🪆[Mojito y Whisky] Kwon x Tory

Kwon
x
Tory
Advertencias:Ninguna

Viernes 22:20 p.m

El Sekai Taikai había sido un infierno. Un infierno glorioso, sí, pero un infierno al fin. Habíamos pasado el día entre combates interminables, gritos de los entrenadores y esa tensión en el aire que solo existe cuando sabes que el mundo entero te está mirando. Cobra Kai no tenía margen para errores, y aunque no me gustaba admitirlo, el peso de la presión podía hacer tambalear a cualquiera.

Por eso estaba ahí, en un bar en pleno centro de Barcelona, con un vaso de whisky en la mano y Tory Nichols sentada a mi lado. No era una escena que hubieras esperado ver: dos miembros de Cobra Kai, fuera del dojo, sin pelearnos por alguna estupidez. Pero así éramos. Tory y yo teníamos una relación que oscilaba entre la camaradería y el deseo mutuo de golpearnos cuando las cosas se salían de control. Esta noche, sin embargo, todo estaba en calma. Al menos por ahora.

—Necesitaba esto.. —dijo Tory, bebiendo de su mojito como si el día no la hubiera destrozado por completo—. Si tenía que escuchar una palabra más de los senseis, habría terminado rompiéndole la nariz a alguien.

—Por favor, como si tú necesitaras una excusa para hacer eso —me burlé, dejando mi vaso en la barra. Ella me lanzó una mirada de advertencia, pero no dijo nada. Tory tenía ese don de dejarte saber que estabas en peligro sin siquiera abrir la boca. Aunque, siendo honestos, eso solo me divertía más.

El bar estaba lleno. El ruido de las conversaciones y la música de fondo hacían que todo se sintiera más animado de lo que realmente era. Me incliné hacia la barra, observando cómo Tory tamborileaba los dedos contra su vaso, distraída. Suspiré, más por costumbre que por cansancio, y estaba a punto de hacer algún comentario sarcástico cuando la puerta del bar se abrió.

Entró Robby Keene.

Sí, ese Robby. El príncipe caído de Cobra Kai, el hijo problemático de Johnny Lawrence, y el tipo que claramente no podía superar a Tory aunque hubiera pasado lo que pasó entre ellos. No tenía nada en su contra... salvo el hecho de que existía. Y eso era suficiente.

Tory lo vio antes que yo. Claro que lo hizo. Su mirada cambió en el instante en que él cruzó la puerta, y aunque intentó disimularlo, no se le daba muy bien. La chica podía ser una experta en muchas cosas, pero esconder sus emociones no era una de ellas.

Robby no nos miró directamente. Se dirigió a un extremo de la barra y se sentó, pidiendo una cerveza como si no hubiera notado nuestra presencia. Pero lo había hecho. Lo sabía porque, de vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia Tory. La tensión era tan obvia que casi podía tocarse.

—¿Qué hace aquí? —murmuró Tory, más para sí misma que para mí.

Me encogí de hombros. —Parece que alguien no sabe aceptar una derrota.

Ella me fulminó con la mirada. —No empieces, Kwon.

—¿Yo? ¿Empezar qué? —respondí, alzando las manos en señal de inocencia, aunque la sonrisa en mi cara decía todo lo contrario. No podía evitarlo. Era demasiado fácil molestarla, y Robby, bueno... él era la cereza en el pastel.

Miré a Robby de reojo. Estaba sentado allí, con la espalda recta, como si fuera el maldito rey del lugar. Pero sus ojos no dejaban de volver a Tory, y eso me dio una idea. Una idea terrible, pero brillante. Me incliné hacia Tory, acercándome lo suficiente como para que pudiera sentir mi aliento contra su oído.

—¿Tu novio es más bueno besando que peleando? —le susurré, dejando que cada palabra saliera con un tono burlón, pero también con un toque de coqueteo.

Ella se sobresaltó, girando la cabeza hacia mí con una expresión que era una mezcla de sorpresa y furia. —¿Qué mierda te pasa?

