🖤[Año Nuevo]


La casa de Yasmine estaba iluminada de manera espectacular. Luces de neón colgaban del techo y reflejaban destellos vibrantes en las paredes decoradas con tonos dorados y plateados. La música retumbaba con fuerza, haciendo vibrar el suelo al ritmo de los últimos éxitos pop. Los asistentes, todos perfectamente vestidos para la ocasión, llenaban la sala principal, donde se había improvisado una pista de baile.

En el centro de la acción estaban los amigos más cercanos, divididos en dos grupos bien marcados. Por un lado, Tory, Moon, Robby y Eli habían acaparado la barra improvisada. Entre risas y provocaciones, se desafiaban mutuamente a ver quién podía beber más shots en el menor tiempo posible.

Por otro lado, las parejas más dulzonas—Yasmine y Demetri, junto con Miguel y Sam—habían optado por una versión más tranquila de la noche, balanceando tragos suaves mientras bailaban en un rincón ligeramente más apartado.

—¡Vamos, Eli! ¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Tory, inclinándose sobre la barra mientras llenaba un shot de tequila.

Eli se limpió la boca con el dorso de la mano y le lanzó una mirada desafiante.

—No cantes victoria tan rápido, Nichols. Esto apenas comienza.

Moon, que tenía una risita contagiosa, se sirvió otro shot y lo levantó.

—Bueno, no pueden ganarme a mí. ¿Olvidaron la vez que gané el torneo de mimosas?

Robby arqueó una ceja mientras alzaba su vaso.

—¿Torneo de mimosas? Eso no suena muy impresionante, hippie.

—¡Cállate! —respondió Moon, golpeándolo juguetonamente en el brazo—. Cuando termines en el suelo, recordarás mis palabras.

—Oh, por favor, yo podría beber esto dormido —replicó Robby, tirando su shot hacia atrás con facilidad.

Tory se cruzó de brazos, lanzándole una mirada competitiva.

—¿Ah, sí? A ver si aguantas otro más.

La barra estaba llena de gritos, carcajadas y vítores cada vez que alguien tomaba un shot, mientras el sonido de los vasos golpeando la mesa se mezclaba con la música.

Mientras tanto, Yasmine y Demetri se balanceaban lentamente al ritmo de la música. Ella había insistido en que bailaran, incluso si la canción era rápida.

—Demetri, no tienes que ser tan rígido —rió Yasmine, ajustando los brazos de su novio para que se movieran más relajados—. Es Año Nuevo, relájate un poco.

—Esto es relajado para mí —respondió Demetri, intentando no pisarle los pies—. Aunque admito que estoy mejorando.

Yasmine rodó los ojos, pero su sonrisa permaneció.

—Definitivamente mejor que la última vez. No pensé que sobreviviríamos al vals en esa boda.

—¿Eso fue un vals? Yo pensé que estaba esquivando balas.

Ambos estallaron en carcajadas, y Yasmine le dio un beso rápido en la mejilla antes de tomar un sorbo de su cóctel colorido.

No muy lejos de ellos, Miguel y Sam estaban inmersos en su propio pequeño mundo. Miguel sostenía a Sam con una mano en la cintura mientras se movían lentamente, ignorando que la música era mucho más rápida de lo que estaban bailando.

—¿Qué pasa, Miguel? Pensé que eras bueno en esto de las fiestas —se burló Sam, apoyando la cabeza en su hombro.

—Soy bueno cuando no estoy distraído —respondió Miguel, mirándola con una sonrisa traviesa.

Sam levantó una ceja.

—¿Distraído?

Miguel asintió, inclinándose un poco más cerca de su rostro.

—Es difícil concentrarse en bailar cuando mi novia se ve tan increíble.

Sam se sonrojó, intentando ocultar su sonrisa.

—Dios, eres tan cursi.

—Pero te gusta —replicó Miguel, dándole un beso en la frente.

Ella no respondió, pero se apretó más contra él, disfrutando el momento.

En la barra, Moon estaba ya mostrando signos de debilidad, pero no se rendía.

—¡Vamos, Tory! ¿Tienes miedo de perder contra mí?

Tory se rió, claramente sin afectarse por los shots que llevaba.

—Sigue soñando. Aunque tal vez deberías tomarte un descanso. Ya estás viendo doble.

Eli, que estaba entre ellos, levantó otro shot con una sonrisa burlona.

—Este es el último para mí. No quiero que Yasmine me rete a bailar después de esto.

Robby, que seguía bastante sobrio, negó con la cabeza mientras lo observaba.

—Dices eso ahora, pero te conozco. No te vas a rendir hasta que Tory te humille.

En ese momento, Miguel y Sam se acercaron a la barra, todavía tomados de la mano.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Miguel, mirando los vasos vacíos con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Qué parece? —respondió Tory con una sonrisa desafiante—. Demostrando quién es el mejor.

La castaña negó con la cabeza.

—¿Mejor en qué? ¿En ver quién termina vomitando primero?

—Oh, vamos, Sam —respondió Moon, tambaleándose ligeramente—. Es Año Nuevo. Relájate.

Miguel levantó las manos en señal de rendición.

—Solo digo que alguien debería grabar esto. Quiero tener material para reírme mañana.

Tory lo miró con una ceja arqueada.

—¿Por qué no te unes, Díaz? Tal vez así me impresiones.

—Ya los impresiona lo suficiente —interrumpió Sam, dándole un codazo a Miguel.

—Gracias, amor —dijo Miguel, inclinándose para besarla en la mejilla.

Eli, sin perder la oportunidad, señaló a Demetri, que seguía en la pista con Yasmine.

—Si alguien tiene que preocuparse, es él. No creo que sobreviva la noche.

Todos rieron mientras miraban a Demetri, quien claramente estaba luchando por mantenerse al día con el entusiasmo de Yasmine en la pista.

La música bajó un poco de volumen cuando alguien anunció que faltaban cinco minutos para la medianoche. Todos comenzaron a reunirse en la sala principal, dejando atrás los vasos y los juegos.

