🧨 [Capitanes]Kwon x Tory

Kwon
X
Tory

Advertencia:Ninguna.
Relación:Novios a escondidas



El torneo Sekai Taikai había traído a Barcelona una energía vibrante, con los mejores dojos del mundo compitiendo por el prestigioso título. Cobra Kai, ahora conocido como Cobra Kai Corea, encabezado por Kim Da-Eun y Kreese, se destacaba como uno de los favoritos. Tory Nichols, después de un breve paso por Miyagi-Do, había regresado al dojo que sentía como su hogar tóxico. Allí había encontrado a Kwon Jae Sung, un luchador tan talentoso como complicado.

Aunque públicamente se mostraban como polos opuestos, su relación clandestina era un secreto bien guardado, camuflado detrás de constantes discusiones y miradas hostiles. Pero en el fondo, ambos compartían una conexión profunda, un lazo que ni ellos mismos entendían por completo.

Esa noche, el hotel donde se hospedaban los equipos estaba en calma. Los pasillos iluminados tenuemente reflejaban un ambiente de descanso después de intensos días de entrenamiento. Sin embargo, Tory no podía dormir. El hambre y el insomnio la empujaron a salir en busca de algo para comer.

Con su sudadera con capucha y pantuflas, bajó al comedor del hotel. Mientras servía un café, escuchó una voz familiar detrás de ella.

—¿Tory?

Se le heló la sangre. Giró lentamente, encontrándose con Robby Keene. El tiempo no había cambiado mucho en él: su mirada seguía siendo cálida, pero había algo más maduro en su porte.

—Robby... —murmuró, sintiendo que su garganta se cerraba.

Robby sonrió ligeramente, acercándose con cuidado, como si temiera que ella huyera.

—No esperaba encontrarte aquí.

Tory tragó saliva, intentando mantener la calma.

—Estamos en el mismo torneo ,en algún momento nos íbamos a cruzar ,no esperaba que sea a estas horas en un comedor.

—No podía dormir. —Robby se encogió de hombros—. ¿Y vos?

—Lo mismo. —Ella miró su café, buscando algo en qué concentrarse para no enfrentarse al torbellino de emociones que la invadía.

Hubo un momento de silencio antes de que Robby lo rompiera.

—Tory, nunca hablamos después de... todo.

Ella suspiró, sabiendo exactamente a qué se refería.

—No creo que haya mucho que decir...

—¿De verdad piensas eso? —preguntó, su tono suave pero insistente.

Ella levantó la mirada, sus ojos mostrando una mezcla de culpa y orgullo.

—No sé si estoy lista para esto.

Robby sonrió con tristeza.

—Nunca estamos listos para las cosas importantes.

Mientras tanto, el asiático había bajado al comedor en busca de agua. Había notado la ausencia de Tory en su habitación, algo que no le preocupaba del todo, ya que ella solía buscar momentos de soledad. Sin embargo, cuando llegó al comedor, lo que vio lo detuvo en seco.

Allí estaba la rubia, de pie frente a un tipo que él reconoció de inmediato: Robby Keene. Estaban demasiado cerca para su gusto, y la mirada suave de Tory lo enfureció.

—¿Qué mierda...? —murmuró para sí mismo antes de entrar al comedor.

Tory notó su presencia antes que Robby, y su expresión cambió al instante, endureciéndose como si hubiera sido sorprendida haciendo algo indebido.

—¿Qué haces despierta, Nichols? —preguntó Kwon, su tono cortante, aunque sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Robby giró hacia él, frunciendo el ceño.

—¿Y vos sos?

—Kwon ,líder de Cobra kai . —Respondió sin dudar, sus ojos clavados en Tory—. ¿Y vos?

—Robby Keene. —Robby lo miró de arriba abajo, evaluándolo rápidamente—.

—Que bueno saberlo. —Kwon cruzó los brazos—. Y parece que sos del pasado de Tory.

—Kwon... —intervino Tory, pero su tono no tenía el filo habitual. Había algo en su mirada que le pedía que no siguiera.

Kwon ignoró su súplica y se acercó un paso más.

—No esperaba encontrarme con el famoso exnovio aquí. Aunque supongo que los fantasmas del pasado siempre aparecen en los peores momentos.