—Relájate, Nichols. Solo estoy diciendo lo que todos están pensando —respondí, apoyando un brazo alrededor de sus hombros, como si fuera lo más natural del mundo.

—Estás loco —murmuró, apartando mi brazo de un empujón. Pero su reacción me hizo sonreír más. Tory no era el tipo de chica que se ponía nerviosa fácilmente, y el hecho de que mi comentario la hubiera descolocado era un triunfo en sí mismo.

—¿Loco? Tal vez. Pero dime, ¿él te está mirando ahora? —pregunté, señalando sutilmente hacia donde estaba Robby.

Tory no respondió, pero sus ojos me delataron. Robby estaba mirándola, eso era obvio, y ella lo sabía. Lo que no sabía era cómo reaccionar a ello.

—Estás disfrutando esto, ¿verdad? —me acusó, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Oh, absolutamente —admití sin verguenza. —Pero vamos, admítelo. Es divertido verlo ahí, actuando como si no quisiera lanzarse sobre la barra.

Ella suspiró, llevándose una mano a la frente como si estuviera tratando de contenerse. —Sos un imbécil.

—Gracias, lo sé —respondí, levantando mi vaso en un brindis imaginario.

Robby seguía allí, inmóvil, pero su mandíbula apretada y la forma en que sujetaba su vaso con demasiada fuerza me decían que había escuchado al menos parte de nuestra interacción. Lo mejor de todo era que Tory, aunque estaba molesta conmigo, no se había movido. No había corrido hacia Robby, no había intentado arreglar las cosas. Simplemente estaba... aquí, conmigo. Y eso era suficiente para mí.

—No deberías provocarlo —dijo finalmente, su tono más bajo, casi como si estuviera preocupada.

—¿Provocarlo? —me reí entre dientes. —Nichols, ¿desde cuándo te importa lo que él piense?

Ella no respondió, pero la expresión en su rostro cambió. Había algo más ahí, algo que no entendía del todo. Quizás aún tenía sentimientos por él. Quizás aún dolía. Pero no era mi problema.

—Mira, si quieres ir a hablar con él, hazlo. Pero, si me preguntas, creo que está disfrutando su papel de mártir más de lo que debería —dije, encogiéndome de hombros.

—Y tú estás disfrutando demasiado esto —replicó ella, pero su voz ya no tenía el filo de antes.

Me incliné hacia ella una vez más, esta vez bajando la voz. —Quizás. Pero admítelo, Nichols. Te gusta un poco.

No negó ni afirmó nada. Pero su mirada... su mirada me dijo todo lo que necesitaba saber.

Tory dejó su mojito en la barra, se pasó una mano por el cabello y me lanzó una mirada rápida antes de girarse hacia la pista de baile.

—Vuelvo enseguida...—dijo, aunque claramente no esperaba respuesta. Era más un aviso que otra cosa.

—¿A dónde vas? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

—A bailar —contestó sin volverse, moviéndose entre la gente hasta quedar en el centro del bar, justo donde la música era más fuerte y las luces hacían que todo se viera más caótico.

Suspiré, tomando otro trago de mi whisky mientras la veía desde la barra. Tory comenzó a moverse al ritmo de la música, y juro que en ese momento todo en el maldito bar pareció detenerse. Sus caderas se balanceaban con una fluidez casi hipnótica, y la manera en que levantaba los brazos y cerraba los ojos hacía que pareciera que estaba en su propio mundo. Por un segundo, olvidé que yo también estaba ahí.

Intenté apartar la mirada, pero no pude. Cada movimiento era como una provocación, aunque sabía que no lo hacía a propósito. Tory era así, natural, como si no tuviera idea del efecto que podía tener en los demás. Bebí otro sorbo de whisky, pero no ayudó. Mi garganta seguía seca.

Me forcé a mirar hacia otro lado, y entonces lo vi.

Robby.

El tipo estaba sentado en la barra, pero su atención estaba completamente fija en Tory. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos seguían cada movimiento de ella como si estuviera atrapado en algún tipo de hechizo.