Robby y Tory estaban de pie juntos, con ella recostada contra su hombro mientras ambos observaban el bullicio. Miguel y Sam, todavía tomados de la mano, se unieron a ellos, sonriendo al ver cómo Eli y Moon seguían discutiendo sobre quién había ganado el desafío de los shots.

Cuando el conteo regresivo comenzó, las parejas intercambiaron miradas cómplices. Yasmine y Demetri se tomaron de las manos, mientras ella murmuraba algo que lo hizo sonrojar. Moon se aferró a Eli, todavía riendo por su última broma, mientras Robby rodeaba a Tory con un brazo.

Cuando el reloj marcó la medianoche, todos gritaron al unísono:

—¡Feliz Año Nuevo!

Las parejas se dieron besos emocionados, y el ambiente se llenó de abrazos y deseos para el nuevo año. Aunque sus caminos habían estado llenos de rivalidades y peleas, esa noche, todos parecían estar en paz, disfrutando de un comienzo juntos.

03:22 a.m

La fiesta seguía en pleno apogeo después de la medianoche. Las risas y la música llenaban el aire mientras las botellas vacías se apilaban en la barra improvisada de la sala. Miguel, con un poco más de alcohol en el sistema de lo que debería, miró a Tory con una sonrisa retadora.

—No puedo creer que pienses que eres mejor que yo en esto, Nichols.

Tory, sentada casualmente en un taburete con un pie apoyado en la barra, arqueó una ceja y lo miró como si acabara de decir la cosa más ridícula del mundo.

—¿En serio, Díaz? ¿Quieres intentarlo de nuevo? Ya viste lo que pasó con Moon. Tú serás el próximo.

—Ah, eso suena como un desafío. —Miguel agarró una botella de tequila y comenzó a servir dos shots—. Vamos, dame tu mejor intento.

Sam y Robby, que estaban de pie cerca, se miraron con una mezcla de incredulidad y fastidio.

—Dime que no va a hacerlo —murmuró Sam, cruzándose de brazos.

—Oh, lo va a hacer. —Robby suspiró, apoyándose contra la barra con expresión resignada—. Y luego se va a arrepentir.

—Los dos —añadió Sam, señalando a Tory, que ya había agarrado su shot con una sonrisa confiada.

Miguel levantó su vaso y lo chocó con el de Tory.

—Por los idiotas valientes.

—Y los perdedores que no saben beber. —Tory sonrió antes de tirar el shot hacia atrás.

La multitud alrededor comenzó a animarlos mientras ambos seguían uno tras otro, golpeando los vasos vacíos contra la barra.

—¡Eso es! ¡Vamos, Migue! —gritó Eli, alzando una cerveza en el aire.

—Esto es patético —comentó Robby en voz baja, mirando a Tory con una ceja arqueada mientras ella vaciaba otro shot como si no fuera nada.

Samantha, a su lado, suspiró profundamente.

—¿Cómo es que terminamos con estos dos?

—Buena pregunta. —Robby se frotó la frente, visiblemente cansado de la escena—. Creo que nos gustan los desafíos.

Sam lanzó una pequeña sonrisa.

—Más bien, nos gustan los idiotas.

—Eso también. —Robby soltó una risita.

Miguel y Tory, ahora tambaleándose un poco, se enfrentaron con miradas retadoras mientras preparaban lo que parecía el último round.

—Si te ganas este, Tory, admito que eres mejor —dijo Miguel, con un tono dramático.

—Ya sabía que lo soy, pero gracias por confirmar. —Tory levantó el shot.

Ambos lo bebieron al mismo tiempo, y fue evidente que sus cuerpos estaban al límite. Miguel hizo una mueca, llevándose una mano al estómago, mientras Tory dejó escapar una risa forzada que rápidamente se convirtió en una tos.

—Oh, Dios... —murmuró Miguel, apoyándose en la barra.

—¿Estás bien, Migue? —Tory apenas podía hablar mientras trataba de mantener su compostura.

Sam no pudo contenerse más.

—Eso les pasa por ser tan imbéciles.

Robby asintió, mirando a Miguel con desaprobación.

—Ya, amigo, déjalo antes de que tengas que pasar Año Nuevo en el baño.

Pero Miguel, obstinado, levantó una mano.

—Estoy bien. Totalmente bien.

En ese momento, se tambaleó hacia atrás y tuvo que agarrarse del taburete.

—Claro que sí —murmuró Sam, rodando los ojos.

Mientras la escena del torneo de shots seguía causando risas y burlas, Yasmine y Moon habían tomado el control de la cocina, donde mezclaban tragos con ingredientes que parecían más salidos de un libro de recetas de alquimia que de un bar normal.

—Entonces, ¿qué fue lo que probaste en Italia? —preguntó Moon, sosteniendo una rodaja de limón mientras revolvía un líquido rosa brillante.

—Un spritz de durazno con un toque de lavanda. Era tan lindo que casi no quería beberlo. —Yasmine sacó una botella de licor de color dorado de una bolsa y la alzó triunfalmente—. Pero este es mejor. Lo llamaremos... Golden Dream.

Moon rió mientras probaba la mezcla con una cuchara.

—Oh, esto es delicioso. Demetri y Eli van a amar esto.

—¿Eli? —Yasmine levantó una ceja mientras vertía la bebida en dos copas altas—. ¿Desde cuándo Eli tiene buen gusto?

—Hey, mi novio puede ser un desastre, pero sabe apreciar un buen trago.

Ambas rieron mientras terminaban de preparar las bebidas, decorándolas con pequeñas sombrillas y rodajas de fruta.

De vuelta en la sala, Demetri y Eli estaban sentados en un sofá, alejados del ruido principal. Ambos sostenían cervezas, pero el foco de su atención estaba en una conversación acalorada sobre cómics.

—Estoy diciendo que la saga de "Sinestro Corps War" es la mejor historia de Linterna Verde de todos los tiempos. Punto final —declaró Demetri, gesticulando con entusiasmo.

Eli negó con la cabeza con vehemencia.