Robby dio un paso adelante, igualando la intensidad.

—No es asunto tuyo.

—Todo lo que involucre a Tory es mi asunto.

Tory intervino antes de que las cosas se salieran de control, poniéndose entre ambos.

—¡Ya basta! —dijo, mirando a Kwon con una mezcla de enojo y súplica—. No necesitas hacer esto.

Kwon apretó la mandíbula, pero retrocedió.

—Como digas, capitana. —Su tono estaba cargado de sarcasmo antes de girarse para salir del comedor.

Tory observó cómo Kwon desaparecía por el pasillo, su espalda rígida y el paso firme, claramente afectado por lo que acababa de ocurrir. Suspiró, sabiendo que enfrentarse a él no sería fácil. Antes de poder moverse, Robby la tomó suavemente de las manos, deteniéndola.

—Tory... —susurró, su tono vulnerable.

Ella lo miró, confundida por la ternura en su gesto. Robby comenzó a acariciar sus manos, un movimiento lento y lleno de significado, como si tratara de transmitir todo lo que no podía expresar con palabras.

—Quiero disculparme. Por todo. —Su voz estaba cargada de arrepentimiento—. Por no estar cuando tu mamá falleció. Por haberme alejado de ti cuando más me necesitabas.

Tory se quedó inmóvil, sintiendo el peso de sus palabras. Había reprimido ese dolor durante tanto tiempo que escuchar su disculpa lo trajo de vuelta como una avalancha.

—Robby... yo... —empezó, pero las palabras no salían. Su mirada estaba nublada, su mente dividida. Él había sido una parte importante de su vida, pero los últimos dos meses con Kwon habían sido una montaña rusa. Una relación secreta, intensa, llena de pasión y, a veces, de frustración. Fingir odiarlo frente a los demás era agotador, pero necesario para mantener las apariencias.

—No tienes que decir nada. —Robby se acercó un poco más, sus ojos buscando los de ella—. Solo quería que supieras que lo siento. Y que siempre voy a estar aquí para ti, pase lo que pase.

Tory sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta. Robby siempre había tenido la capacidad de desarmarla, pero ahora no estaba segura de si quería eso. Retiró lentamente sus manos, tratando de recuperar la compostura.

—Gracias por decirlo. En serio. Pero... ahora mismo tengo que irme. —Su voz era apenas un susurro.

Robby frunció el ceño, claramente frustrado, pero asintió.

—Claro. Hablamos después, ¿sí?

Tory no respondió, simplemente asintió antes de girarse y dirigirse hacia el ascensor. Su mente estaba revuelta, su corazón dividido entre el pasado y el presente. Cuando finalmente llegó a la habitación que compartía con Kwon, tomó aire antes de abrir la puerta.

El ambiente en la habitación estaba tenso, casi sofocante. Kwon estaba sentado en la cama, con los brazos cruzados y los ojos fijos en el televisor, aunque claramente no estaba prestando atención al programa que estaba viendo.

—Kwon... —dijo Tory al cerrar la puerta detrás de ella.

Él no respondió. Ni siquiera la miró. Era como si su presencia no significara nada, pero ella sabía que estaba enojado. Muy enojado.

—¿Vas a ignorarme toda la noche? —preguntó, con un tono más suave de lo que solía usar con él.

Kwon siguió mirando la pantalla, su mandíbula apretada.

—No tengo nada que decir.

Tory suspiró y se sentó en la cama opuesta, mirándolo directamente.

—No es lo que parece.

—¿Ah, no? —El asiático finalmente giró la cabeza hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de celos y rabia contenida—. Porque desde donde estaba parado parecía que estabas teniendo una linda charla con tu ex.

—¡Robby y yo no...! —La rubia se detuvo, respirando hondo para calmarse—. Él solo se estaba disculpando. Eso es todo.

Kwon soltó una risa sarcástica y se levantó, caminando hacia la ventana.

—Claro, porque las disculpas necesitan caricias en las manos.

Tory se puso de pie, frustrada por su actitud.

—No seas idiota. ¡Sabés que no es así! No puedes estar celoso cada vez que hablo con alguien.

Kwon se giró bruscamente, su mirada intensa.