Refunfuñé, molesto. Era obvio que Robby aún no la superaba, y honestamente, no podía culparlo. Tory tenía esa habilidad de quedarse grabada en tu cabeza, como una canción que no podías dejar de tararear. Pero eso no significaba que iba a dejar que el tipo se saliera con la suya.

Mis dedos tamborilearon contra la barra mientras observaba la escena. Robby no era el único que la miraba. Otros hombres en el bar también habían notado a Tory, y sus miradas no eran precisamente sutiles. Eso me molestó aún más, aunque no sabía por qué. No tenía motivos para sentirme así. Usaba a Tory para molestar a Robby, para sacarlo de quicio, nada más. No había nada real entre nosotros.

¿O sí?

Sacudí la cabeza, como si eso pudiera borrar el pensamiento. Era ridículo. Yo era Kwon, miembro de Cobra Kai. No me importaba nadie más que yo mismo.

Entonces, Tory giró sobre sí misma, dejando que su cabello cayera en cascada mientras seguía moviéndose al ritmo de la música. Mi garganta se secó aún más, y tuve que mirar hacia otro lado antes de que alguien notara cómo mis ojos estaban completamente fijos en ella.

Volví a mirar a Robby. El tipo parecía al borde de levantarse de su asiento y caminar hacia ella. No lo hizo, pero la forma en que apretaba su vaso me dejó claro que lo estaba considerando.

La rabia burbujeó en mi interior. No sabía exactamente por qué, pero las ganas de demostrarle a Robby que yo era mejor en todo se intensificaron. Mejor peleador, mejor compañero, mejor en todo lo que importaba. ¿Y si le demostraba que también podía ser mejor para Tory?.

Me levanté de mi asiento, dejando el vaso en la barra. Había algo en mí que no podía ignorar, algo que decía que no iba a dejar que Robby se saliera con la suya esta vez.

Caminé hacia la pista de baile, acercándome lo suficiente a Tory como para que pudiera oírme. Me incliné hacia ella, pasando una mano por su cintura, como si fuera lo más natural del mundo.

—Tory, creo que tienes a todo el bar hipnotizado —le dije en un tono lo suficientemente alto para que me oyera por encima de la música.

Ella se giró hacia mí, sus ojos brillando con esa mezcla de desafío y diversión que siempre llevaba consigo. —¿Y eso te molesta?

Me encogí de hombros, manteniendo mi mano en su cintura. —No me molesta. Solo me aseguro de que nadie se pase de la raya.

Ella arqueó una ceja, claramente divertida. —¿Y tú desde cuándo eres mi guardaespaldas?

—No soy tu guardaespaldas. Solo soy mejor que cualquiera de los inútiles que te están mirando ahora mismo. Incluyendo al inservible de tu ex novio.

Su sonrisa desapareció por un momento, y su mirada se desvió hacia la barra, donde Robby seguía sentado, observándonos. Cuando volvió a mirarme, parecía molesta, pero no del todo conmigo.

—No me importa lo que haga Robby —dijo, aunque su tono no era tan convincente como probablemente quería que fuera.

—Claro que no —respondí con una sonrisa burlona.

Ella me fulminó con la mirada, pero no dijo nada más. En lugar de eso, volvió a bailar, ignorándome por completo. Yo me quedé allí por un momento, mirándola, y luego decidí regresar a la barra. Había hecho mi punto.

Robby me lanzó una mirada cuando pasé junto a él, y no pude evitar sonreír.

—Bonito espectáculo, ¿eh? —dije, inclinándome hacia él lo suficiente como para que solo él pudiera oírme. —Pero parece que estás fuera del reparto.

Robby no respondió, pero la forma en que apretó su vaso me dijo que había tocado un nervio. Y eso era suficiente para mí.

Volví a mi asiento, observando cómo Tory seguía bailando, completamente ajena a todo el caos que había causado sin siquiera intentarlo. No entendía por qué me sentía así, por qué me importaba tanto lo que pasaba entre ella y Robby. Pero había algo claro: esta noche, no iba a dejar que nadie la apartara de mi lado.