—No, no, no. "Blackest Night" le da mil vueltas. Es más oscuro, tiene más acción y... ¡zombies espaciales, Demetri! Zombies espaciales.

—¿Eso es todo lo que te importa? ¿Zombies? —Demetri lo miró con incredulidad—. "Sinestro Corps War" tiene mejor desarrollo de personajes. ¡Hal Jordan contra todo un ejército liderado por su mayor enemigo! Es perfecto.

—Zombies espaciales —repitió Eli con una sonrisa burlona, tomando un sorbo de su cerveza.

—Sos imposible.

—Y tú eres demasiado purista.

Ambos estallaron en risas, claramente disfrutando del debate, mientras Moon y Yasmine se acercaban con sus tragos recién preparados.

—¿De qué hablan? —preguntó Moon, entregándole una copa a Eli.

—De cómo Eli está equivocado, como siempre —respondió Demetri, tomando su bebida con una sonrisa triunfante.

Eli fingió ofenderse, pero pronto cambió de tema al probar el trago.

—Oh, esto es increíble. Moon, ¿hiciste esto tú?

—Lo hicimos juntas. —Moon sonrió, sentándose a su lado.

Yasmine rodó los ojos.

—Espero que al menos aprecien mi talento.

Demetri levantó su copa.

—Definitivamente. Ahora, ¿quién quiere otra ronda?

La fiesta continuó con risas, bromas y momentos memorables, cada pareja y grupo disfrutando de su dinámica única. A pesar de las diferencias, todos parecían haber encontrado su lugar en esa noche de Año Nuevo, creando recuerdos que recordarían durante mucho tiempo.

09:33 a.m

El sol del primero de enero se colaba por las cortinas entreabiertas de la habitación de huéspedes en la lujosa casa de Yasmine, lanzando un resplandor molesto sobre los ojos cerrados de Eli. El martilleo en su cabeza era implacable, señal inequívoca de que la noche anterior había sido un exceso en todos los sentidos posibles. Con un leve quejido, intentó girarse hacia el lado derecho, buscando a tientas su celular.

Sin embargo, su mano no encontró la fría superficie de una mesita de noche, sino algo cálido y suave. El contacto lo detuvo al instante.

—¿Qué carajo...? —murmuró, con voz ronca, aún sumido en el sopor.

Sin abrir los ojos, dejó que sus dedos exploraran un poco más, deslizándose inconscientemente por una textura suave y cálida que no lograba identificar del todo. Su brazo se acomodó por instinto, rodeando lo que parecía ser una figura humana. Sin pensarlo demasiado, se acercó a esa calidez, presionando su rostro contra un hombro desnudo mientras murmuraba algo incomprensible.

El aroma que llegó a su nariz era distinto al que esperaba, y eso encendió una pequeña chispa de duda en su mente aún adormilada. Con un ligero movimiento, sus labios rozaron ese hombro, casi sin intención.

La piel bajo sus labios era suave, y sin poder evitarlo, dejó un beso perezoso en el hombro, luego otro, mientras su brazo descansaba con familiaridad sobre aquella figura. Sin embargo, algo en el tacto, en el aroma, en la postura... no cuadraba. Su mente comenzó a despejarse lentamente.

No era Moon.

El pensamiento lo golpeó como un balde de agua fría. Abrió los ojos de golpe, su mirada enfocándose en mechones rubios esparcidos sobre la almohada frente a él. El pánico se instaló en su pecho como un golpe seco.

—¿Tory? —susurró, con un tono que era una mezcla de incredulidad y horror.

Ella no respondió. Seguía dormida, su respiración tranquila y acompasada. Eli retrocedió un poco, su mente corriendo a toda velocidad mientras evaluaba la situación. Bajó la mirada hacia sí mismo: ropa interior. Sus ojos viajaron hacia ella: ropa interior también. Las sábanas estaban enredadas alrededor de sus cuerpos, y la ropa de ambos estaba tirada en el suelo en un desastre monumental.

Eli apretó los dientes, intentando no entrar en pánico.

—No puede ser... no puede ser... —susurró para sí mismo, pasando las manos por su rostro.

Con cuidado, trató de apartarse, pero el movimiento hizo que Tory comenzara a moverse. Su corazón se detuvo por un segundo mientras ella murmuraba algo ininteligible y giraba hacia él, aún medio dormida. Sus ojos entreabiertos lo enfocaron, y la confusión comenzó a dibujarse en su rostro.

—¿Eli? —murmuró, con voz adormilada, mientras intentaba procesar lo que estaba viendo.

Él tragó saliva, forzando una sonrisa nerviosa.

—Eh... buenos días, Nichols.

Ella parpadeó un par de veces, antes de incorporarse ligeramente. Su mirada bajó hacia su propio cuerpo y luego al de Eli. La realización golpeó como un rayo.

—¡¿Qué carajo hicimos?! —exclamó en un susurro frenético, llevándose las manos al rostro mientras miraba a Eli con una mezcla de pánico y furia.

—No lo sé, te juro que no sé nada —respondió él rápidamente, levantando las manos en señal de rendición—. No recuerdo nada, Tory. Nada.

Ella le lanzó una mirada cargada de incredulidad antes de apartar las sábanas con brusquedad.

—¡Esto no puede estar pasando! —gruñó, mirando a su alrededor. Sus ojos se detuvieron en la escena más allá de la cama, y su expresión se oscureció.

En el suelo, Robby estaba abrazado a Yasmine, ambos en ropa interior, durmiendo profundamente. En el sofá, Moon descansaba acurrucada contra Miguel, mientras Sam estaba enredada con Demetri al otro lado.

—¿Qué mierda está pasando aquí? —preguntó Tory, claramente al borde del colapso.

Eli puso una mano sobre su hombro, intentando calmarla.

—Oye, oye... relájate. Seguro hay una explicación.

Ella se apartó bruscamente, fulminándolo con la mirada.

—¿Relájate? ¡Robby está en el piso con Yasmine! ¡Yo estoy... contigo! —Su voz tembló al decir la última palabra.

Eli suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado.

—Escucha, lo último que necesitamos es que despiertes a todos y esto se convierta en un circo. Vamos a pensar con calma, ¿sí?