—¿Y qué querés que haga? ¿Qué actúe como si no me importara? Porque no puedo. —Se acercó un paso más, sus palabras saliendo rápidas y cargadas de emoción—. ¿Sabés lo que es fingir que te odio frente a todos mientras todo lo que quiero es...?

Se detuvo, pero Tory entendió el significado detrás de sus palabras. Su enojo se disipó un poco al ver la vulnerabilidad en su rostro.

—Kwon... —dijo, acercándose a él. Esta vez fue ella quien tomó sus manos—. No es fácil para mí tampoco. Pero acordamos esto porque es lo mejor.

—¿Es lo mejor para quién? —preguntó, su voz quebrándose ligeramente—. Porque para mí se siente como una tortura.

Tory lo miró fijamente, sus manos apretando las de él.

—Yo tampoco quiero que sea así. Pero si alguien descubre lo nuestro... —Su voz se apagó, sus ojos bajando al suelo.

Kwon suspiró, su postura relajándose un poco. Levantó una mano para acariciar su rostro, obligándola a mirarlo.

—Solo dime una cosa. —Su voz era baja, casi un susurro—. ¿Todavía sientes algo por el idiota ese?

La pregunta la tomó por sorpresa. Abrió la boca para responder, pero no encontró las palabras adecuadas. Finalmente, negó con la cabeza.

—No es lo mismo. Robby fue... importante. Pero ahora estoy contigo. Y eso es lo único que importa.

Kwon la observó por un momento, buscando alguna señal de duda en sus ojos. Al no encontrarla, asintió y la abrazó, hundiendo su rostro en su cabello.

—No me gusta compartir, Tory. Ni siquiera con tus recuerdos.

Ella sonrió ligeramente contra su pecho, aunque su mente seguía dividida. Kwon tenía razón en algo: fingir era una tortura. Pero en ese momento, mientras estaban juntos, decidió que lo enfrentarían juntos. De alguna manera.

La noche se deslizó como un susurro entre Tory y Kwon, un refugio temporal donde la fachada que mantenían ante el mundo se disolvía en miradas sinceras y risas entrecortadas. El pequeño cuarto que compartían se llenó de murmullos, conversaciones sin sentido que, paradójicamente, decían todo. Hablaron de cosas banales: la película que Tory había visto de niña y que le daba pesadillas, los apodos ridículos que Kwon le había puesto a los miembros de los otros dojos, y hasta debatieron quién ganaría una pelea ficticia entre Kreese y un oso.

La risa se transformó en silencios cómplices. El roce de sus manos, primero tímido, luego más decidido, se convirtió en caricias. Fue como si todo lo que habían reprimido durante semanas hubiera encontrado su forma de salir en esa burbuja de intimidad. Entre besos y suspiros, el peso del mundo exterior se desvaneció, aunque ambos sabían que no duraría.

Al amanecer, el sol comenzó a colarse entre las cortinas. Kwon despertó primero, como siempre. Apoyado sobre un codo, se permitió unos segundos de tranquilidad, observándola. Tory dormía profundamente, el cabello enredado cayendo sobre su rostro. Había algo en esa imagen, en la paz que parecía emanar, que lo desarmaba.

—Soy un idiota por pensar que esto puede durar —murmuró para sí mismo, pero su voz no tenía reproche, solo una resignación tranquila.

Tory abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol. Lo primero que vio fue a Kwon, mirándola con esa expresión mezcla de burla y ternura que tan bien conocía.

—¿Qué hora es? —murmuró, con la voz ronca del sueño.

Kwon alargó un brazo, buscando su teléfono en la mesita de noche.

—Lo suficientemente temprano como para desear no tener que levantarnos, pero ya tarde para seguir durmiendo.

Tory suspiró y enterró la cara en la almohada.

—Ojalá pudiéramos quedarnos aquí todo el día.

Kwon sonrió y se inclinó para besarle la frente.

—Podríamos, pero entonces Kreese nos daría una clase intensiva sobre cómo somos "el eslabón débil de la cadena". —Hizo una imitación bastante precisa de la voz de Kreese, lo que hizo que Tory soltara una risa entre dientes.

Ella se incorporó lentamente, mirando cómo Kwon recogía su ropa esparcida por el suelo. Por un momento, su expresión se volvió seria.