Pedí otro trago, uno que Tory me había recomendado al principio de la noche. No era mi estilo, algo demasiado dulce para mi gusto, pero por alguna razón me pareció una buena idea probarlo. Quizás era el alcohol hablando o quizás simplemente quería entender qué le veía ella a algo tan simple.

El camarero lo dejó frente a mí, y mientras giraba el vaso en mis manos, noté algo por el rabillo del ojo que hizo que el líquido se sintiera innecesario. Robby.

Se había levantado de su asiento en la barra y estaba caminando hacia la pista de baile. No hacia cualquier lugar de la pista. Hacia ella.

Mi agarre en el vaso se tensó. Seguí con la mirada cómo Robby se acercaba a Tory, y, para mi desgracia, cómo ella dejaba de bailar al notarlo. Por un instante, la música pareció desvanecerse, y todo lo que pude oír fue el murmullo de mi propia rabia burbujeando dentro de mí.

Tory sonrió, algo nerviosa, cuando él le dijo algo al oído. No pude escuchar qué, pero sí vi la manera en que sus manos se tocaron, cómo Tory lo agarró por las muñecas. Robby parecía embobado, completamente idiotizado por ella. ¿Y quién podía culparlo?

Pero eso no hacía que fuera menos insoportable.

Quise levantarme en ese momento y hacer algo al respecto. Tal vez lanzarle un puñetazo en la mandíbula, o al menos apartarlo de Tory con una excusa barata. Pero me contuve. Apenas. Mis nudillos estaban blancos por la fuerza con la que sostenía el vaso, y tuve que recordarme a mí mismo que no era buena idea armar un espectáculo en un bar extranjero.

Además, no ayudaba que Tory no pareciera estar rechazándolo. Al contrario. Se inclinó ligeramente hacia él, y aunque no podía oír su conversación, no hacía falta ser un genio para entender la escena. Ella estaba dejando que Robby le quitara tiempo, atención... todo lo que hasta hace un momento era mío.

¿Mío?

Sacudí la cabeza, molesto conmigo mismo por ese pensamiento. Tory no era mía, ni de nadie. Pero eso no significaba que me gustara verla con él.

Hablaron por un rato, susurrando cosas que seguramente solo ellos dos entendían. Robby sonreía como un estúpido, y Tory parecía demasiado cómoda con eso. Cuando finalmente se despidieron, Robby volvió a su asiento en la barra, y Tory, con su andar despreocupado, regresó a donde yo estaba.

—Me voy al hotel —dijo, tomándose un momento para mirarme.

—¿Ya? —pregunté, tratando de sonar neutral, aunque no podía evitar que mi tono fuera más frío de lo que pretendía.

—Sí. Estoy cansada. Nos vemos.

Me limité a asentir. No confiaba en mi voz para hablar. Lo último que quería era que se diera cuenta de lo molesto que estaba.

Tory se inclinó para recoger su chaqueta, me dedicó una breve sonrisa, y se fue. La observé hasta que salió del bar, y entonces, sin pensarlo demasiado, me levanté de mi asiento y caminé hacia Robby.

El tipo estaba mirando su vaso como si fuera el centro del universo, pero levantó la mirada cuando me detuve frente a él. No dije nada al principio. Solo lo observé, dejando que el silencio se hiciera incómodo. Y cuando finalmente hablé, lo hice con una sonrisa provocativa que sabía que lo irritaría.

—No te preocupes —dije, inclinándome hacia él para que solo él pudiera oírme. —La mantendré caliente esta noche.

Robby reaccionó al instante. Su rostro se endureció, y sus ojos se clavaron en los míos con una intensidad que casi me hizo retroceder. Casi.

—¿Qué dijiste? —preguntó, su voz baja y tensa.

—¿No me escuchaste? —respondí, fingiendo sorpresa. —Tal vez deberías limpiar tus oídos. Aunque, para ser justos, supongo que estarás demasiado ocupado ahogándote en tus propias inseguridades como para preocuparte por lo que diga.