Tory apretó los labios, claramente luchando por no gritar. Finalmente, se dejó caer nuevamente en la cama, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Esto es un desastre...

Eli la observó por un momento antes de inclinarse ligeramente hacia ella.

—Tory... —su voz era más suave ahora, casi reconfortante—.Todo va a estar bien.

Ella no respondió de inmediato, pero cuando él deslizó una mano con cautela hacia su hombro desnudo, ella giró la cabeza para mirarlo. Su mirada seguía siendo dura, pero había algo vulnerable en ella, una grieta en la armadura.

—¿De verdad? —preguntó finalmente, su voz más baja.

Eli asintió, su rostro a centímetros del de ella.

—Sí. Tú y yo somos un gran equipo....Hasta cuando Kreese hacía y deshacía lo que quería con nosotros.

Tory soltó una risa seca, negando con la cabeza.

—Sos un idiota, ¿lo sabías?

—Si pero las risas no van a faltar.—Eli sonrió, y sin pensar demasiado, dejó un beso en su hombro.

Tory se tensó, pero no se apartó. Su mirada lo escudriñó, buscando algo que ni siquiera ella parecía comprender del todo.

El momento se rompió abruptamente cuando Robby murmuró algo en sueños, abrazando a Yasmine más fuerte. Tory se sentó de golpe.

—¡Lo mato! —dijo, lanzando una mirada asesina hacia el suelo.

Eli suspiró, frotándose las sienes.

—Genial. ¿Qué tal si intentamos sobrevivir al desastre antes de empezar a matar gente?.

Miguel abrió los ojos lentamente, aún atrapado en el sopor de la resaca. Su cuerpo estaba pesado, y su mente se sentía como un mar de niebla. Una cálida sensación en su pecho lo reconfortaba, y sin pensarlo, inclinó la cabeza hacia abajo, dejando un beso suave en la frente de quien suponía era Sam.

—Buenos días... —murmuró, con una voz baja y rasposa, su tono lleno de una ternura que no procesó del todo.

Pero el silencio que siguió fue extraño, incluso incómodo. Algo estaba mal, y su cerebro, aún lento por la resaca, comenzó a procesarlo.

Un ruido seco y deliberado lo sacó de su ensoñación.

—Ejem. —Tory aclaró su garganta, mirándolo desde la distancia con una ceja arqueada y los brazos cruzados.

Miguel levantó la vista con lentitud, y lo primero que vio fue a Tory, parada junto a la cama con un par de shorts de pijama diminutos y una camiseta que claramente no le pertenecía. La camiseta era negra, con un diseño que reconoció de inmediato como de Eli. Lo que hizo que todo fuera peor fue que Eli estaba justo al lado de ella, sin camiseta, rascándose el cabello desordenado y luciendo como si hubiera pasado por una tormenta.

Miguel frunció el ceño, desconcertado.

—¿Qué...? —empezó a decir, pero algo más llamó su atención.

La calidez en su pecho no desapareció. Bajó la mirada lentamente, y su corazón se detuvo por un momento cuando vio a Moon, acurrucada contra él, su cabello rubio extendido sobre su pecho.

La sonrisa que había comenzado a formarse en su rostro se desvaneció de inmediato.

—No puede ser... —murmuró, con los ojos bien abiertos.

Moon, ajena al caos que se gestaba a su alrededor, dejó escapar un murmullo de satisfacción mientras se acurrucaba más contra él. Miguel sintió que el pánico comenzaba a instalarse en su pecho. Su mirada se movió rápidamente entre Tory y Eli, quienes lo observaban con expresiones que iban desde la incomodidad hasta la diversión.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Miguel, su voz temblando ligeramente mientras intentaba apartarse sin despertar a Moon.

Tory se cruzó de brazos, inclinando la cabeza hacia un lado.

—Eso mismo nos preguntábamos nosotros —respondió, su tono cargado de sarcasmo mientras le lanzaba una mirada de reojo a Eli.

—Oye, yo estoy igual de confundido que tú —intervino Eli, levantando las manos como si quisiera dejar en claro que no tenía nada que ver.

Miguel finalmente logró deslizarse fuera del sofá, haciendo que Moon se moviera pero sin despertarse del todo. Se puso de pie, mirando a Tory con incredulidad.

—¿Por qué llevas puesta su camiseta? —preguntó, señalando a Eli con una mezcla de confusión y reproche.

Tory arqueó una ceja y se encogió de hombros.

—No tenía otra cosa.—Hizo una pausa y luego añadió, con un tono burlón—. Supongo que fue una noche... interesante.

Eli soltó una risa seca, claramente nervioso.

—Interesante no es la palabra que usaría, pero... claro, sigamos con eso.

Miguel se pasó una mano por el rostro, tratando de procesar la información. Miró de nuevo a Moon, quien seguía dormida en el sofá, y luego volvió a mirar a Eli.

—Ella es tu novia —dijo Miguel, señalando a Moon con seriedad—. ¿Por qué está... aquí?

—Ah, gracias por la aclaración, Sherlock. No lo había notado —respondió Eli, rodando los ojos.

—¡No es gracioso! —exclamó Miguel, su tono subiendo un poco mientras intentaba controlar su frustración—. Esto está... esto está mal.

Eli soltó una carcajada seca.

—¿Mal? —repitió, mirando a Miguel con una mezcla de incredulidad y burla—. Tú estás acá abrazando a mi novia como si fueran novios, y me vienes a hablar de que está mal.

Miguel la miró fijamente, sin palabras. La situación estaba completamente fuera de control, y no sabía ni por dónde empezar a explicarla.

—No fue mi intención... yo no... —balbuceó, tratando de justificarse.

Tory dio un paso hacia él, cruzándose de brazos mientras lo observaba con intensidad.

—¿Sabes qué? No importa —dijo, haciendo un gesto con la mano como si quisiera apartar el tema—. Esto no es un interrogatorio. Pero si alguien tiene que preocuparse aquí, ese eres tú.

