia ella. El castaño no se resistió; de hecho, pareció adelantarse a su movimiento, inclinándose hacia adelante. Sus respiraciones se entremezclaron, y antes de que ninguno de los dos pudiera pensar demasiado, sus labios se encontraron.
El beso comenzó suave, casi como un experimento, pero en cuestión de segundos se volvió más profundo, más urgente. Tory sintió una oleada de emociones que la tomó por sorpresa, una mezcla de liberación, deseo y algo más que no podía identificar. Sin pensarlo mucho, se movió hacia él, acomodándose en su regazo. Axel la recibió con las manos firmes en su cintura, acercándola más a él, como si temiera que pudiera arrepentirse.
Cuando el beso finalmente se rompió, ambos se quedaron allí, sus frentes apoyadas la una contra la otra, respirando con dificultad. Tory tenía las manos en sus hombros, y Axel mantenía las suyas en su cintura, como si el contacto fuera lo único que los anclara al momento.
—Wow...
Tory bajó la mirada, todavía con las manos en los hombros de Axel. Su corazón latía con tanta fuerza que sentía que él podría escucharlo. Apenas pudo responderle.
—Sí... wow —dijo en voz baja, con una sonrisa que trataba de ocultar.
Axel se echó hacia atrás ligeramente, apoyándose mejor en el pasto, aunque no la soltó. La observó con una mezcla de sorpresa y ternura, sus ojos brillando con esa intensidad que siempre parecía desarmarla.
—¿Esto...? —comenzó a decir, como si buscara las palabras adecuadas. —¿Fue algo que querías hacer o simplemente te dejaste llevar?
Tory lo miró fijamente, notando la seriedad en su expresión. Podía ver que, a pesar de su actitud relajada, Axel realmente quería entender lo que acababa de pasar.
—Un poco de ambas, creo —confesó, apartando un mechón de su cabello que se había soltado de la trenza. —No sé qué me pasó. Normalmente no hago esto.
Axel dejó escapar una leve risa, inclinando la cabeza hacia un lado. —¿Normalmente no te subís a las piernas de tipos en las plazas? Que decepción...
Ella le dio un pequeño golpe en el pecho, sonriendo a pesar de sí misma. —Sos un idiota.
—Tal vez —admitió él, aún con esa sonrisa ladina—, pero logré sacarte una sonrisa. Es un logro, ¿no?
Tory intentó mantenerse seria, pero era imposible. Había algo en Axel que desarmaba sus barreras sin esfuerzo. Bajó la mirada y jugueteó con la cremallera de la chaqueta que todavía llevaba puesta.
—No sé qué significa esto —murmuró, más para sí misma que para él.
—No tiene que significar nada todavía —respondió Axel, con una suavidad que la desconcertó. —Podemos simplemente... dejarlo ser, ¿no?
Ella lo miró, buscando algún rastro de burla o segundas intenciones, pero no encontró nada de eso. El siempre tenía esa calma que contrastaba con la intensidad de su presencia.
—No sé si sé cómo hacer eso —admitió, encogiéndose de hombros.
—Yo tampoco soy un experto, pero podemos improvisar. —Axel se acomodó un poco, bajando las manos de su cintura pero manteniéndolas cerca, como si no quisiera romper del todo el contacto. —Tory, no estoy esperando que decidas nada ahora mismo. Solo quiero que sepas que estoy acá. Y que esto... me gustó. Mucho.
Ella sintió cómo sus mejillas se calentaban, algo que odiaba admitir. Siempre había sido la chica dura, la que no dejaba que nadie se acercara demasiado, pero con Axel parecía imposible mantener esa fachada.
—A mí también me gustó...—dijo finalmente, casi en un susurro.
—Eso es un buen comienzo. —Axel sonrió de lado y luego la miró con una expresión más juguetona. —Pero si te quedás en mis piernas mucho tiempo, la gente va a empezar a hablar.
Tory rodó los ojos, aunque se rió entre dientes. —Por suerte, a mí no me importa lo que diga la gente.
—Bien, porque yo tampoco voy a ir a contarlo. Aunque... —Axel levantó un dedo como si estuviera considerando algo. —Podría ser útil para poner celoso a alguien de tu dojo.
—¡Ni se te ocurra! —exclamó Tory, dándole otro golpe ligero en el pecho.
Axel fingió que se encogía de dolor. —Ah, siempre tan agresiva.
—Así soy yo —respondió ella, sonriendo con un poco más de confianza esta vez.
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, pero no era incómodo. Tory todavía estaba en su regazo, sintiendo la calidez de sus manos que descansaban ahora sobre sus rodillas. Finalmente, ella se movió para sentarse a su lado en el pasto, aunque aún mantuvo su cuerpo cerca del de él.