El castaño se levantó de su asiento, acercándose a mí lo suficiente como para que nuestras frentes casi se tocaran. No dijo nada, pero el mensaje era claro. Quería pelear.

Yo no retrocedí. Levanté la barbilla, desafiándolo con mi mirada.

—Vamos, Keene. Hazlo. Dame una excusa para demostrarte por que sigues siendo un segundo lugar en todo.

Por un momento, pensé que realmente iba a golpearme. Sus manos se cerraron en puños, y sus hombros estaban tensos. Pero algo en él, tal vez el último fragmento de cordura que le quedaba, lo hizo retroceder. Dio un paso atrás, respirando hondo, y volvió a su asiento.

—No vale la pena —murmuró, aunque no parecía estar del todo convencido.

—Eso pensé —respondí, permitiendo que mi sonrisa se ensanchara.

Me incliné un poco más hacia él, lo suficiente como para asegurarme de que mis palabras quedaran grabadas en su mente.

—Me tengo que ir. Alguien me está esperando.

Sin darle tiempo a responder, me di la vuelta y caminé hacia la salida, dejando que la victoria se sintiera dulce en mi pecho. Tal vez no había peleado físicamente con Robby esa noche, pero había ganado. Y eso, al final del día, era todo lo que importaba.

02:22 a.m

Abrí la puerta de la habitación con la tarjeta, todavía con una sonrisa autosuficiente en los labios. El recuerdo de la cara de Robby en el bar, tan furiosa y al mismo tiempo impotente, me llenaba de una satisfacción difícil de explicar. Era como ganar un combate sin siquiera tener que lanzar un golpe.

Cuando entré, encontré a Tory sentada en su cama, con el control remoto en la mano y las piernas cruzadas. Llevaba puesto un pijama sencillo, de esos shorts que apenas cubren y una camiseta vieja que parecía haberse lavado mil veces. Su cabello estaba recogido en un moño desordenado, y los ojos verdes que solían intimidar a cualquiera ahora estaban clavados en la televisión, donde pasaban algún programa irrelevante.

—Ya era hora. Pensé que te habías perdido —dijo sin apartar la vista de la pantalla.

—¿Y perderme la vista de mi adorable compañera de cuarto en pijama? Ni loco —respondí con una sonrisa burlona mientras dejaba mis cosas sobre una silla.

Tory rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír ligeramente. Era parte de nuestra dinámica: yo la molestaba, y ella fingía que le importaba.

Caminé hacia mi cama, que estaba justo al lado de la suya, y comencé a quitarme la chaqueta. Sabía que ella estaba mirando de reojo, aunque intentara disimularlo. Me quité la camiseta con un movimiento rápido, dejando mi torso al descubierto mientras buscaba en mi maleta algo más cómodo para dormir.

—¿Queres una foto, Nichols? —pregunté sin mirarla, sintiendo su mirada en mi espalda.

—Por favor, Kwon —respondió, volviendo a concentrarse en la tele. —He visto torsos mejores.

Me reí. Su tono era sarcástico, pero sabía que no era del todo sincero.

—Claro que sí —dije, poniéndome unos pantalones de pijama y dejándome caer en su cama con total confianza. Me senté en los pies de su colchón, estirando las piernas mientras ella me miraba con las cejas arqueadas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, dándome un pequeño empujón con el pie.

—Conectando contigo. ¿No es lo que Kim y Kreese querían? —respondí con una sonrisa, poniendo los brazos detrás de la cabeza.

—Sí, seguro. Porque acostarte en mi cama sin invitación es la mejor forma de hacerlo.

—Funcionó, ¿no? Ya estamos hablando.

Tory suspiró, pero no se molestó en echarme. En cambio, cambió el canal, como si ignorarme fuera su forma de ganar.

—¿Entonces qué? —pregunté. —¿Te divertiste bailando mientras todos te miraban?

—No me importa si me miran. Solo quería olvidarme del día. El torneo está agotándome.