Eli, que había estado observando la interacción con una mezcla de incomodidad y diversión, decidió intervenir.

—Bueno, bueno, chicos, relajémonos un poco. —Puso una mano en el hombro de Miguel, forzando una sonrisa—. Vamos a resolver esto como adultos responsables... después de un café, por favor.

Miguel se apartó de su agarre, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Moon es tu novia, y Tory está...

Se detuvo, señalando a Tory, que seguía con la camiseta de Eli.

—Lo que sea que esto signifique.

Eli alzó las manos en defensa, dando un paso hacia atrás.

—Mira, yo tampoco sé qué pasó. Me desperté y estaba con Tory. Pero, ¿sabes qué? Estoy seguro de que hay una explicación perfectamente lógica... que ninguno de nosotros recuerda.

Tory rodó los ojos.

—Sí, claro. Seguro todo esto tiene sentido en algún universo paralelo.

El silencio que siguió fue incómodo, roto solo por el sonido de alguien moviéndose en el suelo. Los tres miraron hacia abajo al mismo tiempo, donde Robby empezaba a desperezarse junto a Yasmine. Tory apretó los labios, su mirada volviéndose peligrosa.

—Perfecto. Esto solo puede empeorar.

Robby se revolvió en el suelo, medio dormido, y dejó escapar un murmullo cansado. Su brazo se estiró automáticamente, buscando algo o alguien. Lo siguiente que todos vieron dejó a Tory al borde de un colapso emocional: Robby, aún con los ojos cerrados, abrazó la cintura de la rubia que estaba a su lado, atrayéndola hacia él con una familiaridad inquietante.

—Mmm... buenos días, hermosa. —murmuró Robby, su voz pastosa por el sueño mientras enterraba su rostro en el cabello de Yasmine.

El silencio que siguió fue sepulcral, roto únicamente por el suave sonido de Tory tomando una respiración larga y profunda, claramente intentando calmarse. Pero la tensión en su mandíbula y la mirada que le lanzó a su novio hablaban de una furia contenida que no tardaría en explotar.

Miguel, que ya había visto suficientes peleas entre ellos, se movió rápidamente, poniéndose entre Tory y el desastre que estaba a punto de ocurrir.

—Tory, tranquila —dijo con un tono cauteloso, levantando las manos como si intentara calmar a una leona—. Seguro que esto no es lo que parece.

—¿No es lo que parece? —repitió Tory, con una sonrisa peligrosamente sarcástica—. Mi novio está abrazando a otra chica como si fuera yo. ¡Explícame cómo eso no es lo que parece!

Mientras tanto, Eli estaba de pie al lado de ellos, con ambas manos cubriéndose la boca para evitar soltar la carcajada que luchaba por escapar. Finalmente, no pudo contenerse más y se dejó caer en el sillón, riéndose como si acabara de ver la mejor comedia de su vida.

—Esto... esto es oro puro —logró decir entre risas, secándose una lágrima del ojo.

Robby, completamente ajeno al caos que había desatado, se acurrucó aún más contra Yasmine, murmurando algo ininteligible.

Yasmine, por su parte, comenzó a despertarse. Sus pestañas temblaron antes de abrir los ojos lentamente, solo para encontrarse con el brazo de Robby firmemente envuelto alrededor de su cintura. Parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que estaba pasando, y cuando finalmente lo entendió, dejó escapar un grito ahogado.

—¡¿Qué mierda?!

Robby abrió los ojos al escuchar el grito, claramente confundido. Su mirada se encontró con la de Yasmine, y por un breve segundo, ambos parecieron congelarse.

—¿Tory? —dijo Robby, con el ceño fruncido mientras miraba la cara de Yasmine.

Ella, horrorizada, se apartó de un salto, empujándolo con fuerza.

—¡¿Tory?! ¡¿Acaso estás ciego?! ¡Soy yo, Yasmine!

Robby se sentó de golpe, parpadeando rápidamente mientras la realidad comenzaba a caer sobre él. Su expresión pasó de la confusión al pánico absoluto cuando giró la cabeza y vio a Tory de pie, con los brazos cruzados y una mirada que podría haber reducido a cenizas a cualquiera.

—Oh... —fue lo único que logró decir antes de levantarse lentamente.

—"Oh" —repitió Tory, imitando su tono mientras daba un paso hacia él—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Oh?

—¡Espera! —interrumpió Miguel, colocándose entre ellos una vez más—. Robby, amigo, te sugiero que expliques esto muy bien antes de que Tory decida usar tus órganos como decoración.

—¡Yo no hice nada! —se defendió Robby, levantando las manos en señal de inocencia—. Me desperté y pensé que era Tory. ¡No fue mi culpa!

—¿Que no fue tu culpa? —dijo Tory, alzando la voz mientras daba un paso más cerca—. ¡Estabas acurrucado con ella como si estuvieras en una maldita comedia romántica!

Eli, aún riéndose, decidió intervenir, aunque claramente no estaba interesado en calmar la situación.

—Esto es increíble —dijo con una sonrisa burlona—. Primero, Miguel acurrucado con Moon. Ahora, Robby con Yasmine. ¿Qué sigue?Me parece que debería acostarme otra vez con Tory.

—¡Cállate, Eli! —gritaron Tory y Robby al unísono.

Yasmine, recuperándose del susto, cruzó los brazos con indignación.

—¿Y sabes qué? Esto también es culpa tuya, Tory. Si no hubieras dejado a Robby en el suelo como un perro perdido, nada de esto habría pasado.

—¡¿Qué dijiste?! —Tory dio un paso hacia Yasmine, pero Miguel se apresuró a sujetarla por los hombros, empujándola ligeramente hacia atrás.

—¡Basta, basta! —exclamó Miguel, desesperado por evitar una catástrofe mayor. Miró a Tory con seriedad—. No vale la pena.

—¿No vale la pena? —repitió Tory, con el ceño fruncido.

—¡No vale la pena, Tory! —insistió Miguel, mirándola directamente a los ojos—. Además, Robby parece lo suficientemente miserable como para haber aprendido su lección.

Robby, que había estado en silencio, levantó una mano tímidamente.