—¿Qué haríamos si no tuviéramos que ocultarlo? —preguntó de repente, sin mirarlo directamente.

Kwon se detuvo en seco. La pregunta lo tomó por sorpresa, pero no se dejó ver. Se giró hacia ella, con la camisa en la mano y una sonrisa ladeada.

—Lo que quisiéramos. —Su tono era ligero, pero sus ojos reflejaban algo más profundo.

Tory bajó la mirada, dándose cuenta de que no había una respuesta fácil para lo que ambos querían. Fingir era complicado, pero dejar de hacerlo parecía imposible.

Cuando llegaron al gimnasio, el ambiente estaba cargado de tensión. Kreese los esperaba con su típica expresión severa. Todos los estudiantes se formaron en filas, con rostros serios y expectantes. Tory y Kwon, manteniendo su distancia habitual, se colocaron en sus posiciones. Ella estaba más tensa de lo habitual, mientras que él parecía relajado, como si el peso de los secretos no existiera.

—Hoy será un día interesante —comenzó Kreese, caminando lentamente frente a ellos—. No se trata solo de entrenamiento físico. Se trata de carácter, de entender qué significa la verdadera competencia.Hoy nos enfrentaremos a Miyagi-Do.

El anuncio cayó como una bomba. Tory sintió un nudo en el estómago al instante. Enfrentarse a Miyagi-Do significaba enfrentarse a Robby, y después de la conversación de la noche anterior, las cosas se sentían más complicadas de lo normal.

Kwon, por el contrario, sonrió con suficiencia.

—Esto va a ser divertido —murmuró, lo suficientemente alto como para que Tory lo escuchara.

Ella lo miró de reojo, con una mezcla de frustración y resignación.

—¿Por qué estás tan emocionado? —susurró.

Kwon se encogió de hombros, cruzándose de brazos.

—Hoy en el tatami voy a demostrarle a tu ex que soy mejor en todo.

Tory bufó, aunque no pudo evitar el leve sonrojo que subió a sus mejillas. Había algo en la arrogancia de Kwon que le resultaba igual de irritante que atractivo.

—No necesitas probarle nada a nadie —replicó, intentando sonar firme.

Kwon giró la cabeza para mirarla directamente, su sonrisa desapareciendo por un instante.

—No lo hago por él, Tory. Lo hago por ti. —Sus palabras estaban cargadas de intensidad, lo suficiente como para que ella desviara la mirada, incómoda por el peso de su sinceridad.

Antes de que pudiera responder, Kreese interrumpió con un grito.

—¡Prepárense! Salimos en media hora. Espero que estén listos para demostrar lo que significa ser Cobra Kai.

Mientras los estudiantes se dispersaban para prepararse, Tory se quedó quieta en su lugar, mirando el suelo. Kwon, como siempre, la notó antes de que ella dijera nada. Se acercó, con esa mezcla de suficiencia y calma que parecía natural en él.

—¿Qué pasa ahora, capitana? —preguntó, inclinándose un poco para buscar su mirada.

Tory cruzó los brazos, respirando profundamente antes de responder.

—No me gusta esto.

Kwon frunció el ceño, aunque su tono seguía siendo ligero.

—¿Esto? ¿A qué te referís? ¿Al entrenamiento? ¿A Robby? ¿O a qué vas a ver lo bien que me veo mientras le pateo el trasero?

Tory levantó la vista, fulminándolo con la mirada.

—Esto no es un chiste. Esto no se trata de demostrar quién es mejor.

Él dejó escapar una risa seca, dando un paso más cerca. Su expresión cambió, volviéndose más seria.

—Tory, todo esto es personal. Cobra Kai, Miyagi-Do, Robby, vos, yo... Fingir que no siento lo que siento cada vez que estamos juntos, en cualquier lugar. —La intensidad en su voz la dejó sin palabras por un momento.

Finalmente, Tory suspiró, dejando caer los hombros.

—Solo... no hagas que esto sea más complicado de lo que ya es, ¿sí?

Kwon asintió, aunque sus ojos aún ardían con determinación.

—No prometo nada. Pero en el tatami, vas a ver que no hay nadie que pueda hacerte olvidar eso más que yo.