—Claro. ¿Y por eso dejaste que Keene se acercara a hablarte? ¿También fue para olvidarte del día?

Tory dejó el control remoto a un lado y me miró con una expresión que mezclaba irritación y curiosidad.

—¿Qué te importa lo que haga o deje de hacer?

—No me importa, Nichols. Solo me parece curioso. El tipo es un desastre, y lo tratas como si todavía tuviera derecho a ocupar tu tiempo.

—¿Y vos qué sabes? —respondió, cruzando los brazos.

—Sé que le hiciste la noche al bailar como si no existiera nadie más en ese bar. Pero también sé que en cuanto te dijo algo bonito, lo dejaste volver a entrar, aunque sea por un segundo.

Ella me lanzó una mirada que habría hecho retroceder a cualquiera menos a mí.

—Primero que nada, no tienes idea de lo que hablamos. Segundo, Robby es...

—¿Robby es qué? —interrumpí. —¿Diferente? ¿Especial? Vamos, Nichols, sabes tan bien como yo que él no tiene nada que ofrecerte que no puedas encontrar en cualquier otro.

Tory abrió la boca para responder, pero la cerró rápidamente, como si no quisiera darme la satisfacción de seguir discutiendo. En lugar de eso, dejó escapar un suspiro pesado.

—¿Por qué me estás diciendo todo esto? —preguntó finalmente.

—Porque es frustrante. Verte con él, digo. Es como ver a un tigre encerrado en una jaula, cuando debería estar cazando.

Hubo un momento de silencio después de eso, uno que parecía más largo de lo que realmente era. Tory me miró, como si tratara de descifrar si hablaba en serio o si solo estaba buscando molestarla.

—No sé si eso es un cumplido o un insulto —dijo finalmente, rompiendo la tensión.

—Depende de cómo lo tomes —respondí con una sonrisa.

La conversación cambió después de eso. Empezamos a hablar de cosas triviales: de lo que íbamos a hacer al día siguiente en el torneo, de los demás miembros del equipo, de cualquier cosa que no involucrara a Robby. Pero había algo en el aire, algo que hacía que cada palabra pareciera más importante de lo que era.

Sin darme cuenta, nos habíamos acercado. Yo estaba apoyado en el borde de la cama, y Tory se había inclinado ligeramente hacia adelante, con las piernas cruzadas frente a ella. Nuestros rostros estaban a solo unos centímetros de distancia, y por un momento, me pregunté si realmente iba a pasar algo.

El silencio que había entre nosotros se rompió abruptamente cuando el celular de Tory comenzó a sonar con insistencia. El zumbido vibraba sobre la mesita de noche como un pequeño terremoto, y el brillo de la pantalla iluminó su rostro mientras se alejaba ligeramente para tomarlo.

Frunció el ceño y deslizó el dedo para desbloquearlo. Una serie de notificaciones de mensajes apareció de inmediato, y su expresión cambió de desconcierto a puro fastidio. Sus ojos verdes se movían rápidamente, leyendo lo que, para mí, ya era predecible.

—Es Robby —dijo finalmente, con el tono de alguien que está a punto de perder la paciencia.

—¿Qué quiere ahora? —pregunté con desinterés, recostándome en su cama como si todo esto fuera un espectáculo montado solo para entretenerme.

—Veamos... —Tory abrió el primer mensaje en voz alta: —"¿De verdad, Tory? ¿Con Kwon? Pensé que tenías más clase".

Tuve que morderme el labio para no soltar una carcajada.

—Oh, hay más —continuó, pasando al siguiente mensaje: —"No puedo creer que lo hayas superado tan rápido. ¿Es una venganza? ¿Qué te dije en el bar para merecer esto?"

Ahora sí, no pude contener la risa.

—Que papelon—dije, riendo con ganas mientras Tory me miraba con los ojos entrecerrados.

—Kwon —dijo, con una voz peligrosamente tranquila—. ¿Qué le dijiste en el bar?

—¿Yo? —me incorporé ligeramente, haciendo mi mejor actuación de inocencia. —Nada. Absolutamente nada.