—Estoy muy arrepentido... —dijo en voz baja, aunque su tono no sonaba del todo convincente.

Eli se levantó finalmente, todavía sonriendo.

—Bueno, creo que esto merece un desayuno. ¿Quién quiere huevos revueltos?

—Eli, si no te callas... —dijo Tory, fulminándolo con la mirada.

—Solo trato de aliviar la tensión. —Eli levantó las manos, retrocediendo con una sonrisa burlona—. Aunque sinceramente, esto es la mejor telenovela que he visto en años.

Tory suspiró profundamente, cerrando los ojos un momento para calmarse.

—Ustedes son un desastre. Todos. —Se giró hacia Miguel y señaló hacia la cocina—. Tú y Eli vayan a preparar algo de comer antes de que alguien más termine abrazando a la persona equivocada.

Miguel y Eli se miraron, luego asintieron al mismo tiempo y caminaron hacia la cocina, dejando a Tory, Robby y Yasmine en un silencio incómodo que prometía más drama en los próximos minutos.

Yasmine se dio la vuelta bruscamente, alejándose de Robby y Tory, como si necesitara espacio para digerir el caos que acababa de presenciar. Su mirada vagó por la sala hasta detenerse en Moon, quien dormía profundamente en un sillón. Su rostro irradiaba tranquilidad, como si el desastre a su alrededor no pudiera alcanzarla. Las suaves respiraciones de su amiga llenaban el ambiente con una calma que Yasmine necesitaba desesperadamente.

Sin embargo, su alivio duró poco. A solo un par de metros, en un sofá cercano, Demetri y Sam dormían abrazados, completamente ajenos a la escena. Sam había apoyado la cabeza en el hombro de Demetri, mientras él rodeaba su cintura con un brazo en un gesto protector. Parecían la imagen de una pareja feliz y enamorada.

Yasmine sintió cómo un nudo comenzaba a formarse en su estómago. Parpadeó varias veces, incapaz de procesar lo que veía. Alzó una mano temblorosa para señalar hacia ellos y, con la voz cargada de incredulidad, finalmente explotó.

—¿¡Qué mierda es esto!?

El grito resonó en la sala, haciendo que Tory y Robby giraran la cabeza al unísono hacia donde estaba Yasmine. Tory, que había estado intentando controlar su frustración, soltó un largo suspiro, cerrando los ojos por un momento.

—Perfecto. Esto no podría ser más ridículo. —Se llevó las manos al rostro, como si quisiera ocultarse del espectáculo.

Robby, percibiendo su molestia, dio un paso hacia ella, tratando de ofrecer algo de consuelo.

—Vamos, Tory, no es para tanto... —dijo, apoyando una mano en su hombro con suavidad.

Tory bajó las manos lentamente, pero cuando lo miró, sus ojos estaban llenos de furia contenida.

—¿No es para tanto? —repitió en un tono peligrosamente bajo—. Robby, tenes TODO el cuello lleno de labial. Y, oh sorpresa, es exactamente del mismo color que el de Yasmine.

Robby frunció el ceño, confundido, y llevó una mano a su cuello. Al mirarla, vio las manchas rojizas que confirmaban las palabras de Tory. Abrió los ojos con horror y comenzó a balbucear.

—¡¿Qué?! No, no... ¡esto tiene que ser un malentendido! —Se giró hacia Yasmine, buscando apoyo—. ¿Verdad que no pasó nada?

Yasmine, sin dejar de mirar a Demetri y Sam, apenas le dedicó un vistazo.

—Estoy demasiado ocupada tratando de entender por qué mi novio está acurrucado con la novia de Miguel para preocuparme por tus dramas.

Robby se quedó paralizado, mientras Tory cruzaba los brazos, claramente disfrutando el espectáculo por un segundo antes de retomar su furia.

—¿Queres más pruebas? —preguntó Tory, alzando una ceja con sarcasmo—. Porque puedo buscar más.

Antes de que Robby pudiera responder, algo más captó su atención. Señaló a Tory con incredulidad.

—Espera un momento... —dijo, señalando la camiseta que llevaba puesta—. ¿Por qué tenes puesta la camiseta de Eli?

Tory bajó la mirada hacia la prenda, reconociendo de inmediato el logo de banda de rock que Eli siempre usaba.

—¡¿Y eso qué importa?! —replicó, cruzándose de brazos de nuevo—. ¡Al menos yo no tengo el cuello lleno de labial ajeno!

Robby, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo pasar.

—¡Claro que importa! —insistió, alzando la voz—. Es SU camiseta. ¿Por qué la llevas puesta?

Tory bufó con exasperación, sus mejillas comenzando a enrojecerse.

—¡Tal vez porque alguien vomitó en la mía anoche! —gritó, su tono cargado de ironía—. ¡Y no tenía otra cosa que ponerme!

—¿Y no había otra camiseta disponible que no fuera la de él? —continuó Robby, señalando hacia la cocina, donde Eli estaba sirviéndose un café con total tranquilidad, una sonrisa divertida en el rostro.

Antes de que Tory pudiera responder, Yasmine alzó ambas manos en el aire, su paciencia al límite.

—¡Basta! —gritó, interrumpiendo la discusión.

Ambos se giraron hacia ella, sorprendidos.

—Si van a seguir gritando como maniáticos, háganlo en otro lado. —Yasmine señaló hacia el pasillo que conducía al baño—. Moon está durmiendo, y no voy a dejar que la despierten con su drama ridículo.

—¿Qué? —dijo Robby, aún confundido.

—¡Que se vayan al baño! —repitió Yasmine, apretando los dientes—. Necesito paz, y ustedes claramente necesitan resolver esto en privado.

—No pienso ir a ningún lado —espetó Tory, con las mejillas enrojecidas de furia.

Yasmine levantó una ceja, desafiante.

—Pues más les vale. Porque si siguen peleando aquí, haré que Demetri y Sam parezcan una pareja perfecta en comparación con ustedes.

Tory apretó los labios, fulminando a Yasmine con la mirada, pero al final no dijo nada. Se giró bruscamente y comenzó a caminar hacia el baño.