El sol comenzaba a bajar en el horizonte, proyectando largos haces de luz sobre el gimnasio.A pesar del clima cálido, el ambiente entre los estudiantes era frío, cargado de tensión y expectativas. Los equipos ya estaban definidos, y los nombres resonaban en la mente de cada participante: Tory, Yoon y Kwon por Cobra Kai; Robby, Sam y Miguel por Miyagi-Do. Cada uno sabía que esa tarde no se trataba solo de habilidad, sino de orgullo, lealtad y, en algunos casos, algo más personal.

Tory estiraba junto a Yoon, haciendo lo posible por mantenerse enfocada. Pero sus pensamientos estaban desordenados, y no podía evitar lanzar miradas ocasionales hacia el otro lado del lugar, donde Robby y Sam practicaban sus movimientos con una sincronía irritante. Cada vez que veía a Robby sonreírle a Sam o compartir alguna palabra, sentía una punzada de incomodidad que intentaba ignorar.

A unos metros, Kwon estaba completamente concentrado en sus patadas voladoras, las cuales ejecutaba con una precisión tan exagerada que casi parecía estar mostrando un espectáculo. Tory lo observó de reojo y se preguntó cómo alguien podía tomarse tan en serio a sí mismo. Sin embargo, cuando sus ojos viajaron de nuevo al equipo contrario, captó un gesto inesperado: Robby la miraba directamente. Antes de que pudiera reaccionar, él le dedicó una sonrisa sincera, desarmante. Por reflejo, Tory le devolvió el gesto, aunque fue apenas una mueca amable.

—¿Qué, ya le estás mandando señales de humo? —la voz de Kwon la sacó de sus pensamientos. Él había visto todo y no parecía nada contento. Caminó hacia ella con una sonrisa burlona, esa que siempre usaba cuando quería provocar.

—¿Perdón? —Tory lo miró con el ceño fruncido.

Kwon se cruzó de brazos, sus ojos brillando con diversión maliciosa.
—No, nada. Solo me parece curioso que, en lugar de prepararte para pelear, estés repartiendo sonrisitas a... ya sabes, la competencia. Muy profesional de tu parte.

Tory bufó, rodando los ojos.
—Estás delirando. Enfócate en tu parte del trabajo y déjame en paz.

—Claro, claro, lo que digas, rubia. Pero cuando te estén pateando el trasero ahí afuera porque te distraíste pensando en tu "amiguito", no me eches la culpa. —Kwon le lanzó una mirada cargada de suficiencia antes de alejarse, retomando sus ejercicios con aún más agresividad.

Tory cerró los ojos un momento, tratando de calmarse. Sabía que responderle solo lo alimentaría. Pero algo en el tono de Kwon la irritaba más de lo normal esa tarde.

Kreese finalmente alzó la voz, llamando la atención de todos:
—¡Es hora! Ustedes ya conocen las reglas: tres contra tres. Si no pueden más, chocan la mano con un compañero y lo dejan entrar. Pero recuerden algo: aquí no hay lugar para los débiles. Los que no puedan aguantar, mejor ni regresen.

Su mirada helada recorrió a los estudiantes de Cobra Kai, deteniéndose brevemente en Tory, como si quisiera recordarle que cualquier fallo sería inaceptable. Ella asintió, decidida a no mostrar ningún signo de debilidad.

El primer combate comenzó con Miguel enfrentándose a Kwon.El moreno entró al tatami con su característico aire confiado, pero Kwon no se dejó intimidar. Desde el primer movimiento, quedó claro que estaba allí para ganar. Miguel lanzó una serie de golpes rápidos, pero Kwon los bloqueó con precisión casi mecánica, contraatacando con una patada giratoria que impactó directamente en el torso de Miguel, marcando el primer punto para Cobra Kai.

Kwon salió del tatami con una sonrisa arrogante, chocándole la mano a Yoon mientras murmuraba:
—Tu turno ,segundon.

Yoon asintió algo fastidiado y entró al combate contra Sam. Pero, a pesar de sus esfuerzos, la castaña fue más rápida. Después de varios intercambios, logró derribarlo con una técnica impecable, empatando el marcador.