Ella arqueó una ceja, claramente sin creerme. El celular volvió a vibrar, pero esta vez lo ignoró, fijando su mirada acusadora en mí.

—Kwon, no soy idiota. Habla.

—Está bien, está bien. —Levanté las manos en señal de rendición, pero todavía sonreía. —Solo... insinué algunas cosas.

—¿Qué cosas?

—Nada importante. Solo que tú y yo estamos compartiendo cuarto... y que tenemos buena química... —Solté esas palabras con tranquilidad, como si no fueran gran cosa.

Tory abrió los ojos, incrédula, y dejó el celular sobre la cama con un golpe sutil.

—¿Le dijiste que estamos juntos?

—No exactamente. Pero, a ver, ¿tú viste cómo se puso cuando me vio contigo? Parecía a punto de explotar. Solo le di un pequeño empujón.

Tory me miró fijamente, tratando de mantener una expresión seria, pero sus labios comenzaron a temblar ligeramente.

—¿Un pequeño empujón? —preguntó, y antes de que pudiera responder, estalló en carcajadas.

La miré, algo sorprendido.

—¿Qué? ¿De qué te ríes?

—Eres tan transparente, Kwon. —Se secó una lágrima de risa mientras yo la observaba, confundido.

—¿Transparente? ¿De qué hablas?

Tory me señaló con el dedo, todavía riendo.

—Tus celos, Kwon. Son tan obvios que dan risa.

—¿Celos? —repetí, fingiendo indignación. —No sé de qué estás hablando.

—Por favor. —Se inclinó hacia adelante, apoyándose en sus rodillas, con una sonrisa maliciosa. —Inventaste un romance falso solo para molestarlo. Si eso no son celos, no sé qué es.

—Está bien, está bien. —Me encogí de hombros, intentando parecer despreocupado. —Tal vez estaba un poco... molesto.

—¿Molesto? —repitió, divertida.

—Sí, molesto. —La miré a los ojos, dejando que mi tono se volviera más serio. —Porque, honestamente, no entiendo que le ves.

Eso pareció desarmarla por un momento. Su sonrisa desapareció lentamente, y se quedó en silencio, como si no supiera qué responder.

—Robby es... complicado —dijo finalmente, bajando la mirada.

—Eso no es una excusa. —Me incliné un poco hacia adelante, tratando de captar su atención. —No tienes que seguir atada a alguien que no sabe valorarte.

Tory me miró de reojo, como si estuviera considerando mis palabras. La burla en su expresión había desaparecido, reemplazada por algo más vulnerable.

—¿Y tú sí me valoras, Kwon? —preguntó, con un tono desafiante que no ocultaba del todo la curiosidad genuina.

La pregunta me tomó por sorpresa, pero no dejé que se notara.

—Obviamente. —Sonreí, apoyando un codo en mi rodilla y mirándola directamente. —¿Quién más soportaría tus ataques de sarcasmo y tus miradas asesinas?

Ella dejó escapar una risa suave, sacudiendo la cabeza.

—Eres imposible.

—Y tú lo sabes.

Nos quedamos en silencio después de eso, pero esta vez, el ambiente no era incómodo. Era... cómodo. Familiar. Como si, por un momento, todo lo demás no importara.

El celular de Tory volvió a sonar, pero esta vez ella no se molestó en mirarlo. Lo apagó por completo, dejando la habitación en un silencio tranquilo.

—¿Sabes qué? —dijo finalmente, recostándose en su cama y mirando el techo.

—¿Qué?

—Tal vez Kim y Kreese tenían razón al ponernos juntos en esta habitación.

—Por supuesto que tenían razón. —Me recosté en mi propia cama, todavía mirándola de reojo. —Siempre la tienen.

—No siempre. Pero esta vez, sí.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, y no pude evitar sentir que, por primera vez en mucho tiempo, Tory realmente estaba relajada. Y aunque nunca lo admitiría en voz alta, me sentí orgulloso de haber contribuido a eso.

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