—Vamos —dijo, sin mirar a Robby—. Terminaré de decirte lo inútil que sos en privado.

Robby suspiró profundamente, pasándose una mano por el cabello mientras la seguía.

Yasmine los vio desaparecer por el pasillo y dejó escapar un largo suspiro.

—Finalmente, un poco de paz... —murmuró, antes de girarse hacia el sillón donde Moon seguía durmiendo, completamente ajena al caos—. Al menos alguien aquí tiene su vida bajo control.

11:48 a.m

La sala de Yasmine estaba cargada de una extraña combinación de incomodidad y cansancio. Todos, excepto Robby y Tory, se encontraban desperdigados en los sillones, rodeados por los restos evidentes del caos de la noche anterior: botellas vacías que parecían haber sido abandonadas a su suerte, vasos olvidados en esquinas improbables y prendas de ropa que nadie se atrevía a reclamar. A pesar de todo, la conversación fluía de manera intermitente, como si cada uno estuviera intentando desviar la atención de lo que realmente les rondaba la cabeza.

Moon, siempre serena, estaba sentada en el brazo del sillón principal. Su cabello, aunque ligeramente despeinado, seguía luciendo perfecto, como si acabara de levantarse de una siesta reparadora. Sam, en cambio, no tenía tanta suerte. Estaba sentada al borde del sofá, tratando de domar su rebelde melena mientras lanzaba miradas furtivas hacia Miguel, que se encontraba en la esquina opuesta de la sala, en un mutismo poco habitual para él.

Demetri, por supuesto, se sentía como pez en el agua. Estaba sentado con las piernas cruzadas en un sillón individual, con una sonrisa burlona que no se le borraba del rostro. Era evidente que estaba disfrutando más de la situación de lo que debería.

—Bueno —empezó, alzando un vaso que no parecía contener más que agua—, creo que esta será conocida como "la noche en la que todos perdimos la dignidad".

Sam resopló mientras seguía peinándose con los dedos, pero fue Yasmine quien alzó la voz primero.

—Habla por ti, Demetri —espetó, cruzándose de brazos mientras lo miraba con una mezcla de fastidio y cansancio—. Yo no perdí mi dignidad.

Desde la cocina, Eli, con una taza de café en la mano y una sonrisa socarrona, no tardó en intervenir.

—Claro, porque despertar abrazada a Robby y gritar "¿qué mierda?" es lo más digno que te ha pasado en la vida.

Yasmine lo fulminó con la mirada, sus labios formando una delgada línea de indignación.

—Primero que nada, no estaba abrazada a Robby. Él estaba... ahí, y yo simplemente...

—Claro, Yasmine. "Simplemente". —Eli hizo un gesto de comillas en el aire antes de tomar un sorbo de café, claramente disfrutando de la situación.

Moon, como siempre, intervino con su tono conciliador antes de que la conversación escalara.

—Al menos todos seguimos vivos, ¿no? —dijo con una sonrisa tranquila, como si eso fuera todo lo que importaba—. Y aunque no recuerdo todo con claridad, estoy segura de que fue una noche... interesante.

Sam no pudo evitar soltar una risa seca mientras miraba de reojo a Demetri.

—¿"Interesante"? Yo desperté con este payaso abrazándome como si fuéramos los protagonistas de una telenovela barata.

Demetri, lejos de ofenderse, alzó las manos en señal de inocencia.

—Oye, yo no elegí el papel, pero admítelo: hicimos una gran pareja en esa escena.

—¿Gran pareja? —Sam tomó un cojín del sillón y se lo lanzó a la cara, logrando arrancar una carcajada de Miguel, quien finalmente rompió su silencio.

—Dejen de pelear, chicos. Ya bastante drama tuvimos anoche.

El sonido de pasos en el pasillo captó de inmediato la atención de todos. La puerta del baño se abrió lentamente, y las dos figuras más esperadas de la mañana finalmente hicieron su entrada triunfal.

Tory y Robby se veían... diferentes. Ella ya no tenía esa expresión de furia que la había caracterizado la noche anterior. Su sonrisa era relajada, casi triunfante, mientras pasaba junto a los demás como si no tuviera nada que explicar. Robby, por su parte, parecía más feliz que nunca, acomodándose la camisa con aire despreocupado mientras se dejaba caer en el sillón al lado de Tory.

El silencio en la sala era casi ensordecedor. Nadie decía nada, pero las miradas que se cruzaban hablaban por sí solas.

Fue Eli quien, como siempre, decidió romper la tensión.

—Bueno, creo que todos sabemos lo que pasó ahí dentro. —Hizo un gesto con su taza hacia el baño, una sonrisa burlona ampliándose en su rostro—. Pero, hey, cada quien tiene su manera de resolver los problemas.

Tory, como era de esperarse, lo ignoró por completo.

Yasmine, incapaz de contenerse, arqueó una ceja y se inclinó hacia adelante.

—¿Algo que quieran compartir con la clase?

Tory la miró con una expresión tranquila, casi desafiante.

—No es asunto de nadie más, Yasmine. Pero gracias por preguntar.

—Claro, claro —murmuró Yasmine, rodando los ojos mientras se recargaba en el sillón con una mueca de fastidio.

Moon, siempre buscando apaciguar las cosas, miró a Tory con una pequeña sonrisa.

—Bueno, me alegra que al menos ustedes dos estén mejor. Esta mañana fue... tensa.

Eli no pudo evitar intervenir de nuevo.

—"Mejor" es una forma de decirlo. Pero, si soy honesto, parece que todos aquí tuvieron sexo con las personas equivocadas.

El comentario cayó como una bomba en la sala.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Sam, frunciendo el ceño mientras cruzaba los brazos.

—Exactamente lo que escuchaste. —Eli se encogió de hombros, su tono despreocupado contrastando con la tensión en el ambiente—. Mírennos. Tory y Robby, claramente felices después de su escapada al baño. Y luego está Sam, que parece más cómoda con Demetri que con Miguel.