—Axel —dijo después de un rato, mirando al cielo estrellado.
—¿Mmm?
—Gracias por... no presionarme. Por simplemente estar acá.
Axel la miró, sorprendido por el tono sincero de sus palabras. —No tenés que agradecerme nada, Tory. Me gusta estar con vos. Es fácil.
Ella giró la cabeza para mirarlo, sus ojos encontrándose con los de él. En ese momento, Tory sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: paz.
—Tal vez deberíamos quedarnos acá toda la noche —bromeó, intentando aligerar el momento.
Axel rió suavemente. —No me molestaría, pero no creo que el pasto sea tan cómodo para dormir.
—¿Vos siempre tenés una respuesta para todo? —preguntó ella, arqueando una ceja.
—Cuando se trata de vos, sí.
Tory sonrió, esta vez sin intentar ocultarlo, y dejó que su cabeza descansara en el hombro de Axel mientras el viento seguía soplando suavemente a su alrededor.
Los meses habían transcurrido con una fluidez inesperada, y la relación entre Tory y Axel había encontrado un ritmo natural. Sin necesidad de etiquetas, se veían cuando podían, buscando cualquier excusa para estar juntos. Axel, con su calma inquebrantable, había demostrado ser un refugio inesperado para Tory. Y ella, con su energía intensa y chispa innegable, parecía ser exactamente el desafío que Axel necesitaba para darle más color a su vida.
Sin embargo, fuera de ese pequeño refugio que habían construido, las cosas no eran tan simples. Kwon y Tory, aunque compartían el mismo dojo, apenas se dirigían la palabra. Desde aquella discusión semanas atrás en la que Kwon le había dejado claro que no le perdonaba haberlo rechazado, sus interacciones habían sido nulas. Era un silencio incómodo, pero uno que ambos parecían preferir antes que enfrentarse de nuevo.
Una tarde, después de un entrenamiento en el dojo, Tory salió con paso rápido, como era habitual en ella. El ambiente dentro siempre le resultaba un poco pesado cuando Kwon estaba cerca, y prefería evitar cualquier roce. Para su sorpresa, al cruzar la esquina, se encontró con Devon, quien venía trotando desde el parque cercano.
—¡Hey! —la saludó, acercándose con su habitual energía positiva.
Tory levantó una ceja al verlo. —¿Qué hacés acá? Pensé que a los de Miyagi-Do no les gustaba este lado del barrio.
Devon se encogió de hombros, divertido. —Culpa de Sam. Me tiene corriendo para un entrenamiento extra. Dice que estoy "perdiendo la forma".
Tory rodó los ojos. —Suena a algo que Sam haría. ¿Pasó algo?.
—Nada importante. Bueno, sí, un poco. —Devon sonrió como si estuviera a punto de soltar una bomba. —¿Sabías que Robby está saliendo con alguien?
Tory frunció el ceño. —¿Robby?
—Sí, tu ex. Está con una española, María Álvarez ,creo.
Tory parpadeó, sorprendida. —¿La capitana? ¿De verdad?
Devon asintió con entusiasmo. —Sí. Dicen que es una bestia en el tatami y que no se guarda nada ni dentro ni fuera de él.
Tory se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Pensó en Robby y en lo que habían compartido en el pasado. Había sido importante para ella, sin duda, pero también sabía que ambos habían cambiado mucho desde entonces.
Finalmente, una sonrisa sincera apareció en su rostro. —Me alegro por él.
Devon la miró con incredulidad. —¿De verdad? ¿No te molesta?
—No —respondió Tory con firmeza. —Robby merece ser feliz. Si ella lo hace feliz, entonces me parece genial.
Devon la observó con curiosidad, como si intentara descifrar si hablaba en serio. Finalmente asintió. —Sos más madura de lo que pensaba, Nichols.
Tory soltó una risa seca. —Gracias, supongo.
Mientras se alejaba hacia su auto, Tory pensó en cómo había cambiado en esos meses. Antes, quizás habría sentido celos o una necesidad de compararse con la nueva pareja de Robby, pero ahora simplemente sentía alivio de que ambos hubieran encontrado su camino.
Esa noche, Tory y Axel habían quedado en verse en un pequeño café cerca del parque donde solían pasar tiempo. Cuando Axel llegó, ella ya estaba sentada en una de las mesas exteriores, con una taza de café entre las manos y una mirada perdida en el horizonte.
—¿Estás bien? —preguntó Axel al sentarse frente a ella, notando su expresión pensativa.