Kwon, desde el costado, chasqueó la lengua con impaciencia.
—¡Vamos, Yoon! ¿Qué es esto, una clase de ballet?

Tory, viendo que Yoon comenzaba a dudar, decidió entrar. Chocó las manos con él y caminó hacia el centro de la ronda, lista para enfrentarse a quien sea que Miyagi-Do eligiera. Para su mala suerte, Sam decidió ceder el turno a Robby.

Cuando Robby se colocó frente a ella, el tiempo pareció detenerse por un instante. Ambos se miraron, como si midieran algo más que sus habilidades. Tory podía sentir la expectación en el aire, pero también algo más... algo que no podía permitirse explorar en ese momento.

—¡Tory, no estás en una novela! ¡Muévete o déjamelo a mí! —la voz de Kwon la sacó de su trance.

Ella respiró hondo, ajustó su postura y lanzó el primer ataque. Robby lo bloqueó con facilidad, y la pelea se convirtió en una danza de movimientos calculados. Sin embargo, él encontró una apertura y logró derribarla con un giro limpio.

Antes de que Tory pudiera levantarse, Kwon irrumpió en la escena, chocando las manos con ella sin pedir permiso.
—Ya perdiste tu oportunidad, princesa. Deja que un profesional se encargue.

Tory lo fulminó con la mirada:
—¡¿Qué te pasa?! ¡Podía manejarlo!

Kwon no respondió. Su atención estaba completamente enfocada en Robby. La intensidad en sus movimientos era evidente desde el primer golpe. No estaba peleando para ganar; estaba peleando para humillar.

Robby, aunque sorprendido por la agresividad, intentó defenderse. Pero Kwon no le dio respiro. Sus ataques eran rápidos, casi brutales, y Robby apenas lograba mantenerse en pie.

Miguel, desde la esquina, gritó:
—¡Robby, sal de ahí!

Pero Kwon no le dio la oportunidad. Con dos golpes certeros, marcó los puntos restantes para Cobra Kai, asegurando su victoria.

Kreese se levantó con una sonrisa de aprobación.
—Bien hecho, Kwon. Eso es lo que espero de mis estudiantes.

Pero mientras el equipo celebraba, Tory no podía ocultar su enojo. Se acercó a Kwon, susurrándole con furia:
—Totalmente innecesario ,no vuelvas a hacer algo así.

Kwon sonrió con burla, inclinándose un poco hacia ella:
—¿Hacer qué? ¿Salvar el día? De nada, rubia.

Ella lo miró con desprecio, sus manos apretadas en puños. Sin decir una palabra más, salió del lugar.

Martes 22:34 p.m

El sonido del agua de la ducha aún resonaba en los azulejos del baño cuando Tory salió envuelta en una toalla, dejando un rastro de vapor tras de sí. Su cabello goteaba, y el cansancio del día se reflejaba en cada uno de sus movimientos. Se dejó caer sobre la cama, vestida con una camiseta negra y shorts, lista para desconectarse del mundo por unas horas. Pero apenas había cerrado los ojos cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe.

Kwon estaba allí, apoyado en el marco de la puerta con una sonrisa pícara y una ceja arqueada. Vestía jeans oscuros, una camiseta gris y una chaqueta de cuero que acentuaba su aire confiado. En una mano llevaba su celular, que hacía girar con despreocupación, como si su entrada intempestiva no fuera nada fuera de lo común.

—¿Qué querés? —La rubia lo miró con fastidio, sentándose en la cama.

Kwon no respondió de inmediato. En cambio, la observó con una mezcla de curiosidad y frustración, notando su expresión tensa y las manos cruzadas sobre el pecho. Finalmente, rompió el silencio:
—Los chicos decidieron ir a un bar. Ya sabés, recorrer Barcelona, divertirse un poco. —Hizo una pausa, como si esperara alguna reacción de su parte.

Tory desvió la mirada hacia la ventana.
—Andá vos.

—¿Qué? —Kwon dio un paso hacia adentro, cerrando la puerta detrás de él. Su tono era ligero, pero la sombra de irritación en su voz era evidente—. ¿Estás enojada conmigo?

—¿Te sorprende? —Tory lo miró con frialdad—. Después de lo que hiciste hoy, sí, estoy enojada.