—¡Hey! —protestó Miguel, pero Eli levantó una mano para callarlo.

—Tranquilo, bro. Solo digo lo que todos están pensando.

La conversación continuó, cada vez más intensa, pero con momentos de humor que lograron aliviar la incomodidad. Al final, todos sabían que Eli tenía razón, aunque nadie quería admitirlo. Mientras tanto, Tory se reclinaba en el sillón, disfrutando de su café con una sonrisa satisfecha.

El silencio que siguió a las palabras de Eli fue tan denso que parecía llenar cada rincón de la sala. Sam lo miró con una mezcla de incredulidad y fastidio, mientras Miguel, desde su lugar, fruncía el ceño. Demetri, quien hasta ese momento había mantenido una postura más bien pasiva, comenzó a mover las manos nerviosamente, como si no supiera qué hacer con ellas. Yasmine, por su parte, estaba visiblemente molesta, aunque intentaba mantener su característica fachada altiva.

Finalmente, fue Sam quien decidió romper el hielo.

—¿Sabes qué, Eli? Deberías guardar tus teorías absurdas para ti mismo. Nadie aquí necesita tus... "análisis".

Eli sonrió con suficiencia, apoyando un brazo en el respaldo del sillón de Tory.

—¿Análisis? No necesito ser Freud para darme cuenta de lo que está pasando aquí, Sam. Todos despertamos en situaciones, digamos... inusuales, ¿y ahora quieres que lo ignoremos?

Tory, que hasta ese momento había permanecido callada, se inclinó hacia adelante con una sonrisa sarcástica.

—¿Sabes qué, Eli? Si tanto te interesa mi vida, puedo darte un resumen detallado. —Sus ojos chispearon de manera provocadora, pero luego se recargó en el sillón y añadió con despreocupación—. Aunque no creo que puedas manejarlo.

—¿Manejarlo? —Eli le devolvió la sonrisa, divertido—. Tory, me das demasiado crédito. Yo solo digo lo que veo: ustedes dos salieron del baño como si hubieran ganado la lotería, y aquí todos fingiendo que eso no significa nada.

Robby, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, entrecerró los ojos y se inclinó hacia Eli.

—¿Tienes algún problema con eso? Porque, si lo tienes, dilo de una vez.

El tono de su voz era calmado, pero todos podían notar la tensión detrás de sus palabras. Eli, en cambio, no parecía intimidado.

—¿Problema? Para nada, amigo. Solo digo que tú y Tory parecen haber encontrado una manera... interesante de resolver sus diferencias.

—Basta, Eli —intervino Miguel con un suspiro cansado—. ¿Por qué siempre tienes que llevarlo todo tan lejos?

Eli alzó las manos en señal de rendición, pero su sonrisa no se desvaneció.

—Está bien, está bien. Me callo. Por ahora.

Yasmine, quien había estado observando todo desde su lugar con los brazos cruzados, finalmente decidió intervenir.

—¿Sabes qué es lo peor de todo esto? Que ustedes hacen que parezca que somos un grupo de adolescentes hormonales incapaces de comportarse como personas normales.

—Porque lo somos —respondió Demetri con una sonrisa sarcástica, intentando aliviar la tensión.

—¡No hables por mí! —exclamó Yasmine, fulminándolo con la mirada.

—Relájense todos —dijo Moon con su tono apaciguador de siempre—. Lo que pasó, pasó. No podemos cambiarlo. Lo importante es que estamos aquí, ¿no?

Sam se dejó caer en el sillón con un suspiro exasperado, cruzando los brazos.

—¿Y qué se supone que significa eso, Moon? ¿Que simplemente olvidemos todo y sigamos como si nada?

—No estoy diciendo que lo olvidemos —respondió Moon con calma—. Solo que tal vez deberíamos dejar de buscar culpables o intentar analizarlo todo.

Tory dejó escapar una carcajada seca, llamando la atención de todos.

—Claro, porque hacer un análisis de quién estuvo con quién anoche es lo que realmente importa.

—¿Y qué importa, entonces? —preguntó Sam, alzando una ceja.

Tory la miró directamente, su expresión volviéndose más seria.

—Que, al final del día, cada quien haga lo que quiera. ¿O es que ahora necesitas que alguien te diga cómo sentirte?

Sam parecía a punto de responder, pero Miguel intervino antes de que la situación escalara.

—Ya basta, chicas. Esto no nos lleva a ningún lado.

Demetri, sintiendo que la conversación se tornaba demasiado tensa, decidió cambiar el tema.

—Entonces... ¿alguien quiere desayunar? Porque, sinceramente, estoy muriendo de hambre.

—¿Tú cocinando? —preguntó Yasmine, alzando una ceja con escepticismo.

—No, claro que no —respondió Demetri con una sonrisa—. Pero estoy seguro de que Yasmine tiene algo comestible por aquí.

—¿Y por qué yo tendría que cocinar para ustedes? —espetó Yasmine, claramente ofendida.

—Porque eres la anfitriona —respondió Demetri con obviedad.

Yasmine bufó, pero Moon se levantó de su lugar, siempre dispuesta a ayudar.

—Yo puedo preparar algo rápido. ¿Qué tal unas tostadas?

—¿Y café? —preguntó Miguel, levantando la mano como si estuviera en clase.

—Café también —aseguró Moon con una sonrisa, dirigiéndose hacia la cocina.

Mientras tanto, en la sala, el ambiente comenzaba a relajarse un poco, aunque las tensiones seguían presentes, como una sombra que ninguno de ellos podía ignorar. Tory y Robby estaban en su propio mundo, hablando en voz baja, mientras Yasmine y Eli seguían lanzándose comentarios mordaces.

Sam, por su parte, no podía evitar mirar a Miguel de reojo, mientras él parecía absorto en su propio pensamiento. Y aunque nadie lo decía en voz alta, todos sabían que la noche anterior había cambiado algo entre ellos, y que esas pequeñas fracturas en sus relaciones iban a ser difíciles de ignorar.

Pero, al menos por ahora, el desayuno ofrecía una tregua, aunque fuera momentánea.

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