Tory levantó la mirada y sonrió al verlo. —Sí, solo estaba pensando en lo mucho que cambian las cosas.
—¿Algo específico? —Axel la observó con atención, como siempre hacía.
—Me enteré de que Robby está saliendo con alguien. Una española que, según Devon, es básicamente su versión femenina.
Axel sonrió ligeramente, apoyando los codos sobre la mesa. —¿Y cómo te sentís con eso?
—Sorprendentemente bien. —Tory jugueteó con la taza entre sus manos. —Pensé que me afectaría más, pero no. Me alegra por él.
Axel asintió, con una leve sonrisa. —Eso dice mucho de vos.
Tory lo miró, desconcertada. —¿Qué cosa?
—Que estás creciendo. Que estás dejando atrás cosas que antes te pesaban.
Ella se quedó en silencio, procesando sus palabras. Finalmente, asintió lentamente. —Supongo que sí.
Axel extendió una mano sobre la mesa, rozando los dedos de ella. —Es algo bueno, Tory.
Ella miró sus manos entrelazadas y sonrió. —Gracias.
Unos días después, la rubia había ido a buscar a Axel a su dojo, Tory notó algo curioso. Zara, estaba charlando animadamente con Axel mientras ambos practicaban un nuevo movimiento. Zara reía con facilidad, y Axel parecía cómodo, incluso relajado, en su compañía.
La rubia no podía evitar notar lo bien que se llevaban. Aunque no era del tipo celoso, una pequeña parte de ella sintió algo al verlos tan cercanos.
Cuando Axel se acercó a ella después del entrenamiento, Tory lo miró con una sonrisa ligera. —Parece que te llevás muy bien con Miss Perfecta.
Axel arqueó una ceja, detectando el tono en su voz. —¿Eso te molesta?
—No, para nada. —Tory cruzó los brazos, con una expresión desafiante. —Solo lo noté, eso es todo.
Axel sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella. —¿Segura?
Tory rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. —Cállate.
Axel rió, rozando su brazo con el de ella antes de alejarse para guardar su equipo. Mientras lo veía irse, Tory pensó en cómo había cambiado su vida desde que Axel apareció en ella. Aunque no siempre era fácil, estaba aprendiendo a dejar que las personas la sorprendieran, incluso cuando eso significaba dejar entrar un poco de vulnerabilidad.
Al final del día, sabía que Axel era alguien que valía la pena, y eso era suficiente para ella.
Jueves 15:56 p.m
El sol comenzaba a caer en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras mientras Tory terminaba de estirar en un rincón del dojo de Cobra Kai. Había sido un día largo, y aunque su cuerpo estaba agotado por el entrenamiento, su mente estaba más inquieta de lo habitual. Estaba recogiendo sus cosas cuando notó una figura moviéndose hacia ella. Al levantar la mirada, vio a Kwon acercándose con su andar relajado pero decidido.
No habían hablado realmente en meses, solo breves intercambios de palabras cuando no podían evitarlo. El aire entre ellos siempre había estado cargado de algo incómodo desde su última interacción seria. Tory no estaba preparada para lo que se avecinaba, pero tampoco iba a huir. Enderezó los hombros y lo miró fijamente.
—Tory —dijo Kwon, con un tono que carecía de su habitual sarcasmo. —¿Podemos hablar al final del entrenamiento?
Tory lo observó en silencio, buscando alguna señal de burla o provocación en su rostro. Pero no encontró nada más que seriedad. Sus palabras parecían genuinas, pero ese era Kwon, y no siempre era fácil saber cuándo estaba hablando en serio.
—¿Hablar? —repitió ella, más como una forma de ganar tiempo que otra cosa.
Él asintió, metiendo las manos en los bolsillos.
—Sí, en serio. Es importante.
Por un instante, Tory pensó en rechazarlo. Después de todo, había aprendido a no confiar demasiado en las personas, y la idea de una conversación "importante" con Kwon le parecía extraña. Pero algo en su mirada la hizo dudar.
—Está bien —respondió finalmente, tratando de sonar indiferente.
Kwon asintió de nuevo y regresó a su lugar en el dojo sin decir una palabra más. Tory soltó un suspiro y volvió a sus estiramientos, aunque ahora su mente estaba mucho más inquieta que antes. ¿Qué quería decirle? Esa pregunta no dejaba de rondar su cabeza mientras el entrenamiento continuaba.
Cuando el dojo quedó vacío, Tory salió con la mochila colgada al hombro. Afuera, apoyado contra la pared, estaba Kwon. Parecía tranquilo, pero sus manos estaban metidas en los bolsillos, como si intentara ocultar cualquier signo de nerviosismo. Ella respiró hondo y caminó hacia él.