Kwon dejó escapar una risa seca, incrédulo.
—¿De verdad? ¿Por qué? ¿Porque le di una paliza al gran Keene? —Hizo comillas con los dedos al hacer referencia a Robby—. Perdón, pero alguien tenía que salvarnos de su cara de príncipe azul.

Tory se puso de pie, enfrentándolo con el ceño fruncido.
—No es por Robby, ¿si? Es por cómo decidiste ignorarme, cómo creés que podés meterte en mi combate y hacer lo que se te canta.

—¿Ignorarte? —Kwon levantó las cejas, sarcástico—. ¿Estás hablando en serio? Todo el día te la pasaste defendiéndolo como si todavía te importara. ¿Qué, te olvidaste de cómo te trató?

Tory apretó los puños, sus ojos encendidos por la rabia.
—¡Esto no tiene nada que ver con él! ¡Tiene que ver contigo! Con tu ego, con tu necesidad de ser el centro de todo.

—¿Ah, sí? —Kwon dio un paso más hacia ella, acercándose lo suficiente como para que la tensión entre ambos fuera casi tangible—. ¿Y vos? ¿Por qué estás tan alterada? Porque, para alguien a quien no le importa, parecés bastante interesada en lo que hago.

—¡Porque no te soporto! —Tory lo miró directamente a los ojos, su respiración agitada.

Kwon se inclinó hacia adelante, desafiándola con una sonrisa cargada de ironía.
—Mentira.

—¿Qué dijiste? —La voz de Tory era un susurro peligroso, sus ojos brillando con ira.

—Dije que es mentira. —Kwon se mantuvo firme, su tono burlón—. Si de verdad no me soportaras, no estaríamos teniendo esta conversación. Y mucho menos estarías mirándome así.

La cercanía entre ellos se volvió insoportable. Tory podía sentir el calor irradiando de él, el leve aroma a colonia mezclado con su arrogancia. Estaban cara a cara, ninguno dispuesto a retroceder.

—Sos un idiota. —Su voz era apenas un murmullo.

—Y vos tenés un carácter de mierda. —Kwon sonrió con suficiencia, pero su mirada bajó fugazmente a sus labios antes de volver a sus ojos—. Tal vez por eso hacemos tan buena pareja.

Antes de que Tory pudiera responder, Kwon cerró la distancia entre ellos y la besó. El beso fue intenso, cargado de toda la frustración y tensión acumulada. Al principio, Tory se quedó paralizada por la sorpresa, pero pronto sintió cómo la rabia que la consumía se transformaba en algo completamente diferente. Contra todo pronóstico, correspondió, dejando que la fuerza del momento la arrastrara.

Kwon la sostuvo con firmeza, pero con cuidado, como si temiera que ella pudiera detenerlo en cualquier momento. Sin embargo, lejos de empujarlo, Tory respondió con la misma intensidad, aferrándose a su chaqueta mientras lo acercaba más.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad. Kwon la miró con una mezcla de triunfo y asombro, mientras Tory parecía debatirse entre golpearlo o volver a besarlo.

—¿Qué carajo fue eso? —preguntó ella, aún tratando de procesar lo ocurrido.

Kwon se encogió de hombros, su sonrisa burlona de vuelta en su rostro.
—Una estrategia de distracción. ¿Funcionó?

Tory bufó, pero no pudo evitar sonreír apenas.
—Sos un imbécil.

—Y vos me adorás. —Kwon se inclinó hacia ella otra vez, pero esta vez Tory lo empujó, aunque sin mucha fuerza.

—No te acostumbres.

—¿Eso es un sí para el bar? —insistió Kwon, guiñándole un ojo mientras retrocedía hacia la puerta.

Tory negó con la cabeza, cruzándose de brazos.
—Andate antes de que me arrepienta de no haberte noqueado hoy.

Kwon se rió suavemente y abrió la puerta.
—Te espero abajo, preciosa.

Cuando la puerta se cerró, Tory se dejó caer sobre la cama, su corazón aún latiendo con fuerza. No podía creer como cedió ante aquel estúpido beso. Pero lo que más le molestaba era que, en el fondo, una parte de ella sabía que lo había disfrutado.

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