—¿Entonces? —preguntó Tory, cruzándose de brazos para parecer más segura de lo que realmente estaba.
Kwon se enderezó al verla acercarse, y sus ojos se encontraron por un momento. No había vuelta atrás.
—Quiero disculparme —dijo él, directo al grano.
Tory lo miró, incrédula. Parpadeó un par de veces, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Disculparte? —repitió, como si la palabra no tuviera sentido viniendo de él.
Kwon asintió, quitando las manos de los bolsillos y cruzándose de brazos, como si necesitara esa postura para mantenerse firme.
—Sí. Fui un idiota. —Su tono era sincero, sin rastros de su típica actitud despreocupada. —Te traté mal. Te ignoré. Y todo porque no sabía cómo manejar lo que estaba pasando conmigo. Fue inmaduro de mi parte y... bueno, quería decirte que lo siento.
Tory se quedó en silencio, observándolo con atención. Era extraño verlo así, tan abierto y honesto. Finalmente, dejó escapar un pequeño suspiro.
—No tenías que disculparte —dijo, aunque su voz era suave. —Pero lo aprecio.
—No, en serio. Te debo esta disculpa. —Kwon la miró directamente a los ojos. —Sé que no soy el mejor en esto, pero no quiero que pienses que lo que hice estuvo bien.
Tory sonrió débilmente, aunque había una melancolía detrás de ella.
—Está bien, de verdad. No te guardo rencor. Pero... —Se detuvo un momento, dudando. —Supongo que yo también debería disculparme.
Ahora fue el turno de Kwon de parecer sorprendido.
—¿Por qué te disculparías? —preguntó, ladeando la cabeza.
Tory se encogió de hombros, sin mirarlo directamente.
—Puedo ser bastante dura a veces. Contigo no fui la excepción. Te juzgué demasiado rápido, no te di el beneficio de la duda... y bueno, eso tampoco estuvo bien. Lo siento.
Kwon la miró por un momento, y luego una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Supongo que ambos somos unos idiotas, entonces.
Tory dejó escapar una risa ligera.
—Sí, parece que sí.
Después de un momento de silencio, ella lo miró con curiosidad.
—Por cierto... Zara. ¿Cómo va eso? —preguntó, tratando de sonar casual, pero sus ojos lo estudiaban con atención.
La pregunta pareció descolocar a Kwon. Su postura relajada se deshizo en un instante, y empezó a rascarse la nuca, evitando su mirada.
—¿Eh? Bueno... eh... —murmuró, claramente nervioso.
Tory arqueó una ceja, divertida por su reacción.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te ponés tan nervioso? No me digas que es un desastre total.
—¡No, no! —se apresuró a decir Kwon, alzando las manos como si quisiera calmarla. —Es solo que... no esperaba que me preguntaras eso.
Tory dejó escapar una carcajada.
—Relajate. Solo quería saber si te está yendo bien. No pienso invadir tu relación ni nada.
Kwon suspiró, visiblemente aliviado.
—Va bien. Zara es genial. Un poco intensa a veces, pero genial.
Tory asintió, sonriendo.
—Me alegra. Merecés algo bueno.
Kwon la miró, sorprendido por sus palabras. No estaba acostumbrado a recibir cumplidos sinceros de ella, pero decidió no comentar nada.
—Gracias —dijo simplemente.
Después de un momento de silencio, ambos se acercaron para un abrazo. Fue breve pero significativo, un gesto que marcaba el cierre de un capítulo lleno de tensiones. Cuando se separaron, el aire entre ellos se sentía más ligero.
21:03 p.m
Tory estaba sentada en el balcón de su departamento, mirando las luces de la ciudad. La taza de té caliente en sus manos le proporcionaba un reconfortante calor, pero lo que realmente le hacía sentir bien era la paz que había logrado encontrar.
Por primera vez en mucho tiempo, sentía que todo estaba en su lugar. Había hecho las paces con Kwon, su relación con Axel iba por buen camino, y lo más importante, estaba empezando a ser amable consigo misma.
Un mensaje en su teléfono la sacó de sus pensamientos.
Axel: ¿Estás despierta? Pensé en pasarme con comida para celebrar que sobreviviste al entrenamiento de hoy.
Tory sonrió, sus dedos moviéndose rápidamente sobre el teclado.
Tory: Siempre estoy lista para comida gratis. Traé algo bueno.
Guardó el teléfono y respiró hondo, dejando que la tranquilidad de la noche la envolviera. Por primera vez en años, sentía que podía relajarse. No había necesidad de pelear, de huir, de cerrar puertas a medio abrir. Su vida, finalmente, le pertenecía.
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